1901 noviembre 6.
Coincidiendo con la visita
pastoral que realizaba a su parroquia el obispo don Nicolás Rey Redondo, don
Santiago Fariña García se resintió de su salud falleciendo.
Santiago Fariña García
(1830-1901), cura párroco de Vallehermoso, Alajeró y Santa Ursula.1
La humildad que caracterizó todas
sus actuaciones, no consiguió que el paso del tiempo hiciera borrar la
existencia del sacerdote que nos ocupa, cuyo celo e inteligencia fueron
reconocidos además de por sus paisanos, por cuantos tuvieron la dicha de
conocerle, especialmente los vecinos de Vallehermoso, Alajeró y Santa Úrsula,
pueblos donde ejerció la mayor parte de sus 37 años de intensa labor pastoral,
25 de ellos en la última localidad del Norte de Tenerife.
Don Santiago Fariña García nació
en Arafo el 1 de mayo de 1830, siendo hijo de don Ignacio Alonso Fariña y doña
Luisa García Vizcaíno. Dos días después fue bautizado en la iglesia de San Juan
Degollado por don Antonio Rodríguez Torres, párroco propio de la misma; se le
puso por nombre “Santiago León” y actuó como padrino don León Rodríguez. Todos
naturales y vecinos de dicho lugar.
Su padre, don Ignacio Alonso
Fariña (1800-1876), fue una persona muy apreciada en su localidad natal, pues
estuvo durante muchos años vinculado a la parroquia como sacristán y sochantre;
además desempeñó los cargos de secretario del Ayuntamiento, regidor y maestro
interino.
Creación de un
patrimonio vitalicio a su favor.
Nuestro personaje aprendió las
primeras letras con el mencionado cura párroco, don Antonio Rodríguez Torres,
quien influyó mucho en su futura vocación religiosa, iniciándolo en los
estudios de Latín, Filosofía, Teología y Moral, que compatibilizaba con las
labores agrícolas familiares.
Dada su firme vocación, el 8 de
marzo de 1858, su padre compareció ante el escribano público de Güímar, don
Domingo Oliva Bérriz, y manifestó que: “deseando su legítimo hijo D. Santiago
ascender a las ordenes sagradas y no
teniendo capellanía para subsistir a su precisa e indispensable
subsistencia ha condescendido en constituirle un patrimonio vitalicio para que
a título de el pueda recibir dichas órdenes”.
Don Ignacio Alonso Fariña fundaba
dicho patrimonio sobre los siguientes bienes: una suerte de tierra de 658
brazas de huerta, en el sitio de Tía Encarnación; otro pedazo en la Cruz de los Loros, con viña y
árboles y una cabida de dos fanegadas; y, finalmente, una fanega de tierra con
viña y árboles en donde llaman Gorgo. Todos se encontraban en la jurisdicción
de Arafo y sumaban un valor de 13.365 reales de vellón, produciendo por
entonces una renta anual de 2.000 reales de vellón. Además, no pasaban ni
llegaban al quinto de todos los que el otorgante poseía, según afirmaba.
El 9 de agosto de ese mismo año,
don Santiago Fariña elevó instancia al gobernador eclesiástico de la Diócesis desde La Laguna, donde estaba
avecindado, en la que manifestaba que “deseando seguir la carrera eclesiastica a la que me hallo dedicado, y
recibir en su día las sagradas órdenes,
ha dejado a
mi favor mi
padre D. Ignacio
Alonso Fariña la correspondiente Escritura
de fundación de
Patrimonio vitalicio con
el objeto que
sus productos, que pasan de los 100 ducados señalados por las últimas
Reales Ordenes vigentes, puedan servirme de congrua sustentación”. En virtud de
ello suplicaba que se le librase “el correspondiente edicto y demás necesario para
la práctica de las
diligencias de estilo”,
declarando los relacionados bienes por “quasi espirituales”.
Siguiendo con el trámite oficial
y en cumplimiento de mandato superior, el párroco de Arafo, don Claudio
Marrero, tuvo que tomar información a cinco testigos de la localidad, todos
ellos “hombres de bien”, que fueron: don Bernardo Batista Marrero, don Tomás
Hernández, don Pablo Batista, don Francisco Batista y don Juan Delgado, quienes
comparecieron ante el citado párroco y el notario público don Juan Marrero.
Todos coincidieron en que eran ciertos los bienes incluidos en dicho
patrimonio, así como que eran de la propiedad del
otorgante, que no pasaban
del quinto de
los bienes de
éste y que constituían congrua
suficiente para ordenarse el solicitante. Además, todos señalaban, aunque por
separado: “Que es público y notorio la falta de eclesiásticos de esta Diócesis
y más principalmente en este pueblo y sus circumbesinos y por lo mismo que
considera de bastante necesidad la ordenación del D. Santiago Fariña. / [...]
que consta la buena fama é irreprehensible conducta del D. Santiago Fariña por
cuya razón lo considera muy acreedor a las sagradas ordenes a que aspira”.
Tras obtener informe favorable
del Fiscal, el 11 de octubre del indicado año 1858 el Dr. Don Andrés Gutiérrez
Ávila, vicario capitular y gobernador eclesiástico de la Diócesis expidió el
oportuno mandamiento de posesión del indicado patrimonio, que se le expidió al
interesado el 26 de ese mismo mes. En virtud de ello, don Santiago Fariña ya
contaba con la congrua suficiente para recibir las órdenes sagradas.2
Clérigo y seminarista
Así, cuando alcanzó los conocimientos requeridos se le
expidieron dimisorias a su
favor, con fecha
4 de marzo
de 1861, dirigidas al obispo de
Canarias y administrador apostólico de la Diócesis Nivariense,
Dr. Fray Joaquín Lluch y Garriga, para que pudiese recibir la Prima Tonsura y las
cuatro Órdenes Menores, como así ocurrió el sábado 16 de dicho mes de marzo, en
la capilla del palacio episcopal de Las Palmas de Gran Canaria.
El joven clérigo de menores
comenzó a colaborar inmediatamente con su parroquia de Arafo, tal como se
desprende de un certificado del párroco don Claudio Marrero, fechado a 11 de
noviembre de 1861: “que el minorista
D. Santiago Fariña natural
y vecino de esta Parroquia ha
observado una vida qe en nada desdice de quien se dispone pa recibir
los sagrados ordenes, pues se ha acercado con frecuencia á la Mesa Eucarística,
se ha dedicado al estudio de la
Teología moral
y ha sido muy puntual en la
asistencia á las
sagradas funciones de la
Iglesia”.
Con esa misma fecha, don Santiago
Fariña elevó una instancia al gobernador eclesiástico de la Diócesis, en la que
exponía:
Que habiendo recibido
la prima Tonsura
y cuatro órdenes menores como lo acredita el título de
que hace presentación, habiéndose
seriamente desididio á consagrarse
del servicio de Dios y de la
Yglesia y viendo anunciados en el boletín de la Diócesis las órdenes que
se servirá celebrar en las próximas témporas el Dignísimo e Yltre.
Sr. Obispo de Canarias y Administrador Apostólico de Tenerife.
A V.S. suplica se
digne otorgarle las Dimisorias necesarias para
ascender al
Subdiaconado [...].
El 28 de dicho mes de noviembre,
el vicario general y gobernador eclesiástico, don Pascual José Cózar, ordenó al
párroco de Arafo que publicase en su iglesia, “en un día festivo al tiempo del
ofertorio de la Misa conventual como D.
Santiago Fariña vecino de dicho pueblo
solicita ascender al sagrado orden del Subdiaconado”, con el objeto de que
cualquiera que supiese algún impedimento lo manifestase, a la vez que debía
informar acerca de la vida y costumbres
del aspirante. Don
Claudio Marrero leyó
el edicto el
primer domingo del inmediato mes de diciembre e informó
favorablemente la conducta de su joven paisano. Con ello ya quedaba expedito el
camino para recibir las órdenes mayores.
Desde entonces el Sr. Fariña
permaneció ampliando sus estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de
Las Palmas de Gran Canaria, donde continuó hasta el año 1864, en que vio
culminada su carrera; pues el domingo 3
de abril recibió el sagrado orden del
Subdiaconado, el 21 de mayo siguiente el Diaconado y, finalmente, el 24 de
julio del mismo año el Presbiterado. Todo ello en la capilla del palacio
episcopal de Canaria, de manos del mencionado Obispo Lluch y Garriga.
Recién ordenado sacerdote, don
Santiago Fariña regresó a su pueblo natal, donde recibió las licencias de
celebrar, predicar y confesar, por lo que pudo celebrar en la iglesia de San
Juan Degollado su primera misa. A partir de entonces quedó adscrito a dicha
parroquia, por lo que el 21 de agosto inmediato ya celebraba bautismos en la
misma, con licencia del cura encargado, Juan Elías Hernández, y del párroco
propio, don Claudio Marrero y Delgado. Así continuó hasta comienzos de 1865,
pues el 10 de marzo actuó como testigo de un entierro celebrado en dicha
localidad.
Periplo gomero como párroco
de Vallehermos y Alajeró.
El 27 de mayo de dicho año 1865,
don Santiago recibió su primer nombramiento, que fue el de párroco de San Juan
Bautista en Vallehermoso (La
Gomera), que había quedado vacante por traslación de don
Pantaleón Tacoronte, que lo servía, a coadjutor de Ntra. Sra. de la Concepción de La Laguna. La categoría de
la parroquia era de primer ascenso, y dependían de ella las ermitas de San
Bartolomé en el pago de Alojera, la de Santa Lucía en el de Taco, la de Santa
Clara en Arguamul, la del Carmen en el del Ingenio (con función anual). A pesar
de la gran dispersión de su jurisdicción, que se extendía además a otros 8
caseríos, el párrocoFariña mantuvo un contacto muy estrecho con sus feligreses,
ganándose la simpatía de todos ellos.
Como curiosidad,
en marzo
de 1868, el
Sr. Fariña figuraba
en la “Lista
de los electores de Diputados á
Cortes” del municipio de Vallehermoso, acogido al caso 2º del artículo 19 de la Ley electoral vigente, como
párroco de la localidad.3
En ese mismo año 1868,
encontrándose nuestro biografiado aún en La Gomera, se vio sumido Arafo
en un grave
conflicto político, al
crearse simultáneamente una
junta de gobierno y una junta revolucionaria,
cada una de las cuales eligió su propio ayuntamiento y el correspondiente
alcalde. En dichos sucesos se vio inmerso el párroco propio de la localidad,
don Claudio Marrero, que fue enjuiciado negativamente por la Junta Superior de
Gobierno de la provincia de Canarias, a la que indudablemente no era afín, por
lo que en la sesión del 17 de octubre de dicho año dicha junta tomó el
siguiente acuerdo, que también involucraba a don Santiago: “Dióse cuenta del
informe evacuado por la comision nombrada en lo relativo á ciertos asuntos de
Arafo: y de conformidad con él, se acordó
oficiar al Sr. Gobernador
eclesiástico de esta diócesis para que, sin pérdida de tiempo, separe al cura
párroco de dicho pueblo D. Claudio Marrero,
sustituyéndole interinamente, si el mismo Sr. Gobernador lo juzga oportuno, el presbítero D. Santiago
Fariñas, que por las recomendables dotes
que le adornan reune grandes simpatías en el referido pueblo”; pero no hubo
unanimidad, pues “los Sres. Robaina y Cullen se abstuvieron de votar”4. Lo
cierto fue que nuestro biografiado, al igual que otros sacerdotes de la Diócesis, se negó a
aceptar dicho encargo, nombrándose en su lugar al sacerdote candelariero don
Felipe Víctor Otazo, aunque la sustitución fue muy corta y el Lcdo. Marrero
volvió a quedar al frente de su parroquia.
Después de permanecer cinco años
en Vallehermoso, el 5 de octubre de 1870 don Santiago Fariña fue nombrado párroco
del vecino pueblo de Alajeró, en virtud de permuta con don Domingo Vandama, que
pasó a desempeñar la del anterior municipio. En esta nueva jurisdicción, con
categoría de entrada, el número de edificios religiosos era menor, pues sólo se
encontraba la iglesia parroquial del Salvador y la ermita de San Lorenzo en
Arguayoda, donde se hacía anualmente la función de su titular, la de San
Francisco, la de Santa Clara y la de San Sebastián. Pero no ocurrió lo mismo
con el número de pagos y caseríos, que ascendían en total a 13, aparte de los
ya mencionados. A pesar de las dificultades geográficas, la gran labor de
apostolado que allí llevó a cabo fue muy significativa, por lo que supuso un
serio disgusto para sus feligreses cuando el 29 de marzo de de 1873 se le
declaró cesante.
Cura accidental de Candelaria
y ecónomo de Santa Úrsula.
Tras el periplo gomero, nuestro
biografiado regresó a su pueblo de Arafo, a cuya parroquia volvió a quedar
adscrito, y donde celebró bautizos, matrimonios y entierros con licencia de los
curas ecónomos don Víctor Eusebio Marrero, don Justo Campos Rodríguez y don
Jaime Pladevall y Colom, desde agosto de 1873 hasta junio de 1875; asimismo, en
octubre de 1874 fue testigo de varios entierros.
Del 30 de mayo al 27 de agosto de
1876 actuó como cura accidental de la parroquia de Santa Ana de Candelaria, por
ausencia del párroco propio don Antonio de la Barreda y Payva. Por dicho
motivo fue invitado por dicho beneficiado a pronunciar el sermón del día de la Patrona Santa Ana,
como así lo hizo el 26 de julio de dicho año.
En la anterior situación continuó
el cura Fariña hasta el 1 de septiembre del citado año
1876, en que fue nombrado ecónomo
de Santa Úrsula, para sustituir al presbítero don Juan Évora Balaguer. En este
importante pueblo del norte tinerfeño ejerció nuestro personaje la
cura de almas durante 25 años,
hasta su muerte. A poco de hacerse cargo de esta parroquia de entrada se le
nombró también mayordomo de la fábrica parroquial, cargo que desempeñó con
igual celo hasta el final de sus días, llevando a cabo notables obras de mejora
en el templo, así como en las tres ermitas que dependían de su jurisdicción: la
de San Luis y San Bartolomé en el pago de La Corujera, y la de San
Clemente, del Marquesado de Nava, en Malpaís o Barranco Hondo.
En el tiempo que el Sr. Fariña
regentó la parroquia, estaba en posesión de las licencias de confesar,
celebrar, predicar, absolver de casos reservados y habilitar “ad petendum
debitum”, que se le fueron prorrogando hasta su muerte, permitiéndole llevar a
cabo su intensa labor ministerial.
Como curiosidad, durante su larga
regencia gestionó el suministro de palmos para la parroquia de Arafo, que ésta
necesitaba para el Domingo de Ramos, gracias a las numerosas palmeras que
crecen en las costas de Santa Úrsula.
Asimismo, siendo cura ecónomo de
la parroquia de Santa Úrsula, don Santiago Fariña figuró en la “lista de los señores curas
y ayuntamientos que han pedido la
Coronación solemne de Ntra. Sra. de Candelaria”, que
fue publicada en el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tenerife, el
30 de noviembre de 1886.
Fallecimiento
repentino.
El 6 de noviembre de 1901,
coincidiendo con la visita pastoral que realizaba a su parroquia el obispo don
Nicolás Rey Redondo, don Santiago Fariña García se resintió de su salud, pues
ya había cumplido los 70 años y la celebración de las fiestas patronales, así
como la preparación de la visita, le habían exigido un esfuerzo superior al que
podía realizar. Ese mismo día falleció de forma repentina y al día siguiente se
efectuaron las honras fúnebres en la iglesia parroquial que había regentado
hasta entonces, recibiendo a continuación sepultura en el cementerio de su
pueblo adoptivo, opuesto geográficamente al natal; dicho acto constituyó una
importante manifestación de duelo popular, pues en tan dilatado período se
había granjeado el afecto de todos sus feligreses.
La prensa de la época se hizo eco
de la muerte del querido sacerdote. Así lo recogió el periódico Tenerife el 13
de dicho mes, en una crónica titulada “De duelo”:
A la avanzada edad de 72 años, ha
fallecido recientemente en el pueblo de Santa Ursula, el
respetado y querido
párroco de aquel
pueblo D. Santiago
Fariñas, cuya parroquia desempeñó
por más de 24 años.
Persona dignísima, sacerdote
virtuoso, ciudadano probo y honrado, su muerte ha sido sentida por todos
cuantos tuvieron ocasión de tratarle.
Para hacer relación de sus
méritos, bastará solamente con recordar que tal sacerdote, ejercía de padre
entre sus feligreses pobres, á quienes con sus limosnas y sus asiduos cuidados,
robustecía en ellos la fé y hacía más llevadera su pobre vida.
Descanse en paz D. Santiago Fariñas, y reciba toda su
desconsolada familia, en la que contamos con tan buenos amigos como D. Pedro
Febles Suárez, la expresión sentidísima de nuestro más sincero pésame.5
Al día siguiente, La Región Canaria también informaba de la muerte del entrañable
párroco de Santa Úrsula, pero reproduciendo la anterior reseña del periódico
Tenerife, a la que añadía la siguiente introducción: “Cuando nos disponíamos á
dar cuenta del fallecimiento de un honrado y virtuoso sacerdote, ha llegado á
nuestras manos un colega, que consagra al mismo un cariñoso recuerdo en las
siguientes frases, que hacemos nuestras: […]”. Y el 18 de ese reiterado mes de
noviembre, La Opinión
también publicaba una corta nota necrológica: “El Venerable Párroco del pueblo de Santa Úrsula D. Santiago Fariña
falleció en dicho pueblo á los 72 años
de edad habiendo servido su parroquia 24 á satisfacción de sus feligreses”.
(Octavio Rodríguez Delgado) [blog.octaviordelgado.es]
Notas:
1 Sobre este
personaje pueden consultarse también dos trabajos de este
mismo autor: el artículo
“Personajes del Sur (Arafo): El sacerdote don Santiago Fariña García”. El Día (La Prensa del domingo), 22 de
enero de 1989; y el libro Historia
Religiosa de Arafo (1995). Iltre.
Ayuntamiento de Arafo. 816 pp. Con posterioridad, la reseña biográfica se ha
visto enriquecida con nuevos datos.
2 La documentación de su
patrimonio vitalicio y la necesaria para recibir las órdenes sagradas figura en
su expediente personal, que se conserva en el Archivo Diocesano de Tenerife (La Laguna).
3
“Registro del censo electoral de Vallehermoso”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 6
de marzo de 1868, pág. 2.
4 “Sesiones de la Junta superior de Gobierno
de la provincia de Canarias”. El Progreso de Canarias, 22 de octubre de 1868,
pág. 1.
5 De duelo. Tenerife, 13 de noviembre de 1901. La Laguna de Tenerife.
No hay comentarios:
Publicar un comentario