lunes, 9 de junio de 2014

SANTIAGO FARIÑA GARCÍA




1901 noviembre 6.
Coincidiendo con la visita pastoral que realizaba a su parroquia el obispo don Nicolás Rey Redondo, don Santiago Fariña García se resintió de su salud falleciendo.

Santiago Fariña García (1830-1901), cura párroco de Vallehermoso, Alajeró y Santa Ursula.1

La humildad que caracterizó todas sus actuaciones, no consiguió que el paso del tiempo hiciera borrar la existencia del sacerdote que nos ocupa, cuyo celo e inteligencia fueron reconocidos además de por sus paisanos, por cuantos tuvieron la dicha de conocerle, especialmente los vecinos de Vallehermoso, Alajeró y Santa Úrsula, pueblos donde ejerció la mayor parte de sus 37 años de intensa labor pastoral, 25 de ellos en la última localidad del Norte de Tenerife.

Don Santiago Fariña García nació en Arafo el 1 de mayo de 1830, siendo hijo de don Ignacio Alonso Fariña y doña Luisa García Vizcaíno. Dos días después fue bautizado en la iglesia de San Juan Degollado por don Antonio Rodríguez Torres, párroco propio de la misma; se le puso por nombre “Santiago León” y actuó como padrino don León Rodríguez. Todos naturales y vecinos de dicho lugar.

Su padre, don Ignacio Alonso Fariña (1800-1876), fue una persona muy apreciada en su localidad natal, pues estuvo durante muchos años vinculado a la parroquia como sacristán y sochantre; además desempeñó los cargos de secretario del Ayuntamiento, regidor y maestro interino.

Creación de un patrimonio vitalicio a su favor.

Nuestro personaje aprendió las primeras letras con el mencionado cura párroco, don Antonio Rodríguez Torres, quien influyó mucho en su futura vocación religiosa, iniciándolo en los estudios de Latín, Filosofía, Teología y Moral, que compatibilizaba con las labores agrícolas familiares.

Dada su firme vocación, el 8 de marzo de 1858, su padre compareció ante el escribano público de Güímar, don Domingo Oliva Bérriz, y manifestó que: “deseando su legítimo hijo D. Santiago ascender a las ordenes sagradas  y no teniendo capellanía  para  subsistir a su precisa e indispensable subsistencia ha condescendido en constituirle un patrimonio vitalicio para que a título de el pueda recibir dichas órdenes”.

Don Ignacio Alonso Fariña fundaba dicho patrimonio sobre los siguientes bienes: una suerte de tierra de 658 brazas de huerta, en el sitio de Tía Encarnación; otro pedazo en la Cruz de los Loros, con viña y árboles y una cabida de dos fanegadas; y, finalmente, una fanega de tierra con viña y árboles en donde llaman Gorgo. Todos se encontraban en la jurisdicción de Arafo y sumaban un valor de 13.365 reales de vellón, produciendo por entonces una renta anual de 2.000 reales de vellón. Además, no pasaban ni llegaban al quinto de todos los que el otorgante poseía, según afirmaba.

El 9 de agosto de ese mismo año, don Santiago Fariña elevó instancia al gobernador eclesiástico de la Diócesis desde La Laguna, donde estaba avecindado, en la que manifestaba que “deseando seguir la carrera  eclesiastica a la que me hallo dedicado, y recibir en su día las  sagradas   órdenes,  ha  dejado  a  mi  favor  mi  padre  D.  Ignacio  Alonso Fariña   la correspondiente  Escritura  de  fundación  de  Patrimonio  vitalicio  con  el  objeto  que  sus productos, que pasan de los 100 ducados señalados por las últimas Reales Ordenes vigentes, puedan servirme de congrua sustentación”. En virtud de ello suplicaba que se le librase “el correspondiente  edicto y demás necesario  para  la  práctica  de las  diligencias  de estilo”, declarando los relacionados bienes por “quasi espirituales”.

Siguiendo con el trámite oficial y en cumplimiento de mandato superior, el párroco de Arafo, don Claudio Marrero, tuvo que tomar información a cinco testigos de la localidad, todos ellos “hombres de bien”, que fueron: don Bernardo Batista Marrero, don Tomás Hernández, don Pablo Batista, don Francisco Batista y don Juan Delgado, quienes comparecieron ante el citado párroco y el notario público don Juan Marrero. Todos coincidieron en que eran ciertos los bienes incluidos en dicho patrimonio, así como que eran de  la  propiedad del  otorgante, que  no  pasaban  del  quinto  de  los  bienes  de  éste  y que constituían congrua suficiente para ordenarse el solicitante. Además, todos señalaban, aunque por separado: “Que es público y notorio la falta de eclesiásticos de esta Diócesis y más principalmente en este pueblo y sus circumbesinos y por lo mismo que considera de bastante necesidad la ordenación del D. Santiago Fariña. / [...] que consta la buena fama é irreprehensible conducta del D. Santiago Fariña por cuya razón lo considera muy acreedor a las sagradas ordenes a que aspira”.

Tras obtener informe favorable del Fiscal, el 11 de octubre del indicado año 1858 el Dr. Don Andrés Gutiérrez Ávila, vicario capitular y gobernador eclesiástico de la Diócesis expidió el oportuno mandamiento de posesión del indicado patrimonio, que se le expidió al interesado el 26 de ese mismo mes. En virtud de ello, don Santiago Fariña ya contaba con la congrua suficiente para recibir las órdenes sagradas.2

Clérigo y seminarista

Así, cuando alcanzó los conocimientos requeridos se le expidieron dimisorias a su
favor,  con  fecha  4  de  marzo  de  1861, dirigidas al  obispo de  Canarias  y  administrador apostólico de la Diócesis Nivariense, Dr. Fray Joaquín Lluch y Garriga, para que pudiese recibir la Prima Tonsura y las cuatro Órdenes Menores, como así ocurrió el sábado 16 de dicho mes de marzo, en la capilla del palacio episcopal de Las Palmas de Gran Canaria.

El joven clérigo de menores comenzó a colaborar inmediatamente con su parroquia de Arafo, tal como se desprende de un certificado del párroco don Claudio Marrero, fechado a 11 de noviembre de  1861: “que el  minorista  D. Santiago  Fariña  natural  y vecino de esta Parroquia  ha observado una vida qe  en nada  desdice de quien se dispone pa  recibir  los sagrados ordenes, pues se ha acercado con frecuencia á la Mesa Eucarística, se ha dedicado al  estudio de la  Teología moral  y ha  sido muy puntual  en la  asistencia  á  las  sagradas funciones de la Iglesia”.

Con esa misma fecha, don Santiago Fariña elevó una instancia al gobernador eclesiástico de la Diócesis, en la que exponía:
Que habiendo  recibido  la  prima  Tonsura  y cuatro  órdenes  menores como lo acredita   el  título  de  que  hace   presentación,   habiéndose   seriamente   desididio  á consagrarse  del servicio de Dios y de la Yglesia y viendo anunciados en el boletín de la Diócesis las órdenes que se servirá  celebrar  en las próximas témporas el Dignísimo e Yltre. Sr. Obispo de Canarias y Administrador Apostólico de Tenerife.

A V.S. suplica  se digne otorgarle  las  Dimisorias necesarias  para  ascender  al
Subdiaconado [...].

El 28 de dicho mes de noviembre, el vicario general y gobernador eclesiástico, don Pascual José Cózar, ordenó al párroco de Arafo que publicase en su iglesia, “en un día festivo al tiempo del ofertorio  de la Misa conventual como D. Santiago Fariña  vecino de dicho pueblo solicita ascender al sagrado orden del Subdiaconado”, con el objeto de que cualquiera que supiese algún impedimento lo manifestase, a la vez que debía informar acerca de la vida y costumbres  del  aspirante.  Don  Claudio  Marrero  leyó  el  edicto  el  primer  domingo  del inmediato mes de diciembre e informó favorablemente la conducta de su joven paisano. Con ello ya quedaba expedito el camino para recibir las órdenes mayores.

Desde entonces el Sr. Fariña permaneció ampliando sus estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Las Palmas de Gran Canaria, donde continuó hasta el año 1864, en que vio culminada su carrera; pues el  domingo 3 de abril recibió el  sagrado orden del Subdiaconado, el 21 de mayo siguiente el Diaconado y, finalmente, el 24 de julio del mismo año el Presbiterado. Todo ello en la capilla del palacio episcopal de Canaria, de manos del mencionado Obispo Lluch y Garriga.

Recién ordenado sacerdote, don Santiago Fariña regresó a su pueblo natal, donde recibió las licencias de celebrar, predicar y confesar, por lo que pudo celebrar en la iglesia de San Juan Degollado su primera misa. A partir de entonces quedó adscrito a dicha parroquia, por lo que el 21 de agosto inmediato ya celebraba bautismos en la misma, con licencia del cura encargado, Juan Elías Hernández, y del párroco propio, don Claudio Marrero y Delgado. Así continuó hasta comienzos de 1865, pues el 10 de marzo actuó como testigo de un entierro celebrado en dicha localidad.

Periplo gomero como párroco de Vallehermos y Alajeró.

El 27 de mayo de dicho año 1865, don Santiago recibió su primer nombramiento, que fue el de párroco de San Juan Bautista en Vallehermoso (La Gomera), que había quedado vacante por traslación de don Pantaleón Tacoronte, que lo servía, a coadjutor de Ntra. Sra. de la Concepción de La Laguna. La categoría de la parroquia era de primer ascenso, y dependían de ella las ermitas de San Bartolomé en el pago de Alojera, la de Santa Lucía en el de Taco, la de Santa Clara en Arguamul, la del Carmen en el del Ingenio (con función anual). A pesar de la gran dispersión de su jurisdicción, que se extendía además a otros 8 caseríos, el párrocoFariña mantuvo un contacto muy estrecho con sus feligreses, ganándose la simpatía de todos ellos.

Como  curiosidad, en  marzo  de  1868,  el  Sr.  Fariña  figuraba  en  la  “Lista  de  los electores de Diputados á Cortes” del municipio de Vallehermoso, acogido al caso 2º del artículo 19 de la Ley electoral vigente, como párroco de la localidad.3
En ese mismo año 1868, encontrándose nuestro biografiado aún en La Gomera, se vio sumido  Arafo  en  un  grave  conflicto  político,  al  crearse  simultáneamente  una  junta  de gobierno y una junta revolucionaria, cada una de las cuales eligió su propio ayuntamiento y el correspondiente alcalde. En dichos sucesos se vio inmerso el párroco propio de la localidad, don Claudio Marrero, que fue enjuiciado negativamente por la Junta Superior de Gobierno de la provincia de Canarias, a la que indudablemente no era afín, por lo que en la sesión del 17 de octubre de dicho año dicha junta tomó el siguiente acuerdo, que también involucraba a don Santiago: “Dióse cuenta del informe evacuado por la comision nombrada en lo relativo á ciertos asuntos de Arafo: y de conformidad con él, se acordó  oficiar al  Sr. Gobernador eclesiástico de esta diócesis para que, sin pérdida de tiempo, separe al cura párroco de dicho pueblo D. Claudio Marrero,  sustituyéndole interinamente, si el mismo Sr. Gobernador  lo juzga oportuno, el presbítero D. Santiago Fariñas,  que por las recomendables dotes que le adornan reune grandes simpatías en el referido pueblo”; pero no hubo unanimidad, pues “los Sres. Robaina y Cullen se abstuvieron de votar”4. Lo cierto fue que nuestro biografiado, al igual que otros sacerdotes de la Diócesis, se negó a aceptar dicho encargo, nombrándose en su lugar al sacerdote candelariero don Felipe Víctor Otazo, aunque la sustitución fue muy corta y el Lcdo. Marrero volvió a quedar al frente de su parroquia.

Después de permanecer cinco años en Vallehermoso, el 5 de octubre de 1870 don Santiago Fariña fue nombrado párroco del vecino pueblo de Alajeró, en virtud de permuta con don Domingo Vandama, que pasó a desempeñar la del anterior municipio. En esta nueva jurisdicción, con categoría de entrada, el número de edificios religiosos era menor, pues sólo se encontraba la iglesia parroquial del Salvador y la ermita de San Lorenzo en Arguayoda, donde se hacía anualmente la función de su titular, la de San Francisco, la de Santa Clara y la de San Sebastián. Pero no ocurrió lo mismo con el número de pagos y caseríos, que ascendían en total a 13, aparte de los ya mencionados. A pesar de las dificultades geográficas, la gran labor de apostolado que allí llevó a cabo fue muy significativa, por lo que supuso un serio disgusto para sus feligreses cuando el 29 de marzo de de 1873 se le declaró cesante.

Cura accidental de Candelaria y ecónomo de Santa Úrsula.

Tras el periplo gomero, nuestro biografiado regresó a su pueblo de Arafo, a cuya parroquia volvió a quedar adscrito, y donde celebró bautizos, matrimonios y entierros con licencia de los curas ecónomos don Víctor Eusebio Marrero, don Justo Campos Rodríguez y don Jaime Pladevall y Colom, desde agosto de 1873 hasta junio de 1875; asimismo, en octubre de 1874 fue testigo de varios entierros.

Del 30 de mayo al 27 de agosto de 1876 actuó como cura accidental de la parroquia de Santa Ana de Candelaria, por ausencia del párroco propio don Antonio de la Barreda y Payva. Por dicho motivo fue invitado por dicho beneficiado a pronunciar el sermón del día de la Patrona Santa Ana, como así lo hizo el 26 de julio de dicho año.

En la anterior situación continuó el cura Fariña hasta el 1 de septiembre del citado año
1876, en que fue nombrado ecónomo de Santa Úrsula, para sustituir al presbítero don Juan Évora Balaguer. En este importante pueblo del norte tinerfeño ejerció nuestro personaje la




cura de almas durante 25 años, hasta su muerte. A poco de hacerse cargo de esta parroquia de entrada se le nombró también mayordomo de la fábrica parroquial, cargo que desempeñó con igual celo hasta el final de sus días, llevando a cabo notables obras de mejora en el templo, así como en las tres ermitas que dependían de su jurisdicción: la de San Luis y San Bartolomé en el pago de La Corujera, y la de San Clemente, del Marquesado de Nava, en Malpaís o Barranco Hondo.

En el tiempo que el Sr. Fariña regentó la parroquia, estaba en posesión de las licencias de confesar, celebrar, predicar, absolver de casos reservados y habilitar “ad petendum debitum”, que se le fueron prorrogando hasta su muerte, permitiéndole llevar a cabo su intensa labor ministerial.

Como curiosidad, durante su larga regencia gestionó el suministro de palmos para la parroquia de Arafo, que ésta necesitaba para el Domingo de Ramos, gracias a las numerosas palmeras que crecen en las costas de Santa Úrsula.

Asimismo, siendo cura ecónomo de la parroquia de Santa Úrsula, don Santiago Fariña figuró en la “lista  de los señores  curas  y ayuntamientos que han  pedido la  Coronación solemne de Ntra. Sra. de Candelaria”, que fue publicada en el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tenerife, el 30 de noviembre de 1886.

Fallecimiento repentino.

El 6 de noviembre de 1901, coincidiendo con la visita pastoral que realizaba a su parroquia el obispo don Nicolás Rey Redondo, don Santiago Fariña García se resintió de su salud, pues ya había cumplido los 70 años y la celebración de las fiestas patronales, así como la preparación de la visita, le habían exigido un esfuerzo superior al que podía realizar. Ese mismo día falleció de forma repentina y al día siguiente se efectuaron las honras fúnebres en la iglesia parroquial que había regentado hasta entonces, recibiendo a continuación sepultura en el cementerio de su pueblo adoptivo, opuesto geográficamente al natal; dicho acto constituyó una importante manifestación de duelo popular, pues en tan dilatado período se había granjeado el afecto de todos sus feligreses.

La prensa de la época se hizo eco de la muerte del querido sacerdote. Así lo recogió el periódico Tenerife el 13 de dicho mes, en una crónica titulada “De duelo”:

A la avanzada edad de 72 años, ha fallecido recientemente en el pueblo de Santa Ursula,  el  respetado  y  querido  párroco  de  aquel  pueblo  D.  Santiago  Fariñas,  cuya parroquia desempeñó por más de 24 años.
Persona dignísima, sacerdote virtuoso, ciudadano probo y honrado, su muerte ha sido sentida por todos cuantos tuvieron ocasión de tratarle.

Para hacer relación de sus méritos, bastará solamente con recordar que tal sacerdote, ejercía de padre entre sus feligreses pobres, á quienes con sus limosnas y sus asiduos cuidados, robustecía en ellos la fé y hacía más llevadera su pobre vida.
Descanse en paz D. Santiago Fariñas, y reciba toda su desconsolada familia, en la que contamos con tan buenos amigos como D. Pedro Febles Suárez, la expresión sentidísima de nuestro más sincero pésame.5

Al día siguiente, La Región Canaria  también informaba de la muerte del entrañable párroco de Santa Úrsula, pero reproduciendo la anterior reseña del periódico Tenerife, a la que añadía la siguiente introducción: “Cuando nos disponíamos á dar cuenta del fallecimiento de un honrado y virtuoso sacerdote, ha llegado á nuestras manos un colega, que consagra al mismo un cariñoso recuerdo en las siguientes frases, que hacemos nuestras: […]”. Y el 18 de ese reiterado mes de noviembre, La Opinión también publicaba una corta nota necrológica: “El Venerable Párroco  del pueblo de Santa Úrsula D. Santiago Fariña  falleció en dicho pueblo á los 72 años de edad habiendo servido su parroquia 24 á satisfacción de sus feligreses”.
(Octavio Rodríguez Delgado)  [blog.octaviordelgado.es]

Notas:

1   Sobre este  personaje pueden consultarse también dos trabajos de  este  mismo autor: el  artículo “Personajes del Sur (Arafo): El sacerdote don Santiago Fariña García”. El Día (La Prensa del domingo), 22 de enero de 1989; y el libro Historia  Religiosa de Arafo  (1995). Iltre. Ayuntamiento de Arafo. 816 pp. Con posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 La documentación de su patrimonio vitalicio y la necesaria para recibir las órdenes sagradas figura en su expediente personal, que se conserva en el Archivo Diocesano de Tenerife (La Laguna).
3  “Registro del censo electoral de Vallehermoso”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 6 de marzo de 1868, pág. 2.
4 “Sesiones de la Junta superior de Gobierno de la provincia de Canarias”. El Progreso de Canarias, 22 de octubre de 1868, pág. 1.
5 De duelo. Tenerife, 13 de noviembre de 1901. La Laguna de Tenerife.









































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