domingo, 8 de junio de 2014

EFEMERIDES CANARIAS







UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920



CAPITULO-XXXVI





                                Eduardo Pedro García Rodríguez

1918 Enero 13.
La situación geoestratégica privilegiada del Archipiélago Canario hizo que la Marina alemana situase submarinos en sus proximidades, tanto durante la I Guerra Mundial como en la Segunda. Así, mientras el 13 de enero de 1918 submarinos alemanes torpedeaban a 21 millas de Fuerteventura a un buque holandés cuya tripulación logró salvarse y alcanzar Puerto Cabras, peor suerte corrió el barco español Joaquín Mumbrull, cuyos tripulantes pudieron llegar en botes a los puertos de Santa Cruz de la Palma y La Luz.
1918 Enero 19.
Fuerte de San Miguel o Puerto Naos, Los Llanos de Aridane, isla de La Palma.
Inventario de las partes que lo constituyen y que en el d1a de la fecha se entrega á D. Armando Yanes Carrillo por Orden Superior.

Situación.- Este Castillo estaba situado en la costa hacia el Sur del barranco de Tenisque, lindando por el Norte, Sur, Este y Oeste con terrenos de D. Armando Yanes Carrillo.

Entrada.- La constituía una puerta sin hojas existiendo solamente las  maderas de tea del capiralzao, en mal estado y destruida la parte alta del muro hacia la derecha.

Explanada.- Forma de segmento circular con un perímetro de 40 metros 60 centímetros: piso empedrado.

Parapetos.- Los constituía un muro de mampostería de 1,55 de altura y 0,80 mts. de espesor, y en él había cuatro troneras.

Edificios.- Los componían tres piezas hacia la izquierda: la primera formando óvalo con 3,80 mts. de largo y 3,65 mts. de ancho con sollado de tea y una puerta de una hoja de 1,89 mts. de alto y 1,00 mts. de ancho. La segunda medía 3,15 mts. de ancho y 4,50 mts. de largo con 1,72. mts. de alto.

Tenia unos pequeños marcos de luz con barrotes de tea. La puerta de tea de dos hojas de 1,76 mts. de alto por 1,59 mts. de ancho. La tercera encima de la anterior, medía 4,82. mts. de largo por 3,72. mts. de ancho y 2.,00 mts. de alto: sollado de tea, armadura de la misma madera y forrada con esta;  tenía tejado y una puerta de una hoja de 1,80 mts. de alto y 0,85 mts. De ancho.
Ciudad de Santa Cruz de la Palma á 19 de Enero de 1918. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996).

1918 febrero 2. 


Fallece en Madrid (España) Tomás Cólogan y Cólogan, un soldado colonial

Algunos colonos y criollos europeos no españoles que han tenido alguna notoriedad en la colonia de Canarias, durante diversas épocas.

”Mi tío bisabuelo Tomás ingresó en 1868 en la Academia Militar de Caballería de Valladolid. Entró como soldado alumno y terminó el año donde obtuvo en el grado de alférez de Caballería y prestó juramento a la Constitución.

En 1870 seguía estudiando hasta que, en el mes de junio, fue dado de baja al ser destinado a practicar el segundo semestre en el regimiento de Cazadores de Alcántara. Sus notas fueron excelentes en Fortificación, Arte de Guerra, Táctica, Dibujo, Hipología y Equitación, por lo que le correspondió ocupar el puesto 32 entre los 52 alumnos de su promoción.

En 1871 fue promovido a alférez de Caballería y destinado, en concepto de supernumerario, al regimiento de Cazadores de Alcántara. El 29 de enero prestó juramento de fidelidad al Rey Amadeo I y optó a los diferentes grados de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. El 26 de julio de ese año fue nombrado teniente de milicias Canarias. En 1872 se mantuvo de guarnición en Barcelona hasta el primero de abril, cuando marchó a Gerona hasta el 26 de mayo para regresar a Barcelona y finalizar el año en esa ciudad, sin más operaciones militares. Tras la estancia en Barcelona, en marzo de 1873, fue destinado a Madrid, de reemplazo. En junio, fue nombrado supernumerario en el regimiento de España 3ª de Lanceros, partiendo a continuación hacia Ciudad Real para luchar contra los carlistas. En ese año participó en las acciones militares de Cerro del Moro, en Malagón, y sucedió que mataron a su caballo según notificaba un artículo militar de esa época.


Ciudad Real. Ejercito Real de Carlos VII. Comandancia General de Toledo y la Mancha. Campo del Honor 26 de agosto de 1873.

Tomo la pluma para darles cuenta de un nuevo hecho de armas tan atrevido como glorioso. En el día de ayer y estando acampado, un confidente me manifestó que el enemigo había salido de Malagón y marchaba en combinación a los Cortijos con otra columna que allí esperaba; yo me encontraba con toda mi fuerza a legua y media de la del enemigo, e inmediatamente mandé a formar y salí a buscarle, encontrándole a la hora y media de marcha en una extensa llanada, en un sitio denominado la Morra; tan pronto como me vieron volvieron grupas a escape, y fueron a parapetarse a la pedriza de la Morra.

En tal estado, mandé un emisario para que se entregaran, y su jefe, el cabecilla Teniente Coronel de España, Jiménez, me manifestó que su deseo era quemar el último cartucho; circunvalando la sierra que ocupaba, mandé romper el fuego sobre ellos, que, avanzando al mismo tiempo, hice que abandonaran sus posiciones, huyendo a rienda suelta a coger los olivares de Malagón, para meterse en la población. Observado por este movimiento, cargue con dos secciones de caballería sobre toda la enemiga, poniéndola en completa dispersión, matándoles algunos caballos, entre ellos el del alférez Cólogan, cogiendo monturas, capotes y demás efectos.

Debo advertir a ustedes, que mi fuerza, durante toda la acción ocupó los llanos, habiendo recorrido tras el enemigo hasta que se le obligó a batirse en la Morra, dos leguas y media y a tres cuartos de Malagón; habiendo tenido por mi parte un muerto y tres heridos, que, junto con tres infantes que, por haberse quedado descalzos y mandado por mi retirasen dichos heridos a las primeras casas de Malagón, tuvieron la desgracia que el enemigo en su precipitada fuga a encerrarse en dicho pueblo, los encontrara en el camino, y desde luego fueran cogidos.

En la incertidumbre de si podían tener refuerzos por otro punto, no juzgué prudente volverlos a atacar dentro de Malagón. Esta es la verdad de lo ocurrido por mas que ellos digan otra cosa, que desde luego no negarán que no han tenido cinco muertos y once heridos, cogiéndoles todas las monturas y ropas que antes he indicado; también los he cogido un parte en el que piden refuerzos, y entre otras cosas, dice no me atrevo a atacar, Merendón es muy atrevido y me temo un desastre.
Todo lo que le digo a Uds. Para que se sirvan publicarlo y sepan que aquí se bate muy bien el cobre.
Suyo afectísimo S. S. Antonio Merendón.
P.D.: La acción duró siete horas.

Bajo las órdenes del coronel Jaime Bernabé, Tomás combatió en Torrecampo, Córdoba, obteniendo por estos hechos el empleo de teniente, tras la muerte de un capitán, un teniente y un sargento segundo en esa acción entre carlistas y liberales. En septiembre, y por méritos de guerra, fue ascendido a teniente.

En 1874 se encontraba en Ciudad Real tomando parte en los trabajos de la Comisión de Requisa de aquella provincia, participando luego en las acciones del Ejército del Centro. El 21 de noviembre, tomó parte en la acción de Borriol y, el 9 de diciembre, en la de Alceneta. Por orden del 19 de marzo de dicho año el Gobierno de la República le concedió la Cruz Roja del Mérito Militar por su buen comportamiento en la acción del Cerro del Moro de Ciudad Real, el 25 de agosto del año anterior. En octubre ascendió al grado de capitán por la acción de toma de Bogarra, ocurrida los días 16 y 17 de octubre.
En 1875 se reincorporó, de nuevo, a su puesto en Madrid, en el cantón de Alcalá de Henares, para quedar de guarnición hasta el 2 de noviembre. En esa fecha salió una vez más de operaciones bajo el mando del coronel hacia Lérida y, terminada su participación, pasó a formar parte del ejército de Derecha del Norte, donde terminó el año interviniendo en las acciones de Chelva, a las órdenes del brigadier Lasendija, y en Cervera, bajo mando del brigadier Chacón.

A propuesta del director general del Arma fue nombrado ayudante del Cuerpo y se le concedió la Cruz Roja de primera clase del Mérito Militar por la acción de Borriol en Castellón. El 6 de mayo se le hizo mención honorífica por la acción de Cervera del Maestre. En 1876, desde el primero de enero hasta el 20 de marzo, se encontró de operaciones en el Ejército del Norte, asistiendo a las batallas de Arroniz, Montejurra y Monjardín los días 17, 18 y 19 de febrero, posiciones que fueron tomadas. Desde el 20 de marzo formó parte del ejército de ocupación de Peralta y Tafalla, hasta el 4 de julio que marchó a Valencia a disfrutar de dos meses de licencia por enfermedad. El permiso, concedido por el capitán general de Navarra, fue prorrogado un mes más para viajar a Francia. A lo largo de este año se le concedieron los pasadores de Santa Bárbara y Estella en la Medalla de Alfonso XII. El 18 de junio ascendió el grado de comandante por su destacada participación en los hechos del 17, 18 y 19 de febrero. El 3 de julio se le declaró Benemérito de la Patria y, el 11 de septiembre, se le concedió el uso de la Medalla de la Guerra Civil de 1873 y 1874. En 1877 permanecio en el distrito militar de Navarra, hasta el 3 de diciembre, que pasó a Calahorra donde terminó el año. En 1878 estuvo hasta finales de septiembre en Calahorra, tras lo cual marchó de maniobras militares a Álava, regresando el 25 de octubre. Le fue otorgada la Cruz de primera clase del Mérito Militar con distintivo blanco, debido al enlace de Alfonso XII con su prima la Infanta Mercedes. El matrimonio sólo duró seis meses. Al año siguiente Alfonso XII contrajo nuevas nupcias con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo-Lorena.

En 1879 permaneció en Calahorra, hasta el 5 de febrero, que marchó a las conferencias de oficiales en Vitoria, regresando a Calahorra donde permaneció, con el regimiento, hasta el 6 de octubre en que se trasladó a Burgos, en comisión, como ayudante, donde permaneció hasta los inicios de 1881. En agosto fue ascendido a capitán a propuesta reglamentaria y destinado al regimiento Húsares de Pavía, al que se incorporó en el distrito de C. L. N. donde se mantuvo hasta finales del año 1882.

En marzo de 1883 causó baja en el regimiento de Húsares de Pavía al ser destinado, por el director general del Arma, al escuadrón de Escolta Real. El 28 de julio salió con dicho escuadrón al Real Sitio de San Ildefonso para escoltar a Su Majestad la Rena María Cristina de Habsburgo-Lorena. En San Ildefonso permaneció hasta el 2 de octubre, en que regresó a Madrid, donde terminó el año. Su cargo en el escuadrón fue de primer ayudante del Cuerpo de Su Majestad. Continuó de servicio en 1884, permaneciendo en Madrid hasta el 12 de julio, cuando debió salir el escuadrón del Sitio de San Ildefonso para escoltar a SS. MM. los Reyes. El resto del año permaneció en su cargo de primer ayudante, al igual que el siguiente año, salvo algunas salidas desde la Corte a San Ildefonso. En 1886 continuó en su puesto hasta el 31 de julio, en que fue destinado al regimiento de Cazadores de Villarrobledo 23º de Caballería 662, según orden del director general del Arma de 30 de julio, pero, sin llegar a incorporarse, se le trasladó de nuevo al de Cazadores de Talavera, en Salamanca, y luego a Zamora, donde permaneció el resto del año.

Comenzó el año de 1887 destacado en Zamora y, el 1 de febrero, partió hacia Madrid, en comisión de servicio, por espacio de un mes y, a su término, regresó a Zamora hasta el 8 de noviembre por haber sido trasladado a la Plaza Mayor de Valladolid, donde permanecería el resto del año y los dos siguientes. En 1890 causó baja en el regimiento de cazadores de Talavera 15ª de Caballería y fue promovido al empleo de comandante, con destino al regimiento de Cazadores de Vitoria número 28 de Caballería. Posteriormente se le trasladó al regimiento de Cazadores de Alcántara. El 16 de octubre estuvo de guarnición en Barcelona y, más tarde, participó en las maniobras de Calaf, terminando el año en la Plaza Mayor de Barcelona.
En 1893 permaneció en Villanueva y Geltrú y, al finalizar el año, ejerció como comandante Militar del citado destacamento. En 1894 permaneció de guarnición todo el año en Barcelona y participó en las maniobras militares de Lérida, bajo las órdenes del general de Brigada Luis Mackenna. En 1895 fue nombrado secretario en la revista de inspección a la orden del general inspector Luis de Espeleta. El 16 de mayo fue agraciado con la Cruz de segunda clase del Mérito Militar para premiar sus servicios especiales con motivo del cumpleaños de S. M. el Rey Alfonso XIII.

En 1896 obtuvo la Cruz sencilla de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y terminó el año en Barcelona. Al siguiente fue ascendido a teniente coronel y trasladado al regimiento de Lanceros de Borbón 41 de Caballería. Este destino no lo cumplió por encontrarse enfermo, permaneciendo en el regimiento de Caballería de Lérida número 29 en concepto de agregado, hasta junio de 1899, en que causó baja y pasó a la situación de excedente en la 4ª Región, durante todo este año y el siguiente.
En 1901 recibió el alta en situación de reemplazo y obtuvo la placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. En marzo de 1902, tras su petición de retiro, se le concedió en Barcelona con un sueldo de 450 pesetas mensuales y el empleo de coronel de Caballería Honorífico. Según su historial militar, única fuente de datos de que disponemos, se distinguió por su valor, aplicación, capacidad, puntualidad y conducta. Su estatura era de 1,85 m.
Entre las condecoraciones con que fue agraciado a lo largo de su carrera figuran las siguientes:
-          Cruz de primera clase del Mérito Militar Roja por su buen comportamiento en la acción del Cerro Moro [1874].
-          Cruz Roja de primera clase en recompensa a su buen comportamiento en la acción de Borriol y Mención Honorífica por la acción dada contra los carlistas el 13 de marzo en Cervera de Maestre [1875].
-          Pasadores de Santa Bárbara y Estella en la Medalla de Alfonso XII por haber tomado parte en las acciones de dichos puntos y declarado Benemérito de la Patria [1876].
-          Medalla de la Guerra Civil de 1873 y 1874 [1877].
-          Cruz de primera clase del Mérito Militar Blanca [1878].
-          Cruz de segunda clase del Mérito Militar para premiar servicios especiales [1895].
-          Cruz sencilla de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo [1896].
-          Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo [1901].

En 1879, Alfonso XII contrajo segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena [matrimonio de estado], con quien no congeniaba muy bien. El Rey, en ocasiones, provocaba que su esposa malinterpretase frases de los diferentes personajes que se recibían en Palacio. La Reina, que sólo hablaba alemán, se asesoraba con los oficiales de guardia de Caballería que tenía a su disposición. Uno de ellos era Tomás Cólogan quien, gracias a su dominio de aquella lengua, traducía y aconsejaba a la Reina sobre lo que a su alrededor se hablaba, todo ello sin que el Rey lo supiera. Finalmente, se granjeó su amistad y llegó a rumorearse que había algo más en aquella relación.

Tras las sospechas, fue destinado a Valladolid de forma fulminante. De estas habladurías se hizo eco Néstor Álamo, quien publicó un artículo sobre el particular, en una revista semanal denominada Domingo, en la década de los años cincuenta del siglo pasado. Tomás Cólogan y Cólogan, quien posiblemente se encontrara ya enfermo, redactó su testamento en Madrid, el 27 de septiembre de 1917[1878] ante Toribio Gimeno Bayón. Firmaron el documento, en calidad de testigos, Francisco Muñoz Vázquez, Mariano de Estanga Arias-Girón y Francisco Arias de Kalbermatten. Instituyó a su hermano Alberto como único heredero usufructuario. En caso de que éste no le sobreviviera, pasaba este derecho a su sobrino Antonio Cólogan Zulueta o, en su defecto, a quien ostentara el título de marqués de la Candia. Falleció soltero, unos meses mas tarde, el 2 de febrero de 1918 y fue enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid, junto a su hermano Bernardo.” (Carlos Cólogan Soriano, 2011).

 1918 febrero 8.
Náufragos españoles en el puerto de Tazacorte
En enero de 1918, la cancillería alemana comunicó la decisión de una nueva ampliación del bloqueo marítimo a los aliados, lo que suponía, en la práctica, la guerra submarina total. En el nuevo escenario bélico, España, a pesar de ser un país neutral, se encontraba en una situación muy complicada, pues provocaría grandes dificultades para la navegación de los buques nacionales en las denominadas líneas de soberanía, que unían la Península con Canarias y los territorios africanos.
Además de los problemas que ello originó en el tráfico marítimo, así como en el abastecimiento y la exportación frutera de las islas, la flota mercante nacional sufrió una grave sangría de tonelaje a manos de los submarinos alemanes, situación que, en muy poco tiempo, tendría graves consecuencias. En el estreno del nuevo año, poco podrían imaginarse entonces los armadores, los tripulantes de los barcos y el propio Gobierno nacional, el alcance que tendría la crisis.
Hasta entonces, se habían producido varios ataques de los submarinos alemanes a buques de bandera española, entre ellos el vapor Punta Teno, hundido el 29 de febrero de 1917 cuando navegaba a unas 25 millas de Santa María de Ortigueira, frente a las costas de Galicia, pereciendo varios tripulantes. Este buque era el segundo de Naviera de Tenerife, una sociedad que representaba el intento de los exportadores fruteros para tratar de garantizar el envío de la producción isleña a los mercados europeos. La experiencia acabó en tragedia, pues además de la pérdida del citado buque, el 30 de noviembre de 1916, en aguas de Puerto de la Cruz, se había producido el naufragio del buque Punta Anaga, triste suceso en el que perdieron la vida tres marineros.
Recién comenzado el año 1918, transcurrirían apenas unas horas desde la comunicación de la ampliación del bloqueo para que los temibles U-boat alemanes comenzaran a sumar barcos españoles a su trágico historial de presas de guerra. Y todo ello a pesar de las enérgicas protestas del Gobierno nacional, cuyos esfuerzos diplomáticos tuvieron escaso eco.
Al ataque sufrido el 12 de enero por el vapor Bonanova, que resultó seriamente averiado, poco después, el día 21, resultó hundido el vapor Víctor Chávarri, con un saldo de tres muertos y dos heridos. El siguiente caso fue el vapor Giralda, cuyos náufragos fueron recogidos por el vapor español Cabo Menor. La lista aumentó en las semanas siguientes, figurando, entre otros, los nombres de los buques Sebastián y Ceferino, propiedad también de armadores nacionales. Por las similitudes habidas en estos dos últimos, centraremos nuestra atención en esta oportunidad.
En la mañana del 8 de febrero de 1918 arribaron a la desembocadura del barranco de Las Angustias, en Tazacorte (Isla de La Palma, Canarias) dos botes a remos con los náufragos del vapor español Sebastián, que había sido hundido tres días antes por los torpedos de un submarino alemán. Los habitantes del barrio pesquero de Tazacorte se aprestaron de inmediato a ayudar a los recién llegados, dando aviso a la autoridad municipal de Los Llanos de Aridane y a la Guardia Civil, que se presentaron en el lugar de los hechos para recogerlos y conducirlos ante la autoridad de Marina, en la capital insular. Pocos días después, el cañonero Laya, de apostadero en Santa Cruz de Tenerife, viajó a Santa Cruz de La Palma para recoger a los náufragos y llevarlos a la capital de la provincia, desde donde serían repatriados a sus lugares de origen unos días después.
Según informó el capitán del vapor español, el buque fue detenido por el submarino alemán U-152 -comandante, Constantin Kolbe- cuando navegaba en la posición 29º 11’ N y 19º 15’ W. En las bodegas llevaba un cargamento de sal que había cargado en Torrevieja y transportaba a Nueva York. El comandante germano entendió que la carga del mercante español era contrabando de guerra y ordenó el hundimiento del barco, sin ninguna clase de contemplaciones, a pesar de enarbolar la bandera de un país neutral.
Respecto de la derrota seguida por el vapor Sebastián para cruzar el Atlántico, en opinión del doctor en Marina Civil Manuel Garrocho Martín, resulta extraño que el capitán decidiera hacer el viaje “bajando tanto de latitud”, aunque seguramente lo haría para tratar de evitar la acción de los submarinos alemanes, que pronto se convirtieron en una plaga para las marinas aliadas.
Los tripulantes, treinta en total, se repartieron como pudieron en dos botes y poco después el barco desapareció bajo las aguas en medio de una fuerte explosión. Como quiera que el hundimiento se produjo a una distancia considerable de tierra firme, el comandante del submarino atacante decidió darles remolque hasta unas 30 millas de la costa oeste de La Palma, indicándole al capitán el rumbo a seguir para que pudieran salvar sus vidas.
El vapor Sebastián (2.563 TRB) había sido construido en los astilleros Sir Raylton Dixon, en Middlesbrough y entró en servicio en 1892 bautizado con el nombre de Shepperton. Rebautizado Ionion en 1900 y Chachan en 1907, había sido adquirido por su armador español en 1909.
Sin embargo, la presencia en La Palma de náufragos de la Primera Guerra Mundial no era nueva. Seis meses antes, en agosto de 1917, habían desembarcado los 33 tripulantes del vapor francés Alexandre (2.670 TRB), logrando así salvar sus vidas después de haber presenciado el hundimiento de su barco, hecho ocurrido a unas 400 millas de las costas palmeras.
El citado buque -construido en los astilleros Barclay, Curle & Co., en Glasgow, en 1892 con el nombre de Springburn- era propiedad del armador Bordes et Fils. y había sido hundido por el submarino U-155 cuando navegaba en la posición 33º 33’ N y 23º 15’ W, en viaje de La Pallice a Iquique.
El mismo día que los náufragos del Sebastián llegaron a las costas de Tazacorte, el submarino U-152 atacó y hundió al vapor español Ceferino (3.467 TRB), de la matrícula de Barcelona, cuando se encontraba a unas 500 millas de Punta Orchilla. En el informe del Lloyd’s se dice que el barco navegaba de Torrevieja a Manila con un cargamento de sal y carga general, cuando fue detenido y la tripulación obligada a abandonarlo, siendo hundido a continuación mediante cargas explosivas.
Este buque había sido adquirido recientemente por la Tabacalera Steamship Company -una filial de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona-, ante la prohibición existente entonces para que ciudadanos extranjeros pudieran comprar buques con bandera del citado país.
Este buque, al que sus nuevos armadores habían decidido llamarlo Elcano, fue adquirido en noviembre de 1917 al naviero español Ceferino Ballesteros -de ahí su nombre original- y sustituía a otros dos vapores de la misma compañía que habían sido hundidos en aguas del Mediterráneo en el intervalo de 48 horas: Villemer y Rizal, atacados durante los días 7 al 9 de noviembre del citado año.
Cuando el vapor Ceferino fue puesto a disposición de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, todavía no se había abonado su importe completo. Según informó su capitán, el barco navegaba por el Atlántico para seguir su viaje por el cabo de Buena Esperanza camino de Filipinas, siguiendo una ruta aparentemente mucho más segura, aunque más larga y costosa que la del canal de Suez.
Poco antes de avistar las islas de Cabo Verde fue sorprendido y detenido por el submarino alemán U-152, que le obligó a cambiar de rumbo y dirigirse al sur de las Islas Canarias, viéndose obligado, además, a remolcar al citado submarino durante unas 90 millas. Al día siguiente, como muestra de agradecimiento, los alemanes hundieron el vapor español después de conceder a sus tripulantes un plazo de quince minutos para que lo abandonaran. Después de estar bogando durante 15 horas, el submarino emergió de nuevo el día 10 y entonces se prestó para remolcarlos hasta las proximidades de la isla de El Hierro, donde los tripulantes del vapor español pudieron desembarcar sanos y salvos.
La causa que alegó el comandante del submarino para el hundimiento del vapor español fue que llevaba un cargamento de sal para un comerciante inglés. Cuando la compañía conoció la trágica noticia, envió la correspondiente protesta al Gobierno español, argumentando que la sal no figuraba en el listado de productos que podían ser considerados contrabando de guerra y, al mismo tiempo, el buque navegaba enarbolando bandera española y el hecho había ocurrido en zona libre.
En el telegrama dirigido al ministro de Estado español, se le instaba a que cursara una enérgica protesta por la vía diplomática, no sólo por lo “incalificable” del hecho, sino porque sucesos como aquél imposibilitarían el tráfico con Filipinas “dejando aislados –señala el historiador catalán doctor Emili Giralt y Raventós, en su libro La Compañía General de Tabacos de Filipinas- a los muchos miles de compatriotas que residen en aquel Archipiélago y privando a nuestra patria de las mercancías de allí procedentes, indispensables para la vida de la nación”.
Con la ayuda del Gobierno español, que ordenó desplazar a El Hierro al cañonero Laya con el fin de que recogiera a los náufragos, conduciéndolos a Tenerife, la compañía armadora se hizo cargo de su repatriación, embarcando en viaje a Barcelona a bordo del trasatlántico Reina Victoria Eugenia, al que arribaron sin más sobresaltos.
Por lo que se refiere al submarino atacante, se trataba de un buque de tipo crucero, diseñado en principio como submarino mercante, para el transporte de productos bélicos estratégicos, aunque sería transformado en versión puramente militar durante su proceso de construcción en los astilleros de Hamburgo.
Botado el 20 mayo de 1917, entró en servicio el 17 de octubre del citado año. Durante la guerra realizó dos patrullas y hundió 20 mercantes, que sumaban 37.726 TRB. Además de los buques españoles ya reseñados, en su hoja de servicios figuran, entre otras víctimas, los veleros norteamericanos Julia Frances (hundido el 27 de enero de 1918) y A.E. Whyland (hundido el 13 de marzo de 1918), la barca noruega Stifinder (hundida el 13 de octubre de 1918) y el transporte norteamericano USS Ticonderoga (hundido el 30 de septiembre de 1918), éste último desaparecido con un elevado saldo de vidas humanas entre tripulantes y pasajeros. El 29 de septiembre del citado año, el citado submarino también sostuvo un combate al cañón con el buque de guerra USS George G. Henry. Finalizada la guerra fue entregado a los británicos y el 30 de junio de 1921 fue barrenado en el Canal de la Mancha a la altura de la isla de Wight.
Era un buque de 1.512 toneladas en desplazamiento en superficie y 1.875 toneladas en inmersión, siendo sus principales dimensiones 65 metros de eslora, 8,90 de manga y 5,30 de calado. Estaba propulsado por dos motores eléctricos de 800 caballos y otros dos diesel de igual potencia, que le permitían alcanzan una velocidad de 12,4 nudos en superficie (25.000 millas de autonomía) y 5,2 nudos en inmersión. Tenía dos tubos de lanzar torpedos a proa y dos cañones de 105 mm. La tripulación estaba formada por 53 hombres. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2007).

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