UNA HISTORIA
RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920
CAPITULO-XXXVI
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1918 Enero 13.
La situación geoestratégica
privilegiada del Archipiélago Canario hizo que la Marina alemana situase
submarinos en sus proximidades, tanto durante la I Guerra Mundial como en la Segunda. Así,
mientras el 13 de enero de 1918 submarinos alemanes torpedeaban a 21 millas de
Fuerteventura a un buque holandés cuya tripulación logró salvarse y
alcanzar Puerto Cabras, peor suerte corrió el barco español Joaquín Mumbrull,
cuyos tripulantes pudieron llegar en botes a los puertos de Santa Cruz de la Palma y La Luz.
1918 Enero 19.
Fuerte de San
Miguel o Puerto Naos, Los Llanos de Aridane, isla de La Palma.
Inventario de
las partes que lo constituyen y que en el d1a de la fecha se entrega á D.
Armando Yanes Carrillo por Orden Superior.
Situación.- Este
Castillo estaba situado en la costa hacia el Sur del barranco de Tenisque,
lindando por el Norte, Sur, Este y Oeste con terrenos de D. Armando Yanes
Carrillo.
Entrada.- La
constituía una puerta sin hojas existiendo solamente las maderas de tea del capiralzao, en mal estado
y destruida la parte alta del muro hacia la derecha.
Explanada.-
Forma de segmento circular con un perímetro de 40 metros 60 centímetros:
piso empedrado.
Parapetos.- Los
constituía un muro de mampostería de 1,55 de altura y 0,80 mts. de espesor, y
en él había cuatro troneras.
Edificios.- Los
componían tres piezas hacia la izquierda: la primera formando óvalo con 3,80
mts. de largo y 3,65 mts. de ancho con sollado de tea y una puerta de una hoja
de 1,89 mts. de alto y 1,00 mts. de ancho. La segunda medía 3,15 mts. de ancho
y 4,50 mts. de largo con 1,72. mts. de alto.
Tenia unos
pequeños marcos de luz con barrotes de tea. La puerta de tea de dos hojas de
1,76 mts. de alto por 1,59 mts. de ancho. La tercera encima de la anterior,
medía 4,82. mts. de largo por 3,72. mts. de ancho y 2.,00 mts. de alto: sollado
de tea, armadura de la misma madera y forrada con esta; tenía tejado y una puerta de una hoja de 1,80
mts. de alto y 0,85 mts. De ancho.
Ciudad de Santa
Cruz de la Palma
á 19 de Enero de 1918. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996).
1918 febrero 2.
Fallece en Madrid (España) Tomás
Cólogan y Cólogan, un soldado colonial
Algunos colonos y criollos
europeos no españoles que han tenido alguna notoriedad en la colonia de
Canarias, durante diversas épocas.
”Mi tío
bisabuelo Tomás ingresó en 1868 en la Academia Militar
de Caballería de Valladolid. Entró como soldado alumno y terminó el año donde
obtuvo en el grado de alférez de Caballería y prestó juramento a la Constitución.
En 1870 seguía
estudiando hasta que, en el mes de junio, fue dado de baja al ser destinado a
practicar el segundo semestre en el regimiento de Cazadores de Alcántara. Sus
notas fueron excelentes en Fortificación, Arte de Guerra, Táctica, Dibujo,
Hipología y Equitación, por lo que le correspondió ocupar el puesto 32 entre
los 52 alumnos de su promoción.
En 1871 fue
promovido a alférez de Caballería y destinado, en concepto de supernumerario,
al regimiento de Cazadores de Alcántara. El 29 de enero prestó juramento de
fidelidad al Rey Amadeo I y optó a los diferentes grados de la Real y Militar Orden de San
Hermenegildo. El 26 de julio de ese año fue nombrado teniente de milicias
Canarias. En 1872 se mantuvo de guarnición en Barcelona hasta el primero de
abril, cuando marchó a Gerona hasta el 26 de mayo para regresar a Barcelona y
finalizar el año en esa ciudad, sin más operaciones militares. Tras la estancia
en Barcelona, en marzo de 1873, fue destinado a Madrid, de reemplazo. En junio,
fue nombrado supernumerario en el regimiento de España 3ª de Lanceros,
partiendo a continuación hacia Ciudad Real para luchar contra los carlistas. En
ese año participó en las acciones militares de Cerro del Moro, en Malagón, y
sucedió que mataron a su caballo según notificaba un artículo militar de esa
época.
Ciudad Real.
Ejercito Real de Carlos VII. Comandancia General de Toledo y la Mancha. Campo del
Honor 26 de agosto de 1873.
Tomo la pluma
para darles cuenta de un nuevo hecho de armas tan atrevido como glorioso. En el
día de ayer y estando acampado, un confidente me manifestó que el enemigo había
salido de Malagón y marchaba en combinación a los Cortijos con otra columna que
allí esperaba; yo me encontraba con toda mi fuerza a legua y media de la del
enemigo, e inmediatamente mandé a formar y salí a buscarle, encontrándole a la
hora y media de marcha en una extensa llanada, en un sitio denominado la Morra; tan pronto como me
vieron volvieron grupas a escape, y fueron a parapetarse a la pedriza de la Morra.
En tal
estado, mandé un emisario para que se entregaran, y su jefe, el cabecilla
Teniente Coronel de España, Jiménez, me manifestó que su deseo era quemar el
último cartucho; circunvalando la sierra que ocupaba, mandé romper el fuego
sobre ellos, que, avanzando al mismo tiempo, hice que abandonaran sus
posiciones, huyendo a rienda suelta a coger los olivares de Malagón, para
meterse en la población. Observado por este movimiento, cargue con dos
secciones de caballería sobre toda la enemiga, poniéndola en completa
dispersión, matándoles algunos caballos, entre ellos el del alférez Cólogan,
cogiendo monturas, capotes y demás efectos.
Debo advertir
a ustedes, que mi fuerza, durante toda la acción ocupó los llanos, habiendo
recorrido tras el enemigo hasta que se le obligó a batirse en la Morra, dos leguas y media y
a tres cuartos de Malagón; habiendo tenido por mi parte un muerto y tres
heridos, que, junto con tres infantes que, por haberse quedado descalzos y
mandado por mi retirasen dichos heridos a las primeras casas de Malagón,
tuvieron la desgracia que el enemigo en su precipitada fuga a encerrarse en
dicho pueblo, los encontrara en el camino, y desde luego fueran cogidos.
En la
incertidumbre de si podían tener refuerzos por otro punto, no juzgué prudente
volverlos a atacar dentro de Malagón. Esta es la verdad de lo ocurrido por mas
que ellos digan otra cosa, que desde luego no negarán que no han tenido cinco
muertos y once heridos, cogiéndoles todas las monturas y ropas que antes he
indicado; también los he cogido un parte en el que piden refuerzos, y entre
otras cosas, dice no me atrevo a atacar, Merendón es muy atrevido y me temo un
desastre.
Todo lo que
le digo a Uds. Para que se sirvan publicarlo y sepan que aquí se bate muy bien
el cobre.
Suyo
afectísimo S. S. Antonio Merendón.
P.D.: La
acción duró siete horas.
Bajo las órdenes
del coronel Jaime Bernabé, Tomás combatió en Torrecampo, Córdoba, obteniendo
por estos hechos el empleo de teniente, tras la muerte de un capitán, un
teniente y un sargento segundo en esa acción entre carlistas y liberales. En
septiembre, y por méritos de guerra, fue ascendido a teniente.
En 1874 se
encontraba en Ciudad Real tomando parte en los trabajos de la Comisión de Requisa de
aquella provincia, participando luego en las acciones del Ejército del Centro.
El 21 de noviembre, tomó parte en la acción de Borriol y, el 9 de diciembre, en
la de Alceneta. Por orden del 19 de marzo de dicho año el Gobierno de la República le concedió la Cruz Roja del Mérito
Militar por su buen comportamiento en la acción del Cerro del Moro de Ciudad
Real, el 25 de agosto del año anterior. En octubre ascendió al grado de capitán
por la acción de toma de Bogarra, ocurrida los días 16 y 17 de octubre.
En 1875 se
reincorporó, de nuevo, a su puesto en Madrid, en el cantón de Alcalá de
Henares, para quedar de guarnición hasta el 2 de noviembre. En esa fecha salió
una vez más de operaciones bajo el mando del coronel hacia Lérida y, terminada
su participación, pasó a formar parte del ejército de Derecha del Norte, donde
terminó el año interviniendo en las acciones de Chelva, a las órdenes del
brigadier Lasendija, y en Cervera, bajo mando del brigadier Chacón.
A propuesta del
director general del Arma fue nombrado ayudante del Cuerpo y se le concedió la Cruz Roja de primera
clase del Mérito Militar por la acción de Borriol en Castellón. El 6 de mayo se
le hizo mención honorífica por la acción de Cervera del Maestre. En 1876, desde
el primero de enero hasta el 20 de marzo, se encontró de operaciones en el
Ejército del Norte, asistiendo a las batallas de Arroniz, Montejurra y
Monjardín los días 17, 18 y 19 de febrero, posiciones que fueron tomadas. Desde
el 20 de marzo formó parte del ejército de ocupación de Peralta y Tafalla,
hasta el 4 de julio que marchó a Valencia a disfrutar de dos meses de licencia
por enfermedad. El permiso, concedido por el capitán general de Navarra, fue
prorrogado un mes más para viajar a Francia. A lo largo de este año se le
concedieron los pasadores de Santa Bárbara y Estella en la Medalla de Alfonso XII. El
18 de junio ascendió el grado de comandante por su destacada participación en
los hechos del 17, 18 y 19 de febrero. El 3 de julio se le declaró Benemérito
de la Patria
y, el 11 de septiembre, se le concedió el uso de la Medalla de la Guerra Civil de 1873
y 1874. En 1877 permanecio en el distrito militar de Navarra, hasta el 3 de
diciembre, que pasó a Calahorra donde terminó el año. En 1878 estuvo hasta
finales de septiembre en Calahorra, tras lo cual marchó de maniobras militares
a Álava, regresando el 25 de octubre. Le fue otorgada la Cruz de primera clase del
Mérito Militar con distintivo blanco, debido al enlace de Alfonso XII con su
prima la Infanta
Mercedes. El matrimonio sólo duró seis meses. Al año
siguiente Alfonso XII contrajo nuevas nupcias con la archiduquesa María
Cristina de Habsburgo-Lorena.
En 1879
permaneció en Calahorra, hasta el 5 de febrero, que marchó a las conferencias
de oficiales en Vitoria, regresando a Calahorra donde permaneció, con el
regimiento, hasta el 6 de octubre en que se trasladó a Burgos, en comisión,
como ayudante, donde permaneció hasta los inicios de 1881. En agosto fue
ascendido a capitán a propuesta reglamentaria y destinado al regimiento Húsares
de Pavía, al que se incorporó en el distrito de C. L. N. donde se mantuvo hasta
finales del año 1882.
En marzo de 1883
causó baja en el regimiento de Húsares de Pavía al ser destinado, por el
director general del Arma, al escuadrón de Escolta Real. El 28 de julio salió
con dicho escuadrón al Real Sitio de San Ildefonso para escoltar a Su Majestad la Rena María Cristina de
Habsburgo-Lorena. En San Ildefonso permaneció hasta el 2 de octubre, en que
regresó a Madrid, donde terminó el año. Su cargo en el escuadrón fue de primer
ayudante del Cuerpo de Su Majestad. Continuó de servicio en 1884, permaneciendo
en Madrid hasta el 12 de julio, cuando debió salir el escuadrón del Sitio de
San Ildefonso para escoltar a SS. MM. los Reyes. El resto del año permaneció en
su cargo de primer ayudante, al igual que el siguiente año, salvo algunas
salidas desde la Corte
a San Ildefonso. En 1886 continuó en su puesto hasta el 31 de julio, en que fue
destinado al regimiento de Cazadores de Villarrobledo 23º de Caballería 662,
según orden del director general del Arma de 30 de julio, pero, sin llegar a
incorporarse, se le trasladó de nuevo al de Cazadores de Talavera, en Salamanca,
y luego a Zamora, donde permaneció el resto del año.
Comenzó el año de 1887 destacado en Zamora y, el 1 de febrero, partió
hacia Madrid, en comisión de servicio, por espacio de un mes y, a su término,
regresó a Zamora hasta el 8 de noviembre por haber sido trasladado a la Plaza Mayor de
Valladolid, donde permanecería el resto del año y los dos siguientes. En 1890
causó baja en el regimiento de cazadores de Talavera 15ª de Caballería y fue
promovido al empleo de comandante, con destino al regimiento de Cazadores de
Vitoria número 28 de Caballería. Posteriormente se le trasladó al regimiento de
Cazadores de Alcántara. El 16 de octubre estuvo de guarnición en Barcelona y,
más tarde, participó en las maniobras de Calaf, terminando el año en la Plaza Mayor de Barcelona.
En 1893
permaneció en Villanueva y Geltrú y, al finalizar el año, ejerció como
comandante Militar del citado destacamento. En 1894 permaneció de guarnición
todo el año en Barcelona y participó en las maniobras militares de Lérida, bajo
las órdenes del general de Brigada Luis Mackenna. En 1895 fue nombrado
secretario en la revista de inspección a la orden del general inspector Luis de
Espeleta. El 16 de mayo fue agraciado con la Cruz de segunda clase del Mérito Militar para
premiar sus servicios especiales con motivo del cumpleaños de S. M. el Rey
Alfonso XIII.
En 1896 obtuvo la Cruz sencilla de la Real y Militar Orden de San
Hermenegildo y terminó el año en Barcelona. Al siguiente fue ascendido a
teniente coronel y trasladado al regimiento de Lanceros de Borbón 41 de
Caballería. Este destino no lo cumplió por encontrarse enfermo, permaneciendo
en el regimiento de Caballería de Lérida número 29 en concepto de agregado,
hasta junio de 1899, en que causó baja y pasó a la situación de excedente en la
4ª Región, durante todo este año y el siguiente.
En 1901 recibió
el alta en situación de reemplazo y obtuvo la placa de la Real y Militar Orden de San
Hermenegildo. En marzo de 1902, tras su petición de retiro, se le concedió en
Barcelona con un sueldo de 450 pesetas mensuales y el empleo de coronel de
Caballería Honorífico. Según su historial militar, única fuente de datos de que
disponemos, se distinguió por su valor, aplicación, capacidad, puntualidad y
conducta. Su estatura era de 1,85 m.
Entre las condecoraciones
con que fue agraciado a lo largo de su carrera figuran las siguientes:
-
Cruz de primera clase del Mérito Militar Roja por su buen comportamiento en la
acción del Cerro Moro [1874].
-
Cruz Roja de primera clase en recompensa a su buen comportamiento en la acción
de Borriol y Mención Honorífica por la acción dada contra los carlistas el 13
de marzo en Cervera de Maestre [1875].
-
Pasadores de Santa Bárbara y Estella en la Medalla de Alfonso XII por haber tomado parte en las
acciones de dichos puntos y declarado Benemérito de la Patria [1876].
-
Medalla de la Guerra
Civil de 1873 y 1874 [1877].
-
Cruz de primera clase del Mérito Militar Blanca [1878].
-
Cruz de segunda clase del Mérito Militar para premiar servicios especiales
[1895].
-
Cruz sencilla de la Real
y Militar Orden de San Hermenegildo [1896].
-
Placa de la Real
y Militar Orden de San Hermenegildo [1901].
En 1879, Alfonso
XII contrajo segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena
[matrimonio de estado], con quien no congeniaba muy bien. El Rey, en ocasiones,
provocaba que su esposa malinterpretase frases de los diferentes personajes que
se recibían en Palacio. La Reina,
que sólo hablaba alemán, se asesoraba con los oficiales de guardia de
Caballería que tenía a su disposición. Uno de ellos era Tomás Cólogan quien,
gracias a su dominio de aquella lengua, traducía y aconsejaba a la Reina sobre lo que a su
alrededor se hablaba, todo ello sin que el Rey lo supiera. Finalmente, se
granjeó su amistad y llegó a rumorearse que había algo más en aquella relación.
Tras las
sospechas, fue destinado a Valladolid de forma fulminante. De estas habladurías
se hizo eco Néstor Álamo, quien publicó un artículo sobre el particular, en una
revista semanal denominada Domingo, en la década de los años cincuenta del
siglo pasado. Tomás Cólogan y Cólogan, quien posiblemente se encontrara ya
enfermo, redactó su testamento en Madrid, el 27 de septiembre de 1917[1878]
ante Toribio Gimeno Bayón. Firmaron el documento, en calidad de testigos,
Francisco Muñoz Vázquez, Mariano de Estanga Arias-Girón y Francisco Arias de
Kalbermatten. Instituyó a su hermano Alberto como único heredero usufructuario.
En caso de que éste no le sobreviviera, pasaba este derecho a su sobrino
Antonio Cólogan Zulueta o, en su defecto, a quien ostentara el título de
marqués de la Candia.
Falleció soltero, unos meses mas tarde, el 2 de febrero de
1918 y fue enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid, junto
a su hermano Bernardo.” (Carlos Cólogan Soriano, 2011).
Náufragos españoles en el puerto de Tazacorte
En enero de 1918, la cancillería alemana comunicó la decisión de una nueva ampliación del bloqueo marítimo a los aliados, lo que suponía, en la práctica, la guerra submarina total. En el nuevo escenario bélico, España, a pesar de ser un país neutral, se encontraba en una situación muy complicada, pues provocaría grandes dificultades para la navegación de los buques nacionales en las denominadas líneas de soberanía, que unían la Península con Canarias y los territorios africanos.
Además de los problemas que ello originó en el
tráfico marítimo, así como en el abastecimiento y la exportación frutera de las
islas, la flota mercante nacional sufrió una grave sangría de tonelaje a manos
de los submarinos alemanes, situación que, en muy poco tiempo, tendría graves
consecuencias. En el estreno del nuevo año, poco podrían imaginarse entonces
los armadores, los tripulantes de los barcos y el propio Gobierno nacional, el
alcance que tendría la crisis.
Hasta entonces, se habían producido varios
ataques de los submarinos alemanes a buques de bandera española, entre ellos el
vapor Punta Teno, hundido el 29 de febrero de 1917 cuando navegaba a
unas 25 millas de Santa María de Ortigueira, frente a las costas de Galicia,
pereciendo varios tripulantes. Este buque era el segundo de Naviera de
Tenerife, una sociedad que representaba el intento de los exportadores fruteros
para tratar de garantizar el envío de la producción isleña a los mercados
europeos. La experiencia acabó en tragedia, pues además de la pérdida del
citado buque, el 30 de noviembre de 1916, en aguas de Puerto de la Cruz, se había producido el
naufragio del buque Punta Anaga, triste suceso en el que perdieron la
vida tres marineros.
Recién comenzado el año 1918, transcurrirían
apenas unas horas desde la comunicación de la ampliación del bloqueo para que
los temibles U-boat alemanes comenzaran a sumar barcos españoles a su trágico
historial de presas de guerra. Y todo ello a pesar de las enérgicas protestas
del Gobierno nacional, cuyos esfuerzos diplomáticos tuvieron escaso eco.
Al ataque sufrido el 12 de enero por el vapor Bonanova,
que resultó seriamente averiado, poco después, el día 21, resultó hundido el
vapor Víctor Chávarri, con un saldo de tres muertos y dos heridos. El
siguiente caso fue el vapor Giralda, cuyos náufragos fueron recogidos
por el vapor español Cabo Menor. La lista aumentó en las semanas
siguientes, figurando, entre otros, los nombres de los buques Sebastián
y Ceferino, propiedad también de armadores nacionales. Por las
similitudes habidas en estos dos últimos, centraremos nuestra atención en esta
oportunidad.
En la mañana del 8 de febrero de 1918 arribaron a
la desembocadura del barranco de Las Angustias, en Tazacorte (Isla de La Palma, Canarias) dos botes a
remos con los náufragos del vapor español Sebastián, que había sido
hundido tres días antes por los torpedos de un submarino alemán. Los habitantes
del barrio pesquero de Tazacorte se aprestaron de inmediato a ayudar a los
recién llegados, dando aviso a la autoridad municipal de Los Llanos de Aridane
y a la Guardia Civil,
que se presentaron en el lugar de los hechos para recogerlos y conducirlos ante
la autoridad de Marina, en la capital insular. Pocos días después, el cañonero Laya,
de apostadero en Santa Cruz de Tenerife, viajó a Santa Cruz de La Palma para recoger a los
náufragos y llevarlos a la capital de la provincia, desde donde serían
repatriados a sus lugares de origen unos días después.
Según informó el capitán del vapor español, el
buque fue detenido por el submarino alemán U-152 -comandante,
Constantin Kolbe- cuando navegaba en la posición 29º 11’ N y 19º 15’ W. En las
bodegas llevaba un cargamento de sal que había cargado en Torrevieja y
transportaba a Nueva York. El comandante germano entendió que la carga del
mercante español era contrabando de guerra y ordenó el hundimiento del barco,
sin ninguna clase de contemplaciones, a pesar de enarbolar la bandera de un
país neutral.
Respecto de la derrota seguida por el vapor Sebastián
para cruzar el Atlántico, en opinión del doctor en Marina Civil Manuel Garrocho
Martín, resulta extraño que el capitán decidiera hacer el viaje “bajando tanto
de latitud”, aunque seguramente lo haría para tratar de evitar la acción de los
submarinos alemanes, que pronto se convirtieron en una plaga para las marinas
aliadas.
Los tripulantes, treinta en total, se repartieron
como pudieron en dos botes y poco después el barco desapareció bajo las aguas
en medio de una fuerte explosión. Como quiera que el hundimiento se produjo a
una distancia considerable de tierra firme, el comandante del submarino
atacante decidió darles remolque hasta unas 30 millas de la costa oeste de La Palma, indicándole al
capitán el rumbo a seguir para que pudieran salvar sus vidas.
El vapor Sebastián (2.563 TRB) había
sido construido en los astilleros Sir Raylton Dixon, en Middlesbrough y entró
en servicio en 1892 bautizado con el nombre de Shepperton. Rebautizado
Ionion en 1900 y Chachan en 1907, había sido adquirido por su
armador español en 1909.
Sin embargo, la presencia en La Palma de náufragos de la Primera Guerra
Mundial no era nueva. Seis meses antes, en agosto de 1917, habían desembarcado
los 33 tripulantes del vapor francés Alexandre (2.670 TRB), logrando
así salvar sus vidas después de haber presenciado el hundimiento de su barco,
hecho ocurrido a unas 400 millas de las costas palmeras.
El citado buque -construido en los astilleros
Barclay, Curle & Co., en Glasgow, en 1892 con el nombre de Springburn-
era propiedad del armador Bordes et Fils. y había sido hundido por el submarino
U-155 cuando navegaba en la posición 33º 33’ N y 23º 15’ W, en viaje
de La Pallice
a Iquique.
El mismo día que los náufragos del Sebastián
llegaron a las costas de Tazacorte, el submarino U-152 atacó y hundió
al vapor español Ceferino (3.467 TRB), de la matrícula de Barcelona,
cuando se encontraba a unas 500 millas de Punta Orchilla. En el informe del
Lloyd’s se dice que el barco navegaba de Torrevieja a Manila con un cargamento
de sal y carga general, cuando fue detenido y la tripulación obligada a
abandonarlo, siendo hundido a continuación mediante cargas explosivas.
Este buque había sido adquirido recientemente por
la Tabacalera
Steamship Company -una filial de la Compañía General
de Tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona-, ante la prohibición existente
entonces para que ciudadanos extranjeros pudieran comprar buques con bandera
del citado país.
Este buque, al que sus nuevos armadores habían
decidido llamarlo Elcano, fue adquirido en noviembre de 1917 al
naviero español Ceferino Ballesteros -de ahí su nombre original- y sustituía a
otros dos vapores de la misma compañía que habían sido hundidos en aguas del
Mediterráneo en el intervalo de 48 horas: Villemer y Rizal,
atacados durante los días 7 al 9 de noviembre del citado año.
Cuando el vapor Ceferino fue puesto a
disposición de la
Compañía General de Tabacos de Filipinas, todavía no se había
abonado su importe completo. Según informó su capitán, el barco navegaba por el
Atlántico para seguir su viaje por el cabo de Buena Esperanza camino de
Filipinas, siguiendo una ruta aparentemente mucho más segura, aunque más larga
y costosa que la del canal de Suez.
Poco antes de avistar las islas de Cabo Verde fue
sorprendido y detenido por el submarino alemán U-152, que le obligó a
cambiar de rumbo y dirigirse al sur de las Islas Canarias, viéndose obligado,
además, a remolcar al citado submarino durante unas 90 millas. Al día siguiente,
como muestra de agradecimiento, los alemanes hundieron el vapor español después
de conceder a sus tripulantes un plazo de quince minutos para que lo
abandonaran. Después de estar bogando durante 15 horas, el submarino emergió de
nuevo el día 10 y entonces se prestó para remolcarlos hasta las proximidades de
la isla de El Hierro, donde los tripulantes del vapor español pudieron
desembarcar sanos y salvos.
La causa que alegó el comandante del submarino
para el hundimiento del vapor español fue que llevaba un cargamento de sal para
un comerciante inglés. Cuando la compañía conoció la trágica noticia, envió la
correspondiente protesta al Gobierno español, argumentando que la sal no
figuraba en el listado de productos que podían ser considerados contrabando de
guerra y, al mismo tiempo, el buque navegaba enarbolando bandera española y el
hecho había ocurrido en zona libre.
En el telegrama dirigido al ministro de Estado
español, se le instaba a que cursara una enérgica protesta por la vía
diplomática, no sólo por lo “incalificable” del hecho, sino porque sucesos como
aquél imposibilitarían el tráfico con Filipinas “dejando aislados –señala el
historiador catalán doctor Emili Giralt y Raventós, en su libro La Compañía General
de Tabacos de Filipinas- a los muchos miles de compatriotas que residen en
aquel Archipiélago y privando a nuestra patria de las mercancías de allí
procedentes, indispensables para la vida de la nación”.
Con la ayuda del Gobierno español, que ordenó
desplazar a El Hierro al cañonero Laya con el fin de que recogiera a
los náufragos, conduciéndolos a Tenerife, la compañía armadora se hizo cargo de
su repatriación, embarcando en viaje a Barcelona a bordo del trasatlántico Reina
Victoria Eugenia, al que arribaron sin más sobresaltos.
Por lo que se refiere al submarino atacante, se
trataba de un buque de tipo crucero, diseñado en principio como submarino
mercante, para el transporte de productos bélicos estratégicos, aunque sería
transformado en versión puramente militar durante su proceso de construcción en
los astilleros de Hamburgo.
Botado el 20 mayo de 1917, entró en servicio el
17 de octubre del citado año. Durante la guerra realizó dos patrullas y hundió
20 mercantes, que sumaban 37.726 TRB. Además de los buques españoles ya
reseñados, en su hoja de servicios figuran, entre otras víctimas, los veleros
norteamericanos Julia Frances (hundido el 27 de enero de 1918) y A.E.
Whyland (hundido el 13 de marzo de 1918), la barca noruega Stifinder
(hundida el 13 de octubre de 1918) y el transporte norteamericano USS
Ticonderoga (hundido el 30 de septiembre de 1918), éste último
desaparecido con un elevado saldo de vidas humanas entre tripulantes y
pasajeros. El 29 de septiembre del citado año, el citado submarino también
sostuvo un combate al cañón con el buque de guerra USS George G. Henry.
Finalizada la guerra fue entregado a los británicos y el 30 de junio de 1921
fue barrenado en el Canal de la
Mancha a la altura de la isla de Wight.
Era un buque de 1.512 toneladas en desplazamiento
en superficie y 1.875 toneladas en inmersión, siendo sus principales
dimensiones 65 metros de eslora, 8,90 de manga y 5,30 de calado. Estaba
propulsado por dos motores eléctricos de 800 caballos y otros dos diesel de
igual potencia, que le permitían alcanzan una velocidad de 12,4 nudos en
superficie (25.000 millas de autonomía) y 5,2 nudos en inmersión. Tenía dos
tubos de lanzar torpedos a proa y dos cañones de 105 mm. La tripulación estaba
formada por 53 hombres. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2007).
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