martes, 17 de junio de 2014

EFEMERIDES CANARIAS




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1921-1930



CAPITULO-I




                                Eduardo Pedro Garcia Rodríguez


1921.
Personajes populares del Sur de Tenerife.

Nace en El Hoyo, San Miguel de Abona Filomena Méndez Reverón.
Viejas costumbres carnavaleras que conoceremos a través de las vivencias de una vecina de San Miguel de Abona, Filomena Méndez Reverón, quien nació en El Hoyo en 1921. Filo, como cariñosamente se le conoce, no se benefició de una vida fácil, apenas fue a la escuela, pero su natural inteligencia e intuición la llevó a realizar múltiples trabajos y a montar una carnicería junto con su marido, José Miguel González González, quien se encargaba de buscar los animales y sacrificarlos. Así se mantuvieron unos treinta años en la Calle del Calvario en Granadilla, llevando las cuentas con la cabeza y con los dedos, tun tun, pin pan, como el que toca el piano.
Filo atesoró hasta sus últimos días un gran humor, esa alegría que la acompañó a lo largo de su vida. Recuerda con cariño esos bullicios de antaño, antiguamente eran unos carnavales muy buenos, muy alegres y muy nobles y muy familiar, todos en parranda, entonces nos ajuntábamos todos los chicos y las chicas.
Así rememora esos paseos entre la Parroquia de San Miguel Arcángel y El Pino, esas costumbres de visitar las casas en las que siempre, por muy modestos que fuesen sus moradores, había disponible algún alimento con el brindar esa visita, pero además nos lo condimenta con ese lujo de detalles que sólo se puede aportar amando lo que se hace. Tocábamos en las casas, y en las casas tenían sus bandejas con chochos, fruta pasada y las rebanadas. La rebanada eran muy dadas aquí en San Miguel, que se hacen con pan viejo, finito, se mojan en leche o vino, con azúcar, se bate el huevo, se pasan y después se fríen. Y la chuchanga también, la chuchanga era con agua o leche, el que tenía leche y el que no con agua, harina, azúcar y huevo, después se cogía con la cuchara y se iba poniendo en la sartén. Entonces ponían aquella bandeja de chuchangas, le ponían su azúcar por arriba y la ponían en la mesa pa que todo el que entrara lo comiera. Tenían muchas cosas en las casas, el anís, daban una copita de anís a la mascarita o al que entrara, el vasito de vino también, pero en las casas siempre tenían que comer.
Su riqueza expresiva también la vuelca al describir diversos momentos del antiguo carnaval de San Miguel de Abona, siempre tiene recuerdos cariñosos para su padre, Domingo Méndez Reverón, un buen parrandero, o de algunos de esos peculiares personajes que hacían notar su gracia en estos días festivos, como Antonio Reyes y su vestimenta de moro. Se vestía de moro, unos dientes de papas y se tiznaba toda la cara y después como era tan alto, yo venía corriendo, corriendo a mi casa, temblando, cuando veía aquella máscara y todos los niños igual, no se vían niños cuando él salía de moro, y después se murió él y después el hijo cogió el cargo de vestirse de moro, pero también yo me escondía cuando el hijo.
O a el vecino de Las Zocas, Juan Marrero, que se disfrazaba de marchanta, de esa mujer que traía el pescado de la costa a las medianías, de vendedora de pescado. “Se vestía de mujer todos los años, se vestía de mujer con su pañuelo negro amarrado, sus aretes, pintado, su traje, y después cogía unas pencas de los pencones, chiquitas, redonditas, las barría muy barridas, las ponía en una cesta con su mantel, las tapaba, se las echaba a la cabeza con su rueda, hacía su rueda, y venía puerta por puerta. Entraba cas del cura: señor cura, desde que mi mirado echó el barco a tierra me acordé de usté, de guardarle un pescadito. Y no quería fruta ni nada, sino perras, y llenaba en bolsillo con sus perras. Después iba cas doña Juana Bello: ay doña Juana, desde que mi marido echó el barco a tierra, este pejito pa doña Juana. La pencas las barría y las iba entregando por las casas que visitaba.
Filomena anduvo en su juventud en bastantes carnavales, cuando había que hacerse cada cual su propia vestimenta. Se usaban unas colchas de cretones que era muy ramiada, mira tú si había una colchita no había más, pues se cogía la colcha y se hacía un muño, así, y se lo ponía uno en la cabeza y esto empinado en el alto y nosotras metías en la colcha o en la sabana, sabanas blancas, esos eran los vestuarios, los trajes que usaban las abuelas. O esa careta de trapo, le hacías dos agujeros al trapo y unas tiras patrás y una boca abierta y esa era la careta, y si no de cartón, hacían la careta también. Pero también una vez casada, como recuerda cuando lo festejó en compañía de una vecina, ya que su marido no era tan parrandera como ella. Nos vestimos con un traje pequeñito, una media pantalón, mis trenzas de estambres y mis sogas, las dos brincando. Pero mi marido no me estorbaba nada.
Y después llegaron los años en que su humor se desparramaba por cualquier actividad que se organizara en el colectivo de la Tercera Edad de San Miguel de Abona. Y como en cualquier fiesta que se preciara no podía falta Filo, allí estaba en los carnavales, cada año con una locura distinta, con una riqueza de atuendos que iban desde la representación solemne de un Obispo hasta el la firmeza del detective Colombo, tal como se recoge en la fotografía que acompaña este comentario.
O ese año que interpretó a una maga, qué mejor representación de humor y de regocijo podía buscar. Sí sabría muy bien Filo como sacarle punta al personaje, y bien que se la extrajo. Con una apropiada vestimenta, sin faltar detalle como su sereta con papas, el introducirse en una huerta para ir con las medias llenas de hierbajos o estar toda la noche dándoles vueltas a la cabeza para componer un poema con el que rematar su intervención.
Su narración fluye con la misma vitalidad con la que ejecutaba sus representaciones. Me puse unas medias blancas y unas medias de patente y me metí áhi a las huertas, que entonces no había casas, que las huertas estaban llenas de amorsecos, y me llené toda de amorsecos y fui allabajo a la Tercera yo sola, y mi cesto lleno de papas, un cesto macho, que le decían un cesto macho. En este caso se preparó concienzudamente, al llevar en su pecho un ratón de plástico que sacaba al acabar de recitar: Esta mañana me levanté muy tempranito/ y yo al campo me marché/ a hurgar estas papitas,/ no tenía que comer./ Ay mi marido estará diciendo/ ¿dónde estará esta mujer?/ Ay mi niño si supieras/ lo que por mis piernas subió/ este ratón tan peludo/ que en mis pechos se posó. (Marcos Brito, 2012)
1921. Nace en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma) el futbolista Rosendo Hernández González. Jugó en la Cultural Leonesa. En la temporada 1943-44 fichó por el Atlético de Madrid y militó posteriormente en el Español de Barcelona y la Rea Zaragoza, equipos de la Metropoli. En 1952 fichó en la U.D. Las Palmas, equipo en el que se retiró como futbolista activo. Fue internacional en cuatro ocasiones. Debutó en Lisboa el 20 de marzo de 1949, en un Portugal-España, encuentro que finalizó con empate a un gol. Su actuación le valió integrar el seleccionado español de los campeonatos de Mundo de Brasil, en 1950, donde España quedó clasificada en cuarto lugar. Retirado del fútbol como jugador, Rosendo Hernández entrenó en dos ocasiones a la U.D. Las Palmas, al igual que al Real Zaragoza, del que fue asimismo secretario técnico. En la temporada 1991-92 entrenó a la S.D. Tenisca de la isla de La Palma, su última temporada como técnico de un equipo de fútbol.
1921.
Desde septiembre y hasta casi finalizado el año preside de forma accidental las sesiones municipales en el Ayuntamiento colonial de La Laguna su primer teniente de Alcalde, Leoncio de Buergo.

1921.
Nace Filomena Méndez Reverón.

Viejas costumbres carnavaleras que conoceremos a través de las vivencias de una vecina de San Miguel de Abona, Filomena Méndez Reverón, quien nació en El Hoyo en 1921. Filo, como cariñosamente se le conoce, no se benefició de una vida fácil, apenas fue a la escuela, pero su natural inteligencia e intuición la llevó a realizar múltiples trabajos y a montar una carnicería junto con su marido, José Miguel González González, quien se encargaba de buscar los animales y sacrificarlos. Así se mantuvieron unos treinta años en la Calle del Calvario en Granadilla, llevando las cuentas con la cabeza y con los dedos, tun tun, pin pan, como el que toca el piano.

Filo atesoró hasta sus últimos días un gran humor, esa alegría que la acompañó a lo largo de su vida. Recuerda con cariño esos bullicios de antaño, antiguamente eran unos carnavales muy buenos, muy alegres y muy nobles y muy familiar, todos en parranda, entonces nos ajuntábamos todos los chicos y las chicas.

Así rememora esos paseos entre la Parroquia de San Miguel Arcángel y El Pino, esas costumbres de visitar las casas en las que siempre, por muy modestos que fuesen sus moradores, había disponible algún alimento con el brindar esa visita, pero además nos lo condimenta con ese lujo de detalles que sólo se puede aportar amando lo que se hace. Tocábamos en las casas, y en las casas tenían sus bandejas con chochos, fruta pasada y las rebanadas. La rebanada eran muy dadas aquí en San Miguel, que se hacen con pan viejo, finito, se mojan en leche o vino, con azúcar, se bate el huevo, se pasan y después se fríen. Y la chuchanga también, la chuchanga era con agua o leche, el que tenía leche y el que no con agua, harina, azúcar y huevo, después se cogía con la cuchara y se iba poniendo en la sartén. Entonces ponían aquella bandeja de chuchangas, le ponían su azúcar por arriba y la ponían en la mesa pa que todo el que entrara lo comiera. Tenían muchas cosas en las casas, el anís, daban una copita de anís a la mascarita o al que entrara, el vasito de vino también, pero en las casas siempre tenían que comer.

Su riqueza expresiva también la vuelca al describir diversos momentos del antiguo carnaval de San Miguel de Abona, siempre tiene recuerdos cariñosos para su padre, Domingo Méndez Reverón, un buen parrandero, o de algunos de esos peculiares personajes que hacían notar su gracia en estos días festivos, como Antonio Reyes y su vestimenta de moro. Se vestía de moro, unos dientes de papas y se tiznaba toda la cara y después como era tan alto, yo venía corriendo, corriendo a mi casa, temblando, cuando veía aquella máscara y todos los niños igual, no se vían niños cuando él salía de moro, y después se murió él y después el hijo cogió el cargo de vestirse de moro, pero también yo me escondía cuando el hijo.

O a el vecino de Las Zocas, Juan Marrero, que se disfrazaba de marchanta, de esa mujer que traía el pescado de la costa a las medianías, de vendedora de pescado. Se vestía de mujer todos los años, se vestía de mujer con su pañuelo negro amarrado, sus aretes, pintado, su traje, y después cogía unas pencas de los pencones, chiquitas, redonditas, las barría muy barridas, las ponía en una cesta con su mantel, las tapaba, se las echaba a la cabeza con su rueda, hacía su rueda, y venía puerta por puerta. Entraba cas del cura: señor cura, desde que mi mirado echó el barco a tierra me acordé de usté, de guardarle un pescadito. Y no quería fruta ni nada, sino perras, y llenaba en bolsillo con sus perras. Después iba cas doña Juana Bello: ay doña Juana, desde que mi marido echó el barco a tierra, este pejito pa doña Juana. La pencas las barría y las iba entregando por las casas que visitaba.

Filomena anduvo en su juventud en bastantes carnavales, cuando había que hacerse cada cual su propia vestimenta. Se usaban unas colchas de cretones que era muy ramiada, mira tú si había una colchita no había más, pues se cogía la colcha y se hacía un muño, así, y se lo ponía uno en la cabeza y esto empinado en el alto y nosotras metías en la colcha o en la sabana, sabanas blancas, esos eran los vestuarios, los trajes que usaban las abuelas. O esa careta de trapo, le hacías dos agujeros al trapo y unas tiras patrás y una boca abierta y esa era la careta, y si no de cartón, hacían la careta también. Pero también una vez casada, como recuerda cuando lo festejó en compañía de una vecina, ya que su marido no era tan parrandera como ella. Nos vestimos con un traje pequeñito, una media pantalón, mis trenzas de estambres y mis sogas, las dos brincando. Pero mi marido no me estorbaba nada

Y después llegaron los años en que su humor se desparramaba por cualquier actividad que se organizara en el colectivo de la Tercera Edad de San Miguel de Abona. Y como en cualquier fiesta que se preciara no podía falta Filo, allí estaba en los carnavales, cada año con una locura distinta, con una riqueza de atuendos que iban desde la representación solemne de un Obispo hasta el la firmeza del detective Colombo, tal como se recoge en la fotografía que acompaña este comentario.

O ese año que interpretó a una maga, qué mejor representación de humor y de regocijo podía buscar. Sí sabría muy bien Filo como sacarle punta al personaje, y bien que se la extrajo. Con una apropiada vestimenta, sin faltar detalle como su sereta con papas, el introducirse en una huerta para ir con las medias llenas de hierbajos o estar toda la noche dándoles vueltas a la cabeza para componer un poema con el que rematar su intervención.

Su narración fluye con la misma vitalidad con la que ejecutaba sus representaciones. Me puse unas medias blancas y unas medias de patente y me metí áhi a las huertas, que entonces no había casas, que las huertas estaban llenas de amorsecos, y me llené toda de amorsecos y fui allabajo a la Tercera yo sola, y mi cesto lleno de papas, un cesto macho, que le decían un cesto macho. En este caso se preparó concienzudamente, al llevar en su pecho un ratón de plástico que sacaba al acabar de recitar: Esta mañana me levanté muy tempranito/ y yo al campo me marché/ a hurgar estas papitas,/ no tenía que comer./ Ay mi marido estará diciendo/ ¿dónde estará esta mujer?/ Ay mi niño si supieras/ lo que por mis piernas subió/ este ratón tan peludo/ que en mis pechos se posó. (Marcos Brito, 2014)

1921.
En la colonia los elementos antiobreros y pro españolistas harán del periódico  La Información mecanismo adoctrinador de un movimiento obrero católico, conciliador y morali­zante. Sólo el consejo de guerra contra Domingo Pérez Trujillo, re­dactor de La Voz del Pueblo del Puerto de La Cruz y Presidente de la Asociación Obrera de aquella ciudad serán objeto de atención infor­mativa para este periódico lagunero que terminó por ignorar cuanto hacía referencia al asociacionismo no católico. Hecho que provocó una huelga general de protesta en el Puerto de La Cruz el 26 de junio de 1923 y un mitin de apoyo en el Teatro Leal (La Laguna) el 9 de julio.

Finalmente una Asamblea conjunta de los sindicatos laguneros conduce a principios de octubre a un nuevo Comité Federal presidido provisionalmente por Saturnino Tejera. A esta elección le sigue un período de reorganización interior, incluyendo la elaboración de un proyecto de escuela propia y la celebración de un ciclo de conferen­cias en la segunda quincena de noviembre. Son momentos en los que la presencia de Saturnino Tejera en la redacción de Las Noticias per­mite dar a conocer la postura de la Federación en aspectos como la jornada laboral de ocho horas o la democratización de la sociedad en el nuevo régimen republicano.
1921.
Nace en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma)  Manuel Castañeda González. Poeta. Reside desde 1932 en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife), ciudad en la que ha desarrollado toda su labor literaria y que le ha otorgado un primer premio de poesía. Poemas suyos se han publicado en diversas revistas y suplementos literarios de las islas y en algunas españolas, como Gánigo, Caracola, Cartel y Poesía española. También en El papel literario de El Nacional de Caracas. Parte de su poesía ha sido traducida al noruego por la escritora Ulla Folkman. Ha publicado Poemas del amor y del recuerdo (1944), Sombra sin forma (1946), La oscura fuerza entrañada (1952), Habitada noticia (1957), Hombre en pie de victoria (1959), Con clara luz (1969), Por la piel de las islas (1972), Salvación por la luz (1974), Emigrante memoria (1977). En 1979 apareció Ventura poética, recopilación antológica de su obra; en 1984 publicó una nueva entrega poética: Homenajes y furias. Su más reciente publicación es Acoso a la palabra (1988), premio de edición del premio de poesía Pedro García Cabrera (1987).
1921.
Manuel Castañeda González. Santa Cruz de La Palma (1921). Poeta. Reside desde 1932 en Santa Cruz de Tenerife, ciudad en la que ha desarrollado toda su labor literaria y que le ha otorgado un primer premio de poesía. Poemas suyos se han publicado en diversas revistas y suplementos literarios de las islas y en algunas peninsulares, como Gánigo, Caracola, Cartel y Poesía española. También en El papel literario de El Nacional de Caracas. Parte de su poesía ha sido traducida al noruego por la escritora Ulla Folkman. Ha publicado Poemas del amor y del recuerdo (1944), Sombra sin forma (1946), La oscura fuerza entrañada (1952), Habitada noticia (1957), Hombre en pie de victoria (1959), Con clara luz (1969), Por la piel de las islas (1972), Salvación por la luz (1974), Emigrante memoria (1977). En 1979 apareció Ventura poética, recopilación antológica de su obra; en 1984 publicó una nueva entrega poética: Homenajes y furias. Su más reciente publicación es Acoso a la palabra (1988), premio de edición del premio de poesía Pedro García Cabrera (1987). (Tomado de:
1921.
La guerra de la metrópoli con Marruecos y en especial el desastre de Annual, hizo despertar a la realidad a un gobierno aletargado por sus propios problemas, y el pueblo, tristemente conmovido por el espectáculo de un ejército desmoralizado, reacciono volcándose en su ayuda. De un capitán de la Guardia Civil, Martínez de Vivar, partió la idea de que cada provincia regalase al Ejército un avión mediante suscripción. El eco de esta idea fue tremendo y las páginas de los periódicos se convirtieron en portavoces de los distintos ofrecimientos y cuestaciones  populares.
En la colonia canaria se inicio una suscripción pública a través del periodico “La Provincia” para contribuir a este popular proyecto metropolitano. El avión donado por la isla se bautizó con el nombre de Gran Canaria y el Cabildo, en sesión del 21 de enero de 1922, acordó, a propuesta del Presidente, contribuir con la cantidad de 2.500 pesetas aprobándose el crédito correspondiente. Junto con el Gran Canaria fueron adquiridos otros dos del mismo tipo y que fueron bautizados como Tenerife y Archipiélago Canario siendo su costo de 21.000 pesetas cada uno. Para preparar la llegada de la patrulla de Braguet XIV, se desplazo a Gran Canaria el aviador militar Díaz Sandino que llego a la isla el 15 de noviembre de 1922 quedando plenamente satisfecho de las condiciones que ofrecía el páramo de Gando. (Historia de la aviación en Canarias)
1921 Febrero 22. Nace en Los Quemados en la comarca del Valle de Aridane Pedro Hernández Torres. Médico de imborrable recuerdo en la comarca de Aridane, hijo de Juan Hernández de Paz y de Josefa Torres Martín. Después de estudiar el bachillerato en Tedote (Santa Cruz de La Palma) inició su carrera universitaria en Cádiz (España)  la cual terminó en Valencia, en 1949, especializado en Ginecología y Obstetricia. Al cumplir su servicio militar en las Milicias Universitarias del ejército español como Alférez‑médico conoció, en el hospital militar de la capital valenciana, a un prestigioso psiquiatra que mucho influyó en su futuro profesional puesto que pron­to tomó un marcado interés por todo lo relacionado con la psiquiatría y la neurología; al terminar su etapa militar con­tinuó sus estudios en Valencia con su profesor trabajando a su lado en el hospital psiquiátrico «Padre Jofré». En Marsella, en la Universidad de Salpetiere, estudió durante un año y con posterioridad, obtenida una beca a través de la cátedra de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de la capital le­vantina, realizó prácticas y estudios superiores en la sección de Neuropsiquiatría del St. Barbas Hospital de Nueva York, por un tiempo de diez meses. Establecido más tarde en Los Llanos de Aridane, ejerció libremente su carrera durante más de cuarenta años haciendo patente su calidad humani­taria; Obtuvo fama de trabajador infatigable, de profesio­nal sobresaliente, y gozó de una extraordinaria popularidad por su total entrega en beneficio de sus conciudadanos. Fue un asiduo colaborador de la prensa de la Canaria y se distinguió por sus intervenciones en actos culturales así como en múltiples conferencias que dictó en diversos congresos de su especialidad celebrados  en Canarias  como en el Extranjero (Argentina, Perú, Panamá, Venezuela, Estados Unidos de América, Canadá, Francia, Italia, Japón, China y Méjico); en ellos dejó constancia de su personalidad médica.

Con hijos del matrimonio que contrajo en Valencia, el 31 de mayo de 1952, con la española Guadalupe García Meliá, falleció el 28 de noviembre de 1988 en Los Llanos de Aridane, ciudad ésta que ha perpetuado su memoria al nombrarle, a título póstu­mo, Hijo Adoptivo de la localidad (1987).
1921.
Rosendo Hernández González. Santa Cruz de La Palma (1921). Jugó en la Cultural Leonesa. En la temporada 1943-44 fichó por el Atlético de Madrid y militó posteriormente en el Español de Barcelona y la Rea Zaragoza. En 1952 fichó en la U.D. Las Palmas, equipo en el que se retiró como futbolista activo. Fue internacional en cuatro ocasiones. Debutó en Lisboa el 20 de marzo de 1949, en un Portugal-España, encuentro que finalizó con empate a un gol. Su actuación le valió integrar el seleccionado español de los campeonatos de Mundo de Brasil, en 1950, donde España quedó clasificado en cuarto lugar. Retirado del fútbol como jugador, Rosendo Hernández entrenó en dos ocasiones a la U.D. Las Palmas, al igual que al Real Zaragoza, del que fue asimismo secretario técnico. En la temporada 1991-92 entrenó a la S.D. Tenisca de la isla de La Palma, su última temporada como técnico de un equipo de fútbol. (Tomado de: www.premiostaburiente.com/personajes/).
1921.
Nace en Vilaflor Tenerife,  Antonio García García.
Personajes populares del Sur de Tenerife.
La sabiduría que atesora la persona que se curte en la naturaleza se adquiere con la lentitud de la vida, esa que se recorre con sosiego pero sin descanso. Es esa sabiduría la que acumula Antonio García García, nacido en El Salguero, Vilaflor, en 1921 y vecino desde hace varias décadas de La Asomada, en San Miguel de Abona; así como la de su mujer, Angélica Dorta Pérez, nacida en El Frontón, San Miguel de Abona, en 1938.
Sus vidas han estado ligada a la vida en el campo, casi siempre atada al cuidado de una manada de cabras. Antonio García arrastra el conocimiento y la experiencia desde su cuna, en El Salguero, donde sus padres, Carmen García Tacoronte y Norberto García García, cuidaban de una medianería de cabras. También su abuelo, Manuel García fue cabrero, así como un hermano de padre, de su primer matrimonio, Manuel García Lorenzo. También los padres de Angélica Dorta, Jerónima Pérez González y Eladio Dorta Díaz, se dedicaron a la medianería de estos animales.
En la ayuda que Antonio García prestaba a su padre, en el normal aprendizaje de una profesión que se heredaba de padres a hijos, recorrió diversos pagos entre Vilaflor, San Miguel de Abona y Arona. Sus padres llegaron a El Salguero el año anterior de nacer Antonio, allí estuvieron unos siete años, para posteriormente trasladarse a Chabeña, Aldea Blanca, a la Cruz Alta y de regreso a Chaveña, en cuyo lugar ya se hizo cargo de la manada de su padre. Aún estaba soltero, aquí se casa en 1955 con Angélica Dorta Pérez, quien se encontraba con sus padres en el cuidado de otra manada de cabras en Los Ancones, en Granadilla de Abona. En Chaveña, Vilaflor, residen dos años más, para después seguir su periplo en esta vieja profesión de cabrero en El Cabezote, Vilaflor; Granero Negro, en Guía de Isora o Tejina de Guía de Isora. En este último lugar abandona las cabras por un periodo de unos cuatro o cinco años, en los que se dedica a la agricultura y a otros trabajos en La Asomada, en San Miguel de Abona, donde construyeron su vivienda. Ya habían pasado unos 14 o 15 años de su boda, cuando retoma otra vez la cabrería en El Río de Arico. Fueron siete años y otros diez más en La Asomada, por su cuenta, en pos de mantener el rebaño en buenas condiciones; hasta que rondando la década de los años noventa deja este trabajo, pero siempre manteniendo alguna cabrita para el consumo de la casa.
El legado que atesoraba Antonio García, falleció el 21 de febrero de 2010, lo impartió a toda persona que se acercaba a escuchar sus amenas narraciones, de éste Sur que conocía como la palma de su mano. Por sus relatos podemos conocer el entramado de cabreros que se desenvolvían por la cumbre, la que recorrió en su infancia y juventud. O como se iniciaba en las labores del cuidado de las cabras desde esos años en los que apenas podía caminar bien. Sus relatos son de una gran riqueza documental, que nos ayudan a conocer lo temprano que se comenzaba en la ayuda familiar, donde todas las manos eran pocas, y que nos marca los tiempos de la siembra, de la época de parir las cabras, que con el correr de los años se fue adelantando, o como había que tener precaución con los cuervos que atacaban al ganado recién nacido. Y cuando empezaron a parir las cabras, áhi el mes de diciembre, él se quedó allí arando por encima de la casa, donde decíamos el Hoyo de Salguero, y me mandó a mí y otro hermano mío, el me lleva dos años a mí, pues yo podría tener cinco años y me hermano tendría siete, y nos mandó a juntar las cabras, esas cabras quedaban sueltas, y por dentro del Sombrero, donde le decimos la Madre del Agua, había allí un chorro de agua. Entonces, pues, salimos por áhi parriba y cuando llegué a la madre del Agua sentí un grillote parriba, me voy parriba y me encuentro la cabra que mi padre hacía por muerta o que la vían robado, la hija tenía un baifo y la madre tenía dos, pero el de la hija los cuervos le había comido el rabo y no tenía sino el pesonito del rabo.
Asimismo cuenta la táctica que utilizan los cuervos para poder comerse a un baifo. Para lo que deben ser dos, uno le pica por detrás y otro por delante. El cuervo son dos, uno le pica por delante y otro por detrás, cuando el baifo bela le saca la lengua, es un ave muy sinvergüenza el cuervo. Desde que yo no veo cuervos aquí, los mismo que los guirres, los villanos, todos esos bichos, eso se acabó.
O esa diferencias de fechas en parir las cabras, que en la época de su padre era a finales de año y en la suya se fue adelantando a los meses de noviembre e incluso octubre. Porque eso de octubre es poco tiempo acá, por antes las primeras que parían, parían en diciembre y después las tardías en febrero y marzo. Después yo, estuvimos un tiempo lo mismo, pero después víamos que la cosa iba cambiando, entonces se lo soltamos en junio, que paren en noviembre, ahora paren en octubre también.
En su periplo con las cabras pasó años repletos de dificultades, como el que estuvo en Los Cuartos de Aldea Blanca, con el propietario Casiano Alfonso. Cuando estábamos con don Casiano nos vino a llover en febrero. Yo me acuerdo que las cabras estaban allabajo sobre Los Abrigos, en aquellas toscas, la que se echaba o se caía esa no se podía levantar, si uno no pasaba por allí y la levantaba no se levantaba, de flacas que estaba. Áhi no había nada, ni balos había porque los balos se los habían comido las cabras, y después vino a llover en febrero. Sabe lo que era que llovió en febrero y enseguida, porque la tierra se araba, a lo mejor este año araban esto, esto pal año que viene quedaba de manchón, y claro la tierra desde que daba con agua criaba, pero ahora no cría porque eso está como el piso ese, le cuesta mucho pa criar.
Han sido muchos años donde Angélica Dorta  y Antonio García han bregado en la atención de las cabras, desde el mismo nacimiento ya se fueron familiarizando en sus cuidados, en las labores que se tenían que realizar a estos animales. También han sido bastantes los que llevan luchando juntos, en los que han pasado por múltiples y diversas circunstancias. Sus narraciones se pueblan de topónimos que los cambios de nuestra geografía han sumido en el olvido; de ricos matices que envuelven su amena conversación, siempre apoyados por la riqueza de los conocimientos que atesoran. Y sobre todo, del amor que sienten por este trozo de tierra en el que continúan su vida juntos. (Marcos Brito, 2012)
1921 Abril 5. Nace  en la localidad de San Andrés, municipio de San Andrés y Sauces, Vicente San Juan Rodríguez,  siendo sus padres Eleuterio San Juan y  Susana Rodríguez. Estudia las primeras letras y el bachillerato en Los Sauces y en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma). Realiza la carrera de Medicina en la Facultad de Cádiz (España), donde termina su licenciatura en el año 1951.

Don Vicente es un claro ejemplo de los abnegados médicos que “dejaron su piel” en el medio rural. Pateó el norte de la Isla, cuando las carreteras y los automóviles eran escasos. Ejerció en la amplia zona de San Andrés y Sauces y en Barlovento de donde fue interino de APD, unos cuantos años. Hizo la clásica medicina rural de la época: Traumatología de urgencia, Pediatría, Tocología y un largo etc.

Marcha a la Metropolis y obtiene en la Facultad de Madrid el Título de Estomatólogo en 1964, continuando ya a partir de esa fecha, ejerciendo su nueva profesión en los Sauces hasta su fallecimiento, ocurrido prematuramente cuando contaba 61 años de edad. Fue su esposa Isabel Perdigón Hernández y tiene un hijo médico en el Hospital de Los Dolores de Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma).
Imagen tomada de Marcos Brito.


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