martes, 10 de junio de 2014

EFEMERIDES CANARIAS






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920



CAPITULO-XXXVII




                               Eduardo Pedro García Rodríguez

1918 marzo 19.
Nace José Torres Hernández.
En el imaginario colectivo del pueblo de Fuencaliente de La Palma, la figura de José Torres Hernández está asociada a la música, pues participó de manera muy activa en la vida cultural y social del pueblo. Desde su infancia aprendió conocimientos musicales y esa condición le llevó a formar parte de la orquesta “Minerva”, en la que tocaba el trombón. Después, en la década de los años ochenta y al menos hasta 1990 impartió sus conocimientos entre los jóvenes de la localidad, varios de los cuales formaron más tarde la banda municipal “San Antonio”. De su buena labor queda el recuerdo de un trabajo bien hecho y considerado. 
Nació el 19 de marzo de 1918 en Los Canarios, hijo de Juan Torres Díaz y Adelina Hernández Díaz. Aprendió las primeras letras de la mano de su abuelo materno, Luciano Hernández Armas y más tarde, en la capital palmera, cursó los estudios de bachillerato. En 1937, a la edad de 19 años y recién comenzada la guerra civil española, fue movilizado y enviado a las operaciones en el norte de África, aunque no intervino de manera directa en el conflicto bélico. 
En 1943 regresó licenciado a Fuencaliente y en ese mismo año contrajo nupcias con Agripina Pérez Triana, matrimonio del que entre 1944 y 1959 nacieron cinco hijos: Adelino José, Carmen, Juan Matías –propietario de Bodegas Matias i Torres–, José Roque y Andrés Marino, respectivamente. Se dedicó a la agricultura, especialmente a la viticultura en la tercera generación familiar, así como al comercio de la cochinilla y el cuero –con lo que seguía de ese modo una tradición familiar– y su actividad comercial, además de toda la isla, se extendió en etapas determinadas a Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. 
Asimismo fue concejal del Ayuntamiento de Fuencaliente de La Palma en varias ocasiones, en la corporación presidida por su cuñado Emilio Quintana Sánchez y entre 1964 y 1966, por ausencia de aquél, ejerció en varias ocasiones de alcalde accidental. Su compromiso con la sociedad fuencalentera le llevó, además, a desempeñar el cargo de juez de paz durante cuatro años, entre 1978 y 1982. Falleció el 6 de diciembre de 1991 en La Laguna (Tenerife) el 6 de diciembre de 1991 y sus restos mortales reposan en el cementerio de su pueblo natal. El 28 de agosto de 1992 –en tiempos del alcalde Pedro Nolasco Pérez y Pérez– fue inaugurada una calle con su nombre, colindante con la que fue su residencia en el barrio de Los Canarios. (Díaz Lorenzo, Juan Carlos. “Fuencaliente. Historia y tradición”, p. 336. Madrid, 1994.)
1918 junio 1.

Nací el día uno de junio de 1918, y el día primero no me apuntaron sino al otro día, y al otro día me tocaba Pánfila, y ese es el nombre que tenía en el ayuntamiento y después me bautizaron Herminia, me bautizaron allarriba en La Fuente, mira tú si hay años. Y el apellido también se equivocaron en el ayuntamiento, porque mis hermanos son todos Alayón Valentín y la que soy Pérez soy yo. Y razón tiene Herminia, han sido muchos años batallando en una vida que ha transitado por numerosos vericuetos, porque no había sino penas y trabajos.

Herminia nació en el Valle de San Lorenzo, en Las Casas de Abajo, bautizaba en los últimos años en que la Ermita de San Lorenzo Mártir se mantuvo en La Fuente, antes de su traslado, en 1923, a su emplazamiento actual. Y a la que hay que seguir tratando en presente, por más que su fallecimiento haya acontecido en 2008.

Desde su infancia se dedicó al trabajo y en la ayuda al sustento de su casa. Su primer trabajo fue en el cultivo de tomates en Las Madrigueras, con Antonio Domínguez, que estaba una hermana mía casada y trabajaba el marido. Dice: vamos que ellos están buscando una muchacha. Nací, na más que pa eso, llevábamos de aquí de los Llanos del Camisón una caja de tomates a la Caldera, al salón de don Eugenio, porque todavía eran pocos y no podían empaquetarlos.

En el Valle de San Lorenzo vivió hasta que se casó, en 1941, con el pescador de Los Cristianos, Pedro Melo Tavío. La riqueza expresiva de Herminia nos sitúa en las costumbres que se aplicaban en las celebraciones de las bodas, como en la de sus padres, Juan Alayón y Eugenia Valentín, que no se fueron a vivir juntos desde esa primera noche. Yo sé que me acuerdo de oírle a mi padre, o a mi madre, que se casaron y cada uno se fue pa su casa y a los dos o tres días fue. Dice: pues qué vueltas Juan. Dice: no sabes tú la vuelta que traigo. Digo: no les daba vergüenza después, eso lo criticaban.

Bodas austeras; como invitados, los más allegados; como alimentos, lo que se pudiera conseguir. Ceremonia sencilla, a la que había que trasladarse a piel o a lomos de animales, hasta que el progreso trajo el camión o alguna guagua. Herminia anota que fue a más de una de estas celebraciones en camello, las bodas en camello también fui y otra vez fui andando y dije que no volvía más con los zapatos, porque estaban esperando un camión y no vino, pero en camello bautizos y todo. Asimismo estas caravanas de camellos eran el regocijo de la chiquillería. Me acuerdo que íbamos a encontrar los camellos cuando nos parecía que ya venían y nos tiraban anises y pastillas y con aquello teníamos. Y daban sus brindes, en las bodas, las pastillas, entonces no habían caramelos, era una lata y se brindaban todos, y en los bailes.

Con ese humor que contagia a quien la escucha, recuerda como le respondió a su nieta cuando le pregunta qué le regalaron en su boda. Digo: un cesto papas. Y me regalaron un cesto papas y queé más privada que las de ahora con un juego de sabanas, que no había sino penas y trabajos. Estuve más de dos meses juntando arroz pa hacer arroz y leche, se hacía garbanzos y se hacía sopa, el pan era ese día antes, estaba la panadería allí. A su boda fue vestida con un traje gris, me lo hizo una costurera que yo cosía allí, yo sabía algo de coser, amañada, y me lo hizo, la llamaban Pilar la Indianita. Colores claros, azul, verde, cada uno como le gustara. ¿La cola?, la cola la dejábamos pa una blusa, pa otra cosa, un traje cualquiera. Y con esta costurera también aprendió a leer y escribir, yo allí aprendí a hacer las dos letras que sé, y le ayudaba a coser. Pero gracias a dios, a muchos escribí, a los vecinos cuando la guerra, escribía cartas.

Después de su boda vivió en Los Cristianos, hasta comienzos de la década de los años cincuenta, que regresó al Valle de San Lorenzo, a El Toscal. A mi si me gustaba Los Cristianos, pero en Los Cristianos no se podía vivir si no había dinero pa todo y el Valle era distinto, de fruta mi familia tenía, si el vecino cogía papas no te faltaba, y lo que había.

En estos años Herminia transitó las veredas que comunicaban los barrios de Arona y Vilaflor. Sobre su cabeza transportaba una cesta de pescado, lo llevaba fresco y jareado, pero con ciertas preferencias; a mi me gustaba más llevarlo salado, porque se vendía más y si no se vendía se podía guardar pal otro día, que en ese tiempo no había neveras. Lo vendía por áhi parriba, porque en ese tiempo no había que comer y no había nada y parriba había más que aquí, y me daban papas, me daban cebada y lo que producía la tierra, porque allá abajo no producía nada. Y después iba cargada, ¡ah dios!, y algunas veces digo, no sirvo panada, hasta buena estoy, lo que se trabajaba antes.

También lo vendía en el Valle de San Lorenzo, sobre todo cuando se trasladó a vivir a comienzos de los años cincuenta, pero cuando estaba más escasa las cosas iba parriba pa Jama, pa Vilaflor. Asimismo simultaneaba la venta de pescado con otros trabajos como el de jornalera en los tomates que se sembraban en Chayofa, en la propiedad de José Antonio Tavío. En este caso utilizaba el trasporte del personal de esta finca para trasladarse a Arona y de allí subir a Vilaflor caminando. Iba, cuando vendía el pescado, iba con él hasta Arona, en el camión de Juan Martín, yo no me paraba en Arona, que en Arona no me lo pagaban, sino seguía parriba a La Escalona y después venía cargada de papas y de lo que hubiera de fruta y eso, y lo dejaba en una venta de Panchín, lo dejaba allí y venía caminando hasta Chayofa y allí me quedaba trabajando. Y después a la tarde volvía a buscar el personal y volvía yo con Juan Martín y recogía lo que dejaba arriba. A las diez de la mañana, una vez que había vendido el pescado, se desplazaba a Chayofa para comenzar la jornada en los tomates.

Herminia posee una mente despierta, con ocurrencias que levanta la sonrisa con los ejemplos o con las reflexiones que vierte en cada frase. Como cuando al preguntarle si para el traslado a la cabeza de una caja de tomates, que podría rondar los 30 kilos, desde El Camisón a La Caldera, que bien pudiera rondar el kilómetro, no se disponía de burros, contesta rápidamente: pero había burras.

Mujer vivaracha, vitalista a pesar de los duros golpes por los que ha pasado. Mujer expresiva, que lleva toda su vida en su mirada. Mujer menuda, con su piel surcada por las infinitas huellas de esas penas y esos trabajos por los que ha transcurrido su duro caminar, cual memoria del siglo veinte. Y aún así el brillo de sus ojos se intensifica al comentar, pero fui feliz, hasta aunque sea con penas y trabajos, fui feliz. (Marcos Brito, 2013)


1919.

En el horno de la vida con Julia García Morales, (Julita Morales)

La presencia de Julita Morales (Valle de San Lorenzo, 1919 - 2005) se encuentra arraigada en la mente de sus vecinos, sobre todo, por ser una de esas esforzadas mujeres que los avatares de la vida le supuso hacer una profesión la organización de las bodas. Sencillas celebraciones en lo que lo más frecuente era que los padrinos pusiera los ingredientes y estas mujeres se trasladaban al lugar de celebración para prepararla, o bien si se disponía de horno propio elaborar los dulces y trasladarlos al lugar de celebración. Con dulces, vino y chocolate, mesas en el centro de una sala espaciosa y sillas a lo largo de sus paredes, se festejaron muchos de estos banquetes.

Como el suyo, al contraer matrimonio con Antonio García Morales, en la Parroquia de San Antonio Abad en Arona, una tarde de octubre de 1939. Mi boda fue dulces nada más, entonces no se sabía hacer sangüis y nada de eso, dulces y chocolate, y la mesita y picar allí, y un poquito de vino. Lo celebré aquí y después el baile fue allá en Chindia, cas Pedro el de Chindia y Josefina. Y la celebró en su vivienda, aquí en este cuarto, en una mesa, mi madrina fue Antonia la Panadera y el hermano José. Antonia y yo éramos amigas y por eso fue la madrina, y el hermano. Antonia y José Valentín Hernández, en cuya panadería, la de sus padres, Antonio Valentín y María Hernández Delgado, María la Panadera, se prepararon los dulces, como el de otras tantas celebraciones.
           
Julia García Morales, Julita Morales, comenzó con este menester en la década de los años cincuenta, bueno, pues después que mi marido murió, que falleció en 1950. Y continuó hasta los años ochenta, que más de trescientas bodas hice yo. Y prosigue su relato del inició en estas labores. Porque a mi siempre me gustaba ir a las bodas a ayudar a hacer de comer y así y entonces Lola Bello, ella se dedicaba a hacer de comer y me dijo: muchacha porqué tú no vas a hacer de comer; ah muchacha, ¿cómo se te ocurre?, yo soy amañada pa hacer dulces y eso, de rosquetes, entonces yo no sabía hacer brazos gitanos, sino rosquetes, bizcochos, tortas.

En esos primeros momentos tenía cierto temor por las proporciones y las cantidades a elaborar, dudas que con el paso de las primeras bodas, se tornaron certezas. Yo aprendí y por recetas que me daban y después me fijaba en las que las amasaban y después aprendí a hacer las tartas hechas chiquitas, después compré mis moldes pa las tartas, yo tenía pa hacer de seis pisos, tenía dos moldes. Las bodas que se hacían antes no se hacía sino rosquetes y algún bizcochón, después ya se hacía más, hacía rosquetes de aceite, aceite y vino, hacía tortas de almendra. Lo que yo no supe hacer nunca pan, pero tortas, mis tortas, no es que yo lo diga sino a todo el mundo que usté le pregunte, como las tortas de Julita Morales no había tortas, hacía mimos, brazos gitanos variados, y bizcochones, queques, mantecados, hacía unas galletas de mantequilla.

La primera boda la preparó en Cabo Blanco, por la que cobró doscientas pesetas, estuve tres medios días haciendo dulces y un día en la boda. La primera tarta que yo hice fue la de Felipe. Los dulces los hice en Cabo Blanco, que tenían un hornito chiquito, que jacían pan. La comida la hizo seña Dolores de Machín, que era amañada pa jacer de comer.

Los recuerdos de Julita se alongaban en el tiempo, con nostalgia. Entre sus evocaciones está la huerta de sus padres: Esteban García Valentín, Esteban el Kilo, de la familia de Los de Lera, y María Morales Hernández, María la Cueva. Mi madre tenía unas huertitas, cuando mi madre sembraba papas, por las orillas sembraba coles, que entonces no se usaban las coles cerradas, yo me acuerdo de ver las coles cerradas cuando mi madre era nueva. Mi madre sembraba áhi sus calabaceras, sembraba bubangeras, cuando cogía las papas sembraba garbanzos. Como antes llovía cogía mi madre montones de garbanzos, áhi en las huertas, y sembraba millo, sembraba rábanos.  Después que cogía las papas se cogía todo eso, y todo eso se criaba, ni esos bichos ni nada, como ahora que las plantas no sirven pa nada. Me acuerdo verle a mi madre tres naranjeros, tres hermosos, y un manzanero, que eso divertía, todo eso se secó. Antes sí, en las ventas ¿qué se comproba? Esas golosinas, ni nada del mundo, si el vecino tenía le daba a uno un pedazo calabaza, y después sí, ya se empezó a vender, pero de eso todo mi madre lo cogía allí.

Son esas costumbres aprehendidas en la vida cotidiana las que brotaban con cierta añoranza. Entre sus relatos se encuentra un práctico consejo sobre los mantecados que elaboraba con manteca de cochino, azúcar, huevos, bicarbonato y limón rallado. Ingredientes que amasaba con mimo, les daba la forma y los colocaba en la milana para introducirlos al horno. A la milana se le ponía un poquito de harina pa que no se pegara, batía un huevo, o dos, según los que tuviera, y con una brocha le pasaba por encima, lo ponía al horno y te quedaban tan regañaditos.

O la descripción de las hogueras por San Juan y por San Pedro, y la preparación de voladores o pelotas. Confeccionados con trapos viejos y vergas hasta forman una bola, a la que se le prendía fuego; se le hacia girar con la misma verga, que se dejaba de tres o cuatro metros, hasta que se fuese a extinguir la llama. Me acuerdo cuando éramos chicas, íbamos por esas Rosas, donde había camelleros, ya secas, y tomillos, traer sacas llenitas pa hacer las fogaleras. También se usaba hacer unas pelotas de rejos, se le echaba petróleo, y si no teníamos petróleo porque las madres no nos daban, íbamos allí a los desperdicios de la máquina de moler, y siempre había sacos empapados de gasoil y de esas cosas pa hacer las pelotas, dándoles vueltas con un alambre amarrado. Nos asomábamos todos a esas orillas, por ver ese Guaza y esas montañas de Cabo Blanco y todo eso pa ver las pelotas tan bonitas, cuando se juntaban cuatro o cinco. ¡Ay! Que eso me parecía tan bonito.

Escuchar a Julita, atender a sus relatos, la manera de narrar esa memoria emocional del conocimiento cotidiano, fue una admirable enseñanza. Por sus manos pasaron incontables alegrías, mucho calor desprendieron los hornos de su vida. Y con la misma intensidad que prodigó esa alegría y ese calor, aún pervive su memoria entre los que tuvimos la suerte de su trato.  (Marcos Brito, 2014)

1918 febrero 27.

Las raciones repartidas entre la población obrera recitada se elevaron a 14.093 y en marzo superaron las veinticinco mil. Un año después, ya finalizada la guerra europea, las Cocinas Económicas mantienen su actividad. En marzo de 1919 el número de raciones repartidas se eleva a 18.751.

Bajo la alcaldía accidental de Andrés Díaz el Ayuntamiento debate en estas fechas la situación higiénica de la población, determinando la publicación de un bando municipal al respecto.

1918 Mayo. La goleta Diana, fue botada en los astilleros de la firma Hamilton y Compañía, en Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife). Las estachas fueron tensadas por los remolcadores de la misma firma, Tenerife y Santa Cruz, posteriormente fue arbolada en la playa de La Peñita, dedicada por sus armadores al tráfico con los puertos de la Habana y La Guaira, se mantuvo en estas singladuras durante el tiempo que duró la primera guerra mundial, transportando hacía éstos puertos americanos mercancías y pasajeros, importando de los mismos tabaco, café, ron y azúcar entre otros efectos.
Terminado el conflicto mundial, y ante el avance imparable de los buques a vapor la goleta Diana, con otros buenos veleros de las islas se vieron relegados al más modesto servicio de cabotaje o a la pesca en la costa del Continente.

Posiblemente, el destino final de la hermosa goleta fue el compartido por otros veleros de la flota canaria, sirviendo de transporte en un viaje sin retorno, con una carga humana de desesperados que en América esperaban encontrar el pan y la sal. Quizás en el fondo de alguna cala en las costas americanas, descansen las cuadernas de ésta bella goleta que un día, fue orgullo de la flota canaria.  
1918 Mayo. El barco Reina Victoria Eugenia de la Compañía Trasatlántica, en ruta hacia la Metrópoli, fue desviado a Gibraltar para ser examinado, encontrándose que dos ciudadanos alemanes en edad militar viajaban en el mismo, El Almirantazgo británico consideró que la Compañía Trasatlántica no observaba las condiciones que había suscrito, que prohibían el transporte de súbditos en edad militar de cualquier país en guerra con Gran Bretaña y que este incumplimiento justificaría la eliminación de los barcos de la Compañía de la «lista blanca» de barcos. Además, los servicios franceses habían interceptado en octubre de 1917 una carta dirigida a Guiniwuada (Las Palmas) en la que se implicaba a la Compañía Trasatlántica en el transporte de mercancías procedentes de un buque alemán y el Foreign Office también le atribuía ciertos transportes sospechosos. El 1 de octubre de 1918 el Secretario de Estado Sir Edward Grey se dirigió a Merry del Val, Embajador español en Londres, justificando la acción de las autoridades navales británicas en el hecho de que según el informe de Gibraltar se consideró necesario tomar especiales medidas para examinar el barco, lo cual no podía realizarse de manera satisfactoria en alta mar por el estado de ésta. Estas medidas especiales eran consecuencia de informes recibidos sobre la presencia entre el pasaje del Reina Victoria de súbditos alemanes. Dichos informes, resultado del servicio de vigilancia y observación constantes que eran normalmente coordinados por los representantes consulares en las Islas, resultaron ser ciertos y entre los pasajeros se encontraban un profesor alemán y un marinero del buque de guerra alemán Kaiser Wilhelm der Grosse, internado en Guiniwuada (Las Palmas) tras el hundimiento del buque, y que realizaba el viaje con escolta armada española. Verificado esto, el Foreign Office decidió no interferir en su viaje, aunque expresó su deseo de que en futuras transferencias por mar, dentro del territorio español, de miembros de fuerzas enemigas internados en España, se le comunicase al Gobierno británico con antelación, excluyendo así la posibilidad de cualquier malentendido. Declinaba además aceptar la protesta por este incidente ya que el examen en puerto era la única forma de ejercer el «legítimo derecho beligerante» de registro cuando la sospecha fundada de presencia de contrabando a bordo de un barco u otra causa así lo demandaba.
 1918 junio 8.
 Digna de mayor encomio es la caridad evangélica  que viene ejerciendo el cura ecónomo de la parroquia del pueblo de Haría Don Plácido Marrero quien, desde que interinamente la regenta, ha instalado una cocina económica en dicho pueblo, donde se alimentan diariamente  unos setenta niños. Hemos presenciado acto  tan conmovedor, y hemos podido apreciar el cariño y veneración en que se distingue al citado párroco en dicho pueblo, que se ha sabido  captar las simpatías unánimes de sus feligreses, pues no sólo  ha librado de la más angustiosa miseria a las clases pobres, sino que ha hecho importantes  reformas en el templo parroquial y en la ermita  de Santa Bárbara del caserío de Máguez  todo lo que ha llevado a efecto  pidiendo personalmente, para dichos piadosos fines , limosnas a las clases pudientes de su feligresía.
Sirvan estas líneas de reglas generales de los méritos que concurren en el mencionado sacerdote. (Diario de Las Palmas, junio 8 de 1918)
1918 Septiembre 23. Una carta de Yeoward Brothers de Liverpool, compañía con importantes intereses en Canarias, a Edward Grey con fecha 23 de septiembre de 1918, dos meses antes de terminar la guerra, incidía en la enorme importancia estratégica de Canarias en las rutas comerciales británicas, que desde el punto de vista canario traducía a enorme importancia estratégica que para las Islas tenían estas rutas comerciales. «En diciembre de 1916 el Almirantazgo británico prohibió a los vapores británicos hacer escala en las Islas Canarias: con el resultado de que, con la excepción de unos pocos vapores españoles, el tráfico comercial con las Islas Canarias ha cesado». En definitiva, el dependiente y poco elástico comercio canario sufrió con rigor las consecuencias de la guerra económica aliada desatada por la política de bloqueo, la intensificación de las medidas de control y la puesta en práctica de otras medidas que reestructuraron el comercio y la navegación en su conjunto, a lo cual se añadió la guerra submarina alemana, para provocar en Canarias la casi total desaparición de su tráfico marítimo, que, desde los años previos a la guerra, se había vinculado sobremanera a las rutas comerciales británicas, ahora completamente alteradas.
1918 Diciembre 28. Nace en la ciudad de Los Llanos Benahuare (La Palma), Octavio Bethencourt González. Hace la carrera de Practicante, obteniendo el Titulo en la  Facultad de Medicina de Cádiz (España) en el año 1946.

Trabaja en la Clínica de los Remedios de los Llanos con el doctor Sobaco y más tarde se instala en Garafía, ejerciendo privadamente en aquel amplio municipio, siendo médico el doctor Ortega y ocupando entonces la Titular de Practicante don Manuel Pérez Rosa.

Después de nueve años de duro ejercicio en Garafía, gana las oposiciones al Cuerpo de APD. y es destinado a Guía de Isora, Chinet (Tenerife) donde permanece 13 años, trasladándose el año 72 a Realejo Bajo en la misma isla, y más tarde al Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz), donde se jubila en el año 1988 y fija su residencia.

1918 Octubre 17.
El ejército español hace entrega al Ministerio de Hacienda, del solar e instalaciones de la  Batería de San Telmo en Santa Cruz de Tenerife.

Como la del Pilar, se reduce a cuatro cañoneras abiertas en el parapeto situado al lado de la ermita del mismo nombre, a 189 varas del barranco, con explanadas de losas y parapeto a merlones; fue construida en el mando del Comandante General D. Miguel López Fernández de Heredia (1768-1775) en el mismo lugar donde en 1655 levantó otra batería del mismo nombre el Comandante General D. Alonso Dávila Guzmán (1650-1659). En unión de las anteriores batía el fondeadero que por todo su frente era de mucho fondo y limpio hasta muy cerca de tierra, y con la oblicuidad que permitía su paralelismo a la playa cruzaba bien sus fuegos, especialmente con la de la derecha. No tenía Cuerpo de guardia y se construyó un Garitón de pie-
dra labrada para el centinela.

En 1788 estaba artillada con 2 cañones de a 24 y 2 de a 16, y guarnecida con 1 cabo y 4 soldados, previsto su aumento en tiempo de guerra hasta 1 Oficial, 1 Sargento, 2 Cabos y 35 soldados.

Inscrita en el Registro el 15 de Abril de 1896 al folio 218, tomo 307, libro 89 del Ayuntamiento, finca n° 5936, inscripción 1a, de 270,00 m2 de superficie, lindando al N. con la ermita de San Telmo; S. y E. con la mar y O. con la calle de San Telmo. Su emplazamiento era triangular y tenía una explanada de sillería para servir tres piezas por cañoneras abiertas en el parapeto de la línea; el repuesto-garitón mencionado estaba mal situado pues se hallaba en el espesor del parapeto.

Según R.O.C. de 29 de Julio de 1892 (D.O. n° 163) y R.O. de 24 de Mayo de 1893 (D.O. n° 109) se propone su venta que fue aprobada por R.O. de 27 de Febrero de 1895 (D.O. n° 48) y suspendida por R.O. de 20 de Abril de 1897. Por R.O. de 11 de Junio de 1899 se propuso su enajenación, así como en virtud de la R.O. de 15 de Enero de 1903 (D.O. n° 11); por R.O. de 17 de Octubre de 1918 se ordenó la entrega al Ministerio de Hacienda, que se hizo el 28 de Noviembre siguiente.

Afecta el terreno la forma de un triángulo rectángulo cuyo lado mayor se apoya en el lindero poniente o sea en la calle de San Telmo, siendo el otro lado casi paralelo a la Ermita y el tercero que da frente al mar lo constituía el muro a barbeta con magistral quebrada al centro: los dos catetos de este triángulo medían 32,60 mts desde el límite de la muralla de recinto donde estuvo la garita de mampostería, hasta su vértice y de 21,60 mts desde éste y paralelamente a la Ermita de San Telmo hasta donde se supone estuvo la barbeta, que hacen una superficie de 353,00 m2 mayor que la que figura en el Registro. (José María Pinto de la Rosa, 1996)



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