jueves, 12 de junio de 2014

L O S C O N D E N A D O S D E L A T I E R R A-XII




F R A N T Z  F A N O N. 

I I I . D E S V E N T U R A S D E L A CO N C I E N C I A
N A C I O N A L




I V. SO B R E  L A C U L T U R A  N A C I O N A L



Viene de la página anterior.


En  el  plano  artesanal,  las  formas  sedimentadas  y  como tensas de estupor, progresivamente se relajan. El trabajo en madera, por ejemplo, que reeditaba por millares ciertas caras o ciertas posiciones, se diferencia. La máscara inexpresiva o trastornada se anima y los brazos tienden a alejarse del cuerpo, a esbozar la acción. La composición de dos, tres, cinco personajes aparece.   Las escuelas tradicionales son invitadas a la creación con el surgimiento en avalancha de aficionados o disidentes. Este vigor nuevo en ese sector de la vida cultural pasa con frecuencia inadvertido. Sin embargo, su contribución a la lucha nacional es capital.  Al  animar  caras  y  cuerpos,  al  tomar  como  tema  de creación un grupo atornillado sobre un mismo pedestal el artista invita al movimiento organizado.

Si   se   estudian   las   repercusiones   del   despertar   de   la conciencia nacional en el campo de la cerámica o de la alfarería, pueden señalarse las mismas observaciones. Las creaciones abandonan su formalismo. Cántaros, vasijas, bandejas varían, primero de manera imperceptible y después en forma brutal. Los colores, antes restringidos en número y que obedecían a leyes armónicas tradicionales se multiplican y sufren el contragolpe del   impulso   revolucionario.   Algunos   ocres,   algunos   azules, prohibidos al parecer desde siempre dentro de un área cultural dada, se imponen sin escándalo. Igualmente la no figuración del semblante humano característica según los sociólogos de regiones perfectamente delimitadas, se convierte de pronto en algo absolutamente relativo. El especialista metropolitano, el etnólogo perciben pronto esas mutaciones. En general, todas esas mutaciones son condenadas en nombre de un estilo artístico codificado,  de  una  vida  cultural  desarrollada  dentro  de  la situación  colonial.  Los  especialistas  colonialistas  no  reconocen esa   nueva   forma   y   apoyan   las   tradiciones   de   la   sociedad autóctona.   Son   los   colonialistas   los   que   se   convierten   en defensores del estilo autóctono. Recordamos perfectamente, y el ejemplo reviste cierta importancia porque no se trata totalmente de  una  realidad  colonial,  las  reacciones  de  los  especialistas blancos del jazz cuando, después de la segunda Guerra Mundial, cristalizaron de manera estable nuevos estilos como el be-bop. Es que el jazz no debe ser sino la nostalgia quebrada y desesperada de un viejo negro atrapado entre cinco whiskies, su propia maldición y el odio racista de los blancos. Cuando el negro se comprende  a    mismo  y  concibe  el  mundo  de  una  manera distinta,  hace  nacer  la  esperanza  e  impone  un  retroceso  al universo racista, es claro que su trompeta tiende a destaparse y su voz a perder la ronquera. Los nuevos estilos en materia de jazz no surgen sólo de la competencia económica. Hay que ver en ellos, sin  duda,  una  de  las  consecuencias  de  la  derrota,  inevitable aunque lenta,  del mundo sureño de los Estados Unidos. Y no resulta utópico suponer que en unos cincuenta años la categoría jazz-grito hipada, de un pobre negro maldito, será defendida sólo por los blancos fieles a la imagen estereotipada de un tipo de relaciones, de una forma de la negritud.

Podríamos igualmente buscar y encontrar, en el plano de la danza, del canto melódico, de los ritos, de las ceremonias tradicionales el mismo impulso, advertir las mismas mutaciones, la misma impaciencia. Mucho antes de la fase política o armada de la lucha nacional, un lector atento puede sentir, pues, y ver cómo se manifiesta el nuevo vigor, la lucha próxima. Formas de expresión desacostumbradas, temas inéditos y dotados de una fuerza no ya de invocación sino de agrupación, de convocación "con un fin". Todo concurre para despertar la sensibilidad del colonizado, para hacer inactuales, inaceptables, las actitudes contemplativas o de fracaso. Al renovar las intenciones y la dinámica  de  la  artesanía,  de  la  danza  y  de  la  música,  de  la literatura y la epopeya oral, el colonizado reestructura su percepción. El mundo pierde su carácter maldito. Se dan las condiciones para la inevitable confrontación.

Hemos asistido a la aparición del movimiento en las manifestaciones culturales. Hemos visto cómo ese movimiento, esas nuevas formas estaban ligadas a la maduración de la conciencia nacional. Pero ese movimiento tiende cada vez más a objetivarse, a institucionalizarse. De ahí la necesidad de una existencia nacional cueste lo que cueste.
Uno de los errores, difícilmente sostenible por lo demás, es intentar inventos culturales, tratar de revalorizar la cultura autóctona  dentro  del  marco  del  dominio  colonial.  Por  eso llegamos a una tesis aparentemente paradójica: en un país colonizado, el nacionalismo más elemental, el más brutal, el más indiferenciado es la forma más ferviente y más eficaz de defensa de la cultura nacional. La cultura es, en primer lugar, expresión de una nación, de sus preferencias, de sus tabús, de sus modelos. En todos los niveles de la sociedad global se constituyen otros tabús, otros valores, otros modelos. La cultura nacional es la suma de todas esas apreciaciones, la resultante de las tensiones internas y externas en la sociedad global y en las diferentes capas de esa sociedad. En la situación colonial, la cultura, privada del doble sostén de la nación y del Estado se deteriora y agoniza. La condición de existencia de la cultura es, por tanto, la liberación nacional, el renacimiento del Estado.

La nación no es sólo condición de la cultura, de su efervescencia, de su continua renovación, de su profundización. Es también una exigencia. Es, en primer lugar, el combate por la existencia nacional lo que levanta el bloqueo de la cultura, lo que le abre las puertas de la creación. Más tarde la nación asegurará a la  cultura  las  condiciones,  el  marco  de  expresión.  La  nación reúne para la cultura los distintos elementos indispensables, los únicos que pueden conferirle credibilidad, validez, dinamismo, creatividad. Es igualmente su carácter nacional lo que hará a la cultura permeable a las demás culturas y le permitirá influir, penetrar a otras culturas. Lo que no existe no puede actuar sobre la  realidad,  ni  siquiera  influir  en  esa  realidad.  Es  necesario primero  que  el  restablecimiento  de  la  nación    vida,  en  el sentido más biológico del término, a la cultura nacional.

Hemos seguido, pues, el quebrantamiento cada vez más esencial de los viejos sedimentos culturales y hemos percibido, en vísperas del combate decisivo por la liberación nacional, la renovación de la expresión, el arranque de la imaginación.

Queda por plantear una cuestión fundamental. ¿Cuáles son las relaciones que existen entre la lucha, el conflicto —político o armado— y la cultura? ¿Se suspende la cultura durante el conflicto? ¿Es la lucha nacional una manifestación cultural? ¿Hay que  afirmar,  por  último,  que  el  combate  liberador,  aunque fecundo a posteriori para la cultura, es en sí mismo una negación de la cultura? ¿Es o no la lucha de liberación un fenómeno cultural?

Creemos que la lucha organizada y consciente emprendida por  un  pueblo  colonizado  para  restablecer  la  soberanía  de  la nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe. No es únicamente el triunfo de la lucha lo que da validez y  vigor  a  la  cultura,  no  hay  amodorramiento  de  la  cultura durante el combate. La lucha misma, en su desarrollo, en su proceso interno desarrolla las diferentes direcciones de la cultura y esboza otras nuevas. La lucha de liberación no restituye a la cultura nacional su valor y sus antiguos contornos. Esta lucha, que tiende a una redistribución fundamental de las relaciones entre los hombres, no puede dejar intactas ni las formas ni los contenidos culturales de ese pueblo. Después de la lucha no sólo desaparece el colonialismo, sino que también desaparece el colonizado.

Esta nueva humanidad, para sí y para los otros, no puede dejar de definir un nuevo humanismo. En los objetivos y los métodos  de  la  lucha  se  prefigura  ese  nuevo  humanismo.  Una lucha que moviliza todas las capas del pueblo, que expresa las intenciones y las impaciencias del pueblo, que no teme apoyarse casi exclusivamente en ese pueblo, es necesariamente victoriosa. El  valor  de  ese  tipo  de  lucha  es  que  realiza  el  máximo  de condiciones para el desarrollo y la creación culturales. Después de la liberación nacional, obtenida en esas condiciones, no existe esa indecisión cultural tan dolorosa que se encuentra en ciertos países recién independizados. Es que la nación en su forma de advenimiento al mundo, en sus modalidades de existencia influye fundamentalmente en la cultura. Una nación surgida de la acción concertada del pueblo, que encarna las aspiraciones reales del pueblo, que modifica al Estado no puede existir sino en medio de excepcionales formas de fecundidad cultural.

Los colonizados que se inquietan por la cultura de su país y quieren darle dimensión universal no deben confiar, pues, únicamente, en el principio de la independencia inevitable y sin arraigo, en la conciencia del pueblo para realizar esta tarea. La liberación nacional como objetivo es una cosa, los métodos y el contenido popular de la lucha son otra. Nos parece que el futuro de  la  cultura,   la  riqueza  de  una  cultura  nacional  se  dan igualmente en función de los valores que han rodeado a la lucha liberadora.

Y  ha  llegado  el  momento  de  denunciar  el  fariseísmo  de algunos. La reivindicación nacional, se dice aquí y allá, es una fase que la humanidad ha superado. Ha llegado la hora de los grandes conjuntos y los anticuados del nacionalismo deben corregir, en consecuencia, sus errores. Creemos, por el contrario, que  el  error,  cargado  de  consecuencias,  consistiría  en  querer salvar la etapa nacional. Si la cultura es la manifestación de la conciencia nacional, no vacilaría en afirmar, en el caso que nos ocupa, que la conciencia nacional es la forma más elaborada de la cultura.

La conciencia de sí no es cerrazón a la comunicación. La reflexión filosófica nos enseña, al contrario, que es su garantía. La conciencia nacional, que no es el nacionalismo, es la única que nos da dimensión internacional. Este problema de la conciencia nacional, de la cultura nacional adquiere en África dimensiones singulares. El surgimiento de la conciencia nacional en África sostiene con la conciencia africana relaciones de estricta contemporaneidad. La responsabilidad del africano frente a su cultura nacional es también responsabilidad frente a la cultura negro-africana. Esta responsabilidad conjunta no se debe a un principio metafísico, sino que es la conciencia de una ley trivial que postula que toda nación independiente, en África donde el colonialismo sigue aferrado, sea una nación sitiada, frágil, en peligro permanente.

Si el hombre es su obra, afirmaremos que lo más urgente actualmente para el intelectual africano es la construcción de su nación. Si esa construcción es verdadera, es decir, si traduce la voluntad manifiesta del pueblo, si revela, en su impaciencia, a los pueblos africanos, entonces la construcción nacional va acompañada necesariamente del descubrimiento y la promoción de valores universales. Lejos de alejarse, pues, de otras naciones, es la liberación nacional la que hace presente a la nación en el escenario  de  la  historia.  Es  en  el  corazón  de  la  conciencia nacional donde se eleva y se aviva la conciencia internacional. Y ese doble nacimiento no es, en definitiva, sino el núcleo de toda cultura.

Comunicación dirigida al Segundo Congreso de Escritores y Artistas Negros, Roma, 1959.

V . G U E R R A C O L O N I A L Y T R A S T O R N O S
M E N T A L E S



Pero la guerra continúa. Y tendremos que curar todavía durante muchos años las heridas múltiples y a veces indelebles infligidas a nuestros pueblos por la ruptura con el colonialismo.

El  imperialismo,  que  ahora  lucha  contra  una  auténtica liberación de los hombres abandona aquí y allá gérmenes de podredumbre que tenemos que descubrir implacablemente y extirpar de nuestras tierras y de nuestros cerebros.

Aquí nos ocupamos del problema de los trastornos mentales surgidos de la guerra de liberación nacional que realiza el pueblo argelino.

Quizá parezcan inoportunas y desplazadas en un libro como éste las siguientes notas sobre psiquiatría. No podemos evitarlo de ninguna manera.

No ha dependido de nosotros que en esta guerra diversos fenómenos psiquiátricos, trastornos del comportamiento y del pensamiento hayan cobrado importancia tanto entre los actores de la "pacificación" como dentro de la población "pacificada". La verdad es que la colonización, en esencia, se presentaba ya como una gran proveedora de los hospitales psiquiátricos. En diversos trabajos científicos llamamos la atención de los psiquiatras franceses  e  internacionales,  desde  1954,  sobre  la dificultad  de "curar" correctamente al colonizado, es decir, de hacerlo totalmente homogéneo en un medio social de tipo colonial.

Como  es  una negación  sistemática del  otro,  una decisión furiosa de privar al otro de todo atributo de humanidad, el colonialismo empuja al pueblo dominado a plantearse constantemente la pregunta: "¿Quién soy en realidad?"

Las  posiciones  defensivas  surgidas  de  esta  confrontación violenta del colonizado con el sistema colonial se organizan en una estructura que revela la personalidad colonizada. Basta simplemente para comprender esta "sensibilización" apreciar el número   y   la   profundidad   de   las   heridas   sufridas   por   un colonizado durante un solo día en el régimen colonial. Hay que recordar, en todo caso, que un pueblo colonizado no es sólo un pueblo dominado. Bajo  la  ocupación  alemana los  franceses no dejaron de ser hombres. En Argelia no sólo hay dominio sino literalmente decisión de ocupar simplemente un territorio. Los argelinos,  las  mujeres  con  haik,  las  palmeras  y  los  camellos forman el panorama, el telón de fondo natural de la presencia humana francesa.

La naturaleza hostil, reacia, profundamente rebelde está representada efectivamente en las colonias por la selva, los mosquitos, los indígenas y las fiebres. La colonización tiene éxito cuando toda esa naturaleza indócil es por fin domeñada. Ferrocarriles a través de la selva, desecación de los pantanos, inexistencia política y económica de la población autóctona son en realidad una y la misma cosa.

En el periodo de colonización no impugnada por la lucha armada, cuando la suma de excitaciones nocivas pasa de cierto umbral, las posiciones defensivas de los colonizados se desploman y éstos llenan en gran número los hospitales psiquiátricos. Hay, pues, en ese  periodo tranquilo de colonización triunfante  una patología mental permanente y copiosa producida directamente por la opresión.

Actualmente la guerra de liberación nacional que realiza el pueblo argelino desde hace siete años, por abarcar la totalidad del pueblo, se ha convertido en terreno favorable para la eclosión de trastornos   mentales.20    


En la introducción no publicada en las dos primeras ediciones de L'An V de la Révolution Algérienne ya señalábamos que toda una generación de argelinos, sumergida en el homicidio gratuito y colectivo con las consecuencias psicoafectivas que supone sería la herencia humana de Francia en Argelia.   Los franceses que condenan la tortura en Argelia adoptan constantemente un punto de vista estrictamente francés.  No es un reproche, es una comprobación: se quiere proteger la conciencia de los torturadores actuales y en potencia y se trata de evitar la podredumbre moral de la juventud francesa.  No podemos dejar de estar de acuerdo con enfermos argelinos y franceses tratados por nosotros y que nos parecen particularmente expresivos. No publicamos, resulta superfluo   advertirlo,   un   trabajo   científico.   Evitamos   toda discusión semiológica, noológica o terapéutica. Los escasos términos técnicos utilizados aquí sirven únicamente de guía. Hay que insistir, sin embargo, en dos puntos:

Por regla general, la psiquiatría clínica reúne los diferentes trastornos presentados por nuestros enfermos bajo la rúbrica de "psicosis reaccionales". Al hacerlo, se da mayor importancia al acontecimiento  que  ha  desencadenado  la  enfermedad  aunque, aquí y allá, se mencione el papel del terreno en que se produce (la historia psicológica, afectiva y biológica del sujeto) y el del medio. Nos parece que en los casos presentados aquí, el acontecimiento que desencadena todo es principalmente la atmósfera sanguinaria, despiadada, la generalización de prácticas inhumanas,  la  impresión  tenaz  que  tienen  los  individuos  de asistir a una verdadera apocalipsis.

El caso número 2 de la serie A es típicamente una psicosis reaccional, pero los casos números 1, 2, 4, 5 de la serie Β admiten una   causalidad   mucho   más   difusa   sin   que   pueda   hablarse realmente de un acontecimiento motivador particular. Aquí es la guerra,   esa   guerra   colonial   que   con   mucha   frecuencia   se manifiesta   como   un   auténtico   genocidio,   esta   guerra   que trastorna  y  quiebra  al  mundo,  la  que  constituye  el acontecimiento  motivador.  Psicosis  reaccional,  si  quiere utilizarse una etiqueta ya establecida, pero dándole aquí una prioridad singular a la guerra concebida en su totalidad y en sus particularidades de guerra colonial.

Después  de  las  dos  grandes  guerras  mundiales,  no  han faltado   las   publicaciones   sobre   la   patología   mental   de   los militares participantes en la acción y de las civiles víctimas del éxodo  o  de  los  bombardeos.  La  fisonomía  inédita  de  ciertos cuadros psiquiátricos señalados aquí confirma, si todavía fuera esta intención.  Algunas observaciones reunidas aquí, principalmente los casos números 4 y 5 de la serie A ilustran y justifican tristemente ese temor de los demócratas franceses.  Pero nuestro propósito, en todo caso, es demostrar que la tortura sufrida disloca profundamente, no podría ser de otra manera, la personalidad del torturado.

Otra noción muy arraigada merece, en nuestra opinión, una ligera flexibilización: se trata de la relativa benignidad de esos trastornos reaccionales. Y ciertamente han podido describirse, aunque de manera siempre excepcional, psicotizaciones secundarias, es decir, casos donde el conjunto de la personalidad resulta definitivamente desintegrado.

Nos parece, por el contrario, que la regla general aquí es la frecuente malignidad de los procesos patológicos. Son trastornos que persisten durante meses, atacando fuertemente al yo, y dejando casi siempre como secuela una fragilidad prácticamente perceptible a simple vista. Evidentemente, el futuro de esos enfermos está hipotecado. Un ejemplo ilustrará nuestro punto de vista.

En uno de los países africanos independientes desde hace varios años, tuvimos la oportunidad de recibir a un patriota, antiguo miembro de la resistencia. Este hombre de unos treinta años venía a pedirnos consejo y alivio porque, al acercarse determinada fecha del año, era afectado por insomnios, acompañados de ansiedad y de ideas fijas de autodestrucción. La fecha crítica era aquella en que, por instrucciones de su red clandestina, había puesto una bomba en alguna parte. Diez personas habían muerto en el atentado.21 a algunos comandos hasta las cercanías de los puntos de ataque y con frecuencia tiene que esperarlos.

Un día, sin embargo, en plena ciudad europea, después de una   acción   relativamente   importante,   al   verse   seriamente rodeados los patriotas se ve obligado a abandonar el taxi y el comando  se  dispersa.  B...  que  logra  escapar  al  adversario,  se refugia en casa de un amigo y unos días después, sin haber vuelto a su domicilio, se dirige por instrucción de sus responsables a la guerrilla más próxima.

Durante varios meses no recibe noticias de su mujer ni de su hijita de veinte meses. Se entera, en cambio, de que la policía lo ha buscado durante semanas enteras en la ciudad. Después de dos años de estancia en la guerrilla, recibe de su mujer un mensaje en que le pide que la olvide. La han deshonrado. No debe pensar ya en reanudar la vida común con ella. Terriblemente inquieto, pide a su comandante autorización para ir clandestinamente a su domicilio. Se la niegan. Por otra parte, se toman medidas para que un miembro del F.L.N. establezca contacto con la mujer y los padres de B...

Dos semanas después, llega un informe detallado al comandante de la unidad de B...
Poco después de descubrir su taxi abandonado (se habían encontrado allí dos cargadores de ametralladora) soldados franceses   acompañados   por   policías   habían   acudido   a   su domicilio.  Al  no  encontrarlo,  se  llevaron  a su  mujer,  a quien tuvieron encerrada más de una semana.

La interrogan sobre las amistades de su marido y durante dos días la abofetean brutalmente. Pero al tercer día un militar francés —ella no puede precisar si se trata de un oficial— hace salir  a  los  demás  y  la  viola.  Poco  después  otro,  esta  vez  en presencia de los demás, la viola también diciéndole: "Si vuelves a ver algún día a tu cochino marido, no se te olvide decirle lo que te hemos hecho." Permanece allí una semana sin sufrir nuevo interrogatorio. Después la llevan de nuevo a su domicilio. Al contarle lo sucedido a su madre, ésta la convence de que debe decírselo todo a B... Por eso al poder entrar en contacto con su marido, le confiesa su deshonra.

Pasado el primer choque, y participando además en una acción ininterrumpida, B... se recupera. Durante varios meses escucha múltiples relatos de mujeres argelinas violadas o torturadas; tendrá la oportunidad de encontrar a otros maridos de mujeres violadas y su desgracia personal, su dignidad de marido ofendido pasan al segundo plano.

En 1958 se le encarga una misión en el exterior. Al volver a reunirse con su unidad, una desacostumbrada distracción y frecuentes insomnios inquietan a sus camaradas y superiores. Se retrasa su partida y se decide una consulta médica. Es en este momento cuando lo vemos. Buen contacto inmediato. Semblante móvil, quizá demasiado. Las sonrisas parecen algo exageradas. Euforia superficial: "Todo va bien... Todo va bien... Ahora me siento mejor. Déme algún reconstituyente, unas vitaminas y déjeme volver a la guerrilla."  Se percibe por debajo de esto una ansiedad básica.  Se le hospitaliza en seguida.

Desde el segundo día, el optimismo aparente se desploma y nos hallamos frente un deprimido pensativo, anoréxico, que no sale de la cama. Evade las discusiones políticas y manifiesta un desinterés notorio por todo lo que se refiere a la lucha nacional. Evita escuchar las noticias relativas a la guerra de liberación. El proceso para abordar sus dificultades es muy laborioso, pero al cabo de algunos días podemos reconstruir su historia:

Durante su estancia en el exterior, intenta una aventura sexual que fracasa. Pensando que se trata de una fatiga normal después  de  las  marchas  forzadas  y  los  periodos  de subalimentación, vuelve a intentarla dos semanas más tarde. Nuevo fracaso. Se lo cuenta a un camarada quien le aconseja que tome vitamina B12.   La toma en forma de comprimidos. Nueva tentativa y nuevo fracaso. Además, unos instantes antes del acto, siente un deseo irresistible de romper una foto de su hijita. Esa relación simbólica podía evocar la existencia de impulsos incestuosos inconscientes. No obstante, varias entrevistas y un sueño (el enfermo asiste a la rápida putrefacción de un gatito con insoportable olor) nos conducen por otra dirección.   "Esa niña, nos dice un día [se trata de su hija] tiene algo podrido." A partir de este periodo, los insomnios se vuelven muy pertinaces y a pesar  de  una  dosis  bastante  grande  de  tranquilizadores,  se desarrolla un estado de excitación angustiosa que trastorna considerablemente al Servicio. Nos habla entonces por primera vez de su mujer, riendo, y nos dice: "Ya ha probado a los franceses." Es en ese momento cuando reconstruimos teda la historia. Nos cuenta la trama de los acontecimientos. Nos dice que antes de cada intento sexual piensa en su mujer. Todas sus confidencias nos parecen de interés fundamental.

"Me casé con esa muchacha aunque yo quería a mi prima. Pero los padres de mi prima arreglaron el matrimonio de su hija con otro. Entonces acepté la primera mujer que me propusieron mis padres. Era agradable, pero yo no la quería. Siempre me decía a mí mismo: eres joven; espera un poco y cuando encuentres a la que te convenga te divorciarás y harás un buen matrimonio. Por eso no estaba muy apegado a mi mujer. Con los acontecimientos, me alejé de ella todavía más. En los últimos tiempos, llegaba a comer y a dormir casi sin hablarle.

"En la guerrilla, cuando me enteré de que la habían violado los franceses, sentí primero cólera contra esos puercos. Después: 'No  es  grave,  después  de  todo  no  la  han  matado.  Podría recomenzar su vida.' Y varias semanas después me di cuenta de que la habían violado porque me buscaban a mí. En realidad, la habían violado para castigarla por su silencio. Habría podido muy bien revelar al menos el nombre de un militante, a partir del cual habrían podido descubrir toda la red, destruirla y quizá inclusive arrestarme. No era, pues, una simple violación, por ocio o por sadismo, como he tenido ocasión de ver en los aduares, era la violación  de  una  mujer  obstinada,  que  aceptaba  todo  por  no vender a su marido. Y ese marido era yo. Esa mujer me había salvado la vida y había protegido la red clandestina. Por mi causa la habían deshonrado. Sin embargo no me decía: 'Mira lo que he sufrido por ti.' Me decía por el contrario: 'Olvídame, rehaz tú vida, yo estoy deshonrada.'

"A  partir  de  ese  momento  decidí  volver  con  mi  mujer después de la guerra, porque debo decirte que he visto a muchos campesinos enjugar las lágrimas de sus mujeres que habían sido violadas frente a ellos mismos. Esto me conmovió mucho. Debo confesarte, además, que al principio no podía comprender su actitud.  Pero  progresivamente  tuvimos  que  intervenir  en  esas  historias, para explicarles a los civiles. He visto algunos civiles que se ofrecieron como voluntarios para casarse con una joven violada por los militares franceses y embarazada. Todo esto me llevó a plantearme de otra manera el problema de mi mujer.

"Decidí   volver   con   ella,   pero   todavía   no      cómo reaccionaría al verla. Y muchas veces, al ver la foto de mi hija, pienso que también ella ha sido deshonrada. Como si todo lo que viniera de mi mujer estuviera podrido. Si la hubieran torturado, si le hubieran roto todos los dientes, si le hubieran roto un brazo no me habría importado. Pero ¿cómo es posible olvidar eso? ¿Y por qué tenía ella que contármelo todo?"

Me pregunta entonces si su "debilidad sexual" es provocada, en mi opinión, por sus confusiones.
Respuesta: "No sería imposible." Se sienta entonces en la cama:
— ¿Qué harías tú si te sucediera esto?
—No sé...
— ¿Volverías con tu mujer?
—Creo que sí. . .
—Ah, ya ves...  No estás completamente seguro...
Se lleva las manos a la cabeza y después de unos instantes sale del cuarto.

A  partir  de  ese  día,  acepta  progresivamente  escuchar  las discusiones políticas, mientras que las jaquecas y la anorexia desaparecen considerablemente, hasta que se normaliza.
Al cabo de dos semanas, vuelve a su unidad diciéndome: "Cuando llegue la independencia volveré con mi mujer. Si las cosas no marchan bien, vendré a verte a Argel."


Caso Nº 2.  Impulsos homicidas indiferenciados en un evadido de una liquidación colectiva.

S..., de 37 años, fellah. Vive en un aduar en Constantinois. No se ha ocupado jamás de política. Desde principios de la guerra, su región   es   escenario   de   batallas   violentas   entre   las   fuerzas argelinas  y  el  ejército  francés.  S...  tiene  ocasión,  así,  de  ver muertos y heridos. Pero, sigue manteniéndose al margen. Cada cierto tiempo, como todo el pueblo, los campesinos de su aldea ayudan a los combatientes argelinos que están de paso. Pero un día, a principios de 1958, tiene lugar una emboscada de la que resultan varias muertes, no lejos del aduar. Las fuerzas enemigas organizan una operación y sitian la ciudad, vacía de soldados. Todos   los   habitantes   son   reunidos   e   interrogados.   Nadie responde. Unas horas después, un oficial francés llega en helicóptero   y   dice:   "Este   aduar   da   demasiado   que   hablar; ¡destrúyanlo!" Los soldados empiezan a quemar las casas mientras las mujeres que tratan de recoger algunas ropas o de salvar algún enser  son  rechazadas  a  culatazos.  Algunos  campesinos aprovechan  la  con  fusión  reinante  para  escapar.  El  oficial  da orden de reunir a los hombres que quedan y los hace conducir cerca  de  un  río  donde  comienza  la  matanza.  Veintinueve hombres son muertos a quemarropa. S... es herido por dos balas que le atraviesan respectivamente el muslo derecho y el brazo izquierdo, ocasionándole esta última herida una fractura del fémur.

S... se desmaya y recupera el conocimiento en medio de un grupo del Ejército de Liberación Nacional. Es atendido por el Servicio Sanitario y evacuado cuando le es posible trasladarse. Durante el camino, su comportamiento cada vez más anormal no deja de inquietar a la escolta. Reclama un fusil, siendo así que es civil y está incapacitado, y se niega a marchar delante de nadie. No quiere que vaya nadie detrás de él. Una noche se apodera del arma  de  un  combatiente  y  dispara  inhábilmente  sobre  los soldados dormidos. Desde ese momento marchará con las manos amarradas y es así como llega al Centro.

Comienza por decimos que no ha muerto y que les jugó a los demás una buena pasada. Poco a poco, podemos reconstruir la historia de su asesinato frustrado. S... no está angustiado, sino más bien sobreexcitado, con fases de agitación violenta, acompañada de alaridos. No rompe cosas, pero fatiga a todo el mundo  con  su  incesante  charla  y  el  Servicio  se  mantiene  en alerta permanente por su decisión manifiesta de "matar a todo el mundo".  Durante  su  hospitalización,  ataca  con  armas improvisadas  a  unos  ocho  enfermos.  Los  enfermeros  y  los médicos tampoco se salvan. Llegamos a preguntarnos si no nos encontramos en presencia de una de esas formas larvadas de epilepsia caracterizada por una agresividad global casi siempre despierta.

Se emprende una cura de sueño. A partir del tercer día, una entrevista cotidiana va a permitirnos comprender mejor la dinámica del proceso patológico. El desorden mental desaparece progresivamente. He aquí algunos paisajes de las declaraciones del enfermo:
"Dios  está  conmigo...,  pero  entonces  no  está  con  los  que murieron... Tuve mucha suerte... En la vida hay que matar para que no lo maten a uno... Cuando pienso que no sabía nada de sus historias... Hay franceses entre nosotros. Se disfrazan de árabes. Hay que matarlos a todos. Dame una ametralladora. Todos esos supuestos árabes son franceses... y no me dejan tranquilo. Cuando quiero dormirme entran en el cuarto. Pero ahora ya los conozco. Todos quieren matarme. Pero me defenderé. Los mataré a todos sin excepción. Los degollaré uno tras otro y a ti también. Ustedes quieren eliminarme, pero tendrán que actuar de otra manera. No me  importará  matarlos.  A  los  chicos  y  a  los  grandes,  a  las mujeres, a los niños, a los perros, a los pájaros, a los burros... a todo el mundo le tocará... Después podré dormir tranquilo... "

Todo esto es expresado en un lenguaje cortante, en actitud hostil, altanera y despreciativa.

Después de tres semanas, la excitación desaparece, pero una reserva, cierta tendencia a la soledad nos hacen temer una evolución más grave. No obstante, después de un mes, solicita salir para aprender un oficio compatible con su enfermedad.  Se le  confía  entonces  al  Servicio  Social  del  F.L.N.  Lo  vimos  seis meses después. Va bien.

Caso Nº 3. Psicosis de angustia grave con síntomas de despersonalización  después  del  brutal  asesinato  de  una mujer.

Dj..., ex estudiante, militar en el A.L.N., 19 años. Cuando llega al Centro, su enfermedad ya data de varios meses. Su apariencia es característica:   muy   deprimido,   los   labios   secos,   las   manos constantemente sudorosas. Incesantes suspiros elevan su pecho. Insomnio tenaz. Dos intentos de suicidio desde el comienzo de sus trastornos. Durante la conversación, adopta actitudes de escucha alucinada. A veces la mirada se fija durante algunos instantes en un punto del espacio mientras que el semblante se anima, dando la impresión al observador de que el enfermo asiste a un espectáculo. Pensamientos borrosos. Algunos fenómenos conocidos en psiquiatría con el nombre de barrera: un gesto o una frase esbozados son bruscamente interrumpidos sin razón aparente. Pero, sobre todo un elemento va a llamar particularmente nuestra atención: el enfermo nos habla de la sangre  que  ha  perdido,  de  sus  arterias  que  se  vacían,  de  su corazón que falla. Nos suplica detener la hemorragia, no permitir que lo "vampiricen" también en el hospital. Por momentos no logra hablar y pide un lápiz.

Escribe: "Ya no tengo voz, toda mi vida se escapa." Esta despersonalización nos hace pensar en un estado muy grave. Varias veces en el curso de nuestras conversaciones, el enfermo nos habla de una mujer que, por la noche, viene a perseguirlo. Como ya me ha contado que su madre ha muerto, que la quería mucho, que nada podría consolarlo de esa pérdida (la voz se ensordeció considerablemente en ese momento y aparecieron algunas lágrimas) dirijo la investigación sobre la imagen maternal. Como le pido que describa a esa mujer que lo obsesiona, que inclusive lo persigue, me declara que no es una desconocida, que la conoce muy bien puesto que él mismo, la ha matado. Se plantea entonces el problema de saber si estamos frente a un complejo de culpa inconsciente después de la muerte de la madre, como lo describe Freud en "Duelo y melancolía". Pedimos  al  enfermo  que  nos  hable  más  extensamente  de  esa mujer,  puesto  que  la  conoce  tan  bien  y  que  él  mismo  la  ha matado.
Continua.

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