miércoles, 11 de junio de 2014

FELIPE JOSE DIAZ Y GOMEZ



 1858 mayo 8.

Dejaba de existir en su domicilio del Lomo de Arico, Felipe José Díaz y Gómez (1784-1858), Párroco de propio de Fasnia, servidor de Arico, notario publico eclesiástico, mayordomo de la fabrica parroquial y de la ermita de Abona1

Ya hemos hecho referencia en más de una ocasión a aquellos sacerdotes que ejercieron su ministerio en un área muy limitada, donde transcurrió casi toda su vida, en muchos de los casos ocupando cargos de escaso relieve, por lo que siempre han sido considerados sacerdotes de segunda fila. No obstante, al indagar por pueblos y caseríos, al consultar los distintos archivos, llegamos a la conclusión que muchos de ellos fueron más queridos y que su labor social fue mucho más rica que otros personajes de mayor fama.

Este es el caso del presbítero que hoy nos ocupa, cuya vida transcurrió prácticamente en el municipio de Arico, con algunas escapadas a Fasnia, donde ejerció en dos etapas durante algunos meses, la primera como párroco propio y la segunda como cura servidor; a Granadilla, de cuya parroquia llegó a estar encargado; y a La Orotava, donde vivió durante algún tiempo; fue cura interino o servidor de Arico en varias ocasiones, notario público eclesiástico de la “Banda del Sur”, mayordomo de la ermita de Ntra. Sra. de Abona, de la Cofradía de Ánimas de la parroquia de Arico y de su fábrica parroquial. Sin embargo, a lo largo de su vida sufrió graves problemas económicos, subsistiendo gracias a las limosnas que le dejaban las misas y con préstamos de algunos vecinos de la comarca, a cambio de sus escasas propiedades agrícolas.

Carrera eclesiástica

Nuestro biografiado nació en el Lomo de Arico el 22 de agosto de 1784, siendo hijo de
don Juan Díaz Gaspar y Gómez y de doña Isabel María Rodríguez del Castillo y Gómez. Cuatro días después recibió las aguas bautismales en la iglesia de San Juan Bautista, de manos del cura párroco don José Hernández de Ara; se le puso por nombre “Felipe José” y actuó como padrino don Pedro Jorge, vecino de Chimiche.

Tras aprender las primeras letras en su pueblo natal, don Felipe José manifestó a sus padres los deseos que albergaba de seguir la carrera eclesiástica; éstos acogieron con agrado la idea de su hijo y fundaron para él un patronato vitalicio, que le reportase suficiente congrua para poder ordenarse. A partir de entonces comenzó sus estudios de Filosofía, Teología y Moral.

Así, cuando estuvo preparado se le confirió la primera Tonsura, que ya había recibido en junio de 1807. Como tal clérigo tonsurado, en la tarde del viernes 10 de marzo de 1815, recibió los cuatro Grados (Órdenes Menores) con dispensa de intersticios, en el oratorio del palacio episcopal de Las Palmas de Gran Canaria, de manos del obispo don Manuel Verdugo Albiturria. Al año siguiente, el 24 de junio de 1816, se expidieron a favor de este clérigo minorista letras dimisorias dirigidas a los obispos de otras Diócesis, pues la de Canarias se hallaba vacante por muerte del obispo Verdugo, para que pudiese recibir el Subdiaconado, Diaconado y Presbiterado a título de Patrimonio, “extra tempora”, con dispensa de intersticios y de 9 meses de edad; lo que se llevó a cabo en los meses inmediatos.




Párroco de propio de Fasnia, cura interino de Arico

El nuevo sacerdote se reintegró a su pueblo natal, en cuya iglesia parroquial celebró su primera Misa. A partir de entonces quedaría adscrito a la parroquia de San Juan Bautista, aunque realizó frecuentes salidas de la misma. Así, del 16 de mayo al 8 de junio de 1817 permaneció en Fasnia, celebrando diversos sacramentos con licencia del párroco don Juan de Castro y Baute. El 18 de diciembre de 1819 volvió a Fasnia, pero esta vez como párroco interino de San Joaquín, ya que esta parroquia había quedado vacante por promoción de su titular, el mencionado don Juan de Castro, a prebendado de la Santa Iglesia Catedral de Tenerife.

Pocas semanas después, el 5 de enero de 1820, el provisor y vicario capitular del Obispado expidió el título y nombramiento de cura propietario de la mencionada parroquia de San Joaquín del lugar de Fasnia, “vacante por promoción del Sor. Dn. Juan de Castro Baute a una de las medias Raciones de la Stâ Yglesa. Catl. de esta Ysla”, a favor del presbítero don Felipe José Díaz y Gómez, cuyo empleo le fue concedido por el tiempo de la voluntad de su Señoría, “con las facultades necesarias y demás de estilo”. Pero aunque desconocemos los motivos, don Felipe José presentó muy pronto la renuncia a dicha parroquia; por ello, el 9 de marzo inmediato se nombró cura de San Joaquín al sacerdote don José Nicolás de Torres; no obstante, nuestro personaje continuaría al frente de ella hasta el 22 de dicho mes de marzo, en que tomó posesión el nuevo párroco.

El Sr. Díaz Gómez regresó a Arico, donde residiría en la casa familiar de la calle del Calvario, en El Lomo, con la compañía de su hermana doña Josefa y de un criado. Quedaría desde entonces adscrito a la parroquia de San Juan Bautista, colaborando con el párroco don Zoylo Pablo de Herrera y Cruz; para ello, el 15 de abril de 1822 el provisor del Obispado le prorrogó las licencias de celebrar, confesar y predicar por tres años. Por ausencia del mencionado titular, don Felipe José se haría cargo de la parroquia durante más de un año, desde el 6 de mayo de 1822 hasta el 14 de julio de 1823, en concepto de cura interino.

Cura encargado de Fasnia, mayordomo de la ermita de Abona y de la cofradía de animas, y notario publico eclesiástico.

Hacia 1823 se fue a vivir con don Felipe su madre, que ya por entonces se hallaba viuda.
A mediados de 1828 nuestro sacerdote se ausentó a la Villa de La Orotava, donde continuaba residiendo en enero de 1829, por lo que no pudo sustituir al párroco que por entonces se hallaba enfermo. Al poco tiempo se reintegraría a su pueblo natal, para volver a salir de él en el mes de julio de dicho año, al ser nombrado cura encargado de San Joaquín de Fasnia, por ausencia del párroco propietario don Domingo González de Marina. Una vez de vuelta en Arico, el Sr. Díaz continuó viviendo en El Lomo con su familia; pero a partir de 1835 quedaría sólo con una criada.

El 31 de marzo de 1836 el sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez solicitó licencia para decir dos misas en los días de fiesta, una en la parroquia de Arico y otra en una de las ermitas de su jurisdicción, o bien las dos en sendas ermitas. Sólo estaba el párroco y dicho sacerdote para atender a un vecindario de más de 400 vecinos, disperso en varios núcleos, en cuyo distrito además de la iglesia parroquial, estaban abiertas al culto las ermitas de Ntra. Sra. de la Luz en el pago de Arico el Nuevo, y del Apóstol San Bartolomé en el del Río, y contiguo a éste la ermita de San Juan Bautista, en Chimiche, ya en la jurisdicción de la Granadilla, cuyas ermitas distaban de sus respectivas parroquias más de una legua, por lo que era imposible que todos los fieles pudiesen concurrir los días festivos a la parroquia a cumplir con el precepto de oír el Santo Sacrificio de la Misa.2

Las dificultades económicas por las que atravesaba nuestro sacerdote le motivaron a dirigirse al  Obispado el  10 de julio de  1836, en  solicitud del  empleo de  notario público eclesiástico: “D. Felipe Díaz Gómez, clérigo pobre sin bienes espirituales, pocos temporales, no reune congrua para retener con decencia su carácter  sacerdotal, sólo recibe limosnas por el Santo Sacrificio de la misa, solicita el título de Notario, pues sólo hay un notario que es un paisano labrador”. Pero las relaciones con el párroco de la localidad no debían ser muy buenas, puesto que el 23 de agosto de ese mismo año don Zoylo Pablo informaría negativamente la solicitud: “El citado  clérigo  es ambicioso, pues quería  despojar  a  Cartaya  del empleo de Tasmiero y pretende ahora la Notaría”; además, alegaba que “se ausenta por lo regular de la parroquia”. A pesar de dicho informe, don Felipe José fue nombrado notario público eclesiástico de la localidad, cargo que ya desempeñaba en 1840 y en el que continuaba en diciembre de 1843.

Simultáneamente, el 2 de diciembre de 1836 había sido nombrado mayordomo de la incendiada ermita de la Playa de Abona, en sustitución del capitán don Antonio Peraza y Mejías, quedando “encargado de la cobranza y administración de todas las pertenencias que pudiesen corresponder   a  la  citada  imagen,  por  tiempo  de  la  voluntad  de  su  Iltmo.”.  También desempeñaba por entonces la Mayordomía de la Cofradía de Ánimas de la parroquia de Arico.

Cura encargado de Granadilla, mayordomo de fabrica y párroco interino de Arico.

El 5 de febrero de 1837 don Felipe José volvió a hacerse cargo de la parroquia de Arico como párroco servidor, por muerte del titular, el ya mencionado don Zoylo Pablo de Herrera y Cruz; permaneció a su frente hasta el 18 de ese mismo mes, en que tomó posesión de ella el nuevo párroco don Hipólito Casiano Bello, con quien continuaría colaborando en las labores sacramentales.

En virtud de sus nuevas responsabilidades, la situación económica del sacerdote Díaz mejoró notablemente, figurando en 1838 como uno de los electores de Arico, con una renta líquida anual de 1.500 reales. Entre el 19 de agosto y el 20 de octubre de dicho año se volvió a ausentar de Arico, esta vez al inmediato pueblo de Granadilla de Abona, en cuya parroquia celebraría distintos sacramentos en ese período. A esta localidad volvería en octubre de 1839 para encargarse de la parroquia de San Antonio de Padua, por ausencia del titular don Francisco Rodríguez Méndez.

En una relación de los eclesiásticos adscritos a la parroquia de Arico, firmada por el párroco don Hipólito Casiano Bello a 7 de julio de 1840, figuraban un clérigo tonsurado y cuatro presbíteros, entre ellos “Don Felipe Díaz, Presbítero a título de Patronato”.

Entre 1842 y 1843 colaboraría estrechamente con el nuevo párroco de Arico, don José Pérez, a quien redactaba todas las partidas, y con el siguiente, don Simón Díaz Curbelo. Por entonces, nuestro biografiado renunció a los cargos de mayordomo de la Cofradía de Ánimas y de la de Ntra. Sra. de Abona en la iglesia de San Juan Bautista del Lomo, por lo que el 10 de agosto de 1846 se expidieron dichos títulos a favor del militar don Diego de Torres y Trinidad, vecino de Arico el Nuevo.

Según otra relación de clérigos vinculados a la parroquia de San Juan Bautista, fechada en febrero de 1847, don Felipe José era: “Presbítero secular, de 62 años, viste hábito clerical, lleva corona abierta y asiste al coro”.

La siguiente época fue muy favorable para nuestro sacerdote, pues el 3 de junio de 1851 se le expidió el título de mayordomo de fábrica de la parroquia de Arico; el 5 de agosto de ese mismo año se le refrendó el título de notario público de la Banda del Sur; y el 29 de abril de 1853 se le concedió licencia para decir una segunda misa en la localidad durante la escasez de sacerdotes. Continuaba en el importante cargo de mayordomo de fábrica en noviembre de 1855.

A partir del 11 de junio de 1853 el Sr. Díaz Gómez se hizo cargo de la parroquia de San Juan Bautista, por enfermedad de don Simón Díaz Curbelo, siendo nombrado párroco interino de ella el 31 de octubre del mismo año por fallecimiento del titular. Continuó a su frente hasta el 3 de mayo de 1854, salvo un corto período en que la desempeñó como párroco servidor el presbítero don José Fresneda y Tejera (del 17 de diciembre de 1853 hasta el 14 de enero de1854).

Don Felipe José continuó colaborando con el nuevo párroco propio, don Antonio Martín
Bautista, sustituyéndole por ausencia en julio de 1854, como cura servidor. El 13 de abril de 1855 se le prorrogaron las licencias de celebrar, confesar, predicar y duplicar, por el tiempo de la voluntad del obispo ordinario.

Don Felipe José nació en el Lomo de Arico y estuvo ligado durante casi toda su vida
a la iglesia de San Juan Bautista, en la imagen.


Dificultades económicas y fallecimiento

Las dificultades económicas, que siempre constituyeron una constante en la vida de don
Felipe José, se agravaron en su ancianidad, obligándole a otorgar en el Lomo de Arico y ante testigos el siguiente documento, el 6 de agosto de 1857:

Hallándome  en  una  edad  avanzada,  delicado  de  salud,  y escaso  de  medios para  su subsistencia, mediante la esterilidad  de los años y gastos que se la han ocasionado,  ha ocurrido a Don Martín Rodríguez que lo es de la Granadilla  a fin de que le remediase de alguna manera para atender a sus gastos, a lo que el referido Don Martín Rodríguez se ha prestado gustoso no solo por ahora sino también para lo sucesivo, todo por hacerle buena obra y sin premio ni interés alguno, con el fin de que se lo devuelva cuando el exponente llegue a mejor estado de fortuna; pero si llegase su fallecimiento antes de haber pagado al Don Martín todos los suplementos que le fuese haciendo, es su voluntad que el Don Martín se cobre en lo más bien amparado de sus bienes a justa tasación de Peritos que nombren por una parte  el Don Martín y por otra los herederos del exponente, y si los indicados peritos no viniesen acorde nombrarán otro cada parte de por sí, y de los cuales el que le toque en suerte será el perito que dirimirá  la discordia de los otros dos, a cuyo precio tendrá  el Don Martín  que tomarlos  y sus herederos  que otorgarle  el correspondiente documento, y si estos se negaren a lo que deja expuesto, faculta a los Jueces y Justicias de la  Nación a  quienes competen que lo hagan  como si fuese el mismo otorgante  o sus herederos, siendo de su cuenta los gastos que se ocasionen hasta que el Don Martín quede enteramente satisfecho de las cantidades a que ascienden los indicados suplementos, cuyo importe se ha de cubrir en terrenos como ya deja dicho, y no en metálico, pues así se lo tiene prometido, mediante a que si el Don Martín no se hubiese prestado a hacerle este favor tendría que principiar a enajenar desde el día, y como no sabe a cuanto ascenderán los gastos que necesite cantidad alguna; pero es también la voluntad del que expone que tanto él como sus herederos o la Justicia en último caso, abonen al Don Martín todas las partidas que con su recibo se presenten a órdenes que dé a alguna otra persona para que perciba cantidades u otras especies del Don Martín, sin que sea preciso más requisito que su firma; pero si por cualquiera  acontecimiento llegase el caso de no poder firmar se abonarán  también al mismo Don Martín cualquiera  libranza  que de su orden presente firmada por dos testigos. Y hallándose presente el expresado Don Martín Rodríguez acepta este contrato en los mismos términos que viene estipulado, obligándose ambos otorgantes con sus personas y bienes presentes y futuros a cumplirlo cada uno por sí en la parte que le corresponda.

Fueron testigos presentes de la otorgación el cura párroco don Antonio Martín Bautista, el alcalde tercero don Florentín Gómez Díaz, don Felipe Martínez, don Antonio Enrique y Hernández y don Antonio Gaspar de Morales. Al año siguiente, don Felipe José y don Martín redactaron otro documento aclaratorio, fechado ante testigos en Arico a 8 de abril de 1858, en el que se especificaba:
Que examinado éste posteriormente, como se observase no hallarse  expresada con toda claridad  la  intención  de  los  otorgantes,  han  venido a  aclararlo   y adicionarlo  por  el presente; y en tal virtud declaran: que al decir en el Documento que caso de no satisfacer el D. Felipe José Díaz al D. Martín Rodríguez las cantidades que le facilitase, las cobrase éste después de su fallecimiento en lo más bien amparado  de sus bienes, quisieron decir, que podía verificarlo a su elección en los que quisiere, pues sólo por esta circunstancia es por la que se presta el D. Martín a adelantar  aquellas sumas sin interés alguno, habiendo de pagársele en terrenos por el precio de tasación; de consiguiente se obliga el D. Felipe José Díaz y Gómez, a que el pago al D. Martín Rodríguez se ha de hacer en terrenos, sin que sus herederos le puedan compeler a recibirlo en dinero, y que además se ha de verificar en los que quiera escoger el D. Martín, sin otra restricción, sino que ha de tomarlos por su valor íntegro según aprecios; con advertencia de que estos aprecios han de practicarse por medio de dos peritos, uno de cada parte, como se estipuló en el documento citado, que sólo se altera por el actual para el caso de discordia, pues si la hubiese, entonces en lugar de sacar a la suerte el tercero, lo será el que designe el Juzgado y a costa de los herederos de D. Felipe José Díaz y Gómez, y con la advertencia  también de que si las cantidades  que hubiese anticipado el D. Martín Rodríguez no alcanzasen a cubrir el valor del terreno o baremos que quiera tomar, podrá a su arbitrio, o bien separar la porción que le acomode y baste a pagarle o tomar el todo de la finca o fincas que apetezca, devolviendo el exceso del precio.

De esta segunda otorgación fueron testigos el mismo párroco don Antonio Martín Bautista, don Simón Hernández, don José Antonio Morales, don Antonio Enrique y Hernández y don Miguel Martín y León.

El 2 de mayo inmediato, hallándose gravemente enfermo, el sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez otorgó disposición testamentaria ante testigos. Seis días después, el 8 de ese mismo mes de mayo de 1858, dejaba de existir en su domicilio del Lomo de Arico, cuando estaba a punto de cumplir los 73 años de edad; se le habían administrado los Santos Sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extremaunción. Al día siguiente se oficiaron las honras fúnebres en la iglesia de San Juan Bautista, a la que había estado tan ligado durante toda su vida, y a continuación recibió sepultura en el cementerio de dicha localidad. Según había dispuesto en su testamento, el 9 de mayo de 1859 se celebró en la iglesia parroquial el “Cabo de año” por su alma.
Octavio Rodríguez Delgado) [blog.octaviordelgado.es]

Notas:

1  Sobre este personaje puede verse también otro artículo de este mismo autor: “Personajes del Sur (Arico): “El sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez (1784-1858)”. El Día (La Prensa del domingo), 2 y 9 de diciembre de 1990. Con posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 Archivo Diocesano de Tenerife. Documentación por pueblos, Arico, caja 54.



















































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