EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1551-1560
CAPITULO XXXIV
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1552. La tazmía de Chinech (Tenerife) arrojaba la cifra de 13.428
habitantes distribuidos entre 23 pueblos. Se había, pues, producido un
incremento neto de más de 4.000 nuevos pobladores a consecuencia de los saldos
vegetativos altos y a la inmigración. Eguerew (La Laguna) concentraba un buen
porcentaje de los totales insulares. La siguen en importancia las poblaciones
de La Orotava,
«Realejo de Taoro» y Garachico.
1552. Pues habemos puesto el sitio de las
Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde van a ellas, para
cumplimiento de la obra y para contentamiento de los leyentes, especial
extranjeros, que tienen poca noticia de él. Parten los que navegan a Indias de
San Lúcar de Barrameda, donde entra Guadalquivir en la mar, que está de la
línea Equinoccial treinta y siete grados, y en ocho días o doce van a una de
las islas de Canaria, que caen a veinte y siete grados, y a doscientas y
cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la más occidental,
De allí hasta Santo Domingo, que hay al pie de mil leguas, suelen por la mayor
parte ir en treinta días. Tocan o ven primero a la Deseada, o alguna otra
isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para
la ida, navegan seiscientas leguas los que van a la Nueva España y
trescientas y cincuenta los que van a Yucatán y a Honduras; doscientas y
cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que a Santa
María, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van a Cubagua, donde
sacan perlas, toman su camino desde la Deseada a mano izquierda; para ir al río Marañón
y al de la Plata
y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por
Canaria a las islas de Cabo Verde, que están en catorce y quince grados, y
cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconocen tierra firme
de Indias en el Cabo Primero o en el cabo de San Agustín, o no muy lejos, que,
según cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo Verde.
Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí a Panamá por tierra,
diecisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca
no se navega siempre en aquel mar del Sur.
A la vuelta vienen todos, si no quieren perderse,
a la Habana de
Cuba, que cae debajo el trópico de Cáncer, y desde allí, echando al norte por
tener viento, suelen tomar la
Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, según
mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los
Azores, y en fin, aportan a España, de donde salieron. Desvíanse a la venida,
de la derrota que llevaron, trescientas leguas, y aun por ventura
cuatrocientas. Hacen tan diferente camino a la vuelta por seguridad y presteza.
Segura navegación es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no
cuenten de tormentas; lo peor de pasar a la ida es el golfo de las Yeguas,
entre Canaria y España, y a la venida, la canal de Bahama, que es junto a la Florida. Ningún
hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del rey, y
todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratación de
Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y
también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo dicha pena,
aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que
así lo manda la ley. (Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia
general de las Indias y conquista de México (1552) [Cap.CCXXI]
1552.
El ingeniero de origen cremonés Leonardo Torriani
plantea, sin éxito, la creación de dos pequeños muelles para proteger mejor el
puerto natural de Garachico en Tenerife.
1552.
Hallándose las islas bloqueadas
por los navíos de Francia, y la de Tenerife bajo el gobierno del licenciado
Juan de Miranda, fue constante la preocupación de su Concejo y Regimiento por
la fortificación del puerto de Santa Cruz de Tenerife.
Ya hemos dicho también cómo a
raíz del ataque de "Pie de Palo"
a Santa Cruz de La Palma,
el Concejo, Justicia y Regimiento de Tenerife, siempre preocupados por la
defensa de la tierra, habían nombrado como su mensajero a Juan Benítez de las
Cuevas, con el especial encargo de pedir al Rey el emplazamiento de tres nuevas
fortalezas: una en Santa Cruz, otra en Garachico y la tercera en el puerto de La Orotava, dotándolas con 20
piezas de artillería; aunque, a decir verdad, sin obtener el menor resultado
práctico.
Aquel mismo año de 1553 el
regidor don Pedro de Ponte solicitó también autorización de la Corona para construir un
castillo o torreón en Adeje, donde poseía magníficas heredades e ingenios,
alegando como motivo particular las constantes incursiones de los franceses,
que iban a hacer aguada en su término, con los consiguientes saqueos y daños.
Sin embargo, ni este ni otros
castillos se levantaron por entonces, a excepción del de Santa Cruz, construido
por iniciativa y bajo la dirección de Cepeda ya costa de los propios del
Cabildo de la isla. Estaba emplazado sobre el antiguo baluarte-ahora
derruído-del puerto de Santa Cruz, o sea en el saliente de costa formado entre
la caleta de Blas Díaz y la playa de la Carnicería, y era una recia construcción militar
de sillería en su base y de mampostería en el resto de la edificación con dos
cubelos emplazados, respectivamente, en el ángulo sudoeste el primero y
separado del cuerpo central el segundo, para más protección de la caleta
indicada. Su primer alcaide o guarda mayor fué el regidor don Juan Ortiz de
Goméztegui, propuesto por el Cabildo y confirmado por el Rey en julio de 1557.
El gobernador López de Cepeda
organizó, además, en Tenerife-no olvidando sus aficiones náuticas-una flota
para operar contra los moros de Berbería, aprovechándose de la merced hecha por
el Emperador en 1526 de los quintos de la Corona para los armadores que fuesen contra
turcos y moros.
A López de Cepeda hay también que
atribuirle la reorganización de las milicias de la isla de La Palma, para cuyo objeto se
trasladó por dos veces a Santa Cruz en la primavera y el verano de 1554,
residiendo en ella por espacio de algún tiempo.
Durante su estancia dió posesión
de la capitanía general de La
Palma a Juan de Monteverde, que así se lo exigió en virtud de
la Cédula real
de que era portador, y aunque gran parte de los vecinos la contradijeron,
alegando ser el beneficiario, hijo de padres extranjeros y haberla obtenido con
engaños, López de Cepeda optó por dar a Monteverde posesión de su cargo, sin perjuicio de informar al Rey,
como lo hizo, sobre el particular.
De igual manera y con la misma
oposición dió López de Cepeda posesión a Monteverde de la alcaidia de las
fortalezas de La Palma,
aunque exigiéndole el cumplimiento de la promesa hecha al Rey de contribuir a
sus expensas a fortificar Santa Cruz de La Palma.
Sin embargo, don Juan López de
Cepeda no juzgó oportuno el cumplimiento textual del compromiso, sino que
eximiéndole de levantar en La
Caldereta una nueva fortaleza (por juzgar aquella parte
defendida con los tiros de la torre de San Miguel), le exigió, en cambio, dar
fin y remate a su costa al castillo de Santa Catalina. Dicha solución tampoco
satisfizo a los regidores palmeros, pues aseguraron que no era justo que
habiendo gastado la ciudad, en más de cuarenta años que llevaba la edificación,
cerca de
3.000 ducados, se beneficiase con
la alcaidía de la misma Juan de Monteverde.
Poco antes se había recibido en La Palma la Real cédula de 8 de
abril de 1554, por la que el Emperador autorizaba a la isla para repartir 3.000
ducados entre los vecinos, con objeto, de reparar las fortificaciones después
de la invasión de los franceses. Con tal fin se reunió el Cabildo el 4 de mayo
de 1554 para acordar la distribución de dicha cantidad en proporción a la
cuantía de las fortunas; y aunque la nobleza se opuso a participar en el
repartimiento general de los 3.000 ducados, alegando sus privilegios, fué
obligada a la postre a contribuir gracias a la enérgica actitud del regidor don
Pedro de Alarcón.
De esta manera se pudo iniciar
con ahínco y empuje la fortificación de la ciudad, aunque con las mutaciones
impuestas por las circunstancias, pues ni Juan de Monteverde edificó el nuevo
fuerte autorizado de La
Caldereta, ni el Cabildo de la isla gastó los 3.000 ducados
en dar remate al castillo de Santa Catalina-conforme indicaba la Real cédula de 8 de abril de
1554-, sino que se empleó aquel caudal en el reparo de la torre de San Miguel y
en otros gastos de fortificación.
Con objeto de artillar estas
nuevas construcciones, el Cabildo hizo infonnación pública el 13 de agosto de
1554, ante el gobernador López de Cespeda y a pedimento del jurado Francisco de
Belmonte. De ella resulta que estaban faltas las dos fortalezas de doce
"piezas gruesas" de artillería, necesarisimas por ser Santa Cruz de La Palma "el puerto más frecuentado de Canarias por navíos que en él se
detienen para sus cargazones y refrescos...". La isla decidió enviar
un mensajero al Rey acompañando la mencionada información, y para ello fue
escogido el regidor Domingo García.
Este arduo problema de artillar
las nuevas fortificaciones construidas o en construcción, que afectaba
principalmente a Gran Canaria por el número de ellas, trató diferentes veces de
resolverlo por sus propios medios don Rodrigo Manrique de Acuña, conocedor
mejor que nadie de los atrasos y urgentes apremios de la Corona para atender a tan
distintos y diversos escenarios de guerra. En 1552, siendo por primera vez
gobernador Manrique, se habían encargado varias piezas de artillería: a Málaga
y Flandes; pero con tal desgracia, que cuando venían de camino se hundieron
unas en el estrecho de Gibraltar (las malagueñas), siendo capturadas las otras
por los piratas franceses. Ahora, en
1554, se volvió a repetir, con feliz resultado, lá demanda por medio de un
mercader flamenco, saliendo fiador del pago, con su fortuna, don Pedro Cerón;
así pudo recibir la isla ocho cañones nuevos e infinidad de arcabuces,
mosquetes y otras armas. Las demás islas procuraron imitarla en el camino
emprendido.
Don Rodrigo Manrique de Acuña
podía estar contento de su labor, que en pocos meses había colmado todas las
esperanzas en él puestas y logrado que por segunda vez los franceses pasasen de
largo sin molestar las costas canarias. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1552. La colona
Margarita de Acevedo, hija de Gómez de Acevedo y de Onés Borges, pasó con su
padre de Lisboa a Tenerife. Casada con el capitán Pedro Méndez. Su marido la
mató cuando la sorprendió culpable de adulterio.
1552.
Una Flotilla francesa de 5 navíos al
mando de Pierre Rubin y Guillaume Maron, se sitúa entre las islas de Chinech
(Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) al acecho para interceptar las
embarcaciones que navegan entre las dos islas. Para el 3 de Abril ya habían
capturado 8 buques.
Unos
días después, juzgando la situación insostenible, el Gobernador español en
Tamaránt (Gran Canaria), Rodrigo de Manrique, arma varios buques mercantes
canarios en Winiwuada (Las Palmas) con las piezas de las Fortalezas y se
enfrenta a los piratas a la vista de la misma ciudad de Winiwuada (Las Palmas).
El 19 de ese mismo mes, Manrique los obliga a rendirse, capturando cuatro de
los navíos corsarios y entrando en triunfo en la ciudad con los prisioneros
franceses.
1552. En
Garafía, isla de Benahuare (La
Palma) El templo de una nave de la secta católica que, por
mandato del obispo, se levantó cerca de la costa, lo fue para trasladar a ella
la parroquia de San Antonio. En efecto el santo y los ornamentos sagrados
fueron traídos a la nueva iglesia, que se bendijo, aún inconclusa, a principios
de 1552, y en la que se dio culto católico al santo de Padua.
Pero
los vecinos del monte no se conformaron; y cuando el visitador del
obispado Luís de Padilla estuvo en
Benahuare (La Palma)
(Luís fue visitador, con intervalos, desde 1532 hasta 1557), a petición de los
moradores de arriba envió un clérigo católico a Garafía con el mandamiento de
que volviera la imagen de San Antonio y los ornamentos sagrados a la iglesia
del monte. En esta situación, Diego Yanes (apellido tipicamente portugués, pues
el castellano correspondiente es Yáñez) pidió al visitador que esta iglesia,
ahora sin titular por el traslado de San Antonio a su ubicación primitiva, se
dedicara al culto de la Virgen,
en su advocación de Nuestra Señora de la
Luz, petición a la que accedió el visitador. Naturalmente
esto sucedió mucho antes de 1557. Así nació la parroquia de Nuestra Señora de la Luz. A instancia de los
vecinos, para evitar, competencias, en el verano de 1558 se crearon los curatos
de que el mismo párroco sirviera las dos iglesias. Los libros sacramentales se
llevaron sólo por el curato de la
Luz, y se iniciaron en 1560.
1552.
(I. INTRODUCCIÓN.)
Existe una laguna importante en el
estudio de las haciendas canarias, que podrían alumbrar importantes aspectos de
la estructura agraria en el Antiguo Régimen y su adaptación a la coyuntura
económica. Es sabido que en el s. XVI se produce un relevo en el principal
producto de exportación, el azúcar, que da paso al ciclo vitícola. No obstante,
los estudios dedicados a estos dos cultivos son muy generales referidos a su
fase de introducción y apogeo (caso del azúcar) o incidiendo especialmente en
el aspecto comercial y reglamentaciones (caso del vino). A nuestro juicio,
queda por aclarar a nivel general y particular el proceso de Sustitución y
profundizar en sus causas, hasta ahora reducidas a una mera referencia a la
competencia antillana y marroquí.
El
presente estudio se centra en una conocida hacienda de la Isla Baja, zona clave
para la agricultura de exportación (llegó a tener 4 ingenios), y el
período elegido se sitúa de lleno en los años de recambio.
Dada
la naturaleza de las fuentes utilizadas —protocolos notariales no podemos cubrir los objetivos que nos
habíamos propuesto en su totalidad, por lo que continúan interrogantes que
podrán ser satisfechas con acceso a libros de cuentas y manejo de protocolos
anteriores a esas fechas o de otros escribanos.
Antes de
adentramos en el tema es conveniente situar la hacienda en el espacio y tiempo
históricos. Estaba enclavada en el extremo NE. del lugar de los Silos. En la
segunda mitad del s. XVI, a partir del decenio 1560-1570, dicho lugar
experimenta un incremento demográfico notable, a la par que la viña se
convierte en el cultivo exportador dominante. La hacienda de Daute,
según la tazmía de 1552, tenía un importante peso en la población de Los Silos,
pues de un total de 206 habitantes, 71 correspondían a la hacienda. Ello
y su importancia agrícola e industrial, que originaba una dependencia de buena
parte de los vecinos de la zona, daba lugar a su consideración como una unidad
autónoma por parte de los lugareños y los dueños de la hacienda.
Nuestro
estudio comienza en 1555, aunque hemos examinado legajos anteriores a ese año,
por ser ésta la fecha en que llega a la isla y se hace cargo de la
administración de la hacienda y otros bienes el sucesor en el mayorazgo, Gaspar
Fonte de Ferrera, pero antes es imprescindible una referencia a los lazos que
unían a los Fonte con Canarias (especialmente con Tenerife) y una aclaración
jurídico-administrativa sobre la creación del mayorazgo de Daute, sus
arrendamientos y pleitos durante todo el s. XVI.
II. LOS FONTE Y TENERIFE: UNAS TEMPRANAS RELACIONES
Para la
elaboración de este apartado nos hemos basado en obras ya publicadas,
adjuntando un árbol genealógico que servirá de guía para todo el artículo.
Esta
familia catalana de mercaderes estaba inscrita en el registro de ciudadanos
honrados de Barcelona y tenía privilegios de nobleza. Juan Fonte poseía el
mayorazgo de la casa Fonte en Barcelona. Desde fines del s. XV su radio de
acción más importante se centra en el sur de España, dedicándose a la trata de
esclavos.
Una rama
de la familia, representada por Andrés Fonte, comercia con esclavos guanches
desde Valencia. Pero los Fonte que nos interesan, y a la par los más
importantes, son los de Cádiz: los hermanos Rafael y Miguel. Desde 1496 actúan
como aseguradores marítimos y comerciantes en el tráfico de esclavos, azúcares,
vinos y otras mercaderías entre Canarias, Madera, Cádiz, Valencia y Barcelona.
Su factor en Canarias era Jaime Cáncer, que hace de intermediario en La Gomera, La Palma y Gran Canaria. En
1506 hace su presencia en Tenerife Rafael, donde será apoderado del Obispo de
Palencia y del chantre de Cádiz. A partir de aquí se va a convertir Tenerife en
la isla preferida para su comercio e inversiones. Las noticias sobre la
importancia económica y poderosas relaciones de esta familia son frecuentes en
los acuerdos del Cabildo. En el citado año de 1506 se cita a Rafael como el
encargado ‘de traer armas de Castilla para la isla. Su actividad comercial
variaba desde la venta de ropas hasta la compra de azúcar a los Condes de La Gomera, pero el mayor
beneficio y la base de sus futuras propiedades estará en los préstamos
concedidos a personajes de la oligarquía insular, en la que pronto se integra.
Así, Alonso de Lugo y Hernando del Hoyo —ambos poseedores de ingenios— son
deudores de los hermanos Fonte. Desde 1506 Lugo les cede la comercialización
del azúcar de su ingenio de Icod. Con Hernando del Hoyo debió entablar relación
por esas fechas, pues en 1507 poseía bienes y cañaverales en compañía de
Cristóbal Becerra en el heredamiento que aquél tenía en los Realejos, y en 1509
Hernando debía a los hermanos —en sociedad con otros mercaderes— 1.027.224 mrs.
El endeudamiento progresivo de Lugo obliga a éste a ceder a Rafael en octubre
de 1508 las rentas de azúcares y otros productos de su ingenio y heredamiento,
asimismo en Los Realejos. Pero esto no es suficiente, pues la deuda era ya de
3.251.000 mrs., y el Adelantado en ese mismo mes le otorga la renta de 730
arrobas de azúcar que le tributaba Gonzalo Yanes en su ingenio de Daute,
iniciando de esta forma la penetración en la zona que sería centro de su
mayorazgo. Al año siguiente, este ingenio, —que desde 1502 tenía a censo
Gonzalo Yanes— es vendido a los Fonte por Lugo, pasando a ser los poseedores
del dominio directo.7 También logran trabar relaciones con otro
ingenio de La Orotava,
que era del duque de Medina Sidonia y estaba arrendado por un factor suyo a
Diego de San Martín, quien en 1510 debía a Rafael 100 a. de azúcar, adquiriendo
del citado arrendatario tierras en el valle de La Orotava, esclavos y
animales. Esta penetración en el negocio azucarero explica la licencia que se
les concede en 1511 para aserrar tablazones en Los Realejos e Icod para cajas
de azúcar.
Además de
su riqueza y red comercial, los Fonte —o al menos Rafael— estaban bien
relacionados en la Corte
donde, según consta en sesión del Cabildo, eran muy conocidos, tanto del rey
como de sus oficiales. Dado el control que el Cabildo ejercía en la economía
insular y la distancia a la
Corte, era evidente la necesidad para los Fonte de participar
en las decisiones de ese organismo. Rafael obtiene el regimiento por concesión
real a fines de 1512, si bien no toma posesión hasta abril de 1513, uniendo
este cargo al de regidor de Cádiz que ya ostentaba. En ese año sus compañeros
del Consejo le ortogan su confianza, «por ser persona caudalosa», para traer
armas y pertrechos para defensa de la isla. Entretanto, las relaciones con el
Adelantado empeoran. Este obtiene de la Corte una moratoria para pagar deudas a Rafael y
a Francisco Ribero —mercader genovés—, «dado que éstas son personas ricas».
Como regidor, Rafael pronto se sitúa en el grupo hostil a Lugo, quien se opone
a que Fonte vaya a la Corte
en representación del Cabildo en 1514, llegando a encarcelar a varios regidores
del grupo de aquél para impedir su voto. En estos años debió adquirir Rafael el
dominio directo de tierras en Daute, pero no tenemos constancia documental. Lo
mismo tenemos que decir sobre otras posesiones en El Sauzal y Tacoronte. Sí
sabemos que disponía de un depósito de mercancías en Santa Cruz8 y
que era dueño de un navío, con el que exporta azúcar de Gran Canaria a Cádiz.
Emprende viaje a esta ciudad en agosto de 1514, regresando a Tenerife
hacia octubre de 1516, según podemos deducir de las actas del Cabildo. Esta
estancia será la última y más corta, dejando de forma definitiva la isla en
agosto de 1518. Como señala el investigador Enrique Otte, la razón de la
elección de Cádiz como lugar de asentamiento frente a Tenerife se debió a la
compleja red comercial y de letras de cambio que estaban tejiendo los hermanos
desde aquella ciudad. En 1519, fecha de la muerte de Miguel Fonte, Rafael
recibe un poder del Cabildo tinerfeño para que defienda ante la Corte las franquicias de la
isla, gestión que parece no da resultado. (La Hacienda
de Daute: 1555-1606. José
Miguel Rodríguez Yanes. En: www.lossilos.eu/josemiguel/haciendadaute7.htm -)
1552. Pues habemos
puesto el sitio de las Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde
van a ellas, para cumplimiento de la obra y para contentamiento de los
leyentes, especial extranjeros, que tienen poca noticia de él. Parten los que
navegan a Indias de San Lúcar de Barrameda, donde entra Guadalquivir en la mar,
que está de la línea Equinoccial treinta y siete grados, y en ocho días o doce
van a una de las islas de Canaria, que caen a veinte y siete grados, y a
doscientas y cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la
más occidental, De allí hasta Santo Domingo, que hay al pie de mil leguas,
suelen por la mayor parte ir en treinta días. Tocan o ven primero a la Deseada, o alguna otra
isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para
la ida, navegan seiscientas leguas los que van a la Nueva España y
trescientas y cincuenta los que van a Yucatán y a Honduras; doscientas y
cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que a Santa
Marta, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van a Cubagua, donde
sacan perlas, toman su camino desde la Deseada a mano izquierda; para ir al río Marañón
y al de la Plata
y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por
Canaria a las islas de Cabo Verde, que están en catorce y quince grados, y
cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconocen tierra firme
de Indias en el Cabo Primero o en el cabo de San Agustín, o no muy lejos, que,
según cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo Verde.
Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí a Panamá por tierra,
diecisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca
no se navega siempre en aquel mar del Sur. A la vuelta vienen todos, si no
quieren perderse, a la Habana
de Cuba, que cae debajo el trópico de Cáncer, y desde allí, echando al norte
por tener viento, suelen tomar la
Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, según
mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los
Azores, y en fin, aportan a España, de donde salieron. Desvíanse a la venida,
de la derrota que llevaron, trescientas leguas, y aun por ventura cuatrocientas.
Hacen tan diferente camino a la vuelta por seguridad y presteza. Segura
navegación es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no cuenten
de tormentas; lo peor de pasar a la ida es el golfo de las Yeguas, entre
Canaria y España, y a la venida, la canal de Bahama, que es junto a la Florida. Ningún
hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del rey, y
todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratación de
Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y
también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo dicha pena,
aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que
así lo manda la ley. Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia general
de las Indias y conquista de México (1552)[Cap.CCXXI]
1552.
Entre las escuadras que partieron
de la Rochela Francia
destacan la organizada por el armador rochelés Jean Jolin, que había residido
en San Sebastián (España) gran parte de su vida, desde donde se había
trasladado a su ciudad natal en 1549, y la que preparó, con el propósito de
vengar a su padre de la muerte que le habían infligido los españoles Antoine y
Alfonse de Saintonge.
La primera escuadra estaba
compuesta por dos naos grandes, dos carabelas y un patache -barco pequeño de
vela de 2 palos que se usaba como escampavías- e iban al frente de ella Pierre
Rubin y Guillaume Maron, los mayores pilotos de toda la costa de Indias de
Castilla y del Brasil y estos mares que había en Francia; asimismo iban en ella
dos piratas muy famosos: Jean Bulin y Pierre Severino, muy nombrados corsarios
que en tiempo de paz habían hecho muchos daños y crueldades, y otros pilotos de
gran fama, capitanes, un factor del Rey de Francia y 214 hombres de
tripulación. Llegó esta flota a Canarias camino de las islas del Perú como
denominaban a las Antillas los piratas franceses del siglo XVI, en Febrero de
1552, y la flota canaria acababa de hacer prisionero a un gran piloto francés
que había atravesado dos veces el estrecho de Magallanes y llegado a las
Molucas. Esta escuadra francesa comenzó a impedir el tráfico entre las islas,
apresando primeramente dos navíos cargados de cebada y trigo para
abastecimiento de la isla. Un tercer barco cargado también de trigo, pudo
escapar encallando en la costa trabándose entre los paisanos que acudieron en
su ayuda y los franceses un desigual combate en el que murieron tres de éstos,
retirándose la armada francesa abandonando su presa al tener noticia de que la
flota canaria se disponía a hacerse a la mar. Desde Gran Canaria pasaron los
franceses a Tenerife a hacer aguada y mientras la efectuaban los naturales
cayeron sobre ellos capturaron un capitán, y siete soldados y a otros varios.
Se establecieron nuevamente entre
ambas islas para interceptar su comercio muy activo pues Gran Canaria se
abastecía de grano y vino de Tenerife y día tras día, iban cayendo en poder de
los franceses los navíos isleños hasta el punto de que el 3 de Abril de 1552 ya
llevaban capturados ocho, tres de gran porte, que remitieron a Francia y otros
cinco que libertados después del saqueo, hicieron su entrada en el Puerto de la Luz con sus hombres heridos y
maltrechos por las crueldades de los franceses.
Después de mandar en una barca
con bandera de paz un criado de toda confianza para conocer las fuerzas
enemigas que parlamentó con ellos los días lunes, martes y miércoles Santo de
1552, el viernes Santo 15 de Abril, después de oídos los oficios divinos por
toda la tripulación, zarparon los navíos, y a poco se desencadenó una tempestad
tal que estuvo apunto de hacer zozobrar la escuadrilla; reunieron las naves el
sábado y domingo siguiente y el lunes de Pascua 18 de Abril de 1552 volvió la
escuadrilla canaria a hacerse a la mar estableciendo contacto con el enemigo al
anochecer; al amanecer del día 19, entre 6 y 7 de la mañana los navíos fueron
empavesados y se tocó la señal de ataque, lanzándose al abordaje y efectuando
disparos de artillería; en los primeros momentos de la batalla la flota canaria
tuvo la desgracia de perder a su Capitán General que murió como buen hombre y
muy valiente soldado y - gran capitán, según manifiesta D. Rodrigo Manrique en
carta de 23 de Abril, tomando el mando su hijo y después de varias horas de
lucha, los franceses hicieron ondear la bandera de rendición entregándose como
prisioneros; el combate se dio a la vista de la ciudad cuyos habitantes
pudieron seguir ansiosos las incidencias de la lucha al frente de su
Gobernador; los navíos canarios llevando a remolque los cinco buques franceses,
hicieron su entrada triunfal en el Puerto de la Luz el día siguiente 20 de Abril, muriendo en la
refriega 80 franceses, resultando 15 heridos y quedaron 83 prisioneros,
figurando entre los muertos los famosos pilotos de la carrera de Indias Pierre
Rubin y Guillaume Maron y los corsarios Jean Bullin y Pierre Severino; entre
los prisioneros se hallaban dos pilotos muy diestros, un capitán de La Rochela y un factor del
Rey de Francia. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1552.
Los ataques y depredaciones
llevados a cabo por los franceses en la colonia de Canarias culminaron en el
invierno de este año en el que una flota francesa, distribuida entre las islas,
iba apresando cuantas naves se atrevían a cruzar sus aguas para mantener el
comercio interior de unas con otras.
Según el historiado Rumeu de
Arma: “Problema de tal gravedad, que amenazaba a la existencia misma de la
población, víctima de la natural carestía y escasez de víveres, necesitaba de
una enérgica y genial resolución, con la que venía soñando audazmente su
gobernador, don Rodrigo Manrique de Acuña, desde hacía bastante tiempo.
Desde la declaración de la guerra
Manrique de Acuña se había preocupado de la organización militar y naval de la
isla; pero, abrumado por el excesivo trabajo que sobre él recaía, pensó en
delegar parte de aquél en un personaje apenas conocido hasta el momento
presente y que jugó extraordinario papel en la historia de Gran Canaria en el
siglo XVI.
Nos referimos a don Pedro Cerón y
Ponce de León, caballero sevillano de la primera nobleza de Andalucía, hijo de
don Martín Hernández Cerón, gobernador que había sido de Gran Canaria, y de su
mujer doña Ana Ponce de León, y casado en la isla con una mujer de
extraordinaria fortuna, doña Sofía de Santa Gadea, fundadores ambos del
mayorazgo de Arucas y decimos que apenas
conocido, pues Viera y Clavijo primero lo confunde con su padre, llamándolo
Pedro Martín Cerón, y lo supone gobernador de Gran Canaria; después lo hace
resurgir como otro personaje distinto, llamándolo el capitán Pedro Girón y
dando a entender que: también fue gobernador de la isla, para rectificar por
último, ya impresa su obra, y llamarlo por segunda vez Pedro Martín cerón,
considerarlo sin ninguna relación de parentesco con los Serones gobernadores de
Gran Canaria y titularlo capitán general de las armas en las Islas Canarias por
los años de 1553. La confusión que de ello resulta no puede ser más absoluta.
El cronista teldense Marín y
Cubas asegura que "fué nombrado el
primer capitán general de todas las Yslas de Canarias, año 1553, Pedro Zerón",
y por su parte el. historiador canario Castillo y Ruiz de Vergara supone a
Pedro Cerón venido de Sevilla, para desempeñar el cargo de capitán general de
las islas, en 1553; y ya no se lo vuelve a nombrar más por él ni por ningún
otro historiador local.
Procuraremos hacer la mayor luz
Posible sobre este ilustre personaje dad después de su mando en Canarias (20)
.Vino a la isla 1532 y permaneció en ella por espacio de tres años, sin que
nada de particular ocurriese bajó su gobierno hasta ser relevado en 1535 por
don Agustin Zurbarán.
El tercer Cerón que intervino en
el gobierno militar de la isla de Gran Canaria fué don Pedro Cerón y Ponce de
León, regidor del Cabildo de Gran Canaria, capitán y organizador de sus
primeras milicias, por delegación del gobernador don Rodrigo Manrique de Acuña,
en 1551; elegido por aclamación del Cabildo de la isla como capitán general de
Gran Canaria en 1552, ante el peligro de una invasión francesa; premiado por la
princesa doña Juana, gobernadora en la ausencia del Emperador y el Príncipe,
con el hábito de Santiago, en 1555, en atención a sus servicios, y confirmado,
por último, con el titulo efectivo de capitán general de Gran Canaria en el
mismo año de 1555.
Era el segundo de los hijos del
gobernador don Martín Hernández Cerón y
se avecindó en su juventud en Gran Canaria, a donde había venido acompañando a
su padre.
Después contrajo matrimonio con
doña Sofía de Santa Gadea, la hija de
Juan Marcel y adquirió, sobre la base
del patrimonio de esta señora, una cuantiosa fortuna que le convirtió, sin
disputa, en el mayor potentado de la isla. Regidor de su Cabildo y hombre de
desprendida mano, en él pensó encontrar don Rodrigo Manrique de Acuña el
colaborador que precisaba en la ardua tarea de defender el Archipiélago de las
correrías ininterrumpidas de los corsarios franceses.
Llegamos, pues, al momento de
reanudar nuestra relación. Manrique de Acuña entregó a Pedro Cerón (después de
darle patente efectiva de capitán del Rey) el mando militar de la isla.
Mientras él. se ocupaba de la ímproba tarea de organizar una flota canaria que,
surcando los mares, hiciese frente al peligro francé. El gobernador don Rodrigo
Manrique testimonia los servicios prestados por Cerón cuando escribía, el 1 de
diciembre de 1551, al Principe: "Tengo
yo mucho descanso con él, porque: teniendo la seguridad de la tierra puedo
proveer las cosas de la mar".
Pedro. Cerón se dispuso
inmediatamente a actuar. Empezó por inspeccionar la fortaleza de las Isletas,
sobre cuyo arreglo, dotación y mejora se había hecho información el 12 de marzo
de 1548 por el anterior gobernador y justicia mayor don Juan Ruiz de
Miranda. Cerón dispuso las más urgentes
reformas, dejando en ella para su custodia
cuenta hombres de día y, de noche, con su correspondiente alcaide.
Más adelante, y sin los apremios
del momento, la fortaleza principal sufrió importantes mejoras, debidas todas
ellas a sus constantes desvelos.
Dispuso también la construcción
de trincheras en todas las caletas y puntos de desembarco, hechas, como tantas
otras obras, a sus expensas.
Por último, a las inmediatas
órdenes de Manrique, preparó Pedro Cerón un alistamiento general de todos los
hombres útiles, con sus correspondientes armas, llegando a reunir 1.800
infantes de pelea y un grupo crecido de caballeros. Inmediatamente se
distribuyeron en "compañías y escuadras" con sus respectivas
banderas; se dió patente de "capitanes" y "alféreces" a los
más conocedores del arte' militar, y se organizó con el elemento nobiliario una
compañía de caballería con su correspondiente capitán.
Disciplinadas y organizadas estas
bien nutridas fuerzas, se establecieron puestos de observación y centinelas,
realizándose de cuando, en cuando ejercicios de alarma o rebato, en los cuales
siempre destacó el rumbo de don Pedro Cerón en obsequiar a las milicias al pie
de su casa, como destacaría de nuevo en cuantas ocasiones de guerra éstas
tuvieron que congregarse por la fuerza. De esta manera pudo ofrecer Cerón al
gobernador Manrique, sacándolo de la nada,
un ejército pequeño, pero eficiente y combativo, en que apoyar sus
empresas futuras. Así no, es de extrañar que éste lo comunicase al Emperador en
su carta de 1 de diciembre de 1551, pidiendo le fuesen dadas las gracias por
sus desvelos a tan fiel vasallo, como efectivamente lo hizo en su nombre el
príncipe don Felipe, meses después, quedándole muy reconocido por su noble y
patrióticor proceder.
Se ha discutido mucho sobre el
origen de las milicias canarias. El cronista Vergara Alzola las hace derivar de
ciertas disposiciones regias expedidas en 1575,
otros, de la Real
provisión de 21 de enero de 1592, o de la Real cédula de 25 de enero de 1598, por la que se
concedieron grandes preeminencias a las milicias del reino; sin que falte quien
las haga remontar más lejos en su origen, considerando como verdaderas milicias
canarias los cuerpcs de tropas isleñas con las que Diego García de Herrera
llevara a cabo sus expediciones de conquista en la vecina costa africana, o
aquellos que Hernán Peraza puso a disposición de Pedro de Vera como auxiliares
para la rendición de Gran Canaria.
Abundan otros en la opinión de
que El origen de las milicias ha de buscarse en el escuadrón formado por 1os
naturales del país que, al mando del destronado don Fernando Guanarteme,
reclutó y organizó don Alonso Fernández de Lugo para la conquista de las islas
de La Palma y
Tenerife, o en los cuerpos creados por el mismo Lugo con los elementos
indígenas -finalizada la conquista- para tener a raya a los guanches y llevar a
cabo sus propósitos de dominar la vecina costa de Berberia.
Nosotros, más circunspectos, sin
negar a tales cuerpos el carácter de milicias, creemos que no se puede hablar
en Canarias de un ejército permanente ni de una auténtica organización militar
hasta los tiempos de don Rodrigo Manrrique de Acuña y de don Pedro Cerón, en
que las milicias canarias se estructuran y organizan, no para una operación
determinada -como hasta cierto punto cabe considerar el ejército de la
conquista-, sino como algo permanente y estable encargado de la detensa del
país frente a sus invasores. Por otra parte, esta organización militar al que
veremos Extenderse muy pronto a las islas de Tenerife y La Palma, terminando por
propagarse a todas las demás islas hermanas.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991).
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