viernes, 12 de abril de 2013

CAPITULO XXXIV




EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1551-1560


CAPITULO XXXIV



Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

1552. La tazmía de Chinech (Tenerife) arrojaba la cifra de 13.428 habitantes distribuidos entre 23 pueblos. Se había, pues, producido un incremento neto de más de 4.000 nuevos pobladores a consecuencia de los saldos vegetativos altos y a la inmigración. Eguerew (La Laguna) concentraba un buen porcentaje de los totales insulares. La siguen en importancia las poblaciones de La Orotava, «Realejo de Taoro» y Garachico.

1552. Pues habemos puesto el sitio de las Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde van a ellas, para cumplimiento de la obra y para contentamiento de los leyentes, especial extranjeros, que tienen poca noticia de él. Parten los que navegan a Indias de San Lúcar de Barrameda, donde entra Guadalquivir en la mar, que está de la línea Equinoccial treinta y siete grados, y en ocho días o doce van a una de las islas de Canaria, que caen a veinte y siete grados, y a doscientas y cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la más occidental, De allí hasta Santo Domingo, que hay al pie de mil leguas, suelen por la mayor parte ir en treinta días. Tocan o ven primero a la Deseada, o alguna otra isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para la ida, navegan seiscientas leguas los que van a la Nueva España y trescientas y cincuenta los que van a Yucatán y a Honduras; doscientas y cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que a Santa María, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van a Cubagua, donde sacan perlas, toman su camino desde la Deseada a mano izquierda; para ir al río Marañón y al de la Plata y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por Canaria a las islas de Cabo Verde, que están en catorce y quince grados, y cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconocen tierra firme de Indias en el Cabo Primero o en el cabo de San Agustín, o no muy lejos, que, según cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo Verde. Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí a Panamá por tierra, diecisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca no se navega siempre en aquel mar del Sur.
A la vuelta vienen todos, si no quieren perderse, a la Habana de Cuba, que cae debajo el trópico de Cáncer, y desde allí, echando al norte por tener viento, suelen tomar la Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, según mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los Azores, y en fin, aportan a España, de donde salieron. Desvíanse a la venida, de la derrota que llevaron, trescientas leguas, y aun por ventura cuatrocientas. Hacen tan diferente camino a la vuelta por seguridad y presteza. Segura navegación es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no cuenten de tormentas; lo peor de pasar a la ida es el golfo de las Yeguas, entre Canaria y España, y a la venida, la canal de Bahama, que es junto a la Florida. Ningún hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del rey, y todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratación de Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo dicha pena, aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que así lo manda la ley. (Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia general de las Indias y conquista de México (1552) [Cap.CCXXI]
1552.
 El ingeniero de origen cremonés Leonardo Torriani plantea, sin éxito, la creación de dos pequeños muelles para proteger mejor el puerto natural de Garachico en Tenerife.

1552.
Hallándose las islas bloqueadas por los navíos de Francia, y la de Tenerife bajo el gobierno del licenciado Juan de Miranda, fue constante la preocupación de su Concejo y Regimiento por la fortificación del puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Ya hemos dicho también cómo a raíz del ataque de "Pie de Palo" a Santa Cruz de La Palma, el Concejo, Justicia y Regimiento de Tenerife, siempre preocupados por la defensa de la tierra, habían nombrado como su mensajero a Juan Benítez de las Cuevas, con el especial encargo de pedir al Rey el emplazamiento de tres nuevas fortalezas: una en Santa Cruz, otra en Garachico y la tercera en el puerto de La Orotava, dotándolas con 20 piezas de artillería; aunque, a decir verdad, sin obtener el menor resultado práctico.

Aquel mismo año de 1553 el regidor don Pedro de Ponte solicitó también autorización de la Corona para construir un castillo o torreón en Adeje, donde poseía magníficas heredades e ingenios, alegando como motivo particular las constantes incursiones de los franceses, que iban a hacer aguada en su término, con los consiguientes saqueos y daños.

Sin embargo, ni este ni otros castillos se levantaron por entonces, a excepción del de Santa Cruz, construido por iniciativa y bajo la dirección de Cepeda ya costa de los propios del Cabildo de la isla. Estaba emplazado sobre el antiguo baluarte-ahora derruído-del puerto de Santa Cruz, o sea en el saliente de costa formado entre la caleta de Blas Díaz y la playa de la Carnicería, y era una recia construcción militar de sillería en su base y de mampostería en el resto de la edificación con dos cubelos emplazados, respectivamente, en el ángulo sudoeste el primero y separado del cuerpo central el segundo, para más protección de la caleta indicada. Su primer alcaide o guarda mayor fué el regidor don Juan Ortiz de Goméztegui, propuesto por el Cabildo y confirmado por el Rey en julio de 1557.

El gobernador López de Cepeda organizó, además, en Tenerife-no olvidando sus aficiones náuticas-una flota para operar contra los moros de Berbería, aprovechándose de la merced hecha por el Emperador en 1526 de los quintos de la Corona para los armadores que fuesen contra turcos y moros.

A López de Cepeda hay también que atribuirle la reorganización de las milicias de la isla de La Palma, para cuyo objeto se trasladó por dos veces a Santa Cruz en la primavera y el verano de 1554, residiendo en ella por espacio de algún tiempo.

Durante su estancia dió posesión de la capitanía general de La Palma a Juan de Monteverde, que así se lo exigió en virtud de la Cédula real de que era portador, y aunque gran parte de los vecinos la contradijeron, alegando ser el beneficiario, hijo de padres extranjeros y haberla obtenido con engaños, López de Cepeda optó por dar a Monteverde posesión de su cargo, sin perjuicio de informar al Rey, como lo hizo, sobre el particular.

De igual manera y con la misma oposición dió López de Cepeda posesión a Monteverde de la alcaidia de las fortalezas de La Palma, aunque exigiéndole el cumplimiento de la promesa hecha al Rey de contribuir a sus expensas a fortificar Santa Cruz de La Palma.

Sin embargo, don Juan López de Cepeda no juzgó oportuno el cumplimiento textual del compromiso, sino que eximiéndole de levantar en La Caldereta una nueva fortaleza (por juzgar aquella parte defendida con los tiros de la torre de San Miguel), le exigió, en cambio, dar fin y remate a su costa al castillo de Santa Catalina. Dicha solución tampoco satisfizo a los regidores palmeros, pues aseguraron que no era justo que habiendo gastado la ciudad, en más de cuarenta años que llevaba la edificación, cerca de
3.000 ducados, se beneficiase con la alcaidía de la misma Juan de Monteverde.

Poco antes se había recibido en La Palma la Real cédula de 8 de abril de 1554, por la que el Emperador autorizaba a la isla para repartir 3.000 ducados entre los vecinos, con objeto, de reparar las fortificaciones después de la invasión de los franceses. Con tal fin se reunió el Cabildo el 4 de mayo de 1554 para acordar la distribución de dicha cantidad en proporción a la cuantía de las fortunas; y aunque la nobleza se opuso a participar en el repartimiento general de los 3.000 ducados, alegando sus privilegios, fué obligada a la postre a contribuir gracias a la enérgica actitud del regidor don Pedro de Alarcón.

De esta manera se pudo iniciar con ahínco y empuje la fortificación de la ciudad, aunque con las mutaciones impuestas por las circunstancias, pues ni Juan de Monteverde edificó el nuevo fuerte autorizado de La Caldereta, ni el Cabildo de la isla gastó los 3.000 ducados en dar remate al castillo de Santa Catalina-conforme indicaba la Real cédula de 8 de abril de 1554-, sino que se empleó aquel caudal en el reparo de la torre de San Miguel y en otros gastos de fortificación.

Con objeto de artillar estas nuevas construcciones, el Cabildo hizo infonnación pública el 13 de agosto de 1554, ante el gobernador López de Cespeda y a pedimento del jurado Francisco de Belmonte. De ella resulta que estaban faltas las dos fortalezas de doce "piezas gruesas" de artillería, necesarisimas por ser Santa Cruz de La Palma "el puerto más frecuentado de Canarias por navíos que en él se detienen para sus cargazones y refrescos...". La isla decidió enviar un mensajero al Rey acompañando la mencionada información, y para ello fue escogido el regidor Domingo García.

Este arduo problema de artillar las nuevas fortificaciones construidas o en construcción, que afectaba principalmente a Gran Canaria por el número de ellas, trató diferentes veces de resolverlo por sus propios medios don Rodrigo Manrique de Acuña, conocedor mejor que nadie de los atrasos y urgentes apremios de la Corona para atender a tan distintos y diversos escenarios de guerra. En 1552, siendo por primera vez gobernador Manrique, se habían encargado varias piezas de artillería: a Málaga y Flandes; pero con tal desgracia, que cuando venían de camino se hundieron unas en el estrecho de Gibraltar (las malagueñas), siendo capturadas las otras por los piratas franceses. Ahora, en 1554, se volvió a repetir, con feliz resultado, lá demanda por medio de un mercader flamenco, saliendo fiador del pago, con su fortuna, don Pedro Cerón; así pudo recibir la isla ocho cañones nuevos e infinidad de arcabuces, mosquetes y otras armas. Las demás islas procuraron imitarla en el camino emprendido.

Don Rodrigo Manrique de Acuña podía estar contento de su labor, que en pocos meses había colmado todas las esperanzas en él puestas y logrado que por segunda vez los franceses pasasen de largo sin molestar las costas canarias. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1552. La colona Margarita de Acevedo, hija de Gómez de Acevedo y de Onés Borges, pasó con su padre de Lisboa a Tenerife. Casada con el capitán Pedro Méndez. Su marido la mató cuando la sorprendió culpable de adulterio.

1552. Una  Flotilla francesa de 5 navíos al mando de Pierre Rubin y Guillaume Maron, se sitúa entre las islas de Chinech (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) al acecho para interceptar las embarcaciones que navegan entre las dos islas. Para el 3 de Abril ya habían capturado 8 buques.

Unos días después, juzgando la situación insostenible, el Gobernador español en Tamaránt (Gran Canaria), Rodrigo de Manrique, arma varios buques mercantes canarios en Winiwuada (Las Palmas) con las piezas de las Fortalezas y se enfrenta a los piratas a la vista de la misma ciudad de Winiwuada (Las Palmas). El 19 de ese mismo mes, Manrique los obliga a rendirse, capturando cuatro de los navíos corsarios y entrando en triunfo en la ciudad con los prisioneros franceses.

1552. En Garafía, isla de Benahuare (La Palma) El templo de una nave de la secta católica que, por mandato del obispo, se levantó cerca de la costa, lo fue para trasladar a ella la parroquia de San Antonio. En efecto el santo y los ornamentos sagrados fueron traídos a la nueva iglesia, que se bendijo, aún inconclusa, a principios de 1552, y en la que se dio culto católico al santo de Padua.

Pero los vecinos del monte no se conformaron; y cuando el visitador del obispado  Luís de Padilla estuvo en Benahuare (La Palma) (Luís fue visitador, con intervalos, desde 1532 hasta 1557), a petición de los moradores de arriba envió un clérigo católico a Garafía con el mandamiento de que volviera la imagen de San Antonio y los ornamentos sagrados a la iglesia del monte. En esta situación, Diego Yanes (apellido tipicamente portugués, pues el castellano correspondiente es Yáñez) pidió al visitador que esta iglesia, ahora sin titular por el traslado de San Antonio a su ubicación primitiva, se dedicara al culto de la Virgen, en su advocación de Nuestra Señora de la Luz, petición a la que accedió el visitador. Naturalmente esto sucedió mucho antes de 1557. Así nació la parroquia de Nuestra Señora de la Luz. A instancia de los vecinos, para evitar, competencias, en el verano de 1558 se crearon los curatos de que el mismo párroco sirviera las dos iglesias. Los libros sacramentales se llevaron sólo por el curato de la Luz, y se iniciaron en 1560.
1552.
(I. INTRODUCCIÓN.)
 Existe una laguna importante en el estudio de las haciendas canarias, que podrían alumbrar importantes aspectos de la estructura agraria en el Antiguo Régimen y su adaptación a la coyuntura económica. Es sabido que en el s. XVI se produce un relevo en el principal producto de exportación, el azúcar, que da paso al ciclo vitícola. No obstante, los estudios dedicados a estos dos cultivos son muy generales referidos a su fase de introducción y apogeo (caso del azúcar) o incidiendo especialmente en el aspecto comercial y reglamentaciones (caso del vino). A nuestro juicio, queda por aclarar a nivel general y particular el proceso de Sustitución y profundizar en sus causas, hasta ahora reducidas a una mera referencia a la competencia antillana y marroquí.
El presente estudio se centra en una conocida hacienda de la Isla Baja, zona clave para la agricultura de exportación (llegó a tener 4 ingenios), y el período elegido se sitúa de lleno en los años de recambio.
 Dada la naturaleza de las fuentes utilizadas —protocolos notariales  no podemos cubrir los objetivos que nos habíamos propuesto en su totalidad, por lo que continúan interrogantes que podrán ser satisfechas con acceso a libros de cuentas y manejo de protocolos anteriores a esas fechas o de otros escribanos.
Antes de adentramos en el tema es conveniente situar la hacienda en el espacio y tiempo históricos. Estaba enclavada en el extremo NE. del lugar de los Silos. En la segunda mitad del s. XVI, a partir del decenio 1560-1570, dicho lugar experimenta un incremento demográfico notable, a la par que la viña se convierte en el cultivo exportador dominante. La hacienda de Daute, según la tazmía de 1552, tenía un importante peso en la población de Los Silos, pues de un total de 206 habitantes, 71 correspondían a la hacienda. Ello y su importancia agrícola e industrial, que originaba una dependencia de buena parte de los vecinos de la zona, daba lugar a su consideración como una unidad autónoma por parte de los lugareños y los dueños de la hacienda.
Nuestro estudio comienza en 1555, aunque hemos examinado legajos anteriores a ese año, por ser ésta la fecha en que llega a la isla y se hace cargo de la administración de la hacienda y otros bienes el sucesor en el mayorazgo, Gaspar Fonte de Ferrera, pero antes es imprescindible una referencia a los lazos que unían a los Fonte con Canarias (especialmente con Tenerife) y una aclaración jurídico-administrativa sobre la creación del mayorazgo de Daute, sus arrendamientos y pleitos durante todo el s. XVI.
II.   LOS FONTE Y TENERIFE: UNAS TEMPRANAS RELACIONES
Para la elaboración de este apartado nos hemos basado en obras ya publicadas, adjuntando un árbol genealógico que servirá de guía para todo el artículo.
Esta familia catalana de mercaderes estaba inscrita en el registro de ciudadanos honrados de Barcelona y tenía privilegios de nobleza. Juan Fonte poseía el mayorazgo de la casa Fonte en Barcelona. Desde fines del s. XV su radio de acción más importante se centra en el sur de España, dedicándose a la trata de esclavos.
Una rama de la familia, representada por Andrés Fonte, comercia con esclavos guanches desde Valencia. Pero los Fonte que nos interesan, y a la par los más importantes, son los de Cádiz: los hermanos Rafael y Miguel. Desde 1496 actúan como aseguradores marítimos y comerciantes en el tráfico de esclavos, azúcares, vinos y otras mercaderías entre Canarias, Madera, Cádiz, Valencia y Barcelona. Su factor en Canarias era Jaime Cáncer, que hace de intermediario en La Gomera, La Palma y Gran Canaria. En 1506 hace su presencia en Tenerife Rafael, donde será apoderado del Obispo de Palencia y del chantre de Cádiz. A partir de aquí se va a convertir Tenerife en la isla preferida para su comercio e inversiones. Las noticias sobre la importancia económica y poderosas relaciones de esta familia son frecuentes en los acuerdos del Cabildo. En el citado año de 1506 se cita a Rafael como el encargado ‘de traer armas de Castilla para la isla. Su actividad comercial variaba desde la venta de ropas hasta la compra de azúcar a los Condes de La Gomera, pero el mayor beneficio y la base de sus futuras propiedades estará en los préstamos concedidos a personajes de la oligarquía insular, en la que pronto se integra. Así, Alonso de Lugo y Hernando del Hoyo —ambos poseedores de ingenios— son deudores de los hermanos Fonte. Desde 1506 Lugo les cede la comercialización del azúcar de su ingenio de Icod. Con Hernando del Hoyo debió entablar relación por esas fechas, pues en 1507 poseía bienes y cañaverales en compañía de Cristóbal Becerra en el heredamiento que aquél tenía en los Realejos, y en 1509 Hernando debía a los hermanos —en sociedad con otros mercaderes— 1.027.224 mrs. El endeudamiento progresivo de Lugo obliga a éste a ceder a Rafael en octubre de 1508 las rentas de azúcares y otros productos de su ingenio y heredamiento, asimismo en Los Realejos. Pero esto no es suficiente, pues la deuda era ya de 3.251.000 mrs., y el Adelantado en ese mismo mes le otorga la renta de 730 arrobas de azúcar que le tributaba Gonzalo Yanes en su ingenio de Daute, iniciando de esta forma la penetración en la zona que sería centro de su mayorazgo. Al año siguiente, este ingenio, —que desde 1502 tenía a censo Gonzalo Yanes— es vendido a los Fonte por Lugo, pasando a ser los poseedores del dominio directo.7 También logran trabar relaciones con otro ingenio de La Orotava, que era del duque de Medina Sidonia y estaba arrendado por un factor suyo a Diego de San Martín, quien en 1510 debía a Rafael 100 a. de azúcar, adquiriendo del citado arrendatario tierras en el valle de La Orotava, esclavos y animales. Esta penetración en el negocio azucarero explica la licencia que se les concede en 1511 para aserrar tablazones en Los Realejos e Icod para cajas de azúcar.
Además de su riqueza y red comercial, los Fonte —o al menos Rafael— estaban bien relacionados en la Corte donde, según consta en sesión del Cabildo, eran muy conocidos, tanto del rey como de sus oficiales. Dado el control que el Cabildo ejercía en la economía insular y la distancia a la Corte, era evidente la necesidad para los Fonte de participar en las decisiones de ese organismo. Rafael obtiene el regimiento por concesión real a fines de 1512, si bien no toma posesión hasta abril de 1513, uniendo este cargo al de regidor de Cádiz que ya ostentaba. En ese año sus compañeros del Consejo le ortogan su confianza, «por ser persona caudalosa», para traer armas y pertrechos para defensa de la isla. Entretanto, las relaciones con el Adelantado empeoran. Este obtiene de la Corte una moratoria para pagar deudas a Rafael y a Francisco Ribero —mercader genovés—, «dado que éstas son personas ricas». Como regidor, Rafael pronto se sitúa en el grupo hostil a Lugo, quien se opone a que Fonte vaya a la Corte en representación del Cabildo en 1514, llegando a encarcelar a varios regidores del grupo de aquél para impedir su voto. En estos años debió adquirir Rafael el dominio directo de tierras en Daute, pero no tenemos constancia documental. Lo mismo tenemos que decir sobre otras posesiones en El Sauzal y Tacoronte. Sí sabemos que disponía de un depósito de mercancías en Santa Cruz8 y que era dueño de un navío, con el que exporta azúcar de Gran Canaria a Cádiz. Emprende viaje a esta ciudad en agosto de 1514, regresando a Tenerife hacia octubre de 1516, según podemos deducir de las actas del Cabildo. Esta estancia será la última y más corta, dejando de forma definitiva la isla en agosto de 1518. Como señala el investigador Enrique Otte, la razón de la elección de Cádiz como lugar de asentamiento frente a Tenerife se debió a la compleja red comercial y de letras de cambio que estaban tejiendo los hermanos desde aquella ciudad. En 1519, fecha de la muerte de Miguel Fonte, Rafael recibe un poder del Cabildo tinerfeño para que defienda ante la Corte las franquicias de la isla, gestión que parece no da resultado. (La Hacienda de Daute: 1555-1606. José Miguel Rodríguez Yanes.   En:  www.lossilos.eu/josemiguel/haciendadaute7.htm -)
1552. Pues habemos puesto el sitio de las Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde van a ellas, para cumplimiento de la obra y para contentamiento de los leyentes, especial extranjeros, que tienen poca noticia de él. Parten los que navegan a Indias de San Lúcar de Barrameda, donde entra Guadalquivir en la mar, que está de la línea Equinoccial treinta y siete grados, y en ocho días o doce van a una de las islas de Canaria, que caen a veinte y siete grados, y a doscientas y cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la más occidental, De allí hasta Santo Domingo, que hay al pie de mil leguas, suelen por la mayor parte ir en treinta días. Tocan o ven primero a la Deseada, o alguna otra isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para la ida, navegan seiscientas leguas los que van a la Nueva España y trescientas y cincuenta los que van a Yucatán y a Honduras; doscientas y cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que a Santa Marta, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van a Cubagua, donde sacan perlas, toman su camino desde la Deseada a mano izquierda; para ir al río Marañón y al de la Plata y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por Canaria a las islas de Cabo Verde, que están en catorce y quince grados, y cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconocen tierra firme de Indias en el Cabo Primero o en el cabo de San Agustín, o no muy lejos, que, según cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo Verde. Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí a Panamá por tierra, diecisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca no se navega siempre en aquel mar del Sur. A la vuelta vienen todos, si no quieren perderse, a la Habana de Cuba, que cae debajo el trópico de Cáncer, y desde allí, echando al norte por tener viento, suelen tomar la Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, según mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los Azores, y en fin, aportan a España, de donde salieron. Desvíanse a la venida, de la derrota que llevaron, trescientas leguas, y aun por ventura cuatrocientas. Hacen tan diferente camino a la vuelta por seguridad y presteza. Segura navegación es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no cuenten de tormentas; lo peor de pasar a la ida es el golfo de las Yeguas, entre Canaria y España, y a la venida, la canal de Bahama, que es junto a la Florida. Ningún hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del rey, y todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratación de Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo dicha pena, aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que así lo manda la ley. Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia general de las Indias y conquista de México (1552)[Cap.CCXXI]
1552.
Entre las escuadras que partieron de la Rochela Francia destacan la organizada por el armador rochelés Jean Jolin, que había residido en San Sebastián (España) gran parte de su vida, desde donde se había trasladado a su ciudad natal en 1549, y la que preparó, con el propósito de vengar a su padre de la muerte que le habían infligido los españoles Antoine y Alfonse de Saintonge.

La primera escuadra estaba compuesta por dos naos grandes, dos carabelas y un patache -barco pequeño de vela de 2 palos que se usaba como escampavías- e iban al frente de ella Pierre Rubin y Guillaume Maron, los mayores pilotos de toda la costa de Indias de Castilla y del Brasil y estos mares que había en Francia; asimismo iban en ella dos piratas muy famosos: Jean Bulin y Pierre Severino, muy nombrados corsarios que en tiempo de paz habían hecho muchos daños y crueldades, y otros pilotos de gran fama, capitanes, un factor del Rey de Francia y 214 hombres de tripulación. Llegó esta flota a Canarias camino de las islas del Perú como denominaban a las Antillas los piratas franceses del siglo XVI, en Febrero de 1552, y la flota canaria acababa de hacer prisionero a un gran piloto francés que había atravesado dos veces el estrecho de Magallanes y llegado a las Molucas. Esta escuadra francesa comenzó a impedir el tráfico entre las islas, apresando primeramente dos navíos cargados de cebada y trigo para abastecimiento de la isla. Un tercer barco cargado también de trigo, pudo escapar encallando en la costa trabándose entre los paisanos que acudieron en su ayuda y los franceses un desigual combate en el que murieron tres de éstos, retirándose la armada francesa abandonando su presa al tener noticia de que la flota canaria se disponía a hacerse a la mar. Desde Gran Canaria pasaron los franceses a Tenerife a hacer aguada y mientras la efectuaban los naturales cayeron sobre ellos capturaron un capitán, y siete soldados y a otros varios.

Se establecieron nuevamente entre ambas islas para interceptar su comercio muy activo pues Gran Canaria se abastecía de grano y vino de Tenerife y día tras día, iban cayendo en poder de los franceses los navíos isleños hasta el punto de que el 3 de Abril de 1552 ya llevaban capturados ocho, tres de gran porte, que remitieron a Francia y otros cinco que libertados después del saqueo, hicieron su entrada en el Puerto de la Luz con sus hombres heridos y maltrechos por las crueldades de los franceses.

Después de mandar en una barca con bandera de paz un criado de toda confianza para conocer las fuerzas enemigas que parlamentó con ellos los días lunes, martes y miércoles Santo de 1552, el viernes Santo 15 de Abril, después de oídos los oficios divinos por toda la tripulación, zarparon los navíos, y a poco se desencadenó una tempestad tal que estuvo apunto de hacer zozobrar la escuadrilla; reunieron las naves el sábado y domingo siguiente y el lunes de Pascua 18 de Abril de 1552 volvió la escuadrilla canaria a hacerse a la mar estableciendo contacto con el enemigo al anochecer; al amanecer del día 19, entre 6 y 7 de la mañana los navíos fueron empavesados y se tocó la señal de ataque, lanzándose al abordaje y efectuando disparos de artillería; en los primeros momentos de la batalla la flota canaria tuvo la desgracia de perder a su Capitán General que murió como buen hombre y muy valiente soldado y - gran capitán, según manifiesta D. Rodrigo Manrique en carta de 23 de Abril, tomando el mando su hijo y después de varias horas de lucha, los franceses hicieron ondear la bandera de rendición entregándose como prisioneros; el combate se dio a la vista de la ciudad cuyos habitantes pudieron seguir ansiosos las incidencias de la lucha al frente de su Gobernador; los navíos canarios llevando a remolque los cinco buques franceses, hicieron su entrada triunfal en el Puerto de la Luz el día siguiente 20 de Abril, muriendo en la refriega 80 franceses, resultando 15 heridos y quedaron 83 prisioneros, figurando entre los muertos los famosos pilotos de la carrera de Indias Pierre Rubin y Guillaume Maron y los corsarios Jean Bullin y Pierre Severino; entre los prisioneros se hallaban dos pilotos muy diestros, un capitán de La Rochela y un factor del Rey de Francia. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)

1552.
Los ataques y depredaciones llevados a cabo por los franceses en la colonia de Canarias culminaron en el invierno de este año en el que una flota francesa, distribuida entre las islas, iba apresando cuantas naves se atrevían a cruzar sus aguas para mantener el comercio interior de unas con otras.

Según el historiado Rumeu de Arma: “Problema de tal gravedad, que amenazaba a la existencia misma de la población, víctima de la natural carestía y escasez de víveres, necesitaba de una enérgica y genial resolución, con la que venía soñando audazmente su gobernador, don Rodrigo Manrique de Acuña, desde hacía bastante tiempo.

Desde la declaración de la guerra Manrique de Acuña se había preocupado de la organización militar y naval de la isla; pero, abrumado por el excesivo trabajo que sobre él recaía, pensó en delegar parte de aquél en un personaje apenas conocido hasta el momento presente y que jugó extraordinario papel en la historia de Gran Canaria en el siglo XVI.

Nos referimos a don Pedro Cerón y Ponce de León, caballero sevillano de la primera nobleza de Andalucía, hijo de don Martín Hernández Cerón, gobernador que había sido de Gran Canaria, y de su mujer doña Ana Ponce de León, y casado en la isla con una mujer de extraordinaria fortuna, doña Sofía de Santa Gadea, fundadores ambos del mayorazgo de  Arucas y decimos que apenas conocido, pues Viera y Clavijo primero lo confunde con su padre, llamándolo Pedro Martín Cerón, y lo supone gobernador de Gran Canaria; después lo hace resurgir como otro personaje distinto, llamándolo el capitán Pedro Girón y dando a entender que: también fue gobernador de la isla, para rectificar por último, ya impresa su obra, y llamarlo por segunda vez Pedro Martín cerón, considerarlo sin ninguna relación de parentesco con los Serones gobernadores de Gran Canaria y titularlo capitán general de las armas en las Islas Canarias por los años de 1553. La confusión que de ello resulta no puede ser más absoluta.

El cronista teldense Marín y Cubas asegura que "fué nombrado el primer capitán general de todas las Yslas de Canarias, año 1553, Pedro Zerón", y por su parte el. historiador canario Castillo y Ruiz de Vergara supone a Pedro Cerón venido de Sevilla, para desempeñar el cargo de capitán general de las islas, en 1553; y ya no se lo vuelve a nombrar más por él ni por ningún otro historiador local.

Procuraremos hacer la mayor luz Posible sobre este ilustre personaje dad después de su mando en Canarias (20) .Vino a la isla 1532 y permaneció en ella por espacio de tres años, sin que nada de particular ocurriese bajó su gobierno hasta ser relevado en 1535 por don Agustin Zurbarán.

El tercer Cerón que intervino en el gobierno militar de la isla de Gran Canaria fué don Pedro Cerón y Ponce de León, regidor del Cabildo de Gran Canaria, capitán y organizador de sus primeras milicias, por delegación del gobernador don Rodrigo Manrique de Acuña, en 1551; elegido por aclamación del Cabildo de la isla como capitán general de Gran Canaria en 1552, ante el peligro de una invasión francesa; premiado por la princesa doña Juana, gobernadora en la ausencia del Emperador y el Príncipe, con el hábito de Santiago, en 1555, en atención a sus servicios, y confirmado, por último, con el titulo efectivo de capitán general de Gran Canaria en el mismo año de 1555.

Era el segundo de los hijos del gobernador don Martín Hernández Cerón  y se avecindó en su juventud en Gran Canaria, a donde había venido acompañando a su padre.

Después contrajo matrimonio con doña  Sofía de Santa Gadea, la hija de Juan Marcel  y adquirió, sobre la base del patrimonio de esta señora, una cuantiosa fortuna que le convirtió, sin disputa, en el mayor potentado de la isla. Regidor de su Cabildo y hombre de desprendida mano, en él pensó encontrar don Rodrigo Manrique de Acuña el colaborador que precisaba en la ardua tarea de defender el Archipiélago de las correrías ininterrumpidas de los corsarios franceses.

Llegamos, pues, al momento de reanudar nuestra relación. Manrique de Acuña entregó a Pedro Cerón (después de darle patente efectiva de capitán del Rey) el mando militar de la isla. Mientras él. se ocupaba de la ímproba tarea de organizar una flota canaria que, surcando los mares, hiciese frente al peligro francé. El gobernador don Rodrigo Manrique testimonia los servicios prestados por Cerón cuando escribía, el 1 de diciembre de 1551, al Principe: "Tengo yo mucho descanso con él, porque: teniendo la seguridad de la tierra puedo proveer las cosas de la mar".

Pedro. Cerón se dispuso inmediatamente a actuar. Empezó por inspeccionar la fortaleza de las Isletas, sobre cuyo arreglo, dotación y mejora se había hecho información el 12 de marzo de 1548 por el anterior gobernador y justicia mayor don Juan Ruiz de Miranda.  Cerón dispuso las más urgentes reformas, dejando en ella para su custodia  cuenta hombres de día y, de noche, con su correspondiente alcaide.

Más adelante, y sin los apremios del momento, la fortaleza principal sufrió importantes mejoras, debidas todas ellas a sus constantes desvelos.

Dispuso también la construcción de trincheras en todas las caletas y puntos de desembarco, hechas, como tantas otras obras, a sus expensas.

Por último, a las inmediatas órdenes de Manrique, preparó Pedro Cerón un alistamiento general de todos los hombres útiles, con sus correspondientes armas, llegando a reunir 1.800 infantes de pelea y un grupo crecido de caballeros. Inmediatamente se distribuyeron en "compañías y escuadras" con sus respectivas banderas; se dió patente de "capitanes" y "alféreces" a los más conocedores del arte' militar, y se organizó con el elemento nobiliario una compañía de caballería con su correspondiente capitán.

Disciplinadas y organizadas estas bien nutridas fuerzas, se establecieron puestos de observación y centinelas, realizándose de cuando, en cuando ejercicios de alarma o rebato, en los cuales siempre destacó el rumbo de don Pedro Cerón en obsequiar a las milicias al pie de su casa, como destacaría de nuevo en cuantas ocasiones de guerra éstas tuvieron que congregarse por la fuerza. De esta manera pudo ofrecer Cerón al gobernador Manrique, sacándolo de la nada,  un ejército pequeño, pero eficiente y combativo, en que apoyar sus empresas futuras. Así no, es de extrañar que éste lo comunicase al Emperador en su carta de 1 de diciembre de 1551, pidiendo le fuesen dadas las gracias por sus desvelos a tan fiel vasallo, como efectivamente lo hizo en su nombre el príncipe don Felipe, meses después, quedándole muy reconocido por su noble y patrióticor proceder.

Se ha discutido mucho sobre el origen de las milicias canarias. El cronista Vergara Alzola las hace derivar de ciertas disposiciones regias expedidas en 1575,  otros, de la Real provisión de 21 de enero de 1592, o de la Real cédula de 25 de enero de 1598, por la que se concedieron grandes preeminencias a las milicias del reino; sin que falte quien las haga remontar más lejos en su origen, considerando como verdaderas milicias canarias los cuerpcs de tropas isleñas con las que Diego García de Herrera llevara a cabo sus expediciones de conquista en la vecina costa africana, o aquellos que Hernán Peraza puso a disposición de Pedro de Vera como auxiliares para la rendición de Gran Canaria.

Abundan otros en la opinión de que El origen de las milicias ha de buscarse en el escuadrón formado por 1os naturales del país que, al mando del destronado don Fernando Guanarteme, reclutó y organizó don Alonso Fernández de Lugo para la conquista de las islas de La Palma y Tenerife, o en los cuerpos creados por el mismo Lugo con los elementos indígenas -finalizada la conquista- para tener a raya a los guanches y llevar a cabo sus propósitos de dominar la vecina costa de Berberia.

Nosotros, más circunspectos, sin negar a tales cuerpos el carácter de milicias, creemos que no se puede hablar en Canarias de un ejército permanente ni de una auténtica organización militar hasta los tiempos de don Rodrigo Manrrique de Acuña y de don Pedro Cerón, en que las milicias canarias se estructuran y organizan, no para una operación determinada -como hasta cierto punto cabe considerar el ejército de la conquista-, sino como algo permanente y estable encargado de la detensa del país frente a sus invasores. Por otra parte, esta organización militar al que veremos Extenderse muy pronto a las islas de Tenerife y La Palma, terminando por propagarse a todas las demás islas hermanas.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991).

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