EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1541-1550
CAPITULO XXVIII
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1547. Pedro Interían, colono invasor, genovés establecido en Chinech
(Tenerife). Al principio le llamaban Pedro Italian. Fue Regidor. Otorgó
testamento, ante Juan de Anchieta. Declara en su testamento que, por cuanto él
es hombre muy ocupado en su azienda e ingenio que tiene en las partes de Daute
y no puede estar y residir en esta ciudad (La Laguna) a su oficio de regimiento y es ombre
enfermo, renuncia en su hijo, Agustín Interián. Reconoce que «tuve aceso carnal
con Isabel Díaz, hija de Fernando Antones, natural
de La Gomera,
y parió un niño llamado Jacomo y tengo sospecha que es mi hijo, y su madre así
lo a dicho».
1547.
Nace en winiwuada n Tamaránt (Las
Palmas de Gran Canaria), el criollo de ascendencia portuguesa y fiscal del
Santo Oficio don José de Armas, era hijo del capitán Baltasar de Armas y de
Margarita Martín y nieto del lusitano Pedro Dias Coutinho y de su esposa,
Leonor de Armas.
Cursó sus estudios, en unión de
su hermano Bernardjno, en la
Univelrsidad de Sigüenza. Muy joven en- 1573-fué designado
fiscal del santo Oficio, cargo que desempeñó sin interrupción hasta su muerte,
sobrevenida en 1598. Fué además canónigo de la catedral de Santa Ana, en cuyo
seno ejerció las dignidades de doctoral (titulo despachado por Felipe II el 19
de septiembre de 1587) y provisor (por designación del obispo, el 7 de
septiembre de 1592).
Hermanos suyos fueron Baltasar de
Armas, regidor de Gran Canaria, capitán de sus milicias y familiar del Santo
Oficio; Bernardino de Armas, consultor y abogado del Santo Oficio, y fray
Gaspar de Armas, comisario del mismo Tribunal en Santa Cruz de La Palma. No hay que
confundir a este último con su tío el canónigo y arcediano de Fuerteventura
Juan Gaspar de Armas.
En cuanto al fiscal, contrasta la
severidad inflexible y rígida de sus acusaciones con las deshonestidades y
escándalos de su vida privada.
(A. H. N.: lnquisición. Pruebas
de limpieza del fuscal don José de Armas. lbid., legajo 1.832. Cuadernos de las
visitas del doctor Bravo de Zayas y de don Claudio de la Cueva. Años 1574 y 1597. M. C.: Inquisición.
CXV-41. Pruebas de limpieza de Baltasar de Armas y de su esposa, Isabel de
Rojas. Año 1575.)
1547 Febrero 20.
Llegan Chinech (Tenerife) las primeras monjas de la
secta católica de Santa Clara según recoje el
criollo y sacerdote de dicha
secta José de Viera y Clavijo:
“Hemos visto hasta aquí las fundaciones
y progresos de tres familias de religiosos mendicantes en las Canarias; veamos
ahora las de los monasterios de religiosas, con la misma individualidad y orden
cronológico.
Desde que la población de
nuestras islas fue creciendo y se echó de ver que había muchas "doncellas
y dueñas" (como decía el ayuntamiento de Tenerife) que deseaban
hacerse religiosas y servir a
Dios en clausura, se discurrieron todos los medios que parecieron oportunos
para establecer en la ciudad de La
Laguna, o en otro pueblo, un monasterio adonde pudiesen
acudir a sacrificarse todas las señoras comarcanas y de donde, como de un
plantel, saliesen con el tiempo las fundadoras de otros nuevos conventos. No
dejaba de ser ardua la empresa para ejecutada de pronto, por la falta de
arbitrios; pero el ayuntamiento, que lo había tomado con empeño, no omitió
ninguno. Ya en 1524 había pensado que el sitio señalado en la plaza del
Adelantado para convento de religiosos dominicos se destinase para monasterio
de monjas de la misma orden. Ya en 1530 quiso que los padres agustinos cediesen
el suyo del Espíritu Santo para el mismo fin. Ya en 1540 se trató, con el
custodio y religiosos de San Francisco, sobre que franqueasen el de San Lorenzo
de La Orotava,
por ser paraje donde con menos gastos y más comodidad se podría plantificar la
fundación.
No dejaron los franciscanos de
dar oídos a la propuesta y, obtenida la necesaria facultad del ministro general
de su orden, comisionó el ayuntamiento en 10 de mayo del mismo año a los
regidores Antonio Joven, Lorenzo de Palenzuela, Alonso de Llarena y Pedro de
Ponte y al licenciado Alzola, jurado, para que concluyesen con el custodio y
frailes el concierto más ventajoso, bien que sin comprometer en nada los
propios de la isla.
Pero parece que, al tiempo de
negociar estos tratados, se hubo de alterar el primer pensamiento, pues, en
lugar del convento de La
Orotava, no cedieron los frailes en 1545 sino el de San
Miguel de las Victorias de La
Laguna, con la condición de que la ciudad les daría el
hospital de San Sebastián para convento suyo, cuyas rentas disfrutarían las
monjas en el de San Miguel, obligándose a recibir sin dote dos señoras que la
ciudad perpetuamente señalase. Impetróse un breve del legado apostólico para
validar y confirmar este ajuste, que el mismo custodio de San Francisco
presentó en la sala capitular el día 10 de mayo de 1546, quedando religiosos y
regidores de acuerdo sobre la ejecución del plan de fundación proyectado.
Entre tanto, había muerto en
Sevilla el comendador Alonso Fernández de Lugo, hijo de Bartolomé Benítez,
quien, dejando por su testamento dos mil doblas de plata para este monasterio
de monjas de Santa Clara, que cobró como apoderado del ayuntamiento el regidor
Pedro de Ponte, se aceleraron todos los pasos al deseado fin y
se ejecutaron las obras de
albañilería que había que hacer, con intervención del mismo custodio fray Pedro
de Sevilla, quien se embarcó a España en busca de las religiosas fundadoras,
que llegaron a Tenerife el día 20 de febrero del año siguiente de 1547,
costeándolas el ayuntamiento.
Eran estas señoras moradoras del
monasterio de San Antonio de Baeza, y se llamaban: doña Juana de la Cruz de Lama, abadesa, doña
Catalina de Jesús Lama, su hermana, doña María Aguado, doña Leonor de Santa
María de Torres, a las cuales parece que se agregaron otras seis del monasterio
de Regina de Sanlúcar de Barrameda, y entre éstas Ana de San Gabriel y
Francisca de San Miguel de Lugo, hijas de Fernando de Lugo y de Francisca de
Lugo, que lo era de Pedro de Vergara. Erigido, pues, el nuevo monasterio de
Santa Clara de La Laguna,
las primeras criollas que abrazaron el instituto fueron doña Clara de Santa
María y doña Beatriz de San Agustín, hijas de Rodrigo Núñez de la Peña y de Beatriz de Lepe, y
doña Inés de San Antonio, hija de Diego González de Gallegos, a quienes
imitaron sucesivamente otras señoritas de Tenerife y de Canaria.
Residían las religiosas muy
contentas en el convento de San Miguel de las Victorias, mientras los padres
franciscanos, a cuya filiación se habían desde luego sometido, parece que no lo
estaban mucho en el suyo de San Sebastián, pues desde el año de 1572, habiendo
alegado que el padre custodio de aquel tiempo no había podido hacer un ajuste
tan en menoscabo del orden, ni menos el ayuntamiento trastornar las caritativas
inten- ciones del fundador del hospital, Pedro de Villera, reclamaron la
escritura que se otorgó, y pusieron una demanda contra la clausura de las
monjas, para que les restituyesen el monasterio. A este fin, alcanzaron ciertas
letras en forma de breve del cardenal legado, que residía en España, cometidas
al cabildo eclesiástico de Canaria, las cuales fueron notificadas en octubre
del año referido, advirtiendo a las religiosas que dentro de dos o tres años
les habían de dejar libre el convento, y que en el ínterin procurasen fabricar
casa con sus rentas.
Temerosas la mojas de una
expulsión de parte de sus directores, e imposibilitadas por el mismo voto
clausura de poder practicar el de obediencia,
no hubieran sabido qué hacerse, si no las hubiese sacado generosamente
del apuro doña Olaya Ponte del Castillo, viuda del doctor Juan Piesco Nisardo,
regidor, natural de Niza. Esta garbosa señora se obligó en 1575 a fabricarles la
iglesia y el convento, sin otro premio que el
del honor del patronato, la
complacencia de hacer bien y de darlas tres hijas suyas para que profesasen.
Pero como con semejante mudanza debía cesar la obligación de dotar dos monjas,
pues el hospital de San Sebastián quedaba libre, hicieron una representación a
la ciudad, solicitando indemnización por aquel gravamen; y con efecto se
señalaron al monasterio dos suertes de tierras, cada una de ocho fanegas de
sembradura, de las que debía ser usufructuario por diez años.
El día 21 de diciembre de 1577
dejaron las monjas a los frailes el convento de San Miguel de las Victorias, y
en solemne procesión se pasaron a su nuevo monasterio dé San Juan Bautista, que
de día en día fue en aumento, no sólo por lo que mira a rentas y habitación,
sino también a comunidad, pues en tiempo de nuestro cronista Peña sustentaba
ciento y cincuenta monjas. Mas por una de aquellas terribles desgracias que se
han visto bastantemente repetidas en los conventos de nuestras islas, aconteció
la noche del 2 de junio de 1697, domingo de la Santísima Trinidad,
un incendio tan rápido, que en pocos minutos redujo a canizas la iglesia, sin
que se pudiese salvar ni aun lo más sagrado del culto. Las religiosas se
depositaron en el monasterio de Santa Catalina de Sena de la misma ciudad,
donde estuvieron hasta septiembre de aquel año y aunque inmediatamente se
emprendió la reedificación, no hay duda que estos gastos minoraron el fondo de
las rentas. Concluyóse la iglesia en marzo de 1700. [...]” (Viera y Clavijo,
1991)
1547 Julio 27.
Muere en las costas del continente
el colono Pedro Fernández de Saavedra, yerno y sucesor de Sancho de Herrera,
siguiendo el ejemplo de sus antepasados,
continuó aquellas mismas, entradas piráticas y esclavistas en el
continente con tanto mas tesón cuanto que obedecia, al hacerlo, a una orden del
Emperador de la merópoli, que en 1544 le anunciaba que, habiendo llegado a su
noticia la llegada de algunas flotas o embarcaciones menores a ciertos puntos
del continente , le mandaba que con gente de sus estados y la que se pudiera
reclutar en Tamaránt (Canaria) y demás islas, saliese a reconocer aquellas
costas y si encontrase las dichas flotas las quemara, especiahnente las que
hallase en las aguas de Tafilet.
Esta orden, que tanto halagaba su
vanidad, sus piráticas, esclavistas y guerreras aficiones, se vio
inmediatamente; cumplida. En la primavera de 1545, teniendo ya preparada y provista de buen armamento una
flotilla que había reunido en Titoreygatra (Lanzarote), salió con ella del
puerto de Arrecife y principió a recorrer con ella todas las ensenadas, golfos
y radas del litoral fronterizo con ánimo de saqueo. Por último, y resuelto a
hacer un desembaco aprovechándose del excelente espíritu de sus mercenarios,
puso su gente en tierra por el sitio que llaman Tafetán, adelantándose luego hasta
la población más cercana, marchando en buen orden y con las mayores
precauciones.
Los mazigios, que estaban a la
sazón apacentando sus ganados, al saber aquella inesperada invasión del pirata
corrieron a las armas y, furiosos con la noticia de haber sido rapatdos de los
cristianos la mujer, hijos y familia del alcaide o jefe de la comarca, se
revolvieron contra los invasores a tiempo que se embarcaban ya en las últimas
lanchas.
En este encuentro se batieron
unos y otros con gran encarnizamiento, los colonos canarios por conservar su
presa de esclavos y los mazigios por rescatarla. El pirata Saavedra animaba a
los suyos con su presencia y la energía con que manejaba sus ar-mas, sin querer
ponerse a salvo mientras sus mercenarios corriesen algún peligro.
Entonces, atacado por un grupo
enemigo que lo reconocía fácilmente por el color de sus vestidos, fue herido
mortalmente con un dardo, cayendo junto a sus
correligionarios oficiales Pablo Mateo Sanabria, Martín de Castro, Juan
Verde de Béthencourt, Sancho
Díaz y otros que no le habían
querido abandonar. Las naves, después de recoger las lanchas que habían quedado
en tierra, abandonaron aquellas funestas playas abandonando el preciando un
botín obtenido con la pérdida de tantos aventureros criollos y colonos isleños.
Quedaba por único heredero del
estado de Titoreygatra (Lanzarote) un niño criollo de corta edad, llamado Agustín, que el diez de agosto de aquel año
recibía de sus vasallos el juramento de fidelidad prestado en presencia de su
madre y tutora doña Constanza de Sarmiento.
Constanza Sarmiento sólo
sobrevivió cuatro años a su esposo, hallándose desde 1549
el joven heredero en poder de su
abuela doña Catalina Da-Fía.
Por este tiempo gobernaba la isla
de Erbania (Fuerteventura) Gonzalo Arias de Saavedra, quien, animado del mismo
ardor depredatorio y bélico de sus padres y a pesar del fin que tuvo su primo,
continuó sus entradas en esclavistas en el continente, a las que bien pronto se
asoció el joven don Agustín desde que tomó posesión de sus estados coloniales.
Pero no fue sólo en el terreno pirático donde la emulación de estos dos colonos
se manifestó ; también en el jurídico quisieron esgrimir sus armas, entablando
largos y costosos litigios sobre deslinde de jurisdicciones y especialmente en
la recolección de orchillas, cobranza de rentas y productos y actos de
vasallaje de una y otra isla.
Estas querellas, continuamente
repetidas, alteraron la amistad de ambas familias de colonos sembrando entre sí
la desconfianza y el odio e inspirándoles un vivo deseo de vengar sus mutuos
agravios.
La animosidad se fue
desarrollando con la adquisición que hizo don Agustín de los dozavos que
ostentaba el conde de Portalegre y su sobrina doña Sancha de Herrera, de modo
que, creciendo sus pretensiones con este aumento de fortuna, quiso imponer su
voluntad a todos los que le rodeaban y especialmente a los colonos señores de
Erbania (Fuerteventura), que no perdían ocasión de despreciar su autoridad.
Vino a fomentar esta triste lucha
el título de conde que don Agustín obtuvo del rey de la metrópoli Felipe II en
7 de septiembre de 1567, al que añadió, algunos años después, el de marqués,
colocándole así a una altura sobre los demás criollos del Archipiélago que
nadie se atrevió desde entonces a alcanzar.
1547 Noviembre 7.
Se acordó en el Cabildo que los
Regidores fuesen a Santa Cruz para estudiar el mejor emplazamiento de una Torre
«á modo de baluarte». El 26 siguiente se discutió el caso sobre el terreno,
acordándose llamar al Maestro de Cantería de las Fortalezas de Gran Canaria,
para que se trasladase a La
Laguna a objeto de hacer los planos; el 18 de Enero de 1548
nombró el Cabildo, Veedor de estas obras a Diego Díaz, Alcalde de Santa Cruz.
Su situación debió ser próxima a la anterior para proteger con sus fuegos la
caleta de Blas Díaz, en cuyo flanco derecho estaba situado el baluarte que
defendía el rudimentario muelle que como se ha visto, consistía en un muro alto
mitad de madera y mitad de cantería, que asomaba al mar cerca de la playa de
las Carnicerías
Para este baluarte concedió S.M.
en 1549 dos cañones, y dos años después, seis falconetes y pólvora.
Por esa misma época se construyó
una muralla o cerca en los alrededores de la caleta que iba desde la ermita de
Nuestra Señora de la
Consolación hasta el citado baluarte. . (José María Pinto de la Rosa, 1996)
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