ALZAMIENTOS
Y MOTINES CONTRA LA REPRESIÓN COLONIAL EN
CANARIAS
Capitulo
XI-II
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Viene de la pagina anterior
Los ánimos
estaban tan crispados que hubo hasta quien pensó en agredir físicamente a este
último, al paso que otros reclamaban el cese del más aborrecido de los
concejales
La paciencia
de Vidaurre llegó al colmo y mandó al sargento Manuel Díaz Monagas a por los 30
provinciales del cuartel de San Francisco, disponiendo que el comandante de
Carabineros trajera todos sus hombres.
Al aparecer
estas falanges concluyó el motín por completo a las 22,30 horas, por lo tanto
más de 90 minutos después del embate a la patrulla del concejal Navarro.
Las «dulzuras»
del gobernador militar con los perturbadores despertaron la indignación del
grueso del consistorio y de los vecinos que lo apoyaron. El criterio general
era que el «mal precedente» y la «condescendencia» del alcalde corregidor
Delgado el 21 de julio, dieron chance al pandemónium del 2 de agosto.
Las
preocupaciones no acabaron incontinenti, pues se barruntó que muchos marineros
y demás abonaban la creencia en el voto de Vidaurre para denegar las
exportaciones de papas.
El juez Bravo
de Laguna sugirió «una inteligencia» entre el militar y «las masas sublevadas»
que tenía por norte reforzar su poder.
La
desautorización del gobernador civil planteaba la inadmisible transacción con
los amotinados en las dos jornadas y la falta de nervio en el cumplimiento del
deber que exteriorizaron Delgado y Vidaurre
En la noche
del mismo 2 de agosto fueron detenidos cuatro sujetos por la ronda que recorría
«la parte de Triana» y el alcalde corregidor accidental los puso a disposición
del juzgado. Al día siguiente pidió Díaz al gobernador militar que le prestase
los auxilios oportunos para no «verse desairada la autoridad y hasta cierto
punto alentados los alborotadores»
El 7 de agosto
autorizó el ayuntamiento «por ahora» la expedición de 1.200-1.400 fanegas de
papas de Rey (incluyendo las de Gaspar Medina Báez), más otras 600-700 de Rolo.
Los embarques se realizaron sin contratiempo alguno entre el 9 y el 13 con la
custodia de efectivos militares
Entre otras disposiciones, el bando municipal
del día 3 obligaba a despejar las calles en el supuesto de repetirse las
intemperancias, prohibía toda reunión en las vías públicas, especialmente por
las noches, y encomendaba a los párrocos el cierre de los templos a fin de
«evitar que los revoltosos se apoderen de las campanas» l homónimo impreso del
8 siguiente la alcaldía-corregimiento accidental pretendió deshacer la
«refinada hipocresía» de los falsos patriotas, que «han abusado y abusan de la
credulidad de as personas más sencillas y pacíficas», intimidando a los
intrigantes» y «malévolos alborotadores» con todo el peso de la ley.
.Esta
inducción conspirativa, que Chil compartió plenamente, no sólo dio entrada a la
maquinaria represora. Los matriculados del mar que protagonizaron los
disturbios estaban inmersos en un paro casi general que los dejó al borde de
«la mayor miseria, que les hubiera hecho perecer de hambre a no ser por el
socorro que diariamente la municipalidad les suministra». Por ello exhortó Díaz
al gobierno civil la concesión de fondos por parte de la comandancia de Marina
hasta que se reanudaran las faenas, aparte de inversiones en obras públicas ara
la fábrica del Hospital de San Lázaro, la continuación del amino de Tafira o la
apertura del provincial desde Las Palmas
Gáldar.
El expediente
del ayuntamiento de Las Palmas acerca del stado de las cosechas de papas y
granos de la isla, cuya aperura fue certificada el 21 de julio, se puso en
marcha a finales de mes y los despachos comenzaron a recibirse entre el 3 y el
1 de agosto. De los 35 dictámenes que llegaron procedentes de 7 municipios
(fallaron los de Teror, Valsequillo, San Bartolomé, Santa Lucía y Artenara),
hubo 17 favorables a la libre exportación, cinco que la aceptaban con algunas
condiciones, siete en contra y otros ocho sin pronunciarse por dudas y
vacilaciones.
Las negativas
correspondieron a las municipalidades de San orenzo, Valleseco, Mogán y Tejeda,
junto a los párrocos de lastres iniciales
Los alcaldes
de Agaete y de la Aldea
de San Nicolás optaron por abstenerse, lo mismo que el beneficiado de quel
término, el cura de Guía y otros cuatro particulares (la ondesa de la Vega Grande, Miguel
Massieu en Jinámar, José de Quintana en Firgas y en La Aldea Policarpo
Alemán, que acudió para informarse al administrador del mayorazgo de los
marqueses de Villanueva del Prado). Por una admisión condicionada de la
libertad de tráfico estuvieron el primer munícipe e Guía, el terrateniente
Agustín Manrique de Lara, el comisionado regio de agricultura Francisco María
de León y Falcón, Francisco Pérez en San Mateo y Leandro Sánchez en Las Palmas
La mayor parte
de las corporaciones, con las de superior eso, apostaron sin cortapisas por el
librecambio: las alcaldías e Telde, Arucas, Gáldar, Firgas, Moya, Santa
Brígida, San Mateo, Agüimes e Ingenio, acompañadas por el cura de Moya, l
párroco interino de Santa Brígida, el coronel Ruperto Delgado González desde su
Hacienda de San Fernando y los vecinos osé Antonio Rivero en Arucas, Mateo
López del Valle en Gáldar y José Rafael Pérez Naranjo en Ingenio
La agricultura
de mercado interno y de autoconsumo sobrellevó en Gran Canaria durante los
meses de la epidemia colérica bastantes sinsabores por la sequía o las plagas,
de los que muy pocos municipios escaparon. Si la mortalidad catastrófica edujo
los consumidores, no por ello mejoró en demasía el destino de los
supervivientes. El alcalde teldense Juan Mireles, quien contó con el parecer de
algunos de sus administrados, expuso l 4 de agosto que, a pesar de las pérdidas
humanas y económicas ocasionadas por el cólera, la jurisdicción producía
suficientes papas para el consumo local y para expedir de 500 a 600 anegas. En
el puerto de Melenara, no obstante, hubo según ciertos indicios alguna
oposición «con mano armada» a los embarques el mismo día, obligando al alcalde
de mar a requerir la protección del comandante de las armas (un cabo y cuatro
soldados)
A principios
de septiembre, el propio regidor Jerónimo Navarro reconocía en la capital
insular que, «a causa el monopolio» que algunos detentaban en la extracción de
apas, podrían haber escaseado en la recoba durante los último las de no mediar
las diligencias municipales
El
vicepresidente de la Junta
de Comercio estipuló así las contradicciones del ibrecambio, a menos de un año
de distancia del real decreto de ravo y Murillo. Los marineros de la ciudad que
habían alentado las conmociones del 21 de julio y del 2 de agosto las padecían
mayormente en sus propias carnes, inmersos en el síndrome del hambre de
1846-1847. Y los artesanos conservaban ese álito un lustro después, en el
amanecer de las franquicias.
Las agitaciones
palmenses de mayo de 1856, silenciadas por Millares Torres, tuvieron en Chil su
único analista gracias a las páginas inéditas de los estudios
Nos
encontramos aquí ante os típicos motines de subsistencia colindantes, réplicas
a un
fuerte
encarecimiento de los artículos de primera necesidad, que hicieron presentir la
reproducción de las hambrunas previas a os puertos francos
El vecindario
de Las Palmas tenía muy resecas en la memoria las calamidades de aquel terrible
intervalo y algunos cabezas de familia no estaban dispuestos a soportar inermes
su presunta reposición. Apenas copia Chil estadística alguna en torno a la
fuerte carestía experimentada durante esos meses por las papas, el millo o el
pan, limitándose mayormente a recoger los precios que exigían los vecinos y
gestionaban los munícipes
Hoy sabemos
que las cotizaciones medias el trigo en nueve plazas insulares (las
capitalinas, más las tinerfeñas del Puerto de la Cruz e Icod) superaron los 64
rvon. por fanega en el año económico 1855-1856, cuando habían estado en los 41
rvon. durante el quinquenio 1849-1853; los valores de mercado pasarían los 80
rvon., cual sucedió en el de Las almas.
.
Los años
inmediatamente anteriores a la promulgación de las franquicias fueron por lo
común de precios bajos y en 1852-1853 casi recuperarían los niveles de 1849.
Superada la coyuntura calamitosa de 1846-1847, transcurrió una fase de pingües
cosechas en la cual la agricultura policultivista logró sintonizar con el rumbo
expansivo de la grana y contribuir a frenar las defunciones, favorecer los
matrimonios e impulsar los nacimientos. Ni siquiera el cólera morbo de 1851
alteró esas orientaciones en Gran Canaria, detectándose sólo alzas importantes
de los garbanzos en la capital. Los «pueblos reguladores» de 1849-1858 incluyen
cuatro puertos y dos demarcaciones provistas de litorales y cómodos accesos
marítimos (véase el cuadro adjunto). El único mercado «interior» en sentido
estricto es el de La Laguna cuenta con las cotizaciones mínima y máxima
del cereal panificable; el incremento tiene así mayor envergadura, superando en
un 38 por 100 al que le sigue en amplitud, el de Santa ruz de la Palma. Con la cebada
ocurre algo similar, pese a repararle de Las Palmas una corta diferencia
Ya que las
medias decenales altas corresponden a un déficit crónico de granos, el
encarecimiento reviste gran severidad ante situaciones inversas o cuando el
abastecimiento desde otros municipios o islas no resultaba tan sencillo.
Los precios
medios empezaron a ascender en 1854 y durante el cuatrienio siguiente asistimos
en líneas generales a una carestía que remite a continuación, pero que tarda en
reabsorberse del todo y torna a reaparecer en parte. Cuatro años sucesivos de
flojas o malas cosechas de granos, con su cresta en el bienio 1856-1857,
establecen una clara sincronía entre Canarias y la globalidad del territorio
español
El alza enota
escasez y ésta repercute fatalmente sobre las capas populares sin recursos. La
prensa nos facilita el camino a la hora e indagar los orígenes de la crisis
carencial y de los elementos que agravaron. En resumen, estaríamos ante una
trilogía inexorable y contumaz: aridez extremada, precipitaciones extemporáneas
unidas a tormentas y plagas múltiples. Natura semejaba ser furiosa
proteccionista, dispuesta a castigar con ensañamiento los amores de nuestras
clases dirigentes hacia el librecambio.
La segunda
mitad del año económico 1854-1855 se había caracterizado por una módica subida
primaveral. El cereal comestible por antonomasia comenzó el siguiente en un
peldaño alto, que los rigores veraniegos e invernales llevaron hasta unas
cifras poco habituales en fechas anteriores. Si las recolecciones de secanos y
regadíos fueron defectuosas en abril-junio, el mal tiempo retrasó la siembra en
octubre y sostuvo el alza un trimestre
Las
expectativas creadas al verificarse el laboreo a principios de la estación
invernal determinaron el descenso que inaugura 1856. Al practicarse la siega
iría tomando cuerpo la convicción de unos resultados insatisfactorios y cuando
llegó por fin se conquistó el pináculo del ciclo. En un solo cuatrimestre el
encarecimiento medio alcanzó idéntica magnitud que durante todo el año
preliminar. Dentro de las islas centrales, al mercado de la capital grancanaria
correspondieron las mayores oscilaciones y los márgenes encarecidos más
prolongados
Las
condiciones objetivas estaban maduras para que estallase el malestar o poner en
entredicho uno de los soportes del modelo arancelario de 1852, es decir, la
protección del mercado agrícola interno
Los temores
acerca de un desabastecimiento inminente cundieron por Las Palmas y un sector
de la ciudadanía no se mostró dispuesto a admitir las delicias de aquel
librecambio parcial
El concejal
Miguel Arboníes llamó la atención del cuerpo el 9 de mayo sobre la «la ansiedad
y alarma» popular ante el alza de los productos alimenticios y desde principios
de mes estaban en danza los menestrales con protestas nocturnas
La corporación
presidida por Sebastián Suárez Naranjo compartió «los graves temores» de Arboníes
sobre la reiteración de «las tristes y graves circunstancias» de 1846-1847,
tomando una serie de conformidades a propósito
Los tardíos
aunque bien intencionados ajustes no serenaron el desasosiego de las clases
laboriosas. A primeras horas de la noche del domingo 11, dice Chil, «se
presentó el pueblo de un modo tumultuoso en la Plaza de Santa Ana» para reclamar del
ayuntamiento que suspendiera la exportación de manutenciones. El amanuense
Morales narró al comisionado madrileño Hernández la «zaragata» de esta forma:
«Cosa de 300 ó 400 artesanos puramente, después de lanzar una porción de
voladores, se reúnen en la plaza de Santana (sic) a cosa de las diez de la
noche dando gritos para que no se permita el embarque de los frutos, y al mismo
tiempo a boca chiquita, según me han impuesto, diciendo abajo los del
Ayuntamiento que no han sabido defender los derechos del pueblo. Para mí tal
insurrección tenía doble objeto, si bien la mayor de los peticionarios estaba
de buena fe. Serafín [Zumbado] era el que los capitaneaba; éste según dicen
desea ser alcalde, está dominado por Segundo Carrós y creo haber dicho
bastante»
La cuantía de
los reunidos resulta en verdad imponente, a pesar de que el señor Morales le
restara importancia, dentro de una población que tenía 14.308 habitantes según
el censo de1857.
En las casas
consistoriales irrumpieron «varios grupos compuestos de artesanos» y la
mancomunidad, congregada en sesión de urgencia a las 23,30 horas «a petición
verbal de un considerable número de vecinos», tuvo que oír «sus sentimientos y
pretensiones» por boca de Serafín Zumbado Falcón
Algunos
trabajadores hicieron además relación «de hechos bientristes causados por dicha
escasez y carestía»; el alcalde especificará el día 14 que sus salarios no
daban para la manutención de los hogares respectivos. Una de las resoluciones
adoptadas bajo esta presión fue no permitir la extracción de papas y cereales
mientras durase tal escenario y hasta disponer de «un conocimiento aproximado
de las existencias que hay de comestibles y el estado de la cosecha», cursando
notificación ex profeso al ayudante militar de Marina
La
municipalidad también comisionó a los regidores Luis Navarro y Juan Apolinario
para que negociaran, con el expendedor al que hizo referencia Zumbado, la venta
de la partida de millo al precio inicial de 75 rvon. por fanega. Asimismo
decidió oficiar al jefe civil del distrito a fin de que participara «el
conflicto en que se encuentra esta población» a los alcaldes de los pueblos de
la isla «y especialmente a los de Agaete, Gáldar y Moya», animándolos «a que lo
hagan notorio en sus respectivas jurisdicciones para que en vez de extraerse
los frutos fuera de la isla se conduzcan aquí, donde habrán de tener muy pronta
y ventajosa salida»
Las
disposiciones municipales calmaron por lo pronto a la vecindad tumultuada, no
así a las autoridades ni a los especuladores, celosos guardianes de las
franquicias y de la libertad comercial. El ayuntamiento tornó a sesionar el 12
de mayo y encaró la exposición presentada ese mismo día por 19 negociantes,
disgustados por la novedad «tan tiránica» de prohibirles expedir a otras islas
las papas depositadas en el muelle
Después de
«una detenida conferencia» se dispuso resolver la temática «en unión de
personas que representen todas las clases» e invitar a la Real Sociedad
Económica de Amigos del País, Juntas de Agricultura y de Comercio, El Gabinete
Literario, El Liceo y otros nueve vecinos designados por el alcalde de
conformidad con los síndicos. Al pleno extraordinario del día 14, bajo la
presidencia del subgobernador José de Villasante, no asistieron todos los
convocados
El jefe civil
del distrito expresó su «gran disgusto» por la conmoción producida y el alcalde
admitió que «no llegó a sospechar se alterase la pública tranquilidad»,
minimizando su cariz. Ante «un numeroso concurso» fue revocada la suspensión
cautelar del embarque de las papas listas en el muelle «y de los demás que en
lo sucesivo traten de extraerse para la provincia»
La solución
amparada pasó por constituir una Junta que por suscripción o préstamo importase
artículos de primera necesidad, para enajenarlos «a costo y gastos o a un
precio en que, sin perjudicar la agricultura, estén al alcance de las clases
más necesitadas y no excedan de los precios medios acostumbrados en esta plaza»
La licencia de
los transportes, afirma Chil, «irritó de nuevo los ánimos y los predispuso a
alterar por segunda vez el orden de nuestra pacífica población»
Los cohetes
llamaron al motín en la Plaza
de Santo Domingo después del anochecer del 14 de mayo y fue preciso movilizar a
la Milicia Nacional
al toque de generala. Hubo detenciones entre los que se negaron a disolverse y
el expresado cuerpo estuvo acuartelado de forma preventiva hasta la siguiente
vigilia
El epistolario
de Laureano Hernández que Chil recabó nos facilita, en este punto, la
pormenorizada
descripción que Prudencio Morales hizo en la carta del día 28 sobre sus
andanzas personales durante el amotinamiento. Estas revelaciones, escritas con
enorme frescura y muy superiores a las gacetillas de prensa, contienen detalles
muy curiosos que no fueron incorporados a los
Estudios de Chil y vale la pena reproducirlas aquí pese a su extensión:
“A la noche
del mismo día, estando yo en el Gabinete, sentí unos caracoles por el risco y
algunos voladores. Serafín [Zumbado], que también se hallaba allí, dijo que iba
a haber jarana y que querían comprometerlo varios artesanos para que se pusiese
al frente de ellos y no dejar embarcar las papas. Mas él no quiso salir y todos
los que estábamos allí nos fuimos a ver el ensayo de la zarzuela que acaba de
representarse en este teatro. De allí a un momento corre la voz que se estaba
acuartelando la
Milicia Nacional, y efectivamente se nos cita para que
inmediatamente ocurriésemos al cuartel. Por el puente encontramos unos cuantos
grupos de hombres como que iban en retirada para sus casas, y me impuse de que
reunidos como unos 200 ó 300 en la plaza de Santo Domingo, el Alcalde les dijo
qué querían y no contestándoles nada les invitó que se retiraran a sus casas,
yendo enseguida dicha autoridad en casa del Juez de primera instancia a
participarlo de lo ocurrido. Cuando estas dos autoridades salieron, observa-
ron que los
grupos se habían aumentado alguna cosa y se hallaban en la plaza de Santana
(sic), en donde estaba el Jefe Civil invitándoles que se retiraran, como
efectivamente lo hicieron; parte de cuyos grupos encontré por el puente según
llevo dicho. Sigo mi camino y llego al cuartel de Santo Domingo donde se
hallaba ya dicho Jefe, Alcalde, Juez de primera instancia, Comandante de
Nacionales y porción de éstos, al mismo tiempo que observé que los seis hombres
iban a tocar generala. Entonces me acerqué al Jefe Civil y Alcalde Suárez, y
les dije que habiéndose disuelto los grupos creía no ser necesario alarmar el
pueblo condicho toque, y entonces convinieron en suspenderlo. Mas de allí a un
cuarto de hora se fueron reuniendo una porción de gente, quizá más bien por la
curiosidad que por otra cosa, en el extremo de la plaza de dicho cuartel. En
esto parece se le dio parte al Juez de primera instancia, que como llevo dicho
se hallaba allí, de que del medio de los grupos salían voces incitando a los
demás para que se fueran a apoderar del cuartel. Entonces, tomando dicha
autoridad cuatro Nacionales y un cabo, se acercó a los grupos y echó mano al
delincuente, pero los demás compañeros tiraron sobre de dicha fuerza con
intención de salvar al reo, y en esta oleada le hubieron de tirar al Juez el
sombrero, prorrumpiendo éste, entonces, con gritos desaforados, favor a la Justicia, favor a la Justicia
Yo por lo que
hace a mí, cuando sentí aquellos gritos y correr al mismo tiempo a los dichos
por donde salían, consideré víctima de una temeraria imprudencia a dicho
funcionario, pero salió ileso, manifestando que no había sido absolutamente
nada.
Entonces
inmediatamente se tocó a generala, todos los Nacionales ocurrieron a su cuartel
y todo quedó como una balsa de aceite. A cosa de la una de la propia noche,
después de haberse patrullado por toda la Ciudad, se formó el batallón y compañía de
artillería y el Jefe Civil les dijo la alocución que usted verá en los
periódicos. Por la mañana del día siguiente, pues todos nos fuimos a acostar,
vi fijado en las esquinas el bando que también usted verá en dichos periódicos.
Por la noche siguiente se volvió a acuartelar la Milicia, porque durante el
día se corrieron voces que se trataba de sacar a los presos por aquellos
sucesos, pero nada sucedió y todo quedó tranquilo. Aunque el movimiento, como
dije o indiqué a usted en la mía anterior, podía nacer más bien de ciertos
sujetos que a toda fuerza quieren apoderarse de los destinos municipales y
otros ser Alcaldes e individuos del propio Cuerpo y Comandante
de la milicia Nacional, nada de esto se dijo por los grupos, en voz alta, ni
menos que se reunieran los grupos junto a la casa del Jefe dando mueras...”
El
subgobernador Villasante atribuyó la asonada «a mezquinas pasiones y a intrigas
de mala ley» de «unos cuantos ilusos», sirviéndose de la carestía como mero ardid
para perpetrar «un delito desusado en la Gran Canaria».
Amenazó con aplicar todo el rigor de la legalidad vigente a posibles revoltosos
y prohibió la venta y el uso de voladores, obligando a los fabricantes a
notificar sus existencias y a seguir sus instrucciones. A los milicianos les
conminó a repeler los ultrajes a la seguridad y les previno que reprimiría
expeditivamente a quienes deshonraran el uniforme. En una circular del 18 de
mayo, por su parte, el gobernador civil Pedro García Arredondo pregonó que la
exportación de cereales y papas había sido «prohibida indebidamente» y
«cediendo a reclamaciones que no debieron ser atendidas», felicitándose por “la
inmediata sofocación del tumulto y la entrega de varios alborotadores al
tribunal ordinario”
La justicia
actuó ahora con más contundencia que en 1851.
El juez de
primera instancia, Eugenio Pérez, reclamó al consistorio desde el 15 de junio
informes sobre «la tendencia del movimiento», sus causas y personal director
La misma
jefatura civil del distrito preguntó el día 20 acerca de «la conducta pública»
de trece vecinos, si se tocaron caracoles y demás pesquisas conducentes “al
descubrimiento de los autores de la sedición”
Por este
delito fueron procesados el 24 los electores Serafín Zumbado, Gregorio
Gutiérrez, Segundo María Carrós y Andrés Melián. A la semana dirigieron todos
ellos un comunicado a la prensa en el que deploraban la aplicación de la Ley marcial de 17 de abril de
1821 y la imposición de un solo abogado y procurador para su defensa ante el
tribunal
Aunque Chil no
lo diga, al menos los dos primeros eran notorios militantes del Partido
Progresista y por ende camaradas del comisionado Laureano Hernández. De ser
cierta la afirmación de Morales en torno a la instalación del Partido Demócrata
en aquellos meses, con la tercería de Carrós, no caben dudas en cuanto al sesgo
político que las autoridades dieron a los levantamientos artesanales del 11 y
14 de mayo, sin que debamos exagerar las ambiciones de esta peña en la génesis
de los acontecimientos
La tramitación
en las Cortes del proyecto divisionista del ministro Patricio de la Escosura obligó a
restarles trascendencia frente a las previsibles manipulaciones nivarienses
El
ayuntamiento de Las Palmas inició el 13 de mayo de 1856 la rueda de informantes
por los pueblos que había convenido para evaluar la crisis agrícola
No tuvo una
entidad similar a la de agosto de 1851, circunscribiéndose a las alcaldías y
sin que cooperasen las de cinco demarcaciones (Agaete, Firgas, Santa Brígida,
San Mateo y Santa Lucía). El común denominador de todos los partes, avalando
las informaciones de prensa, fue aseverar que no disponían de acopios del año
anterior o que éstos eran tan exiguos que no bastaban para cubrir el consumo
local
La sequía y el
ataque de la alhorra, más las ventoleras y las puntuales invasiones de la
cigarra o la lagarta, dañaron enormemente a los cultivos en 1856. La
recolección no alcanzó el tercio de la habitual en San Lorenzo y Valsequillo,
en Mogán no daría sino para tres o cuatro meses y en Arucas e Ingenio se redujo
a la mitad de las regulares, abandonándose en Moya los plantíos «en la parte de
sequeros». El alcalde de San Bartolomé estimó que «el labrador que espera
recolectar 12 fanegas apenas llegará a 6 ó 7». Los altos precios de las
semillas habían reducido los sembrados de papas en Telde y esta vez el
presidente de la corporación municipal fue partidario de prohibir su salida,
temiendo una hambruna semejante a la de 1847.
En Valleseco
no cultivaban esta planta sino «una décima parte del vecindario» y también
planeó idéntico miedo
Al mediar el
verano de 1856 persistían los indicadores críticos de la primavera. El 18 de
julio, ante la pérdida de “una porción considerable” de la cosecha de papas de
medio tiempo y la ostensible reducción del producto de los cereales, el concejo
palmense propuso al gobierno civil la supresión por tres o cuatro meses de los
derechos de importación que pagaban los granos y el cese de las extracciones de
tubérculos fuera de la provincia
La “cuestión de
las subsistencias” alarmaba aún a la municipalidad a finales de año y la
pertinaz sequía forzó a encarecer al jefe civil del distrito que previniese
“fatales consecuencias”
El gobernador
Félix Fanlo daba prioridad a su obsesión por el mantenimiento del orden a toda
costa y el 14 de enero de 1857 formuló “varias indicaciones” de este jaez a la
alcaldía, entre ellas la incautación del armamento en manos de los
particulares.
Al fin tuvo
que prorrogar la libre introducción de granos y harinas hasta el 1 de junio y
prohibir la salida extraprovincial de las papas en el mismo plazo
Las movilizaciones artesanales de Las
Palmas habían puesto en evidencia los engorros de un régimen de franquicias
imperfecto, que perjudicaba a los consumidores menos pudientes cuando las
crisis de subsistencias se convertían en una triste realidad. (Agustín Millares
Cantero).
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