martes, 9 de abril de 2013

CANARIAS LACERADA, II- III





ALZAMIENTOS Y MOTINES CONTRA LA  REPRESIÓN COLONIAL EN CANARIAS

Capitulo III




Eduardo Pedro García Rodríguez

1502. La situación bélica continúa siendo inestable, en la isla de Chinech (Tenerife,) última del Archipiélago Canario en ser invadida y ocupada por las tropas mercenarias españolas. Si bien los españoles dan por sometida a la isla desde julio de 1496, la realidad es que una parte importante de la población guanche continua sosteniendo una guerra de guerrillas contra el invasor, atacando los asentamientos europeos, asaltando los hatos de ganados recuperando así parte de lo que habían sido despojados por los conquistadores. Éstos no podían organizar campañas militares contra los denominados alzados por carecer de efectivos suficientes, ya que las tropas mercenarias tuvieron que ser licenciadas ante la imposibilidad de Alonso Fernández de Lugo y sus financiadores de la invasión para continuar sosteniendo la nómina del ejército de mercenarios, los pocos soldados que decidieron quedarse en la tierra como colonos, más las tropas de indígenas auxiliares de las otras islas, eran insuficientes para mantener la seguridad de los recién implantados poblados europeos. Además, Lugo, en su insaciable sed de rapiña, estaba inmerso en la preparación de una armada para la captura de esclavos y saqueo de las costas del continente, en la que obligaba a participar a un buen numero de conquistadores y guanches de paces, actitud tiránica habitual en el invasor que motivó el que varios de los invasores y algunos guanches de paces elevaran sus quejas ante el trono de las Españas.
A pesar de las inhumanas acciones represivas llevadas a cabo por los invasores, la resistencia opuesta por un importante núcleo del pueblo guanche iba en aumento, haciendo temer a los conquistadores la inminente expulsión de éstos. Una de las medidas tomadas para tratar de sofocar la resistencia consistió en crear, bajo coacciones y amenazas, cuadrillas de guancheros formadas por guanches adictos o sujetos a los españoles, que eran además perfectos conocedores de los escarpados parajes de las sierras donde se refugiaban los guanches alzados, y donde los invasores no se atrevían a penetrar.

1502 Febrero 22. Sevilla. El rey de Anaga don Fernando denuncia los atentadas cometidos contra su persona por el capitán invasor Alonso de Lugo. Incitativa del Consejo real para que el gobernador colonial de Gran Canaria administre justicia en el caso.

Don Fernando, rey canario. Ynçitativa.

Don Fernando y doña Ysabel por la graçia de Dios rey y reyna de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Granada, de Toledo, de Valençia, de Gallisya, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jahén, de los Algarbes, de Algezira, de Gibraltar, de las islas de Canaria, condes de Barcelona e señores de Vyscaya e de Molina, duques de Athenas e de Neopatria, condes de Ruysellón e de Gerdania, marqueses de Oristán e de Goeano. A vos el que es o fue  nuestro governador de la ysla de la Gran Canaria, o a vuestro lugar theniente en el dicho oficio, e a cada uno de vos a quien esta nuestra carta fuere mostrada, salud e gracia. Sepades que don Fernando, rey que fue de Naga, canario de la isla de Thenerife, nos fizo relaçión por su petición diziendo: que al tiempo que, por nuestro mandado, se pasó de la dicha ysla de Thenerife a esa dicha ysla de la Gran Canaria, dis que Alonso de Lugo, nuestro governador de la dicha isla de Tenerife, no le dexó pasar su hazienda segund que por nos le avía sido mandado; y que demás desto le tomó dos esesclavos que compró dél, porque heran sus parientes, e que asimismo le tomó la mitad de sus ganados e otros muchos agravios, que dis que le fizo ynjustamente; en lo qual él dis que a recibido mucho agravio e daño, e nos suplicó e pidió por merced acerca dello le mandásemos proveer de remedio con justicia, mandándole dar nuestra carta para vos, para que oviésedes ynformación acerca de lo susodicho, e sobre todo le fizyerdes brevemente complimiento de justicia e como la nuestra merced fuese. Lo qual visto por los del nuestro Consejo fue acordado que devyamos mandar dar esta nuestra carta en la dicha rasón. E nos tovímoslo por bien: por que vos mandamos que luego veades lo susodicho. E llamadas e oydas las partes a quien atañe; lo más brevemente e sin dilación que ser pueda, fagades e administredes a las dichas partes breve complimiento de justiçia por manera que la aya e alcançen e por defecto de ella no tengan razon de se quexar más sobre ello ante nos. E otrosí por esta nuestra carta vos mandamos que fasyendo ante vos el dicho don Fernando rey que fue de Anaga el juramento e solemnidad de pobre que la ley en tal caso dispone fagáys que un letrado e procurador de esa dicha ysla le ayude en lo susodicho al dicho don Fernando e los escrivanos públicos de esa dicha ysla non le lleven derechos algunos de las escripturas que ante ellos pasaren sobre el dicho caso; a los quales mandamos que así lo guarden e cumplan so las penas que les vos pusierdes o mandardes poner de nuestra parte las quales nos por la presente les ponemos e avemos por puestas. E no fagades ende al por alguna manera so pena de la nuestra merced e de diez mil maravedís para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario fiziere. Dada en la muy noble cibdad de Sevilla a veynte e dos días del mes de febrero año del naçimiento del nuestro salvador Jhesu Christo, de mill e quinientos e dos años. =Don Alvaro.=Obispo de Oviedo.= Fernandus. licenciatus. = Joanes. licenciatus. =Licenciatus Zapata. =Licenciatus Moxica.=Yo Bartolomé Ruyz de Castañeda, escrivano de cámara del rey e de la reyna nuestros señores la fize escrevir por su mandado, con acuerdo de los de su Consejo.
1502 Agosto. Los guanches alzados de los distintos menceyatos de la isla Chinech (Tenerife), deciden reconstruir el Menceyato de Adeje, donde había residido el trono universal de la isla, proclamando Mencey al noble adejero Ichasagua, uno de los nobles que no se acogieron al tratado de los Realejos. Era Ichasagua guerrero enérgico y de poderosas fuerzas, de pocas palabras y hombre de acción. Fue vencedor en varias ediciones de los juegos Beñesmeres, siendo hombre valeroso y de gran sagacidad y serenidad. Estableció su corte en la fortaleza de Ahiyo, entre Adeje y Arona, señalándose por la tamusni, en la falda sur de la montaña de Hengua la cueva Menceya como parte integrante del auchón real.
La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió los inseguros cimientos de la recién implantada sociedad colonial europea. Comprendiendo Lugo todo el alcance político que tenía un hecho de esta naturaleza, en un país que no estaba totalmente pacificado, ordena la invasión del territorio de los alzados, aprovechando para esta operación las fuerzas que estaba preparando para sus correrías y saqueo del continente. Decreta la prisión del D. Diego de Adeje,  Pelinor. Y la invasión del menceyato de Adeje, por dos puntos distintos. Un grupo de tropas españolas apoyadas por guerreros isleños especialmente canarios y guanches de paces, superando las cumbres desembocaba por Chasna. Este ejército iba comandado por Guillén Castellano, lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y Francisco Espinosa. Simultáneamente, desembarcaba por la playa de Los Cristianos el mercenario flamenco mal llamado borgoñón, Jorge Grimón, al frente de 50 espingarderos y ballesteros, portando además socorros alimenticios para las tropas que habían penetrado por las cumbres.
Según la tamusni estas fuerzas se pusieron en contacto y recorrieron el territorio sin poder librar una verdadera batalla, ya que Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles, ordenó a sus tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el ejército invasor se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y arremetían contra los invasores, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron siempre victoriosos los guanches gracias a la nueva estrategia empleada por Ichasagua y porque ya eran muchos los guanches que tenían armas europeas, arrebatadas a las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas y especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se mantuvieron varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las pérdidas y el desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos métodos de guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron al adelantado a cambiar de táctica, empleando las argucias políticas y de engaño que tan buenos resultados le habían dado en campañas anteriores. Así decidió replegar las fuerzas dejando a algunos guanches comprometidos con su causa, los cuales tenían por misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
Retomemos la cuadrilla de guancheros formada en Eguerew (La Laguna) por don Pedro de Tacoronte, sus parientes y D. Diego, éstos mantienen contactos secretos con determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo una serie de promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra parte y como era habitual en ellos, jamás cumplirían. Por fin, don Pedro de Tacoronte en compañía de otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de los sigoñes alzados en un lugar a Abona que posteriormente se conocería como Los Parlamentos, del Valle de San Lorenzo.
Llevaban los comisionados poderes del adelantado para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar los principales alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el concierto.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio a conocer su misión y las proposiciones de paz. El Mencey Ichasagua, sin corresponder al saludo de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con la mirada los rostros de todos los circunstantes como tratando de adivinarles el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió en el pecho. Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el suicidio ritual murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en dar repuesta a las propuestas que el verdugo Alonso Fernández de Lugo le trasmitía a través de unos renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua, algunos de los conjurados aceptaron las paces propuesta por los invasores conquistadores y consiguieron arrastrar consigo a muchos de los alzados. La historia es testigo del poco honor que los españoles hicieron a lo pactado, como es habitual en ellos. Otros, los más indómitos, se dispersaron por las cumbres y montes manteniendo viva la lucha contra el invasor. Con el transcurso del tiempo, unos se fueron integrando en la nueva sociedad, otros, continuaron su lucha y su vida en las zonas más inaccesibles de nuestra geografía, y si bien con el tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando, no es menos cierto que estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto, podemos afirmar que aún continuamos en guerra con la potencia invasora, en una especie de tregua indefinida no declarada.
La conflictividad social en las islas Canarias, ha sido una constante durante más de cinco siglos de opresión de un sector minoritario y pudiente de la población sobre el resto de la misma. El sector más desprotegido se vio siempre sometido, primero con la esclavitud, después por una situación de vasallaje y, posteriormente, obligados a sobrevivir bajo las férreas estructuras Caciquiles, las cuales no escatimaban – ni escatiman- medios para dominar todas las etapas productivas del país sometido, sumiendo al pueblo en el más abyecto estado de miseria y embrutecimiento, hasta bien entrado los años sesenta del pasado siglo XX. (Eduardo Pedro García Rodríguez)
Año 1649: Una de las primeras medidas tomadas por los ediles del recién estrenado Ayuntamiento de La Orotava (villa exenta de La Laguna, noviembre de 1648) fue decretar la roturación de las tierras de las dehesas en Las Caletas del puerto, naturalmente en beneficio los propio regidores. Esta usurpación provocó una reacción popular en contra de tan injusta medida, pues con ella se privaba de los medios de subsistencia de una parte importante de la población. La justa sublevación popular se saldó con varios muertos y decenas de heridos provocados por las fuerzas de represión empleadas por  la oligarquía contra los desposeídos. En enero de 1649 el pueblo se subleva y un contingente de 600 hombres arrasan las tierras de la dehesa que ya habían sido sembradas, la situación se prolongó derivando en un sin fin de pleitos, arrestos y torturas, hasta que Felipe IV confirma el expolio de las tierras a los pobres campesinos en abril 1651.

Año 1655. Como consecuencia de las epidemias sufridas, las muertes habían sido considerables, por lo que los campos de cultivo estaban prácticamente abandonados. En esta tesitura se encontraban las islas cuando el rey de España, ordena una leva en la colonia para incrementar sus tercios con destino a Flandes. Ante la desolada situación de las islas, el Cabildo de Tenerife interpone súplica ante el capitán general A. Dávila, rogando la suspensión de la misma, pidiendo que se realice con carácter voluntario, a lo que se niega el general. Este ordena a los capitanes que apresen cada uno a 8 hombres. Al punto los hombres jóvenes imitando a sus antepasados se alzan a los montes, escondiéndose en cuevas del interior. A pesar del alzamiento las tropas de ocupación consiguen apresar y encarcelar a 1.200 hombres, ayudadas por la burguesía local la cual estaba exenta de la leva forzosa amparada por sus privilegios, con lo que sus hijos quedaban libres de esta imposición, mostrando así a la corona española, la fidelidad debida a cambio de sus privilegios. Enterado Felipe IV de la deplorable situación porque atravesaban las islas ordena suspender la leva, aún así, son enviados de manera forzada 700 de los desgraciados que habían sido encarcelados.

Año 1665: La casa Soler, pretende apoderarse del pueblo de Vilaflor, argumentado que se encontraba dentro de las tierras del mayorazgo, actitud que provocó el alzamiento del pueblo y parte de la comarca. AMPLIAR ARTICULO.

1666  de junio 30. El derrame del vino en Garchico
[…] A partir de aquí, la crisis se agravó, especialmente en la Isla Baja e Icod, donde su producción vinícola estaba orientada al cultivo del vidueño y sus caldos destinados al consumo en el reino de Portugal y sus posesiones, y  las rivalidades habidas a causa de la emancipación portuguesa, 25 años de luchas y discordias, paralizaron las remesas de vino a estos mercados y quedando nuestros envíos reducidos a sus islas Atlántidas.

A partir de aquí, la crisis se palpó más ostensiblemente con la fundación de la “Compañía de mercaderes de Londres, que negocian para las islas Canarias”, la cual imponía a los vinateros, además del monopolio de sus caldos, unos precios irrisorios para sus vinos y en cambio, los productos importados de Europa y canalizados a través de esta sociedad mercantil, sufrieron un gran incremento.

Compañía legalmente constituida en Londres el 17 de marzo de 1665, después de las presiones que varios mercaderes realizan sobre Carlos II (de España) para que admitiese su legalización.

Duras protestas realizaron los tinerfeños relativas a la implantación de esta sociedad mercantil en Canarias, especialmente en Tenerife, donde era protegida por el Capitán General, al ser legal y lícita su actividad. A pesar que autoridades y vecindarios solicitaban que sus principales factores fuesen expulsados de la Isla, entre otros los de Garachico e Icod.

Logran que se inicien los preparativos de la deportación, pero los implicados trataban, antes de marchar, dejar como testaferros y representantes suyos a otros comerciantes de su misma nacionalidad, para que en su ausencia fuesen los encargados de las operaciones mercantiles (contratos para la futura cosecha, cobro de deudores, ajustes de cuentas, etc.), con la finalidad de seguir adelante, cosa que el fue detectada y protestada.

En reunión celebrada en Cabildo de 6 de Agosto de 1665, se da lectura a numerosas cartas vecinales y de instituciones: convento de la Orotava, alcalde y vecinos de Buenavista, convento de Los Silos, convento de S. Pedro y S. Cristóbal de Garachico, convento de Icod, convento de S. Francisco de Los Realejos, convento de Ntra. Sra. de los Ángeles de Garachico, vecinos de Los Silos, etc., pronunciándose sobre que se expulsasen inmediatamente a los factores ingleses,  se enviasen apoderados a la Corte española y prohibición total de enviar malvasía a Inglaterra, etc.

El 25 de Agosto, don Sebastián Prieto y don Juan Francisco Interián dan cuenta de un barco llegado a Garachico “El naranjero”, que decían pertenecía a la compañía inglesa, luego se comprobó que no pertenecía al monopolio y logró cargar vino.

Pero el punto álgido de la crisis vinícola y de conflicto con la compañía inglesa, llegó con el derrame del vino en Garachico, en la que un grupo de agricultores exaltados se enfrentan abiertamente a los comerciantes ingleses y averían las pipas de vino que tenían dispuesta para el embarque.

Conocemos un informe firmado en Santa Cruz de Tenerife el 5 de julio de 1666 y enviado al Rey por el General Conde de Puertollano, en el que le da cuenta de las alteraciones y movimientos ciudadanos que en las islas habían habido; de los daños y menoscabos que recibían las haciendas de los naturales canarios con la formación de la compañía que tenían los ingleses y otros particulares, en el cual solicitaba pronto remedio al problema.  Memorándum llegó a la Corte y fue pasado al Consejo de Estado, para su estudio e informe pertinente.

En el documento explicitaba Puertollano, que el Maestre de Campo del partido de Garachico le había comunicado con fecha 30 de junio, que ese día amanecieron rotas tres bodegas y en ellas derramadas cantidad de pipas de vino. Y en La Caleta de Interián, a media legua del lugar y puerto de Garachico, y dentro de un barco fondeado dentro del mismo puerto de Interián, otra cantidad, que con todas eran noventa y cinco pipas, las cuales pertenecían a Diego Thomas, Juan Flanel y Juan Smith, ingleses que las tenían para cargar en un navichuelo surto en aquel puerto. Así mismo, le comunicaba que en esa misma noche se pusieron cuatro o cinco papelones insultantes para los ingleses y para las autoridades y que la acción la había ejecutado multitud de gente.

(Tomado de:  usuarios.arsystel.com/pedrobaez/cheo/librocaleta/librocaleta2.doc).

Una visión más poética del mismo suceso nos la proporciona la poetisa cubana Dulce María Loynaz en su obra Un verano en Tenerife: GarachicoEl derrame de los vinos:
”Vale la pena recordarlo también ahora, esfuminado en su neblina de siglos, pues son estas cosas, más que las estadísticas demográficas, las que nos dan la talla de un pueblo. Sucedió unos cuarenta años antes: el vino llenaba a reventar los odres de los cosecheros isleños y la compañía inglesa, encargada de su expedición y monopolio, quiso aprovecharse de la situación imponiendo bajos precios y altas condiciones. Como se ve, el cuento es tan viejo que parece nuevo, y sobran todas las consideraciones de carácter social o filosófico. Nos atendremos a los hechos: Resistiéronse los cosecheros a vender al precio ínfimo y resistióse la compañía a mejorar su oferta, que no era
oferta, sino un ukase ruso de cualquier época, y susceptible de trasplantarse a cualquier país. Y ocurrió entonces que el cabildo tomó cartas en la cuestión, contraviniendo lo dispuesto por el mismo capitán general, cuyo favor gozaba la compañía. La primera disposición del consistorio reunido en pleno fué prohibir que se vendiese la cosecha a los ingleses; la segunda fué declarar libre con las demás naciones el comercio del vino, y la tercera, a modo de sanción y más a modo de evitar tentaciones, ordenar la evacuación inmediata de aquellos extranjeros indeseables. Obedecieron éstos, amenazando, sin embargo, con un pronto retomo, la intervención de la metrópoli y aun la de su propio poderoso país, que no vería con buenos ojos tales desmanes. Pero nadie tuvo tiempo de intervenir, pues, para terminar las cosas empezadas, a renglón seguido llegó la cuarta, inesperada, estupenda salida... Y una noche de luna el vino en discusión corría en rojos ríos por tajos y laderas a perderse en e mar. Todos los odres se pincharon, las cubas se descorcharon, los toneles se desfondaron y no quedó en siete leguas a la redonda una gota para la sed o la ambición de nadie. Aquella noche la luna brillaba sobre tos campos empurpurados y el olor del mosto se mezclaba al perfume de los magnolios en flor. Si, en verdad no habían faltado las espinas en aquel florecer de pueblo sano, que más tarde un autor anónimo habría de comparar a la efímera cuanto brillante luz de un meteoro. Primero había sido la peste, una extraña enfermedad que llamaron las landres y que un siglo antes exterminara a media población. Después el aluvión del barranco, que arrasó las cosechas al granar, causando pérdidas por más de trescientos mil ducados, y, por último, el Derrame del Vino, aunque bien era cierto que de este final su ceso se hallaba el pueblo más satisfecho que afligido. De todos modos su paso había sido siempre hacia adelante: diríase que de cada catástrofe sacaban fuerzas sus moradores para avanzar en el camino, y éstos estaban ya a punto de creer que en los pueblos, como en el individuo, la tribulación es causa de debilidad en el débil y de fortaleza en el fuerte.” (Dulce Maria Loynaz)

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