ALZAMIENTOS
Y MOTINES CONTRA LA REPRESIÓN COLONIAL EN
CANARIAS
Capitulo
III
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1502.
La situación bélica continúa siendo inestable, en la isla de Chinech
(Tenerife,) última del Archipiélago Canario en ser invadida y ocupada por las
tropas mercenarias españolas. Si bien los españoles dan por sometida a la isla
desde julio de 1496, la realidad es que una parte importante de la población
guanche continua sosteniendo una guerra de guerrillas contra el invasor,
atacando los asentamientos europeos, asaltando los hatos de ganados recuperando
así parte de lo que habían sido despojados por los conquistadores. Éstos no
podían organizar campañas militares contra los denominados alzados por carecer
de efectivos suficientes, ya que las tropas mercenarias tuvieron que ser
licenciadas ante la imposibilidad de Alonso Fernández de Lugo y sus
financiadores de la invasión para continuar sosteniendo la nómina del ejército
de mercenarios, los pocos soldados que decidieron quedarse en la tierra como
colonos, más las tropas de indígenas auxiliares de las otras islas, eran
insuficientes para mantener la seguridad de los recién implantados poblados
europeos. Además, Lugo, en su insaciable sed de rapiña, estaba inmerso en la preparación
de una armada para la captura de esclavos y saqueo de las costas del
continente, en la que obligaba a participar a un buen numero de conquistadores
y guanches de paces, actitud tiránica habitual en el invasor que motivó el que
varios de los invasores y algunos guanches de paces elevaran sus quejas ante el
trono de las Españas.
A pesar de las inhumanas acciones represivas llevadas a
cabo por los invasores, la resistencia opuesta por un importante núcleo del
pueblo guanche iba en aumento, haciendo temer a los conquistadores la inminente
expulsión de éstos. Una de las medidas tomadas para tratar de sofocar la
resistencia consistió en crear, bajo coacciones y amenazas, cuadrillas de
guancheros formadas por guanches adictos o sujetos a los españoles, que eran
además perfectos conocedores de los escarpados parajes de las sierras donde se
refugiaban los guanches alzados, y donde los invasores no se atrevían a
penetrar.
1502 Febrero 22. Sevilla.
El rey de Anaga don Fernando denuncia los atentadas cometidos contra su persona
por el capitán invasor Alonso de Lugo. Incitativa del Consejo real para que el
gobernador colonial de Gran Canaria administre justicia en el caso.
Don Fernando, rey canario. Ynçitativa.
Don Fernando y
doña Ysabel por la graçia de Dios rey y reyna de Castilla, de León, de Aragón,
de Sicilia, de Granada, de Toledo, de Valençia, de Gallisya, de Mallorcas, de
Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jahén, de los
Algarbes, de Algezira, de Gibraltar, de
las islas de Canaria, condes de Barcelona e señores de Vyscaya e de Molina,
duques de Athenas e de Neopatria, condes de Ruysellón e de Gerdania, marqueses
de Oristán e de Goeano. A vos el que es o fue
nuestro governador de la ysla de la Gran Canaria, o a
vuestro lugar theniente en el dicho oficio, e a cada uno de vos a quien esta
nuestra carta fuere mostrada, salud e gracia. Sepades que don Fernando, rey que
fue de Naga, canario de la isla de Thenerife, nos fizo relaçión por su petición
diziendo: que al tiempo que, por nuestro mandado, se pasó de la dicha ysla de
Thenerife a esa dicha ysla de la Gran Canaria, dis que Alonso de Lugo, nuestro
governador de la dicha isla de Tenerife, no le dexó pasar su hazienda segund
que por nos le avía sido mandado; y que demás desto le tomó dos esesclavos que
compró dél, porque heran sus parientes, e que asimismo le tomó la mitad de sus
ganados e otros muchos agravios, que dis que le fizo ynjustamente; en lo qual
él dis que a recibido mucho agravio e daño, e nos suplicó e pidió por merced acerca
dello le mandásemos proveer de remedio con justicia, mandándole dar nuestra
carta para vos, para que oviésedes ynformación acerca de lo susodicho, e sobre
todo le fizyerdes brevemente complimiento de justicia e como la nuestra merced
fuese. Lo qual visto por los del nuestro Consejo fue acordado que devyamos
mandar dar esta nuestra carta en la dicha rasón. E nos tovímoslo por bien: por
que vos mandamos que luego veades lo susodicho. E llamadas e oydas las partes a
quien atañe; lo más brevemente e sin dilación que ser pueda, fagades e
administredes a las dichas partes breve complimiento de justiçia por manera que
la aya e alcançen e por defecto de ella no tengan razon de se quexar más sobre
ello ante nos. E otrosí por esta nuestra carta vos mandamos que fasyendo ante
vos el dicho don Fernando rey que fue de Anaga el juramento e solemnidad de
pobre que la ley en tal caso dispone fagáys que un letrado e procurador de esa
dicha ysla le ayude en lo susodicho al dicho don Fernando e los escrivanos
públicos de esa dicha ysla non le lleven derechos algunos de las escripturas
que ante ellos pasaren sobre el dicho caso; a los quales mandamos que así lo
guarden e cumplan so las penas que les vos pusierdes o mandardes poner de
nuestra parte las quales nos por la presente les ponemos e avemos por puestas.
E no fagades ende al por alguna manera so pena de la nuestra merced e de diez
mil maravedís para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario fiziere. Dada
en la muy noble cibdad de Sevilla a veynte e dos días del mes de febrero año
del naçimiento del nuestro salvador Jhesu Christo, de mill e quinientos e dos
años. =Don Alvaro.=Obispo de Oviedo.= Fernandus. licenciatus. = Joanes.
licenciatus. =Licenciatus Zapata. =Licenciatus Moxica.=Yo Bartolomé Ruyz de
Castañeda, escrivano de cámara del rey e de la reyna nuestros señores la fize
escrevir por su mandado, con acuerdo de los de su Consejo.
1502
Agosto. Los guanches alzados de los distintos menceyatos de la isla Chinech
(Tenerife), deciden reconstruir el Menceyato de Adeje, donde había residido el
trono universal de la isla, proclamando Mencey al noble adejero Ichasagua, uno
de los nobles que no se acogieron al tratado de los Realejos. Era Ichasagua
guerrero enérgico y de poderosas fuerzas, de pocas palabras y hombre de acción.
Fue vencedor en varias ediciones de los juegos Beñesmeres, siendo hombre
valeroso y de gran sagacidad y serenidad. Estableció su corte en la fortaleza
de Ahiyo, entre Adeje y Arona, señalándose por la tamusni, en la
falda sur de la montaña de Hengua la cueva Menceya como parte
integrante del auchón real.
La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió
los inseguros cimientos de la recién implantada sociedad colonial europea.
Comprendiendo Lugo todo el alcance político que tenía un hecho de esta naturaleza,
en un país que no estaba totalmente pacificado, ordena la invasión del
territorio de los alzados, aprovechando para esta operación las fuerzas que
estaba preparando para sus correrías y saqueo del continente. Decreta la
prisión del D. Diego de Adeje, Pelinor.
Y la invasión del menceyato de Adeje, por dos puntos distintos. Un grupo de
tropas españolas apoyadas por guerreros isleños especialmente canarios y
guanches de paces, superando las cumbres desembocaba por Chasna. Este ejército
iba comandado por Guillén Castellano, lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de
Vargas, Andrés Suárez Gallinato y Francisco Espinosa. Simultáneamente,
desembarcaba por la playa de Los Cristianos el mercenario flamenco mal llamado
borgoñón, Jorge Grimón, al frente de 50 espingarderos y ballesteros, portando
además socorros alimenticios para las tropas que habían penetrado por las
cumbres.
Según la tamusni estas fuerzas se pusieron
en contacto y recorrieron el territorio sin poder librar una verdadera batalla,
ya que Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles, ordenó a
sus tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el ejército
invasor se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y arremetían
contra los invasores, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron
siempre victoriosos los guanches gracias a la nueva estrategia empleada por
Ichasagua y porque ya eran muchos los guanches que tenían armas europeas,
arrebatadas a las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas
y especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se
mantuvieron varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las
pérdidas y el desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos
métodos de guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron al adelantado a cambiar
de táctica, empleando las argucias políticas y de engaño que tan buenos
resultados le habían dado en campañas anteriores. Así decidió replegar las
fuerzas dejando a algunos guanches comprometidos con su causa, los cuales
tenían por misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
Retomemos la cuadrilla de guancheros formada en
Eguerew (La Laguna)
por don Pedro de Tacoronte, sus parientes y D. Diego, éstos mantienen contactos
secretos con determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo
una serie de promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra
parte y como era habitual en ellos, jamás cumplirían. Por fin, don Pedro de
Tacoronte en compañía de otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de
los sigoñes alzados en un lugar a Abona que posteriormente se conocería como Los
Parlamentos, del Valle de San Lorenzo.
Llevaban los comisionados poderes del adelantado
para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los Realejos,
con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar los
principales alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el concierto.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se
dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano
del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se
cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del
Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando
al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante
Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio
a conocer su misión y las proposiciones de paz. El Mencey Ichasagua, sin
corresponder al saludo de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con
la mirada los rostros de todos los circunstantes como tratando de adivinarles
el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió
en el pecho. Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el
suicidio ritual murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en
dar repuesta a las propuestas que el verdugo Alonso Fernández de Lugo le
trasmitía a través de unos renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua,
algunos de los conjurados aceptaron las paces propuesta por los invasores
conquistadores y consiguieron arrastrar consigo a muchos de los alzados. La
historia es testigo del poco honor que los españoles hicieron a lo pactado,
como es habitual en ellos. Otros, los más indómitos, se dispersaron por las
cumbres y montes manteniendo viva la lucha contra el invasor. Con el transcurso
del tiempo, unos se fueron integrando en la nueva sociedad, otros, continuaron
su lucha y su vida en las zonas más inaccesibles de nuestra geografía, y si
bien con el tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando, no es menos
cierto que estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto, podemos
afirmar que aún continuamos en guerra con la potencia invasora, en una especie
de tregua indefinida no declarada.
La conflictividad social en las islas Canarias,
ha sido una constante durante más de cinco siglos de opresión de un sector
minoritario y pudiente de la población sobre el resto de la misma. El sector
más desprotegido se vio siempre sometido, primero con la esclavitud, después
por una situación de vasallaje y, posteriormente, obligados a sobrevivir bajo
las férreas estructuras Caciquiles, las cuales no escatimaban – ni escatiman-
medios para dominar todas las etapas productivas del país sometido, sumiendo al
pueblo en el más abyecto estado de miseria y embrutecimiento, hasta bien
entrado los años sesenta del pasado siglo XX. (Eduardo Pedro García Rodríguez)
Año 1649: Una de las primeras medidas tomadas por los ediles del
recién estrenado Ayuntamiento de La
Orotava (villa exenta de La Laguna, noviembre de 1648) fue decretar la
roturación de las tierras de las dehesas en Las Caletas del puerto,
naturalmente en beneficio los propio regidores. Esta usurpación provocó una
reacción popular en contra de tan injusta medida, pues con ella se privaba de
los medios de subsistencia de una parte importante de la población. La justa
sublevación popular se saldó con varios muertos y decenas de heridos provocados
por las fuerzas de represión empleadas por la oligarquía contra los
desposeídos. En enero de 1649 el pueblo se subleva y un contingente de 600
hombres arrasan las tierras de la dehesa que ya habían sido sembradas, la
situación se prolongó derivando en un sin fin de pleitos, arrestos y torturas,
hasta que Felipe IV confirma el expolio de las tierras a los pobres campesinos
en abril 1651.
Año 1655. Como consecuencia de las epidemias sufridas, las muertes
habían sido considerables, por lo que los campos de cultivo estaban
prácticamente abandonados. En esta tesitura se encontraban las islas cuando el
rey de España, ordena una leva en la colonia para incrementar sus tercios con
destino a Flandes. Ante la desolada situación de las islas, el Cabildo de Tenerife
interpone súplica ante el capitán general A. Dávila, rogando la suspensión de
la misma, pidiendo que se realice con carácter voluntario, a lo que se niega el
general. Este ordena a los capitanes que apresen cada uno a 8 hombres. Al punto
los hombres jóvenes imitando a sus antepasados se alzan a los montes,
escondiéndose en cuevas del interior. A pesar del alzamiento las tropas de
ocupación consiguen apresar y encarcelar a 1.200 hombres, ayudadas por la
burguesía local la cual estaba exenta de la leva forzosa amparada por sus
privilegios, con lo que sus hijos quedaban libres de esta imposición, mostrando
así a la corona española, la fidelidad debida a cambio de sus privilegios.
Enterado Felipe IV de la deplorable situación porque atravesaban las islas ordena
suspender la leva, aún así, son enviados de manera forzada 700 de los
desgraciados que habían sido encarcelados.
Año 1665: La casa Soler, pretende apoderarse del pueblo de
Vilaflor, argumentado que se encontraba dentro de las tierras del mayorazgo, actitud
que provocó el alzamiento del pueblo y parte de la comarca. AMPLIAR ARTICULO.
1666 de junio 30. El derrame del vino en Garchico
[…] A
partir de aquí, la crisis se agravó, especialmente en la Isla Baja e Icod, donde
su producción vinícola estaba orientada al cultivo del vidueño y sus caldos
destinados al consumo en el reino de Portugal y sus posesiones, y las rivalidades habidas a causa de la
emancipación portuguesa, 25 años de luchas y discordias, paralizaron las
remesas de vino a estos mercados y quedando nuestros envíos reducidos a sus
islas Atlántidas.
A partir de
aquí, la crisis se palpó más ostensiblemente con la fundación de la “Compañía
de mercaderes de Londres, que negocian para las islas Canarias”, la cual
imponía a los vinateros, además del monopolio de sus caldos, unos precios
irrisorios para sus vinos y en cambio, los productos importados de Europa y
canalizados a través de esta sociedad mercantil, sufrieron un gran incremento.
Compañía
legalmente constituida en Londres el 17 de marzo de 1665, después de las
presiones que varios mercaderes realizan sobre Carlos II (de España) para que
admitiese su legalización.
Duras
protestas realizaron los tinerfeños relativas a la implantación de esta
sociedad mercantil en Canarias, especialmente en Tenerife, donde era protegida
por el Capitán General, al ser legal y lícita su actividad. A pesar que
autoridades y vecindarios solicitaban que sus principales factores fuesen
expulsados de la Isla,
entre otros los de Garachico e Icod.
Logran que se
inicien los preparativos de la deportación, pero los implicados trataban, antes
de marchar, dejar como testaferros y representantes suyos a otros comerciantes
de su misma nacionalidad, para que en su ausencia fuesen los encargados de las
operaciones mercantiles (contratos para la futura cosecha, cobro de deudores,
ajustes de cuentas, etc.), con la finalidad de seguir adelante, cosa que el fue
detectada y protestada.
En reunión
celebrada en Cabildo de 6 de Agosto de 1665, se da lectura a numerosas cartas
vecinales y de instituciones: convento de la Orotava, alcalde y vecinos de Buenavista,
convento de Los Silos, convento de S. Pedro y S. Cristóbal de Garachico,
convento de Icod, convento de S. Francisco de Los Realejos, convento de Ntra.
Sra. de los Ángeles de Garachico, vecinos de Los Silos, etc., pronunciándose
sobre que se expulsasen inmediatamente a los factores ingleses, se enviasen apoderados a la Corte española y prohibición
total de enviar malvasía a Inglaterra, etc.
El 25 de
Agosto, don Sebastián Prieto y don Juan Francisco Interián dan cuenta de un
barco llegado a Garachico “El naranjero”, que decían pertenecía a la compañía
inglesa, luego se comprobó que no pertenecía al monopolio y logró cargar vino.
Pero el punto
álgido de la crisis vinícola y de conflicto con la compañía inglesa, llegó con el
derrame del vino en Garachico, en la que un grupo de agricultores
exaltados se enfrentan abiertamente a los comerciantes ingleses y averían las
pipas de vino que tenían dispuesta para el embarque.
Conocemos un informe firmado en
Santa Cruz de Tenerife el 5 de julio de 1666 y enviado al Rey por el General
Conde de Puertollano, en el que le da cuenta de las alteraciones y movimientos
ciudadanos que en las islas habían habido; de los daños y menoscabos que recibían
las haciendas de los naturales canarios con la formación de la compañía que
tenían los ingleses y otros particulares, en el cual solicitaba pronto remedio
al problema. Memorándum llegó a la Corte y fue pasado al
Consejo de Estado, para su estudio e informe pertinente.
En el documento explicitaba
Puertollano, que el Maestre de Campo del partido de Garachico le había
comunicado con fecha 30 de junio, que ese día amanecieron rotas tres bodegas y
en ellas derramadas cantidad de pipas de vino. Y en La Caleta de Interián, a media
legua del lugar y puerto de Garachico, y dentro de un barco fondeado dentro del
mismo puerto de Interián, otra cantidad, que con todas eran noventa y cinco
pipas, las cuales pertenecían a Diego Thomas, Juan Flanel y Juan Smith, ingleses
que las tenían para cargar en un navichuelo surto en aquel puerto. Así mismo,
le comunicaba que en esa misma noche se pusieron cuatro o cinco papelones
insultantes para los ingleses y para las autoridades y que la acción la había
ejecutado multitud de gente.
(Tomado de: usuarios.arsystel.com/pedrobaez/cheo/librocaleta/librocaleta2.doc).
Una visión más poética del
mismo suceso nos la proporciona la poetisa cubana Dulce María Loynaz en su obra
Un verano en Tenerife: El
derrame de los vinos:
”Vale la pena recordarlo también ahora, esfuminado en su neblina de siglos, pues son estas cosas, más que las estadísticas demográficas, las que nos dan la talla de un pueblo. Sucedió unos cuarenta años antes: el vino llenaba a reventar los odres de los cosecheros isleños y la compañía inglesa, encargada de su expedición y monopolio, quiso aprovecharse de la situación imponiendo bajos precios y altas condiciones. Como se ve, el cuento es tan viejo que parece nuevo, y sobran todas las consideraciones de carácter social o filosófico. Nos atendremos a los hechos: Resistiéronse los cosecheros a vender al precio ínfimo y resistióse la compañía a mejorar su oferta, que no era
”Vale la pena recordarlo también ahora, esfuminado en su neblina de siglos, pues son estas cosas, más que las estadísticas demográficas, las que nos dan la talla de un pueblo. Sucedió unos cuarenta años antes: el vino llenaba a reventar los odres de los cosecheros isleños y la compañía inglesa, encargada de su expedición y monopolio, quiso aprovecharse de la situación imponiendo bajos precios y altas condiciones. Como se ve, el cuento es tan viejo que parece nuevo, y sobran todas las consideraciones de carácter social o filosófico. Nos atendremos a los hechos: Resistiéronse los cosecheros a vender al precio ínfimo y resistióse la compañía a mejorar su oferta, que no era
oferta, sino un ukase ruso de
cualquier época, y susceptible de trasplantarse a cualquier país. Y ocurrió
entonces que el cabildo tomó cartas en la cuestión, contraviniendo lo dispuesto
por el mismo capitán general, cuyo favor gozaba la compañía. La primera
disposición del consistorio reunido en pleno fué prohibir que se vendiese la
cosecha a los ingleses; la segunda fué declarar libre con las demás naciones el
comercio del vino, y la tercera, a modo de sanción y más a modo de evitar
tentaciones, ordenar la evacuación inmediata de aquellos extranjeros
indeseables. Obedecieron éstos, amenazando, sin embargo, con un pronto retomo,
la intervención de la metrópoli y aun la de su propio poderoso país, que no
vería con buenos ojos tales desmanes. Pero nadie tuvo tiempo de intervenir,
pues, para terminar las cosas empezadas, a renglón seguido llegó la cuarta, inesperada,
estupenda salida... Y una noche de luna el vino en discusión corría en rojos
ríos por tajos y laderas a perderse en e mar. Todos los odres se pincharon, las
cubas se descorcharon, los toneles se desfondaron y no quedó en siete leguas a
la redonda una gota para la sed o la ambición de nadie. Aquella noche la luna
brillaba sobre tos campos empurpurados y el olor del mosto se mezclaba al
perfume de los magnolios en flor. Si, en verdad no habían faltado las espinas
en aquel florecer de pueblo sano, que más tarde un autor anónimo habría de
comparar a la efímera cuanto brillante luz de un meteoro. Primero había sido la
peste, una extraña enfermedad que llamaron las landres y que un siglo antes
exterminara a media población. Después el aluvión del barranco, que arrasó las
cosechas al granar, causando pérdidas por más de trescientos mil ducados, y,
por último, el Derrame del Vino, aunque bien era cierto que de este final su
ceso se hallaba el pueblo más satisfecho que afligido. De todos modos su paso
había sido siempre hacia adelante: diríase que de cada catástrofe sacaban
fuerzas sus moradores para avanzar en el camino, y éstos estaban ya a punto de
creer que en los pueblos, como en el individuo, la tribulación es causa de
debilidad en el débil y de fortaleza en el fuerte.” (Dulce Maria Loynaz)
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