CANARIAS
LACERADA, II- V
ALZAMIENTOS
Y MOTINES CONTRA LA REPRESIÓN COLONIAL EN
CANARIAS
Capitulo
V
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Año1719: Moya-G. Canaria. El vecindario desea expulsar, al
teniente de cura y al mayordomo, por estar descontentos con los mismos.
Año1719: Tirajana-G. Canaria. El pueblo se alza contra el
alcalde de aguas Fernando Quevedo, por los abusos cometidos en los
vecinos.
Año 1720: Santa Cruz de Tenerife. Expulsado el factor Navarro, con la
complicidad del capitán general Landaeta, la Metrópoli no ceja en su
política de esquilmación de las islas, así pues crea la figura del intendente
real en la colonia. Para implantar este nuevo empleo y poner un poco de orden
entre los soliviantados empleados de la corona, desembarcan en una oculta
caleta de Las Palmas, pues temían que las islas estuviesen envueltas en una
sangrienta revolución, desengañados de su error, se dieron a conocer.
El comisionado regio D. José de Chaves, nuevo capitán general en
sustitución de Landaeta, impuso a D. Juan Antonio de Cevallos como flamante
intendente general de Canarias. Retirado Chaves a su gobierno de Alicante en
abril de 1719, le sustituye D. Juan de Mur y Aguirre, sujeto de nefasta memoria
en las islas.
Como ya hemos expuesto en otro lugar, la principal fuente de
ingresos extras de los altos funcionarios españoles en Canarias, procedían de
los chanchullos y gangocheos que practicaban con el comercio, especialmente con
mercaderes ingleses. El contrabando, la recepción de mercancías procedentes de
navíos piratas o corsarios era práctica habitual. Esta situación, que siendo
irregular era aceptada o tolerada por todo el estaf, especialmente cuando era
práctica corriente en los capitanes generales, máximos representantes de la
corona en la colonia. Estas actuaciones irregulares no tardarían en enfrentar
al intendente Balmaceda con el general Mur, llegándose a mantener las
hostilidades abiertamente bajo la excusa de un incidente protocolario, al
negarse Balmaceda a dar al general el tratamiento de Excelencia que éste le
exigía. Así pues la oligarquía local, y el clero, tanto regular como secular,
dirigidos solapadamente por el capitán general, comienzan a tejer alrededor de
Balmaceda una red de intrigas tendentes a conseguir el acoso y derribo del molesto
intendente, dirigida desde los púlpitos de las iglesias y los corrillos
santacruceros. Con esta labor da zapa, fueron predisponiendo los ánimos del
pueblo en contra de Balmaceda, lo que, por otra parte, no precisaba de grandes
esfuerzos, pues la actitud altanera, despótica y de desprecio hacía el pueblo
de que siempre han hecho gala los funcionarios españoles, eran motivos
suficientes para tenerle encontrado.
El intendente Balmaceda sabía perfectamente que el fracaso de su
antecesor Navarro, se debió al hecho de haber encontrado un muro en la actitud
del general Landaeta, situación que se reproducía en sus relaciones con el
corrupto Mur. Así las cosas, remite un minucioso y extenso memorial a la corona
española exponiendo los pormenores de su gestión y las posibles soluciones para
poder llevar a efecto su comisión y, entre otras cuestiones exponía que: «Fue
servido S.M. que hallándome sirviendo la superintendencia de rentas generales
Cádiz (16 de marzo de 1718), mandarme pasar de intendente a estas islas,
y a don José de Chaves por gobernador y capitán general de ellas, con motivo de
la novedad que se ejecuto con don Diego Navarro,[...]Luego que llegué fui
notando con la experiencia lo que me habían asegurado los informes [...]
prosigue dando razón del modo y precio que se pago la compra del tabaco y
afirma que no sólo no ayo quien le apoyase, sino que fomentaban contra él a los
interesados; [...] porque en éstos fraudes se interesaban todos los que
intervenían en la descarga; que estos descubrimientos motivaban a desear y
solicitar la discordia con el capitán general e intendente, persuadiendo a
aquél que debe incluirse, como tal capitán general en muchas cosas dependientes
de la intendencia a fin de que sus instancias, ayudadas con otros cautelosos
informes, puedan persuadir no conviene
aya otro ministro; y con esta mira proponen a la ignorancia del pueblo
diferentes imposturas, desfigurando lo decoroso de la intendencia con la voz de
estanquero, suponiendo precisa la autoridad de la capitanía general para sus
expedientes». Balmaceda continua su extenso memorando y concluye con los
siguientes planteamientos: «que por estas experimentadas y continuas
desazones que, cuando no embaracen eternamente hacer el servicio, dilatan la
más breve ejecución y exponen a competencias impertinentes, me veo precisado a
representar a V. M. Y repetir el medio que se me ha ofrecido más proporcionado
para obviar estas instancias, el apartar de esta isla al capitán genera, por
ser el que con su comercios ocasiona estas displicencias, nacidas de lo
que llevo expresado, por sus abusos; y lo que dio motivo a vivir en ella a los
capitanes generales fue el tener la superintendencia de todas las rentas,
dejando con este pretexto de vivir en la isla de Canaria, donde está la Real Audiencia de
que son presidentes, y siendo más proporcionada por este respecto a la
habitación en aquella isla, donde reside también el tribunal de la inquisición
y está la iglesia catedral. No será extraño se le mande pase a ella el actual
capitán general, para que él y sus sucesores autoricen aquel tribunal y tengan
con la custodia y resguardo que se necesita la isla y ciudad, por estar más
expuesta a invasiones de enemigos que, en otras ocasiones, se han experimentado
por lo acomodado sus playas en los desembarcos.»
La tensión ente ambos funcionarios de la metrópoli había alcanzado
el límite, y como en situaciones similares anteriores, tanto el clero como el
capitán general, se valieron de la ingenuidad del pueblo para, mediante los
elementos infiltrados, caldear los ánimos y acometer contra el intendente. La
ocasión se les presentó en la mañana del 19 de junio de 1720. Sucedió que un
esclavo guanche de Güímar, criado del intendente mantenía relaciones con una
joven también guanche, y al parecer fueron sorprendidos por la esposa del
intendente en situación amatoria, ésta, hizo que su marido apresara e
encarcelara de manera arbitraria a la joven amenazándola además con ponerla en
la picota. Esta mujer era extremadamente querida por el pueblo, por ello en
cuanto se extendió la voz de que había sido encarcelada por el intendente, y
que pretendía exponerla la vergüenza pública, explotó la espoleta retardada que
el general y sus secuaces habían puesto en marcha. Se sublevo el pueblo y
marchó sobre la casa de Cevallos para exigirle la puesta inmediata en libertad
de la joven, el altivo intendente recriminó de manera airada y en tono
despreciativo la actitud de los amotinados, éstos comenzaron a arrojar piedras
contra las ventanas de la casa, una dio en la cabeza de Balmaceda hiriéndole,
asustado corrió a su despacho y redacto una nota para el general quien
–casualmente– se hallaba en La
Laguna, y al parecer enterado del alzamiento se
dirigía a Santa Cruz cuando fue alcanzado por el mensajero, quien entregó el
escrito a Mur, donde el intendente le decía escuetamente Estoy herido y ya
V.E. estará contento. Mientras tanto, los acontecimientos en la plaza se
habían desbordado, instigados por los infiltrados del general, la muchedumbre
había irrumpido en la casa del intendente y le había apuñalado cayendo muerto
en el acto, a continuación movidos por la inmensa aversión que las despóticas
actuaciones de Balmaceda habían despertado en la muchedumbre sacaron el cadáver
y lo arrastraron por algunas calles de la población, sin que,
significativamente, los oficiales y milicianos de presidio en el castillo de
San Cristóbal, hiciesen nada por evitarlo.
Instalado el general Mur, en sus aposentos de Santa Cruz y
“impuesto” de los sucesos acaecidos, en un intento de alejar de su persona toda
sospecha de participación en los acontecimientos, (recordemos que a Landaeta le
costó el puesto su participación en los secesos de Navarro) comienza una
despiadada y criminal represión contra un pueblo indefenso; hace detener y
encarcelar a cientos de personas sin antes averiguar si habían participado o no
en la sublevación, instruye procesos sin dar descanso a los jueces; declara
culpables a doce de los detenidos y sin darles oportunidad de defensa ni de
apelación son condenados a muerte, y asesinados el 26 de junio, en que fueron
colgados de las troneras del castillo de San Cristóbal, tardándose en la
operación cuatro horas quedando los cadáveres expuestos a la vista de los
habitantes de la consternada villa. No
contento con este brutal crimen, la saña del general se cebó en los infelices
presos condenando a más de treinta de ellos a presidio y a otros a galeras,
alejando así de la isla a posibles molestos testigos de su participación en los
hechos.
Debemos lamentar que algunos autores edulcorados, fieles
aduladores de los poderosos, y vividores a costa del sistema imperante, se
hayan permitido ofender la inteligencia
de los canarios dando a personajes como el general Mur, el calificativo de
“padre de los pobres”, es evidente que éstos ignoraban lo que significa ser
padre, y mucho más, ser pobre en una sociedad colonizada como lo es la nuestra.
(Eduardo Pedro García Rodríguez)
Año 1720: Teguise-Lanzarote. Al intentar imponer la Aduana el almojarife
Manzaneda, el pueblo se rebela contra el gobernador de la
isla.
Año:1720: Betancuria-Fuerteventura. Como consecuencia de la
terrible hambruna que padecen los vecinos, estos deciden secuestrar el arca de
quintos (los fondos de los impuestos).
Año 1720: Santa Cruz de Tenerife. El pueblo de Santa Cruz se alza
contra las arbitrariedades del intendente Cevallos y su mujer, alentado
el motín de manera indirecta, por el capitán general, quien después
mandó a colgar de las almenas del castillo de S. Cristóbal a varios de
los amotinados y condenó a otros a galeras. Según fuentes
españolistas este fue uno de los mejores capitanes generales que la metrópoli
mandó a esta colonia.
Año 1720: La
Vega-G. Canaria. El alcalde real y regidor perpetuo don Blas
Carvajal, extorsionaba e injuriaba continuamente a los vecinos, a quienes
además acosaba con multas injustas, situación que motivó el
amotinamiento.
Año 1721: Teror-G. Canaria. Los aguamangantes deciden
usurpar el agua del heredamiento de Tenoya,
Año 1722: La
Aldea-Canaria. La actuación arbitraria de los
administradores del Marqués de Villanueva del Prado causan el amotinamiento de
los vecinos.
1723 diciembre 3.
El motín del 3
al 4 de diciembre de 1723, con el
precedente de 1718 pretendiendo expulsar al alcalde don Juan Abadía, tiene como motivo el empeño del
corregidor de la isla Villalta en la
reelección como alcalde de don Gerónimo
Falcón (1721-1723), sin dejar el hueco establecido por las leyes ni haber dado la residencia. El levantamiento se
reaviva a las pocas semanas, el 24 de
diciembre, para expulsar a don Gerónimo
Falcón que, aunque ya no era alcalde,
continuaba ejerciendo jurisdicción como guarda del estanco del tabaco de todo el partido de Telde. Lo mismo ocurre
unos meses más tarde, tal vez en mayo de
1724, impidiendo la salida hacia Tenerife
de los doce vecinos llamados por el capitán general e implicados en una información
sumaria hecha ante el escribano F. Quiroga Losada a instancia de don Francisco
Amoreto, sargento mayor del regimiento de Milicias de Telde, para exculparse de la implicación
hecha por don Cristóbal de la
Rocha, teniente
coronel del mismo regimiento, e inculpar a éste de haber “movido” a dichos vecinos.
A lo sucedido en Telde en estos años se
refiere el corregidor Núñez de Arce en
1751 cuando, dando cuenta al Consejo de Castilla de los 17 motines acaecidos hasta entonces
en Gran Canaria, sitúa 4 en Telde,
“expulsando a sus alcaldes y poniendo de
mano poderosa al que querían,
conjurándose para quemar los reales
estancos, y llegó a tanto la osadía de
estos vecinos que formaron tribunal de Inquisición y procedieron contra
diferentes pobres mugeres tan várbara e
inhumanamente como se pudiera esperar
del gentileismo”.
No fueron los
únicos movimientos de protesta que
entonces se produjeron en la isla contra los alcaldes o que tuvieron a éstos como
motivo, siendo conocidos el que se
produjo en Teror en 1668 contra las
diligencias que se estaban instruyendo
como consecuencia de la residencia de su alcalde, los de la Vega en 1721 y 1744 expulsando a sus alcaldes, o los de
Guía en 1724 y Tejeda en 1752
cuestionando su gestión. Tal vez los
movimientos de protesta contra los
alcaldes sean más numerosos de lo que
las fuentes documentales nos revelan
pues Núñez de Arce señala 3 para la Vega
“castigando a sus alcaldes y aun intentando enterrarles vivos”, no obstante que el
Obispo de Canarias, en su
informe-respuesta dado al Consejo en
1749 sobre la forma de elegir los
alcaldes, sólo señale tener noticias de que en dos ocasiones hayan echado los lugares a
sus alcaldes, si bien ignora los motivos
que tuvieron para ello.
El motín de
Telde de 1723 es el resultado final de un acto de resistencia
protagonizado npor la mayoría de sus
vecinos contra la elección de alcalde que, en cabeza de don Gerónimo Falcón,
primero, y don Mateo Magdaleno, después, pretendía hacer el corregidor de la isla don Pedro José Villalta y Baeza. Esta
es su motivación principal, pero en su
gestación y desarrollo se deja entrever
la rivalidad existente entre las casas de Rocha y Amoreto y, más concretamente, entre don Cristóbal
de la Rocha, teniente coronel del Regimiento de Telde, y don Francisco Amoreto Manrique, sargento mayor de dicho Regimiento. Como
señala el tribunal de la
Inquisición de
Canarias en su escrito a la
Suprema el 6 de
diciembre de 1723 dando cuenta de lo ocurrido en Telde, nada se habría
producido si el corregidor Villalta
desde el principio de la “dependencia”
se hubiera arreglado al nombramiento de alcalde según práctica establecida por
las leyes del reino y no se hubiese
empeñado en la reelección de don Gerónimo Falcón, “quien pareze le (h)auía dado (según
se dice) du(s)cientos pesos” (1.500 reales).
(Vicente Suárez Grimón)
Año 1724: Guia-G. Canaria. Los moradores salen en defensa del
alcalde, ante las diligencias practicadas contra este por el teniente
corregidor don Juan Acedo.
Año1724: La
Vega-G. Canaria. El sobre guarda del Monte Lentiscal, trata
de impedir el aprovechamiento comunal.
Año 1734: Teror-G. Canaria. Los vecinos se ven obligados a
defender sus derechos de riego con el agua de la acequia de los
Llanos de Teror.
Año 1736: Isla de Fuerteventura. Ante los continuos desfalcos que
venía cometiendo el alcalde de la isla, los vecinos se amotinan para
expulsarlo.
Año1742: Los Silos-Tenerife. La ocupación por parte de los
terratenientes de terrenos comunales dedicados a canteras y dehesas.
Año 1744: Isla de La Gomera. Los Gomeros se alzan contra una vez
más contra el régimen señorial.
Año 1744: La
Vega-G. Canaria. Los vecinos se alzan contra el
alcalde y regidor perpetuo don Juan de Meneses.
Año 1750: Telde-G. Canaria. Ante el intento de saca (exportar)
millo en época de extrema escasez.
Año1750: Teror-G. Canaria. El pueblo se amotina ante el intento
de los herederos de Tenoya de romper las acequias y abercones.
“El 29 de
abril de 1483 la isla de Gran Canaria queda incorporada a la Corona de Castilla. En
virtud del derecho de invasión y conquista, la Corona se arrogó la propiedad
de su territorio experimentando éste una primera distribución mediante el
sistema de “repartimientos” con autorización regia, encargándose de llevarlos a
cabo el gobernador Pedro de Vera en virtud de la comisión dada por los Reyes
Católicos el 4 de febrero de 1480. De esta manera, Pedro de Vera distribuyó el
15 de junio de 1485 entre diferentes personas los terrenos del valle de Tenoya,
dándoles para su riego toda el agua del barranco entonces llamado de Arucas y
hoy de Tenoya. Las irregularidades cometidas en éstos y posteriores
repartimientos dieron motivo a diferentes quejas que la Corona atendió mediante la
real cédula de 31 de agosto de 1505 por la que se comisionó al licenciado Juan
Ortiz de Zárate para que reformase o confirmase dichos repartimientos según
fuese procedente. Informado de lo ocurrido, Ortiz de Zárate confirmó en 3 de
enero de 1508 los repartos realizados en el valle de Tenoya, ratificando para
el riego de dichas tierras el agua del barranco con toda la que además se
pudiera aprovechar por dicho barranco y aguas vertientes a él, mandando, en
virtud del poder que tenía de la
Corona (de la reina Juana), que nadie tomase agua alguna del
barranco de Tenoya ni de las otras que se pudieran aprovechar, aguas vertientes
al mismo, debiéndolas haber y tener para sí y para sus herederos y sucesores
los dueños de los terrenos de Tenoya.
La asignación
del agua del barranco de Tenoya a los terrenos de la costa no generó mayores
problemas hasta que, repartidas y roturadas a lo largo del siglo XVI con el
carácter de “sequero” las tierras de medianías y cumbres colindantes con los
barrancos de la Madre
del Agua y de Arbejales (Teror), sus dueños o cultivadores comenzaron a
regarlas “clandestinamente” con el agua que debía correr hacía la costa, obligados
por la necesidad y, como diría la heredad de Tenoya, valiéndose del “poco celo
de los propietarios de Tenoya y las dificultades de vigilar cuidadosamente los
barrancos”. La “necesidad” de los unos a aprovechar las aguas que nacían o
discurrían por sus tierras y la “legalidad” de los otros para reclamar toda el
agua que les había sido asignada en la reformación de Ortiz de Zárate,
acabarían enfrentándose cuando el paso del tiempo puso de manifiesto una
realidad incuestionable: la merma o disminución de las aguas que llegaban al
valle de Tenoya como consecuencia del descenso que desde comienzos del siglo
XVII experimentaron los caudales de agua por efecto del retroceso de la
superficie forestal ante el avance de las tierras de cultivo. Las partes en conflicto,
no obstante, dieron otra interpretación al problema pues, para los de Tenoya,
la merma de las aguas se debía al aprovechamiento “clandestino” que hacían los
de Teror, en tanto que para éstos el motivo no era otro que la extensión del
riego en las tierras de Tenoya en cantidad superior a la establecida en la
reformación de Ortiz de Zárate. Con tales interpretaciones el acuerdo no fue
posible iniciándose desde el segundo cuarto del siglo XVII un largo conflicto
que no se “cierra” hasta que en 1915 el Tribunal Supremo reconoce el derecho de
aprovechamiento de las aguas diurnas a los heredamientos de Teror surgidos
después del contrato de arrendamiento formalizado en 1739 con la heredad de
Tenoya. Esta conflictividad “sorda” o de reivindicación ante los tribunales de
justicia se vio acompañada por una conflictividad “ruidosa” o de reivindicación
en las acequias mediante la revuelta violenta o el motín como sucedió en 1721 y
1750. Como se trataba de un asunto que afectaba a la colectividad, el fracaso
de la conflictividad “sorda” o de la vía administrativa es lo que acaba
provocando la aparición de la conflictividad “ruidosa”.” (Vicente Suárez
Grimón).
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