martes, 16 de abril de 2013

CANARIAS LACERADA, II- VI






ALZAMIENTOS Y MOTINES CONTRA LA  REPRESIÓN COLONIAL EN CANARIAS

Capitulo VIII




Eduardo Pedro García Rodríguez


Año 1810: Guía-G. Canaria.  Los vecinos se niegan a pagar las  multas impuestas por roturar tierras en la Montaña de Doramas.

Año 1810:  Puerto de La Cruz. Tfe. Alzamiento de los vecinos de la Orotava  por la usurpación de las dehesas.

Año 1810: Güímar-Tenerife.  Disturbios a causa de la manipulación de los votos en las elecciones municipales.

Año 1810: Arrecife-Lanzarote.El pueblo se niega a que don Lorenzo B.  Guerra, sea nombrado coronel de la isla.

Año 1812: Tacoronte-Tenerife.  El derribo de unas paredes para la ampliación de la plaza de la iglesia crea enfrentamiento con los vecinos.

Año 1812: Agulo-La Gomera.   Protesta vecinal por la extracción de granos.

Año 1812: Guía-G. Canaria.   No hay constancia del motivo.

Año 1813: Arucas-G. Canaria.  Los vecinos se oponen a los mandatos  judiciales del alcalde.

Año 1814: Teror-G. Canaria. Se crean conflictos por los repartimientos  de tierras en la Montaña de Doramas, llevados a cabo por los Ayuntamientos de Guía y Moya.

Año 1814: Guía-Moya. G. Canaria. Protestas contra la data de don Cristóbal V. Mújica.

Año 1817: Valsequillo-G. Canaria.  Conflictos derivados de la usurpación  de las aguas de la Vega Mayor de Telde.

Año 1817: Tejeda y Artenara. G. Canaria.  Por la usurpación de las agua que bajan a la Aldea.

Año 1818:   Santa Lucía-G. Canaria. Usurpación del agua de la acequia real  del Ingenio.

Año 1820: Guía-G. Canaria. Las pretensiones de don Juan G. Jaque, comandante accidental del Regimiento de Guía, de que la 2ª compañía de éste  Regimiento pasase revista en Gáldar,  fue la causa del amotinamiento.

Año 1820: Ingenio-G. Canaria. Los vecinos se oponen al decreto  de 8 de junio de 1813 que, entre  otras cosas, manda a acotar y cercar  los predios particulares.

Año 1822: Santa Lucía-G. Canaria. Se promueven disturbios al impedirse enterramientos en el cementerio parroquial.

Año 1822: Teror-Arucas y Firgas. G.C. Motín suscitado por el reparto que el Ayuntamiento de Moya trataba de hacer la Montaña de Doramas.

Año 1822: Teror-Arucas y Firgas. G.C. Contra la data de don Juan Laguna y las roturaciones que se estaban haciendo la Montaña de Doramas.

Año 1823: Agüimes-Ingenio- G. Canaria. La imposición de un juez de Letras, del partido de Telde, cuyo sueldo deben pagar los   vecinos mediante contribuciones, dio lugar al alzamiento.

Año 1823: Pájara-Bentancuria. Fv. Los vecinos se niegan a pagar las contribuciones de exportación en la playa del jurado.

1824 febrero 24: La leva de Barradas. Las verdaderas causas del enfrentamiento entre el intendente don Fermín Martín de Balmaseda y el general Uriarte, estuvieron motivadas por el levantamiento de un batallón expedicionario de “voluntarios leales Canarios” y que debía contar de unos dos mil hombres de armas.

La corona española, en su habitual ceguera política, no quiere aceptar el hecho consumado de la emancipación de las colonias americanas y, prepara la reconquista de los territorios perdidos, por tanto cuantos proyectos tendentes a dicho fin le son presentados tienen buena acogida, por ello, no desestiman al igual que sus antecesores los reyes católicos, aceptar ofertas de aventureros, facinerosos y “corsarios sin navíos” o piratas de tierra adentro de cuantas ofertas tendiesen a este fin.         

Uno de estos bandidos sin escrúpulos lo fue sin duda alguna, el portuense don Isidro Barradas Martínez, quien obviando los nulos resultados obtenidos por la corona en su intento de levantar un batallón de voluntarios en Canarias, por real orden de 27 de Febrero de 1824 con destino a las colonias americanas y, al que solamente se alistaron algunos empleados públicos de Santa Cruz, con objeto de no perder sus empleos y tratar de medrar dentro de la caótica situación en se encontraban las ex colonias, cuatro personas en La Laguna y solamente una en La Orotava, sin que en los demás pueblos de la isla se alistase persona alguna, por lo cual la milicia realista jamás llegó a establecerse en Canarias.

A pesar de los malos resultados de este intento de recluta, don Isidro Barradas se desplaza a Madrid y ofrece al rey Fernando VII reclutar un batallón de expedicionario de “voluntarios leales Canarios” su majestad aceptó encantado la iniciativa y a pesar de que se pidieron informes sobre el particular, con fecha 8 de Marzo de 1824, Barradas debía contar con algún contacto influyente en la corte, pues no se esperó a que los informes fuesen concluidos y con fecha 15 de Abril, se resolvió por real orden que se reclutase un batallón expedicionario en Canarias, quedando dicho batallón bajo las ordenes de su promotor Isidro Barradas Martínez.

Poco tiempo después desembarca en Santa Cruz, Barradas acompañado de algunos oficiales, furibundos realistas. El general Uriarte prestó el máximo apoyo y amparo posibles. Comenzó de inmediato la recluta pero los voluntarios que se presentaron distaban mucho de los necesarios para cumplir con los fines que se había propuesto el Brigadier Barradas, siendo los alcaldes de los pueblos los primeros en rehuir colaborar con el proyecto de Barradas y compañía, siendo uno de los alcaldes más destacados en su oposición el del Puerto de la Cruz don Francisco de Arroyo, éste hizo frente de manera razonada y firme a los requerimientos del general Uriarte para que, por sorteo destinase hombres para la recluta que se efectuaba en Santa Cruz, también se ordenara requisar las armas propiedad de los civiles, posiblemente para pertrechar con estas a los soldados del futuro batallón. En este intento quedó demostrado que los canarios no estaban dispuestos a ser reclutados ni eran tan “leales” a la corona como presumía el promotor.

Ante el fracaso de la recluta voluntaria, los organizadores idean una trama para capturar a los hombres necesarios para sus proyectos, para ello organizan una leva de vagos (antecesora de otra creada bastantes años después por la dictadura franquista) con lo que se abrió una amplia puerta para hacer víctima al pueblo una vez más de las injusticias y fraudes ideados por los poderosos.

Aún con esto no fue suficiente para completar el batallón, por lo que se procedió a extraer milicianos mediante sorteos entre los regimientos de milicias, dándose el triste espectáculo de ver conducidos por todas partes maniatados a los hombres que debían llevar la divisa de voluntarios, de que entonces -y después- estaban muy distantes.

En resumen, el coronel Barradas recorrió varias  islas cometiendo dota clase de crueldades para conseguir su empeño. Es notorio que el buen Barradas encontró una buena mina en sus paisanos arrancados del terruño por la fuerza, traficando posteriormente con la sangre y la libertad de sus compatriotas antes de la desastrosa actuación militar que tubo en México.

Una vez concluida la recluta, el batallón parte rumbo a Cuba, llegados a la Habana el capitán general de la isla ordena la disolución del mismo, integrando a sus componentes entre los diversos regimientos de la plaza, dando al traste con las apetencias de mando y aventuras de don Isidro. El coronel no renuncia fácilmente a su proyecto y, en un empeño digno de mejor causa, se traslada a Madrid donde obtiene de la corona el mando de otro batallón expedicionario, con el cual pretende reconquistar Méjico. Poco tiempo después la expedición hace escala en la isla de paso para el puerto de Tampico. Los resultados de la expedición son sobradamente conocidos, por lo que evitamos entrar en materia, solamente apuntar que el flamante brigadier de los reales ejércitos, don Isidro Barradas, recibió tal derrota de mano de los Mejicanos que, damos por sentado que a partir de la misma se le aplacaron las ansias de reconquistas.

Breve semblanza biográfica de Barradas 
Militar, criollo natural de Puerto Mequinez (Puerto de La Cruz, Tenerife) ascendido a brigadier de infantería en. 10.1782, hijo de Matías Barradas y González y de María Valdés, su primera mujer. Siguió a su padre en Venezuela, donde ingresó en las milicias distinguidas de Carúpano. Intervino en operaciones contra los independentistas, ganando sus ascensos de teniente y capitán (1814) graduado de teniente coronel (1815.) En 1823 fue comisionado en Cuba con la misión de llevar a cabo la supresión del orden constitucional. En 1824 fue encargado de hacer una leva de 2000 hombres en Canarias, para las colonias americanas; pero sólo pudo reunir la mitad de la tropa prevista. Fue gobernador militar de Santiago de Cuba en  1828. Al año siguiente se le encargó una misión de pacificación de México, que fue un rotundo fracaso. Luego se retiró a Francia y falleció en Marsella, el 14/8.1835. En sus memorias Aviraneta declara que Isidro Barradas “demostró escasas dotes de mando”.     

Nos hemos alejado un tanto la figura del intendente Balmaceda, pero era necesario, para un mejor entendimiento de las causas que motivaron el enfrentamiento abierto entre Uriarte y Balmaceda, que no fue otro que las exigencias del primero para dotar de los pertrechos necesarios al forzado batallón levantado por Barradas con el incondicional apoyo del general, su hijo, y el secretario de la comandancia general. Como consecuencia del agrio carácter de Balmaceda y de las continuas exigencias del general, las ya deterioradas relaciones entre ambos empleados se fueron agravando hasta el punto que, hizo pasar al general Uriarte un último oficio en extremo depresivo e insultante; que colmó la paciencia de éste quien haciendo uso de su superior autoridad mandó a detener al intendente, suspendiéndole de empleo y sueldo, ordenando su ingreso en  prisión, en el castillo de Paso-Alto.

Cuando se ejecutó la orden de prisión, se hallaba Balmaceda en La Laguna y allí fue detenido en un día lluvioso, por una compañía de soldados. Se le condujo a Santa Cruz y se le obligó a atravesar el pueblo caminando hasta el lugar de su prisión situado como hemos dicho en Paso-Alto, al otro extremo de la población. Los innumerables enemigos que Balmaceda se había creado, tuvieron la oportunidad de presenciar el cortejo. Las acusaciones contra el intendente fueron numerosas y de variados delitos, permaneciendo en prisión durante varios meses hasta que fue remitido a España donde fue vista su causa, y dictaminada de manera curiosa, pues mientras por el ministerio de hacienda se expedía real orden desaprobando la actuación de Uriarte, el ministerio de la guerra expedía otra aprobándola.

En todo caso vemos como unos pocos años después en 1827, nos encontramos a Balmaceda en La Laguna tratando de hacer pasar por milagro la visita de unas palomas que, durante el velatorio, penetraron por una ventana y se posaron sobre el cadáver de su sobrino. (Eduardo Pedro García Rodríguez).

1823: El motín de en Gran Canaria: más de cuatro mil personas se alzaron en defensa del Monte de Doramas

No es mucho lo que se ha escrito sobre este motín que fue sin duda uno de los acontecimientos más importantes de la primera mitad del siglo XIX en Gran Canaria, pues se dice que en él participaron más de 4.000 personas, lo que rondaría el 10% de su población. Francisco María de León pensaba dedicarle un espacio en su obra, pero no sabemos si no lo llegó a escribir, o si no se copió en el manuscrito que se conserva (1).

Millares Torres le dedica un par de páginas en su Historia atribuyéndolo todo a "la ignorancia del pueblo" que fue manipulado por los absolutistas. Domingo J. Navarro, otro ilustre liberal, decía que todo fue obra de los frailes y de los "serviles":
"que tuvieron el atrevimiento de sublevar todos los pueblos del interior de la isla para que en somatén bajaran a Las Palmas a proclamar al Rey absoluto, exponiendo al saqueo de los incultos campesinos toda la ciudad, donde sin duda hubiera corrido la sangre en medio de inmensas desgracias.
El pueblo de Teror fue el centro de los amotinados del norte, capitaneados por un fornido palurdo que manejando un grueso garrote y enseñándolo gritaba:
este es el jefe pulítico que too lo gubierna. Mañana diremos a la siudá a machacá el mojo en la cabesa de María Sebolleta (estatua de la Libertad, y de toos sus melisianos .

Ninguno de ellos habla de la oposición de los campesinos a la revolución liberal, ni menciona la Montaña de Doramas que, como veremos, estuvo en el centro de los acontecimientos. Evidentemente no podían -o no querían- comprender, debido quizás a esa parte de hipocresóa o, si se quiere, de obcecación, que toda ideología comporta.

Los que estuvieron más o menos abiertamente de parte de los sublevados, cuando triunfó el liberalismo, se comprende que no tuvieran especial interés en volver sobre el asunto. Don José 0uintana Llarena, en un folleto que escribió para demostrar "lo lejos que este alzamiento estaba de ser en sentido absolutista", llega a decir que el grito de guerra fue: "Viva la Constitución, Viva la Virgen del Pino y la Montaña de Doramas" .

Chil, tal vez por su preocupación por los montes, a los que dedica un capítulo -"La destrucción de la vegetación"- de sus Estudios, pero sobre todo por su alejamiento de la (pequeña) política y su actitud científica, nos proporciona, no sólo la mayor parte de la información de que disponemos, sino, diríamos, una interpretación "moderna". Es el que nos da una visión más rica de los acontecimientos, pero, sobre todo, es el único que los encuadra correctamente.
Dice Chil que ya en julio de 1820, en una reunión de la Junta Electoral para nombrar al elector que había de ir a Santa Cruz de Tenerife, principiaron las intrigas de una manera poco decorosa, pues bajo la capa de patriotismo se aspiraba nada menos que a apropiarse algunos de los montes, sobre todo de Doramas, que era lo que más ambicionaban muchos de los más exaltados patriotas.
Los pueblos del norte de la isla estaban alarmados por las noticias que corrían. Estaban convecidos de que las autoridades habían indicado a sus amigos y allegados que estuviesen preparados para, llegado el momento, apropiarse de las mejores, y mayores, tierras. Soverón, el presidente de la Diputación Provincial, decía a unos pueblos que podían apropiarse parte de la Montaña y a otros "les mandaba órdenes terminantes para su conservación", enfrentando así a los pueblos de Teror, Valleseco, Firgas, Arucas y San lorenzo, contra los de Moya y Guía. Ya por entonces, dice Chil, los partidos empezaban a "deslindarse", y el absolutista "engrosaba cada día con los desaciertos de los liberales" (6). La prohibición de vestir el hábito monacal a los monjes de las casas suprimidas y la secularización de sus bienes vinieron a caldear el ambiente.

Es increíble el efecto que esto produjo en el país, especialmente en los campos, donde los conventos tenían numerosas fincas y las mejores de la isla. Hízose correr la voz entre los colonos que los iban a expulsar para ponerlas a precios más subidos y que ellos morirían de hambre, además de que era, se añadía, un robo hecho a la Iglesia de Dios y que esto debía traer grandes castigos.
Más que la propaganda de los frailes, era la política liberal la que engrosaba, con los campesinos, las filas absolutistas. M ientras, el entusiasmo liberal "entre las personas de la situación era tal que en todos los establecimientos públicos se inscribían artículos de la Constitución" .
En las elecciones que se celebraron el 7 de diciembre de 1821, el candidato de los absolutistas fue D. Pedro Alcántara Déniz, uno de los más decididos defensores de los "derechos, prerrogativas y preeminencias" de la isla, y de los más firmes partidarios de la conservación de los montes, lo que le granjeó gran número de votos, especialmente en los campos. El candidato de los liberales era el doctoral Graciliano Alonso, uno de los responsables del informe de la división de la "catedral" (diócesis) de Canarias, que disgustó tanto en la isla. Dirigente de los "exaltados" - partido "que si no era el más numeroso, era el que más trabajaba y vociferaba"-sujeto de conocimientos y de un carácter sarcástico, relacionado con lo más escogido de la población y profesando las más avanzadas ideas que los retrógados calificaban de disolventes; con una presencia elegante en una posición brillante; con una instrucción nada vulgar y de maneras finas y cortesanas.
En 1817 se había manifestado partidario del reparto de Lentiscal (se abstuvo de opinar sobre Doramas alegando que no conocía el problema).
El día de la elección, viendo los liberales que iba a ganar Alcántara (acudieron muchos electores de los campos), le acusaron de no tener saldadas ciertas cuentas que tenía a su cargo, por lo que hubo de retirarse, resultando "elegido" el doctoral.
En 1824 se ordenó el uso de papel sellado para celebrar documentos. La exención de esta obligación era uno de los más preciados privilegios fiscales de Canarias. Ya en 1814 se había ordenado su uso, pero tras una representación del Ayuntarriento de Las Palmas, el rey había derogado la orden. Todo esto se atribuía, por supuesto, al mal gobierno, al Liberalismo, y no a las dificultades de la Hacienda.
Mientras tanto la Diputación Provincial (especialmente algunos de sus miembros que luego obtendrían importantes datas: los tinerfeños José Sicilia y González Corvo, y los canarios Pedro Gordillo, Francisco Campos y Francisco Carreras) se esforzaba por conseguir el reparto de Doramas. Sin la autorización competente se repartieron suertes y empezaron las talas.
Los pueblos de Firgas, Moya y Arucas dirigieron una Representación al Jefe Político y a la Diputación Provincial, que, naturalmente, no obtuvo respuesta. Convocaron entonces a sus habitantes en la plaza de Teror, donde acordaron elevar una queja a la Real Audiencia, que contestó que con la nueva organización del Estado, ya no era competente en aquellos asuntos. Viendo que ya no les quedaba a quien recurrir "pusieron fuego a las casas de los usurpadores, destrozaron los trabajos hechos por ellos, y después se retiraron a sus casas".
En vano intentaron formarles causas por estos actos; pues el juez que a ello se atrevía, o volvía apaleado o destruidas las actuaciones que había incoado, sin poder llegar nunca a descubrir al culpable, porque todos habían hecho causa común.
En abril de 1823 llegó a Las Palmas el jefe político, Rodrigo Castañón, y tomó medidas para que se conservase la Montaña de Doramas, con lo que se calmaron un poco los ánimos. Pero la desconfianza no desapareció. En Tirajana trató de adquirir información sobre los pinares, pero nadie se la daba pensando que los quería repartir. Se cuenta que entonces se dirigió al secretario del ayuntamiento amenazándole con grandes penas si no le decía cuantos pinos había en el pinar, y éste, señalando al perro que tenía a sus pies, le contestó: "Cuando Ud. me diga cuantos pelos tiene el perro".
También se contaría - aunque esto probablemente pertenezca a la leyenda que se forjaría en el nuevo periodo absolutista- que estando en la ermita, y al ver que el santo tenía al diablo en los pies, comentó que eso no era muy cristiano y ordenó a sus soldados que sacasen el santo de la iglesia, y estos hicieron con él lo que quisieron. Lo cierto es que Castañón volvió a Tenerife, después de haber recorrido la Montaña de Doramas y los pinares sin contratiempos.
Pero las noticias que llegaban de la península - que los absolutistas divulgaban rápidamente-, junto al temor de los pueblos a perder sus montes, mantenía los ánimos exaltados. Se vivía en un ambiente de abierta rebelión, los pueblos hacían "lo que mejor les parecía, "siempre que se dictaba alguna Providencia que no les agradaba cumplir".

La Diputación Provincial había mandado cobrar una nueva contribución para pagar al juez de letras de Telde: levantóse en masa todo el pueblo de Agüímes, se presentó en Telde forzando al alcalde para que les entregase todos los documentos relativos a la distribución del impuesto; hechos dueños de ellos los dieron al fuego en la Plaza de San Juan y se retiraron tranquilamente a sus casas sin que nadie se opusiese a estos actos. (Jesús González de Chaves, 1982).

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