ALZAMIENTOS
Y MOTINES CONTRA LA REPRESIÓN COLONIAL EN
CANARIAS
Capitulo
VIII
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Año 1810: Guía-G. Canaria. Los vecinos se niegan a pagar
las multas impuestas por roturar tierras en la Montaña de Doramas.
Año 1810: Puerto de La Cruz. Tfe. Alzamiento de los vecinos de la Orotava por la
usurpación de las dehesas.
Año 1810: Güímar-Tenerife. Disturbios a causa de la
manipulación de los votos en las elecciones municipales.
Año 1810: Arrecife-Lanzarote.El pueblo se niega a que don Lorenzo
B. Guerra, sea nombrado coronel de la isla.
Año 1812: Tacoronte-Tenerife. El derribo de unas paredes
para la ampliación de la plaza de la iglesia crea enfrentamiento con los
vecinos.
Año 1812: Agulo-La Gomera. Protesta vecinal por la
extracción de granos.
Año 1812: Guía-G. Canaria. No hay constancia del
motivo.
Año 1813: Arucas-G. Canaria. Los vecinos se oponen a los
mandatos judiciales del alcalde.
Año 1814: Teror-G. Canaria. Se crean conflictos por los
repartimientos de tierras en la Montaña de Doramas, llevados a cabo por los
Ayuntamientos de Guía y Moya.
Año 1814: Guía-Moya. G. Canaria. Protestas contra la data de don
Cristóbal V. Mújica.
Año 1817: Valsequillo-G. Canaria. Conflictos derivados de la
usurpación de las aguas de la Vega Mayor de Telde.
Año 1817: Tejeda y Artenara. G. Canaria. Por la usurpación
de las agua que bajan a la
Aldea.
Año 1818: Santa Lucía-G. Canaria. Usurpación del agua
de la acequia real del Ingenio.
Año 1820: Guía-G. Canaria. Las pretensiones de don Juan G. Jaque,
comandante accidental del Regimiento de Guía, de que la 2ª compañía de
éste Regimiento pasase revista en Gáldar, fue la causa del
amotinamiento.
Año 1820: Ingenio-G. Canaria. Los vecinos se oponen al
decreto de 8 de junio de 1813 que, entre otras cosas, manda a
acotar y cercar los predios particulares.
Año 1822: Santa Lucía-G. Canaria. Se promueven disturbios al
impedirse enterramientos en el cementerio parroquial.
Año 1822: Teror-Arucas y Firgas. G.C. Motín suscitado por el
reparto que el Ayuntamiento de Moya trataba de hacer la Montaña de Doramas.
Año 1822: Teror-Arucas y Firgas. G.C. Contra la data de don Juan
Laguna y las roturaciones que se estaban haciendo la Montaña de Doramas.
Año 1823: Agüimes-Ingenio- G. Canaria. La imposición de un juez de
Letras, del partido de Telde, cuyo sueldo deben pagar los vecinos
mediante contribuciones, dio lugar al alzamiento.
Año 1823: Pájara-Bentancuria. Fv. Los vecinos se niegan a pagar
las contribuciones de exportación en la playa del jurado.
1824 febrero 24: La leva de Barradas. Las verdaderas causas del enfrentamiento
entre el intendente don Fermín Martín de Balmaseda y el general Uriarte,
estuvieron motivadas por el levantamiento de un batallón expedicionario de
“voluntarios leales Canarios” y que debía contar de unos dos mil hombres de
armas.
La corona española, en su habitual ceguera política, no quiere
aceptar el hecho consumado de la emancipación de las colonias americanas y,
prepara la reconquista de los territorios perdidos, por tanto cuantos proyectos
tendentes a dicho fin le son presentados tienen buena acogida, por ello, no
desestiman al igual que sus antecesores los reyes católicos, aceptar ofertas de
aventureros, facinerosos y “corsarios sin navíos” o piratas de tierra adentro
de cuantas ofertas tendiesen a este fin.
Uno de estos bandidos sin escrúpulos lo fue sin duda alguna, el
portuense don Isidro Barradas Martínez, quien obviando los nulos resultados
obtenidos por la corona en su intento de levantar un batallón de voluntarios en
Canarias, por real orden de 27 de Febrero de 1824 con destino a las colonias
americanas y, al que solamente se alistaron algunos empleados públicos de Santa
Cruz, con objeto de no perder sus empleos y tratar de medrar dentro de la
caótica situación en se encontraban las ex colonias, cuatro personas en La Laguna y solamente una en La Orotava, sin que en los
demás pueblos de la isla se alistase persona alguna, por lo cual la milicia realista
jamás llegó a establecerse en Canarias.
A pesar de los malos resultados de este intento de recluta, don
Isidro Barradas se desplaza a Madrid y ofrece al rey Fernando VII reclutar un
batallón de expedicionario de “voluntarios leales Canarios” su majestad aceptó
encantado la iniciativa y a pesar de que se pidieron informes sobre el
particular, con fecha 8 de Marzo de 1824, Barradas debía contar con algún
contacto influyente en la corte, pues no se esperó a que los informes fuesen
concluidos y con fecha 15 de Abril, se resolvió por real orden que se reclutase
un batallón expedicionario en Canarias, quedando dicho batallón bajo las
ordenes de su promotor Isidro Barradas Martínez.
Poco tiempo después desembarca en Santa Cruz, Barradas acompañado
de algunos oficiales, furibundos realistas. El general Uriarte prestó el máximo
apoyo y amparo posibles. Comenzó de inmediato la recluta pero los voluntarios
que se presentaron distaban mucho de los necesarios para cumplir con los fines
que se había propuesto el Brigadier Barradas, siendo los alcaldes de los
pueblos los primeros en rehuir colaborar con el proyecto de Barradas y
compañía, siendo uno de los alcaldes más destacados en su oposición el del
Puerto de la Cruz
don Francisco de Arroyo, éste hizo frente de manera razonada y firme a los
requerimientos del general Uriarte para que, por sorteo destinase hombres para
la recluta que se efectuaba en Santa Cruz, también se ordenara requisar las
armas propiedad de los civiles, posiblemente para pertrechar con estas a los
soldados del futuro batallón. En este intento quedó demostrado que los canarios
no estaban dispuestos a ser reclutados ni eran tan “leales” a la corona como
presumía el promotor.
Ante el fracaso de la recluta voluntaria, los organizadores idean
una trama para capturar a los hombres necesarios para sus proyectos, para ello
organizan una leva de vagos (antecesora de otra creada bastantes años después
por la dictadura franquista) con lo que se abrió una amplia puerta para hacer
víctima al pueblo una vez más de las injusticias y fraudes ideados por los
poderosos.
Aún con esto no fue suficiente para completar el batallón, por lo
que se procedió a extraer milicianos mediante sorteos entre los regimientos de
milicias, dándose el triste espectáculo de ver conducidos por todas partes
maniatados a los hombres que debían llevar la divisa de voluntarios, de que
entonces -y después- estaban muy distantes.
En resumen, el coronel Barradas recorrió varias islas cometiendo dota clase de crueldades
para conseguir su empeño. Es notorio que el buen Barradas encontró una buena
mina en sus paisanos arrancados del terruño por la fuerza, traficando
posteriormente con la sangre y la libertad de sus compatriotas antes de la
desastrosa actuación militar que tubo en México.
Una vez concluida la recluta, el batallón parte rumbo a Cuba,
llegados a la Habana
el capitán general de la isla ordena la disolución del mismo, integrando a sus
componentes entre los diversos regimientos de la plaza, dando al traste con las
apetencias de mando y aventuras de don Isidro. El coronel no renuncia
fácilmente a su proyecto y, en un empeño digno de mejor causa, se traslada a
Madrid donde obtiene de la corona el mando de otro batallón expedicionario, con
el cual pretende reconquistar Méjico. Poco tiempo después la expedición hace
escala en la isla de paso para el puerto de Tampico. Los resultados de la
expedición son sobradamente conocidos, por lo que evitamos entrar en materia,
solamente apuntar que el flamante brigadier de los reales ejércitos, don Isidro
Barradas, recibió tal derrota de mano de los Mejicanos que, damos por sentado
que a partir de la misma se le aplacaron las ansias de reconquistas.
Breve semblanza
biográfica de Barradas
Militar, criollo natural de Puerto Mequinez (Puerto de La Cruz, Tenerife) ascendido a
brigadier de infantería en. 10.1782, hijo de Matías Barradas y González y de
María Valdés, su primera mujer. Siguió a su padre en Venezuela, donde ingresó
en las milicias distinguidas de Carúpano. Intervino en operaciones contra los
independentistas, ganando sus ascensos de teniente y capitán (1814) graduado de
teniente coronel (1815.) En 1823 fue comisionado en Cuba con la misión de
llevar a cabo la supresión del orden constitucional. En 1824 fue encargado de
hacer una leva de 2000 hombres en Canarias, para las colonias americanas; pero
sólo pudo reunir la mitad de la tropa prevista. Fue gobernador militar de
Santiago de Cuba en 1828. Al año
siguiente se le encargó una misión de pacificación de México, que fue un
rotundo fracaso. Luego se retiró a Francia y falleció en Marsella, el
14/8.1835. En sus memorias Aviraneta declara que Isidro Barradas “demostró
escasas dotes de mando”.
Nos hemos alejado un tanto la figura del intendente Balmaceda,
pero era necesario, para un mejor entendimiento de las causas que motivaron el
enfrentamiento abierto entre Uriarte y Balmaceda, que no fue otro que las
exigencias del primero para dotar de los pertrechos necesarios al forzado
batallón levantado por Barradas con el incondicional apoyo del general, su
hijo, y el secretario de la comandancia general. Como consecuencia del agrio
carácter de Balmaceda y de las continuas exigencias del general, las ya
deterioradas relaciones entre ambos empleados se fueron agravando hasta el
punto que, hizo pasar al general Uriarte un último oficio en extremo depresivo
e insultante; que colmó la paciencia de éste quien haciendo uso de su superior
autoridad mandó a detener al intendente, suspendiéndole de empleo y sueldo,
ordenando su ingreso en prisión, en el
castillo de Paso-Alto.
Cuando se ejecutó la orden de prisión, se hallaba Balmaceda en La Laguna y allí fue detenido
en un día lluvioso, por una compañía de soldados. Se le condujo a Santa Cruz y
se le obligó a atravesar el pueblo caminando hasta el lugar de su prisión
situado como hemos dicho en Paso-Alto, al otro extremo de la población. Los
innumerables enemigos que Balmaceda se había creado, tuvieron la oportunidad de
presenciar el cortejo. Las acusaciones contra el intendente fueron numerosas y
de variados delitos, permaneciendo en prisión durante varios meses hasta que
fue remitido a España donde fue vista su causa, y dictaminada de manera
curiosa, pues mientras por el ministerio de hacienda se expedía real orden
desaprobando la actuación de Uriarte, el ministerio de la guerra expedía otra
aprobándola.
En todo caso vemos como unos pocos años después en 1827, nos
encontramos a Balmaceda en La
Laguna tratando de hacer pasar por milagro la visita de unas
palomas que, durante el velatorio, penetraron por una ventana y se posaron
sobre el cadáver de su sobrino. (Eduardo Pedro García Rodríguez).
1823: El motín de en Gran Canaria: más de cuatro mil personas se alzaron en defensa del Monte de Doramas
No es mucho lo que se ha escrito sobre
este motín que fue sin duda uno de los acontecimientos más importantes de la
primera mitad del siglo XIX en Gran Canaria, pues se dice que en él participaron más de 4.000 personas, lo que
rondaría el 10% de su población. Francisco María de León pensaba dedicarle un
espacio en su obra, pero no sabemos si no lo llegó a escribir, o si no se copió
en el manuscrito que se conserva (1).
Millares Torres le dedica un par de páginas en su Historia atribuyéndolo todo a "la ignorancia del pueblo" que fue manipulado por los absolutistas. Domingo J. Navarro, otro ilustre liberal, decía que todo fue obra de los frailes y de los "serviles":
"que tuvieron el atrevimiento de sublevar todos los pueblos del interior de la isla para que en somatén bajaran a Las Palmas a proclamar al Rey absoluto, exponiendo al saqueo de los incultos campesinos toda la ciudad, donde sin duda hubiera corrido la sangre en medio de inmensas desgracias.
Millares Torres le dedica un par de páginas en su Historia atribuyéndolo todo a "la ignorancia del pueblo" que fue manipulado por los absolutistas. Domingo J. Navarro, otro ilustre liberal, decía que todo fue obra de los frailes y de los "serviles":
"que tuvieron el atrevimiento de sublevar todos los pueblos del interior de la isla para que en somatén bajaran a Las Palmas a proclamar al Rey absoluto, exponiendo al saqueo de los incultos campesinos toda la ciudad, donde sin duda hubiera corrido la sangre en medio de inmensas desgracias.
El pueblo de Teror fue el centro
de los amotinados del norte, capitaneados por un
fornido palurdo que manejando un grueso garrote y enseñándolo gritaba:
este es el jefe pulítico que too lo gubierna.
Mañana diremos a la siudá a machacá el mojo en la cabesa de María Sebolleta
(estatua de la Libertad,
y de toos sus melisianos .
Ninguno de ellos habla de la oposición de los campesinos a la revolución liberal, ni menciona la Montaña de Doramas que, como veremos, estuvo en el centro de los acontecimientos. Evidentemente no podían -o no querían- comprender, debido quizás a esa parte de hipocresóa o, si se quiere, de obcecación, que toda ideología comporta.
Los que estuvieron más o menos abiertamente de parte de los sublevados, cuando triunfó el liberalismo, se comprende que no tuvieran especial interés en volver sobre el asunto. Don José 0uintana Llarena, en un folleto que escribió para demostrar "lo lejos que este alzamiento estaba de ser en sentido absolutista", llega a decir que el grito de guerra fue: "Viva la Constitución, Viva la Virgen del Pino y la Montaña de Doramas" .
Chil, tal vez por su preocupación por los montes, a los que dedica un capítulo -"La destrucción de la vegetación"- de sus Estudios, pero sobre todo por su alejamiento de la (pequeña) política y su actitud científica, nos proporciona, no sólo la mayor parte de la información de que disponemos, sino, diríamos, una interpretación "moderna". Es el que nos da una visión más rica de los acontecimientos, pero, sobre todo, es el único que los encuadra correctamente.
Dice Chil que ya en julio de 1820, en una reunión de la Junta Electoral
para nombrar al elector que había de ir a Santa Cruz de Tenerife, principiaron
las intrigas de una manera poco decorosa, pues bajo la capa de patriotismo se aspiraba nada menos que a apropiarse
algunos de los montes, sobre todo de Doramas, que era lo que más
ambicionaban muchos de los más exaltados patriotas.
Los pueblos del norte de la isla estaban alarmados por las
noticias que corrían. Estaban convecidos de que las autoridades habían indicado
a sus amigos y allegados que estuviesen preparados para, llegado el momento,
apropiarse de las mejores, y mayores, tierras. Soverón, el presidente de la Diputación Provincial,
decía a unos pueblos que podían apropiarse parte de la Montaña y a otros
"les mandaba órdenes terminantes para su conservación", enfrentando así a los pueblos de Teror,
Valleseco, Firgas, Arucas y San lorenzo, contra los de Moya y Guía. Ya
por entonces, dice Chil, los partidos empezaban a "deslindarse", y el
absolutista "engrosaba cada día con los desaciertos de los liberales"
(6). La prohibición de vestir el hábito monacal a los monjes de las casas
suprimidas y la secularización de sus bienes vinieron a caldear el ambiente.
Es increíble el efecto que esto produjo en el país, especialmente en los campos, donde los conventos tenían numerosas fincas y las mejores de la isla. Hízose correr la voz entre los colonos que los iban a expulsar para ponerlas a precios más subidos y que ellos morirían de hambre, además de que era, se añadía, un robo hecho a la Iglesia de Dios y que esto debía traer grandes castigos.
Es increíble el efecto que esto produjo en el país, especialmente en los campos, donde los conventos tenían numerosas fincas y las mejores de la isla. Hízose correr la voz entre los colonos que los iban a expulsar para ponerlas a precios más subidos y que ellos morirían de hambre, además de que era, se añadía, un robo hecho a la Iglesia de Dios y que esto debía traer grandes castigos.
Más que la propaganda de los frailes, era la política liberal la
que engrosaba, con los campesinos, las filas absolutistas. M ientras, el
entusiasmo liberal "entre las personas de la situación era tal que en
todos los establecimientos públicos se inscribían artículos de la Constitución" .
En las elecciones que se celebraron el 7 de diciembre de 1821, el
candidato de los absolutistas fue D. Pedro Alcántara Déniz, uno de los más
decididos defensores de los "derechos, prerrogativas y preeminencias"
de la isla, y de los más firmes partidarios de la conservación de los montes,
lo que le granjeó gran número de votos, especialmente en los campos. El
candidato de los liberales era el doctoral Graciliano Alonso, uno de los
responsables del informe de la división de la "catedral" (diócesis)
de Canarias, que disgustó tanto en la isla. Dirigente de los
"exaltados" - partido "que si no era el más numeroso, era el que
más trabajaba y vociferaba"-sujeto de conocimientos y de un carácter
sarcástico, relacionado con lo más escogido de la población y profesando las
más avanzadas ideas que los retrógados calificaban de disolventes; con una
presencia elegante en una posición brillante; con una instrucción nada vulgar y
de maneras finas y cortesanas.
En 1817 se había manifestado
partidario del reparto de Lentiscal (se abstuvo de
opinar sobre Doramas alegando que no conocía el problema).
El día de la elección, viendo los liberales que iba a ganar
Alcántara (acudieron muchos electores de los campos), le acusaron de no tener
saldadas ciertas cuentas que tenía a su cargo, por lo que hubo de retirarse,
resultando "elegido" el doctoral.
En 1824 se ordenó el uso de papel sellado para celebrar
documentos. La exención de esta obligación era uno de los más preciados
privilegios fiscales de Canarias. Ya en 1814 se había ordenado su uso, pero
tras una representación del Ayuntarriento de Las Palmas, el rey había derogado
la orden. Todo esto se atribuía, por supuesto, al mal gobierno, al Liberalismo,
y no a las dificultades de la
Hacienda.
Mientras tanto la Diputación Provincial (especialmente algunos de
sus miembros que luego obtendrían importantes datas: los tinerfeños José
Sicilia y González Corvo, y los canarios Pedro Gordillo, Francisco Campos y
Francisco Carreras) se esforzaba por conseguir el reparto de Doramas. Sin la
autorización competente se repartieron suertes y empezaron las talas.
Los pueblos de Firgas, Moya y
Arucas dirigieron una Representación al Jefe Político y a la Diputación Provincial, que, naturalmente, no obtuvo respuesta. Convocaron entonces a
sus habitantes en la plaza de Teror, donde acordaron elevar una queja a la Real Audiencia, que
contestó que con la nueva organización del Estado, ya no era competente en
aquellos asuntos. Viendo que ya no les quedaba a quien recurrir "pusieron fuego a las casas de los
usurpadores, destrozaron los trabajos hechos por ellos, y después se retiraron
a sus casas".
En vano intentaron formarles causas por estos actos; pues el juez
que a ello se atrevía, o volvía apaleado o destruidas las actuaciones que había
incoado, sin poder llegar nunca a descubrir al culpable, porque todos habían
hecho causa común.
En abril de 1823 llegó a Las Palmas el jefe político, Rodrigo
Castañón, y tomó medidas para que se conservase la Montaña de Doramas, con lo
que se calmaron un poco los ánimos. Pero la desconfianza no desapareció. En
Tirajana trató de adquirir información sobre los pinares, pero nadie se la daba
pensando que los quería repartir. Se cuenta que entonces se dirigió al
secretario del ayuntamiento amenazándole con grandes penas si no le decía
cuantos pinos había en el pinar, y éste, señalando al perro que tenía a sus
pies, le contestó: "Cuando Ud. me
diga cuantos pelos tiene el perro".
También se contaría - aunque esto probablemente pertenezca a la
leyenda que se forjaría en el nuevo periodo absolutista- que estando en la
ermita, y al ver que el santo tenía al diablo en los pies, comentó que eso no
era muy cristiano y ordenó a sus soldados que sacasen el santo de la iglesia, y
estos hicieron con él lo que quisieron. Lo cierto es que Castañón volvió a
Tenerife, después de haber recorrido la Montaña de Doramas y los pinares sin
contratiempos.
Pero las noticias que llegaban de la
península - que los absolutistas divulgaban rápidamente-, junto al temor de los
pueblos a perder sus montes, mantenía los ánimos exaltados. Se vivía en un
ambiente de abierta rebelión, los pueblos hacían "lo que mejor les
parecía, "siempre que se dictaba alguna Providencia que no les agradaba
cumplir".
La Diputación Provincial había mandado cobrar una nueva contribución para pagar al juez de letras de Telde: levantóse en masa todo el pueblo de Agüímes, se presentó en Telde forzando al alcalde para que les entregase todos los documentos relativos a la distribución del impuesto; hechos dueños de ellos los dieron al fuego en la Plaza de San Juan y se retiraron tranquilamente a sus casas sin que nadie se opusiese a estos actos. (Jesús González de Chaves, 1982).
La Diputación Provincial había mandado cobrar una nueva contribución para pagar al juez de letras de Telde: levantóse en masa todo el pueblo de Agüímes, se presentó en Telde forzando al alcalde para que les entregase todos los documentos relativos a la distribución del impuesto; hechos dueños de ellos los dieron al fuego en la Plaza de San Juan y se retiraron tranquilamente a sus casas sin que nadie se opusiese a estos actos. (Jesús González de Chaves, 1982).
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