martes, 9 de abril de 2013

CAPITULO XXX




EFEMERIDES DE LA NACION CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS


ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1541-1550

CAPITULO XXX




Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1549.
En Gran Canaria, mandaba entonces en ella un gobernador colonial, un hombre del que se decía era de valor indomable, gran tesón y militar pericia que se llamaba don Rodrigo Manrique de Acuña, Abellaneda, Castañeda y Hurtado de Mendoza, caballero de la Orden de Santiago, nombrado gobernador y juez de residencia de dicha isla, en 1549, para sustituir al licenciado don Juan Ruiz de Miranda, a su vez sustituto de don Alonso del Corral, a quien hemos visto intervenir en el ataque de Jean Alfonse en 1543. Pero no estará de más que digamos dos palabras sobre la personalidad y la ascendencia de este  gobernador, cuyo paso por las islas no ha tenido por parte de los historiadores canarios el comentario que a tan recia como bizarra personalidad militar correspondía. Fue su padre don Alonso Manrique y Castañeda, cardenal de la Santa Iglesia católica, arzobispo de Sevilla e inquisidor general, a su vez hijo del famoso don Rodrigo Manrique y Castilla, primer conde de Paredes, condestable de Castilla y maestre de la Orden de Santiago, habido de su tercer matrimonio con doña Elvira de Castañeda, hija de los primeros condes de Fuensalida. La vida de don Alonso Manrique, el futuro arzobispo y cardenal, fué en extremo agitada e interesante.

Colegial en la Universidad de Salamanca, canónigo en Toledo y maestrescuela en la Catedral de la primera de estas dos ciudades, fué elevado a la dignidad episcopal por los Reyes Católicos en 1499 (18 de septiembre), nombrándolo para la sede de Badajoz. Pero "en los verdores de la primera y más robusta edad-al decir del famoso genealogista Salazar y Castro- no fué el cardenal tan cuidadoso de su pureza que pudiese librar el ánimo de una apasionada correspondencia que le produjo tres hijos, a saber: 1º. don Rodrigo Manrique, de quien sólo hallamos escrito-dice textualmente Salazar-que estudió en París, 2º. doña Guiomar Manrique, monja dominica en el monasterio de la Madre de Dios de Toledo, y 3º. Don Jerónimo Manrique de Lara, obispo de Cartagena y de Avila e inquisidor general de España, como su padre, en 1595". Nada dice Salazar y Castro sobre quién fué aquella mujer que apasionó locamente a don Alonso hasta el punto de hacerle faltar a sus deberes., pero la genealogía de don Rodrigo Manrique de Acuña como caballero de la Orden de Santiago nos resuelve esta duda, pues no fue otra que doña Leonor de Acuña, hija de don Rodrigo de Avellaneda, comendador de la Presa en la Orden de Santiago, y de doña María Hurtado de Mendoza, vecinos de Illescas.

Debió nacer don Rodrigo Manrique de Acuña en Fuensalida (Toledo) quizá mientras su padre era canónigo de aquella Catedral, pero sin que se pueda precisar la fecha.

En cuanto a la educación recibida en París, conforme al único dato que apunta Salazar y Castro, es muy seguro que coincidiese con el viaje de su padre a Flandes (después de la muerte de Felipe el Hermoso, por el que había tomado partido frente al Rey Católico), para entrar en el grupo de españoles expatriados cerca del príncipe don Carlos, el futuro emperador. Este premió su fidelidad, más adelante, haciéndolo sucesivamente obispo de Córdoba y capellán mayor (1517), embajador extraordinario cerca de Portugal para acompañar a la infanta doña Leonor (1518), arzobispo de Sevilla (1521) e inquisidor general (1523).

Cuando en 1549 desembarcó en Las Palmas de Gran Canaria el nuevo gobernador don Rodrigo Manrique de Acuña, las islas se encontraban en el disfrute de una paz tan nec-esaria como vital, pero que, por desgracia, iba a durar ya muy poco; pues dos años más tarde, en 1551, cuando el Emperador descansaba de la cruenta lucha con los protestantes de Alemania, Enrique II de Francia le promovió guerra por todas las fronteras: Italia, Flandes y Alemania, aprovechándose para esta última de la defección del traidor Mauricio de Sajonia.

De esta manera si los distintos Estados del Imperio colonial español se vieron atacados por tierra, no fue menor el peligro por mar, puesto que el rey de Francia Enrique II, que había recibido de su padre una marina en franca decadencia, se dio tan buena maña y habilidad en su transformación que en 1551 aparecía como una de las más potentes y capaces de Europa. El aumentó de manera extraordinaria sus efectivos y la convirtió en una flota auténticamente modelo.

Además, renovando con Solimán la amistad que tuviera su padre, no se conformó con que éste infestase el Mediterráneo, llenando de terror las costas de Italia, sino que estableciendo contacto los navíos de una y otra potencia en el Atlántico atacaron juntos en corso las comunicaciones de la metrópoli con sus colonias americanas. Algunos de los ataques franceses de estos años a las Islas Canarias cabe más considerarlos como operaciones combinadas franco-turcas o franco-berberiscas que como exclusivos de aquella nación. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1549. Nuevo en Eguerew (La Laguna) de Chinech (Tenerife), el colono Francisco Solorzano de Hoyo arrendó carabela, para practicar la trata. A 8 de marzo de 1549, contrató ante escribano a Luís Perdomo, hermano de Pedro Riço y probable pariente de Blasina, para "este presente viaje que vays de resgate y a saltar en tierra de Berbería.., ansy arriba como abaxo e donde quiera que lo oviéredes de hacer", salvo en la conquista de Portugal, no queriendo el "lengua" complicaciones. A cambio de traducir y tratar con los naturales, cobraría 6 reales de plata viejos, equivalentes a 42 maravedís, en moneda de la isla, por "pieza" de esclavo, rescatada "por mi industria e solicitud", o que "metiéredes en el navío o navíos", no recibiendo "cosa alguna", por las criaturas que "mamaren". De caer enfermo el titular, el tratante podría utilizar otro "lengua", pero de reemplazarle por capricho, tendría que pagar a Perdomo, por cuantos negros embarcase. El intérprete podría cargar las mercancías y negros que consiguiese, por comisiones, regalos u otra vía, a los que alimentaría Solorzano, hasta que bajasen a tierra.

1549. Juan García Mirabal, colono vecino de Eguerew (La Laguna) costeó una expedición del hawara (palmero) Asencio Mirabal, para ir a Guinea. Asencio cumplió su obligación y volvió con 27 esclavos negros; pero el maestro de su nave, Domingo Fernández, se le ade- lantó, porque surgió en Tazacorte y de allí fue a Castilla donde vendió a todos los esclavos por cuenta propia.

1549. Fallece el colono sevillano, Zoilo Ramírez,  maestresala de la Catedral de Winiwuada (Las Palmas), (1528), Chantre (1539), deán (1549), Era hijo de Juan Ramírez Escudero, Arcediano de la Catedral de Sevilla, hijo de Andrés Odon y de su barragana, ambos judíos conversos. En 1526 Zoilo fue mandado por el Cabildo de Sevilla para presentarse en aquella capital. En su infancia había sido paje de Miguel de la Serna, obispo de Tamaránt (Gran Canaria). En 1536 pasó algún tiempo en la metrópoli, de donde vino con cartas de la reina gobernadora.

1549.
Desembarcó en Las Palmas de Gran Canaria el nuevo Gobernador colonial D. Rodrigo Manrique de Acuña y poco después tuvo que defenderse de los ataques de piratas franceses; se preocupó de la organización naval y militar de Gran Canaria y designó como colaborador a D. Pedro Cerón y Ponce de León, caballero sevillano de la primera nobleza de Andalucía, hijo del que había sido Gobernador de Gran Canaria D. Martín Hernández Cerón y de su mujer Da Ana Ponce de León, casado con Da Sofía de Santa Gadea, hija del comerciante francés de Ruan, Juan Marcel y de María de Santa Gadea, hija a su vez del conquistador de igual apellido, propietario de los famosos ingenios de Arucas. Fue Regidor de la isla, Capitán y organizador de las primeras milicias en 1551, elegido por aclamación del Cabildo de la isla como Capitán General de la misma en 15 52 ante el peligro de una invasión francesa. Pedro Cerón, investido del mando militar por Manrique de Acuña, comenzó por inspeccionar la fortaleza de La Isleta, sobre cuyo arreglo, dotación y mejora se había hecho información el 12 de Marzo de 1548 por el anterior Gobernador y Justicia Mayor D. Juan Ruiz de Miranda; dispuso Cerón las más urgentes reformas, dejando en ella para su custodia 50 hombres de día y noche y un alcaide; más adelante y sin los apremios del momento, esta fortaleza sufrió importantes mejoras. Asimismo ordenó la construcción de trincheras en todas las caletas y puntos de
desembarco, hechas, como otras tantas obras, a sus expensas; preparó un alistamiento general de todos los hombres útiles llegando a reunir 1.800 infantes y un crecido grupo de caballeros que distribuyó en compañías y escuadras con sus respectivas banderas, dando patentes de capitanes y alféreces a los más conocedores del arte militar, y con el elemento noble organizó una compañía de caballería con su capitán. Con estas fuerzas estableció puestos de observación y centinelas, pudiendo -según opinión de Rumeu de Armas- considerarse el origen de las gloriosas milicias de Canarias.

En 1554 el Gobernador D. Rodrigo Manrique de Acuña ordenó la construcción de varios fuertes o baluartes: dos en la caleta de Santo Domingo, tres en la de Santa Catalina, uno junto a la ermita de San Telmo y otro en el puerto de Gando, pero debieron ser de construcción muy ligera pues pocos años después no quedaban restos de ellos. Se proyectó también una fortaleza que cruzase fuegos con la de Las Isletas, escogiendo el Gobernador Manrique como lugar más apropiado, el Charco de los Abades, que parece estaba situado donde después se edificó la Torre de Santa Ana-actual muelle de Las Palmas-. El costo de esta fortaleza que no llegó a construirse se calculó en 25.000 ducados.

D. Rodrigo Manrique de Acuña no cejaba en su empeño de hacerse respetar de los franceses en la mar, a cuyo efecto tenía preparada en el puerto de las Isletas una armadilla de la que formaban parte una nao o embarcación de vela corriente, dos carabelas que eran embarcaciones ligeras y pequeñas de menos de 100 toneladas propias para descubiertas y servicios urgentes por lo fácilmente manejables, y una urca embarcación grande de mucha manga y formas llenas con popa y proa iguales propia para transporte- las cuatro bien armadas dispuestas a hacerse a la mar al primer aviso; la tripulación está compuesta de 180 hombres entre soldados y gente de mar dándole el mando de la armada a Jerónimo Baptista Maynel, alcaide que había sido varios años de la fortaleza principal, designando Alférez a su hijo del mismo nombre, y capitanes de las dos carabelas a Juan López de Cepeda teniente de Gobernador y a Juan Narváez, Regidor; las Antillas estaban en esa época sometidas a los ataques de piratas casi continuos, y las escuadras hacían su tránsito por las Canarias dispuestas siempre a sor- prender sus moradores para robarles y exigirles un crecido rescate. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)

1549.
Nace en Sevilla Gonzalo Argote de Molina, quien andando el tiempo se establecería por algún tiempo como colono en la isla Titoreygatra (Lanzarote), y de quien el investigador Antonio Rumeu de Armas nos ofrece el siguiente relato: “…Pero por lo que el nombre ilustre de Gonzalo Argote de Molina ha aparecido por primera vez en nuestras páginas, y teniendo en cuenta que su intervención personal en esta acción va a ser la más destacada y decisiva, conviene que nos detengamos en ilustrar con algunos pormenores su biografía como marco adecuado al episodio que narramos y en atención a la importancia histórica que tendrá su figura en años venideros.

Sobre la patria de Gonzalo Argote de Molina, Sevilla, no hay posible discusión pues él mismo así lo declara en sus escritos, desmintiendo a los que guiados por la cuna de su linaje lo hacen natural de Baeza y en cuanto a la fecha de su nacimiento, si bien el mismo Argote establece la confusión al darnos testimonios personales contradictorios, cabe estimar como seguro que nació entre los años 1548-49, o sea que en la fecha de su casamiento con doña Constanza de Herrera y en la del ataque de Morato Arráez, que casi coincidieron, tendría alrededor de los treinta y ocho años de su edad, mientras su mujer apenas alcanzaba los diecisiete.

Fueron sus padres el bastetano don Francisco Argote de Molina, también apellidado Zatico de Molina, jurado del Concejo sevillano y señor de la Torre de Gil de Olid, y su legítima esposa, doña Isabel Ortiz Mejía, natural de Sevilla. En cambio, nada o casi nada sabemos de su linaje, dándose así el contraste de que; quien tantas páginas dedicó a enaltecer las casas nobles de Ubeda, Jaén y Baeza no aporte de su ascendencia sino detalles muy escasos y no faltos de errores. Declara haber sido su tronco el conquistador de Sevilla Fernán Martínez de Argote, descendiente a su vez de los conquistadores de Córdoba y Baeza, y ascendiente de Juan Martínez de Argote, alcalde mayor de Córdoba y señor de Lucena y Espejo; pero la cita es confusa y equivocada. Acaso contuviese la "megalomanía" característica de Argote, a través de todos los actos de su vida, alguna mácula en su linaje que conviniese dejar oculta.

Su educación fué la de un soldado, pues desde niño veló las armas en diversas empresas militares; mas sus padres debieron atender con igual interés a su formación cultural, pues también desde los primeros años de su juventud se nos muestra como uno de los hombres más cultos de su época: erudito, bibliófilo empedernido, arqueólogo, genealogista, etc. De esta manera, Argote de Molina fue en España el prototipo del prócer y mecenas del Renacimiento a la manera italiana: militar, poeta, protector de artistas (Sánchez Coello entre otros), bibliómano, editor de múltiples y variadas obras, historiador, genealogista, etc. Sus títulos se alinean en larga serie, aunque brillen más por la cantidad que por la calidad: Señor de la Torre de Gil de Olid, de Daganzuelo y de la Torre de don Jofre; criado del rey Felipe II, alférez mayor de Andalucía, caballero veinticuatro de Sevilla, provincial de la Santa Hermandad de Andalucía y conde de Lanzarote. Este último título, del que usaron en las Canarias don Gonzalo y doña Constanza, mientras ésta pudo considerarse heredera de los estados de Lanzarote, era una pura ficción jurídica, pues al elevar Felipe II, el 1 de mayo de 1584, a la dignidad marquesal a don Agustín de Herrera y Rojas, no lo hizo con la reserva de que su antiguo condado de Lanzarote quedase vinculado a su heredero o primogénito, y, por tanto, quedó automática mente extinguido.

La carrera militar de Argote de Molina fué brillante aunque breve, pues debió sentirse muy pronto más atraído por los libros y los archivos que por los campos de batalla, donde, de seguir los primeros impulsos de su juventud, de seguro hubiese alcanzado más provechosos honores, aun- que hubiese perdido, eso sí, su gloria imperecedera. "De edad de quince años-declara el mismo Argote-serví en la jornada del Peñón", a las órdenes del capitán general don García de Toledo, formando en las filas de los expedicionarios que embarcaron en Málaga el 29 de agosto de 1564. La operación militar fue breve y brillante, pues tras una sola semana de bloqueo por la poderosa escuadra española, la plaza se rendía, pudiendo regresar la flota victoriosa a su punto de partida, el 16 de septiembre del mismo año.

Cuatro más tarde, en 1568, Argote de Molina se alistó como capitán bajo las banderas del ínclito don Juan de Austria, a cuyas órdenes sirvió en la jornada de esta fecha, en la que el hijo de Carlos V recorrió el Mediterráneo con sus naves hasta limpiarlo de corsarios y piratas. Al año siguiente, y a las órdenes del mismo ilustre capitán, Argote combatió contra los moriscos granadinos, sublevados, al frente de treinta escuderos andaluces, aunque ignoramos el tiempo de su permanencia en el escenario de la guerra, así como su intervención personal en la misma.

Por esta época, residiendo Felipe II en Sevilla, visitó el museo que Argote había organizado en su casa de la calle de Francos, lo que prueba que cuando apenas rebasaba las dos décadas de su edad, el futuro genealogista gozaba de un gran prestigio literario y artístico entre la culta y floreciente sociedad sevillana del siglo XVI.

Después de la campaña granadina, la gloria militar de Argote se eclipsa. Su vida entonces aparece casi por completo entregada a las letras. Desde 1572 hasta 1586 transcurren los años de la laboriosa gestación en los archivos privados y públicos de Andalucía de su famosa Nobleza, aunque ésta no viese la luz pública hasta 1588, de regreso de su primera estancia en Canarias. La correspondencia de Argote con Jeróni-mo de Zurita, su rival en el cultivo de la historia y en la aplicación de métodos rigurosamente científicos en su investigación, nos revela paso a paso sus trabajos y sus desvelos constantes en todos los terrenos del campo de las letras. De estos años son, por otra parte, su magistral estudio Discurso sobre la poesía castellana,  y sus ediciones de El conde Lucanor, del infante don Juan Manuel; la Historia del Gran Tamorlán, con la relación de la embajada de Ruy González de Clavijo, y el Libro de la Montería, del rey don Alfonso XI; avaloradas todas con sus discursos o estudios preliminares, en los que bajo este modesto título se esconden trabajos fundamentales, algunos de los cuales ha merecido los honores de la publicidad aparte.

Llegamos así a un momento impreciso de la biografía de Argote el de su matrimonio con doña Constanza de Berrera, "descendiente del rey Alfonso el último de Castilla", según afirmación de Argote, e hija adulterina del primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera y Rojas.

Para los historiadores canarios, sin excepción, el matrimonio se verificó en Lanzarote, mientras que los cronistas andaluces-Arana de Varflora, Ortiz de Zúñiga y Pacheco-insisten en que éste tuvo lugar en Sevilla. Cuenta don Francisco Pacheco a este propósito en su conocido Libro de Descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones que por mediación de Argote, provincial como sabemos de la Santa Hermandad, concedió Felipe II el perdón que habían solicitado el capitán y 300 salteadores que infestaban las tierras de Jerez de la Frontera. La fama de este hecho llegó a oídos, según el cronista, de don Agustín Herrera, conde de Lanzarote, y al regresar de Jerez el provincial "saliole a recibir el dicho conde algunas jornadas con grande acompañamiento; entretúvolo a ratos en la caza, y tocando de cerca su calidad y partes lo casó con su hija doña Constanza, descendiente del rey Alfonso el Ultimo".
Sin embargo, no nos parece muy verídica la narración. Creemos más racional admitir que haciendo viaje a la corte don Agustín de Herrera, bien solo, bien acompañado de su hija Constanza, para expresar a Felipe II su agradecimiento por la merced del marquesado de Lanzarote, debió conocer en Sevilla a Gonzalo Argote de Molina, concertando con él el matrimonio de su hija. Como el título fue expedido en mayo de 1584, en premio a los servicios prestados en la isla de la Madera, donde residió el entonces conde de Lanzarote hasta finales de 1583, cabe pensar que el viaje se ve rificase en 1585, aunque quede en pie la duda de si la boda se verificó en Sevilla o si concertada en la capital andaluza, el sacramento les fué administrado en la villa de Teguise. Creemos mas acertada esta última suposición.

Como cebo para inducir a Argote a contraer estas nupcias don Agustin de Herrera dotó a su hija Constanza con 10.000 ducados, sin contar con el cuantioso mayorazgo que a su favor había constituido, aunque con la reserva para él y su esposa, doña Inés de Ponte, del usufructo vitalicio del mismo. Se ha puesto en tela de juicio reiteradas veces la autenticidad del mayorazgo de Lanzarote; el mismo Viera y Clavijo, que sigue en esto al Memorial ajustado del estado de Lanzarote) lo califica de "quimérico" unas veces y de "apócrifo" otras. Es no menos cierto que en la información llevada a cabo en Lanzarote por el comisionado don Alvaro de Navia, de resultas del pleito a la sucesión del estado por muerte del III marqués de Lanzarote, bienes que se disputaban la marquesa viuda del segundo y madre del tercero doña Luisa Bravo de Guzmán y distintos vástagos de la casa de Lerma [Denia] , se da como probado "que la fundación del mayorazgo era una elegante quimera, fabricada por Francisco Aamado, hombre fraudulento, con el designio de poner el estado a cubierto de los tiros de sus acreedores".

Pero aun con tantos testimonios en contra, damos por verdadera y válida la escritura de mayorazgo del estado de Lanzarote que se conserva en la Sala de Manuscritos de la Bi-
blioteca Nacional de Madrid, por creer, tras razonada meditación, que hubo dos mayorazgos: el auténtico y el apócrifo; el primero, desaparecido en el incendio de los archivos de protocolos por Morato Arráez (en 1586, que el marqués de Lanzarote no se preocupó luego de revalidar por razones que no nos alcanzan o por despreocupación; el segundo, el apócrifo, inventado por Francisco Amado, a instigaciones de la marquesa viuda doña Marina Enríquez, para salvar el patrimonio de su hijo -mediante la vinculación-de las garras de los acreedores. Si no, ¿cómo imaginar a la marquesa viuda doña Mariana (que aspiraba con tesón vesánico a heredar a su hijo el segundo marqués) accediendo a que Amado al redactar el apócrifo mayorazgo la excluyese a ella, para llamar a la herencia a los descendientes de doña Juana de Herrera y a los segundones de la casa de Denia, de acuerdo con la escritura de la Biblioteca Nacional?

El hecho es muy extraño, sorprendente y sospechoso. La máxima concesión que podríamos hacer, en favor de los impugnadores del mayorazgo, es considerar el documento de Madrid como una minuta tan solo de mayorazgo que nunca llegó a ser protocolada, quedando así en mero propósito.

Escritura auténtica o minuta, realidad o propósito, lo cierto es que Argote de Molina conoció el porvenir antes de decidirse a firmar esponsales con la bastarda del marqués y comprobó que su desmedida ambición de hidalgo pobre con muchas pretensiones, manías e ínfulas, podía saciarse en Lanzarote, aunque sus hijos tuviesen una ascendencia poco limpia. El uso por Argote, sin derecho, del título de conde de Lanzarote y su ejercicio de poder y jurisdicción en esta isla y en la de Fuerteventura no tendría sentido sin la existencia de este mayorazgo., y es una prueba más de la autenticidad del mismo.

Había obtenido licencia real el marqués de Lanzarote para fundar mayorazgo el 1 de junio de 1568 y aparece otorgando la escritura fundacional en Teguise el 9 de octubre de 1576. Imponía en ella el uso de armas-Herrera y Rojas-a los beneficiarios; llamaba a la herencia a doña Constanza y a doña Juana de Herrera y a los segundones de los marqueses de Denia y a sus descendientes, por el orden de prelación indicado, y vinculaba: once partes de doce, en las islas de Lanzarote y Fuerteventura, con jurisdicción civil y criminal; las casas de morada de Teguise, el castillo y casa-fuerte de Guanapay, las dehesas de Ye y Gueder, cortijo de Inaguaden y huerta de Famara, en Lanzarote, y la dehesa de Jandía en Fuerteventura.

Insistimos en que la herencia y títulos del marqués debieron ser el mejor señuelo para hacerle olvidar a Argote de Molina sus labores de erudición en el seno de la culta y floreciente sociedad sevillana, aceptando trasladarse a las Canarias en busca de mejor fortuna.

La boda debió verificarse en 1586, cuando doña Constanza de Berrera y Bethencourt contaba diecisiete años, mientras Argote frisaba los treinta y nueve. Del 28 de enero de este año es el último documento del provincial, en el que, "residiendo en Sevilla", aparece preocupado por dotar dignamente "su capilla y entierro de la iglesia de Santiago”. Pocos días después, casado ya o por casar, debió abandonar Sevilla con rumbo a Lanzarote, soñando con la herencia de un poderoso señorío.

Mas cuando se apagaba el eco de las fiestas de su recibimiento, Morato Arráez le vino a despertar en plena luna de miel. El mismo Argote así lo reconoce en su breve autobiografía: "Luego que me case-dice-vino Amorat Arrá,ez, Virey de Argel, con armada del gran Turco y del Xarife sobre aquella isla...". (En: A. Rumeu de Armas, 1991)





 1549 Enero 4.  [roto] sepan quantos esta carta vieren como yo sebastian de sosa vz desta isla de la gran can otorgo e co[noz]co por esta presente carta que devo e me obligo de dar e pagar e que dare e pagare a vos juan mjn parralero vezino desta dha ysla en langostura doze doblas de oro desta moneda de canaria las quales vos devo e son por rrazon de las seis dellas por çertas cax [roto] botas vazias y las otras seis son que me las enprestastes el dineros de contados de que soy contento y pagado y entregado a toda mi voluntad sobre que rrenuçio la querella y exebçion de los dos annos que los derechos ponen en rrazon de la pecunja e de la cosa non vista ni contada ni rresçebida ni pagada las quales dhas doze doblas deste dho vro debdo prometo e me obligo de os las dar e pagar por en fin del mes de março primero que berna bien e conplidamente sin pleito e sin contienda alguna la qual dha pena siendo pagada o no que toda [roto] vos de e porque el dho vro debdo prençipl con mas todas las costas dannos e yntereses e menoscabos q me se vos siguieren e Rrecresçieren de todo bien e conplidamente e para la execuçion e conplimy de todo lo suso dho doy e otorgo todo poder conplido a todas y qualesquier y ante quien fuere presentida para que sin ser presente çitado [roto] y llamado a juizio sobre esta dha rrazon me puedan prender y prendan el cuerpo y hag [roto] e manden hazer entrega y execuçion en my psona y en todos mis bienes doquier [roto] ue los [roto]aya e tenga e me puedan ser avidos [roto] e los vendan e rrematen luego en publica almoneda o fuera della e de los mrs de su valor  e preçio sea fecho entero e conplido pago a vos el dho juan mjn de vro prençipal e pena del doblo si en ella caere bien ansi e tan conplidamente como si todo lo suso dho fuese ansi jusgado y sentençiado y pasado en pleito por demanda e por sentençia fuese por mi consentida y no apelada e pasada en cosa jusgada contra lo qual que dho es rrenunçio toda apelaçion e suplicaçion e todas y qualesquier leyes fueros y derechos que en nro fabor sean o ser puedan que nos non valan en esta dha rrazon y espeçialmente rrenunçio la ley e rregla del derecho en que dis que general rrenunçiaçion de leis fecha que non vala y otrosi rrenunçio la ley de la espera de los çinco annos como en ella y en cada vna dellas se contiee para lo aver por firme segund dho es obligo a mi persona y bienes rraizes e muebles avidos y por aver fecha la carta en la noble çibdad rreal de las palmas ques en esta ysla de la gran canaria a quatro dias del mes de henero anno del nasçim de nro saluador jhuxpo de mill e qins e qnta y nueve annos ts que fueron presentes a lo que dho es sancho de areualo capellan perpetuo de la catredal iglia desta isla de can y andres hers y gaspar çerezo vzs y estantes en esta dha ysla y por ql dho otorgt no supo firmar a su rruego lo firmo aquj el dho sancho [roto] arevalo e testigos fol. 2 r debdo a juan mjn de [roto]z e doblas de oro (rúbrica) pvt sancho de arevalo (rúbrica).  (Irene Ojeda López Y Mª Teresa Cáceres Lorenzo)

1549 Noviembre 30.
R.C. concediendo á la Isla de Gran Canaria las penas de Cámara durante diez años para con su arbitrio atender á construir un baluarte en su Puerto conforme á otra petición de D. Alonso Pacheco, en Galicia á 30 de Noviembre de 1549. Junto con esta Cédula se encuentra una R.O. para que se envíe artillería á la expresada Isla que se dictó con la misma fecha.


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