EFEMERIDES DE LA NACION CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1541-1550
CAPITULO XXX
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1549.
En Gran Canaria, mandaba entonces
en ella un gobernador colonial, un hombre del que se decía era de valor
indomable, gran tesón y militar pericia que se llamaba don Rodrigo Manrique de
Acuña, Abellaneda, Castañeda y Hurtado de Mendoza, caballero de la Orden de Santiago, nombrado
gobernador y juez de residencia de dicha isla, en 1549, para sustituir al
licenciado don Juan Ruiz de Miranda, a su vez sustituto de don Alonso del
Corral, a quien hemos visto intervenir en el ataque de Jean Alfonse en 1543.
Pero no estará de más que digamos dos palabras sobre la personalidad y la
ascendencia de este gobernador, cuyo
paso por las islas no ha tenido por parte de los historiadores canarios el
comentario que a tan recia como bizarra personalidad militar correspondía. Fue
su padre don Alonso Manrique y Castañeda, cardenal de la Santa Iglesia
católica, arzobispo de Sevilla e inquisidor general, a su vez hijo del famoso
don Rodrigo Manrique y Castilla, primer conde de Paredes, condestable de
Castilla y maestre de la Orden
de Santiago, habido de su tercer matrimonio con doña Elvira de Castañeda, hija
de los primeros condes de Fuensalida. La vida de don Alonso Manrique, el futuro
arzobispo y cardenal, fué en extremo agitada e interesante.
Colegial en la Universidad de
Salamanca, canónigo en Toledo y maestrescuela en la Catedral de la primera de
estas dos ciudades, fué elevado a la dignidad episcopal por los Reyes Católicos
en 1499 (18 de septiembre), nombrándolo para la sede de Badajoz. Pero "en
los verdores de la primera y más robusta edad-al decir del famoso genealogista
Salazar y Castro- no fué el cardenal tan cuidadoso de su pureza que pudiese
librar el ánimo de una apasionada correspondencia que le produjo tres hijos, a
saber: 1º. don Rodrigo Manrique, de quien sólo hallamos escrito-dice
textualmente Salazar-que estudió en París, 2º. doña Guiomar Manrique, monja
dominica en el monasterio de la
Madre de Dios de Toledo, y 3º. Don Jerónimo Manrique de Lara,
obispo de Cartagena y de Avila e inquisidor general de España, como su padre,
en 1595". Nada dice Salazar y Castro sobre quién fué aquella mujer que apasionó
locamente a don Alonso hasta el punto de hacerle faltar a sus deberes., pero la
genealogía de don Rodrigo Manrique de Acuña como caballero de la Orden de Santiago nos
resuelve esta duda, pues no fue otra que doña Leonor de Acuña, hija de don
Rodrigo de Avellaneda, comendador de la Presa en la Orden de Santiago, y de doña María Hurtado de
Mendoza, vecinos de Illescas.
Debió nacer don Rodrigo Manrique
de Acuña en Fuensalida (Toledo) quizá mientras su padre era canónigo de aquella
Catedral, pero sin que se pueda precisar la fecha.
En cuanto a la educación recibida
en París, conforme al único dato que apunta Salazar y Castro, es muy seguro que
coincidiese con el viaje de su padre a Flandes (después de la muerte de Felipe
el Hermoso, por el que había tomado partido frente al Rey Católico), para
entrar en el grupo de españoles expatriados cerca del príncipe don Carlos, el
futuro emperador. Este premió su fidelidad, más adelante, haciéndolo
sucesivamente obispo de Córdoba y capellán mayor (1517), embajador
extraordinario cerca de Portugal para acompañar a la infanta doña Leonor
(1518), arzobispo de Sevilla (1521) e inquisidor general (1523).
Cuando en 1549 desembarcó en Las
Palmas de Gran Canaria el nuevo gobernador don Rodrigo Manrique de Acuña, las
islas se encontraban en el disfrute de una paz tan nec-esaria como vital, pero
que, por desgracia, iba a durar ya muy poco; pues dos años más tarde, en 1551,
cuando el Emperador descansaba de la cruenta lucha con los protestantes de
Alemania, Enrique II de Francia le promovió guerra por todas las fronteras:
Italia, Flandes y Alemania, aprovechándose para esta última de la defección del
traidor Mauricio de Sajonia.
De esta manera si los distintos
Estados del Imperio colonial español se vieron atacados por tierra, no fue
menor el peligro por mar, puesto que el rey de Francia Enrique II, que había
recibido de su padre una marina en franca decadencia, se dio tan buena maña y
habilidad en su transformación que en 1551 aparecía como una de las más
potentes y capaces de Europa. El aumentó de manera extraordinaria sus efectivos
y la convirtió en una flota auténticamente modelo.
Además, renovando con Solimán la
amistad que tuviera su padre, no se conformó con que éste infestase el
Mediterráneo, llenando de terror las costas de Italia, sino que estableciendo
contacto los navíos de una y otra potencia en el Atlántico atacaron juntos en
corso las comunicaciones de la metrópoli con sus colonias americanas. Algunos
de los ataques franceses de estos años a las Islas Canarias cabe más
considerarlos como operaciones combinadas franco-turcas o franco-berberiscas
que como exclusivos de aquella nación. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1549. Nuevo en Eguerew (La Laguna) de Chinech (Tenerife), el colono
Francisco Solorzano de Hoyo arrendó carabela, para practicar la trata. A 8 de
marzo de 1549, contrató ante escribano a Luís Perdomo, hermano de Pedro Riço y
probable pariente de Blasina, para "este presente viaje que vays de
resgate y a saltar en tierra de Berbería.., ansy arriba como abaxo e donde
quiera que lo oviéredes de hacer", salvo en la conquista de Portugal, no
queriendo el "lengua" complicaciones. A cambio de traducir y tratar
con los naturales, cobraría 6 reales de plata viejos, equivalentes a 42
maravedís, en moneda de la isla, por "pieza" de esclavo, rescatada
"por mi industria e solicitud", o que "metiéredes en el navío o
navíos", no recibiendo "cosa alguna", por las criaturas que
"mamaren". De caer enfermo el titular, el tratante podría utilizar
otro "lengua", pero de reemplazarle por capricho, tendría que pagar a
Perdomo, por cuantos negros embarcase. El intérprete podría cargar las
mercancías y negros que consiguiese, por comisiones, regalos u otra vía, a los
que alimentaría Solorzano, hasta que bajasen a tierra.
1549. Juan García Mirabal, colono vecino de Eguerew (La Laguna) costeó una
expedición del hawara (palmero) Asencio Mirabal, para ir a Guinea. Asencio
cumplió su obligación y volvió con 27 esclavos negros; pero el maestro de su
nave, Domingo Fernández, se le ade- lantó, porque surgió en Tazacorte y de allí
fue a Castilla donde vendió a todos los esclavos por cuenta propia.
1549. Fallece el colono sevillano, Zoilo Ramírez, maestresala de la Catedral de Winiwuada
(Las Palmas), (1528), Chantre (1539), deán (1549), Era hijo de Juan Ramírez
Escudero, Arcediano de la
Catedral de Sevilla, hijo de Andrés Odon y de su barragana,
ambos judíos conversos. En 1526 Zoilo fue mandado por el Cabildo de Sevilla
para presentarse en aquella capital. En su infancia había sido paje de Miguel
de la Serna,
obispo de Tamaránt (Gran Canaria). En 1536 pasó algún tiempo en la metrópoli,
de donde vino con cartas de la reina gobernadora.
1549.
Desembarcó en Las Palmas de Gran
Canaria el nuevo Gobernador colonial D. Rodrigo Manrique de Acuña y poco
después tuvo que defenderse de los ataques de piratas franceses; se preocupó de
la organización naval y militar de Gran Canaria y designó como colaborador a D.
Pedro Cerón y Ponce de León, caballero sevillano de la primera nobleza de
Andalucía, hijo del que había sido Gobernador de Gran Canaria D. Martín
Hernández Cerón y de su mujer Da Ana Ponce de León, casado con Da Sofía de
Santa Gadea, hija del comerciante francés de Ruan, Juan Marcel y de María de
Santa Gadea, hija a su vez del conquistador de igual apellido, propietario de
los famosos ingenios de Arucas. Fue Regidor de la isla, Capitán y organizador
de las primeras milicias en 1551, elegido por aclamación del Cabildo de la isla
como Capitán General de la misma en 15 52 ante el peligro de una invasión
francesa. Pedro Cerón, investido del mando militar por Manrique de Acuña,
comenzó por inspeccionar la fortaleza de La Isleta, sobre cuyo arreglo, dotación y mejora se
había hecho información el 12 de Marzo de 1548 por el anterior Gobernador y
Justicia Mayor D. Juan Ruiz de Miranda; dispuso Cerón las más urgentes
reformas, dejando en ella para su custodia 50 hombres de día y noche y un
alcaide; más adelante y sin los apremios del momento, esta fortaleza sufrió
importantes mejoras. Asimismo ordenó la construcción de trincheras en todas las
caletas y puntos de
desembarco, hechas, como otras
tantas obras, a sus expensas; preparó un alistamiento general de todos los
hombres útiles llegando a reunir 1.800 infantes y un crecido grupo de
caballeros que distribuyó en compañías y escuadras con sus respectivas
banderas, dando patentes de capitanes y alféreces a los más conocedores del
arte militar, y con el elemento noble organizó una compañía de caballería con
su capitán. Con estas fuerzas estableció puestos de observación y centinelas,
pudiendo -según opinión de Rumeu de Armas- considerarse el origen de las
gloriosas milicias de Canarias.
En 1554 el Gobernador D. Rodrigo
Manrique de Acuña ordenó la construcción de varios fuertes o baluartes: dos en
la caleta de Santo Domingo, tres en la de Santa Catalina, uno junto a la ermita
de San Telmo y otro en el puerto de Gando, pero debieron ser de construcción
muy ligera pues pocos años después no quedaban restos de ellos. Se proyectó
también una fortaleza que cruzase fuegos con la de Las Isletas, escogiendo el
Gobernador Manrique como lugar más apropiado, el Charco de los Abades, que
parece estaba situado donde después se edificó la Torre de Santa Ana-actual
muelle de Las Palmas-. El costo de esta fortaleza que no llegó a construirse se
calculó en 25.000 ducados.
D. Rodrigo Manrique de Acuña no
cejaba en su empeño de hacerse respetar de los franceses en la mar, a cuyo
efecto tenía preparada en el puerto de las Isletas una armadilla de la que
formaban parte una nao o embarcación de vela corriente, dos carabelas que eran
embarcaciones ligeras y pequeñas de menos de 100 toneladas propias para
descubiertas y servicios urgentes por lo fácilmente manejables, y una urca
embarcación grande de mucha manga y formas llenas con popa y proa iguales
propia para transporte- las cuatro bien armadas dispuestas a hacerse a la mar
al primer aviso; la tripulación está compuesta de 180 hombres entre soldados y
gente de mar dándole el mando de la armada a Jerónimo Baptista Maynel, alcaide
que había sido varios años de la fortaleza principal, designando Alférez a su
hijo del mismo nombre, y capitanes de las dos carabelas a Juan López de Cepeda
teniente de Gobernador y a Juan Narváez, Regidor; las Antillas estaban en esa
época sometidas a los ataques de piratas casi continuos, y las escuadras hacían
su tránsito por las Canarias dispuestas siempre a sor- prender sus moradores
para robarles y exigirles un crecido rescate. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1549.
Nace en Sevilla Gonzalo Argote de
Molina, quien andando el tiempo se establecería por algún tiempo como colono en
la isla Titoreygatra (Lanzarote), y de quien el investigador Antonio Rumeu de
Armas nos ofrece el siguiente relato: “…Pero por lo que el nombre ilustre de
Gonzalo Argote de Molina ha aparecido por primera vez en nuestras páginas, y
teniendo en cuenta que su intervención personal en esta acción va a ser la más
destacada y decisiva, conviene que nos detengamos en ilustrar con algunos
pormenores su biografía como marco adecuado al episodio que narramos y en
atención a la importancia histórica que tendrá su figura en años venideros.
Sobre la patria de Gonzalo Argote
de Molina, Sevilla, no hay posible discusión pues él mismo así lo declara en
sus escritos, desmintiendo a los que guiados por la cuna de su linaje lo hacen
natural de Baeza y en cuanto a la fecha de su nacimiento, si bien el mismo
Argote establece la confusión al darnos testimonios personales contradictorios,
cabe estimar como seguro que nació entre los años 1548-49, o sea que en la
fecha de su casamiento con doña Constanza de Herrera y en la del ataque de
Morato Arráez, que casi coincidieron, tendría alrededor de los treinta y ocho
años de su edad, mientras su mujer apenas alcanzaba los diecisiete.
Fueron sus padres el bastetano
don Francisco Argote de Molina, también apellidado Zatico de Molina, jurado del
Concejo sevillano y señor de la
Torre de Gil de Olid, y su legítima esposa, doña Isabel Ortiz
Mejía, natural de Sevilla. En cambio, nada o casi nada sabemos de su linaje,
dándose así el contraste de que; quien tantas páginas dedicó a enaltecer las
casas nobles de Ubeda, Jaén y Baeza no aporte de su ascendencia sino detalles
muy escasos y no faltos de errores. Declara haber sido su tronco el
conquistador de Sevilla Fernán Martínez de Argote, descendiente a su vez de los
conquistadores de Córdoba y Baeza, y ascendiente de Juan Martínez de Argote,
alcalde mayor de Córdoba y señor de Lucena y Espejo; pero la cita es confusa y
equivocada. Acaso contuviese la "megalomanía" característica de
Argote, a través de todos los actos de su vida, alguna mácula en su linaje que
conviniese dejar oculta.
Su educación fué la de un
soldado, pues desde niño veló las armas en diversas empresas militares; mas sus
padres debieron atender con igual interés a su formación cultural, pues también
desde los primeros años de su juventud se nos muestra como uno de los hombres
más cultos de su época: erudito, bibliófilo empedernido, arqueólogo,
genealogista, etc. De esta manera, Argote de Molina fue en España el prototipo
del prócer y mecenas del Renacimiento a la manera italiana: militar, poeta,
protector de artistas (Sánchez Coello entre otros), bibliómano, editor de
múltiples y variadas obras, historiador, genealogista, etc. Sus títulos se
alinean en larga serie, aunque brillen más por la cantidad que por la calidad:
Señor de la Torre
de Gil de Olid, de Daganzuelo y de la
Torre de don Jofre; criado del rey Felipe II, alférez mayor
de Andalucía, caballero veinticuatro de Sevilla, provincial de la Santa Hermandad de
Andalucía y conde de Lanzarote. Este último título, del que usaron en las
Canarias don Gonzalo y doña Constanza, mientras ésta pudo considerarse heredera
de los estados de Lanzarote, era una pura ficción jurídica, pues al elevar
Felipe II, el 1 de mayo de 1584,
a la dignidad marquesal a don Agustín de Herrera y
Rojas, no lo hizo con la reserva de que su antiguo condado de Lanzarote quedase
vinculado a su heredero o primogénito, y, por tanto, quedó automática mente
extinguido.
La carrera militar de Argote de
Molina fué brillante aunque breve, pues debió sentirse muy pronto más atraído
por los libros y los archivos que por los campos de batalla, donde, de seguir
los primeros impulsos de su juventud, de seguro hubiese alcanzado más
provechosos honores, aun- que hubiese perdido, eso sí, su gloria imperecedera.
"De edad de quince años-declara el mismo Argote-serví en la jornada del
Peñón", a las órdenes del capitán general don García de Toledo, formando
en las filas de los expedicionarios que embarcaron en Málaga el 29 de agosto de
1564. La operación militar fue breve y brillante, pues tras una sola semana de
bloqueo por la poderosa escuadra española, la plaza se rendía, pudiendo
regresar la flota victoriosa a su punto de partida, el 16 de septiembre del
mismo año.
Cuatro más tarde, en 1568, Argote
de Molina se alistó como capitán bajo las banderas del ínclito don Juan de
Austria, a cuyas órdenes sirvió en la jornada de esta fecha, en la que el hijo
de Carlos V recorrió el Mediterráneo con sus naves hasta limpiarlo de corsarios
y piratas. Al año siguiente, y a las órdenes del mismo ilustre capitán, Argote
combatió contra los moriscos granadinos, sublevados, al frente de treinta
escuderos andaluces, aunque ignoramos el tiempo de su permanencia en el escenario
de la guerra, así como su intervención personal en la misma.
Por esta época, residiendo Felipe
II en Sevilla, visitó el museo que Argote había organizado en su casa de la
calle de Francos, lo que prueba que cuando apenas rebasaba las dos décadas de
su edad, el futuro genealogista gozaba de un gran prestigio literario y
artístico entre la culta y floreciente sociedad sevillana del siglo XVI.
Después de la
campaña granadina, la gloria militar de Argote se eclipsa. Su vida entonces
aparece casi por completo entregada a las letras. Desde 1572 hasta 1586
transcurren los años de la laboriosa gestación en los archivos privados y
públicos de Andalucía de su famosa Nobleza, aunque ésta no viese la luz pública
hasta 1588, de regreso de su primera estancia en Canarias. La correspondencia
de Argote con Jeróni-mo de Zurita, su rival en el cultivo de la historia y en
la aplicación de métodos rigurosamente científicos en su investigación, nos
revela paso a paso sus trabajos y sus desvelos constantes en todos los terrenos
del campo de las letras. De estos años son, por otra parte, su magistral
estudio Discurso sobre la poesía
castellana, y sus ediciones de El conde Lucanor, del infante don Juan
Manuel; la Historia del Gran Tamorlán, con la relación de
la embajada de Ruy González de Clavijo, y el
Libro de la Montería,
del rey don Alfonso XI; avaloradas todas con
sus discursos o estudios preliminares, en los que bajo este modesto título se esconden trabajos fundamentales,
algunos de los cuales ha merecido los
honores de la publicidad aparte.
Llegamos así a un momento
impreciso de la biografía de Argote el de su matrimonio con doña Constanza de
Berrera, "descendiente del rey
Alfonso el último de Castilla", según afirmación de Argote, e hija
adulterina del primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera y Rojas.
Para los historiadores canarios,
sin excepción, el matrimonio se verificó en Lanzarote, mientras que los
cronistas andaluces-Arana de Varflora, Ortiz de Zúñiga y Pacheco-insisten en
que éste tuvo lugar en Sevilla. Cuenta don Francisco Pacheco a este propósito
en su conocido Libro de Descripción de verdaderos retratos de ilustres y
memorables varones que por mediación de Argote, provincial como sabemos de la Santa Hermandad,
concedió Felipe II el perdón que habían solicitado el capitán y 300 salteadores
que infestaban las tierras de Jerez de la Frontera. La fama de
este hecho llegó a oídos, según el cronista, de don Agustín Herrera, conde de
Lanzarote, y al regresar de Jerez el provincial "saliole a recibir el dicho conde algunas jornadas con grande
acompañamiento; entretúvolo a ratos en la caza, y tocando de cerca su calidad y
partes lo casó con su hija doña Constanza, descendiente del rey Alfonso el
Ultimo".
Sin embargo, no nos parece muy
verídica la narración. Creemos más racional admitir que haciendo viaje a la
corte don Agustín de Herrera, bien solo, bien acompañado de su hija Constanza,
para expresar a Felipe II su agradecimiento por la merced del marquesado de
Lanzarote, debió conocer en Sevilla a Gonzalo Argote de Molina, concertando con
él el matrimonio de su hija. Como el título fue expedido en mayo de 1584, en
premio a los servicios prestados en la isla de la Madera, donde residió el
entonces conde de Lanzarote hasta finales de 1583, cabe pensar que el viaje se
ve rificase en 1585, aunque quede en pie la duda de si la boda se verificó en
Sevilla o si concertada en la capital andaluza, el sacramento les fué
administrado en la villa de Teguise. Creemos mas acertada esta última
suposición.
Como cebo para inducir a Argote a
contraer estas nupcias don Agustin de Herrera dotó a su hija Constanza con
10.000 ducados, sin contar con el cuantioso mayorazgo que a su favor había
constituido, aunque con la reserva para él y su esposa, doña Inés de Ponte, del
usufructo vitalicio del mismo. Se ha puesto en tela de juicio reiteradas veces
la autenticidad del mayorazgo de Lanzarote; el mismo Viera y Clavijo, que sigue
en esto al Memorial ajustado del estado de Lanzarote) lo califica de "quimérico" unas veces y de "apócrifo" otras. Es no menos
cierto que en la información llevada a cabo en Lanzarote por el comisionado don
Alvaro de Navia, de resultas del pleito a la sucesión del estado por muerte del
III marqués de Lanzarote, bienes que se disputaban la marquesa viuda del segundo
y madre del tercero doña Luisa Bravo de Guzmán y distintos vástagos de la casa
de Lerma [Denia] , se da como probado "que
la fundación del mayorazgo era una elegante quimera, fabricada por Francisco
Aamado, hombre fraudulento, con el designio de poner el estado a cubierto de
los tiros de sus acreedores".
Pero aun con tantos testimonios
en contra, damos por verdadera y válida la escritura de mayorazgo del estado de
Lanzarote que se conserva en la
Sala de Manuscritos de la Bi-
blioteca Nacional de Madrid, por
creer, tras razonada meditación, que hubo dos mayorazgos: el auténtico y el
apócrifo; el primero, desaparecido en el incendio de los archivos de protocolos
por Morato Arráez (en 1586, que el marqués de Lanzarote no se preocupó luego de
revalidar por razones que no nos alcanzan o por despreocupación; el segundo, el
apócrifo, inventado por Francisco Amado, a instigaciones de la marquesa viuda
doña Marina Enríquez, para salvar el patrimonio de su hijo -mediante la
vinculación-de las garras de los acreedores. Si no, ¿cómo imaginar a la
marquesa viuda doña Mariana (que aspiraba con tesón vesánico a heredar a su
hijo el segundo marqués) accediendo a que Amado al redactar el apócrifo
mayorazgo la excluyese a ella, para llamar a la herencia a los descendientes de
doña Juana de Herrera y a los segundones de la casa de Denia, de acuerdo con la
escritura de la
Biblioteca Nacional?
El hecho es muy extraño,
sorprendente y sospechoso. La máxima concesión que podríamos hacer, en favor de
los impugnadores del mayorazgo, es considerar el documento de Madrid como una
minuta tan solo de mayorazgo que nunca llegó a ser protocolada, quedando así en
mero propósito.
Escritura auténtica o minuta,
realidad o propósito, lo cierto es que Argote de Molina conoció el porvenir antes
de decidirse a firmar esponsales con la bastarda del marqués y comprobó que su
desmedida ambición de hidalgo pobre con muchas pretensiones, manías e ínfulas,
podía saciarse en Lanzarote, aunque sus hijos tuviesen una ascendencia poco
limpia. El uso por Argote, sin derecho, del título de conde de Lanzarote y su
ejercicio de poder y jurisdicción en esta isla y en la de Fuerteventura no
tendría sentido sin la existencia de este mayorazgo., y es una prueba más de la
autenticidad del mismo.
Había obtenido licencia real el
marqués de Lanzarote para fundar mayorazgo el 1 de junio de 1568 y aparece
otorgando la escritura fundacional en Teguise el 9 de octubre de 1576. Imponía
en ella el uso de armas-Herrera y Rojas-a los beneficiarios; llamaba a la
herencia a doña Constanza y a doña Juana de Herrera y a los segundones de los
marqueses de Denia y a sus descendientes, por el orden de prelación indicado, y
vinculaba: once partes de doce, en las islas de Lanzarote y Fuerteventura, con
jurisdicción civil y criminal; las casas de morada de Teguise, el castillo y
casa-fuerte de Guanapay, las dehesas de Ye y Gueder, cortijo de Inaguaden y
huerta de Famara, en Lanzarote, y la dehesa de Jandía en Fuerteventura.
Insistimos en que la herencia y
títulos del marqués debieron ser el mejor señuelo para hacerle olvidar a Argote
de Molina sus labores de erudición en el seno de la culta y floreciente
sociedad sevillana, aceptando trasladarse a las Canarias en busca de mejor
fortuna.
La boda debió verificarse en
1586, cuando doña Constanza de Berrera y Bethencourt contaba diecisiete años,
mientras Argote frisaba los treinta y nueve. Del 28 de enero de este año es el
último documento del provincial, en el que, "residiendo
en Sevilla", aparece preocupado por dotar dignamente "su capilla y entierro de la iglesia de
Santiago”. Pocos días después, casado ya o por casar, debió abandonar
Sevilla con rumbo a Lanzarote, soñando con la herencia de un poderoso señorío.
Mas cuando se apagaba el eco de
las fiestas de su recibimiento, Morato Arráez le vino a despertar en plena luna
de miel. El mismo Argote así lo reconoce en su breve autobiografía: "Luego que me case-dice-vino Amorat Arrá,ez, Virey de Argel, con
armada del gran Turco y del Xarife sobre aquella isla...". (En: A.
Rumeu de Armas, 1991)
1549 Enero 4. [roto] sepan quantos esta carta vieren como
yo sebastian de sosa vz desta isla de la gran can otorgo e co[noz]co por esta
presente carta que devo e me obligo de dar e pagar e que dare e pagare a vos
juan mjn parralero vezino desta dha ysla en langostura doze doblas de oro desta
moneda de canaria las quales vos devo e son por rrazon de las seis dellas por
çertas cax [roto] botas vazias y las otras seis son que me las enprestastes el
dineros de contados de que soy contento y pagado y entregado a toda mi voluntad
sobre que rrenuçio la querella y exebçion de los dos annos que los derechos
ponen en rrazon de la pecunja e de la cosa non vista ni contada ni rresçebida
ni pagada las quales dhas doze doblas deste dho vro debdo prometo e me obligo
de os las dar e pagar por en fin del mes de março primero que berna bien e
conplidamente sin pleito e sin contienda alguna la qual dha pena siendo pagada
o no que toda [roto] vos de e porque el dho vro debdo prençipl con mas todas
las costas dannos e yntereses e menoscabos q me se vos siguieren e
Rrecresçieren de todo bien e conplidamente e para la execuçion e conplimy de
todo lo suso dho doy e otorgo todo poder conplido a todas y qualesquier y ante
quien fuere presentida para que sin ser presente çitado [roto] y llamado a
juizio sobre esta dha rrazon me puedan prender y prendan el cuerpo y hag [roto]
e manden hazer entrega y execuçion en my psona y en todos mis bienes doquier
[roto] ue los [roto]aya e tenga e me puedan ser avidos [roto] e los vendan e
rrematen luego en publica almoneda o fuera della e de los mrs de su valor
e preçio sea fecho entero e conplido pago a vos el dho juan mjn de vro
prençipal e pena del doblo si en ella caere bien ansi e tan conplidamente como
si todo lo suso dho fuese ansi jusgado y sentençiado y pasado en pleito por
demanda e por sentençia fuese por mi consentida y no apelada e pasada en cosa
jusgada contra lo qual que dho es rrenunçio toda apelaçion e suplicaçion e
todas y qualesquier leyes fueros y derechos que en nro fabor sean o ser puedan
que nos non valan en esta dha rrazon y espeçialmente rrenunçio la ley e rregla
del derecho en que dis que general rrenunçiaçion de leis fecha que non vala y
otrosi rrenunçio la ley de la espera de los çinco annos como en ella y en cada
vna dellas se contiee para lo aver por firme segund dho es obligo a mi persona
y bienes rraizes e muebles avidos y por aver fecha la carta en la noble çibdad
rreal de las palmas ques en esta ysla de la gran canaria a quatro dias del mes
de henero anno del nasçim de nro saluador jhuxpo de mill e qins e qnta y nueve
annos ts que fueron presentes a lo que dho es sancho de areualo capellan
perpetuo de la catredal iglia desta isla de can y andres hers y gaspar çerezo
vzs y estantes en esta dha ysla y por ql dho otorgt no supo firmar a su rruego
lo firmo aquj el dho sancho [roto] arevalo e testigos fol. 2 r debdo a juan mjn
de [roto]z e doblas de oro (rúbrica) pvt sancho de arevalo (rúbrica).
(Irene Ojeda López Y Mª Teresa Cáceres Lorenzo)
1549 Noviembre 30.
R.C. concediendo á la Isla de Gran Canaria las
penas de Cámara durante diez años para con su arbitrio atender á construir un
baluarte en su Puerto conforme á otra petición de D. Alonso Pacheco, en Galicia
á 30 de Noviembre de 1549. Junto con esta Cédula se encuentra una R.O. para que
se envíe artillería á la expresada Isla que se dictó con la misma fecha.
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