domingo, 31 de marzo de 2013

Maravilloso poema a los cinco fusilados de San Lorenzo. Eternos en la memoria y la lucha de los pueblos oprimidos






QuantcastPor Juan Francisco Santana Domínguez
En ocasiones escribes poemas que hacen que, al volver a leerlos, te estremezcas y hagan tambalear tu sensibilidad. Han estado soñando contigo y de repente despiertan para que les recordemos. Este poema surgió en recuerdo y por la admiración que supuso el conocer, a través de la fuerza de los documentos, a cinco hombres solidarios que pensaron que un mundo mejor era posible. Para aquellos inocentes que perdieron, de forma injusta, el poder seguir disfrutando de sus seres queridos.


Húmedas camisas blancas
de tunos indios manchadas
por su efecto carmesí.
Piedras que se levantan
para hacerme a mí presente
aquella tarde de marzo
cuando las luces se fueron.
Mensajes que me llegan,
de tristes tiempos revueltos,
desde la orilla dorada.
Confesiones vestidas de rojo
hacen que te estremezcas.
Todo cambia, de repente,
el grito de aquellas madres
al escuchar los silbidos
mezclados con los lamentos.
Cinco luceros brillaron
en las montañas manchadas
para estar siempre presentes
por la fuerza del destino.
Lloramos por un instante
los recuerdos que quisimos.
No es locura lo que abrazo,
es dignidad que galopa libre
por los descampados,
para siempre estar presente
cuándo los puños se alzan.
Lloran las secas aulagas,
vuelan por los arenales
gritando su abatimiento.
Estertores y fuego se abrazaron,
se dieron, muy fuerte, la mano.
Queda sólo un fogonazo
para que la noche aclare,
para apagar el lucero
que quiso ser rematado.

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