martes, 26 de marzo de 2013

El caciquismo en La Palma entre 1874 y 1936 (1).-




Estudio sobre la estructura y evolución del Caciquismo en La Palma, desde el comienzo de la Restauración hasta el final de la II República.
 Panorámica.- A principios del siglo XX, la población de La Palma se situaba en los 41.994 habitantes. La mayoría de la población trabajaba en la agricultura de subsistencia (cereales y papas) o en las fincas y almacenes dedicados a los cultivos de exportación (plátanos y tomates). La escasa actividad comercial e industrial existente se centraba en su Capital, de 7.024 habitantes. Era una economía insuficiente para atender las necesidades de sus habitantes, de modo que la emigración a Cuba se proyectaba, ante miles de isleños, como la salida a la pobreza. Políticamente, durante los cincuenta años que van desde el inicio del régimen de la Restauración hasta la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, las instituciones de gobierno insulares fueron dominadas por el Partido Conservador, pese a la oposición, casi siempre infructuosa, de Liberales y Republicanos.
 ¿Qué razones explican la hegemonía del caciquismo identificado con el Partido Conservador, desde 1874 hasta 1923?
La base clientelar.- El dominio de la propiedad de la tierra y de los derechos sobre el agua, ejercido por un grupo reducido de propietarios, descendientes, en buena parte, de los conquistadores de la Isla o de los comerciantes flamencos que vinieron para dedicarse al negocio azucarero ha sido uno de las claves que han condicionado la historia de La Palma. Apellidos como Lugo, Sotomayor, Monteverde, Vandevalle, Massieu, Poggio... aparecerán vinculados, durante siglos, a la posesión de importantes extensiones de terreno en La Palma, en especial, en las comarcas más fértiles de la Isla.
Los dirigentes del Partido Conservador isleño poseían propiedades rústicas, recursos acuíferos, industrias y comercios que proporcionaban medios de vida a amplias clientelas, integradas por las familias de sus empleados, de sus arrendatarios y de pequeños campesinos. Esta base de partida suponía una ventaja porque el diseño del régimen de la Restauración (1874-1923) perseguía la estabilidad y ese objetivo precisaba que los grupos de poder formados acumularan suficiente "influencia", en el territorio bajo su dominio, como para evitar conflictos políticos o sociales.
Agentes del Estado.- La potestad de los Conservadores palmeros sobre sus clientelas justificaba su candidatura a gestionar el Estado en la Isla porque el dominio del Caciquismo Conservador sobre el medio insular cubría las aspiraciones de estabilidad demandadas por el sistema ideado por Cánovas del Castillo. Así lo comprendió el político que ejercía de "Gran Cacique" en Canarias, el liberal Fernando León y Castillo, cuando, a fines del siglo XIX, pactó con los Conservadores de La Palma.
No obstante, el convenio alcanzado entre los Conservadores palmeros y Fernando León y Castillo iba más allá. El dirigente liberal de Las Palmas, también, pretendía que esa alianza contribuyese a una segunda meta: controlar la Diputación Provincial de Canarias. Desde la década de 1880, la estrategia promovida por Fernando León y Castillo requería manejar el rumbo político de La Palma, a fin de asegurarse el apoyo de sus representantes y obtener la mayoría en esa Institución. La razón estribaba en que el dominio de la Diputación Provincial otorgaba ventaja a Gran Canaria sobre Tenerife en el pleito que ambas islas dirimían por la supremacía en el Archipiélago.
El compromiso con el Jefe del Partido Liberal grancanario concedió a la facción caciquil conservadora, dirigida por la familia Sotomayor, la gestión de las instituciones del Estado en la Isla, desde el diputado en Cortes hasta los ayuntamientos, pasando, por la delegación del gobierno y, más tarde, por el Cabildo Insular. Este monopolio sobre los organismos públicos fortaleció la hegemonía "sotomayorista", al disponer de los recursos gubernativos para organizar un fraude electoral sistemático, al procurarle más puestos de trabajo para distribuir y al permitirle tomar decisiones, desde los cargos administrativos, que podían beneficiar a sus clientelas y perjudicar a sus enemigos. De esta manera, el cobro de impuestos, las subvenciones y las sanciones se convertían en un arma eficaz para reforzar el Caciquismo conservador.
La oposición describió la estructura caciquil que se levantaba con una terminología reiterada durante años. En la cúspide del edificio caciquil, el Gobierno de la Nación otorgaba "el mando oficial" a los grandes propietarios conservadores que, "con la ubre del mangoneo y el mando", extendían su dominio por toda la Isla. En la base de la pirámide, "la dependencia asalariada" y "todos los arrendatarios" estaban obligados "a dar el voto" y la obediencia "al amo" (Fracaso, Tazacorte, La Palma, 27 de enero de 1913). El Caciquismo aspirante de los Liberales palmeros insistía en este aspecto de los años de dominio Conservador: Mientras los conservadores dominaban a su antojo en nuestros pueblos, dueños por muchos años de los resortes del poder, con mil pactos y contubernios logrados, pudieron sostener un caciquismo insano que minaba y se extendía por las altas y bajas esferas, desde los ministerios hasta las más modestas oficinas del Estado. Así, todo en la Isla era oficialmente conservador. Eran conservadores el cartero rural y el jefe de Correos, los empleados de Telégrafos, de Gobernación, de Obras Públicas, de Hacienda, de Montes, de Aduanas; los jueces, los Alcaldes, el Recaudador de Contribuciones, los Maestros de escuela y hasta los barrenderos... (La Voz Liberal: A la opinión pública, 1de abril de 1923, Carpeta 27, Leg. año 1923, Archivo Delegación del Gobierno).
La emigración.- El problema radicaba en que la economía ligada al sistema caciquil, basada en la agricultura (tradicional y de exportación), era incapaz de generar puestos de trabajo y subsistencias baratas. Esta deficiencia del sistema productivo era resuelta por el recurso a la emigración. La emigración, con una tradición de siglos en La Palma, se erigía como la mejor posibilidad para remediar privaciones y cambiar de fortuna. De paso, las esperanzas que la aventura americana suscitaba entre los isleños relegaban la opción de la rebeldía. Es este sentido, es interesante la descripción que nos deja el emigrante palmero Felipe Lorenzo sobre los sueños que engendraba América: Hubo un tiempo en que América, y particularmente Cuba, era un tema constante de conversación en ciudades, pueblos y aldeas de Canarias. Pocas, muy pocas familias había que no tuviesen un tío, un hermano, o un pariente en ultramar. Cuba venía a ser para los canarios la tierra de promisión por excelencia. Allá marchaban los Jóvenes, después de oír hablar tanto de América, repletos de esperanzas e ilusiones (LORENZO, F.: Cómo los conocí, Imprenta Afra, Tenerife, 1977, p. 199).
Por su parte, el testimonio de José Pérez Vidal da idea de la cantidad de palmeros que pusieron rumbo a la emigración: "en los campos, en esa época, no había más que ancianos, niños y mujeres, todos los hombres con posibilidades de trabajo estaban en Cuba y las haciendas estaban atendidas por chiquillos y hombres de edad" (LÓPEZ, Elsa y CEA, Antonio: José Pérez Vidal: entrevista sobre su vida, Cabildo Insular de La Palma, Madrid, 1987, p. 16). El resultado era que la sindicación y la regeneración democrática se concebían como objetivos demasiados inciertos o lejanos, más cercana, a pesar de la distancia a Cuba, era la emigración para una población habituada a cruzar el Atlántico.
 El discurso del Patronazgo.- Amplios sectores de la sociedad insular percibían el cacique como una instancia benefactora, preocupada por atender a las familias fieles integradas en sus clientelas. Jornaleros, campesinos, arrendatarios y empleados correspondían a este patrocinio sirviendo al Cacique. Esta relación, a pesar de ser jerarquizada, era entendida como recíproca y conllevaba lazos sentimentales como el agradecimiento, el respeto a un compromiso o el orgullo de pertenecer a una "Casa" con "prestigio". En la mentalidad de amplios sectores de las capas medias y bajas de la sociedad isleña, el compromiso se convertía en un valor fundamental. Se trataba de corresponder con lealtad al protector que había favorecido a un individuo o a una familia. Al recibir un beneficio, quedaba sellado un compromiso que se llevaba con fidelidad, tanto por agradecimiento, como porque la posición económica y social lograda dependía del dominio político de los benefactores. Semejantes ligaduras daban cohesión a las redes clientelares y proporcionaban consistencia al Caciquismo. Se formaba así una clientela integrada por personas "que obligadas por las necesidades de la vida, u obedeciendo a la antigua rutina que creen un deber, dicen ser de fulano o de zutano" (A los obreros, Germinal, La Palma, 26 de diciembre de 1908).
El apoyo de la Iglesia.- El discurso del patrocinio estaba reforzado por las ideas de disciplina y resignación difundidas por la Iglesia católica, Institución que desplegaba un importante ascendente sobre la sociedad isleña. La prensa republicana comentaba las dificultades que encontró para divulgar su discurso emancipador y romper la cultura de la sumisión propia del caciquismo. Según sus recuerdos, el Clero y el Cacique procuraron cerrar el paso a otros programas ideológicos, llegando "el clero" a amenazar "a su grey con la excomunión si leían libros o periódicos que no fueran partidarios suyos" (El Tiempo, La Palma, 27 de febrero de 1932). (Tomado de; www. Elapuron.com. El periódico digital de La Palma, 3 de mayo de 2009)


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