martes, 19 de marzo de 2013

CONVERSACION ENTRE INGLESES…





Año1848.

[…] A causa de su salud, los médicos aconsejaron a Mr. S. que fuera a Madeira; allí obtuvo cierta mejoría, pero después de algún tiempo vino a Tenerife, donde más tarde se encontró lo suficientemente bien como para pensar en visitar Inglaterra. Así lo hizo y al mismo tiempo se casó con una excelente e inte­ligente señora, regresando de nuevo al Puerto. A pesar del her­moso paisaje que lo rodeaba y de tener un cielo siempre lumi­noso sobre su cabeza, naturalmente "a un distinguido hombre de Cambridge" nada le podía parecer mayor destierro que esta isla. Sin embargo, había vivido durante muchos años aquí, tan­tos como para ver crecer a sus dos hijos alejados de la dirección de su familia. Y por este motivo, su señora parecía ansiosa por hacer de estos disturbios un motivo para romper el encanto que los había hecho desterrados durante tanto tiempo. Sin embar­go, según pude juzgar, estos jóvenes parecían especialmente adelantados. Con respecto a uno de sus conocimientos, yo pue­do hablar con seguridad: eran músicos admirables; y mientras estaba sentado escuchando con el mayor placer una actuación familiar, sólo sentía pesar de que esta casa, que tenía algo de romántico a su alrededor, fuera a ser abandonada muy pronto, probablemente por una humeante calle de Londres y por las flemáticas sociedades de nuestra abarrotada isla.

"¿No cree que cuando esté en Inglaterra, si estos distur­bios políticos lo asustan, usted lamentará a menudo haber abandonado esta quinta, su jardín incomparable, este sol y la tranquilidad de La Paz?"

"Nosotros pensamos con frecuencia en ello, pero aun­que en el Puerto hay parte de la buena sociedad española, co­mo la familia del Marqués del Sauzal, esto no compensa la so­ciedad inglesa, tal y como uno ha estado acostumbrado; ade­más, existe una necesidad evidente de estar seguros en Inglate­rra antes de que se vuelva imposible ir".

"Yo no creo la mitad de esa historia acerca del asesina­to de Luís Felipe y, si es cierta, no puede haber un lugar más seguro en el mundo que el Valle de La Orotava; si el mundo es­tá llegando a su fin, es sólo la parte europea de él; estoy segu­ro que ésta es la parte más inocente y primitiva; el verdadero lugar de todos para formar, uno puede imaginar, en estos días de republicanismo una república modelo".

"No tan primitivo, sospecho, como para que usted logre convencernos. En primer lugar, la religión está en un estado muy deplorable y degradado y yo supongo que usted no afir­mará que esto pertenece a un primitivo estado de cosas. En esta isla había cerca de cuarenta iglesias, entre treinta y cuarenta monasterios y conventos, y ciento treinta ermitas; yo no digo que sea algo malo que se haya suprimido la mayoría; en cada cueva guanche tiene que haber vivido un soñador, pero ahora la reacción ha seguido terriblemente otro camino".

"Supongo, en cuanto a esto, que Tenerife y toda España parecen un país olvidado. Creo que la iglesia de España está en un estado de transición y que ella renacerá de sus propias ce­nizas para volverse realmente más útil que antes".

En alguna forma como ésta, el grupo conversaba en La Paz sobre el absorvente tema del momento.

Orgullo e indolencia son las características de los espa­ñoles y este es el motivo por el que España está completamen­te incapacitada para ser una república. Si uno puede especu­lar, las Islas Canarias formarían una pequeña y bonita repúbli­ca, ya que las siete islas son aproximadamente del tamaño de siete condados ingleses. Sus ventajas locales son verdadera­mente muy grandes: la gente es viva y optimista y no desprovista de un espíritu emprendedor y afición por la literatura. No es que alguien que respeta la antigua gloria de España, o que de­sea que una zona tan importante de Europa como es la Penín­sula conserve parte de su legítima influencia entre otras nacio­nes, quiera que le roben sus pocas posesiones coloniales, ya que el cercenar colonias es una de las indicaciones de un impe­rio que declina. Sin embargo, Don Martínez pensaba de forma distinta. Antes que nada lamentaba que ellos fuesen una pro­vincia de España y no una colonia, ya que si lo fueran, proba­blemente hubiese sido un asunto más fácil seguir el ejemplo de la América Española y así poder sacudirse el yugo de la madre patria, de la que ellos afirmaban que sólo los empobrecía.

Hay que admitir que los canarios tienen cierta razón para no sentir­se muy satisfechos.

Una continua corriente de empleados iba y venía de la Península. Se puede suponer que estos hombres tenían esta consigna: "No sé cavar, pedir me da vergüenza, ya soy un empleado; por lo tanto, puedo dejarme sobornar y ha­cerme rico a costa del país".

Estos "empleados" vienen de la madre patria y son, natu­ralmente, grandes hombres en la provincia. Nunca vi el traje andaluz en estas islas, excepto en de uno de estos caballeros.

Disfrutábamos mucho en La Paz y el distinguido propie­tario de ella, Mr. S., nos acompañó en dos o tres excursiones agradables que hicimos. Nos enseñó algunas cuevas guanches, que verdaderamente sólo eran apropiadas para el rey de las aves y no para servir como palacios de seres humanos, aunque muchas de ellas se dice que fueron -sin duda, elegidas por su inaccesibilidad-. Asimismo, acompañamos a Mr. S. a La Ram­bla, una hermosa villa o quinta situada al sur del pueblo don­de Alonso de Lugo consiguió su victoria final. En el Realejo Ba­jo hay un convento en ruinas de un tamaño prodigioso.

La carrera de Mr. S. parecía de ficción. Como el poeta, bien podía decir:
"Yo fui un ciervo herido que abandonó el rebaño".

Era laureado en matemáticas por Cambridge y había si­do compañero de algunos de los que desde entonces se han dis­tinguido en el mundo como jueces, obispos o filósofos; sin du­da, si ellos lo recordaran, hace mucho que lo contarían entre los muertos, pero durante todo ese tiempo había sido, más o me­nos, un estudiante y un devoto de las artes y en cuanto a cono­cimientos estaba en lo más alto de todos ellos.” (Rev. Thomas de Bary, en: José A. Delgado Luís, 1992:41 y ss.)


Fuente:
Rev. Thomas de Bary
Notas de una residencia en Las Islas Canarias, ilustrativas del estado de la región en ese país.
Introducción de Manuel Hernández González. Traducción: José A. Delgado Luís.
Edición: J.A.D.L. La Orotava-Tenerife, 1992. ISBN: 84-87171-04-4



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