miércoles, 20 de marzo de 2013

CAPITULO XIV (I)



EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


Década 1531-1540


CAPITULO  XIV (I)



Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

1534. Un Corsario francés ataca a un navío castellano a la altura de la isla de Titoreygatra (Lanzarote), donde abandona a la tripulación.

1534. Nace en Eguerew n Chinet (La Laguna-Tenerife) el criollo José de Anchieta futuro sacerdote de la secta católica de los Jesuitas, posteriormente conocido como el Padre Anchieta, a la postre fundador de Sao Paulo (Brasil), una de cuyas máximas era de que “al indio había que someterlo con el hierro”.

1534 Mayo 3. Los colonos invasores de la secta católica sin duda tomaron gusto por el  olor de carne humana quemada,  como sublime aroma capaz de despertar la gratitud y reconocimiento de su dios, un dios según ellos infinitamente justo  fuente de misericordia y de amor al prójimo. Pero en esta ocasión no habían victimas dignas por sus pecados de ser ofrendadas en la hoguera, ya que los que reunían esta condición, en su pertinaz herejía prefirieron huir de la cárcel que ser victimas propicias en la ofrenda.
A pesar de ello la   “Santa Inquisición” española procede a llevar a cabo su tercer auto de fe en la colonia de Canarias, cuyos reos ya había pasado por un proceso de purificación de sus almas mediante la aplicación  de determinados dispositivos de convicción de que disponían y utilizaban los oficiales católicos españoles de la “Santa Inquisición”. Los cuales inscribían en los artefactos confeccionados para la tortura las palabras: “Soli Deo Gloria (Gloria solo a Dios”) , para evitar los conjuros del maligno Guayota los inquisidores  rociaban los instrumentos de tortura con “agua bendita”. Algunas de las creaciones de éstos clérigos católicos iluminados por su dios era los siguientes: El “estante”, un cajón en el que la víctima era acostada y atada de manos y pies. Entonces, los verdugos estiraban las cuerdas hasta descoyuntar los brazos y piernas del acusado. Las pinzas grandes utilizadas para arrancar las uñas de las manos y de los pies. Las botas españolas, utilizadas para aplastar las piernas y los pies. La Virgen de hierro”, un cajón hecho a semejanza de una mujer, con cuchillos afilados fijados por dentro en ambos lados. Obligada la víctima a entrar en el cajón, los verdugos le cerraban la tapa encima, desgarrando los cuchillos la carne del infortunado y matándolo. El hierro candente vertido en los ojos o los oídos.  Sacar los ojos de algunos acusados. El “látigo de hierro”. Ahogar con orina o excremento a algunos “herejes”. Suspender al acusado de las manos. Las manos de la víctima eran atadas a espaldas; luego la víctima era suspendida en el aire por una soga atada a sus manos, haciendo fuerza en sus manos y muñecas todo el peso del cuerpo. La víctima era inmovilizada y luego dejaban gotear agua por su garganta hasta casi ahogarla. La “santa trinidad” era un casco de acero calentado a rojo vivo, luego colocado sobre la cabeza del denunciado. Al sacarlo las bestias encargadas de las torturas se quedaba la piel quemada pegada al acero, y en ocasiones a los reos les explotaba el cerebro. Además contaban con otras torturas como: “Las peras del Papa.” “El taburete de Judas.”  “La araña de hierro.”   “La pata de gato, con uñas.”   “La cama de estirar el cuerpo hasta romper coyunturas.” “El aplasta cabezas Etc.
Este tercer auto de fe llevado a cabo como los anteriores en Tamaránt (Gran Canaria) nos lo describe D. Agustín Millares Torres en los siguientes términos: “No se había equivocado el pueblo. El incansable y activo Tesorero D. Luis de Padilla, trabajaba con empeño en acumular procesos sobre procesos, auxiliado en tan noble empresa por el fiscal .Juan de Fullana, que veía en cada persona un hereje, y en cualquier acto de la voluntad una ofensa á Dios.
Pero, no todo lo qué un Juez se propone lo consigue, aún cuando esté inspirado por tan levantados propósitos, con los que impulsaban al Sr. Tesorero.
En cuatro años solo pudo descubrir veinte y siete reos dignos de figurar por sus crímenes en el nuevo auto de fe. Pocos eran, sin embargo, entre ellos solo dos aparecían con la pena de relapso.

 Ya no se encontraban aquellos caracteres enérgicos, es decir, perversos y endurecidos, que declinaban la honra de ser católicos. Todos los que se veían amenazados con la hoguera, abjuraban inmediatamente de sus errores, y prometían reconciliarse con la Iglesia. ¡Beneficio incalculable debido sin duda á los penosos trabajos del Santo Tribunal!.

Es verdad que esas conversiones, después del tormento y el azote, y ante la amenaza del fuego, no eran en sí mismas muy edificantes; pero de todos modos, la mala semilla se arrancaba; y los reconciliados, condenados todos á penas infamantes. inhábiles para ejercer toda clase de oficios, desposeídos de sus bienes, desterrados, ó encarcelados por toda la vida el en inmundos calabozos, no podían pervertir con su ejemplo a los buenos católicos.

El auto se disfrutó y tuvo lugar, el domingo 3 de Mayo de 1534, en la misma plaza
mayor de Santa Ana, y delante de la Iglesia Catedral, en un hermoso tablado, que se
levantó con ese objeto.

El contingente de los relapsos lo suministró la secta judaica, aunque con la pequeña diferencia, de que la Inquisición solo pudo quemar sus estatuas.

Los nombres de estos nuevos herejes eran:
Duarte González, conocido por Francisco Ramos, zapatero. vecino de la Palma, y cristiano nuevo de judío.
Duarte Pérez, de la propia vecindad,
Y por  la misma causa.
Ambos fueron relajados al brazo seglar,
y quemadas sus estatuas, con las accesorias de confiscación de bienes, é inhabilitación perpetua á sus descendientes.

Los reconciliados eran en mayor número:

véase la lista.

Andrés, esclavo de Bernardino Justiniani, vecino de Tenerife.
Amón, esclavo de Hernando de Jerez, vecino de Canaria.
Ana de Salazar, vecina de Lanzarote.
Ana, de la misma vecindad.
Alonso de Lugo ó de la Seda, vecino de Lanzarote .
Alonso, esclavo de Pedro de Cabrera, vecino de Lanzarote.
Antonio, esclavo de Ruiz Leme, vecino de Lanzarote.
Diego, esclavo de Juan de Alarcón, Deán de Canaria.
Diego Alonso  ó Mura, vecino de Lanzarote.
Francisco, esclavo del pertiguero Andrés
de Medina vecino de Canaria.
Felipe, indio, esclavo de Francisco Sánchez de los Palacios, vecino de Canaria.
Francisco Bujama  u Ortega,  vecino de Lanzarote.
Gonzalo Baéz, vecino de Gáldar.
Jorge, esclavo de Juan Hernández, cerrajero, vecino de Canaria.
Juan de Alfaro, esclavo del Licenciado Alfaro, vecino de Tenerife
Juan de Palomares, esclavo de Diego Felipe, vecino de Lanzarote.
Juan, negro, esclavo de Hernando Magader,  vecino de Lanzarote.
Juan, esclavo de Adán Acedo, vecino de Galdar.
Juana, mujer de Juan Jansen, vecina de Lanzarote.
Luís Déniz de Salazar, por otro nombre Alí Bojador, vecino de Lanzarote.
Luis Perdomo, vecino de Lanzarote.
Luís, esclavo de Juan. Perdomo, vecino Lanzarote.
Pedro Berrugo,o ó sea. Pedro Cabrera, ve-
Cino de Lanzarote.
Pedro, esclavo de Juan Perdomo, vecino de Lanzarote.
Pedro, negro esclavo, del mismo Juan y de la propia vecindad.

Estos fueron los veinte y siete reos, que según la relación que se conserva de este
Auto de  fe se presentaron en él con  en él fin de sufrir las penas a que fueron condenados.

No consta las penas á que fueron condenados, porque la relación detallada de sus causas ha desaparecido, como la mayor parte de las que figuran en los autos anteriores.

La incuria el abandono y el desaseo han convertido en polvo muchos de aquellos curiosos documentos,

De suponerse es por las que aparecen de procesos análogos de los posteriores, que
serían tan difíciles de cumplir, como fáciles de imponer .

En general puede decirse, que estos reconciliados, como ya hemos dicho, desaparecían del país, sin que jamás  volviera  saberse de ellos. Cuando la pena era de cárcel perpetua, enviaban 1os reos á Sevilla, y en las cárceles  de aquella  Inquisición, eran enterrados vivos, hasta su último día.

Entre tanto, la peste había desaparecido desde el año anterior, y el regocijo de la población era grande, creyendo que el comercio de los azúcares y el de los vinos que principiaba á desarrollarse, traería algún bienestar a los propietarios, y ocupación a la clase jornalera.

El movimiento, sin embargo, era muy lento, y apenas aparecía en la superficie.
Una tranquilidad, mal sana, que á veces interrumpía la noticia de alguna irrupción de
corsarios berberiscos, en las islas de Lanzarote ó Fuerteventura, venia á variar esta
monótona existencia.

Los herejes cesaron de turbar la conciencia de los fieles; una escrupulosidad minuciosa presidió á todos los actos externos de devoción, aun en aquellas familias, que por su acrisolada piedad, .podían inspirar menos recelos á la inquisición; y en todas las Islas reinó una ortodoxia tan completa,  que el Cabildo eclesiástico, teniendo en cuenta que
D. Luis de Padilla no asistía a coro y, siendo notorio que en el Santo Oficio no había que hacer, por cuya razón tanto al dicho inquisidor como á los dichos oficiales se les había  quitado el salario, se acordó notificarle ganase las horas canónicas.

Esta notable circunstancia de habérseles quitado el salario, debió influir muy pode rosamente en el ánimo. de D. Luis y de sus subalternos. Su celo adquirió duplicada
energía, y su vista se hizo más penetrante y escudriñadora.

U n proceso de nuevo género, pero que  también contribuyó á la edificación de los
fieles, turbó por entonces la plácida quietud de Las Palmas.

La Catedral estaba en posesión, como otras Catedrales de España., del derecho de dar asilo á los criminales, que en su recinto se refugiaban. Los Canónigos eran muy celosos de conservar esta inapreciable prerrogativa que les servia para sobreponerse en ciertas ocasiones al poder civil.  Fue pues, el caso que el Gobernador de Canaria, D. Bernardino de Lesma, se había atrevido quebrantar la inmunidad de la Iglesia, introduciéndose en ella, y sacando á viva fuerza á un mozo llamado Pedro Fuensalida,  procesado por un delito común, á quien hizo que el verdugo le cortase luego la mano.

Tan violento proceder no podía quedar sin correctivo. El Previsor y Vicario general, de acuerdo con el Cabildo, excomulgó al Gobernador con todas las ceremonias propias del ritual; y el Sr. Ledesma se vio privado, no solo de ejercer su empleo, sino de tener comunicaciones y trato con la población, de entrar en la iglesia, de oír misa y de recibir los sacramentos, y en fin, de ser un súbdito católico español, y hasta un hombre cualquiera. En efecto, el excomulgado de entonces era un hombre apestado, del que todos huían y se apartaban con horror, temiendo contaminarse con su lepra heretical.

El pobre Gobernador, viendo las fatales consecuencias de su imprudente conducta, bajó la cabeza, y fue á postrarse á los pies del Provisor, quien lleno de indulgencia, le perdonó, imponiéndole una pena pecuniaria, y obligándole en día feriado a hacer penitencia pública á las puertas de la Catedral; penitencia cumplida por Ledesma con humilde contrición, .á presencia del pueblo, que suspenso y maravillado, contemplaba á la orgullosa potestad civil bajo el irresistible poder de la autoridad eclesiástica. 

Diverso era el espectáculo; pero todo provenía del mismo origen, y su efecto moral era el mismo.” (Agustín Millares Torres;1981)

1534 Octubre 12. Desde siempre los tiranos han sentido una especial predilección en dejar memoria de su paso por este mundo, cuidando de ocultar sus crímenes y tropelías, o cuando menos tratar de comprar la voluntad divina en busca del perdón de sus crímenes, confiando para ello en la venta que de dichos perdones hacen los representantes de ciertas sectas judeo-cristianas. Además, después de muertos, su más que segura estancia en el infierno-en el supuesto de que este exista-los vivos sus deudos se afanan en alquilar la pluma de descerebrados vates, escritores o genealogistas que a cambio de suculentos dineros y sugestivas prebendas, se encargan de limpiar la figura de quienes en vida cimentaron su poder en el sufrimiento, sudor  sangre de sus victimas.

A esta práctica habitual entre los invasores de la nación canaria, no deseo evadirse el esclavizador y asesino Sancho de Herrera (el viejo) autotitulado de señor de las canarias. Creyendo liberar su negra alma (en el caso de haberla tenido) dejo dispuesto en su testamento la erección de un convento para la secta católica de los franciscanos, orden que siempre tuvo marcados intereses en el mercado de esclavos. Veamos como no describe el evento uno de los mencionados voceros criollos aún después de haber transcurrido algunos siglos:

“En el valle de Miraflores, en la parte sur de la Villa de Teguise, álzase el Monasterio de franciscanos, como blasón y recuerdo de nobleza histórica, del que sólo queda la parte más rica, que es la Iglesia.

Su nombre empieza a sonar unido al de muchos próceres.

Fue el noveno convento de esta Orden que se fundó en las Canarias, y allí yacen los despojos de los más ilustres personajes y nobleza primitiva de los invasores de Lanzarote.

Teguise, como vieja matrona, guarda alguna de sus más preciadas joyas, y se ufana mostrando los tesoros   que aun encierran sus viejas Iglesias, testigos que hablan de la grandeza de ayer.

El Convento de la Madre de Dios de Miraflores, como le intituló el célebre Argote de Molina, débese a Sancho de Herrera, (el viejo), Señor de aquella isla, quien otorgó
testamento en 21 de octubre del año 1534, mandando que se hiciese un Monasterio de
frailes dean Francisco dentro de Su huerta de Famara, y que se gastasen en él ql]i-
niéntos ducados de oro, y que su cuerpo fl]era trasladado al dicho Monasterio con toda
la solemnidad que sus albaceas quisieran.

Ni los albaceas, ni los herederos de Sancho de Herrera, ni aun los frailes, cuidaron de llevar a la práctica la voluntad del testador.

Sesenta y cuatro años después de la muerte da Sancho de Herrera, o séase el año 1598, don Agustin de Herrera y Rojas, primer Conde y Marqués de Lanzarote, también dió pruebas de sus “virtudes cristianas”, dejando, por su testamento, una misa perpétua todos los sábados y festividades de Nuestra Señora para sufragio de las ánimas del Purgatorio; otra misa cantada anualmente en el dia de la Concepción; seis arrobas de aceite para la ermita de Famara; que se vistiesen perpetuamente seis pobres el Jueves
Santo, dándoles a cada uno un real de a cuatro; y que si los religiosos franciscanos
fundasen su convento en la ermita de Nuestra Señora de las Mercedes, en Famara, se
les diera la huerta que tenia en aquel término.

En 1583, hallándose en la Villa Capital el célebre Conde y Provincial, Gonzalo Argote de Molina, casado con una bastarda del Marqués don Agustín de Herrera y Rojas, acordó llevar a efecto la voluntad de Sancho de Herrera, fundándolo y ejecutando con todo el ardor que solía poner en sus empresas; pero considerando que el territorio de Fsmara, donde quería Sancho de Herrera y el primer Marqués que edificasen el. convento, aunque tenía una ermita y la circunstancia de ser el sitio que habían ocupado los primeros religiosos que aportaron  con el pira Juan de Bethencourt, era, no obstante, un despoblado sin defensa, cercano al mar y expuesto a las correrías de otros piratas, determinó Argote de Molina, de acuerdo con la misma Orden, impetrar un Breve Pontificio para que no se fabricase sino en el Valle de Miraflores, en la Villa
de Teguise,

En 1585 despachó al efecto el Iltmo. Sr, don Juan Poggio, Obispo de Troper y Nuncio de Su Santidad en España, los Estatutos, en virtud de los cuales el M. R. Padre fray BartuJomé de Casanova, Provincial de su Religión en estas islas, envió a Lanzarote al M. R. P. Fray Juan de San Francisco como fundador y Vicario del nue vo Convento.

En 1588 se echaron los cimientos de la Iglesia, el mismo año en que Sixto iv canonizó a San Diego y en 26 de abril de 1590 otorgó Argote de Molina una docta y curiosa escritura con los frailes por la que, cumpliendo las intenciones del testador Sancho de Herrera, les imponía algunas condiciones memorables, mandando que el Convento se intitulase de la Madre de Dios de Miraflores, y además de los quinientos ducados de oro, dotación de Sancho de Herrera, ofrecía hacer a su costa la Capilla Mayor de treinta pie en cuadro, donde por cada lado hubiese seis sepulcros de piedra  a fin de que se trasladasen a el los restos del fundador Sancho de Herrera; los de doña Violante de Sosa, hija del Señor de la Villa de Hernán Núñez, mujer de Sancho de Herrera; los de doñaa Catalina Dafra, hija de GuiIlén Dafra, nieta de don Luís Guardafrá, último rey de Lanzarote; los de don Agustín de Herrera y Rojas, Conde y Marqués de Lanzarote y octavo Señor de Fuerteventura; los de doña Inés de Pogio, Marquesa de Lanzarote, mu-
jer del Marqus don Agustín de Herrera y Rojas, y los de doña Constanza Sarmiento, Señora de Lanzarote y Fuerteventura, hija de Sancho de Herrera.

Además ofrecía Argote de Molina un retablo con  Sagrario y la imagen de Nuestra  Señora de Miraflores doce reliquias de Santos que le :había regalado el Emperador Rodolfo; una Cruz de cristal, guarnecida de plata una lámpara del mismo metal; siete efigies de los Santos San Francisco, San Bernardo, San Antonio de Padua, San Bue naventura, San Luís, San Diego y San Gonzalo, que habían de estar en 1a Sacristía.

Quería también Argote de Molina que se pusiése en la Capilla Mayor el estandarte del Marqués de Lanzarote, cuando era general de la isla de la Madera, y las banderas que había ganado a los ingleses, franceses,  y moros, que en la fachada del Convento se colocase un escudo de píedra con las armaa del fundador; que en la Capilla Mayor_sólo se enterrasen a los Marqueses de Lanzarote y sus descendientes  y, finalmente, que el Vicario y frailes de la Comunidad, si fueran llamados por la Casa; de los Marqueses, estaban obligados a  acompañar la procesión del Corpus que salía de la Iglesia Mayor, llevando la imagen de Nuestra Señora las reliquias y los Santos.

El 4 de junio de 1729 se fundó la Real Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, autorizada por el Gerente del Colegio de Carmelitas Descalzas de Burgos, Fray Pablo de la Consolación, siendo Secretario del mismo Colegio Fray Agustín de la Concepción.

Cuarenta años más tarde, o séase el año 1773, fue adquirida en Génova, por la.  Congregación, una bellísima imagen de talla de Nuestra Señora del Carmen, cuyo  costo, según libro de actas y cuentas, salvado del incendio del templo parroquial, fue de trecientos treinta reales. Esta, bellísima escultura, cuyo grabado se publica, fue trasladada, para su culto, a la Iglesia Parroquial el año 1875, siendo, también, pasta de las llamas el 6 de Febrero de 1909. (Lorenzo Betancor)

1534 Octubre 20.
Al fallecimiento de los colonos Diego de Herrera y de su mujer  Inés Peraza, habían quedado divididas las cuatro islas canarias colonia de Señorío en esta forma: Hernán Peraza se adjudicó las de Gomera y Esero (Hierro); Sancho de Herrera, llamado El Viejo, recibió cinco dozavos en las rentas y productos de Titireygatra (Lanzarote) y Erbania (Fuerteventura) con los cuatro islotes desiertos; doña María de Ayala, casada con Diego de Silva, cuatro dozavos en las mismas, y doña Constanza, esposa de Pedro Fernández Saavedra, los tres dozavos restantes. Los sucesores de Hernan Peraza levaban el título de condes de La Gomera y gobernaban sus dos islas de Gomera y Esero (Hierro); Pedro Fernández la de Erbania (Fuerteventura) y Sancho de Berrera la de Titoreygatra (Lanzarote), con los islotes expresados.

Este último había casado en primeras nupcias con doña Violante de Sosa, hija del señor de la Villa de Fernán Núñez y sobrina del cardenal arzobispo de Sevilla de la secta católica don Juan de Cervantes, de cuyo matrimonio no hubo sucesión, heredando, por su voluntad expresa, el estado de Titoreygatra (Lanzarote) su hija natural doña Constanza, habida en doña  Catalina Da-Fía, hija de Guillén Da-Fía y nieta de Luis Guadarfía, rey que fue de Titoreygatra (Lanzarote).

Esta hija natural casó luego con su primo hermano Pedro Fernández de Saavedra, señor de Erbania (Fuerteventura). Sancho de Herrera alcanzó la edad avanzada de 92 años, falleciendo el 20 de octubre de 1534 después de haberse distinguido, durante su larga existencia, en numerosas entradas y correrías piráticas sobre las vecinas costas del continente.

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