jueves, 25 de diciembre de 2014

MUJERES AFRICANAS SINGULARES-LXXXII






PILAR DE LUGO EDUARDO:

UNA PINTORA ROMÁNTICA MALOGRADA

Nació en Las Palmas de Gran Canaria el 26 de febrero de 1820. Formaba parte de una acomodada familia constituida por siete hermanos y encabezada por Manuel de Lugo y Herrera Leyva —teniente coronel del Regimiento Provincial de Guía y Regidor perpetuo de Gran Canaria— y por Ma de la Concepción Eduardo y Romero. Sus abuelos paternos eran José Lugo y Cabrera, natural de la Orotava y Catalina Herrera Leyva y Sotomayor, oriunda de La Laguna; mientras que los maternos fueron Tomás Eduardo Wadding —nacido asimismo en la ciudad de los Adelanta- dos—, coronel de los Reales Ejércitos, y Pilar Romero y Ximénez, natural de Las Palmas. Pilar era pues, por línea materna, sobrina-nieta del arquitecto ilustrado de la Catedral de Santa Ana Diego Nicolás Eduardo. Fue bautizada en la parroquia del Sagrario, el 27 del citado mes, por el entonces párroco de dicho templo, Lucas Rodríguez Ramírez, siendo apadrinada por su tío materno, Juan Bautista Eduardo y Romero.

Al no existir durante su infancia ningún colegio dedicado a la educación femenina, su educación debió de transcurrir en la propia casa paterna. Sabemos que el aprendizaje en el campo pictórico lo realizó con el artista Manuel Ponce de León, pariente suyo por parte de los Romero, que la retrató realzando su condición de pintora al representarla en unión de la paleta y los pinceles.

La afición que demostraba por la pintura hizo que su padre, Manuel de Lugo, indicara el 27 de marzo de 1847 a la Sociedad del Gabinete Literario (de la que formaba parte), que Pilar podía efectuar sen- das copias de los retratos del canónigo Eduardo y del también clérigo e historiador Viera y Clavijo, para adornar la sala de lectura de la referida entidad, utilizando como modelos dos obras existentes en la Catedral de Santa Ana de Las Palmas. En el caso del arcediano de Fuerteventura, la pintora tomó como referencia el lienzo de José Ossavarry Acosta —encargado por Graciliano Afonso a petición del cabildo catedralicio— que se conserva en la sacristía mayor del referido templo. El clérigo no posó para el artista, de tal modo que éste lo realizó basándose en el retrato de Tomás de Iriarte grabado al buril por Manuel Salvador Carmona y dibujado por Joaquín Inza (1792). La obra pintada por Pilar de Lugo se encuentra en la entidad socioultural para la que se ejecutó, no hallándose firmada.

Representa un busto de Viera y Clavijo ya anciano, cuando contaba 81 años. El lienzo fue colgado en los salones de la citada sociedad el 18 de marzo de 1848, conjuntamente con la tela que mostraba la imagen de su pariente Diego Nicolás Eduardo. Para la realización de este último retrato, Pilar se inspiró en el original del pintor cortesano Luís de la Cruz, conservado también, como indicábamos, en el principal templo grancanario. Su copia se localiza en la sacristía alta del recinto catedralicio. El acto que tuvo lugar con motivo de la inauguración de estas dos composiciones fue solemne. La música y la creación literaria formaron parte del señalado evento, leyéndose por parte del Licenciado Juan E. Doreste sendas memorias biográficas de los representados. Como resultado de la realización de estos cuadros la pintora Lugo Eduardo fue nombrada socia de mérito del Gabinete Literario, formando parte de la denominada sección de Ciencias, Literatura  y Bellas Artes.

Nuestra artista concurrió a los certámenes públicos que tuvieron lugar en su ciudad natal en 1847 y 1849, a los que ya hemos aludido con anterioridad. En la primera de ellas presentó una serie de copias y retratos, cuya temática no aparece especificada en la hoja impresa que se distribuyó al público con motivo del acontecimiento. Nos parece probable, para el caso de las copias, que reprodujera algunas de las ejecutadas por su maestro Manuel Ponce de León, durante su estancia en la Academia de San Fernando, mostradas a los habitantes de Las Palmas en la primera exposición pública que tuvo lugar en Canarias en 1845 en el Gabinete Literario. En una colección particular de esta ciudad hemos encontrado una reproducción  exacta de la copia efectuada por su profesor de la obra titulada El charlatán sacamuelas, de Teodoro Rombouts, cuyo original se conserva en el Prado. Pilar, al igual que P. de León, no reprodujo sino únicamente el fragmento central (1,4 × 81 cm) del lienzo del pintor flamenco. En la muestra de 1849 expuso cuatro obras, de entre las que sobresalían la copia del Marqués de Miraflores de Federico Madrazo, cuya primera versión se encontraba en manos de su maestro de pintura, así como una reproducción del San Francisco de Paula de Murillo. La crítica del momento, alabó elogiosamente los trabajos expuestos: Con estos trabajos  ha acabado de probarnos la alumna del Señor León que es un genio para la pintura.

Esta mujer pintora, no fue sólo autora de copias, sino que nos ha dejado también una serie de retratos familiares. Es el caso de los realiza- dos a sus padres, Manuel de Lugo y Concepción Eduardo, (firmados  y fechados en 1844 y 1846), así como de algunos de sus hermanos (Juan, Dolores y Catalina). Todos ellos pueden incluirse dentro de la estética del Romanticismo de corte purista del momento, observándose ciertos ecos ingresianos, consecuencia del magisterio de Ponce de León. Características a destacar en estos retratos son el predominio de la línea dinámica, el esmerado dibujo, el gusto por la composición cerrada, así como cierto sentimentalismo y gusto pintoresco.

Pilar de Lugo falleció el 16 de junio de 1851 en su casa de la plaza de San Antonio Abad del histórico barrio de Vegueta de Las Palmas. Fue una de las muchas víctimas de la epidemia de cólera morbo que azotó esta ciudad en el citado año, siendo sepultada en el cementerio de aquella urbe, truncándose su carrera pictórica. Días después, el 20 y 22 de junio, murieron, afectados por el mismo mal, su madre y su hermano José Juan.

En la exposición de 1853, dedicada a las Artes e Industria de Canarias, se le tributó un homenaje póstumo. Junto al retrato que le hiciera Manuel P. de León en 1850, se expusieron algunas de sus obras, como es el caso del retrato de Juan Evangelista Doreste «perfectamente  pintado» y el que representaba a su hermana Catalina de Lugo. El comentarista anónimo del certamen escribió que su pérdida llorarán siempre todos los amantes de las bellas artes, por haber sido esta joven una de las discípulas que más laureles alcanzaron bajo el entendido sistema de enseñanza del Sr. León.

De esta malograda pintora se conserva un lienzo (85 × 66 cm) realizado por su maestro Manuel Ponce de León en 1850, cuando la retratada tenía 30 años, un año antes de su fallecimiento. Está firmado en color rojo en el lado inferior derecho: M. de León.

Se trata de un retrato sedente, casi de cuerpo entero, que realza su condición de artista y no su personalidad femenina. Lleva un vestido de largas mangas de color negro, cuya sobriedad se ve alterada por las dos vueltas de encaje del cuello, unidas por un broche. Hay una búsqueda del plano inclinado respecto al espectador para conseguir efectos de profundidad. La modelo muestra un rostro alargado impregnado por una atenta y nostálgica mirada. Un romántico peinado le cubre las orejas, mostrando el cabello recogido en un moño, aderezado con una cinta roja y negra. Las manos permanecen sobre el regazo, asiendo la diestra el codo izquierdo. El autor ha buscado la armonía entre los pendientes y los botones —gemelos que unen los puños del vestido— jugando con las tonalidades rojizas, doradas y blanquecinas. En líneas generales, el colorido de la obra se basa en el contraste cromático negroojoLa silla donde reposa Pilar, se nos esconde, al estar cubierta por un paño rojo. En el lado derecho, la obra se abre a una especie de jardín, mediante un gran ventanal con tracería a través del cual se percibe un arbusto de blancas florecillas, advirtiéndose en el alfeizar la paleta de la pintora con cuatro pinceles, colocada en escorzo de abajo hacia arriba para realzarla. Un blanco bote de porcelana —con adornos en la tapa superior— vinculado al quehacer pictórico, completa la discreta composición. El cortinaje verde oscuro que recorre la parte superior del lienzo se recoge escénicamente en el lado izquierdo, contribuyendo a fragmentar la estancia en dos espacios; un primer plano, ocupado por la artista, y la zona del fondo del lienzo, definida por la decorativa ventana y el utillaje pictórico.

(María de los Reyes Hernández Socorro,Gerardo Fuentes Pérez, y  Carlos Gaviño de Franchy)


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