sábado, 27 de diciembre de 2014

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA



UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERIODO COLONIAL 1491-1500


CAPITULO I-X



Eduardo Pedro García Rodríguez
1493. Preparativos para la invasión y conquista de Chinech (Tenerife): Una vez ultimados los asuntos relativos a la conquista de la isla Benahuare (La Palma), Alonso de Lugo, desde la isla de Tamaránt se desplaza a España para ultimar el convenio o capitulaciones para la conquista de Chinet (Tenerife), por esas fechas (octubre de 1493), la chancillería de los reyes católicos expide un importante conjunto de cédulas tendentes a iniciar la proyectada conquista. En éstas se concede a Alonso Fernández de Lugo el título de gobernador de la isla una vez reducida, en la cédula de 28 de diciembre se le faculta para que proceda en unión de un delegado regio al repartimiento de las tierras usurpadas (aunque posteriormente esta potestad quedó totalmente en manos de Alonso de Lugo), por otra de 29 de diciembre los reyes disponen que el capitán general de la armada Iñigo de Artieta organice el transporte del ejercito expedicionario, deberá ser llevado a cabo por la armada de Vizcaya, "Para que lleve a Tenerife, antes de mediados del mes de marzo de 1494, 1.500 peones y 100 jinetes de estos reinos y 400 peones y 60 jinetes de las islas de Canarias que ya están pobladas por cristianos, así como 1.000 cahíces de trigo y harina, 300 cahíces de cebada, 2.000 quintales de bizcocho, artillería, herramientas, bestias y demás mantenimientos, de acuerdo con el asiento hecho con Alonso de Lugo, gobernador de La Palma, sobre la conquista de Tenerife, ordenándole que no lleve derecho alguno por dicho transporte e impidiéndole sacar parte de las tropas una ves desembarcadas éstas en Tenerife."(E. Aznar Vallejo, 1981,:72.D.348).
 Pero el Capitán General de la escuadra castellana Iñigo de Artieta, con quien Lugo mantenía una deuda pendiente a cuenta de los quintos que por la invasión y conquista de la isla de Benahuare (La Palma), el Almirante decía pertenecerles. Iñigo de Artieta sin negarse a cumplir la real orden, fue exponiendo una serie de excusas y dilaciones, hasta que finalmente, Lugo tuvo que arrendar naves de particulares para transportar las tropas mercenarias, animales y pertrechos de guerra.
 Es evidente que Alonso Fernández de Lugo, era incapaz de mantener algún tipo de relación con los personajes de su época en la que mediaran intereses económicos, sin que acabara siendo demandado por estos, o éste los demandase. De esta regla no pudo sustraerse la relación entre Iñigo de Artieta y Alonso de Lugo, así éste que siempre fue enemigo peligroso por lo artero de sus métodos, posiblemente despechado por no haber recibido la colaboración del almirante en sus planes para la invasión de la isla Chinet  (Tenerife), demanda ante la Corona de Castilla a Iñigo de Artieta, así el Consejo de Castilla expide Incitativa al conde de Cifuentes don Juan de Silva, alférez mayor, miembro del Consejo y asistente de Sevilla, para que "entienda en la petición de Alonso de Lugo sobre los quintos de esclavos y otras cosas de La Palma, concedidos por el rey para la conquista de dicha isla, ya que teme que el Almirante Mayor de la Mar le exija la mitad que le corresponde por merced real, cuando los envíe a vender a dicha ciudad y otros puertos de Andalucía, y para que informe si dicho Almirante había percibido la mitad de los quintos obtenidos durante la conquista de Gran Canaria y con que títulos, para poder resolver en justicia. Mientras dure dicha información, se ha de registrar ante el escribano que nombre dicho asistente, las presas hechas por las que ha de dar fineza Alonso de Lugo, a quien no podrá reclamarse la mitad de tales quintos hasta la resolución real."(Ibidem:72.D.351)
En cuanto a la cantidad de efectivos que componían el Ejército expedicionario los cronistas no coinciden en sus apreciaciones, así Fray Alonso de Espinosa aventura que las tropas invasoras estaban compuesta por unos novecientos hombres, sin que mencione a los caballos y  la artillería.
Por su parte, el ingeniero de fortificaciones cremonés Leonardo Torriani, al servicio de las coronas de Castilla y Aragón en su "Descripción de las Islas Canarias" nos dice que la expedición invasora constaba de unos mil soldados y cuarenta caballos, ambos cronistas están totalmente herrados en sus apreciaciones como veremos a continuación, es bien conocido lo aficionados que eran los cronistas de la conquista a dar cifras exageradas del numero de los enemigos y a reducir el de las tropas propias tanto en numero de operativos como en las bajas habidas de uno u otro bando, por ello vamos a tratar de aproximarnos al numero real de mercenarios que componían el ejército invasor.
En la mencionada cédula de 29 de diciembre de 1493, se dicta el convenio para el transporte de las tropas desde la metrópoli a Tamaránt (Gran Canaria), en éste, quedó estipulado como limite máximo para el embarque de la totalidad de las huestes mercenarias reclutadas la fecha 15 de marzo de 1494 que se componían según el asiento, de <<...mil e quinientos peones e çiento de caballo, y además estipula que, e de las islas de Canaria, que están pobladas de Cristianos, cuatroçientos peones e sesenta de caballo...>>. Por este documento queda claro que, el ejército conquistador reunido en la Isleta, Tamaránt (Gran Canaria), constaba de 1.900 peones y 160 caballos, para cuyo transporte según testimonio del propio Alonso Fernández de Lugo se emplearon 30 navíos, a éstos habría que sumarles los guanches aportados como auxiliares - a quienes Lugo les debió la vida- por los Menceeyes de Naga, Güímar, Abona y Adexe los cuales podemos cifrar a la baja en unos 600 guerreros, teniendo en cuenta que de los resto de las hordas de Lugo que alcanzaron el lugar de Añaza (Santa Cruz) después de la derrota de Centejo, estos lograron embarcar con engaños a 300 de los auxiliares güímareros (los cuales fueron vendidos como esclavos), nos induce a pensar que el numero de auxiliares fue mayor del que Proponemos, por tanto, el total estimado para el contingente invasor es de 2.500 peones y 160 caballos, este dato queda corroborado por el historiador don Tomás Marín de Cubas, quien posiblemente lo tomó de A. Cedeño y que refiriéndose a la segunda entrada de los españoles dice: ."Buscáronse espías y dieron por aviso que no tenía gente junta de pelea para venir a buscarlos a la playa, porque había gran mortandad en la tierra, o ya fuese por estar apestados por la corrupción de más de 2000 cuerpos que quedaron por enterrar el año pasado en la batalla de Centejo...".
1493. Las Bulas alejandrinas de Partición, de 1493, constituyen una de las últimas aplicaciones de una vieja y extraña teoría jurídica, elaborada explícitamente en la corte pontificia a fines del siglo XI, enunciada por primera vez en el año 1091 por el papa Urbano II (pero que quizá traza su paternidad a Gregorio VIII) y conforme a la cual todas las islas pertenecen a la especial jurisdicción de San Pedro y de sus sucesores, los pontífices romanos, quienes pueden libremente disponer de ellas”. (Weckmann, Luís. Constantino el grande y Cristóbal Colón. FCE, México, 1992. p. 24.) En primer término, la concesión de Clemente VI de las islas Canarias en 1344 a Don Luis de la Cerda, constituye una clara aplicación de la vieja doctrina omni-insular. De la Cerda se apresta a conquistar las islas, y la autoridad papal le concede la investidura a cambio del pago anual de un censo de 400 florines de oro, y del compromiso de “convertir a los habitantes de las islas a la fe cristiana”. El Drenario de San Pedro era el tributo que el papado exigía de las islas en las cuáles, de acuerdo a la doctrina omni-insular, ejercía jurisdicción. El drenario, exigido originalmente, sufrió alteraciones en su naturaleza a través del medievo, siendo considerado limosna en unos momentos, y verdadero tributo en otros (bien como diezmo o impuesto eclesiástico, o como censo temporal),  en palabras de Weckmann.
En el mismo sentido, el papa Nicolás V confirma las posesiones portuguesas frente a las costas africanas por medio de la bula Romanus Pontifex, en 1455. Los más importantes descubrimientos portugueses son las Azores y Cabo Verde (utilizadas más tarde como referencia de Alejandro VI para trazar la línea de partición), cuya concesión es confirmada en la bula Inter caetera de Calixto III en 1456.
1493. Colón vuelve a la isla de La Gomera (una de las de la  colonia de Canarias) al mando de diecisiete navíos, rumbo nuevamente a América en su segunda expedición de invasión y saqueo. Aquí visita a su adorada Beatriz de Bobadilla, y se suministra de agua, animales vivos y vegetales comestibles sobre los que se basó la primera agricultura y ganadería en las colonias de América.
1493, Tedote, Benahuare (La Palma)  Agacensie.   Benahuare (La Palma, s. XV). Junto con sus hermanos Bentakayce y Tinisuaga, gobernaba el cantón de Tedote (hoy Santa Cruz de La Palma), una de las doce demarcaciones precoloniales que existían en el momento de la conquista en la isla de Benahuare (La Palma). El Tedote de ayer es equiparable territorialmente con los actuales municipios de Tdote n Benhuare (Santa Cruz de La Palma) y Las Breñas. La semblanza histórica de Agacensie o Aguacensio está ligada en esta ocasión a una de esas raras pero devastadoras tormentas que a veces asolan las Islas, acompañadas de rápidas y abundantes precipitaciones. Agacensie y sus hermanos fueron sorprendidos por la repentina crecida del barranco que hoy lleva su nombre cuando estaban “holgándose con muchas mozas que pretendían casar con ellos”. Bentakayce fue el único de los tres hermanos que sobrevivió gracias a que su cuerpo fue lanzado contra un árbol y, malherido, consiguió salvarse agarrándose fuertemente al mismo. Agacensie murió. Su memoria se recuerda aún hoy en un barranco y una fuente de la comarca de Las Breñas que llevan su nombre.

1493.
El tercer Gobernador colonial de Gran Canaria D. Alonso de Fajardo (1493- 1497) de la casa marquesal de los Vélez -título del Reino con grandeza creado en 1507 a favor de Pedro de Fajardo- fue el primero que por el año 1494 trató de fortificar metódicamente la isla y comenzó la construcción de este castillo de La Luz a una legua larga de la ciudad donde Juan Rejón había empezado una Torre, colocando en él dos cañones montados y pertrechados; sucesivamente, por orden de S.M. se fue agrandando y reparando hasta dejarle como un cuadrado de 17 varas 2 pies de lado, con 40 pies de altura, de muy sólida construcción sobre un arrecife en la parte Sur del puerto de Las Isletas, con almacenes para mantener hasta 80 hombres y varias piezas de Artillería, en cuya forma aunque imperfectamente acabado, tomó parte en la gloriosa defensa de las dos invasiones principales que sufrió la isla a finales del siglo XVI.

En un informe de Leonardo Turriano no consideraba acertado su emplazamiento y para mejorarlo propuso agregarle cuatro baluartes en sus ángulos. Hacía constar la inmejorable situación del istmo de Guanarteme y después de rebatir la idea de otros téc nicos de construir un fuerte en la punta de Santa Catalina en uno de los extremos de la playa, para protección de ésta y defensa del puerto, optaba por proyectar en la gola un pequeño fuerte que al par que defendía el puerto principal y el del Arrecife -la playa de Las Canteras- cerrase el paso hacia ciudad de un posible desembarco en Las Isletas.

Para penetrar en el castillo era necesario atravesar la puerta, antepuerta y contrapuerta situadas en encrucijada sin mirarse una a otra. En lo alto existía una plaza de armas donde jugaba la Artillería; pasadas las tres puertas se entraba en el patio y el edificio constaba de tres plantas; el primero se utilizaba como caballeriza, depósito de pólvora, municiones, algibe, etc.; el segundo, intermedio, servía de alojamiento de la guarnición, y el tercero era destinado a vivienda del Alcaide o Castellano.
1493?  Benahuare (La Palma)  Mayantigo o Aganeye (s. XV). Uno de los personajes más populares de la antigua Benahuare después de Tanausú es quizás Mayantigo. En el momento de la invasión y conquista era el capitán del bando de Aridane, que se extendía desde Tazacorte “hasta donde dicen las Cuevas de Herrera, Amagar, Tijuya”.
Este antropónimo, que según las fuentes históricas significa “pedazo de cielo”, quería destacar los dones de “gentileza y buena apostura” que caracterizaban su persona. Pero esto no fue siempre así, pues era costumbre entre los hawaritas utilizar los nombres para reflejar “los hechos y sucesos” acaecidos a lo largo de la vida de un hombre. Quiso el destino que a raíz de un enfrentamiento con Chentire, señor de Ahenguareme (Fuencaliente), recibiera una herida en un brazo que terminó gangrenándose, por lo que el mismo Mayantigo “con la mano derecha se tronchó el brazo por el codo” en un desesperado esfuerzo por salvar la vida. A partir de ese momento se le conocería como Aganeye, que quiere decir brazo cortado.
1493? Benahuare (La Palma)  Tanausú   (el terco o el que tiene hígados, sinónimo de valiente), según los textos de la conquista castellana-Aragonesa, acaudillaba el bando de Aceró (lugar fuerte) identificado con La Caldera de Taburiente. Este Caudillo hawara es objeto de una especial atención por parte de los cronistas, reflejando la imagen de un hombre que ejerce un importante liderazgo entre los suyos, como lo demuestran los enfrentamientos que protagoniza frente al cabecilla del bando de Tijarafe, Atogmatoma. Tanausú hace frente a los conquistadores en La Caldera de Taburiente, lugar inexpugnable y con abundantes recursos para resistir un largo asedio. El mercenario Alonso  de Lugo decide optar por la vía de la negociación, y bajo la promesa de recibir un buen tratamiento y regalo. Tanausú resuelve negociar  en la Fuente del Pino, donde será víctima de la traidora emboscada que le tiende el futuro Adelantado. Era según algún cronista el 3 de mayo de 1493 y el fin de la conquista de Benahuare (La Palma), fue embarcado hacia España como regalo a los Reyes Católicos, pero en la travesía, en un último gesto de rebeldía, se dejará morir de hambre, llevando a cabo la primera huelga de hambre registrada en Canarias.
1493 Febrero 28. Barcelona (f. 28). Incitativa al conde de Cifuentes don Juan de Silva, alférez mayor, miembro del Consejo y asistente de Sevilla, para que entienda en la petición de Alonso de Lugo sobre los quintos de esclavos y otras cosas de La Palma concedidos por el rey para la conquista de dicha isla, ya que teme que el Almirante mayor de la Mar le exija la mitad que le corresponde por merced real, cuando los envíe a vender a dicha ciudad y otros puertos de Andalucía, y para que informe si dicho almirante había percibido la mitad de los quintos obtenidos durante la conquista de Gran Canaria y con qué títulos, para poder resolver en justicia. Mientras dure dicha información, se ha de registrar ante el escribano que nombre dicho asistente, las presas hechas, por las que ha de dar fianzas Alonso de Lugo, a quien no podrá reclamarse la mitad de tales quintos hasta la resolución real. El Rey y la Reina. Parra. Don Alvaro. Don Juan de Castilla. Alcocer. Chanciller. Oropesa. (E.Aznar; 1981)

1493 Abril 15. Barcelona (f. 74). Incitativa a Juan de Robles, corregidor de Jerez de la Frontera, alas restantes justicias de dicha ciudad ya las de la isla de Gran Canaria, para que den cumplimiento de justicia amaestre Andrés de Paredes, cirujano, que reclama a Francisco de Mercado, criado del gobernador Pedro de Vera, el importe de dos gomeros y una gomera que le compró ya que éstos fueron declarados libres por el obispo de Canaria, por ser cristianos. Don Alvaro. Decanus Hispalensis. Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Badajoz. (E.Aznar; 1981)

1493 Abril 20. Barcelona (f. 201). Orden a Francisco de Maldonado, juez de residencia de Gran Canaria para que haga cumplir la sentencia dada a favor de doña Inés Peraza, viuda de Diego de Herrera, sobre la devolución de ciertos maravedís y ganados por parte de algunos de El Hierro. Don Alvaro. Dechanus Yspalensis. Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Badajoz. (E.Aznar; 1981)

1493 Mayo 3. “…Al abrirse de nuevo la campaña en abril, era dueño Alonso de Lugo no sólo de los distritos que voluntariamente se le habían sometido en el año anterior, sino de otros obtenidos con dádivas y promesas, entre los cualesse contaban Tedote, donde se halla hoy el asiento de la ciudad capital, de que era soberano Bentacayce; Puntallana, regido por Tenagua; Adehayamen o Los Sauces, gobernado por Bediesta; Tagaragre o Barlovento, donde mandaba Temiaba; Garafía, de que era jefe otro Bediesta, e Hisceguen o Tijarafe, que obedecía a Atogmatoma. De esta manera puede decirse que sólo faltaba someter el distrito de Eceró, que estaba regido por el valiente Tanausú.

Componíase este cantón de la misma agreste comarca que hoy conocemos con el nombre de La Caldera y llamaban ellos en su idioma Eceró, o sea lugar fuerte e inexpugnable. Ya hemos descrito en otro lugar este gigantesco circo, uno de los más notables que existen en el mundo, con una circunferencia de doce kilómetros y ro- deado de murallas basálticas de cinco mil pies de elevación sobre el fondo del cráter. Un inexpunable bosque de pinos, dragos, palmas y laureles se elevaba dentro de aquel inmenso y apagado volcán, enredándose por todas partes las zarzas, hibalveras y otras plantas trepadoras cuyos perfumes embalsamaban el aire confundiéndose con el acre aroma de los pinos y laureles.

Para penetrar en este profundo y escondido valle sólo había dos entradas, ambas peligrosas.

La una se abría por el barranco de las Angustias, que va a desaguar al mar; la otra por undesfiladero o estrecho paso que los naturales llamaban Adamacansis, cortado entre las rocas o muralla basáltica del circo. Dentro de esta agreste comarca se habían atrincherado Tanausú con sus guerreros, familias y ganados, creyendo la posición inexpugnable y dando de este modo con su ejemplo una lección de patriotismo a los dé-biles reyezuelos de la isla.

Esta inesperada actitud sorprendió desagradablemente a Lugo, que vio en la resistencia de Tanausú un llamamiento patriótico a las fuerzas vivas del país. y antes que se extendiera y comentara esta noticia, recogió todas sus tropas y con ellas intentó escalar la Caldera y sorprender en ella al intrépido isleño.

Cuando el general llegó al desfiladero de Adamacansis y quiso forzar el paso, ya no era tiempo, defendido como estaba por los palmenses y protegido por las mismas dificultades que ofrecía el terreno. Rechazado con pérdida una y otra vez tuvo que retirarse hasta el siguiente día, en que de nuevo repitió los asaltos auxiliado por sus fieles canarios, eligiendo otro punto llamado Axerjo que era el sitio de confluencia de los dos arroyos, cuyas aguas al salir de la Caldera formaban el caudal que hoy se llama barranco de las Angustias.

Al principio y llevados en hombros de indígenas cristianos, pasaron algunos oficiales
y soldados sin encontrar resistencia por hallarse el paso abandonado, creyéndole de imposible tránsito; pero avisado a tiempo Tanausú, acudió con sus mejores tropas a la defensa y, apostándose en lugar favorable, no sólo consiguió detener a los invasores sino obligarlos a pasar de nuevo el desfiladero, con pérdida considerable de indígenas y españoles. Entonces el general, conociendo que esta resistencia podía prolongarse indefinidamente con grave perjuicio de su empresa, buscó por otros medios la victoria hostigado por la noticia de que Tanausú, orgulloso con sus triunfos, había ordenado a las  mujeres, niños y ancianos de la tribu que se refugiasen en las cavernas de la sierra para que, lejos de su vista, no se debilitase el valor de los suyos. Estas circunstancias inspiraron a Lugo el proyecto de enviar proposiciones de paz al intrépido isleño por medio de uno de sus parientes, Juan de la Palma, guerrero convertido y muy adicto a la nueva causa a la que prestaba servicios de intérprete y espía. La misión de este indígena era ofrecer a Tanausú un tratado de alianza basado en la solemne promesa de conservarle el mando e independencia de su distrito, reconociéndose feudatario de Sus Altezas los reyes de Castilla y aceptando el bautismo con todos sus vasallos, después de abandonar sus viejas y ridículas creencias. El mensajero aceptó el encargo y se trasladó enseguida a la Caldera, donde conferenció con su jefe explicándole el objeto de su visita y haciéndole comprender las ventajas de aquellas condiciones que en nada le perjudicarían, dando de este modo fin a una guerra cuyo resultado era a su juicio muy dudoso, atendido el gran poder de los españoles.

Hízole ver, además, que estaba solo y aislado, sin poder contar con el auxilio de los otros isleños y expuesto a las terribles represalias de que sería víctima si algún día, por traición o por sorpresa, era invadido su cantón.

A estas observaciones, que no eran inexactas ni exageradas, sólo contestó Tanausú que  abandonase primeramente Lugo sus estados y luego se pondrían de acuerdo para celebrar una entrevista donde se discutirían las bases de su amplio tratado dé alianza. Aceptada la proposición y señalado sitio y día para aquella conferencia, se decidió por ambas partes una tregua que les permitiese acudir a un punto neutral que lo fue el llamado Fuente del Pino, distrito de Aridane, y allí se presentarían con cierto número de guerreros que habían de servir de escolta a sus jefes.

Llegado el día prefijado acampó Lugo en la Fuente del Pino y esperó impaciente la llegada del caudillo isleño, pero como le asaltase la idea de una traición y quisiese anticiparse a ella, dejó oculta una parte de su ejército en los alrededores del desfiladero de Adamacansis, con orden de apoderarse de aquel paso desde que Tanausú lo atravesara para acudir a la cita. Esta precaución envolvía un premeditado ensayo de sorpresa, tanto más punible cuanto más leal era la conducta que observaba el vll1iente jefe.

En efecto, fiel a su promesa salió éste de Eceró acompañado de una escolta de guerreros escogidos y se dirigió al lugar designado, donde ya le esperaba Lugo impaciente y re- celoso de su tardanza. Creemos que esto fuera sólo un pretexto para preparar su traición, que ya tenía meditada, y para cuya ejecución había emboscado un grueso cuerpo de tropas en el vecino bosque.

Los palmenses, sin desconfianza alguna y fiándose de la palabra empeñada, seguían avanzando desarmados llevando su caudillo a la cabeza. Entonces es fama que el guerrero Ugranfir, su favorito, viendo la actitud sospechosa de los españoles, le dijo: «Señor, mira lo que te conviene, porque esa gente parece resuelta a presentar batalla»  A lo que contestó el generoso príncipe: «Nada temo; me consta que el jefe español es cristiano, noble y leal». Pero a pesar de su nobleza y cristiandad, creyendo Lugo que con infieles no había que guardar la santidad del juramento y convencido de que si los palmenses volvían a sus montañas no sería fácil desalojarlos de allí, dio la señal de ataque que con impaciencia esperaban los suyos y se lanzó sobre los crédulos indígenas que no podían convencerse de tamaña alevosía.

Aunque en corto número y sin armas, los engañados guerreros se defendieron heroicamente vendiendo caras sus vidas, hasta que, acudiendo por la espalda el destacamento que había quedado en observación a la entrada de la Caldera, fue imposible prolongar la resistencia, rindiéndose los que habían sobrevivido a la refriega"," en cuyo número estaba el desgraciado Tanausú.


Sobre aquel campo de batalla de triste e infamante recuerdo para Lugo, se tremoló el victorioso pendón, quedando la isla incorporada desde aquel momento a la Corona de Castilla. (Agustín Millares Torres; 1977, t. II: 280-3)

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