jueves, 25 de diciembre de 2014

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA



UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERIODO COLONIAL 1491-1500


CAPITULO I-VIII



Eduardo Pedro García Rodríguez

1492 Septiembre 30. Zaragoza (f. 58). Orden a don Juan Bermúdez deán de Canaria y capellán real, para que sobre las rentas de Juan Ortega, obispo de Almería, conccediendole poder cumplido para que las arriende, mientras dure la enfermedad del citado prelado. El Rey y la Reina. Alvarez de Toledo. Comendador Mayor. Ulloa. En forma: Rodericus. (E.Aznar; 1981)

1492 Septiembre (s.d.). Barcelona (f. 33). Incitativa a Francisco Maldonado, juez de residencia de Gran Canaria, para que determine en la petición del obispo, deán y cabildo de la Iglesia de dicha isla, sobre las tierras y heredamientos que algunos vecinos dejaron a la citado iglesia y que fueron dadas por el gobernador Pedro de Vera a otras personas, debiendo hacer la mismo con los bienes del hospital de dicha isla. Don Alvaro. Don Juan de Castilla. Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Badajoz. (E.Aznar; 1981)

1492 Septiembre (s.d.). Zaragoza (f. 97). Incitativa a Francisco Maldonado, juez pesquisidor de la isla de Gran Canaria, para que ordene a Fernando de Trujillo ya Juan de Mayorga, alcaldes que fueron de Pedro de Vera, gobernador de la isla, que comparezcan ante el Consejo Real, por haber sido culpados en la residencia de dicho gobernador, con licencia para poder prenderlos y enviarlos, a sus costas, ante el Consejo, en caso de que no entreguen fianzas suficientes.  Don Alvaro. Decanus hispalensis. Johannes. Antonius. Petrus. Mármol. (E.Aznar; 1981)

1492 Octubre.
La muerte de Fernán
1º Residencia por parte de la corona castellana al capitán de la  invasión de Canaria Pedro de  Vera
“Las costumbres observadas en Gran Canaria, son las que se observaron en Indias, en tiempo de la conquista. La cabalgada a la caza de botín y esclavos; la expedición de “descubrimiento” o "conquista", se practicaron de la misma manera, estando obligados los que se dirigían a las “islas” o salían, a proveerse de las mismas licencias que en Indias. Lo certifica la historia de Antonio Ollero, "maestro de hacer azúcar". Avecindado en Gran Canaria e insatisfecho, embarcó en compañía de un criado, previo pago del pasaje, en el ballenel Santa María de Gracia. Fletado por vecinos de Lepe en comandita, iba por maestre el vizcaíno Martín de Asistid, que estaba a punto de zarpar, en viaje de regreso. Enterado Pedro de Vera de que se hizo a la mar, llevando el artesano a bordo, mandó barco de armada tras el ballenell, para secuestrar el navío, por haber recibido pasajeros, sin exigir exhibición de licencia, extendida por el gobernador, para abandonar la isla. Debía ignorar Aristidi la formalidad, pues entró en Fuerteventura, con intención de hacer aguaje y completar la carga. Atrapado por Rodrigo de Vera e interrogado, al probar que actuó de buena voluntad y por ignorancia, no le devolvieron la carga de miel, cera y azúcar, pero sí el barco, permitiéndole regresar. Denunció el atropello, en Lepe, Francisco Pinzón, en nombre de los armadores. Mercaderes del común, en consecuencia sin derechos, frente a un representante de la administración, los jueces se inhibieron, considerando que al estar los testigos "muy lejos", no sería posible encontrar testigos ni hacer las probanzas, lo que nos da idea de la distancia a que se encontraban las Canarias de Andalucía.
Como en Sudamérica, en Gran Canaria se practicó el alzamiento. Habitual que los castellanos desheredados, se sumasen a los aborígenes, enterados los de Villa Real de alzamiento en la sierra de Llagalter, se levantaron, reduciéndolos Pedro de Vera. No queriendo perder más pobladores de lo indispensable, pero sí escarmentar por el ejemplo, hizo ahorcar a Álvaro de Oviedo, el que repicó la campana llamando a rebato, con Alonso de Santo Domingo, que sacó el pendón de la ciudad. De los "descubrimientos" que partieron de Gran Canaria, ha quedado constancia de uno de los muchos, organizados por Vera, para saquear en Tenerife. Terminó en los tribunales, porque habiendo conseguido diez o doce cautivos, el gobernador los vendió, sin dar cuanta ni parte a sus socios. Escapó con bien, porque no podía ser de otra manera, alegando que empleó lo cobrado, en amortizar el gasto de la jornada.
Estrechas las relaciones de Madeira con Gran Canaria, tenemos noticia de barco con carga de vituallas, procedente de la isla portuguesa, fue robado en Isletas por dos vecinos de Villa Real. Carabelas de armada lo recuperaron, cinco leguas mar adentro, siendo ahorcado un de los ladrones y el otro desterrado. Tratante de Madeira que llevó 7 negros a vender en Gran Canaria, sorprendido en plena timba, estando prohibido en Castilla jugar a dinero, fue condenado a recibir 100 azotes. La debilidad del sujeto o brutalidad del verdugo, hizo que muriese en el castigo. Vendidos dos negros para "cumplir" con su alma, Vera entregó los cinco restantes a mercader portugués, para que los devolviese al hermano del difunto. (Luisa Álvarez de Toledo)
1492 Octubre 1. Zaragoza (f. 40). Orden a Pedro Martínez de Córdoba, para que reciba los testigos de Pedro de Vera, gobernador que fue de Gran Canaria, que apela contra el juicio de residencia que le fue tomado por el contino Francisco de Maldonado, asignándole para sus costas 155 maravedís diarios, que le serán pagados por el citado Pedro de Vera. Don Alvaro. Decanus hispalensis. Joannes. Mármol. (E.Aznar; 1981)

1492 Octubre 4. Zaragoza (f. 47). .Incitativa al alcaide de la fortaleza de Palos, para que determine en la petición de Fernando Martínez Daza, vecino de tal villa, que reclama de doña Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernando Peraza, el pago de un barco que le robó en la Gemera hace tres años, cuando regresaba de las pesquerías de los cazones de Guinea, dándole a cambio dos muchachas canarias que después le fueron tomadas por el obispo de Canaria, por mandato real, ya que eran cristianas; pues a pesar de la orden dada a doña Beatriz para que pague dicho barco, ésta se ha negado a hacerlo. Don Alvaro. Joanes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Mármol. (E.Aznar; 1981)

1492 Octubre  12.  Mientras tenía lugar la conquista de Benahuare (La Palma,) recibía Francisco de Maldonado una nueva real cédula expedida en Zaragoza, en la que se le autorizaba para deshacer los agravios de que se quejaban los invasores europeos pobladores en la Isla Tanmaránt (Gran Canaria,) asistido para ello del escribano de cámara Pedro Muñoz.

1492 Octubre 15. Muerto Enrique de Guzmán sorpresivamente, el hijo aprendió la lección. Queriendo hacerse bien quisto en la corte, demandó a Inés de Peraza, como viuda de Diego de Herrera, no como señora propietaria de las islas y a la Bobadilla, a título de tutriz de los hijos de Fernán, llamándola Isabel. Reclamaba Gomera, Hierro, Lanzarote y Fuerteventura "por señorío y otros títulos", con devolución de las rentas que percibieron, mientras tuvieron las islas. Iniciado el pleito el 15 de octubre de 1492, al ser desatinado, procurador de la Peraza, personado en último momento, liquidó la cuestión. El primero de octubre de 1492, Pedro de Vera estaba en su casa de Jerez, limpio de culpa, porque al obedecer en silencio, no perdió el real favor. Urgente borrar el recuerdo de su conquista, a 21 del mismo mes, los reyes mandaron pagar a la tropa.

No fue posible, por haberse alzado con la caja, el funcionario Luis de Mesa. Al no haber fondos, los impagos continuaron generando pruebas. (L. Al. Toledo)

1492 Diciembre (s.d.). Barcelona (f. 32). Incitativa a Francisco Maldonado, juez de residencia de Gran Canaria, para que, vistas las cartas reales y las ordenanzas para la población de dicha isla, administre justicia en la reclamación del obispo, deán y cabildo de la misma sobre tierras y heredamientos legados a su iglesia por fieles y fallecidos, que fueron repartidos a otras personas por el gobernador Pedro de Vera. Don Alvaro. Don Juan de Casti/la. Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Badajoz. (E.Aznar; 1981)

[1492 ?] [Diciembre] (s.d.) (s.I.) (f. 205). Incitativa a las justicias de Gran Canaria, para que den cumplimiento de justicia a Diego Colmenero, vecino de Palos, que reclama a Fernando de Porras, vecino de Canaria, 16.000 maravedís que le pagó por tres esclavas gomeras, ya que éstas fueron declaradas libres por el obispo de Canaria, por ser cristianas. Dichas esclavas son: Isabel de 40 años, Isabel de 18 y una hija de ésta llamada Juana. Don Alvaro. Johannes. Antonius. Gundisalvus. Castillo. (E.Aznar; 1981)

1493. Alonso Fernández de Lugo y sus tropas de mercenarios y excarcelados, desembarcan en el puerto de Tazacorte, en la isla Benahuare. Después de emplear las argucias menos heterodoxas que imaginarse pueda, y tras algunas escaramuzas con los cantones que se habían preparado para la defensa, consigue con engaños y en un acto de traición, sorprender a Tanausú y sus guerreros en la entrada de la Caldera de Taburiente. A partir de este momento, comenzó el saqueo inmisericorde de la isla capturando y esclavizando a los nativos tanto de los bandos guerra como de paces, los cuales fueron remitidos a los mercados esclavistas de España, conjuntamente con las pieles de los ganados depredados, orchilla y demás despojos. Con el botín enviado a España y formando parte del mismo, iba el valeroso caudillo palmero Tanausú, quien prefirió dejarse morir de hambre antes que llevar una vida de esclavo, protagonizando así la primera huelga de hambre que tubo lugar en Canarias.

Dada por sometida la isla, el esclavista Fernández de Lugo, reparte el dominio de las tierras y aguas despojadas entre los mercenarios que le acompañaron en la aventura y entre los mercaderes que le financiaron la operación. Dejando un presidio de guarnición y un gobernador, regresa a Península Ibérica para dar cuenta a los reyes católicos de los resultados de tan “gloriosa victoria”, y solicitar las capitulaciones para la conquista de la isla de Chinech (Tenerife).

Los continuos desmanes que los conquistadores que quedaron en la isla, cometían en los atribulados hawaras, acabaron por agotar la proverbial paciencia de éstos, quienes decidieron alzarse contra el férreo dominio de los extranjeros. Estando Lugo, enfrascado en la invasión de la isla de Chinech (Tenerife), recibió noticias de la rebelión de los benahoritas o hawaras y no queriendo ausentarse de esta isla, envío como su lugar teniente a la de Benahuare (La Palma) a Diego Rodríguez de Talavera con una partida de treinta mercenarios. Llegados a la isla reunieron a un contingente de palmeros de los bandos de paces y con el resto de la guarnición, inició una operación de castigo, consiguiendo reducir a los alzados más que por las armas, por la argucia y engaños. Una ves cautivos, Talavera ejecuto ejemplar y “cristiana justicia” en los por segunda ves vencidos hawaras, pasándolos a cuchillo, ahorcándolos y, mandándolos vivos a la pira.

1493.

RELACIONES INTERNACIONALES DE LOS ESTADOS GUANCHES EN VÍSPERA DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA, AÑOS DE 1492 Y 1493.

Política imperialista del rey Bencomo de Taoro. Declaración de guerra en 1492 al reino de Güímar y sus consecuencias. Declaración de guerra en 1493 a los reinos de Taco-ronte y Anaga. Alianza ofensiva y defensiva de estos dos reinos y Confederación de los de Abona, Adeje, Daute e Icod. Derrota de los aliados y tratado secreto del rey de Anaga y Añaterve de Güímar con el general español Alonso de Lugo contra Bencomo. Propaganda subversiva a favor de la emancipación de los siervos y de las armas españolas: rápidas medidas de represión. Concertada la paz entre los reinos de Taoro, Anaga y Tacáronte, constituyen la Liga bajo la jefatura de Bencomo. Actitud de las naciones guanches al desembarcar el primer ejército invasor español.

De muy antiguo el pueblo guanche ventilaba con las armas si la sucesión al trono debía ajustarse a la línea masculina o femenina, dando origen a numerosas guerras como veremos en otro lugar; y como en ese litigio, desde la muerte de Tinerfe el Grande, la casa reinante de Taoro se creía despojada de su derecho al solio universal de la isla, sus reyes aunque sin renunciar a vindicarlo tampoco lo intentaron por impotentes.

Así las cosas apareció en escena Bencomo o el Rey Grande, soberano de Taoro, cuyo relieve va destacándose a medida que pasa el tiempo. Hombre de Estado, sagaz, guerrero y de clara inteligencia, fue superior a su pueblo e imprimió al cargo de la realeza un sentimiento de dignidad impropio de bárbaros. Justiciero, pronto en las resoluciones, de temple, de alma para las grandes empresas y siempre magnánimo, mostrábase tan piadoso para los vencidos en lucha franca, ¡de que dio repetidos testimonios con los prisioneros españoles!, como inflexible con los traidores y pusilánimes. Es proverbial su acometividad cargando al enemigo, su entereza de carácter, la energía de su espíritu ante las mayores contrariedades; y para que todo en él fuera extraordinario, era de tal complexión que a los 70 años se batía al frente de sus guerreros con los arrestos y agilidad de la juventud, siendo los héroes legendarios formados a su alrededor mero reflejo de su personalidad. Vivió temido de sus enemigos de dentro y fuera de la isla y obedecido sin vacilaciones por su pueblo, hasta que en la batalla de la laguna murió coronado por la inmortalidad defendiendo su raza, su honor y su trono.

Como era el soberano más poderoso —pues su Estado comprendía los llamados por los cronistas reinos de Taoro, de Tegueste y seño- río de la Punta del Hidalgo— y entre sus cualidades excepcionales la ambición corría pareja con la astucia, propúsose alcanzar el cetro de la isla sin dejar adivinar sus designios; para lo que fue preparando el terreno con cautela, hasta que juzgando llegada la sazón de ponerlos por obra, bajo el pretexto de unos robos de ganado y reyertas de frontera, declaró la guerra al rey Añaterve de Güímar en 1492; invadiendo el territorio ante la expectación de los demás reinos, que no dieron de pronto al suceso la importancia que tenía.

De los incidentes de esa campaña solamente habla la tradición: de un combate en la Negrita, debajo de montaña Colorada en la cumbre de Arafo, que a poco de comenzado le puso término un furioso temporal; de otro combate en Chaharte, hacia el Pegonal en Igueste de Candelaria, de resultado dudoso; de un tercer combate en Chivisaya, perdido por los güimareros; y por último de la reñida batalla de Güenifan-te, cerca de Pasacola, en la que fueron completamente derrotados los güimareros muriendo el infante Cayamo, hermano del rey, y el célebre gigante Emolió que pereció a manos de los teguesteros y fue sepultado en Guadamoxete; hecho de armas que obligó a Añaterve a pedir la paz, muy ajeno del oprobio que le esperaba.

Cuando supieron las condiciones impuestas por el vencedor, fue casi tan grande la temerosa sorpresa de los demás Estados, como la explosión de indignación de los vencidos, que fueron acumulando odio día tras día contra el aborrecido enemigo. El pueblo güimarero sería incorporado en calidad de provincia o achimenceyato al reino de Taoro perdiendo su nacionalidad, permaneciendo a su frente Añaterve a título de achimencey, en conformidad con la vigente ley del derecho paterno para la sucesión del trono que concediéndole por sus días las apariencias de la realeza; pero el príncipe heredero Gueton' el guadameñe o sumo pontífice y otros proceres de alto prestigio, quedaban en rehenes junto a Bencomo en caución del tratado celebrado.

La ira y el enojo que provocó esta conquista material pero no moral del pueblo güimarero no tuvo límites, lanzándose a conspirar buscando apoyo por todas partes para recobrar su nacionalidad y libertar a sus príncipes y magnates. Pero el instinto de conservación, el egoísmo o la falta de unidad de los reinos les quitó toda esperanza de redención o de venganza y cuéntase que desesperados comenzaron a entrar en secreta inteligencia con los españoles de la isla de Canaria, que por las noches y ocultamente se arrimaban a la costa en pequeños pataches.

En el curso de estos sucesos y ya entrado el verano de 1493, los acontecimientos se precipitaron con motivo de una enfermedad mental que sufría a la sazón el rey Beneharo de Anaga. Como en estas interinidades ocupaba la representación del trono el príncipe heredero y en su defecto el hermano más viejo del rey, y por ambas líneas no había varones, la nobleza anaguera abrigó el proyecto de que la regencia fuera a parar al primogénito del rey de Tacoronte, casándolo con la princesa Guacimara, único descendiente de Beneharo, con el fin oculto de fundir los dos Estados en una sola nacionalidad por temor a Bencomo.

Pero no lograron engañar a éste. Y como le ofrecían para su plan una favorable coyuntura porque le amparaba el derecho, pues reversaba a su casa toda representación circunstancial de cualquiera de los Estados en las interinidades, aparentando Bencomo verse obligado a tomar las armas, se apresuró a declarar la guerra a los reinos de Tacoronte y Anaga, sin lograr tampoco engañar a los demás. La alarma fue general. Los tacoronteros y anagueses celebraron una alianza ofensiva y defensiva para hacer frente al enemigo común, y los reinos de Abona, Adeje, Daute e Icod se constituyeron en Confederación con el mismo objeto, pues ya eran bien claras las aspiraciones imperialistas del rey de Taoro.

Una verdadera conflagración amenazaba a Tenerife a semejanza de otras épocas; pero si en las edades pasadas la paz al fin se restablecía sin intervención de elementos extraños a la raza, no aconteció lo mismo en la postrimería del siglo XV. En la época en que se desarrollaban estos sucesos, los españoles no sólo se preparaban para rematar la conquista del Archipiélago apoderándose de Tenerife sino que avizoraban y avivaban sus discordias para mejor vencerla; con especialidad el alcaide del fortín de Agaete en Canaria, D. Alonso Fernández de Lugo, con quien capitularon los Reyes Católicos la reducción de la isla. Desde su acantonamiento fronterizo, unas veces personalmente y otras valiéndose de mediadores, sostuvo frecuentes relaciones con los enemigos de Bencomo para cimentar en sus odios intestinos, que supo alimentar con habilidad una base de operaciones al ejército invasor.

No nos ha sido posible rellenar las lagunas que existen en la tradición, respecto a los acontecimientos ocurridos en Tenerife en esta interesante época histórica. En la campaña sostenida entre el rey de Taoro y los tacoronteros y anagueses, hablase con vaguedad de varios encuentros sin resultados decisivos, hasta que empeñaron una reñida batalla en El Sauzal, en las proximidades del barranco de las Mejías y cerca de la ermita de Los Angeles por debajo de la actual carretera, donde fueron derrotados los aliados; derrota que debió re  vestir importancia, porque trajo como consecuencia que el rey Bene-haro de Anaga (que ya había recobrado la razón), Añaterve de Güímar y el capitán Alonso de Lugo concertaran un tratado secreto para combatir a Bencomo. Nada dice la tradición de la actitud del rey de Tacoronte respecto a este tratado, aunque nos inclinamos a que ni intervino ni estuvo de acuerdo si lo conoció porque tampoco hace referencia a él un documento que luego veremos y que confirma el convenio de Beneharo.

Pero Alonso de Lugo no se limitó a esta labor diplomática sino que en vísperas de invadir la isla le arrimó una tea incendiaria, una cuestión social que prendió en la clase de los siervos como el fuego en la yesca conmoviendo las instituciones. Séase que existiera el rescoldo de una agitación antigua o la sembraran y fomentaran los españoles para enconar las divisiones, fue lo cierto de que los siervos empezaron a soliviantarse con la propaganda subversiva de su derecho a mejorar de condición, de no ser esclavos, y que esa promesa redentora la traerían las armas españolas, que no podría contrarrestar Bencomo con palos y piedras a pesar del valor de la raza. Tales doctrinas filtradas de un modo artero entre hombres rudos, movedizos, de carácter fiero y por otra parte víctimas de intolerables privilegios, provocaron una excitación amenazadora.

Fueron los activos propaladores de estas novedades los irreconciliables enemigos de los taorinos, los güimareros, pero con especialidad unos cuantos conocidos por la tradición por «gomeros»2 o «guanches mansos», que precediendo como vanguardia al ejército invasor se derramaron por la isla produciendo una honda perturbación moral. De ellos, unos decididos partidarios de los castellanos, ponderaban los beneficios de la civilización, de la libertad, de la propiedad de las fuerzas de sus armas, etc.; parangonando estas ventajas con la miseria y esclavitud en que vivían, con los irritantes abusos de la nobleza, etc.; pero otros, que se habían fingido amigos de los españoles, fueron ardientes defensores de su patria desacreditando a los extranjeros desde todos puntos de vista; más séase por la cultura que adquirieron, o porque se trataba de una reforma de antemano sentida, o que se vieran obligados a no dejar como bandera a los españolizados la redención de los siervos, el hecho fue que también se pronuncian por la reforma; ¡lo que trajo a la larga el desconcierto social y la pérdida anticipada de la independencia!

Tan inquietante como peligrosa situación únicamente pudo salvarla la figura excelsa de Bencomo. Con sus rápidas medidas cesó como por encanto la propaganda de apocamiento y las pretensiones ostensibles de los siervos, y decimos ostensibles, porque ya la idea de emancipación quedó arraigada para siempre. Descubiertos los hilos de la trama, sin contemplaciones ni pérdida de tiempo la hizo abortar con ejecuciones que no respetaron las más altas jerarquías, como fue la de un guadameñe o sumo pontífice3.
Viana que adornó algunos hechos históricos con ficciones poéticas, simboliza la propaganda subversiva y la sangrienta represión de que nos hemos ocupado en el guadameña o guañameñe, o séase en el personaje más culminante descubierto de los que intervinieron en la conjura.

Por esto Viana pone en boca de este notable agorero por su jerarquía, el summus aruspex, la profecía que hizo a la infanta Dácil en la vega de la laguna, (pág. 88):
«Díjole Guañameñe el agorero, que un personaje de nación extraña que por la mar vendría al puerto y sitio marítimo, llamado Añago entonces, de ser había al fin de mil desastres, guerras, batallas, cautiverio, y muertes, su amado esposo, en dulce paz tranquila

Este mismo adivino fue el que en el curso de los Juegos Beñesmares que celebraba el reino de Taoro, tuvo la osadía de intentar soliviantar a los siervos con su propaganda, pero que el autor por mayor gala poética nos lo presenta pidiendo una audiencia al rey Bencomo, para anunciarle en medio de los proceres y cortesanos su triste porvenir, (pág. 77):
«Poderoso Bencomo, sin segundo como en servirte mis deseos fundo saber el fin dudoso he procurado de tu valor, que no en su bien dudara, si al mérito fortuna se igualara.

Por el cerúleo mar vendrán nadando pájaros negros de muy blancas alas, truenos, rayos, relámpagos echando, señales propias de tormenta y malas; dellos saldrán a tierra peleando, fuertes varones con diversas galas de otra nación extraña y belicosa para quitarte el Reino poderosa. Conquistaran por armas esta tierra, sin que puedan hacerle resistencia,
cuanto Nivaria y un distrito encierra ha de dar a sus reyes la obediencia; esto por mis agüeros es creíble; perdona, y pon remedio, si es posible».
En medio del temor que se apoderó del auditorio por la profecía del guañameñe:
«Sólo Bencomo, que cual otro César
que al prodigioso aviso de Spurina,
con menosprecio y burla estuvo incrédulo,
de Guadameña se mostró injuriado,
y así lo dice con soberbia ira:

«Por la cima del Téida levantado,
¿No sabes que desciende mi linaje del gran Tinerfe, bisabuelo mío, y que no hizo la fortuna ultraje jamás en su valor y señorío? Hago a sus huesos voto y homenaje, que has de pagar tu loco desvarío;

muera, muera el traidor descomedido colgádmelo de un árbol al momento;

El castigo impuesto al conspirador que hacía la causa de los siervos aunque no fuera ese su propósito, provocó una sorda excitación como deja traslucir el poeta en distintos pasajes:

«Cesó con esto, y no en la vulgar gente, el murmurar con mil sentencias varias, la lastimosa muerte, y los agüeros» (Pag. 81)........................
«Estaba en esto el pueblo alborotado
así por el castigo que se hizo
a Guañameñe el agorero mágico»
(Pag. 82)........................
«... muchos se acuerdan del castigo injusto del difunto agorero, y del pronóstico cuyos principios ven en breve término, y recelan al fin, el fin futuro. Sólo Bencomo no se sobresalta. (Pag. 117).......................................>>.

Sofocada por Bencomo la rebelión iniciada y noticioso de que en Canaria se hallaba dispuesto un ejército español para combatirlo, en inteligencia con sus enemigos interiores, suspendió en el acto las hostilidades; y no sólo gestionó y consiguió celebrar la paz con los reinos de Tacoronte y Anaga, sino que los atrajo al concierto de una Liga de los tres Estados bajo su jefatura para hacer frente a los extranjeros; lo que le proporcionó la doble ventaja de unificar las fuerzas de la mitad más importante de la isla, y lo que era para él de supremo interés, separar a Beneharo de la alianza castellana.
Por manera que al desembarcar en Tenerife con su ejército Alonso de Lugo, la actitud de las fuerzas vivas del país era la siguiente: la Liga del Norte, que abarcaba el territorio comprendido desde Añaza o Santa Cruz por el Norte de la isla hasta San Juan de la Rambla, bajo el mando supremo de Bencomo, teniendo por único objetivo los ligueros batir a los españoles; la Confederación del Sudoeste, que se extendía desde el barranco de Erques de Fasnia por el Sur hasta San Juan de la Rambla, comprendiendo los reinos de Abona, Adeje, Dante e Icod, más temerosa de Bencomo que de los españoles y resuelta a rechazar lo mismo al uno que a los otros; y el reino de Güímar, cuyo límite por el Este era Santa Cruz (el barranco del Hierro) y por el Oeste el barranco de Erques, en convenida alianza con los españoles, pero aún alimentando la esperanza de que Bencomo reconociera su nacionalidad probablemente para hacer causa común con los de sus raza, como parecen demostrar los hechos ulteriores.

NOTAS

1 Viana refiere que Gueton estaba desterrado por su padre (a causa de un delito) en la corte de Bencomo, pero es una inexactitud que en cierto modo rectifica más adelante. En éste y otros sucesos que iremos tocando equivocó las causas que los determinaron, en ocasiones simboliza los acontecimientos en personajes, ya copia errores de fray Alonso de Espinosa, o bien oscurece hechos históricos con las galas de la poesía; pero así y todo lo reputamos por el más completo y exacto de nuestros cronistas.

El poeta Viana, a nuestro juicio mal comprendido, ofrece la particularidad de que todos los historiadores lo combaten y todos lo siguen.

2  En el primer libro de Acuerdos del Cabildo de La Laguna se encuentran rastros de estos gomeros. Dieron tal nombre a los naturales de Tenerife ya civilizados antes de la conquista en las demás islas, sobre todo en La Gomera, donde se hallaban en mayor número y de ahí el nombre genérico de gomeros con que todos fueron conocidos. De éstos, unos habían sido hechos cautivos y otros se marcharon voluntariamente en las fustas que arribaban a la isla, huyendo de la justicia por algún crimen o por diversas causas.

3  El cargo de guañameñe que por su gran influencia sobre el pueblo era el más importante después de la realeza, recaía siempre en individuos de la familia real. Esta circunstancia y la conocida actitud de hostilidad más o menos franca de los güimareros contra Bencomo, robustece la tradición de que el guañameñe ahorcado fue el de Güímar que se hallaba en Taoro entre los rehenes.

Parece que en el mismo sentido se expresaba D. Cristóbal Bencomo, hijo del rey Benytomo, en la historia que escribió del pueblo guanche a su vuelta de España donde siguió la carrera de vocero o abogado. Cuéntase que de dicha obra sólo existieron tres ejemplares manuscritos, uno de los cuales vino a parar a una familia Oliva de Chasna, de difícil lectura y muy deteriorado, regalado a un carabinero peninsular allá por el año 20 del siglo pasado. (Juan Bethencourt Alfonso)


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