lunes, 31 de marzo de 2014

NIÑA DE HOYA PINEDA




(A. Baro)

De almagre manchas tus manos
que extraes de la Madre Tierra
a puño y pies amasas el barro
y alisas, piel de vida, con tu raedera
tus ojos vuelven hacia atrás y te ves bajando por la ladera.

Niña de sendero y montaña
de Cuatro Puertas a Ingenio *
caminas, de loza cargada
y quiere tirártela el viento
no te arredras ni amilanas
ni ante el pasar del tiempo.

¡Ay Niña de Hoya Pineda!
En tu cueva alfar descalza
pisas el barro y la arena
y los guanches te donan la piedra
con la que bruñes el alma.

Surge la olla en el barro escondida
y al aire liviano se orea
tus manos hacen cobrar vida
con susurros de sabia alfarera
al barro que sueña en el fuego
con tornarse caldero y ofrenda

Maria Gomez Diaz
Marzo de 2014.

Santuarios y espacios sacralizados entre los antiguos canarios





Resumen: Desde una arqueología de las prácticas sociales, se estudian algunas categorías de yacimientos originados por actividades mágico-religiosas de los antiguos pobladores de Canarias, muchos de ellos ubicados en las cimas de montañas. Esos sitios tuvieron la consideración de suelo sagrado, según las fuentes etnohistóricas, y jugaron un papel destacado en el plano ideológico como lugares de cohesión y reproducción social. Al mismo tiempo, en determinadas zonas hay extraordinarias concentraciones de elementos simbólicos, como grabados rupestres y lugares de culto, que se explican porque fueron territorios con un papel vital dentro de su modelo productivo.

Palabras clave: arqueología, etnohistoria, prácticas sociales, religión, santuarios, ofrendas, grabados rupestres.

Abstract:  In  the context of the Archaeology of Social Practice, we analyse some archaeological sites of the ancient inhabitants from the Canary Islands related with magic- religious activities. Many of them were located on the top of montains. On ethnohistorical grounds, these sites were considered sacralized places, having an important  ideological signicance in the social cohesion and reproduction of these societies. On the other hand, in certain areas there is an extraordinary concentration of symbolic elements, such as rock engraving stations and sites of ritual signicance. All these data suggest that these territories played an outstanding role in the social productive model of these people.

Key Words: archaeology,  ethnohistory, social practice, religion, sanctuaries, oerings, rock engravings.

El estudio de las creencias y prácticas mágico-religiosas de los antiguos pobladores de las Islas Canarias durante mucho tiempo estuvo casi exclusivamente centrado en el análisis e interpretación de las fuentes narrativas de la conquista del Archipiélago, a lo cual se han dedicado ampliamente autores como A. Tejera (1988, 1996, 2004). Desde hace unos años varios investigadores analizamos distintas facetas del problema desde una metodología esencialmente arqueológica, aunque sin desdeñar el in- dudable valor de los textos etnohistóricos. No cabe duda de que estas fuentes representan un auténtico caudal de información, pero en ellas podemos encontrar sólo una pequeña parte de la información, porque adolecen de varios inconvenientes  esenciales: 1) Se refieren únicamente al periodo de contacto con los europeos entre los siglos xvi  y xx, es decir a la fase epigonal de las culturas indígenas y, por tanto, nada dicen de lo qué pasó durante los 1500 o 2000 años precedentes. 2) Sólo reflejan una parte de los componentes ideológicos de algunas de las siete formaciones  sociales que existían en las islas habitadas en aquel momento. 3) Existe la subjetividad inherente a la posición teórica de los relatores y a los intereses que movían su labor, ya que la percepción de la ideología del otro tiende a estar más mediatizada por las convicciones y prejuicios morales del observador-interpretador que otros elementos de la cultura ajena. 4) El conquistado-observado tiende a ocultar lo que pueda ser objeto de juicio negativo, sobre todo cuando de ello depende su seguridad. Estos dos últimos aspectos han sido analizados espléndidamente por S. Baucells (2004). En esos textos tropezamos a menudo con datos parciales o de difícil interpretación e incluso contradictorios, porque sus autores solían analizar el problema de la religión aborigen bajo la onerosa responsabilidad moral de justificar o no la con- quista y la esclavización.  Así encontramos visiones afines a las tesis lascasianas o, al menos, defensores de la cercanía ideológica entre la religión aborigen y el cristianismo, frente a quienes se esforzaban en resaltar que eran paganos, practicaban la idolatría y tenían costumbres bárbaras.

La propia existencia de este gran fondo de información escrita ha generado una prevalencia de determinadas estrategias de investigación, basadas casi exclusivamente en su interpretación, aplazando la investigación arqueológica del tema, sin duda mucho más ardua y no siempre tan rentable. Debe exceptuarse de esta tendencia el análisis de las manifestaciones rupestres, que sí tiene una tradición en el Archipiélago, aunque el habitual retraimiento de los arqueólogos canarios motive que ese trabajo trascienda poco fuera de las islas. A su vez, los estudios arqueoastronómicos pueden considerarse pioneros dentro del Estado (entre otros, J. Cuenca, 1991; J. A. Belmonte, 1994; C. Esteban et al, 1994; J. Barrios, 2004). Todo lo contrario sucede con las restantes evidencias arqueológicas. Desde hace años J. Cuenca (1996, 1997) estudia los yacimientos de Gran Canaria que pudieran derivarse de una actividad simbólica y ritual aunque su trabajo permanece inédito en su mayor parte. Nosotros desarrollamos una línea de investigación análoga y, con un equipo, hasta ahora nos hemos centrado sobre todo en La Gomera (J. F. Navarro, 1992, 2003 y 2006; J. F. Navarro et al., 2001a, 2001b, 2001c, 2002a y 2002b).

En resumen, lo que sabemos de las religiones antiguas de Canarias a través de las fuentes narrativas puede sintetizarse en lo siguiente: En el momento de la conquista, los indígenas de todas las islas creían en un dios supremo, sustentador del cielo y la tierra, creador de todo lo que nacía y crecía, que estaba en el cielo y al que muchos pruebas permiten asociar con el sol: «adorábamos al sol naciente», declararon unos canarios esclavos del sultán de Marruecos hacia 1350. Además, en varias islas hay indicios de una segunda divinidad astral asociada a la luna: la bula Ad hoc semper de Urbano V (1369) dice que los canarios adoraban al sol y la luna; y algo similar sucede con algunas estrellas.

En segundo lugar, creían en espíritus negativos que provocaban su temor y a los que les atribuían el origen de enfermedades y otros males. Son los «Tibicenas» de Gran Canaria, los «Hirguanes» de La Gomera, el «Iruene» de La Palma o el «Guayota» de Tenerife. Se manifestaban  con formas fantásticas y aterradoras: grandes perros lanudos en La Palma, enormes machos cabríos erguidos sobre sus patas posteriores en La Gomera, animales inverosímiles y quizás también tortugas marinas en Gran Canaria.

Por último, existía el culto a los espíritus de los antepasados o, mejor dicho, diversas formas de relacionarse los vivos con los muertos. En Tenerife los menceyes o jefes de tribu juraban sobre un hueso del primero de su linaje, y algunas personas se inmolaban voluntariamente  para llevar mensajes de los vivos a los muertos. En Fuerteventura y Lanzarote invocaban a los espíritus de sus antepasados, que «andaban por los mares y venían … en forma de nuuecitas a las orillas del mar, los días maiores del año, quando hacían grandes fiestas… a la madrugada  el día de el maior apartamento  del sol en el signo de Cáncer i que a nosotros corresponde el día de San Juan Bautista» (F. Morales, 1978: 439). Además, en nuestra opinión, los antepasados y, sobre todo, las antepasadas jugaron un papel destacado en los cultos familiares, pues así interpretamos la presencia de figurillas femeninas en ámbitos domésticos de Gran Canaria.

«CASAS DE ORACIÓN»

Las fuentes mencionan lugares de culto en diversas islas y en otras ocasiones sólo dicen que adoraban a su dios en lo alto de las montañas. La montaña era el espacio intermedio entre la tierra habitada por los hombres y el cielo habitado por sus divinidades y, por lo tanto, el mejor para comunicarse con ellas, por lo que A. Tejera (1988) las relaciona con el concepto de Axis mundi. Los lugares de culto mencionados son los «efequenes» o casas de oración de Fuerteventura y Lanzarote, recintos construidos donde ofrendaban leche y manteca; los amontonamientos de piedras de La Palma; las «cuevas-iglesias» de los guanches de Tenerife; etc. Pero es en Gran Canaria donde mayor información existe, tanto arqueológica como escrita. En una expedición a Canarias en 1341, N. da Recco vio en Gran Canaria una capilla con una estatua en piedra de un hombre desnudo, con un delantal de palma y una bola en la mano. Mucho más tarde, Andrés Bernaldez (F. Morales, 1978) menciona una casa de oración llamada «Atorina» presidida por un conjunto escultórico de madera integrado por una mujer desnuda, a sus pies una cabra y un cabrón copulando, y ante ella derrama- ban leche y manteca en ofrenda. Leonardo Torriani y Fray Juan de Abreu Galindo describieron las casas de oración basándose en un manuscrito antiguo. En ellas «se encomendaban al Dios que estaba en lo alto, que decían Almogaren, que es «casa santa»; las cuales rociaban  todos los días con leche, y para ello tenían muchas cabras diputadas, y no les quitaban los garañones  en todo el año, porque no les faltase la leche» (J.Abreu, 1977: 156). A partir de entonces, el término «Almogaren» ha tenido gran predica- mento en la literatura arqueológica, aplicándose con cierta liberalidad a diversos tipos de estructuras excavadas en la roca, generalmente con cazoletas y canalillos que se presupone estaban relacionados con el vertido de líquidos, aunque es más que probable que no todos estos yacimientos tengan que ver con lo que describió Abreu. Sin embargo, sí se asemejan bastante a la idea expresada por nuestro historiador algunas cuevas artificiales de traza muy distinta a las habituales cuevas-vivienda, que suelen incorporar pinturas y grabados rupestres en sus paredes y, a menudo, una hornacina o un poyo en la pared del fondo. Un ejemplo claro de ello son la Cueva Pintada de la Montaña de Tunte y el «almogaren» del Bentaiga, ambos de estructura análoga, también las cuevas con múltiples triángulos púbicos grabados en sus paredes, a menudo ubicadas en lo alto de riscos, como Los Candiles, Cueva Caballero, Cagarrutal, Los Pilares, Risco Caído, etc.

Hubo dos grandes santuarios en lo alto de impresionantes riscos de esta isla, «Tirma» y «Umiaga» o «Amagro». Existen dudas sobre si Umiaga estaba en el entorno de los Riscos Blancos de Tirajana o en lo alto de la Fortaleza, un reducto natural de altos riscos con su acceso protegido por una muralla, donde un contingente indígena se atrincheró y fue asediado en los últimos episodios de la conquista, y al que en las crónicas se denominaba «Ansite». Tirma es una espaciosa zona amesetada al oeste de la isla, con diversos yacimientos aún sin estudiar, pero cuyas tipologías a priori no parecen responder a ámbitos domésticos. La misma consideración  sacra tenían los recintos donde vivían las «harimaguadas» (adolescentes vírgenes dedicadas al culto), a los cuales se llamaban «Tamogante en Acoran» («casa de dios»). Todos esos espacios sacralizados, tanto «Tirma» y «Umiaga», como los «Almogarenes» y las propias «Tamogante en Acorán» tenían para los canarios un estatus que los europeos juzgaron análogo al de sus templos cristianos,  «guardándolos y reverenciándolos como a Iglesias». Y si alguien que había infringido una ley se acogía a ese sitio, no se podía emplear contra él la fuerza ni lo podían sacar contra su voluntad, pues era suelo sagrado fuera de la jurisdicción de los hombres y sus leyes.

Pero, al margen de esos dos grandes santuarios, las cumbres de Gran Canaria contienen numerosos yacimientos con estructuras construidas y/o excavadas, algunas conocidas de viejo pero la mayoría descubiertas recientemente por investigadores como J. Cuenca, que las ha asociado con prácticas rituales o les ha atribuido una función astronómica (J.Cuenca, 1991, 1996 y 1997), aun- que en realidad la mayoría permanecen inéditas o incluso sin estudiar, salvo casos muy concretos. En unos casos se trata de recintos circulares u ovales delimitados por muros bajos, algunos con torretas internas (Foto 3), y a veces presentando orientaciones astronómicas o alineadas con el Teide, que emerge en la lejanía. Son muy comunes en las crestas del fragoso relieve del SO de la isla los grupos de torretas de piedras de hasta 2 m. de altura, normalmente alineadas, que en algunos pocos casos están junto a poblados, pero la mayoría forman conjuntos independientes o asociados a recintos no habitacionales; son análogas a otras que aparecen asociadas a túmulos preislámicos norteafricanos. En lugares habitualmente elevados de toda la geografía insular, existen plataformas artificiales rebajadas en la roca, al aire libre, con cazoletas y canales excavados, que han venido siendo denominadas «almogarenes», por prejuzgar que en ellas se ofrendaba leche u otras sustancias, tal y como describen las crónicas de la conquista que se hacía en las casas de oración-almogarenes, pero esa función no ha sido demostrada aún empíricamente, sencillamente porque aún están por estudiar. Las cuevas artificiales como las descritas más arriba constituyen un espectacular exponente, donde se combinan el grafismo y el simbolismo con la arquitectura troglodita e incluso los puntos de luz, para crear espacios sugerentes con diversas soluciones: salas cuadrangulares  de techo plano, con hornaci- nas o un poyo en la pared del fondo; o de planta circular con techo abovedado muy alto; los grabados y pinturas ocupan la pared del fondo, también parte de las laterales e incluso la totalidad de ellas. Recientemente  se han localizado en la cima de la Montaña de Hogarzales grupos de pireos como los de La Gomera y El Hierro, pero permanecen sin excavar de momento (E. Martín et al., 2001).

De hecho, en casi todas las islas hay diversos tipos de evidencias en las cimas de montañas, que no tienen nada que ver con asentamientos humanos, y han sido relacionadas hipotéticamente con las creencias y prácticas mágico-religiosas. Pero no basta con meter en ese saco tan elástico a todo aquello para lo que no tenemos otra explicación, sino que esas hipótesis o meras especulaciones hay que confrontarlas y explicarlas.

Entre 1994 y 1995 abordamos el proyecto de investigación  Garajonay: arqueología de las mon- tañas, que pretendía contrastar las hipótesis generadas respecto a las estructuras que la literatura arqueológica canaria viene denominando «pireos» o «aras de sacrificio», hasta entonces identificadas en tres cimas de montañas de la isla de La Gomera y en varias lomas de El Hierro. Durante las cam- pañas de prospección se localizaron 56 conjuntos, algunos de los cuales superan las veinte estructuras, así como un número menor de estaciones de grabados rupestres y de cazoletas-canalillos. En
1999-2000, dentro del proyecto Aras de sacrificio de las Islas Canarias: función y origen, se excavó el conjunto de pireos del Lomo del Piquillo. Entre 2000 y 2005 se han realizado nuevas prospecciones y excavaciones en el Parque Nacional de Garajonay, en el marco de otros dos proyectos, de manera que hoy conocemos cerca de 70 conjuntos de aras.

En lo alto de montañas, roques y lomos de manifiesta altura en una isla ya de por sí muy abrupta (Foto 6), encontramos un gran número de pireos, construcciones de las que distinguimos tres tipos: simples, complejas y «tipo Garajonay. La mayoría se encuadra en el primer grupo: No suelen exceder los 2 m. de diámetro y están formadas por un murete circular u oval de piedras, delimitando un espacio que constituye la cavidad de combustión; a veces en el exterior hay una o más piedras alarga- das y de notable tamaño hincadas verticalmente. Estos pireos simples se habían identificado desde el siglo xvi en la isla de El Hierro, pero en La Gomera son mucho más abundantes que en el resto del

Archipiélago. El segundo tipo es menos habitual y de momento exclusivo de La Gomera: Son más sólidas y de mayor tamaño, con planta oval o cuadrangular, con varias cavidades de combustión en su interior. El Tipo Garajonay  es una evolución del anterior y de momento sólo se conocen en el yacimiento que les da nombre; es una plataforma de piedras suficientemente estable como para deambular sobre ella, con su perímetro delimitado por grandes bloques y que alberga encima de ella varios pireos simples ubicados a sotavento.

Las evidencias fáunicas son las más abundantes, con gran diferencia, seguidos por fragmentos de carbón, concentradas en las cavidades de combustión, aunque su carácter dinámico suele generar manchones de cenizas y huesos al exterior. En su casi totalidad son restos de cabras y ovejas y, sólo ocasionalmente, de cerdo y peces; en los ovicápridos están representados todos los rangos de edad, pero dominan las hembras adultas, seguidas de ejemplares jóvenes y neonatos; son mayoritariamente huesos de las patas y de la cabeza, que fueron quemadas sobre un soporte y sus residuos vertidos a la cavidad de combustión, sufriendo torsiones y fracturas de origen térmico debido a las altas tem- peraturas alcanzadas y los sucesivos recalentamientos, aunque la exposición ambiental contribuyó también al alto índice de fracturación. Recientes excavaciones en el Alto de Garajonay, la cúspide de la isla, han demostrado que no sólo se quemaban animales, sino también alimentos vegetales, como granos de cebada, frutos de la palma canaria, gramíneas silvestres, etc.

Entre las manufacturas, la industria lítica ocupa el primer lugar, generalmente distribuida por la propia construcción y sus alrededores. La mayor parte de las piezas están elaboradas sobre rocas volcánicas de grano grueso, como los basaltos o la tefrita, un menor porcentaje sobre disyunciones columnares y un número testimonial sobre vidrio volcánico. Se distinguen entre ellos piezas de gran formato sobre bloques o lascas, vinculadas al trabajo de la madera u obtención de leña y la prepara- ción del terreno, y otras sobre lascas menores o sobre disyunciones columnares, que debieron usarse en la matanza y despiezado de los animales. Asimismo, existen pruebas evidentes de talla local, lo que demuestra que algunas piezas fueron fabricadas in situ. Son comunes los fragmentos termoalterados de unos peculiares objetos elaborados en toba y otras rocas con propiedades termoconductoras. Se trata de unas pequeñas pilas con el seno poco profundo y unas placas discoidales con círculos con- céntricos rebajados en su cara superior; en otros casos esas piezas fueron sustituidas por grandes lajas. Sólo eventualmente aparecen fragmentos de cerámica, algún trozo de molino, etc.
El fuego jugaría un papel destacado en el rito, no sólo como manera de transformar y hacer llegar la ofrenda, sino que el propio humo debió servir de elemento vaticinador, como se explicita en algunos textos etnohistóricos. No deja de sorprender que en los yacimientos excavados hasta ahora se usara como combustible mayoritario el pino, siendo así que estos árboles eran muy escasos en la isla y, además, bastante alejados de esos sitios. Valoramos si el esfuerzo de desplazarse largas distancias para recolectar esta leña, a pesar de que abundaran otras especies arbóreas y arbustivas en el mismo yacimiento y su entorno, se debe sólo a sus singulares propiedades como combustible o si, además, esta leña rara tendría un valor simbólico añadido. Unos pocos textos que aluden a los adivinos, personajes con singular protagonismo en el terreno ideológico y político, nos ilustran sobre el destino del sacrificio: «vajó de la montaña un hombre a quien estimábamos más que a otro... porque era el que componía  todas las querellas... hijo de un adivino, su nombre Aguamuge, quien le dio regla para saber lo que avía de suceder... de parte de aquel Señor de Sobre Todo a quien ellos daban aquel diezmo que quemaban» (P. A. del Castillo, 1948-1950: 206-207). «Juan Negrín,... natural de la Gomera,  que antes se nombraba Guagune hijo de Miguan y nieto de Aguamuge,  de los primeros y más principales naturales de aquella isla, quien le dio regla para saber lo que avía de suceder.... de parte de aquel Señor Sobretodo a que ellos ofrecían el diesmo, que quemaban  los frutos que les dava.»  (L. de La Rosa, 1960: 200).

Los conjuntos de pireos, a los cuales no dudamos en referirnos como santuarios, tienen unas cualidades que por orden de prioridad son: 1) altitud dominante respecto al entorno; 2) ubicación junto al abismo; 3) dominio visual sobre el territorio; 4) intervisibilidad con otros conjuntos análogos. Estas cualidades son más acusadas en aquellos sitios con mayor complejidad arqueológica. Las relaciones territoriales, incluyendo las formas de asociación con los asentamientos, nos inducen a interpretar este tipo de yacimientos como pertenecientes a un mismo sistema ideológico, en el cual existió una. Hemos distinguido tres grandes grupos, de más a menos complejidad, basándonos en la cantidad y morfología de las estructuras que los integran y en las cualidades subjetivas de los mismos: A) Garajonay, santuario a escala insular situado en el mismo centro geográfico de la isla y en la montaña más alta (1487 m.s.n.m.), refugio de los gomeros en momentos de peligro sin que tenga condiciones defensivas, por lo que probablemente era suelo sagrado como los de Gran Canaria. B) Tres grandes santuarios (de 20 a 36 estructuras identificadas) situados en el SO de la isla, a cotas algo más bajas (entre 808 y 1243 m.s.n.m.), sobre montañas y crestas muy destacadas en el paisaje y que tienen especiales condiciones de visualidad y visibilidad, presidiendo en su entorno inmediato espacios de claro contenido simbólico (grandes necrópolis, manifestaciones rupestres, etc.). C) Con- juntos de tamaño medio y pequeño (entre 12 y 2 estructuras), sobre lomos, crestas y roques menos destacados, la mayoría por debajo de los 600 m.s.n.m. y cercanos a poblados, con una relación de intervisibilidad respecto a los grandes santuarios, que probablemente fuesen santuarios familiares creados con posterioridad, a medida que se iban desgajando nuevos grupos de parentesco del tronco común.


En la isla de El Hierro son conocidas las aras de sacrificio desde el siglo xvi  y algunas de ellas han sido objeto de excavaciones arqueológicas y otros estudios (M. J. Lorenzo, 1982; M.C. Jiménez, 1991; M.S.Hernández, 2002). Las investigaciones recientes señalan que el funcionamiento de estas estructuras es similar a las de La Gomera, incluyendo las pautas de sacrificio de los animales. El relato de un episodio de la conquista incluye una interesante descripción de un rito comunitario:

«pareciéndoles que oian cantos, y así era, pues entonces el rey de esta isla con todos sus súbditos estaban en un sacrificio público que ofrecían al estilo gentil... el cual usaba mucho de esos sacrificios para  que Dios le mostrase lo que había  de ser de él y de su gente... Y aconteció que la hija del rey... entonces estaba como suspensa y pasmada o transportada  en el sacrificio» (G. Frutuoso: 1964: 132).

En Lanzarote y Fuerteventura se han producido recientemente hallazgos similares a los de La Gomera, lo cual es una interesante novedad en el panorama arqueológico de las islas. En particular, destacan las estructuras de combustión con registro arqueológico como el de los pireos gomeros y herreños, identificadas durante las excavaciones arqueológicas dirigidas por J. de León Hernández y M. A. Perera Betancor en la cima de la Montaña de Tindaya. Sin embargo, ya existían precedentes, pues las propias crónicas de la conquista mencionaban allí comportamientos análogos: «Tenían los de Lançarote y FuerteVentura  unos lugares o cuebas a modo de templos, onde hacían sacrificios... onde haciendo humo de ciertas cosas de comer, que eran de los diesmos, quemándolos tomaban agüero en lo que hauían de emprender mirando a el jumo» (F. Morales, 1978:438).

En diversas montañas de Gran Canaria, como Hogarzales y El Cedro han empezado a aparecer también estructuras similares, según señalamos más arriba. En ambas hay importantes explotacio- nes de obsidiana en canteras al aire libre y en galerías horizontales que horadan circularmente los escarpes superiores de la montaña, identificándose hasta 54 puntos de extracción en la primera de esas montañas. Además de las minas, en la cima de Hogarzales hay 57 estructuras de piedra repar- tidas en tres categorías (E. Martín et al., 2001): A) la mayoría son amontonamientos de piedras de tendencia circular; B) círculos de piedras de una sola hilada o dos concéntricas; C) torretas. Los excavadores sugieren su relación con prácticas rituales para favorecer las actividades extrac- tivas o para apaciguar los espíritus o divinidades que moran en las profundidades de la tierra. La morfología del primer grupo es similar a los pireos de La Gomera y El Hierro. En otras eleva- ciones del centro y suroeste de Gran Canaria hay vestigios arqueológicos  con tipología similar, pero desgraciadamente ninguna ha sido excavada. Existen antecedentes que ayudarían a explicar el papel de estos sitios y del ritual que en ellas se practicaba, y que refuerzan la idea de que este tipo de sacrificio era una práctica generalizada en Canarias y con una función análoga. En el s.xvii
T. A. Marín de Cubas, describiendo la religión de los indígenas de Gran Canaria, aseguraba que: «sobre un alto risco en Tirajana llamados Riscos Blancos, ..., aun alli hai tres braseros de cantos grandes onde quemaban  de todos frutos menos carne, y por el humo si iba derecho o ladeado hazian su aguero puestos sobre un paredon a modo de altar de grandes piedras, y enlosado lo alto del monte» (T. A. Marín, 1986: 256).

Existen pruebas arqueológicas de que algunos territorios dotados de recursos esenciales para su modelo productivo, fueron dotados de una  particular concentración de elementos simbólicos, como son las manifestaciones rupestres, y también de otras estructuras asociadas al culto.

Quizás el caso más evidente sea el papel que tuvieron los grabados rupestres en algunas islas. La correcta disponibilidad de los recursos vegetales y del agua en espacios sometidos a presión antró- pica, dependía de factores naturales y sociales, pero sólo los segundos podían ser controlados. Para asegurarse la reproducción de los recursos forrajeros y su adecuado aprovechamiento, los aborígenes pusieron en práctica diversos mecanismos que regulaban la apropiación y uso del territorio, así como prácticas tecno-económicas encaminadas a optimizar esos recursos (E. Martín, 1998). Pero también usaron procedimientos mágicoreligiosos destinados a intervenir en aquellos procesos que escapaban a su capacidad técnica de control.

El caso de la isla de La Palma es paradigmático. Si en las décadas de 1960 y 1970 algunos investigadores —no todos— decían que un número significativo de grabados  estaban asociados a puntos de agua, las posteriores investigaciones rebatirían tales afirmaciones. Ese tópico que conviene erradicar, se basaba en que unas cuantas estaciones conocidas hasta entonces y muy llamativas —como La Zarza, Fuente Nueva, Buracas o Tajodeque— estaban junto a fuentes o cerca de ellas. Pero a partir de la década de 1980 se incrementó de manera notable el catálogo de yacimientos rupestres (E. Martín, 1986; E. Martín, J. F. Navarro y F.J.Pais, 1990) y se comprobó que tales afir maciones eran infundadas, pues el agua es el recurso estratégico al que menos grabados se asocian, y más a caminos y áreas de pastoreo estival, de capital importancia para asegurar la subsistencia del ganado en la estación más crítica (E. Martín y F. J. Pais, 1996), como la vasta zona de Garafía, donde los grabados se concentran en tres franjas altitudinales (200-600m., 800-1800 m. y 1800-2400 m.), el resto del arco cumbrero de la isla que coincide con la última franja altitudinal citada, el borde exterior meridional de la Caldera de Taburiente y, en menor proporción, el interior de la propia Caldera.

Dentro de estas áreas, podemos hallar a los grabados asociados, por orden de preferencia, a los caminos que van de costa a cumbre y las vías de desplazamientos en la horizontal que utilizaban los pastores tradicionales y que parecen haber sido empleadas antes por los ganaderos auaritas; en sitios dentro de las zonas de pastoreo con condiciones de dominio visual sobre el entorno; también en los puntos naturales de apañada, como son los cabocos (saltos de barranco); en algunas fuentes o abrevaderos, etc. (E. Martín, 1998: 80-81). De esta manera, unos simples campos de pastoreo o unos caminos por donde se desplazaban los ganados tras un forrajeo marcado por la estacionalidad, se fueron cubriendo de símbolos de la comunicación entre hombres y dioses, hasta ir adquiriendo un carácter más o menos sacralizado. Además, en uno de esos territorios, los pastizales de alta montaña asociados al pastoreo estival, las concentraciones de petroglifos coinciden con unas construcciones conocidas como «amontonamientos» o «pirámides» de piedras que, según los historiadores de la conquista, se usaban para determinados ritos.

En el sur de Tenerife, caracterizado por una relativa aridez, la principal actividad subsistencial durante la prehistoria debió ser la ganadería, y la preocupación por asegurar la reproducción anual de los pastos tuvo que desempeñar obligatoriamente un papel de primer orden en la organización social y económica de los grupos humanos.

Un interesante ejemplo es lo que primitivamente se llamó «Chacacharte», que se tradujo al castellano como «Valle del Ahijadero», hasta que en el siglo xx pasó a llamarse Valle de San Lorenzo (J. F. Navarro et al., 2002). En el verano se apareaba el ganadoy, a principios del invierno, los guanches separaban las cabras preñadas del resto de animales para trasladarlas en masa al ahijadero. Estos eran unos vastos espacios comunales a los que se llevaban las hembras preñadas de múltiples manadas de todo el territorio tribal o menceyato, para que allí pariesen en invierno. Eso suponía la necesidad de acotar el terreno, ordenar los usos del mismo y vigilar de manera rigurosa una gran cantidad de ganados durante cierto tiempo. Esos ahijaderos eran zonas bajas, orográficamente cerradas, que tenían asegurado el suficiente pasto invernal para garan- tizar la supervivencia de los neonatos y la calidad futura del rebaño. En definitiva, a los ahijaderos se confiaba el futuro de la cabaña ganadera de la tribu o de una parte de ella y, por tanto, la propia supervivencia.

El Valle de San Lorenzo reúne las características físicas descritas. Son tierras bajas y, por tanto, cálidas en invierno, pero a la vez sus características geológicas y edafológicas favorecen que sean mucho más ricas en pastos que las aledañas a igual altitud. Pues justo allí existe la mayor concentración de grabados de Tenerife, que precisamente están jalonando los accidentes orográficos que rodean el valle y, a la vez, están posicionados y orientados de manera que miran hacia las tierras y pastizales del interior del valle.

Todas las estaciones del Valle están integradas en un mismo sistema marcado por patrones fijos de localización, de intervisibilidad, de control de un territorio común, etc. Además, están en los puntos de vigilancia naturales para controlar el ganado que está dentro. Refuerza esta idea la existencia cerca de los grabados de pequeños conjuntos de cabañas, en las que cabrían sólo unos pocos individuos, que seguramente serían los pastores encargados de la custodia.

La concentración de los recursos subsistenciales en un sólo lugar durante el momento crítico de su reproducción, justifica el que se desencadenara toda una serie de mecanismos mágico-religiosos para asegurar el resultado óptimo del proceso. De ahí la presencia de variados lugares ceremoniales y de personajes vinculados a estas actividades y, lógicamente, al poder político. Dentro del Valle y, sobre todo, en sus bordes, además de los grabados, hay un inusual número de yacimientos con significativa toponimia tradicional: el lugar llamado «El Convento», también conocido por «Las Monjas»; dos «Cuevas del Samarín» (santón indígena); la «Cueva de la Iglesia», cerca de la cual estaba un «Drago Santo» al que los indígenas veneraban por las maravillosas curas que se hacían a su sombra y por protegerlos contra los espíritus; y hubo también tres «Bailaderos» o «Baladeros», lugares donde se hacía un rito piacular en rogativa de lluvia, con participación de personas y ganado, que está bien descrito en las crónicas de la conquista. Tanto las estaciones de grabados como el resto de sitios con cierto componente ideológico adoptan una disposición envolvente en torno al valle, como si en el plano material se deseara ejercer el control visual de los acontecimientos, y en el plano simbólico quisieran concentrar el esfuerzo mágico benéfico en el punto central, donde más se le necesita. (Juan Francisco Navarro Mederos).
Sigue una amplia lista de referencias biliograficas.


“El mal de ojos” y “Sacar el sol”




Había tisanas para el estómago, el riñón, la diarrea, para hacer gárgaras, el hígado, lavatorios de ojos, etc., etc. Se hacían con poleo, “greña millo”, cola de caballo, hierba Luisa, rabo de tigre, manzanilla, romero, ruda y cientos de hierbas y potingues. Y no digo nada si estabas con estreñimiento, o “empachado,” no te librabas de una buena cucharada de aceite de ricino y no sé lo que odiaba más, si el asqueroso aceite o la naranja que me daba mi madre para disimular el sabor y lo único que conseguía, era entremezclar los dos sabores  y texturas dándole a la naranja  un tacto aceitoso y repugnante en la boca que no he podido olvidar..

Si el ricino no funcionaba se recurría a la lavativa donde, por el ano, te introducían una cánula, enganchada a una larga goma, a su vez cogida a la parte baja de un recipiente que se llenaba de agua templada con manzanilla u otro hierbajo adecuado y te llenaban el vientre con un par de litros de la mezcla liquida. Al cabo de un buen rato, salías corriendo hacia la” bacinilla” donde interpretabas un largo concierto de “acuosos gorgoritos” muy acompañados de estruendosos y repetidos tamborileos con olorosos gases… ¡Pero te quedabas en la Gloria!

           La cosa se ponía seria cuando tenías “mal de ojo”. Generalmente ese mal se daba, sobre todo, en los niños pequeños, por lo que las madres, tenían mucho cuidado de mostrar a sus niños a según quien, temiendo que  por celos o envidias, cuando los niños eran hermosos, bonitos o  graciosos, corrían el riesgo de  que le hicieran daño “embrujándole” a la criatura. Cuando esto ocurría, las madres, muy preocupadas, recurrían antes que al médico, a unas “santiguadoras,” llamadas así, porque hacían “santiguados,” una especie de oraciones acompañadas de señales de la cruz, donde se entremezclaban frases religiosas con invocaciones a santos. Estos rezos con frecuencia iban acompañados de sahumerios y amuletos que se colocaban entre la ropa del crio, para quitar el temido “mal de ojo” que dejaban a las criaturas, desganadas, ansiosas, con insomnios y un llanto, casi continuo, sin ningún motivo aparente. Cuando se llevaba la criatura a la santiguadora, ésta, se colocaba frente a él y comenzaba:

             "Yo te santiguo en nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (hace la cruz con la mano derecha, en el aire)"
                  ¿Qué te corto (
Nombre de la persona)?, la persona le contesta y si es un niño pequeño prosigue.
                  "Yo te corto el mal de ojo, susto o disgusto, pero no te lo corto con cuchillo ni con hierro martillado, sino con la palabra de Dios y el Espíritu Santo" (
Hace simultáneamente la cruz en la espalda de la persona).
                  "Señor mío Jesucristo, treinta y tres años por el mundo anduviste, muchas enfermedades curaste, muchos males disipaste, a María Magdalena perdonaste, a nuestro padre Lázaro resucitaste, así como esto es verdad te doy las gracias por el bien de quitar el mal a esta criatura, que a esta, ni a mi, ni a nadie le haga mal, Jesús, Jesús, Jesús Amén."

"Si te entró por la cabeza, Santa Teresa"
"Por la frente, San Vicente"
"Por la nariz, San Luís"
"Por la boca, Santa Mónica"
"Por la garganta, San Gregorio"
"Por el corazón, La Purísima Concepción"
"Por la barriga, La Virgen María"
"Por los Pies, San Andrés"
 "Y por el cuerpo entero, Jesucristo verdadero”
                 "Este rezo y los siguientes padre nuestros se los ofrezco a Jesús Sacramentado, y así como Jesús entró en Belén en el cuerpo de (dice el nombre de la persona) entre el bien y la salud y salga el susto, disgusto y mal de ojo"
                  "Si esto no fuera suficiente, bastará la palabra de Dios que es grande, Jesús, Jesús, Jesús, Amén"
                  Ahora se rezarían tres padre nuestros, y se repite el proceso tres veces.     
(
texto sacado de una página de internet).
          Existen variaciones en los “santiguados”, aunque todos siguen una línea común. Cada santiguadora, tiene su oración personalizada.

          En cuanto a la eficacia de este tipo de remedios, dependía de la fe que se pusiera en tales métodos, pero aún así, las madres se quedaban tranquilizadas  después de haber hecho el santiguado, esa misma tranquilidad, acababa por  convencerla de la curación del  paciente.       
                                
           Habían remedios similares al expuesto anteriormente para curar la insolación, más conocido popularmente por el nombre de “golpe de calor”. El mal, generalmente, venía acompañado de fuerte dolor de cabeza, fiebre, mareos, vómitos, estado indolente,… y estaba producida como consecuencia de una larga exposición bajo el sol sin protección.
          Recuerdo un día de verano de pasarnos toda la mañana, mi hermano Andrés y yo, bañándonos en el Muellito con todos los chiquillos, jugando y  tirándonos  desde el muelle al agua con la marea llena. Se hizo la hora de ir a comer y yendo de regreso a casa, mi hermano empezó a sentirse mal. No obstante, nos pusimos a comer, pero él, no pudo terminar porque se levantó corriendo para ir a vomitar. Mi madre preocupada, le puso la mano en la frente y notó de inmediato, que le ardía la cabeza por la fiebre. Le puso el termómetro, y el mercurio casi rozaba los 40º.  Mi hermano se quejaba de dolor de cabeza y su cara estaba enrojecida. Le aplicaron paños humedecidos con vinagre en la frente y cabeza tratando de aliviar algo la fiebre y los dolores y no recuerdo cuantas cosas más intentaron para mejorarlo.

          No tuvo que ser suficiente mejora porque, mis hermanas, convencieron a mi madre, que se negaba a ese tipo de curaciones, a que le “sacaran el sol” por medios de rezos de las santiguadoras. Posiblemente la decisión de recurrir a semejante remedio, estaba condicionado a que frente de casa, vivía Juana “La Muerte”, que para estos casos, ya tenía probada su experiencia. Una de mis hermanas llevó a Andrés a la casa de la sra. Juana para lo que solo se tuvo que dar 10 pasos escasos.

             Juana“la Muerte” era un personaje en San Andrés. Su apodo desconozco si le procedía de antecedentes familiares, pero de lo que no cabe duda, es que ella le hacía honor al sobrenombre. Era alta, seca como un tollo, cara alargada, surcada por ya muchas arrugas, más por sufrimientos, que por los muchos años ya vividos. Su cuerpo añoso y casi retorcido como la cepa de una vid, manos y pies de largos dedos huesudos. No sé si por anciana o por alguna lesión, cojeaba de una pierna con un suave balanceo sobre las empedradas calles. Siempre vestida de negro con un pañuelo del mismo color a la cabeza y faldas largas casi hasta el suelo, dejando solo al descubierto, sus huesudos pies descalzos. Con el mayor de los respetos y con todo mi cariño, con una guadaña en sus manos, era la “viva” imagen de la Parca Átropos.

             Si no fuera porque tenía dos hijas, se hubiera dicho que Juana “la Muerte” había nacido viuda. Nieves era la hija mayor y estaba unida a Ruperto uno de los hijos del Peinador. Vivian con Juana y ya tenían dos niñas; “Pitusa” de la que fue madrina una de mis hermanas y otra más pequeña, que no recuerdo su nombre.

              La otra hija de Juana, era Juliana, trabajaba y vivía en casa del ”Currillo”. Cuidaba de Zenón y Pascasio y hacia las faenas de la casa y lo que saliera, porque era una mujerona fuerte y muy trabajadora. La recuerdo cargando agua del chorro con un barreño a la cabeza llevándolo como si fuera una pluma y banastas de cebollas que cultivaba el Currillo en una huerta que tenía al lado de  la Batería  por donde ahora está construido el barrio del Suculum. Alguna tarde pasé, con Pascasio y Zenón, sentado a la puerta de su casa, en el “patio” donde además, vivía el Peinador con su extensa familia, quitándole las “greñas” a las cebollas que luego trenzaban haciendo largas ristras.
         Acompañé a mis hermanos a la casa de Juana “la Muerte” un tanto por curiosidad por ver que le haría y porque no era la primera vez que iba, pues jugaba con frecuencia con su nieta Pitusa y en más de una ocasión, con el palo de la escoba, la propia Juana, me  bajaba la pelota, aunque siempre renegando, cuando jugando  en la calle, caía en el viejo tejado  de su casa donde crecían, entre las tejas, varias matas de bejeques y verodes.
           Juana pidió que le trajeran un paño grande blanco y una toalla. Mi hermana me mandó a casa a buscarlo y volví rápido con un trozo de sábana y la toalla. Ya tenía a mi hermano sentado frente a ella con un vaso de agua en la mano. Hizo que mi hermana plegara la sábana varias veces hasta conseguir un grueso de 3 ó 4 capas. Tapó la boca del vaso lleno de agua con el paño doblado, invirtiéndolo, mientras lo colocaba sobre la cabeza caliente de mi hermano. Juana hizo la señal de la cruz sobre la cabeza del enfermo, a la vez que farfullaba una retahíla de rezos y recitado, de frases incomprensibles, en un tono bajo y misterioso.

             Yo no quitaba los ojos del vaso de agua esperando algún hecho extraordinario como que echara humo, hirviera el agua, cambiara de color o… en fin, ¡algo! Pero lo único que ocurría era que el agua iba mermando del vaso al irse empapando el trapo, y como señal del filtrado lento del traspaso del agua por capilaridad, salían unas cuantas burbujitas como si fuera gaseosa.

          En todo este proceso, Juana no cesaba de echar sus rezos y recitados, en un murmullo ininteligible, hasta quedar el vaso vacio. Para comprobar la eficacia del procedimiento y que el “solanero” había desaparecido, “jaló” de tres matas de pelo del paciente, que soltó un lastimero ¡AY! Al notar que el pelo “estrallaba”,  dió  por concluida la invocación, ….¡¡ Estaba curado!!

          No sé si como consecuencia de los rezos  o por refrigeración de la cabeza debido al agua absorbida por el paño,  la realidad fué que mi hermano salió de casa de Juana “La Muerte”…. ¡¡Vivito y coleando!!

           En San Andrés había varias mujeres muy ancianas, que quitaban el “mal de ojo” y “sacaban el sol”. Que yo recuerde, además de Juana, la sra. Trinidad, era una de esas mujeres y vivía frente de mi casa al lado del sr. Luís y sra, Gumersinda, su esposa. En la misma calle La Cruz pero más abajo, haciendo esquina con la vivienda de don Manolo Rodríguez y doña Chana, la sra. Encarnación, también

Santiguadoras en La Palma







Por Rosa Pezzuti - Islas Canarias


Encontrar el lugar de nacimiento de los refranes populares es una tarea ardua y, seguramente, un trabajo interesante porque ellos, en muchos casos, guardan un legado de sabiduría que se transmite de generación en generación, de padres a hijos. ¿Sabiduría popular? ¿Un pedazo de nuestra historia? ¿O es sólo una vieja, y bastante vieja, superstición? Uy…. Ya me imagino la cara de muchos. A veces mejor quedarse sin obtener las respuestas a ciertas preguntas, especialmente a una como esta ¿Vuelan o no vuelan? Claro, sería mucho más simple decir que es superchería, que estos viejos refranes o dichos populares, nada tienen que ver con los avances de este maravilloso y tecnológico siglo y así se zanjaría el tema….
 Pero, y siempre hay un pero, no haríamos justicia a los refranes, ni a quien, en su momento, los dijo, pero claro, no estamos aquí para hacer justicia a las brujas con sus escobas, sin ofenderlas, en cuanto yo sería la primera en montarme en una.
 Ya me estoy perdiendo en mi imaginación, retomemos el asunto que nos importa, no es que sí las brujas vuelan, es entender qué hay de cierto en los refranes, qué hizo que se difundieran y qué hace que, aún hoy, despierten pasiones y controversias. Para aclararlo debemos dar un paso a tras en el tiempo y remontarnos a los akelarres (del vasco akelarre, "aker" = macho cabrío y "larre" = campo), término para designar el lugar donde las brujas celebraban (¿o celebran?) sus reuniones y sus rituales.
 La palabra akelarre o aquelarre abre nuestra imaginación a otros tiempos en donde las mujeres eran poseedoras de un vasto conocimiento en hierbas medicinales, que sabían como interactuar con la Madre Naturaleza, respetando el momento justo para recolectar las hierbas que eran más tarde utilizadas para la realización de los ungüentos y pócimas. ¿Pócimas que
les dieran la sensación de volar?
 Pero en lo que respecta al objeto de nuestro estudio está aquí, en el lugar que me ha acogido, La Palma. Gran parte de las tradiciones isleñas canarias son una reminiscencia de las prácticas mágicas de los aborígenes, con su ‘guayota’ (nombre que recibía una de las entidades mitológicas malignas) y ‘aranfaibos’, mujeres adivinadoras, especie de sibilas, y apariciones misteriosas a manera de ‘tibisenas’ (guacanchas en la mitología guanche, eran demonios o genios malignos en forma de perros oscuros), pavas, gallinas, becerros, puercos...,
Respecto al motivo del artículo, se dice que fueron las moriscas las primeras santiguadoras con sus prácticas, conjuros, ligamentos, etc. En ellas tienen su origen muchas de las prácticas de brujería. Una muestra es el conjuro-oración que introdujo en Gran Canaria, finalizando el s. XV, la morisca nacida en Sevilla, Isabel Ramírez, conocida por la Forfalana. 
Brujas, hechiceras, santiguadoras, grandes conocedoras de los ciclos lunares y de sus múltiples beneficios, de las hierbas y plantas, mujeres, al fin, que sabían como agradecer al Universo, con rituales mágicos si se quiere; mágico, porque es el ingrediente que le daba su eficacia.
Hoy hemos de agradecer a aquellas mujeres los conocimientos que nos legaron y la simiente que sembraron en otras mujeres en el uso de plantas como la belladona, el cornezuelo, la dedalera,... con fines terapéuticos, la capacidad de curar.
Los rituales no son otros que actos de respeto y agradecimiento por lo que la Madre Naturaleza pone a nuestra disposición. No es nada raro escuchar hablar en la isla de curanderos y curanderas, hombres y mujeres que conocen el arte de las hierbas  y de santiguadores y santiguadoras que, con ensalmos son capaces de curar tal y cual enfermedad. Muy común es el santiguado para quitar el sol, es decir, la enfermedad debida a la exposición prolongada a los rayos solares, que se hace poniendo un paño doblado sobre la cabeza del paciente y encima un vaso con agua mientras se hacen cruces en ella y se reza:
"Sol, sol, vete al sol,
deja a (nombre del paciente) su resplandor.
Hombre santo nómine,
quita el sol y aire si hay.
Así como el mar no está sin agua,
ni el monte sin leña,
ni el cielo sin ti,
rosa de Cristo,
coge tus rayos
y vete de aquí"
 
Y por recomendación del santiguador se tiene que rezar un Credo al terminar y repetir durante 3 días. O quien sabe curar con las manos una torcedura mientras, en silencio, reza o mira al cielo con una mirada perdida. Lo que si podemos constatar es que funcionan, aún cuando la medicina oficial se sigue preguntando cómo lo hace.

 En el santiguado se recitan y se ponen en boca de las personas, verdades y oraciones santas, como preámbulo a la práctica. Esta práctica está muy arraigada en todas las clases sociales. Podemos distinguir dos tipos de santiguados: el realizado por santiguadores de buena fe, que practican su santiguado por el mero hecho de hacer el bien a la Humanidad, devolviendo la salud a los enfermos que a ellos acuden y el de los santiguadores metalizados, que hacen de su práctica supersticiosa una industria para atrapar y sorprender a los fanáticos. De lo que antecede, parte la creencia de que hay  dos clases de espíritus: buenos y malos; creencia que hizo que los filósofos alejandrinos clasificaran la Magia en dos tipos: la Teurgia (o Magia bienhechora) y la Goecia (o Magia malhechora); magias que en la Edad Media se las llamaba, respectivamente, Magia Blanca y Magia Negra, degenerando esta última en una mal llamada brujería
.
 Si se quiere, se puede analizar los Legajos del Archivo del Tribunal del Santo Oficio de Canarias, donde se puede ver que no faltaban santiguados como el del bien querer, la oración para ligar, la oración de la sal, la oración del ánima sola, la oración del ánima fiel, las oraciones de Santa Marta, Santa Elena, Santa Magdalena, de Doña Maria de Padilla...
 
Entre 1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109 hombres. El término bruja no aparece sino hasta 1529, y aunque no parece establecerse una delimitación clara entre las brujas y las hechiceras, parece que hay rasgos de las brujas (volar, chupar las sangre de los recién nacidos,...) que las hechiceras no los practicaban. Aunque ambas prácticas son consideradas maléficas, por los inquisidores, la hechicería puede tener un carácter benéfico y curativo, aunque lo más normal es que se utilice para atraer o conservar el amor de una persona, para adivinaciones o curaciones, las santiguadoras.

  Y finalmente, ya para esclarecer lo hechos y reivindicar a las brujas (por cierto, obligadas en las iconografías oficiales ya para identificarlas o para acallar sus conciencia, a lucir esos atuendos sin ninguna gracia con los que se las representaba, y, de paso, con verruga y todo), es justo y necesario hacer, una vez más, un pequeño salto histórico hasta llegar a la Edad Media y a la elaboración del pan de centeno, un cereal muy utilizado en esa época y de cómo de él procedía el ergot, un potente alucinógeno (y muy peligroso, pues basta recordar la enfermad denominada Fuego de San Antonio), con el cual untaban el palo de escoba, entre otras cosas, y ….creo que llegada a este punto  relatar el procedimiento usado para introducir la droga en su cuerpo no tiene el menor sentido, como tampoco lo tiene el constituirnos como parte acusadora y condenar unas prácticas de las cuales ignoramos su verdadera finalidad.

Rituales que realizaban, lejos de la vista de curiosos, en parajes inolvidables (como el Llano de las Brujas, en La Palma, mostrado en la fotografía), donde las nubes parecen querer hablarnos y que, hoy en día, siguen siendo lugares visitados, donde poder conectar con lo mágico.

  No hay rincón de La Palma que no invite a la meditación, a la reflexión, lugares que parecen susurrarnos que simplemente detengamos nuestros pasos de viajeros apresurados y que nos dejemos envolver por la neblina, las nubes y los sonidos de la Naturaleza, y sí a lo lejos vemos o escuchamos voces, no tengamos temor, seguramente es el canto y las risas de quienes están o estuvieron compartiendo este mismo instante que nosotros o es que “de que vuelan, vuelan”. (rosapezzuti@hotmail.com)





De brujas y hechiceras a curanderas y santiguadoras: el poder coartado de las mujeres canarias




Por: Maria Ferraz
Navegando por la red he descubierto que un reportaje mío que escribí hace más de 15 años, en mi época de “intrépida periodista”, ha sido plagiado y andan algunos tíos por ahí arrogándose el derecho de su autoría con toda la desfachatez y poca vergüenza del mundo. Sólo una web, el Portal Afrikanista, ha tenido el detalle de respetar mi nombre. Publico de nuevo ese artículo en mi blog, no sólo para dejar bien claro quién fue su autora, o sea, yo, sino porque a raíz de un intercambio de mensajes en Facebook, decido recuperar a mis queridas “brujas” de antaño. Así pues, aquí va (literal, tal y como se publicó entonces, sin modificaciones que hoy, sin duda, haría, pero he decidido respetar el original):
 La construcción androcéntrica de la Historia por parte del sistema patriarcal en el que vivimos ha supuesto un sesgo fundamental en la visión que se ha transmitido de las mujeres a lo largo del tiempo. Las gestas y hazañas que han ido construyendo el devenir de los pueblos han sido transmitidas por hombres que han realzado las virtudes de sus coetáneos olvidando a la otra mitad de la humanidad. La presencia de la mujer en la Historia se vio limitada hasta hace bien poco a hechos tan reprobables como el que relatamos aquí. Ahora que está tan en boga el resurgir de lo femenino, nos adentramos en la historia de las brujas y hechiceras canarias, para descubrir otra visión, sorprendente, que difiere en grado sumo a la contada por los estudiosos de la época.
“El escribano de la causa observó que tenía en la espalda una señal de bruja, a lo que ordenó el gobernador: pues que es bruxa, denle tormento, pues tiene señal de bruxa. Se negó, muy valientemente, a declarar. Pero, sometida a un brutal tormento – el potro, la toca y la polea, con pesos colgando de sus pies-, acabó confesando los hechos propios de la acusación que se le hacía: pacto con el demonio, que se le aparecía en forma de camello garañón y al que besaba el pie; volar por los aires, echando alhorra sobre los campos; chupar niños, abriéndole el demonio las puertas; untarse con un ungüento blanco que hacían con tútano de perro y sebo y tútano de camella y cabra, y con otro verde que el diablo les daba.” Lucía de Cabrera (Lanzarote, 1577), autora de la confesión que cita Francisco Fajardo Spínola, estudioso del tema, se retractó de la declaración que obtuvieron los inquisidores a través del tormento alegando que lo dijo con miedo y fruto de la tortura. Murió poco después como resultado de ésta.
La caza de brujas en Canarias no fue tan masiva como en la vieja Europa, pero sí digna de estudio por las variantes que introduce. El caso de esta mujer es paradigmático; recoge en la confesión la mayor parte de las atrocidades de las que se acusaba a las brujas, pero aderezadas con elementos culturales propios: el diablo convertido en camello, por ejemplo o el tuétano y sebo de camella y cabra, animales propios de la isla.
Las noticias sobre la brujería y hechicería en las Islas Afortunadas fueron analizadas por muchos estudiosos partiendo de sus propias creencias y prejuicios. Pese a que el Archivo Histórico Nacional y el Archivo del Museo Canario recogen numerosos procesos contra mujeres acusadas de superstición (amplio epígrafe donde tenían cabida la brujería y la hechicería), la interpretación dada al fenómeno lo aleja en ocasiones de la raíz canaria para situar todas las culpas en las moriscas, esclavas africanas, berberiscas y/o peninsulares que poblaron las islas después de la conquista. “(…) fueron estos moriscos de Berbería los que infestaron, moral y espiritualmente, los hogares de cristianos viejos, verdaderos adalides de la fe católica. (…) Las moriscas fueron las que más relajaron y envenenaron el ambiente social y religioso con sus prácticas, conjuros, ligamentos, maneras de vivir, etc.” (Sebastián Jiménez Sánchez, 1955). Y si bien es cierto que la influencia de estos colectivos fue notable, no podemos olvidar la historia y la tradición mágica que tenía lugar en Canarias antes de la llegada de los conquistadores con su cruz y su espada.
Las crónicas de los historiadores nos han transmitido una visión de las mujeres aborígenes bastante peculiar. Desde los oráculos de Tamonante y Tibiabín en Fuerteventura hasta la combatividad de las mujeres palmeras, nos encontramos con una gran variedad de relatos que ponen de manifiesto el significativo papel que desempeñaron las mujeres en la conquista. La presencia de éstas en los ritos mágico-religiosos también es destacable, y así nos encontramos en Gran Canaria con la existencia de las “maguadas” o “harimaguadas”, lo que nos habla de una tradición en la que el culto a la fertilidad y los ritos de purificación están presentes en la vida cotidiana.
En definitiva, en Canarias nos encontramos ante un caso, no de matriarcado, pues no existía esa desigualdad entre hombres y mujeres propia de la cultura patriarcal, sino de matrilineazgo y matrifocalidad. La herencia se transmite de la madre a los hijos, el derecho de propiedad es de titularidad femenina, se adora la diosa madre de la fecundidad y de la tierra (ejemplos arqueológicos como el ídolo de Tara así parecen confirmarlo), se exalta la maternidad y la mujer goza de las máximas libertades en el terreno sexual. Nada obliga a la mujer a guardar fidelidad conyugal ni existen los mismos conceptos de virginidad, castidad, repudio y legitimidad de los hijos que podían tener los conquistadores.
Después de la conquista y tras el exterminio de gran parte de la población aborigen, la mezcla de razas fue evidente, pero aún así pervivieron muchas costumbres y tradiciones, por las cuales fueron satanizadas muchas mujeres y acusadas de brujas. Tengamos en cuenta que la conquista de Canarias finalizó en los inicios de la caza de brujas en Europa. Y aquí no nos íbamos a quedar atrás.
La misoginia Europea
La ola de terror misógino que asoló fundamentalmente Europa, aunque también afectó a América (recuérdese si no a las “brujas de Salem”), durante los siglos XVI, XVII y XVIII no tiene una fácil explicación, pero demuestra hasta qué punto los hombres ejercían el poder sobre las mujeres, qué grado de sadismo sexual y violencia llegaron a emplear en sus torturas y hasta qué punto el miedo y el odio se convirtió en el principal acicate de la mayor matanza de mujeres de la historia, por una causa diferente a la guerra. Si a eso le añadimos los cambios económicos, políticos y religiosos (la Reforma y la Contrarreforma) que sufría Europa ya tenemos preparado el contexto.
Los aquelarres, los pactos con el diablo, los niños a los que les chupaban la sangre, las cópulas con el demonio,… fueron la excusa perfecta para el ensañamiento de los jueces, inquisidores, torturadores, carceleros,… sobre mujeres “viejas, pobres, analfabetas, viudas y curanderas”. Ese quizás fue el mayor delito, ser mujer con esas características. Se calcula que cien mil mujeres pudieron haber sido ejecutadas, y si bien entre un 10% y un 20%, según las poblaciones, de acusados fueron varones, más del 80% fueron de sexo femenino. Pero al margen de las ejecuciones nos quedan otros cientos de miles de mujeres (se calcula que más del doble de las ejecutadas) desterradas, multadas, humilladas y estigmatizadas con el sambenito de bruja.
El control sobre sus cuerpos, especialmente sobre la sexualidad, la marginación del mundo productivo y la desvalorización de sus conocimientos médicos fueron estrategias empleadas para sumir a las mujeres en la más absoluta indefensión y soledad frente a terribles acusaciones. Sin embargo, hoy hemos de agradecer a aquellas mujeres los conocimientos que nos legaron y la simiente que sembraron en otras mujeres en la búsqueda de nuestro poder: el uso de plantas como la belladona, el cornezuelo, la dedalera,… con fines terapéuticos, la capacidad de curar y curarnos a nosotras mismas, la posibilidad de elegir nuestras vivencias sexuales, la libertad de asociarnos y la posibilidad de acceder al mundo laboral. El ansia de libertad e independencia hace tres siglos lo pagaron muy caro…
Hechicería y brujería: el exterminio del poder femenino.-
Judíos, portugueses, moriscos, esclavos africanos, castellanos, andaluces,… toda una mezcla de gentes y costumbres fue a poblar las islas una vez finalizada la conquista. Si a eso le añadimos la posterior influencia de países de América como Venezuela, Cuba o Brasil, fruto de la emigración de canarios allá nos encontramos con una tradición curanderil sincrética en la que perviven elementos aborígenes (quizá los más escasos) con elementos europeos (cristianos), africanos y latinos. Todo un cocktel explosivo para unas islas mágicas y estratégicas.
Entre 1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109 hombres. El término bruja no aparece hasta 1529, y aunque no parece establecerse una delimitación clara entre las brujas y las hechiceras, parece que hay rasgos de las brujas (volar, chupar las sangre de los recién nacidos,…) que las hechiceras no los practican. Aunque ambas prácticas son consideradas maléficas, por los inquisidores, la hechicería puede tener un carácter benéfico y curativo, aunque lo más normal es que se utilice para atraer o conservar el amor de una persona, para adivinaciones o curaciones. La brujería, quizás derivado de la histeria colectiva y misógina que recorría Europa, se la consideraba instrumento del demonio. Satanás campaba a sus anchas por la Tierra y las brujas eran sus servidoras. Claro que, nada más lejos de la realidad.
La mayor parte de las mujeres procesadas por hechicería o brujería fueron de baja condición social, de mediana edad y de grupos étnicos marginados, siendo arrancadas muchas de sus confesiones a través del tormento, con lo cual se puede afirmar que son los jueces inquisidores los creadores de la confesión. Si bien se llegó a generar un miedo colectivo ante las presuntas brujas o hechiceras no se produjeron explosiones de histeria ni persecuciones masivas como en la vieja Europa, aunque la Inquisición jugó un importante papel moderador en este sentido.
En general, tras el delito de superstición se escondían aquellas prácticas relacionadas con la magia amatoria, la adivinación o la sanación, aunque en el siglo XVIII la hechicería se torna más siniestra y se la relaciona con toda suerte de maleficios. Los supuestos pactos con el diablo empiezan a proliferar, aunque también podemos encontrar referencias interesantes desde el siglo XVI. En la visita que realizamos al Museo Canario en Las Palmas de Gran Canaria, tuvimos la oportunidad de tener en nuestras manos cientos de legajos sobre procesos inquisitoriales y cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar la existencia de un patrón prefijado en las acusaciones. Si comparamos procesos distintos vemos que se repiten las mismas: “menosprecio del sacramento del bautismo, pacto con el demonio en forma de camello o cabrón negro, chupar la sangre a bebés, mujer pertinaz que creía en los engaños del demonio, estropear las cosechas”. Estas acusaciones, hechas al mismo tiempo contra Lucía de Herrera y Lucía de Cabrera (dos mujeres diferentes pese a la coincidencia en el nombre) motivaron la muerte de la segunda víctima de la tortura, el uno de enero de 1578, siendo enterrada por mandato del Inquisidor en el hospital donde falleció. Lo curioso de ambos casos es que en la acusación de chupar la sangre a un bebé no citan ningún dato de identificación del bebé ni de su madre, simplemente hablan de “una mujer parida de 6 días”. “A la hora de media noche poco más o menos estando las puertas de dicha casa cerradas, una hacienda en el campo, la dicha Lucía de Cabrera juntándose con el demonio se fue para la casa (ilegible) el dicho demonio abrió las puertas del aposento donde la dicha mujer parida estaba (ilegible) y viendo ocularmente la dicha mujer que la dicha Lucía le chupara su criatura no pudiendo menearse a quitársela, le dijo muchas veces con ruegos que no le chupara su criatura y (ilegible) hasta tanto que (ilegible) dejósela ya chupado la dicha Lucía de Cabrera”. El patrón prefijado de acusaciones motivó que muchas de las confesiones se ajustaran al mismo. Las mujeres presionadas por la tortura, el escándalo, el aislamiento social, la falta de apoyo de su entorno,…declaraban lo que el juez quería escuchar.
Un elemento importante en la cultura canaria son los bailes de brujas. Todavía perviven en nuestra geografía lugares con nombres alusivos a esos supuestos encuentros de mujeres que danzaban y cantaban por nuestros montes (El Bailadero en Tenerife, El Llano de las Brujas en La Palma,…). Las palmadas y las patadas en el suelo formaban parte de algunos rituales de magia amatoria y de conjuro de males:
“Con dos de veo
y con cinco de encanto,
la sangre te bebo,
el corazón te parto,
que hagas lo que te mando,
como mando la suela
de mi zapato”
(Y se dan tres patadas en el suelo)
Las oraciones, producto del sincretismo religioso, son sumamente utilizadas también para conjurar maleficios, males de ojo, y también, cómo no, para amarres de parejas. Las más comunes son a Santa Marta, a San Silvestre o a las ánimas del purgatorio.
 ”Marta, Marta, la que los vientos levanta
la que los Diablos encanta
la que guiso los vinos a los finados, la que quitó los dientes a los ahorcados
La que desenterró los guessos a los enterrados
La que con Doña María de Padilla trato y conversso
La que los nueve hijos pario y todos nueve se le desminuyeron…
Asi como esto es verdad, me bayas al coraçon de Bartolomé Guerra y me le quites tres gotas de sangre donde quiera que estuviere melo traygas presto corriendo volando donde yo Margarita estoy assi me lo amarres y amanses y me le pongas el amor en su coraçon, paraque me quiera, y en su memoria me tenga que no me pueda olvidar de noche ni de dia donde quiera que estuviere, para que ninguna mujer donde quiera que estuviere no tenga sosiega ni pueda comer ni dormir sino fuere conmigo ni pueda tener otra mujer”
(Extraído literalmente de la Colección Bute, “The inquisition in The Canary Islands”, del proceso a Catalina del Castillo, hechicera de La Gomera).
Y finalmente, las hierbas, plantas, minerales,… cualquier elemento que tuviese poder de sanación era utilizado por las supuestas brujas con fines terapéuticos. Quizás ha sido este conocimiento el que más ha pervivido en Canarias hasta la actualidad y el que se ha transmitido de generación en generación y ha sido aprovechado por nuestras modernas sanadoras, curanderas y santiguadoras.
La pervivencia de la tradición: curanderas y santiguadoras.-
Afortunadamente, las islas Canarias aún conservan vivas algunas tradiciones entre las que destaca la del curanderismo. En todas nuestras islas nos encontramos con mujeres con conocimientos en medicina popular, “yerberas” sabias que identifican las mejores plantas medicinales para ser aplicadas en las más diversas dolencias. La aplicación de hierbas y los rezados o santiguados son las técnicas más empleadas por las “brujitas” modernas, aunque la mayoría de estas mujeres desechan el término bruja porque lo consideran peyorativo. Ese es otro de los triunfos del sistema patriarcal: el dotar de significado negativo un término que encierra la sabiduría medicinal de las mujeres.
Dicen que la esencia más pura va en tarro pequeño y parece ser que en algunas personas también se cumple esa máxima. Carmencita es una mujer menuda y alegre que destila bondad por todos sus poros, y una de las mejores santiguadoras que perviven en la isla de La Palma. Con casi sesenta años, lleva 17 atendiendo sin apenas descanso, de la mañana a la noche, a los cientos de pacientes que pasan por su casa. Hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes o viejos, del lugar y de fuera, se acercan hasta las puertas siempre abiertas de esta mujer para ser tratados de diferentes dolencias. Fundamentalmente, problemas de estómago, “nervios, stress, hoy en día la gente vive muy rápido, no se conforma con lo que tiene, hay mucha ambición, por eso enferman muchos”. Aquí en Canarias, eso se conoce como las madres descompuestas (para las mujeres) o el pomo virado (para los hombres). “Yo en realidad lo más que hago es dar masajitos en la barriga, aunque también curo erisipela, herpes o culebra,… hay muchos médicos que me mandan gente”. Como vemos, la tradición popular convive con la medicina tradicional. Cuando le preguntamos a Carmencita si no había encontronazos entre ambas prácticas comenta que “la mayoría de medicinas se obtienen de plantas, además a veces es mucho mejor una buena tacita de ruda que una pastilla”. Pero también, ella deposita gran parte de la responsabilidad del cambio y la mejoría en el paciente, especialmente en los casos de nervios; “un psicólogo o un psiquiatra te pueden ayudar, pero como no te ayudes tú no hay mucho que hacer, la mejor ayuda es una misma”. Aunque Carmencita piensa que esa facultad de sanar nace con la persona, lo cierto es que ella aprendió de su tía Juanita, ya fallecida, gran parte de sus conocimientos, “yo me crié viendo lo que hacía mi tía y ahora yo hago lo mismo que ella”. Juanita fue otra de las grandes curanderas o sanadoras de la isla. Hemos podido recoger numerosos testimonios al respecto, incluyendo el de quien esto escribe, que pasó por sus manos a la edad de dos añitos para ser curada de “susto”, un mal muy común al parecer entre la población infantil canaria. Los síntomas se traducen en inapetencia, vómitos, mareos, temblores y tristeza.
Volviendo a Carmencita, una de sus peculiaridades es que no cobra a sus pacientes, ella opina que “si puedes hacer el bien no hagas el mal, si haces el bien te encuentras más satisfecha tú, yo me encuentro muy bien cuando doy a los demás, cuando procuro la sonrisa de un niño o de un enfermo, para mí ese el mejor regalo”.
Carmencita es un perfecto ejemplo de las ya escasas curanderas tradicionales. Las mayores nos han ido dejando, pero algunas jóvenes intentan retomar esa sabiduría ancestral. En La Palma también tuvimos la oportunidad de entrevistar a una de esas mujeres jóvenes que a sus 33 años también practica viejos santiguados:
Para quitar el sol, es decir, la enfermedad debida a la exposición prolongada a los rayos solares, se pone un paño doblado sobre la cabeza del paciente y encima una vaso con agua mientras se hacen cruces en ella y se reza:
 ”Sol, sol, vete al sol,
deja a (nombre del paciente) su resplandor.
Hombre santo nómine,
quita el sol y aire si hay.
Así como el mar no está si agua,
ni el monte sin leña,
ni el cielo sin ti,
rosa de Cristo,
coge tus rayos
y vete de aquí”
(Se tiene que rezar un Credo al terminar y repetir durante 3 días).
 Para quitar el mal de aire, nuestra joven sanadora se sienta delante de la persona afectada y con una escoba haciendo la señal de la cruz, va barriendo hacia fuera y rezando:
“Aire yo te barro de las carnes de esta criatura (nombrar las partes malas) y de todo el cuerpo que tiene esta criatura, con la escoba que barro la basura, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Salga el mal y entre el bien”.
(Se tiene que rezar un Padrenuestro 3 veces durante 3 días).
La medicina oficial canaria aún sigue preguntándose cómo funcionan los santiguados, pero lo cierto es que funcionan. ¿Sugestión? ¿Magia? Lo que sí da resultado y es mucho más sano en ocasiones que la farmacopea alopática son las “yerbitas”, es decir, la medicina popular basada en el uso de hierbas. Y mientras sigan perviviendo en nuestras islas esas entrañables mujeres seguirán recomendándonos una tacita de salvia para el mal de aire, unas rodajas de papas en las sienes para el dolor de cabeza, una infusión de ruda para el empacho, unas hierbas aromáticas (pazote, hierba buena y naranjo) para el susto,… eso sí, con pequeños trucos añadidos que no vamos a desvelar para que el misterio y la magia de las sanadoras siga perviviendo en el tiempo.
Para saber más:
ANNE LEWELLYN BARSTOW: La caza de brujas en Europa. 200 años de terror misógino. Editorial Tikal.
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA (1991): Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas.