miércoles, 31 de diciembre de 2014

EL MENCEYATO DE TEGUESTE




APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO IV-II


Eduardo Pedro García Rodríguez

Vías de comunicación de La Vega con el centro del menceyato
Un camino que usaron nuestros ancestros guanches, y fue igualmente aprovechado por los invasores, es el conocido como “Camino de las Peñuelas” que saliendo de La Laguna, por el conocido como “Camino de las Gavias”, subía por la Sierra Guarca (Mesa Mota) para unir esta población con Tegueste y Tejina y que en su momento se le conoció también como “Camino de los tejineros”.
Igualmente es conocido por la zona de El portezuelo un camino real conocido como "Las Rosetas".
Igualmente en las Datas encontramos referencias de varios caminos a Tegueste.
Juan Ruiz de Requena. Un cerro redondo toda la mesa de la otra parte frontero de Tegueste fasta la montaña, el cual dho. cerro es en medio de los dos caminos q. van a Tegueste con una fuente pequeña q. en él está. Bartolomé de Varea. 5 f. en el pago q. viene de Sant Lázaro hasta llegar el camino de atajo para Tegueste q. es frontero desta villa de Sant Cristóbal.
Otro camino de La Laguna a Tegueste, iba del camino de San Francisco, hasta la ermita de Las Mercedes (Wenhu), atravesando la cumbre por Las Canteras y descender por la cuesta de San Bernabé hacia Tegueste el Nuevo.
El Camino de San Diego, es un lugar emblemático por tratarse de uno de los antiguos caminos guanches que comunicaban Aguere con Teguste.

Al finalizar éste camino nos encontramos con la ermita de San Diego del Monte y su entorno es uno de los lugares más bellos de La Laguna,  de la historia del convento en el que se integra y la leyenda que gira en torno al muro del diablo, que, según el pueblo, construyen los vecinos y aparece misteriosamente cada día en el suelo. Además, en la espesura del monte se encuentra la cueva de Satanás y el lugar donde antaño bailaban las maguadas, sacerdotisas guanches, que la iglesia católica ha demonizado como “las brujas”, siendo notorio que las curanderas hacían sus prácticas un poco más abajo, en el lugar conocido como Los Cuatro Caminos.

Al final del camino de San Diego, por un lateral de la finca de la histórica ermita y que lleva hasta la parte alta de Las Gavias (zona de El Mulato), para desde aquí, ya en el término municipal de Tegueste, bajar por Las Peñuelas y, a través de La Arañita y La Degollada, llegar al casco del pueblo teguestero.

El Mirador de Jardina

Esta ubicado en un lugar privilegiado desde donde se puede apreciar un paisaje espectacular: Por el sur La Montaña del Socorro en Güímar y por el noroeste casi el Puerto Mequinez (Puerto de La Cruz) y al frente, el majestoso Padre Teide, y a los pies Las Mercedes y La Laguna.

Desde estos riscos bajaba directamente el agua de suministro a la villa colonial de La Laguna, aspecto que cuidaron los colonizadores desde los inicios del asentamiento europeo tal como consta en diversos acuerdos del Cabildo colonial del cual reproducimos uno correspondiente a la sesión del 12 de septiembre de 1511:   “Sobre las dulas del Concejo, que se ocupan por algunas personas para regar güertas, mandaron quel agua que viene de las laderas de la montaña del Obispo, que viene a alindar con la güerta de Juan Yanis, clérigo, y las otras que decienden de la otra parte de Tegueste, que alinda con una viña e güerta de Juan de Castañera, que no las puedan tomar, ni hacer represas, ni se aprovechar dellas, salvo que se vayan esentas por sus madres.» f. 286 r.

Fué acordado que se pusiesen en pregón las dos aguas que vienen por la quebrada de la sierra, yendo cara a la casa del Obispo, de esta villa, a mano izquierda, todo el remanente de los dornajos que están puestos abajo con toda la tierra que pudieren aprovechar para quien quisiere que lo tome a renta. Lo cometen al personero y la persona que la tomare sea obligado de tener de confino los dornajos llenos.

12 de septiembre de 1511, se pregonaron las ordenanzas del asiento de la agua y del defendimiento de las aguas. Ts.: Párraga, Juan Nuñes y Juan d'Espino y otros.” (Acuerdos del Cabildo colonial de Chinech=Tenerife, t.II).

Precisamente en la base de este mirador de Jardina tiene su nacimiento dos de los más emblemáticos barrancos de la Isla, al frente de unas cuevas de habitación horadadas en la roca se inician los barrancos de Tahodio y de Araguygo, este último conocido por varios nombres a lo largo de su recorrido, Barranco de Jardina, tiene su inicio o nacimiento como queda dicho en la cumbre del lugar de Jardina (las Mercedes o Wenhu) La Laguna, en el vértice que divide los valles de Tahodio y de Jardina (hardina), en su principio es una simple zanja situada al frente de unas cuevas habitación que están en el camino en su lado Norte y al final del mismo.  Conforme va descendiendo se va ensanchando paulatinamente, hasta unos trescientos metros de su nacimiento, a partir de este punto toma la forma de un pequeño barranquillo, y está bordeado de una frondosa vegetación predominando en ella las popularmente denominadas  “orejas de burro” (Zantedeschia aethiopica).

En su margen del poniente existen una serie de hermosos dragos junto a unas cuevas labradas que, hasta no hace mucho tiempo estuvieron habitadas. A partir de este punto toma el nombre de barranco de Jardina, el cual mantiene hasta la zona denominada “Cruz del Camino”. A partir de este punto gira ligeramente hacia el naciente y bordeando la sierra de Sejeita (Bronco, o brunku lomo Largo y San Roque), se continúa hasta el salto de la carnicería y ostenta el nombre de barranco de Gonzalíanez, sirviendo de desagüe natural a La Laguna (Eguerew). A partir de este tramo y hasta la Verdellada se le conoce por los nombres de Barranco de la Carnicería; del Drago, de Aragúygo, y del Rey.

En este tramo del barranco tuvo lugar la Batalla de Aguere.

Siguiendo el curso descendente a partir de la Verdellada, hasta su unión con el de Valle Colinos o Araguigo, en este lugar se le denomina barranco de La Jardina, continúa su curso para recibir un poco más abajo al de Tabares, en este punto se produce un salto por el lado sur de la montaña Guerra, y toma el nombre actual de barranco de Santos, sigue su recorrido bordeando los barrios de la Cuesta de Arguijon, (Arguihun), Becerril y Cuesta de Piedra, pasa  por el de Perú (Pirú), Barrio Nuevo, Barrio de la Salud, siguiendo su avance para caer en “el salto”, a la altura de la trasera del Barrio  Duggi. Donde existe un gran acueducto y un molino de agua.

Wenhu-Las Mercedes

Desde los inicios de la colonización europea del Valle Sagrado de Aguere, la población ha dependido la Sierra Guarca, (Mesa Mota) del Monte Wenhu (Monte de Las Mercedes) y la  Sierra de Sejeita (Jardina, Bronco, Lomo Largo, San Roque), para el suministro de agua a la villa, tanto para el consumo humano como los animales y terrenos de cultivo, ya que como sabemos las aguas estancadas de La Laguna, solamente era disponibles con las lluvias de invierno.

De esta dependencia nos han dejado testimonio algunos de los viajeros europeos que visitaron la Isla en el transcurso del tiempo, especialmente franceses, británicos y algún español.
Louis Feuillée
Astrónomo y naturalista en 1724, describe: “La Laguna se extiende sobre una llanura, rodeada de altas montañas; al este se encuentra Gran Canaria; a diez leguas al oeste una pequeña llanura de alrededor de una legua y media de longitud y media de anchura; es muy fértil en gra­nos, en toda clase de legumbres y frutos. El lago del que la ciu­dad toma su nombre está al este, llegando las aguas hasta sus murallas.
En una de las extremidades de este lago, a un cuarto de legua de la ciudad, hay un convento de la orden de San Fran­cisco llamado El Recogimiento. El lago tiene alrededor de dos leguas de contorno. Se llena en el invierno, que es la época de lluvias, con las aguas de las grandes montañas que le rodean. Estas aguas se utilizan para mover dos o tres molinos situados en el canal por el que desaguan. En verano este lago se seca por completo, las hierbas que crecen allí sirven de pasto a todo el ganado de la ciudad. (Louis Feuillée, 1997).
Se trata del convento de San Diego del Monte, al cual en invierno se accedía mediante embarcaciones, y disponía de un embarcadero en las inmediaciones del final del Camino Largo. Los molinos estaban situados en el Barranco del Drago o La Carnicería a la altura de La Verdellada, aun existe las ruinas de uno de ellos.
George Glass

En 1764, George Glass, escocés, marino y mercader, gran conocedor de la colonia, escribe una Des­cripción de Las Islas Canarias. En ella dedica un espacio considerable a La Laguna, y como otros viajeros posteriores deja fe la dependencia de la ciudad del agua del Monte Wenhu (Las Mercedes):  “La Ciudad y su abierta exposición a los vientos. Le llama la atención el aspecto solitario de sus calles “... en la mayor parte de las cuales se puede ver cómo crece la hierba”. Tiene la impresión de una ciudad deshabitada y destaca la conducción de aguas para el abastecimiento que  ”... es traída desde las mon­tañas al sur de la llanura, con canalones o caños”. (George Glass, 1996)

El nnaturalista francés Ledru se ve obliga­do a recalar en Tenerife y permanece en la isla ciento ochenta días (ledru, A., 1982). Al margen de otros trabajos relacionados con la botánica, su espe­cialidad, Ledru escribe un librito de viaje donde se esfuerza en relatar un amplio abanico de aspectos de la naturaleza, sociedad, economía, usos y cos­tumbres de la Isla que recorre pacientemente. Ledru es, evidentemente, un hombre de su época, informado e interesado, de espíritu curioso y talante didáctico lo que le obliga, casi constantemente, a considerar bajo la óptica del crítico lo que observa y a proponer cambios que, según su opinión, mejo­rarían las cosas.

La Laguna, para este viajero, es una ciudad en decadencia. El declive de la ciudad se manifiesta en el descenso de su población que él estima en 8.000 habitantes para todo el distrito frente a los casi 9.000 que se contabili­zaban en 1766. La ciudad padece un despoblamiento continuo a favor de Santa Cruz, la atracción del puerto como eje económico o como espita de salida hacia tierras americanas ha sido el detonante de la atonía de La Lagu­na que, sin embargo, sigue manteniendo su carácter de capital administrativa y sostiene una población compuesta por “una parte de la nobleza de la isla, algunos comerciantes retirados y los tribunales superiores.”. Ledru consi­dera culpable, en parte, de este despoblamiento a la ingente presencia de eclesiásticos que controlan las mejores tierras sin explotarlas conveniente­mente aunque esta apreciación la generaliza para toda la isla…

Se asombra de las imponentes laderas que lo bordean por el noreste y «el barranco que se extiende desde La Laguna hasta el mar (...) surcado por un torrente continuo que forma en muchos sitios agradables saltos de agua»; también menciona una cascada hacia el centro del cauce a la que califica, impropiamente, como «una de las más bellas del mundo». Cuando habla del lago o laguna manifiesta la posibilidad de desecarla construyendo ace­quias para convertirla en fértiles campos.

Ledru posiblemente con el termino cascada se refiere al salto existente a la altura de Gracia. Por otra parte, quizás fue el primero en proponer la desecación de La Laguna, dejo recogido en su libro: “la apertura de acequias para drenarlo y aprovechar la superficie como campos de cultivo”. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001)

Bory de Saint-Vincent

En 1804, otro naturalista francés, Bory de Saint-Vincent recala en el puerto de Santa Cruz como miembro de una expedición con rumbo a Nueva Holanda (Australia).

En un corto período de tiempo, solamente permanece once días, este científico despliega una gran actividad y reúne publicaciones, opiniones, datos y observaciones personales que le van a permitir escribir una obra sobre Canarias. A pesar de que esta obra mezcla la descripción geográfica, la historia, los aspectos etnográficos y naturales, el capítulo IV se presenta como una auténtica crónica de viajes centrada en Santa Cruz y La Laguna (saint vicent, B., 1988: 115-152).


Sabin Berthelot

Tan sólo destaca una gran plaza, posiblemente la Plaza de Abajo, con una fuente en uno de sus vértices y el canal de agua que atraviesa el llano desde los montes próximos para abastecer a la ciudad. La reiteración que muchos his­toriadores o simplemente viajeros hacen de los canales de agua de la ciudad, Curiosamente el autor habla de la inexistencia del lago o laguna, si bien reconoce que por la calidad del terreno «... sucede que a veces el agua se desborda y forma charcas estancadas», lo que indica que esta zona era más bien un extenso humedal, ocasionalmente anegado. Sabino Berthelot (Marsella 1794-S.C. Tenerife 1880):
Durante su juventud se enroló en navíos de la marina francesa y en mercantes que hacían la ruta de las Antillas. A principios de la tercera década del siglo XIX llegó a Tenerife, en donde residió durante unos diez años. En La Orotava fundó un Liceo, en colaboración con su amigo Alexandre Auber, y allí trabajó como docente. De esos años son ya varias publicaciones suyas sobre aspectos de la historia natural de las islas. Así, cuando el botánico inglés P.B.Webb llegó a la colopnia ya en la mente de Berthelot se divisaba el proyecto de elaborar una historia natural de las Canarias. Durante un tiempo Webb y Berthelot exploraron las islas, verificando observaciones y tomando infinidad de datos para esta magna empresa. Después se trasladaron a París en donde trabajaron durante años en la elaboración de un la Histoire Naturelle del Iles Canaries, con la colaboración de un grupo importante de naturalistas franceses. Esta es la obra más importante del género que se ha publicado sobre el Archipiélago Canario. Webb y Berthelot, que mantuvieron una estrecha cooperación, terminaron distanciados y las relaciones entre ellos se agriaron hasta la ruptura total. La aportación de Sabino Berthelot la Historia Natural de las Islas Canarias -su trabajo más importante- y por las Misceláneas Canarias, conjunto de descripciones, noticias, episodios y observaciones sobre las islas.
Jules Leclercq
En 1879 llega a Tenerife Jules Leclercq, un incansable viajero belga con abundante producción literaria. Su libro dedicado a las Islas Canarias, aparte de Tenerife recorre Gran Canaria y Lanzarote, está escrito con un lenguaje sencillo y vivo (leclercq, J., 1990). Leclercq se manifiesta como un turista curioso a pesar de su sólida cultura y de su experiencia viajera. Mezcla sus impresiones paisajísticas con una serie de detalles cotidianos y vivencias personales que nos acercan no sólo a la imagen percibida sino también a su contenido, a las personas y las costumbres que la conforman.

También se percibe el paisaje imponente de las montañas de Anaga que Leclercq promete visitar y el notable cambio climático que se aprecia llegando a la ciudad, lo que hace reflexionar al autor sobre las ventajas de “... los habitantes de Santa Cruz que tienen una casa de campo en La Lagu­na a donde, cuando les parece, pueden huir de los enervantes calores de la capital”. La impresión primera es de una ciudad triste, de calles desiertas  casas de fachadas frías. El viajero no duda en compararla y dice que La Laguna “... es una ciudad decaída, como Toledo”, todas sus percepciones van en ese sentido: ruina de las construcciones, abandono... menciona si pasado esplendor y el hecho de haber sido la capital de Tenerife. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001).

Coquet

En 1882, por primera vez, y en 1889 por segunda, llega a Tenerife  Coquet un arquitecto francés, la descripción de La Laguna es corta aunque detenida.
El entorno natural de La Laguna vuelve a impresionar al viajero: tanto el noreste, el lla­no hacia las montañas de Anaga, como el noroeste, el llano de los Rodeos, son descritos con admiración por la fertilidad de sus tierras y la abundancia de cultivos variados.
René Verneau

Finalizando el siglo, concretamente en 1891, se publica en París Cinco años de estancia en las Islas Canarias, escrita por Verneau, un científico francés que entre 1876 y 1887 pasó dos largas estancias en el Archipiélago por encargo del Ministerio de Instrucción Pública de su país. Es evidente que esta obra (vernau, R., 1959) no es estrictamente un libro de viajes, aunque tiene muchos puntos en común con este género literario, sobre todo en la for­ma de abordar la descripción de los paisajes en la que se emplea el método de los itinerarios, salpicados con todo tipo de apreciaciones sobre usos y costum­bres.

El paisaje árido de la subida se repite y se contrasta con la transformación que sufre en «los llanos», donde las tuneras dejan paso a los campos de trigo y millo de enorme fertilidad. Parece intere­sar más el entorno natural que la propia ciudad, aunque el autor señala su carácter de centro religioso y de veraneo, ya que La Laguna «... por su clima fresco, atrae todos los veranos una gran cantidad de gente de Santa Cruz».

De La Guerra-Diario

Por ellas sabemos que una de las preocupaciones más recurrentes del poder municipal era el abastecimiento de agua de la ciudad que suponía no sólo el arreglo o sustitución de la vieja conducción desde los nacientes sino también la distribución interna mediante fuentes públicas. En 1767, el criollo Guerra habla del comienzo de la construcción de una cañería de piedra para traer las aguas a la ciudad, una vieja aspiración de La Laguna que desde su fundación se había abastecido mediante agua conducida por caños de madera, y en 1776 comenta la labor de limpieza de dos de las fuentes principales: la del camino de Cañizales próxima a San Diego y la de la Madre del Agua, en el Llano.

José de Olivera,

Justo de la mitad del siglo, entre 1858 y 1862, tenemos otro interesan­te documento, otra crónica lagunera que nos acerca a la ciudad vivida. Se trata de un diario escrito por el criollo José de Olivera, un personaje estrechamente vinculado al poder municipal en el que participa activamente desde la posición liberal (olivera, J., 1969). Estos dos aspectos, su actividad polí­tica y su clara decantación por las ideas progresistas le confieren un inte­rés especial.

La ciudad aparece en este diario bastante dibujada, pero es, sobre todo, la vida ciudadana, la actividad social la que refleja el cronista. Olivera,

De nuevo, el intento de reordenar la alameda en la salida de la ciudad por el noreste, hacia el pago de Las Mercedes. Este proyecto, iniciado a fina­les del siglo xviii, abandonado y retomado varias veces, aparece como una de las preocupaciones de Olivera que incluso intenta aparecer como artífice del mismo. En 1858, se vuelve a hacer el plantío de lo que entonces se llama el Paseo del Tanque Grande y Olivera se encarga de ejecutarlo. Todo queda en un intento, ya que la alameda nunca prosperó «... y por más que en ello trabajé, parte se perdió y parte lo destrozaron los malintencionados», dice el cronista aludiendo claramente a su fracaso. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001)


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