En 1740 se produjo una nueva
guerra de la metrópoli con Inglaterra, como consecuencia los corsarios ingleses
infestaron de nuevo las aguas de las islas. Esta situación de merodeo por parte
de los corsarios ingleses, perturbaba el tráfico entre las islas ocasionando
con ello la falta de muchos productos de primera necesidad. Se organizó
entonces no sólo la defensa pasiva, sino también la caza a los piratas, forma
ésta de defensa que ya casi se había olvidado en las Islas. Como era habitual
entre las potencias marítimas europeas, cuando entraban en conflictos bélicos
expedían patentes de corso a favor de capitanes de su flota mercante e en
ocasiones a navíos reales dedicándose éstos a hostigar al enemigo, apresando a
los barcos mercantes y saqueando las poblaciones costeras y los puertos. El
gobierno español concedió patente a algunos de los navíos mercantes mejor
artillado. Uno de los capitanes patentados fue Antonio Miguel, patrón de la
balandra Canaria San Telmo, éste
apreso un bergantín inglés que
transportaba una carga de bacalao y una corbeta de la misma nacionalidad. Ambas
embarcaciones fueron vendidas en Santa Cruz, el bergantín en 2.000 pesos y su
carga de pescado en 9.000. Como toda acción produce reacción, los ingleses
desplazaron a nuestras aguas un navío de 50 cañones con objeto resarcirse de las pérdidas, después de cuatro días de
acecho, logró apresar un barco de Gran
Canaria que, venía a Santa Cruz y que por fortuna venía en lastre. (Eduardo
Pedro García Rodríguez)
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