En el año 1933 fue descubierta la mayor necrópolis guanche hallada hasta la fecha en el Archipiélago Canario, la necrópolis guanche de Uchova en el municipio de San Miguel de Abona en el sur de la isla de Tenerife. Dicho yacimiento fue saqueado casi en su totalidad, se calculan que había entre 74 y 60 momias guanches. El estudio de esta cueva funeraria reveló las particularidades de los ritos mortuorios aborígenes que hasta entonces se desconocían, como la colocación de los cadáveres y el acondicionamiento de sus lechos.
La
cueva fue descubierta accidentalmente por el cabrero Domingo Pérez en mayo de
1933 y se trata de un lugar de difícil acceso, a mas de 400 metros sobre el
nivel del mar y a más de 50 del fondo del barranco.
Al principio Domingo Pérez silenció su hallazgo, al parecer porque quedó "impresionado", pero luego trascendió entre los vecinos y llegó hasta la Guardia Civil, que interrogó al cabrero, y es el capitán de la Guardia Civil, Santiago Cuadrado y el alcalde del municipio, Casiano Alfonso, los que comunican al gobernador civil, Gil Tirado, "el sensacional descubrimiento".
Del cementerio guanche de San Miguel se llevan varias momias y algunos objetos".
Dicen que son 74 los cadáveres que se encuentran en la necrópolis y da noticias más precisas sobre la colocación de los mismos.
"Estaban colocados en el interior de una cueva en una especie de camarote construido con palos de sabina, acostados en posición de cúbito superior... se dispuso que un guardián vigilase la cueva, dándose después permiso al público para que visitasen las momias", pero hubo que suspender la entrada porque muchos de los visitantes se llevaban huesos y utensilios pertenecientes a los aborígenes, sintiéndose impotente el guardián para impedirlo.
"Uno de los hechos más bochornosos que cabe registrar en estos últimos 50 años, en lo que a yacimientos arqueológicos se refiere, lo que constituye la brutal destrucción de la necrópolis guanche enclavada en el Barranco de La Tafetana".
Descubrimos la ignorancia de un pueblo que se llevaba los restos de sus antepasados como quien se lleva una piedra de la playa. ¿Dónde fueron a parar esos huesos? ¿al cubo de la basura? Pudimos haber tenido un museo natural de restos aborígenes, una especie de "Cueva de Altamira" o "Cueva pintada de Gáldar" pero ahora no tenemos nada. La pena es que quienes expoliaron los restos no fueron gentes venidas de fuera sino nuestros propios paisanos. Esperemos que los descendientes de esas personas reflexionen y entreguen lo poco que nos va quedando de nuestro pasado, si es que aún lo conservan.
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