Cuando Alonso de Espinosa [(1594) se ocupa de las guerras y peleas acontecidas en las antiguas sociedades amazighes de Tenerife, también se hace eco de la importancia de las mujeres en la sociedad antigua:
Iban también sus mujeres con ellos, que les llevaban la comida, y para si morían, que los trajesen a sus entierros y cuevas y, aunque fuesen vencidos, no hacían daño alguno los vencedores a las mujeres ni hijos de los vencidos, ni a los viejos y hombres que no fuesen de guerra, antes los dejaban en paz volver a sus casas.
Abreu Galindo (1590) apunta en la misma dirección que el dominico cuando afirma que, en tiempos de guerra, los guanches «llevaban consigo sus mujeres con la provisión que habían de comer, y, si morían en la guerra, para que los llevasen a enterrar a sus cuevas»
«la fama de que los palmeros fuesen pusilánimes, y para poco en hechos de guerra, y menos que las mujeres» Comenta que, al no compartir esa opinión, se decidió a investigar «porqué ponían más ánimo en las mujeres que en los hombres, y porqué hacían a ellas cabeza de gobierno de la guerra, y a ellos de la paz».
[...] las mujeres, para su estado, se mostraban varoniles, y ellos, para los grandes cuerpos que tenían, no hacían tanto cuanto de ellos se esperaba; y [...] más común era entre ellos la grandeza de los cuerpos, que de los hechos, por falta de la ocasión en que emplearse.
[Gómez Escudero (1484) Si [los enemigos] los seguían i buscaban peleaban bravísimamente hasta las mujeres, que tiraban / muchas piedras arrojadizas i dardos i mucho aiudaban. Venían con ellos a la pelea a traerles la comida i retirar los muertos suios i a el pillaxe de los caídos i a dar armas a sus maridos i hijos, i a dar voces i gritos i hacer visajes i echar retos y amenasas que causaba mucha rissa [Gómez Escudero (ca. 1484).
[Torriani (1590)«Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas en adelante y peleaban virilmente, con piedrasy con varas largas»
El porqué del carácter belicoso de las auaritas es algo que aún se nos escapa, aunque, como desliza Pérez Saavedra [(1982) 1997: 243], bien podría estar relacionado con el elevado prestigio social y religioso del que gozaban las féminas de la Isla. En ocasiones, se ha pretendido establecer paralelismos entre la mujer palmera y las míticas amazonas de Heródoto, mencionadas por el historiador griego cuando habla de la Libia –la zona norteafricana habitada por amazighes desde tiempos inmemoriales.
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