EFEMERIDES DE LA NACION CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII
DECADA 1601-1700
CAPITULO XVI-VI
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1613.
Se habían pedido mil toneladas: consultada, la Casa de la Contratación de Sevilla
recomienda desestiman la petición, porque la producción canaria es insuficiente para tales envíos, porque cuando
se conceden 500 ton., los canarios exportan más de 2.000; y porque,
además del registro autorizado, varios gobernadores
de Barlovento y Florida piden vinos de Canarias fuera del cupo, pretextando las necesidades de sus presidios
(Chaunu, IV, 401).
1613.
Melchor Hernández Riquel, capitán y señor de la nao Nuestra Señora del Rosario, vecino
de Sevilla, va de Santa Cruz (Tenerife) a La Habana con
vinos. (AHP: 473/176)
1613.
El
capitán Pedro de Vargas, mercader de Sevilla, va a medias con Adán González, maestre, en el cargamento de un navío
que va de Santa Cruz (Tenerife) a Indias, por un monto total de 49.367 reales. (AHP:
473/235).
1613.
Criollos canarios significados nacidos en Garachico,
Tenerife
Tomás de Ponte
Fernández Clavija
Nació en Garachico, donde vivió su primera
juventud y contrajo matrimonio en 1572. Marchó luego a Venezuela y se estableció en
Caracas, donde fue Notario Mayor
del Santo Oficio, Procurador General del Ayuntamiento de Caracas y Alcalde ordinario en 1613. Falleció en Venezuela.
(Carlos Acosta García, 1994:569 y ss.).
1613.
La preciosa imagen titular de la ermita de homónima
advocación dolorosa, Nuestra Señora de Las Angustias (fechada hacia
1515-1522), llegó a la Isla
de La Palma
probablemente gracias a las gestiones del caballero Jácome de Monteverde
—mercader oriundo de Colonia y establecido en Amberes— o por alguno de sus
sucesores en el dominio de las ricas tierras de los aledaños y del patronato de
su oratorio.
La compañía alemana Welsen había vendido en 1513
al mencionado Monteverde la propiedad y señorío de las haciendas de Argual y
Tazacorte, compra que ratificó la reina doña Juana por Real Cédula dada en
Valladolid. Acusado de luterano, fue trasladado a Sevilla, donde murió en 1531.
No fue el único flamenco que tuvo problemas con la Inquisición española.
Recordemos, por ejemplo, al calvinista Hans Aventroot, factor de los
mencionados ingenios azucareros, que cometió la osadía de solicitar al propio
Felipe IV libertad de conciencia para los reinos hispánicos y, por ello, fue
quemado en Toledo en 1632.
La recoleta y bella ermita fue erigida en los
primeros años del siglo XVI, por los ricos propietarios de la Hacienda de Tazacorte, en
el fondo del más tarde conocido por Barranco de Las Angustias, que da acceso al
actual y famoso Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, impresionante paraje
natural.
Ya en 1613, la venerada talla —escultura de
madera policromada de 100 cms. de alto— presidía su altar colocada en una peana
y cubierta por un gran manto de tafetán blanco. Los inventarios de la época
informan de que ya poseía cinco mantos y siete tocas.
En el legajo nº 14 de la casa Sotomayor, en
Argual, existe una copia muy deteriorada de un escrito firmado por don Félix
Poggio y Alfaro, datado de 31 de mayo de 1854, en el que se dirige al Sr.
Febles, cura párroco de Los Llanos de Aridane, solicitando información sobre la
imagen y ermita de Las Angustias.
Alegaba que “ésta que se venera bajo el titulo
que la dieron nuestros mayores N.s. de Las Angustias y otras dos iguales fueron
tomadas y conservadas por algunos ingleses que preservados de los errores del
cisma que contaminó esta nación en los siglos XV y XVI, queriendo llevarlas al
país en donde se las continuase dando culto las pusieron en un barco de dicha
nación que al pasar por esta Isla, dejaron una en el barranco de Los Sauces, la
otra en esta Ciudad y otra en el barranco de la Caldera y que el caballero
flamenco Jácome de Monteverde, dueño de este barranco y de Argual y Tazacorte,
fabricó su primera ermita en el mismo lugar en que los ingleses dejaron el
cajón en que ella venía, que fue al pie de las vueltas que suben a Argual en
donde aún se conservan algunos fragmentos. Los hijos de dicho caballero
herederos de éste santuario y de la devoción de su padre a esta Santa imagen
perpetuaron la costumbre establecida por éste de que el capellán de su Ermita
de San Miguel de la Hacienda
de Tazacorte fuese los sábados a decir misa a aquélla, según consta en la
partición que hicieron de sus bienes el 25 de agosto de 1557 ante el escribano
Domingo Pérez…”
Al arruinarse esta primera ermita, sus patronos,
los Señores Monteverde y Vandale, en el tercer cuarto del siglo XVII decidieron
el traslado de la imagen a la ermita de San Miguel de Tazacorte.
Estos ricos hacendados fabricaron, a su costa y
en terreno propio, otra mayor, donde se recolocó en 1678. Es en este año cuando
el cronista eclesiástico Juan Pinto de Guisla escribía que la segunda ermita
fue “fabricada en el distrito de la hazienda de tasacorte por los dueños
della y a su costa, donde esta una imagen de nuestra señora desta advocaçion
con quien se tiene particular devozion en toda la Ysla”.
La ermita fue conocida en la primera mitad del
siglo XVI bajo diversas advocaciones, como la de Santa María y Nuestra
Señora de la Piedad. Por
ejemplo, en agosto de 1546, el tijarafero Francisco de Riverol mandó en su
testamento que se le dijese por su alma una misa —entre otras— en la ermita de
“nuestra señora de la piedad en el barranco de Tesacorte”.
Pérez Morera también nos informa de que “aún
hoy ha perdurado en la toponimia de la zona el nombre de Santa María, pero al
otro lado del barranco, en el lado opuesto al santuario, donde, al parecer,
estuvo situado su primer templo”.
Otra curiosidad más. Desde 1521 se expidió en
Burgos una Real Cédula en la que se indica la importancia de las dos iglesias,
San Miguel y Santa María. Jácome de Monteverde era el dueño del heredamiento
donde estaban erigidas, y de los caminos por los que tenían lugar las
peregrinaciones que hacían los devotos lugareños. Se decía que en ellas había
muchos conquistadores enterrados, y allí era donde se encontraban muchos
perdones e indulgencias, etc.
Sin embargo, dicho terrateniente impidió el paso
de los vecinos y peregrinos a las ermitas debido a que roturó el camino de
acceso a ambas y plantó cañaverales de azúcar, por lo que llegaron a medio
derribarse por el abandono.
En la visita del obispo Fray Vicente Peraza en
1522, la ermita fue construida por los antecesores del mencionado Monteverde,
señores de las Haciendas mencionadas. A él le correspondió reedificarla, puesto
que cuando llegó a la isla en 1513 la encontró ya arruinada “y con ciertas
paredes questavan caydas”.
La profesora Negrín nos informa de que la iglesia
de Las Angustias era más modesta en proporciones que la de San Miguel, y que
también era de cantería roja y tejado a dos aguas con una pequeña espadaña para
la campana.
El propio Jácome tenía por costumbre oír misa,
junto con su esposa Margarida, todos los sábados en su ermita, y daba el aceite
preciso para la lámpara que debía arder ese día ante la Virgen.
Esta devoción fue heredada por sus sucesores,
dueños y copatronos del santuario, quienes especialmente invocaban su
protección en el momento de la muerte. Son varias las referencias que han
llegado a nuestros días. Por ejemplo, el capitán Luis Maldonado y Monteverde,
dueño de un décimo de cañas en el ingenio de Argual, ofrecía desde el lecho de
muerte una botija de aceite por la curación de su alma; o los herederos de
Nicolás Massieu, que habían pagado 137 reales al ermitaño del santuario, resto
de una promesa que había hecho Nicolás Massieu, etc.
Fueron varias las dádivas enviadas desde las
Indias que se recibieron en el santuario, como “una alhaja de plata que no
bajase de 500 reales, a disposición del cura de Los Llanos”. Fue enviada
desde Méjico por Nicolás Van Dalle Massieu y Sotomayor, señor de Lilloot y
Zuitland.
Este caballero estaba empeñado en que saliesen
“a la luz todos los milagros que esta Señora de las Angustias ha hecho con sus
devotos y otras Personas hasta estos tiempos para que en los venideros se sepa
y perpetue la memoria de tan Milagrosa Ymagen”.
Un nuevo retablo de corte barroco de triple
hornacina fue instalado en el presbiterio y la Virgen fue entronizada en
el gran nicho central. Ya consta allí en 1861.
Una leyenda en latín, escrita en el altar que
preside, señala a los peregrinos: “Oh, vosotros, todos los que por aquí
pasais, ved si hay dolor semejante a mi dolor”
A propósito de este bello retablo barroco, el
profesor Trujillo nos informa de que “en él, los pilares abalaustrados
intercalan alguna sección más o menos prismática, otras se decoran con hojas o
motivos florales, y alguna ornamenta su parte superior con gallones”.
También hace mención a que el friso recorre
mixtilíneamente el cuerpo de triple hornacina y que hay motivos, como soles, de
evidente gusto indiano. Finaliza su estudio sobre esta bella pieza diciendo que
“las cartelas que lo orlan, en curva y contracurva, terminan en curiosos
mascarones, que con foliada cabellera termina en voluta les sirve de pedestal”.
La efigie ya contaba con una corona imperial de
plata, así como las potencias del Cristo y de una gran cruz, también del mismo
metal. En los años 80 del pasado siglo, también fue llevada a la parroquia
matriz de Los Remedios de Llanos de Aridane, cabecera de su arciprestazgo,
hasta que fueron terminadas las obras de restauración de su santuario.
Esta magnífica obra interpreta el asunto
iconográfico de La Piedad,
de acuerdo con la tradición gótico-flamenca, utilizando un esquema próximo al
del grupo de análogo asunto del Hospital de Dolores de la capital palmera o del
extinto convento franciscano de la
Villa de San Andrés y Sauces, denominadas Nuestra Señora de La Piedad en ambos casos.
El arte patético de finales de la Edad Media había
concedido un amplio espacio en su iconografía a la Virgen Dolorosa,
representada ya con un Cristo muerto sobre las rodillas después del
Descendimiento de la Cruz,
ya sola, tras el Enterramiento de su Hijo.
Estos dos tipos iconográficos se designan con los
nombres de Virgen de la
Piedad y Virgen de los Siete Dolores. El grupo de la Virgen de la Piedad se compone,
estrictamente, de dos personajes: María y su Hijo desclavado de la cruz, cuyo
cuerpo inanimado Ella sostiene sobre las rodillas. Este tema ni siquiera está
esbozado en los Evangelios, ni procede tampoco del culto oficial: es una
creación de la imaginación mística que surgió a principios del siglo XIV, al
mismo tiempo que la Virgen
de Misericordia y del Varón de Dolores.
La escultura de Nuestra Señora de Las
Angustias es la más antigua de las tres piezas flamencas mencionadas que de
este tema iconográfico se conservan en La Palma. Se trata de las imágenes de La Piedad. Una que se
venera en la actual iglesia del Hospital de Dolores de la capital palmera, y
otra que se custodia hoy en día en la parroquial de Montserrat de San Andrés y
Sauces.
Por el inventario hecho en 1522 por el obispo
fray Vicente Peraza, se sabe que ya en aquella lejana fecha presidía el único
altar de la ermita, colocada dentro de un tabernáculo-hornacina que se cerraba
la imagen de “Nuestra Señora de bulto con su Hijo preçioso en los braços
quando lo desçienden de la cruz”.
La soledad de María va a ser aprovechada, según
el padre Trens, por artistas y místicos, quienes, uniendo los dos extremos de
la vida de Cristo, infancia y muerte —pesebre y cruz—, crearán esta nueva
tipología, popularmente conocida como La Piedad.
En contraposición del dulce recuerdo del Niño
pequeño mecido entre los brazos de su Madre, Enrique de Berg describe al Cristo
muerto: “sus ojos, que brillaban como carbunclos, ahora están apagados. Sus
labios, que parecían rosas rojas recién abiertas, están secos y su lengua
pegada al paladar. Su cuerpo, sangrante ha sido tan cruelmente estirado sobre
la cruz, que pueden contarse con todos sus huesos”.
La postura sedente, vertical e hierática de la Virgen de Las Angustias,
mientras sostiene el cuerpo inerte de su Hijo, por la mano izquierda y por la
cabeza, contrasta con la forzada curvatura descrita por el cuerpo de éste que,
yaciendo en el regazo materno, se arquea para alcanzar el suelo con sus pies
cruzados.
Según el pensamiento místico medieval, y
siguiendo las palabras de San Bernardino de Siena, se trata de la escena en la
que María, melancólica, extraviada, abstraída y angustiada, incluso joven,
rememora los años de la infancia de Jesús.
La
Virgen tiene la ilusión de acunar a su Hijo pequeño en
brazos, como en los felices tiempos, pero ahora no abraza a su pequeña y amada
criatura sino que ahora porta el frío cadáver ensangrentado de su Hijo
ajusticiado, representado con la estatura de un niño.
Sueña que tiene a su Hijo sobre las rodillas y
que lo acuna envuelto en la mortaja como antes en los pañales. Es por ello que
estemos ante una desproporción simbólica de ambas imágenes, y no tiene que ser
entendido como un error artístico de perspectiva del escultor o en una torpeza
o inhabilidad del artista.
Santa Brígida de Suecia atribuye a la propia
Virgen esta descripción emotiva de su Hijo descendido de la Cruz: “Lo recibí sobre mis
rodillas como un leproso, lívido y magullado, porque sus ojos estaban muertos y
llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba rígida como una cuerda”.
Aquí, la
Madre lleva sobre la cabeza una toca hendida en pico sobre la
frente, conforme a un tipo bastante usual en la plástica nórdica de las
primeras décadas del siglo XVI, mientras que todo su cuerpo sedente está
envuelto en amplio manto de duros bordes que se quiebra sobre las piernas en
rígidos pliegues angulares. El profesor Pérez Morera, también indica que “el
plegado del manto describe las metálicas quebraduras características de arte
flamenco”.
La tranquilidad, la serenidad, la paz, la
resignación, el dolor silencioso… la apariencia idealizada del melancólico
semblante de la Virgen
de Las Angustias, se contrapone extraordinariamente al crudo realismo que
emana el rostro y el cuerpo del Cristo Muerto.
En su rostro lacerado lleva impresa la huella del
dolor, y todo el flácido cuerpo muestra numerosas llagas sangrantes y
carnaciones mortecinas de la reciente Pasión. Nuestra obra comparte numerosos
rasgos con los modelos tallados en los Países Bajos meridionales en el tránsito
de los siglos XV al XVI.
Ejemplo de ello es el trenzado voluminoso de la
corona de espinas de Cristo, muy parecido al Crucificado de San Pedro de
Lovaina, o también el tratamiento de la barba en mechones individualizados,
rizándose en las puntas en forma de caracol y el modelado de su tórax dibujando
un exagerado arco jalonado por las protuberancias óseas de las costillas,
comparables ambos con los de la estatua de Job de la iglesia de San Martín en
Wezemaal; así mismo, el plegado de su perizoma o paño de pureza a base de
convencionales acanaladuras paralelas, parecido al de los Cristos del Museo
Comunal de Lovaina o al de San Sebastián del Rijksmuseum de Amsterdam.
La profesora Negrín concluye su estudio sobre
esta bella pieza, informándonos de que “todo ello apoya la filiación
brabanzona de la pieza y su datación en el primer tercio del siglo XVI”
Cada 15 de agosto, romeros llegados desde todos
los puntos de La Palma
acuden al bello santuario del Barranco de Las Angustias a rendir pleitesía a
esta venerada imagen.
Tras la solemne misa concelebrada, los orgullosos
vecinos de Los Llanos de Aridane llevan sobre los hombros en multitudinaria
procesión a su Virgen en originales andas hasta el Calvario, lugar donde la
tradición cuenta que apareció el cajón con la milagrosa imagen.
Hasta allí es acompañada por la arqueta con parte
de las reliquias entregadas por San Pío V en Roma al beato jesuita Ignacio de
Azevedo y que éste, días antes de ser martirizado, las había regalado a su gran
amigo, el flamenco Melchor de Monteverde. (José Guillermo Rodríguez Escudero,
2009)
1613 enero
7.
Notas en torno al asentamiento europeo en el Valle
Sagrado de Aguere (La Laguna)
después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife).
«En los bienes e cosas tocantes al Concejo suele aver mal recaudo i descuido por ser administrados por muchos, que los unos se descuidan con los otros (...);
por ende, ordenamos que cada uno de los
oficiales del Concejo tenga mucho cuidado de lo que es o fuere a su cargo de hazer...»'.
Los recursos
económicos. Propios, Rentas e Ingresos Extraordinarios del Cabildo Colonial
Los recursos ordinarios y su evolución. El origen de la hacienda
concejil.
“Se puede decir que fue en el año 1506, a raíz de la
reformación de Zarate, cuando el municipio
comienza a dotarse de un sistema de medios de financiación que le daban cierta
soltura, pero aún en una medida insuficiente. En agosto de ese año, Lugo
concede para propios la mancebía o puterías,
el haber del peso (el 20-VII) y la montaracía (17-VIII); en noviembre, añade el arrendamiento de la aduana
del muelle del Puerto de La Orotava. El 29 de
diciembre de ese año, a petición de los
regidores —no es una iniciativa de Lugo—, éste ratifica como propios la mancebía y agrega varios bodegones: uno en
el camino de Taoro, y otros en las caletas
del puerto de La Orotava,
de Femando de Castro, de Garachico, otro entre Taoro e Icod, y en general todos
los bodegones septentrionales, con excepción de
los ubicados en los principales núcleos poblados, como la propia capital. La
confirmación real se obtuvo el
23-11-1510, aunque en la cédula se habían reducido ya a tres los bodegones (dos ventas en el camino de Taoro y
otra en Garachico).
La demanda vecinal de abastecimiento de agua,
de la que se hablará en el capítulo
correspondiente, mueve al Adelantado a conceder en 1505 a
la capital las dos aguas del valle del Obispo, junto con otra situada en la otra vertiente de esa cumbre más la de
la Punta del
Hidalgo. En 1506 el reformador Zarate confirma esa merced y añade en el «paquete» hidráulico las fuentes del Gobernador, la
de los Berros y la de Juan Fernández, con otra agua
cercana, así como un agua situada en la
costa de Tacoronte, y el Agua de García.
Será, no obstante, la segunda década la que en sus
inicios marque de modo prácticamente definitivo las finanzas
concejiles. Decisión determinante en la
riqueza patrimonial del municipio es la
R.C. de 2-VI-1511, por la que se ordena al Adelantado que en
unión de los regidores señale propios al
Concejo. El motivo de la misma son las quejas formuladas ante Lope de Sosa con motivo de su residencia. Nuevamente, el Ayuntamiento y los vecinos debieron
agradecer la presencia de funcionarios
reales para forzar la voluntad de Fenández de Lugo. El paso siguiente fue la
presentación del regio documento en Cabildo, que tiene lugar el 24-11-1512, y a continuación debió haber algún tipo de negociación con el gobernador, hasta que se
señalaron bienes en una proporción
considerada entonces razonable. La posesión se verificó en 1516, y la
confirmación real llega por la
R.C. de 21-XI-1520.
Con anterioridad a este señalamiento, del que
daremos razón a continuación, ya el
Concejo había incluido como renta las abejeras y colmenas salvajes en 1511. Junto con algunas otras
propiedades adquiridas, todo constituyó el
conjunto de bienes raíces municipales. Gracias a la citada disposición de 1511, el Cabildo dispuso como propios de todos los montes septentrionales situados entre Anaga (Roque
Bermejo) y la punta de Daute, mientras en la
vertiente sur sólo entraron los de Agache.
Al mismo tiempo se establecía el
aprovechamiento comunal, con licencia
concejil, para los restantes montes no incluidos en los propios6. Se
dejaba a los vecinos el aprovechamiento forestal para menesteres domésticos si mediaba licencia concejil. Se incluían
asimismo en la confirmación real una
serie de ingresos que se habían ido incorporando durante esa década: el
impuesto de 10 mrs. por qm. de brea elaborado (1512), el estanco del jabón (1515), la resina de los
almacigos (1515), el tercio de las penas de
los herbajes (1516), las salinas (1519). La configuración básica de las rentas se completaba con otras
concesiones: el corte de carne en las
carnicerías, el remanente de las aguas de las montañas del Obispo y de Tegueste, el herbaje de los ganados de
forasteros, el agua del Pino en La Orotava con las tierras
que alcanzase a regar, y 1.000 fas. de tierra
de riego procedentes de dátanos desposeídos de su propiedad por incumplimiento de alguna condición o por
demasías.
Si nos fijamos, las dos fases de obtención de medios
económicos se corresponden con dos
momentos importantes en la vida de la capital, como hemos comprobado en los capítulos precedentes: la consolidación del asentamiento urbano c inicios del despegue
demográfico a partir de 1505-1506, y los comienzos de la planificación de la
aún villa a principios de la segunda
década del s. xvi. No se trató de una mera coincidencia. El bloque de poder, de dentro y fuera del Cabildo,
presionó a los comisionados regios
para impedir un freno en el desarrollo.
Eran conscientes de la necesidad de desbloquear la
situación transitoria que arranca en
1496, pues la mera constitución formal de 1497 no implicó —salvo la primera configuración de ordenanzas— cambios importantes. Sólo contando con una hacienda digna de
ese nombre la ciudad podía cumplir su misión y la isla afianzar su despegue.
También fue una decisión política de alcance: sólo
una institución con medios económicos podía
considerarse propiamente Ayuntamiento, y no una mera prolongación de las
decisiones de Lugo y su entorno de familiares y deudos. Estaba en juego la
conformación de un sistema de gobierno y
gestión, ajeno a las arbitrariedades del poder personal y capaz de prolongarse en el tiempo, satisfaciendo así
aspiraciones vecinales. En definitiva, se pretende crear una
estructura, una organización, aunque ello
supusiera un incremento de la fiscalidad.
Después de 1520 el patrimonio se incrementa con algunas
adquisiciones concejiles, y las rentas en especie
(cereal) sufren un considerable aumento
merced a las puesta en cultivo de áreas adehesadas.
Los remates generales.
Como señala De la Rosa, el sistema de arrendamiento fue preferido
por el Ayuntamiento frente a la gestión directa por varios motivos, desde la comodidad del procedimiento hasta la
posibilidad de solicitar cantidades a cuenta
a los arrendatarios, que con gusto accedían al requerimiento de la agobiada
corporación por los intereses que suponía el adelanto y por la posibilidad de tener más facilidad en próximos remates.
El pregón y adjudicación de las rentas estaba
encomendado a regidores diputados a tal fin,
pero debían contar con la presencia de la Justicia y del escribano municipal —además, naturalmente,
del pregonero— para el acto de divulgar
las rentas que eran objeto de puja. Tales diputados, al ser nombrados, debían
comprobar las rentas del año anterior y las
condiciones en que se habían otorgado, para en su caso sustituirlas por otras nuevas. Los pregones tenían lugar en la plaza de los Remedios, así como las adjudicaciones.
Los diputados debían proceder al inicio de la pública almoneda en
día feriado; según las ordenanzas, se debía
comenzar el proceso quince días antes de año nuevo, pero hemos encontrado
inicios de puja el día de Navidad, y tenían facultad para conceder
prometidos a los ponedores y pujadores con
objeto de que la puja remontase el vuelo y alcanzase un buen remate 10. Con posterioridad a la
aceptación de la cantidad más alta, si parecía
idónea se otorgaba en principio la adjudicación al mejor postor, que debía prestar fianza.
Hay que señalar que no sólo hubo rentas que
desaparecieron, sino que no todas
tuvieron continuidad en el remate, debido a falta de interés por las mismas en
algunos años o a la escasa cantidad ofertada. El Ayuntamiento recurría en principio a la repetición de los pregones y negociaba con algunos de los interesados para
intentar elevar la puja, pero si no
alcanzaba su propósito normalmente la tomaba en fieldad.
En la primera quincena de enero tomaba la decisión
acerca de la conveniencia de aceptar las
cantidades presentadas por los rematadores, pues los diputados proceden con
cautela en la subasta, y si entienden que la última postura es insuficiente, la admiten condicionalmente para exponerla a la consideración de sus compañeros
de corporación.
Por ejemplo, en 1613, como parece escaso el remate
de las peguerías, se dispone la continuidad de los pregones y la redacción de
unas nuevas condiciones —aspecto este
que podía animar a algunos— de explotación,
cuya factura se encargaba conjuntamente a los diputados, asesorados por el letrado y el procurador
concejiles. Otra salida para superar las bajas posturas, después de fracasar en
sucesivos pregones, consistía en
rematar una determinada renta por un año, como se intenta en la citada fecha con el jabón de Garachico.
Hay determinadas rentas que hallaban más dificultad
en obtener buen remate, alguna de las
cuales ya hemos señalado, como el jabón, pero también la saca de madera o los
mesones tuvieron problemas. En 1625 no se hallaba rematador para el mesón de
Garachico, la saca de madera por este
mismo lugar y por La Orotava,
y tampoco se presentaban buenas
ofertas por otras rentas como el jabón de Garachico, la saca de madera por Santa Cruz o la fábrica de
aguardiente. Una solución que se discute entonces es que al menos la saca por
el puerto capitalino la administrase la
corporación.
Por lo demás, se constata la continuidad de
las principales rentas procedentes de las primeras décadas del s. xvi. En 1621
era esta la nómina de rentas que eran objeto
de arrendamiento montaracía, jabón de
Garachico, peguerías de Agache e Icod, haber del peso, mesón de Acentejo, mancebía, las bodegas debajo de las
carnicerías, las salinas de la mar. También seguían siendo rentas, pero no
habían finalizado por entonces sus períodos de
adjudicación, las abejeras salvajes y el jabón de La Laguna
y de La Orotava.
En el cuaderno de rentas de 1643 consta que
seguían percibiéndose: la montaracía, el
mesón de Acentejo, las peguerías de Agache e
Icod, la saca de madera por los puertos, el mesón de S. Juan de la
Rambla, las ventas del camino de La Orotava, las lonjas debajo de los graneles de la carnicería, las
salinas, la medida del trigo por puertos,
la renta del jabón de La Laguna,
de La Orotava
y Garachico, el haber del peso, las abejeras salvajes. En el cuaderno de 1647 prácticamente no varía el panorama, aunque
faltan la saca de madera, el mesón de La Rambla, las ventas del
camino de La Orotava y el haber del peso, seguramente —por lo menos
en este última renta— por no
coincidir con las que deberían pregonarse en esa ocasión.
En las páginas que siguen daremos cuenta de la mayoría de rentas e ingresos que nutrieron las arcas municipales. Hay
que señalar que de alguna renta
apenas hay noticias, por su carácter fugaz y poco consistente,
como el remanente de aguas de la ciudad, por lo que optamos por excluirlas de la relación. Eludimos asimismo
el estudio de aquellos arbitrios o estancos que la Corona concedió,
normalmente con carácter limitado,
para ayudar a recaudar una determinada cantidad que el Ayuntamiento se había comprometido a dar a la Corona (los famosos donativos «voluntarios» del s. xvii), pues como
señala De la Rosa, en
estos casos el Cabildo actúa como recaudador de la hacienda estatal, y aunque alguna cantidad se utilizó prestada
para atender un pago urgente —caso
excepcional— o se obtuviese merced para invertirla en alguna fortificación, entendemos que al no
suponer un ingreso estrictamente
municipal ni su percepción normalmente derivaba en una funcionalidad isleña, queda fuera de nuestro ámbito.”
(Miguel Rodríguez Yánez. La Laguna 500 años de historia
Tomo I. Volumen I.:336 y ss.).
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