EFEMERODES CAMNARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1701-1710
CAPÍTULO XXXII
–II
Guayre Adarguma
1706. Fue destruido en Garachico, Chinech Tenerife) el templo de la
secta católica de Santa Ana. […] Garachico es puerto de mar. A medida que
íbamos descendiendo estrechábase ante nuestra vista el círculo de nuestra
visual. Perdimos de vista el Teide y al llegar abajo, ya solo vimos Garachico y
el horizonte marino y el mal país recubierto de tierra y en él hechas
plantaciones. Un escarpado risco á modo
de hornacina abarca la población y ésta es la causa del fenómeno. La población
parece solitaria y su campo es árido á excepción de sus bien cultivadas
huertas. El batir de las olas del Océano es monótono y por lo tanto no tiene ningún
aliciente Garachico para el viajero que desea habitar en él algunos días. Pero
para todo hay compensación; el amable trato de los habitantes de Garachico,
hace olvidar, si el forastero logra aguantarse unos días, esa primera impresión
de desconsuelo y de tristeza que el territorio causa. Porque habiendo sido
Garachico famoso puerto y una de las más hermosas poblaciones de Tenerife, en
ella se establecieron las más distinguidas familias de la isla, y en ella
permanecieron muchas á pesar de la ruina que por incesantes desastres hizo
emigrar á gran número de sus pobladores. La población es actualmente de 3208
habitantes. En la carretera general del Norte á 69 kilómetros de
Santa Cruz y 4 de Icod. Su puerto de Garachico según el Sr. Manrique, se halla
situado á los 28° 22' 301 y longitud 10° 33' 281. Fué meridiano hasta primeros
de este siglo. Sus anchas plazas y empedradas calles, así como sus bien
encaladas casas, en su mayoría de dos pisos, dan alta idea de la cultura de
este puerto. Sus campos producen hoy mucha caña de azúcar que se obtiene en la
hermosa fábrica de Daute y sus producciones de papas, tomates y plátanos son
embarcados al extranjero. Entre sus templos figura en primera línea Sta. Ana,
iglesia parroquial, ermita aneja al convento de la Concepción en 1506, fue
destruida en 1706 por un torrente de lava del terrible volcán que explotó de la Montaña Venge ó
negra, volcán que destruyó así mismo gran número de casas y el puerto, que fué
lo más sensible, pues desde entonces perdió toda su importancia la población,
alcanzándola en cambio Santa Cruz. La iglesia fue reconstruida en 1715, donando
para ella toda la cal necesaria el carnicero del pue-blo, que según
posteriormente se supo, era un general allí desterrado. Digno es de verse el
hermoso tabernáculo de orden dórico que esta parroquia tiene, como así mismo la
curiosa imágen que llaman, no sé porqué, de la Mazonería, hallada según
se cuenta por el patrón de una barca pescadora en las playas de Adeje.
En San Pedro de Daute, pago hoy de Garachico y
antes de la conquista cabeza de Menceyato, existe otra parroquia cuya fundación
arranca desde la conquista. Fue más tarde ampliada á expensas del vecindario de
Daute y especialmente de Antón Martín, esposo de la princesa Dácil. Fué
establecida sobre las mismas cuevas que antes ocupara el Mencey. Dista Daute de
Garachico y de los Silos un cuarto de hora de camino; desde su altura de 700 metros sobre el
nivel del mar se despliega un hermoso panorama. Inmediato á este pago está la
aldea Interian, donde hay una buena fábrica de azúcar, que muele toda la caña
de las grandes plantaciones de la comarca, obteniéndose un producto superior.
Existen buenas y abundantes aguas. (Cipriano de Arribas
1706.
El puerto de Añazu (Santa Cruz de Tenerife), fue tomando
auge al mismo tiempo que el de La
Orotava, aunque éste al estar relativamente más resguardado
que aquel, absorbía mayor tráfico marítimo, y ambos se beneficiaron de la
destrucción del puerto de Garachico, que hasta unos meses atrás había sido el
más importante de la isla.
La erupción del Volcán de Garachico, acaecida el 5 de Mayo
de 1706 y que, había sido precedida de violentos movimientos sísmicos, de una
intensidad superior a los que seis meses
antes habían anunciado las erupciones volcánicas de Siete Fuentes el 31 de Diciembre de 1704
hasta el 5 de Enero de 1705, el de Fasnia que comenzó la erupción el 5 de Enero
de 1705, el de Arafo del 2 de Febrero de 1705 hasta el 23 del mismo año. De
estos desastres naturales el que más afecto a la economía de la isla, fue
indudablemente el de Garachico, ya que por este puerto se exportaba la mayor
parte de los vinos, y manufacturas producidas en las comarcas del noroeste de
la isla, la Villa
sufrió grandes daños en sus edificios, calles, y estructura comercial, quedando
prácticamente arruinada, lo que obligó al desplazamiento de los exportadores y
comerciantes hacía el puerto de La
Orotava (puerto de la
Cruz), y hacía el de Santa Cruz.
El auge e importancia que iba tomando el puerto de Santa
Cruz, en franca competencia con el de La Orotava, y al estar éste más resguardado de los
vientos, como hemos anotado anteriormente, gozaba de la preferencia de navíos
para fondear en él, especialmente los que venían de tornaviaje de las América.
La presencia de buques cargados con ricas mercancías y
productos exóticos de las Indias Occidentales y de Europa, despertaban la
codicia de corsarios y piratas europeos, - y en ocasiones la de Canarios y
Americanos – que, no dudaban en efectuar arriesgadas incursiones en la bahía
con el objeto de arrebatar a algunas de las naves que se guarnecían bajo la
esperada y no siempre efectiva protección de los cañones de los castillos,
algunas de estas operaciones llevadas a cabo por los corsarios tuvieron éxito
como podremos ver más adelante, otras, fracasaron. No obstante la ciudad fue en
muchas ocasiones escenario de las
transacciones de piratas y corsarios quienes usaban esta plaza para el rescate
de sus presas con la autorización – cuando no con la connivencia –, de los
comandantes generales y demás autoridades de las islas, pero este es un tema
que trataremos aparte.
1706.
La construcción de la Torre de San Andrés situada
en el antiguo Valle de Abikure se debe al Comandante General D. Agustín de
Robles quien ordenó en 1706 al Ingeniero de S.M. D. Miguel Tiburcio Russell de
Lugo su estudio y ejecución; fue destruida en parte por una avenida del
barranco antes de 1740, pues en ese año el Ingeniero D. Antonio Riviere
proyectaba su reparación. En 1769 una nueva avenida del barranco volvió a causar
desperfectos que fueron reparados por el Ingeniero D. Alfonso Ochando,
construyéndola de forma análoga alas de Gando y San Pedro en Gran Canaria,
Tostón y Caleta Fuste en Fuerteventura y Torre del Aguila en Lanzarote.
En 1788 estaba artillada con 6
cañones de a 24, 2 de a 16, 1 mortero de a 12 y I de a 9, y guarnecida por 1
oficial, 1 sargento, 2 cabos y 13 soldados, que en tiempos de guerra se elevaba
a 3 oficiales, 3 sargentos, 6 cabos y 100 soldados.
Se halla situada en el extremo
izquierdo de la rada que forma el puerto de Santa Cruz, en el valle de San
Andrés, uno de los puntos probables de desembarco a objeto de tomar las alturas
que dominan la plaza como Valle Seco y donde desembarcaron 1.200 ingleses
cuando el ataque de Nelson.
Está inscrita en el Registro el
15 de Abril de 1896, al folio 227 del tomo 307, libro 89, del Ayuntamiento,
finca n° 5939, inscripción la, con 724,25 m2 de superficie, lindando al N. con
barranco público, S. con la casa que habita D. Domingo Arbelo, E. con la playa
y O. con gañanías de D. Francisco Cabrera.
Es capaz de 5 piezas en su explanada circular de sillería y
tenía una cisterna de 548
pies cúbicos. Fue ordenado su desartillado por R.O. de
Julio de 1878 y en la actualidad está en completa ruina según se aprecia en los
planos a consecuencia de una avenida
del barranco donde se halla enclavada.
Por circular de 29 de Julio de 1892 y R.O. de 24 de Mayo de
1893 se propuso su enajenación y se aprobó por R.O. de 27 de Febrero de 1895,
se suspendió por R.O. de 20 de Abril de 1897 y se volvió a proponer el 11 de
Junio de 1899 venta y permuta de
edificios y solares del Ejército; por R.O. de 2 de Enero de
1924 (D.O. nO3) se declara inadecuada para las necesidades del Ejército y el 15
de Enero de 1926 se entregó al Ayuntamiento por orden de la Autoridad Militar.
En un informe del Ingeniero Comandante de la Plaza del 10 de Octubre de
1843, se dice:
Torre de San Andrés. Situada en
la playa de una pequeña ensenada que forma el barranco del mismo nombre, en
cuyo valle (que tiene agua todo el año) hay una pequeña población también
llamada San Andrés.- La playa es de bastante difícil desembarco, como no sea
con mar en calma, la internación al país por unas quebradas y riscos tan agrios
que con la más pequeña oposición es insuperable y no es menos difícil el camino
que desde este valle conduce á la
plaza de Sta Cruz, de la que dista unas dos leguas al N.E. que se hace por la
costa faldeando los escarpados riscos que hay en toda ella, que en muchos
puntos no dá paso más que para una persona ó caballería, y con no
poco riesgo de despeñarse.
Descripción. Es de figura circular á barbeta, capaz de 5
piezas sobre esplanada de losa, y las aguas lluvias que caen en ella vierten á
una cisterna capaz de 18 pipas, tiene bajo su explanada un almacén abobedado
capaz de 100 qq de pólvora y otras dos bóbedas en que pueden alojarse el
Comandante y 50 hombres, y la entrada se hace á la Torre por un puente
levadizo.
Objeto. Defiende la playa á
derecha e izquierda y el fondeadero que lo hay á su frente, pues se puede
considerar su situación al estremo izquierdo de la rada que forma el Puerto de
Santa Cruz.
Tiene la torre 103 varas de
circunferencia en su base y una altura hasta el cordón de 9 varas y 1 tercia,
siendo este de un pie de vuelo y otro de grueso. Desde el cordón a la comisa
hay 2 pies,
el acceso a la Torre
es por el O.E. donde existen 3 escalones que llegan a una meseta de donde parte
el puente levadizo que da a la puerta y por un pasillo de l0 pies de largo por
3 1/2 de ancho se pasa a un local de 44 por 15 pies -220 varas
cuadradas de donde se pasa a otra pieza de 5 por 5 varas y frente a ésta otro
de 15 por 15 pies
y dentro de éste se entra a otra habitación de l0 1/2 por 9 1/2 pies. A la
derecha del pasadizo de entrada hay una escalera para acceso a la batería cuyo
parapeto tiene una vara de alto y otra de grueso, existiendo en el N. una
garita que sirve también de común. Al O.E. de la Torre hay otra escalera por
la que se baja a un repuesto de 8 1/2 pies de largo y 6 de ancho.
Tiene esta Torre un campanario
con su campana de metal con un cepo; en la explanada existe un algibe.
El Sur de esta Torre y a unas 13
varas de distancia se halla una habitación de 22 pies de largo por 12 de
ancho y a su izquierda un poyo de 2 pies de alto por 2 de ancho que sirve de
Cuerpo de Guardia.
En los planos puede apreciarse
cómo era este Castillo y como se halla en 1951. También se dan dos
distribuciones interiores, una de ellas de acuerdo con el inventario y otra
distinta que indudablemente tuvo en otra época, como sucede en la mayoría de
las fortificaciones del archipiélago, que debido ala serie de reformas que han
sufrido en el transcurso de los años, existen planos de las mismas
completamente distintas, a veces incluso en la forma exterior.
En un informe de la Comandancia de
Ingenieros, consta: «Atrincheramiento del mismo valle.- Inmediata y á la
derecha de la Torre
y á orilla derecha del barranco, huvo un atrincheramiento para infantería con
un emplazamiento para tres piezas (que hoy está destruido -en 1843-) y un
Cuerpo de Guardia, este subsiste . pero en muy mal estado y no hallo
conveniencia alguna en su restablecimiento ni tampoco en el atrincheramiento,
pues la fortificación en este punto no puede servir más que para abrigar bajo
sus fuegos alguna embarcación perseguida por un Corsario, y alejar los buques
que se aproximen por esta parte, pues no se puede concebir que un enemigo
intente desembarco en esta playa para internarse en el país y sólo podrá
hacerlo con objeto de hacer aguada, pues como el vecindario es muy pobre y
tiene tanta facilidad para internarse en el sagrado de sus riscos, no podría
ser de más consecuencia y no es de presumir que un enemigo aventurase mucho
para tan poco conseguir:- Estado.- Sus muros, bóvedas, puertas y esplanadas se
hallan en buen estado. Entre la
Torre de San Andrés y el Castillo de Paso-Alto, extremo
izquierdo del a línea de la
Plaza de Sta Cruz, cuya distancia es como de 1 3/4 legua, se
encuentran las playas que forman las vertientes de los barrancos Seco (de que
se habló tratando de los puntos que cubría aquel Castillo, el de Ajagua y el de
Bufadero, que sólo tienen agua cuando llueve y ofrece iguales dificultades el
desembarco en sus playas, y es poco menos que imposible la internación en la
isla por ellos, pues no sólo no hay caminos, sino que las quebradas ó gargantas
son formadas por cortados y elebados riscos que terminan en filo ó punta, que
sólo los muy ejercitados del país pueden superar». (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1706 Mayo 5.
Los cronistas nos relatan que ese año
reventó un volcán, una hora antes del amanecer, sobre el lugar de
Garachico, en un punto llamadoTrevejo. En este mismo día bajó la lava hasta el
camino que salía de este lugar para San Pedro, y a las nueve de la noche se
descolgaron por los riscos de la
Atalaya y Barranco Hondo siete arroyos de fuego, que en esta
misma noche retiró el mar hasta más afuera del limpio de los navíos.
Corrieron estos brazos de fuego durante ocho días, con
algunos arroyos más que se aumentaban. Al final de los ocho días, bajó un nuevo
torrente incandescente, que es el último que se mira a la parte del naciente,
tan feroz, que habiendo entullado todas las viñas de las laderas, redujo a
malpaís el barrio de Los Morales, que se componía de tres calles arruadas de casas
muy buenas.
Y, así mismo, hizo el mismo estrago de la casa, sin
segundas, del Señor Coronel don Nicoloso de Ponte Jiménez, con la del Señor don
Gaspar Rafael de Ponte y todas las demás que contenía el barrio que llaman de
San Telmo, cuya ermita primero se quemó y después fue cubierta del mismo
malpaís, con la rivera de molinos que estaban en la circunferencia del lugar.
Rompió el volcán el muro del convento de San Diego y
Monjas de Santa Clara, por la parte de arriba, y prendió fuego al monasterio,
sin dejar en él más que una celda del uso de la R. Madre de San José
Caraveo, porque estaba separada de todos los edificios. Rompió, así mismo, una
cuadra del convento de San Francisco, que servía de granero en lo alto, y de
allí se comunicó al cuarto del refectorio, y asoló de este modo todo el
convento, no dejando en él pieza que no fuese abrasada; siendo este convento el
mejor y mayor edificio que tenía la provincia franciscana, pues todo el sitio,
desde la calle del hospital hasta el muro de encima, estaba poblado con tres
claustros y otras piezas buenas. Pasó el fuego de este convento a la casa de
los condes de La Gomera,
y formando palenque, asoló toda la calle, desde él hasta la plaza del Puerto,
por ambas bandas, quemando la parroquia, que era una de las mejores que tenían
las Islas.
No hay ponderación para encarecer cuántas fueron las
pérdidas que se padecieron, –comenta el fraile y cronista franciscano Juan
García– los sustos que se lloraron y las incomodidades que se sintieron. Al fin
desampararon el sitio sus habitadores, las religiosas y el clero, por tiempo de
cuarenta días, en que no cesó de correr el río de fuego. Quiso Dios, por su
inmensa piedad, se midiese su justicia y misericordia, que padeciendo este
estrago los edificios y haciendas, se salvasen todas las vidas humanas.
Los religiosos del convento quemado de San Francisco se
retiraron a Icod, habiendo consumido el Santísimo Sacramento, el día en que
ardió el convento, que lo tenían en el de San Sebastián de la orden de Santo
Domingo. Fue este día víspera de la Ascensión del Señor, 12 de mayo a la noche y el
jueves, día de la Ascensión,
se consumió el Santísimo, y el viernes se fueron los religiosos.
Al cabo de quince días de haber reventado el volcán, los
Padres Dominicos, viendo que les amenazaba el peligro y temiendo por su
integridad física, llevaron su sagrario a Icod y allí estuvo hasta que cesó el
aluvión. Las religiosas se repartieron en diversos conventos, las de Santa
Clara y las de la
Concepción subieron desde el primer día de la fatalidad al
convento de San Bernardo de Icod y de allí se repartieron al convento de San
José de la Villa
de La Orotava
la mitad, y el resto al de Santa Clara de La Laguna. (José Velázquez Méndez)
1706 de Noviembre 5.
El siglo XVIII fue pródigo en sucesos acaecidos en la Villa y puerto de Santa Cruz
de Tenerife, queremos incluir algunos de los mismos en éstas página, ello nos
aproximará a la realidad política, militar y social colonial de aquel siglo.
Conste que no pretendemos con estas líneas, crear un tratado sobre la historia
del puerto Santacrucero, solamente nos guía el deseo de divulgar algunos
aspectos de nuestra historia poco o nada conocidos por las actuales
generaciones, pido anticipadamente disculpas al posible lector por los errores y defectos que puedan
encontrar en las páginas que siguen, pues reconozco que mi osadía al emprender
este trabajo, solamente es superada por el amor que profeso a mi matria Canaria
y a su historia.
A principios de siglo, se
produjo uno de los hechos más relevantes acaecido durante la primera
década del mismo. Como consecuencia de la guerra de sucesión a la corona de la metrópoli española entre el archiduque
Carlos y Felipe V, la armada inglesa mantenía bloqueado el puerto de Cádiz. El
tiempo debía transcurrir bastante monótono para la flota sitiadora, lo que
impulsó al almirante Leake comandante en jefe de la misma, a que una división
de su escuadra la denominada azul al mando del joven y recién ascendido
contraalmirante John Jennings girase una
visita de reconocimiento e intimidación a las Islas Canarias. La isla escogida
para esta algarada fue naturalmente la de Tenerife, considerada en aquellos
momentos la más importante del archipiélago, las verdaderas intensiones que traía la flota continua siendo aún hoy un misterio, algunos autores especulan
con la posibilidad de que la misión de la armada consistía en conseguir el que
las islas levantasen pendones a favor del pretendiente, el archiduque Carlos,
auto titulado - en aquel momento - Carlos III,
creemos que estos peñascos casi olvidados en el Atlántico simples bases
para el cambio de aguadas de los barcos en ruta hacía las Indias occidentales,
poca o ninguna importancia tenían para las potencias europeas empeñadas en
aquella guerra de sucesión en la que, los aliados perseguían la partición de la monarquía
española y la posterior distribución de sus despojos.
Volvamos a la visita del contraalmirante Jenning, al
atardecer del día 5 de Noviembre de 1706, los vigías del semáforo de Anaga
señalaron la proximidad de diez navíos extraños, aunque la plaza estaba alerta debido a los
acontecimientos que se desarrollaban en Europa, de momento la presencia de la
flota no despertó sospechas pues se pensaba que podía tratarse de un convoy que
se dirigía a las indias Occidentales, no obstante y por precaución, aquella tarde se dio la alarma en Santa Cruz,
La Laguna y
lugares próximos, viéndose la marina y
alrededores concurridos de gran número de personas dispuestas para la defensa
de la plaza. Los castillos y baterías estaban
preparados de antemano debido y bien provistos de munición y pólvora (cosa
inusual en otras épocas) por las circunstancias de guerra, estaban preparados
para repeler cualquier intento de agresión, estando al frente de los mismos sus
respectivos alcaides, el teniente coronel
de designación real, don José Machado Fiesco gobernaba el castillo de
paso alto; don Gregorio de San Martín, nombrado por la ciudad, el de San
Cristóbal, y don Francisco José Riquel y Angulo, nombrado por el cabildo,
estaba al frente del de San Juan.
El Comandante General de las islas, don Agustín de Robles
y Orezana, quien tuvo encomendado el mando de la colonia entre los años 1705 y
1709, se encontraba ausente de la plaza,
pues se había desplazado a la isla de Tamaránt (Gran Canaria) para resolver
algunos contenciosos que mantenía con la audiencia de Canarias. Una ves
más, las milicias Canarias tuvieron que defender el país de la agresión de una potencia europea.
Al amanecer del día seis, los trece navíos de la flota de
Jenning ponían proa hacía el puerto de
Santa Cruz, recortándose en el horizonte con las luces del alba, conforme se
iban acercando, enarbolaron banderas francesas, luego suecas, para
posteriormente izar banderas azules, verdadera enseña de la flota, por este
echo, fue recordada esta batalla entre las gentes de la isla como “la invasión
inglesa de la bandera azul”, los buques fueron tomando posición de combate, lo
que disipó totalmente, las posibles dudas de los defensores, sobre las
intenciones de la escuadra.
Sin embargo, no
hubo sorpresa alguna, porque desde la noche anterior habían sido movilizadas todas las milicias de
la isla, siendo la marina de Santa Cruz el lugar de reunión de las mismas, y
donde se fueron preparando para rechazar cualquier intento de desembarco por
parte de la escuadra. La nobleza rivalizó en dar pruebas – como en ella era habitual – de fidelidad al monarca, y
desde la ciudad de La Laguna
así como de los lugares más apartados del interior de la isla, fueron
descendiendo a caballo con todas sus rutilantes armas, posiblemente bruñidas
para lucirlas en el evento, causando admiración por su acompañamiento el
marqués de Villanueva de Prado.
El coronel de la
caballería de la isla, el criollo don Francisco Tomás de Alfaro, que se encontraba
de visita en la Orotava,
recorrió con otros caballeros, la distancia que
separa esta Villa del puerto de Santa Cruz, logrando llegar a tiempo
para participar en la acción. Por su parte, los tercios de infantería se fueron
concentrando en el lugar, puerto y plaza de Santa Cruz de Tenerife, llegándose
a reunir más de 4.000 milicianos en las primeras horas de la mañana. En este
estado de armas se encontraba la plaza en la mañana del 6 de Noviembre de 1706.
Desde el castillo de San Cristóbal, se disparó un tiro de
admonición como era usual, para que enviasen una lancha: el contraalmirante
Jenning hizo caso omiso a la invitación, y por el contrario dio orden de que
los cañones de sus navíos abriesen fuego
contra los fuertes de la plaza. El cañoneo se mantuvo durante dos horas con
nutrido fuego por ambas partes, en medio del tronar de los cañones, se vio como
se separaban de la escuadra 37 lanchas repletas de soldados, que avanzaron
hacía las playas de San Antonio y la de la Peñita en
compacta formación, en mitad de camino fueron detenidas por los disparos de los
cañones de Paso Alto y de San Cristóbal, ya que el de San Juan no alcanzaba con
sus tiros al grueso de la escuadra.
Algunos navíos se acercaron a tierra para tratar de
proteger con sus cañones la maniobra de desembarco, pero el intenso fuego de
los castillos y baterías les causaron considerables daños, obligándoles a
retirarse fuera del alcance de los cañones. Ante cariz que iban tomando los
acontecimientos, el contraalmirante Jennig optó por parlamentar. Para ello,
descubrió primero su verdadera nacionalidad enarbolando el pabellón de
Inglaterra, enviando acto seguido (sobre las tres PM.), emisarios en una lancha
enarbolando bandera blanca.
Una embarcación de los defensores se dirigió entonces a su
encuentro recogiendo a los emisarios y vendándoles los ojos los trasladaron al
castillo de San Cristóbal. Allí en presencia de los jefes de la defensa y del
alcaide San Martín, el Corregidor don
José de Ayala y Rojas recibió a los parlamentarios ingleses, y recogió la carta
que le remitía el almirante de la flota. Reproducimos el contenido del escrito
así como la repuesta dada por el corregidor
don José de Ayala, tal como las recoge don Antonio Romeu de Armas, en su
obra Canarias y el Atlántico.
“Excelentísimo señor:
Soy mandado aquí con la esperanza de
encontrar una escuadra francesa, no como enemigo, sino como amigo de los
españoles. El haber tirado los navíos no fue por prescripción mía, pues apenas
lo percibí, mandé llamarlos para fuera, no siendo mi intención que se cometiese
alguna hostilidad a ese lugar. Me alegraré poder servir a V.E. o a otro
cualquiera de esa isla todo cuanto fuere posible, pues estamos en estrecha amistad con los
españoles. No puedo dejar de asegurar a
V.E. cómo S.M. Católica el Rey Carlos III han tenido tantos sucesos sus armas
este verano, que la mayor parte del reino y dominios de España están ahora
debajo de su obediencia, y no hay duda
de que los franceses serán enteramente expulsados de España. Tengo orden de
S.M. Católica para asegurar a todos los españoles de todas partes de su protección, y que los que
voluntariamente se sometieren a S.M. Católica el Rey Carlos, serán continuados
en sus empleos y puestos que ahora gozan. Si V.E. es servido de cambiar rehenes
para que vengan a bordo serán bastantemente
informados de todas las cosas y de la verdad de lo que aquí inserto; me
hallará muy pronto para darle gusto, y no dudo será muy a su satisfacción.
Quedo con mucho respeto de Vuestra Excelencia su más obediente y humilde
servidor. = John Jenning. = A bordo del navío de S.M. el Binchier, 26(¿) de
Octubre de 1706. = Las dos tartanas que van siguiendo los navíos, si salieren
ser españolas se devolverán.”
Creemos que la
fecha de 26 de Octubre insertada en el texto es un error de imprenta ya que la
repuesta del corregidor Ayala, está fechada a 6 de Noviembre. Lo que nos da una
diferencia de 12 días entre las fechas de ambas misivas, mientras que siguiendo
la narración de Rumeo de Armas, la flota fue avistada por la atalaya de Anaga,
el 5 de Noviembre, atacó la plaza al
amanecer del día 6, a
las tres de la tarde Jenning, envío la carta al fuerte, siéndole contestada al
día siguiente. En el transcurso de las operaciones fueron apresados por la
escuadra dos pequeñas embarcaciones canarias, las que posiblemente fueron
devueltas.
La repuesta dada por el regidor y redactada en
similares términos cortesanos que, el
empleado por Jenning, fue escrito en los siguientes términos:
.”Excelentísimo
señor:
En vista de la de Vuestra Excelencia escrita
este día, de a bordo de la nao el Binchier, que manifiesta la falta de voluntad
que hubiese en los cañones que de esa escuadra se dispararon a este lugar,
estimo la cortesanía de Vuestra Excelencia y respondo que a haber llegado desde
el principio la lancha, en la conformidad que ahora, y como vuestra Excelencia
muy bien sabe debe enviarse, hubiera
sido sin embarazo. Y por lo que toca a las noticias que me insinúa
Vuestra Excelencia acerca del estado de
la guerra y cosas de España, digo: que aquí sabemos y estamos bien satisfechos
de que las gloriosas armas de nuestro Rey
y Señor don Felipe V están muy
ventajosas, restituido con quietud a su corte, arrojados sus enemigos de los
reinos de Castilla. Y cuando (lo que Dios no permita) se hallase su S.M. en
diferente estado, siempre esta tierra se conservaría en el cumplimiento de su
obligación de fidelísimos vasallos de S.M. Católica Felipe V (que Dios
prospere) hasta el último espíritu. Agradezco también a Vuestra Excelencia la galantería
que me ofrece en orden a las dos saetías que salieron de este puerto, y quedo a
la disposición de Vuestra Excelencia para cuanto sea de su agrado. De este
castillo de San Cristóbal del puerto de Santa Cruz, 6 de noviembre de 1706.
B.L.M. de V.E. = Don José de Ayala y Rojas. = Excelentísimo señor don Juan
Jennings”
Según el
historiador don Alejandro Ciuranescu, refiriéndose a los resultados de la
batalla nos dice “en el campo de las
cortesías chinescas, los ingleses resultaron derrotados”, pensamos que fue una
pobre victoria para los canarios con un costo demasiado elevado.
La Monarquía Española
en aquellos momentos representada por Felipe V, quedó sumamente complacida de
la defensa que de sus intereses hicieron sus fieles vasallos criollos de la
colonia, distribuyendo como era habitual en estos casos, algunas prebendas
entre los miembros de la oligarquía tinerfeña que supuestamente más se
destacaron en la defensa de los mismos. Las palmaditas en la espalda la
recibieron en forma de sendos hábitos de ordenes militares concedidos al
corregidor Ayala y al castellano San
Martín, a los defensores de a pie, su majestad, se dignó recordarlos en una
carta dirigida al cabildo de la isla con fecha 28 de Diciembre de 1706. La
prebenda recibida por el castellano San Martín, no fue bien vista por el virrey
don Agustín de Robles, quien desató su ira contra él, haciéndole víctima de
algunas tropelías, actitud esta – por otra parte – bastante frecuente por parte
de los comandantes generales de aquella y de otras épocas, en sus funciones de
representantes de los amos y señores de las islas, que son los gobiernos de la Metrópolis. (Eduardo
Pedro García Rodríguez)
1706 Noviembre 6. Los ingleses, que
habían saqueado el puerto de Santa María, quemado en Vigo los galeones,
insultado a Cádiz, tomado a Gibraltar y sometido a Cataluña y reino de Valencia
todo ello en la península ibérica para el archiduque con una facilidad
asombrosa, se lisonjeaban que igualmente le someterían la colonia de las Canarias sólo con presentarse armados y
hacerse obedecer. A este fin, se dirigió a ellas la escuadra del general
Genings, compuesta de 13 navíos, el menor de los 11 de a 60. El 5 de noviembre,
a las 5 de la tarde, se avistaron 10 sobre la primera punta de Tenerife; y
aunque se discurrió que podrían ser mercantes y pasajeros a la América, se tocaron las
cajas militares para seguridad de las costas a cuyo estruendo cargó alguna
gente a la marina. Al rayar el alba del día 6, se reconoció que se acercaban al
puerto de Santa Cruz; y, viendo que a las 8 de la mañana ponían banderas
francesas, mudándolas poco después en inglesas de color azul no quedó duda del
designio con que el enemigo se avecindaba. Sin embargo no hubo sorpresa, porque
desde la noche antecedente se había conmovido toda la isla con un rebato
general; y era tal el ardimiento de los pueblos, que amanecieron en Santa Cruz
más de 4000 hombres de los tercios circunvecinos, ansiosos del combate. Ya
había acudido armada toda la nobleza, y esto de tal modo que, aunque el coronel
de la caballería de la isla, don Francisco Tomás de Alfaro, estaba en el puerto
de La Orotava,
distante 7 leguas desde Santa Cruz, cuando recibió la orden de marchar,
"pudo tanto su celo en el servicio del rey, que amaneció el puerto
coronado con su gente.
[...] Así que los navíos ingleses
estuvieron acordonados con las proas al puerto y a tiro de nuestra artillería,
empezó a hacerles fuego el castillo principal de San Cristóbal, del cual era
gobernador don Gregorio de Sanmartín. Siguió su ejemplo el capitán don
Francisco José Riquel, que lo era del de San Juan, y todas las demás baterías
con la mayor viveza. Toda la escuadra correspondió granizando innumerables
balas que por fortuna no ofendieron. Y ya había durado dos horas el reñido
combate, cuando echaron al agua los ingleses 37 lanchas con mucha gente de
desembarco; si bien fue tal el fuego que se les hizo desde las fortalezas y
tanto el daño que recibían los bajeles que más se habían acercado, que les fue
forzoso retroceder a socorrerles. No obstante, a las tres de la tarde volvieron
a enviar otra lancha a tierra con bandera de paz y un cabo inglés que pedía
audiencia. Tuvo junta de guerra el corregidor, y en ella se acordó que fuese
admitido. Salióle al encuentro el capitán de mar en otro esquife, y, habiéndole
vendado los ojos, le introdujo en el castillo principal donde estaba el
corregidor y la nobleza. Entregó el cabo una carta de parte el general Genings,
escrita en inglés [...]
La carta de Genings contenía una
serie de engaños sobre la marcha de la guerra y sus intenciones. El corregidor
español en nombre de las autoridades coloniales envió la siguiente respuesta:
"Excelentísimo
señor: En vista de la de V. Exc. Escrita este día de a bordo de la nave Binchier,
que manifiesta la falta de voluntad que hubiese en los cañones que de esa
escuadra se dispararon a este lugar, estimo la cortesía de V. Exc. Y respondo
que, a haber llegado desde el principio lancha, en la conformidad que ahora, y
como V. Exc. Muy bien sabe deber enviarse, hubiera sido recibido sin embarazo.
Y por lo que toca a las noticias que me insinúa V. Exc. Acerca del estado de la
guerra y cosas de España, digo que aquí sabemos y estamos bien satisfechos de
que las gloriosas armas de nuestro rey y señor don Felipe V están muy ventajosas,
restituido con quietud a su corte, arrojados sus enemigos de los reinos de
Castilla. Y cuando (lo que Dios no permita) se hallase S.M. en diferente
estado, siempre esta tierra se conservaría en el cumplimiento de su obligación
de fidelísimos vasallos de S. M. católica Felipe V (que Dios prospere) hasta el
último espíritu. Agradezco también a V. Exc. La galantería que me ofrece en
orden a las dos saetías que salieron de este puerto, y quedo a la disposición
de V. Exc. para cuanto sea de su agrado. De este castillo de San Cristóbal del
puerto de Santa Cruz, 6 de noviembre de 1706. B.L.M. de V.E. su mayor servidor.
Don José Antonio de Ayala y Roxas. -Excelentísimo señor don Juan Genings".
Los ingleses se retiraron a las 7 de la noche.
Las milicias canarias permanecieron armadas dos días y en La Palma algunos meses.
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