Eduardo Pedro García
Rodríguez
La Guancha:
Municipio tinerfeño,
está situado en el norte de la isla de Tenerife.
El término
municipal está compuesto por varios núcleos de población dispersa
dedicada a las faenas agrícolas, gracias al agua que se obtiene
de sus numerosas galerías filtrantes, y al cultivo de la vid,
las papas y los frutales. La artesanía del barro y la cestería
tradicional también son parte de la identidad de este pueblo.
La Guancha
tiene en torno a los 5.300 habitantes, distribuidos en el casco, con el 60% de
la población, Santo Domingo y Santa Catalina en la zona costera, con más de 600
habitantes cada una y otras entidades más pequeñas como Las Cucharas, Las
Montañetas, Hoya Los Pablos, Las Longueras, El Pinalete, etc.
El Barrio de
Santa Catalina, situado en la costa, posee una muestra del uso de la
piedra de cantería en la arquitectura popular canaria
del siglo XVI. Se tiene conocimiento de la construcción de una ermita en
el año católica en 1510 estando ubicada en el lugar conocido por
“puerta quemada” y fue arrasada por el aluvión de 1826. La actual ermita
de Santa Catalina está situada en la parte antigua del barrio y fue construida
en 1878 en un entorno de arquitectura tradicional canaria.
En el
municipio se encuentra un charco de callados denominado Charco del viento.
Las tierras
de la Guancha se extienden desde las laderas del Teide hasta el mar, en una franja
estrecha de terreno, sumando 21,9km2. Es uno de los municipios más pequeños de
la isla de Tenerife. Los terrenos de la Guancha están constituidos por traquitas de
emisiones tipo Montaña Rajada de las series recientes sálicas.
Topográficamente
presenta dos zonas: una costera, con pendientes más suaves, inferiores en su
mayoría en el 10% de desnivel; otra alta, por encima de los
300-400 msnm donde la inclinación llega alcanzar y superar el 20%.
Algunos barrancos, entre los que destaca los de La Atalaya y
de La Arena,
discurren por la zona alta del municipio.
La Guancha
ofrece los tres pisos típicos de los municipios de barlovento: una zona
baja, más o menos cálida; una media, con incidencia del alisio y
descanso gradual de las temperaturas; y otra de cumbres. En la zona media, en
torno a los 500 m, donde está situada la capital municipal, las precipitaciones
y temperaturas medias anuales superan los 550 mm y se aproximan a los
16 ºC, respectivamente.
El Pinar de La Guancha
domina el espacio por encima de los 1.000 m, aunque desciende hasta los 400 m,
por debajo del propio casco, siguiendo el barranco de La Gotera, en la franja
occidental del municipio.
La economía
está basada principalmente en la agricultura. Unas 300 ha., constituyen el
total de las tierras labradas, de las cuales la mitad son de secano y la mitad
de regadío. Las primeras se sitúan en las zonas media y alta y las de riego en
la zona de costa.
La población
de La Guancha que ejerce su actividad en el propio
municipio se dedica casi exclusivamente a la agricultura de medianías. La
práctica totalidad son pequeños propietarios que cultivan sus tierras en
régimen familiar. Las papas, los frutales, la viña, etc., constituyen los
cultivos principales. Las papas de secano son el producto agrícola más
importante de la zona alta del municipio. Asimismo, la ganadería, que en otra
época tuvo cierta relevancia, ha quedado reducida en la actualidad a la de
autoconsumo.
Mención
especial merece, no por su capacidad productiva pero sí por su tradición,
la artesanía de La
Guancha. La cestería, albardería
y, sobre todo, los calados, a los cuales se ha dedicado una cooperativa.
Antes de la llegada de los
colonos conquistadores pertenecía al menceyato -reino- de Icode.
Las primeras familias de colonos que se aposentaron en estas tierras eran
portuguesas y de la isla de Tamarant (Gran Canaria). Se instalaron en lugar hoy conocido como Santa Catalina, único sitio donde
había agua. Muy cerca de aquí los mercenarios invasores durante en
reconocimiento del terreno y en busca de guanches que esclavizar encontraron
junto a una fuente a una guancha, la cual antes de dejarse apresar prefirió
arrojarse al barranco, por este hacho según recoge la leyenda le llamaron
la Fuente de la Guancha. Dentro de su término municipal se encuentra la
cueva sepulcral de Hoya Brunco, en cuyo interior se
han encontrado momias guanches y ajuar. Hay más yacimientos arqueológicos con
utensilios de esta milenaria cultura.
El charco del viento:
Es una cala situada en el Barrio
de Santa Catalina. La costa guanchera en la antigüedad fue utilizada
como puerto natural para el embarque y desembarque de mercancías, concretamente
en la zona llamada Punta de Marrero; el litoral guanchero además del Charco del
Viento posee el Charco de la
Arena y el Charco Verde, dichos charcos se encuentran
perdidos por caminos de pescadores.
Tradición de origen
guanche
Bajada de las Hayas:
Se ha convertido en los últimos
años en el número principal de las fiestas mayores de La
Guancha, que se celebran cada agosto en honor a su
Patrona Ntra. Sra. de la Esperanza, teniendo lugar en el segundo
sábado de dicho mes. Este popular evento tiene su origen en una especie de
romería que los vecinos propietarios de animales de carga hacían a los montes
del municipio. Se salía a buscar ramas de haya con las que se adornaban la
plaza y las calles del recorrido procesional. Esta singular comitiva regresaba
al pueblo entre el regocijo de los vecinos, que les convidaban al paso por sus
casas hasta llegar a la Plaza
de la Iglesia
para proceder a colocar el tradicional y vistoso “Enrame”.
En el último lustro, y tras
algunos años en los que “La
Bajada” se efectuaba en camiones perdiendo así el encanto de
antaño, se ha conseguido recuperar su forma inicial, donde cientos de
personas ataviadas con el vestuario tradicional y portando las típicas “Varas”
engalanadas con hayas y flores de papel van acompañando a los arrieros con sus
animales. Entre parrandas, vino y productos típicos de la tierra bajan desde el
cercano monte hasta desembocar en la
Plaza de la
Iglesia, donde concluye una jornada cargada de tipismo y
alegría compartida.
Algunos topónimos de La Guancha
Hay algo más duradero que el
Arte para que la memoria humana perdure. Ese algo es el nombre que damos a las
cosas, y que salta de generación en generación viviendo en sus habitantes.
Dentro de la palabra, ocupa un lugar especial el topónimo, que nace del pueblo
para ser aplicado a un lugar concreto, y que va siendo trabajado a su modo por
cada generación, que lo trasformará, pulirá y construirá su propia versión para
uso de la siguiente.
En todo este proceso de
designar los lugares, que muchas veces no aparece reflejado en mapas ni guías,
juega un papel importantísimo nuestros mayores. En la memoria de éstos figura
una extensa relación de nombres de sitios, lugares, veredas, etc., que si no
andamos a tiempo, y tratamos de recogerlos por escrito, desaparecerán para
siempre.
La toponimia y la
singularidad guanchera
Un
topónimo, es el término derivado del griego topos, "lugar", y onoma,
"nombre", es toda palabra aplicada para designar un lugar, paraje,
pueblo, accidente geográfico o en general cualquier lugar que se desee
singularizar.
La
toponimia es una rama de los estudios lingüísticos que se ocupa de investigar
el origen de los nombres de los lugares, considerando que no son arbitrarios,
sino que se remontan muy atrás en el tiempo y permanecen.
Al
ser nuestro municipio un territorio bastante completo, geográficamente
hablando, a lo largo de nuestra historia se han aplicado, casi en su mayoría,
los nombres en función de las singularidades del territorio. Así pues aparecen
numerosos topónimos que hacen referencias a lomos (tierra levantada entre dos
surcos u hondonadas), hoyas (declive del terreno entre dos montañas), fuentes
(manantiales de agua), barrancos (erosión que hace en la tierra las corrientes
de agua), laderas declive del terreno), puntas (saliente o extremo de cualquier
cosa), charcos (agua estancada en un hoyo), etc.
En
cuanto al primer término, podemos destacar nombres como Lomo Colorado (famosa
galería donde emanan aguas termales y donde hay una abundante presencia de
zahorra roja), Lomo Blanco (lugar donde el color de la tierra y la piedra es
blanquecino), Lomo La
Bautista (hecho de pasar por algo por primera vez) o Lomo del
Medio (promontorio de tierra enclavado entre otros dos lomos), y Lomo Arco,
entre otros.
En
cuanto al segundo, las hoyas, encontramos numerosos ejemplos. Uno de los más
conocidos, por la popularidad que le ha dado nuestro grupo folklórico, es: Hoya
Abrunco -también llamado Brunco- (con
dos posible interpretaciones: 1/ degeneración del adjetivo abrupto= terreno inaccesible,
intrincado; 2/bronco = tosco, desapacible), Hoya Honda (concavidad o depresión
del terreno de cierta consideración), Hoya Arco, Hoya Giles, Hoya Grande (por
su extensión), Hoya del Mercader, Hoya Potro, Hoya Cha Pérez, Hoya del Burrero,
Hoya del Zarzal, Hoya del Charco del Agua, Hoya Los Pablos, o simplemente La Hoya.
Sobre el término fuentes, muy propias de un
territorio donde emanaban numerosos manantiales, y que gracias a ellos se
establecieron los primeros pobladores foráneos a fin de poder practicar la
agricultura, podemos encontrar los siguientes topónimos: Fuente Grande (fuente
de importante caudal, que posteriormente fue aprovechada para excavar una
galería, que tiene el mismo nombre), Las Fuentitas (por ser lugar de abundantes
aguas), La Fuente
de La Guancha
(nombre que originariamente dieron los primeros conquistadores al ver -según
cuenta una leyenda- a una hermosa mujer guanche tomar agua de un manantial),
Fuente del Chupadero (posiblemente dado, entre otras interpretaciones, por la
gran abundancia de trebinas –planta cuyo tallo se chupa y que crece en lugares
húmedos-), La Fuente
de Santa Catalina (abundante fuente donde se establecieron los primeros
pobladores de nuestro municipio tras la Conquista y el posterior reparto de tierras), la Fuente del Cuervo, o Los
Chorritos (pequeña oquedad escavada en la pista que lleva al Chupadero de cuyas
paredes aún emana agua), entre otras.
En cuanto a las puntas podemos citar las siguientes
en función de su localización geográfica, usos y sucesos acontecidas en ellas,
y situadas en su mayoría en la costa marina: Punta del Marrero, Punta del
Salvaje (acantilado muy escarpado, difícil), Punta de La Mesana (en un barco de tres
palos, es el mástil más cercano a popa), y Las Puntas (zona agrícola de plataneras
cuyo linde con el mar acaba en varios acantilados, en varias puntas), entre
otras.
Con respecto a los charcos (laguna de agua salada),
también ubicados en la zona costera, podemos citar algunos como: Charco del
Viento (por ser un sitio donde este fenómeno atmosférico está siempre
presente), Charco de La Arena
(ubicado muy próximo a la Punta
de El Marrero y cuya orilla está llena de callaos muy pequeños simulando arena
del mar), Charco Verde (por el intenso color esmeralda de su fondo), y Charco
José Luís (probablemente puesto en honor de su descubridor), entre otros.
Otras aportaciones
El terreno, y los distintos elementos que lo
componen, tanto por su cantidad como por sus características, también han
quedado plasmados en la toponimia guanchera. Ejemplos destacados son La Cascajera (en la zona de
Santo Domingo, designado así por ser un terreno muy abundante encascajo, en
grava –piedra muy picada), Las Zahorras (material muy presente en los suelos de
las zonas más altas del municipio) o El Natero (arena que se
deposita en el cauce de los barrancos y acequias).
Son interesantes algunos nombres de núcleos rurales
habitados donde destacan aspectos de su orografía: Las Montañetas (zona
semejante a pequeñas montañas), Las Longueras (extensión alargada de terreno),
Llano Méndez (terreno muy plano) o La Caldera (terreno que se asemeja a la boca de un
caldero)
También las aportaciones del mundo animal, ya que
este pueblo mantuvo un estrecho vínculo con la ganadería hasta no hace muchos
años, aparecen presentes en la toponimia guanchera. Así se designaron lugares
como: La Cabrera
(numerosas familias guancheras vivieron de la cabra y sus rebaños, que llevaban
de trashumancia hasta Las Cañadas del Teide o la costa), La Canaria (cuyo interés
radica en el hecho de que este nombre pudo haber sido dado en recuerdo de los
primeros pobladores llegados de la
Isla de Tamarant (Gan Canaria) cuyos habitantes eran
conocidos como “canarios”), La
Yegua (por serun animal que como muchos circularon por el
antiguo camino Real que cruzaba por Tierra Costa y Santa Catalina y que llegaba
al Valle de La Orotava),
y Las Colmenitas (lugar en la zona baja de La Campana donde se colocan
aún colmenas para las abejas).
También el mundo vegetal, dada su estrecha relación
con el medio donde vivimos, ha aportado numerosos topónimos. Los árboles
frutales como la higuera dio nombre a Las Higueritas (lugar de paso desde el
Camino de El Lance hasta la Cruz
del Brezo) o Farrobo (degeneración del término algarrobo –planta leguminosa muy
común en Canarias). Otros árboles característicos por la coloración de sus
hojas aportaron nombres tan poéticos como La Rosa del Álamo. Los pinos, muy abundantes en
nuestro territorio, han aportado nombres como: Pino Moreno o El Pinalete. Otras
plantas, propias del monte bajo, han quedado para la memoria: La Cruz del Brezo (las cruces se
colocaban en los cruces de camino a modo de protección para el caminante. Este
lugar poseía un brezo de varios decenios de años de vida que albergó –y
alberga- a su pie una vieja cruz de tea). También el haya –muy abundante en el
monte- dieron lugar a la aparición de nombres como: Haya Negra y La Haya Jurada.
La presencia de los ancestros guanches en este
territorio apenas ha dejado topónimos. Si podemos citar al menos dos: La Tabona (piedra que
se usaba, entre otras cosas, para marcar los animales) y Los Cabocos
(cueva que interrumpe el cauce de un barranco y que fue usada como vivienda o
enterramiento). Este caboco está situado muy cerca de las cuevas de Los
Celajes (Santa Catalina), donde se han encontrado algunos restos de huesos y
cerámica guanche. (j.escolorena, 2007)
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