EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1571-1580
CAPITULO XII-VIII
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1572 Abril.
Volvieron a reanudarse las
operaciones militares contra el Archipiélago por parte de los corsarios
hugonotes. En abril de 1572 un navío corsario se presentó delante de la isla de
Lanzarote, en cuyas costas desembarcó 70 hombres. Al instante las milicias,
capitaneadas por el conde don Agustín de Herrera y Rojas, acudieron al palenque,
y en breve espacio de horas dieron muerte a su jefe, mientras capturaban 20
prisioneros y obligaban a reembarcar a los restantes. Sin embargo, el buen
trato de los lanzaroteños con los franceses fué una vez más escasamente
agradecido, pues los corsarios supieron aprovecharse de él para preparar días
después la fuga, que fué coronada por el éxito.
Un mes más tarde, en mayo de
1572, otras cuatro naos francesas atacaron la isla de Lanzarote, poniendo en
tierra 300 hombres que penetraron hacia el interior, hostil izados sin tregua
en sus flancos por las milicias isleñas. Parece ser que el objeto de los
expedicionarios, aparte las acostumbradas depredaciones y robos, era rescatar a
los 70 franceses de la anterior incursión, que juzgaban todavía prisioneros, y
que al enterarse de su liberación decidieron reembarcar para seguir merodeando
por las aguas insulares en busca de alguna buena presa. De Lanzarote los
corsarios se dirigieron a La
Gomera, en cuyas costas capturaron algunas barcas de
pescadores, siendo testigos de la parsimoniosa entrada en San Sebastián de la
imponente flota de Indias, que, al mando del capitán general Juan de Alcega,
fondeó con sus 11 navíos en la bahía al resguardo
de sus propios cañones y los de la Torre del Conde.
En efecto, habiendo
zarpado Juan de Alcega de Sanlúcar de Barrameda en los primeros días de junio
de 1572 (mientras quedaba rezagado en el puerto andaluz su almirante don
Antonio Manrique de Lara con el resto de la flota), la citada división de la
misma fué divisada por los atalayeros del Puerto de la Luz en la madrugada del sábado
21 de junio del año citado, mientras en la ciudad, con motivos sobrados de
alarma por la reciente presencia de corsarios y piratas en sus aguas, eran
dadas las señales acostumbradas de rebato, y acudían al puerto todas las
compañías de milicias, llevando a su frente al gobernador Juan Alonso de
Benavides y al capitán general Pedro Cerón.
Tropezando la flota de Indias con
tiempo adverso no pudo ganar el Puerto de la Luz, pues permanecieron los navíos en maniobras
por espacio de dos días sin alcanzar su propósito, dando entonces órdenes el
capitán general Alcega de dirigirse a San Sebastián de La Gomera para hacer la aguada
de costumbre y reponerse de víveres.
De esta manera, las milicias de
Gran Canaria no supieron la verdad de lo ocurrido hasta el martes 24 de junio
de 1572, día en que el almirante de la flota, don Antonio Manrique, fondeó en
el Puerto de las Isletas con otros cuatro navíos, mientras otros cinco más,
procedentes de Cádiz, lo hacían el miércoles siguiente. La presencia de la
segunda división de la flota despertó el mismo temor y alarma que la primera,
aunque pronto las señales pacíficas de los navíos llevaron de nuevo la calma a
las aguerridas huestes movilizadas por el capitán general Cerón.
Mientras tanto, el capitán
general Alcega permanecía en San Sebastián de La Gomera, espiado de cerca
por los piratas franceses, impotentes para atacarle en conjunto, pero siempre
avizores para caer sobre alguna embarcación rezagada. Ello dió pie al almirante
Manrique de Lara para proseguir la travesía por el Atlántico, mientras dejaba
en Las Palmas pliegos secretos con el derrotero a seguir, aunque bien es verdad
que pocos días más tarde Juan de Alcega, después de haber rendido por cansancio
a los corsarios, pudo seguir también sin contratiempos su travesía abandonando
el puerto gomero. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 Abril 10.
El Cabildo de Tenerife acordó
protestar el nombramiento de Francisco Valcárcel como capitán general por los
inconvenientes y daños que de él se esperaba.
La "capitanía" de Tenerife (pues no está claro en el título
la denominación expresa de capitán general, que disfrutó por corto espacio de
tiempo el regidor Francisco de Valcárcel, no sin la oposición y el descontento
del Concejo y Reigimiento de la isla, cesó en su ejercicio efectivo en 1573, al
imponérsele por la fuerza el nuevo gobernador, capitán don Juan Álvarez de
Fonseca, tras un ruidoso altercado que derivó en litigio ante el Consejo de
guerra y que éste resolvió a favor del segundo.
De esta manera volvieron a quedar
vinculados en la colonia en una misma persona el mando civil y militar de cada
una de las islas mayores, y aunque la
Corona siguió titulando a los beneficiarios del mismo como
gobernadores y justicias mayores de Tenerife y Gran Canaria o teniente de
gobernador de La Palma,
éstos al asumir el mando militar se titularon también en las tres islas como
capitanes generales. Infinidad de documentos, todos ellos originales, prueban
la realidad de este aserto. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 Mayo.
Conocemos por un proceso de la Inquisición que por el
mes de mayo de 1572 zarpó de la isla de Wigth un navío de 30 toneladas apodado El Dragón propiedad, según la confusa ortografía
española, de Enrique y Tomás Huic y de Enrique Cleitrquey, con el propósito de
dirigirse a las Indias Occidentales. A su paso por Canarias los ingleses
desembarcaron en Tenerife para hacer aguada y recoger vituallas dirigiéndose
seguida-mente aun puerto inidentificable, Florin, al parecer en las cercanías
de Cartagena de allí los ingleses establecieron relaciones con otros
compatriotas suyos naturales de Plymouth, a los que llaman los documentos
españoles Francisco Egrey y Juan de Egrey (¿acaso Francis y John Drake?) que con otras dos embarcaciones se dedicaban
a iguales menesteres. Los piratas, después de robar dos o tres fragatas
españolas y recorrer las costas de Nicaragua, arribaron a la isla de Cuba, en
la que desembarcaron algunos de los prisioneros, prosiguiendo su navega ción de
retorno con dirección a Inglaterra.
A la altura de las Canarias un
fuerte temporal separó al navío británico de una de sus presas, y entonces,
confabulados los prisioneros de la fragata española contra sus guardianes,
lograron en un golpe de audacia desarmar a los ingleses, dirigiéndose entonces
a Lanzarote y Fuerteventura, en cuyo Puerto de Cabras desembarcaron con el
único superviviente inglés, Robert Octon, a quien entregaron a las autoridades
.
La posesión del navío, trasladado
al puerto de Salinas, en Gran Canaria, dio luego pie a las disputas del juez de
Registros de Indiag y de los inquisidores, interesados en incautarse por
contrapuestas razones de la embarcación apresada.
Por esta misma fecha tres navíos
ingleses de piratas luteranos hostiJizaron en distintos días a las poblaciones
costeras de la isla de El Hierro, robando y profanando imágenes y objetos del
culto. Además, distrisbuyeron por doquier panfletos protestantes en los que
recomendaban a los natura;les "que
fuesen evangelistas y no papistas" . En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 Junio 21.
Unos corsario franceses capturaron en el
puerto de "Cuevas Blancas", en las proximidades de Agüimes
(identificable con Arinaga), el navío o barca del maestre Juan Gallego, fletado
por el inquisidor español Pedro Ortiz de Funes para el rescate de renegados
(huidos) en Berbería-episodio que ya nos
es conocido, cuando se hallaba fondeado en dicho puerto de regreso de la
segunda expedición a San Bartolomé. Era dicho puerto de Cuevas Blancas, según
reza un documento de la época, "muy peligroso de ladrones y piratas",
motivo por el que Funes, temeroso de algún desaguisado, envió urgentes avisos,
por medio del tamborilero Antonio Martínez, al maestre Gallego para que pusiese
la embarcación, o por lo menos su cargamento, a buen recaudo. No quiso éste
hacer caso a las admoniciones de peligro, y el 21 de junio de 1572 tres navíos
franceses se apoderaron de la barca, que además de la acostumbrada carga
conducía dos versos, varios arcabuces y porción de lanzas y rodelas.
Los piratas visitaron pocos días
más tarde La Gomera,
donde fueron capturados en una de las entradas siete marineros franceses, al
mismo tiempo que corrían rumores en Gran Canaria de haber sido rescatada la
barca con su armamento. El inquisidor Ortiz de Funes dispuso entonces que su
criado Juan Pérez se trasladase a San Sebastián para tomar posesión de la
misma; más cuando éste desembarcó en la isla ya los gomeros habían devuelto la
libertad a los cautivos y no había el menor rastro de la embarcación. .
Dos años más tarde, en 1574, y en
circunstancias oscuras, los corsarios franceses se apoderaron frente a las
costas de Lanzarote de una embarcación pesquera isleña, acudiendo al puerto de
Arrecife para su rescate, que fue autorizado por el alcalde Francisco de Ribas,
no sin la oposición del clérigo y comisario del Santo Oficio Luís de
Bethencourt. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 Julio 10.
El colono y gobernador
colonial Pedro Cerón, como presintiendo
su próximo fin y en la obsesión de perpetuar su nombre, linaje y hacienda,
fundó en 10 de julio de 1572, en unión de su esposa, Sofía de Santa Gadea, el
famoso mayorazgo de Arucas, en cabeza de su sobrino Martín Cerón, de seis años
de edad, "que tenemos en nuestro
poder-reza el documento - regalándole
y doctrinandole". Quedaban vinculados en el mismo todos los cuantiosos
bienes del capitán general de Gran Canaria.
Don Pedro Cerón, de manera
pacífica y tranquila, pues frisaba por esa fecha en los cincuenta y nueve años
de su edad y ya estaba curado de ambiciones y glorias. Sin embargo, su
autoridad debió coexistir, por lo menos nominalmente, con la de los
gobernadores capitanes, pues con posterioridad al nombramiento del capitán Juan
Alonso de Benavides como gobernador de Gran Canaria lo vemos figurar en algunos
documentos titulándose capitán general de la isla. Este cargo meramente
honorífico debió extinguirse con su muerte, acaecida en fecha ignorada, aunque
no lejana al momento que narramos.
Por otra parte, los Reyes seguían
acordándose de Pedro Cerón para honrarle con importantes comisiones; tal fue la
que recibió en 1574 para tomar a varios magnates el juramento de fidelidad
debido al príncipe don Fernando, que prestaron ante él los condes de La Gomera y Lanzarote y el
obispo de Canarias, el. 7 de marzo de dicho año.
1572 Agosto 11.
{126) A. I.: Indiferente general,
leg. 1.094. Certifición del escribano Gaspar Leitón referente a las andanzas,
persecución, captura., proceso y sentencia de Bartolomeu Bayón. Dice Mi:
"... el capitan Antonio Vello Tinoco teniendo noticia que en las partes de
Guinea andava un corsario por su nombre Bartolome Bayon con dos naos ynglesas
robando y escalando los navios de los vezinos de estas yslas mando ansi en esta
isla como en las demas tener grandes
vigías para que el dicho corsario viniendo a ellas el fuese avizado, por
ynformcion quel dicho cosario contratara en la yslas de Canaria con un Juan
Lopez de Caravallo e otros de le venir a dar esclavos en estas yslas para
lleuarlos a Yndias de Castilla, y en dos dias de mayo de este presente año
parecieron a la mar de frente de esta ciudad de la ribera grande dos naos una
grande y otra pequeña e pareciendo e el dicho capitan que podría ser el dicho
cosario bartolomé Bayon con grande priesa e cuidado consulto con los vezinos
prencipales de la governacion de la tierra de hazer con cinco navios dos
redondos e tres caravelas la qual armada se hizo presto y echo fuera del puerto
en espacio de veinte e quatro oras con mucha artilleria y municiones e
mantenimientos en la qual y va por capitan mayor Martin de gequera hombre de
los principales de esta ysla en una nao por nombre 'Santiago" de Goncalo Sanches que aqui vino a tener diziendo
que venia a comprar esclavos para llevar a las Yndias e consto a el dicho
capitan que traia trato y conpañia con el dicho Bayon para le tomar los
esclavos que el le diece y se yr con el para Yndias en la qual armada fueron
como, dosientas y cinquenta personas antes mas que menos los mas dellos vecinos
de esta ysla los quales todos se ofrecieron con sus personas e armas e
mantenimientos e a yr en la dicha armada sin premio nenguno.
En la dicha armada fue Niculas de
Peralta vecino de Canaria que aqui vino por maestre de la dicha nao "Santiago" la qual armada
anduvo por estas yslas en busca de las dichas naos sin las poder hallar y se
torno a recoger a el puerto de esta cibdad.
.. ..y en este tiempo vino nueva
del dicho capitan en coro el dicho Bartolome Baoyon hera preso en Ginea y
estava en poder de un Garcia Alvarez vecino desta ysla, el qual lo traia para
ella el qual lo truxo preso a buen recaudo y lo entrego en esta ciudad a el
dicho capitan el qual le hiso las preguntas que convenian a bien de justicia
entre 1as quales el dicho Barto lome Bayon dixo e confeso estar en la Gran Canaria en
Melenara con sus dos naos ynglezas e alli se llamava Antonio Martinez e que por
que le prendieron un hombre suyo lo embargaron cierta hasienda el fue a tierra
e prendio tres hombres de los prencipales de la tierra los tuviera en su nao
hasta que le soltaron su hombre y dalle su hazienda a el qual cosario el dicha
capitan luego despacho esecucion para en el se haser justicia la qual secución
y la execucion que se hizo es la siguiente."
"Sentencia. Vistos estos
autos mostrarse el reo Bartolome Bayon siendo portugues natural e basallo e
criado del rey nuestro señor se yr en el reino de Ynglaterra con los corsarios
e luteranos enemigos armando con ellos e trayendolos contra el estado reynos y
sefiorios del dicho señor descubriendo y enseñando la navegación de la mar de los
reinos yslas y puertos y partes de su comercio robando los navios de sus tratos
matando e hiriendo sus basallos pasando a Yndias aliende a otros limites a
mostrar e descubrir a los dichos cosarios yslas e Yndias de Castilla a donde fue preso y traido a tierras
de España, de a donde huyo e passo
otra vez a Ynglaterra a armar conlos dichos cosarios y luteranos contra el
estado y servicio del señor su rey y señor viniendo el año pasado a las partes
e rios de Guinea a donde robo e prendio y hirio muchos hombres quemo y escalo
muchos navios con mucho escandalo e ozadia dio ayuda a un rei contra otro de
amistad e comercio de los portugueses habiendo siempre semejantes robos y
ensultus dando con sus naos y lanchas casa a todos los navios en todo tiempo:
que las dichas partes anduvo hasta ser preso en las ysletas por el rei de la
tierra donde fue resgatado e traido a esta ciudad lo qual visto con los de mas
autos y en todo lo sobre dicho el dicho reo cometer delito de crimen legis
magestatis alevantandose y cometiendo traycion contra el real estado y servicio
del nuestro señor conforme a dispusicion del derecho en este caso condeno a el
dicho reo que sea arrastrado por los lugares publicos de esta ciudad con pregon
de sus culpas y que muera muerte natural e ahorcado y e dequartisado e todos
sus bienes e hacienda confiscada para la corona real del reino puesto que hijos
y herederos tenga. Antonio Vello Tinoco. (En: A. Rumeu de Armas, 1991, notas a
pié de paginas)
1572 Noviembre 8.
140.-Sepan quantos esta carta
vleren como yo Juan Gonzales y Malgarida
Alvares, su muger, yo M. A. con licencia, placer y expreso consentimiento que
pido y demando a J. G., mi marido, etc., por tanto nos J. G. e M. A., s.u
muger, por virtud de la dicha licencia, etc. otorgamos e conocemos por esta
presente carta que vendemos agora e para siempre jamás a vos Gonzalo Hernández,
vo de esta isla, yerno de Diego Pérez, vo de ella, para vos e para vuestros
herederos e sucesores presentes e por venir un pedazo de las casas de mi morada
que yo tengo en esta ciudad en un solar que tomé a tributo a Pedro Pablo de
Párraga, que lo que así os vendo es desde el chaplón de la puerta principal de
mi casa, que está frontero del arroyo del agua que va por las espaldas de mi
casa y corrales de ella, quedando la dicha puerta a nuestra parte, y del dicho
chaplón postrero hacia Hernán Pérez e hasta lindar con él, se entiende ser la
parte de la dicha casa que así os vendemos y por nivel del dicho chaplón
siguiendo hacia el dicho arroyo de la dicha agua de corral 53 pies hasta adonde
alcanzre, medidos por nivel del chaplón y que de anchura tenga el corral quanto
la casa y que la pared que se hiziere para dividir el corral y cercarlo cada
uno sobre sí ha de ser sin perjuicio de la puerta de la casa de nos, J. G. y M.
A., su muger, véndida buena, sana, justa, con sus entradas y salidas, usos y
costumbres e servidumbre quantas el día de hoy han e deben e les pertenecen de
hecho
y de derecho, por precio e contía
de 40 doblas de oro que por compra de ellas vos distéis e pagastéis realmente e
con efeto en dineros de contado de valor cada uno de 500 mrs. de la moneda
corriente en esta isla, de que somos contentos y entregados a nuestra voluntad,
etc. y más me habéis de dar e pagar dobla y media de tributo en cada un año, pagados
en cada un año por el mes de agosto de cada un año y será la primera paga por
el mes de agosto de 1573 , y así en cada un año por el mes de agosto, con
condición que cada y cuando y en qualquier tiempo me diéredes e pagáredes 211/2
doblas en una paga
juntas que el tributo sea
redimido y desde luego nos desestimos e apartamos de la propiedad e posesión e
señorío que nos pertenece al dicho pedazo de solar de suso deslindando e
declarado, e todo lo renunciamos e cedemos e traspasamos en vos ea vos el dicho
comprador con la carga del tributo e vos damos poder cumplido para que por
vuestra propia autoridad o con licencia e autoridad de lajusticia podáis ir,
entrar e tomar e aprehender e ganar la tenencia e posesión del dicho pedazo de
solar para que con el cargo de tributo e censo sea vuestro e de vuestros
herederos, etc. Hecha la carta en San Cristóbal 28-XI-1572. Testigos: Gaspar
Freyle, Diego Pérez, Alexo del Castillo, vos de esta isla, e porque J. G. y M.
A. dixeron que no sabían escribir a su ruego firmó Alexo del Castillo. Alexo
del Castillo. Pasó ante mí Juan del Castillo, esc. públ. E yo Juan del
Castillo, escribano público del número de esta isla de T. por su Magestad, la
fiz escribir y presente fui, por ende fiz aquí este mío signo a tal en testimonio
de verdad. Juan del Castillo, escribano público. Derechos un real. Juan del
Castillo. (Datas de Tenerife, libro V de datas originales)
1571 Noviembre 22.
Según una carta del portugués
Antonio Fogaza, escrita en Londres por estas fechas, y dirigida a Ruy Gomes de
Silva, príncipe de Eboli, los hechos del saqueo de La Gomera ocurrieron de esta
manera.
Asegura Fogaza que el saqueo y
ocupación de San Sebastián de La
Gomera se quedado en el convento recogiendo las imágenes,
ornamentos y alhajas se ve rodeado de enemigos. Lleno de santo arrojo reprende
a los hereges sus ultrajes; ellos tratan de castigar los suyos. A esta bulla
salta un donado llamado Miguel o "Gumiel" que hasta entonces había
estado escondido, y queriendo defender la vida de su compañero, son ambos
victimas de la saña de los piratas, que echaron sus cuerpos al mar..."
La relación más coetánea, que es
la del guardián del convento de Tenerife fray García de Iracheta, asegura que
fueron ahorcados, mientras que el franciscano fray Luís Quirós introduce otras
variantes en el orden y circunstancias del suceso.
Viera y Clavijo, tomo III, pág.
27, siguiendo el relato de Quiróz (Milagros del Santo Christo de La Laguna, cap. XII), lo narra
en los siguientes términos:
"No solo fray Bernardino de
Ramos, que era guardián, sino también sus súbditos se habían sorprendido tanto
con la inopinada invasión que huyeron, abandonando el convento, la iglesia y la Sagrada Eucaristía.
Fray Antonio de Santa Maria se avergüenza a muy pocos pasos. Vuelve a la villa
revestido de celo; corre al Sagrario, consume las santas Formas, pero cae en
manos de los Hugonotes al salir de la iglesia.
Ya habían cogido al cura y otros
vecinos. Todos fueron llevados a bordo de la Capitana, sin que cesase
Fray Antonio de predicarles exhortandolos al martirio. Pasados seis días los
sacaron de la bodega para disputar sobre dogmas. Trasladándolos después a otro
bajel: cárganlos de golpes y bofetadas: los hieren, los desnudan, los atan y
arrojan al mar con pesadas piedras al cuello.
"El que primero murió
ahogado fue el cura; luego el religioso; luego a escopeta-
zos y botes de lanza los otros
prisioneros. ..." (En: A. Rumeu
de Armas, 1991, nota a pié de página)
1572 Diciembre 19. En
estas fechas de discutía en el Cabildo eclesiástico de la secta católica
establecido en la parte de la colonia de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de
Gran Canaria), la posibilidad de erigir otro convento de dicha secta en la
ciudad, mientras que las condiciones de vida para los naturales, criollos y
colonos era ciertamente deplorable, tal como recoge el criollo Agustín
Millares: “Entretanto, las Islas iban lentamente progresando, si no en su parte
intelectual y moral, al menos, en aquella que se relacionaba con los intereses
materiales de su existencia.
Buscar, en efecto, progreso
intelectual bajo la presión terrible y abrumadora de la Inquisición sería
desconocer la marcha de la inteligencia, y las condiciones normales de la Sociedad.
Por el rápido examen que de los
procesos del Santo Oficio hemos hecho, se puede juzgar, hasta donde se extendía
su minucia espionaje, y la red invisible de sus delaciones.
La introducción de un libro
cualquiera, aún los de aquellos que trataban de asuntos místicos era vigilada
con escrupulosa atención, la lectura pues, era un lujo que pocos se permitían,
pudiendo asegurarse, que la vida de los santos, y alguna novena manuscrita,
constituían la biblioteca de la parte mas ilustrada de la Población. Los
sermones, que eran entonces al pueblo, lo que hoy son las conferencias, tampoco
contribuían á instruir a las multitudes.
Confiados, en general, á personas
de escasa ciencia, y circunscrito su objeto al panegéri-co de algún Santo, ó
explicación de algún misterio, pocas veces se elevaban á consideraciones
filosóficas, dignas de la moral cristiana, arrastrándose comúnmente por la
rutinaria senda abierta por sus antecesores, sin valor ni conocimientos para
hacer del pulpito la cátedra de la pura doctrina evangélica, y de los preceptos
sublimes de Jesucristo.
Servíales, sin embargo, de
disculpa á esos tímidos predicadores, los procesos que aun se conservan contra
aquellos eclesiásticos que, sin intención anuda, sin dotes de innovadores,
lanzaba alguna proposición, que estuviese en desacuerdo con la manera de pensar
de los Inquisidores.
Ante esa espada, sin cesar
suspendida sobre el pensamiento, se embrutecía el más docto, y se callaba el
más intrépido. Además, acostumbrados a respirar aquella atmósfera viciada,
llegaban á persuadirse que la conciencia humana no tenia otro molde, que aquel
en que se la arrojaba hacía tantos siglos, ni las ideas otro carril, que el
abierto por la teocracia, en el largo y oscuro transcurso de los siglos medios.
Por este tiempo, un hijo de Las
Palmas que ya hemos citado, honor y gloria de estas humildes rocas, después de
haber viajado por el algunos países de Europa, y detenido en Italia que ya
poseía el Dante, el Petrarca, el Ariosto y el Tasso trajo á su patria un eco de
aquellos inspirados cantos, y bajo las copas de sus magníficos árboles, nos
legó una epopeya reflejo de la época en que vivía.
Pero, el esfuerzo titánico de D.
Bartolomé Cairasco de Figueroa, había de quedar sin imitadores. Su musa murió
con él, y nadie se atrevió á recoger la lira, que había dejado abandonada en el
bosque sin rival de Doramas.
Hemos dicho, y volveremos á
repetir, que los progresos de la colonia en su parte, por decirlo así,
material, eran muy lentos. El Municipio, único cuerpo con autoridad bastante
para impulsar las reformas, no pensaba más que en obtener concesiones para
fundar mayorazgos, patronatos y Capellanías, destinados aquellos á perpetuar la
nobleza en las edades futuras, y éstas á salvar sus almas en el otro mundo, por
medio de ofrendas piadosas, que inclinasen el animo de Dios á perdonar sus
pecados.
Sus actas contenían largas
relaciones sobre las competencias sostenidas con las autoridades eclesiásticas
y judiciales, respecto al sitio que debían ocupar en las proce-siones é
Iglesias; sobre el tratamiento que debían dar y exigir en sus comunicaciones
oficiales; sobre fundaciones de conventos y cofradías; y sobre armamento y
defensa de la Isla;
pero jamás se trataba de fundar escuelas, de contener el estancamiento de la.
propiedad, de fomentar el comercio, de proteger la industria, de explotar
aguas, de repartir baldíos, de favorecer la agricultura, de remover en fin los
mil y mil obstáculos que á la prosperidad local se oponían.
La instrucción de los regidores
perpetuos era en verdad, muy limitada. Sin haber salido del país, salvo cortas
excepciones, sin conocimientos prácticos ni teóricos sobre la ciencia de
gobernar, creyendo que el mundo se limitaba al horizonte que abarcaba su vista,
y persuadidos que las clases trabajadoras habían nacido exclusivamente para
servirles en esta vida, no podían comprender el adelanto social, ni siquiera
prepararlo con su iniciativa, limitándose á vegetar en el medio donde la Providencia los había
colo-cado, aceptando lo presente, ignorando lo pasado, y creyendo que el
porvenir seria in-definidamente la repetición de los actos de su monótona é
inútil existencia.
La población entretanto, seguía
mejorando por la fuerza misma de las circunstancias, y algunos de sus
Gobernadores coloniales realizaban por vanidad obras útiles y necesarias. Entre
éstos, D. Martín de Benavides se hizo célebre por el puente con que unió las
dos orillas del Guiniguada, y en el cual se atrevió á inscribir su nombre,
atentado que le valió un ruidoso proceso, del que al fin salió victorioso, no
sin sufrir antes mil disgustos, que hubieran podido costarle el honor y la vida.
En este intervalo se había
levantado en los Arenales de Triana, y en el sitio que ocupaba la ermita de la Concepción, un convento
de monjas, bajo la advocación de San Bernardo, que el amigo de Cairasco, el
fraile Frai Basilio de Peñalosa, calificador
del Santo Oficio, y sujeto muy respetado por su ciencia y virtudes,
había conseguido fundar, después de reclutar su rebaño entre las doncellas más
nobles y ricas de la población.
Ocupó el área de este convento
una extensa. llanura con huertas, estanques, caserío dividida en barrios,
iglesia, y vastas de pendencias, que hacían del piadoso establecimiento una
Ciudad dentro de la misma Ciudad. Hubo, sin embargo, contradicciones respecto
de la conveniencia de su instalación y consta, que al tratar este asunto en el
Cabildo eclesiástico, cuyo consentimiento parece que era necesario, se opuso
abiertamente el Arcediano D. Juan Salvago haciendo valer, entre otras, la razón
de que este país era ocioso y amigo de comunicaciones, que podían traer
perjudiciales costumbres para la juventud de fuera y dentro del convento.
Prevaleció, empero, la opinión de Cairásco, que se declaró campeón de las
monjas, rebatiendo con calor todos los argumentos de su adversario, y
obteniendo la mayoría en la votación.
Las fortificaciones de la Ciudad habían mejorado
considerablemente, con relación a. los medios de defensa entonces conocidos.
Concluido el torreón de la
Isleta, primera fortaleza del litoral de Las Palmas, se
levantó, sobre un arrecife al norte de la Ciudad, otro torreón llamado de Santa Ana, y un
reducto ó casamata al pié de la montaña de San Francisco, unidos ambos con una
muralla, foso y empalizad a, cuyas obras dirigió el ingeniero Próspero Cazorla,
acreditado profesor que envió con ese objeto el rey español Felipe II y que se avecindó en Canaria, llegando á ser
uno de sus regidores perpetuos.
Por el sur de la Ciudad se construyó también
otro lienzo de muralla, que partiendo desde el reducto de Santa Isabel, subía
hasta el lomo de San Juan, dejando abiertas dos puertas, que llamaron de los
Reyes y San José. La primera de estas puertas conducía á la plazoleta del
Quemadero donde se representaba siempre el último acto de los autos de fe.
La Catedral había cerrado
los techos de su nave central, hasta el sitio donde hoy se encuentran los
púlpitos, y la víspera del Córpus del año 1570 se principió a ce1ebrar en ella
los divinos oficios. El palacio episcopal, bajo otra forma de la que hoy tiene,
se fabricó en el último tercio del mismo siglo; y la población, con estas mejoras,
presentó un aspecto menos miserable, y aumentó el número de sus vecinos.
Continuaba siendo el Cabildo
eclesiástico, único depositario de la poca ilustración que el país poseía. Ya
se estaba lejos de aquellos tiempos en que el Cabildo acordaba, que- «por
cuanto en las personas del Canónigo Francisco Es pino y del Canónigo Juan
Carrillo, y del Racionero Marcos Espino, por su poca edad, y ejercicio que en
el estudio han tenido, hay el defecto de no saber leer; para cumplir con
aquello á que están obligados al servicio de la Iglesia, para que más
dignamente lleven la renta de 'Sus prebendas, se mandó que fuesen obligados á
aprender gramática, leer y cantar, de manera. que desenvueltamente puedan
hacerlo en el coro y en el altar, sopena de que entretanto no ganen más de la
mitad de las distribuciones.»
Asimismo se mandó, «que
mientras no sepan lo ya expresado, no puedan jugar dados ni naipes en sus
casas, sino fuere los días de las Pascuas, y en tales días no jueguen con
seglares, sopena por la primera vez de ocho días de su gruesa, y de un mes si
reincidie-ren» Sin embargo, todavía
en esa época y en otras posteriores, las correcciones y prescripciones de
honestidad y buen vivir, abundan en sus actas.
Allí se encuentra la extraña
prohibición de que los Señores capitulares, no salgan de noche á cantar y tañer
vihuelas por las calles; otra al Sr. Chantre D. Luis del Corral para que vista
honestamente no trayendo calzas de trama de aguja, jubón de tafetán colorado ni
sombrero de pespunte. Y otra para que el
día de Inocentes no se hagan burlas en el coro, atándose ciertos objetos, que
el decoro no permite nombrar.
Pero, lo repetimos, fuera de
aquel centro, donde se agrupaban los que iban en su juventud á estudiar á
Salamanca, Alcalá ó Granada, la ignorancia más completa in- vadía todas las
clases. ¿,Qué podía esperarse de un pueblo, que en política creía haber venido
nido al mundo á servir los caprichos de otro hombre, y en religión a humillarse
ante un Ser, que solo parecía estar contento, cuando le ofrecían sangrientos
holocaustos de carne humana? ¿ Qué esperanza podía abrigarse de que el nivel
moral de ese pueblo se elevara? ¿De qué le servían los precepto, del que había venido a derribar
los ídolos del Paganismo, destruir la sensualidad y la crápula, y traernos la
caridad y el amor al prójimo, si aun teníamos ídolos, corrupción,
intransigencia y odio á muerte al que no pensara como nosotros?
El que entonces hubiera
contemplado ese pueblo en su miseria y abyección, y no pen-sara, que para la
humanidad son minutos los siglos, dudado hubiera de su porvenir.
Despertó, al fin; más, para
expiar entre lágrimas y humillaciones impulsado, que qui-siera borrar para
siempre de su historia, y que será por mucho tiempo la rémora cons tante de su
adelanto.”(Agustín Millares Torres; 1981)
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