EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1561-1570
CAPITULO XI-I
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1570. El galeón
español Medio Mundo, naufraga y se hunde en las costas de la isla de
Titoreygatra (Lanzarote).
1570. El colono Paolo Morteo, vecino de Winiwuada (Las Palmas).
Casó con María Candelaria, de quien no
tuvo descendencia. Falleció en 1625, dejando dos hijos naturales, Leonor, de 19
años, Leonardo, de 16 años. A los dos
los hubo en mujer rnayor y doncella. Los que la conocían propalaban que era
«mujer muy virtuosa y doncella, con quien podía casarse”.
1570.
El
corsario hugonote llamado Jean Bontemps visita La Gomerá, siendo bien recibido por el conde don
Diego de Ayala, que le permite avituallarse y descansar en la isla, y al que el
francés, agradecido, avisa de la pronta llegada a la isla de unos barcos
“luteranos”. Tan sólo unos meses más tarde el corsario hugonote Jacques Sores, quien
años atrás había tomado y saqueado Santa Cruz de La Palma, viaja hacia la isla
de la Gomera
al mando de cinco naves. De camino, y ya en aguas de Canarias, se tropieza con
el galeón Santiago, una nave portuguesa con destino a Brasil, que lleva a bordo
unos cuarenta religiosos de la
Compañía de Jesús. Jacques Sores respeta la vida a todos los
tripulantes de la nave pero pasa a cuchillo a todos los religiosos y los arroja
al mar. Una vez en la isla de La
Gomera, los franceses pasaron varios días en la capital de la
villa, alojados en las casas de algunos vecinos e intercambiando con ellos sus
mercancías por productos del país; el propio conde les compró una nao bretona
que habían apresado de camino. Pero lo más interesante para nosotros es saber
que estos corsarios de fe protestante hablaron con los habitantes de La Gomera sobre cuestiones de
su fe al tiempo que mostraron su disconformidad con algunas de las creencias y
prácticas católicas. Por las actas de la Inquisición sabemos que, en una comida ofrecida
en casa de don Diego de Ayala a los franceses, varios gomeros se mostraron de
acuerdo con las argumentaciones de Jacques Sores. El buen ambiente reinante
entre los visitantes y los isleños quedó patente cuando en su despedida de la
isla los corsarios franceses hicieron sonar los cañones de sus naves como
expresión de afecto. Lo sucedido no gustó nada al Santo Oficio que abrió un
proceso a una treintena de gomeros, entre ellos al mismo conde, de los cuales
unos once estuvieron en las cárceles secretas de la Inquisición durante
algún tiempo. (José Luís Fortes Gutiérrez)
1570 Enero 29.
Documentos del Archivo Histórico
Nacional aluden de rechazo al proceso que incoó el Santo Oficio, conjuntamente,
contra Pedro de Ponte, su hermano Bartolomé y Antonio Fonte de Ferrera, y en el
libro VIII de "Testificaciones"
(años 1568-1572) de la
Inquisición de Canarias aparece registrado un proceso contra
"Pedro de Ponte, vezino de Tenerife,
difunto". Lástima grande es que la pérdida de ambos nos prive de tan
magnífica fuente de información; pero aun con todo cabe pensar que los celosos
inquisidores debieron ser blandos en extremo con el influyente y poderoso Pedro
de Ponte, pues de otra manera sería difícil que la historia no hubiese
registrado alguna de sus fantásticas andanzas.
Es calificado por la Inquisición española
en Madrid el proceso contra el criollo colono establecido en Tenerife Bartolomé
de Ponte.
Quizá este proceso o
testificación lo incoasen los inquisidores como resultas de otro en que se vio
encartado en 1569 su sobrino y yerno Bartolomé de Ponte y Cuevas, de resultas
del cual estuvo encarcelado en Las Palmas.
Se denunciaba a
Bartolomé de Ponte por varios testigos-Juan de Arcaya, fray Luís de Lugo,
bachiller Sarmiento, Marcos Alonso y Francisco de Alfaro-de haber sostenido
proposiciones dudosas o heréticas, así como otras irrespetuosas manifestaciones
calificadas en Madrid el 29 de enero de 1570 por fray Hernando de Castinos con
cierta benevolencia, aunque considerando también que "por ser judío este reo es mal caso y de ruyn consideracion y mal
estomago (Sic)".
Bartolomé de Ponte y Cuevas
ingresó, por esta causa o por un nuevo proceso, en las cárceles secretas del
Santo Oficio de Las Palmas el 3 de febrero de 1575. En este mismo día declaró
ante los inquisidores su ascendencia y descendencia, que por conocida
silenciamos. (A. H. N.: inquisición, leg. 1.404-2, fol. 111 v.).
Ignorarnos la sentencia que
recayó en el mismo; pero fueron de tal consideración las denuncias formuladas
por el alcalde de Garachico, Juan de Arcaya, el 1 de julio de 1568-algunas de
las cuales ya conocemos, sobre los tratos de los Pontes con John Lowen, John
Hawkins y otros piratas herejes y luteranos, que suponemos que las mismas
tuvieron que dar lugar al proceso de Pedro de Ponté a que alude el Catalogue.:
de GRAY BIRCH. (A. H. N., leg. 1.824:
"Copia de la información que en la Inquisicion de Canaria resulta contra Bartholome
de Ponte, vez[in]o y regidor de la isla de Tenerife preso en las carceles deste
Sancto Off[ici]o".) (En: A. Rumeu de Armas, 1991, nota a pié de
página)
1570 Marzo.
La estancia de Jean
Bóntemps en San Sebastián de La
Gomera está relacionada con la última expedición suya; y a
decir verdad, fue una estancia tranquila y pacífica en la que se limitó a
comerciar con sus moradores, y advertirles del peligro que los amenazaba por
parte de la flota hugonote francesa, próxima a zarpar de La Rochela.
Los navíos de
Bontemps arribaron al puerto de San Sebastián en el mes de marzo de 1570, y sin
cometer contra el mismo el más pequeño acto de hostilidad, desembarcaron sus
hombres para hacer aguada, abastecerse de víveres y llevar a cabo las
transacciones corrientes en estas escalas. Jean Bontemps descendió también en
tierra para descansar unos días, y no sabemos si movido por la hospitalidad de
los naturales o por los obsequios del conde don Diego de Ayala, les advirtió
del terrible peligro que corrían. Bontemps puso al corriente a los gomeros de
los propósitos de Jacques de Sores para fecha inmediata, y ante la sorpresa de
don Diego de Ayala volvió a reiterar su advertencia: "que estavan para salir de la Rochela unos navios luteranos, y que avian de
venir a esta ysla; que se guardasen dellos que era mala gente y que para mas
señal traían en la popa del galeon grande una señal de almagre...".
El conde de La Gomera agradeció a" Juan Buentiempo" su valioso aviso,
y volviendo a embarcar en sus naves el pirata zarpó, previo gentil saludo con
sus cañones a tierra, para no volvérsele a ver nunca más por sus aguas.
La visita de, Bontemps sería con
el tiempo comunicada por la
Inquisición española en Canarias a la Suprema de Madrid,
cargando en la cuenta de la dudosa conducta del conde don Diego de Ayala el
haber comerciado en su isla con "Juan
Buentiempo... y otros franceses que
son luteranos".
1570 Julio. Entre los más atrevidos Corsarios franceses se
encontraba Jacques de Soria. Este pirata se dejaba caer por aguas del
Archipiélago con 5 naves, esperando coger alguna valiosa presa.
El 15 de ese mes topa con una nave Portuguesa, el Galeón Santiago, que tras haber hecho escala en Madeira y Benahurae (la Palma), se dirige a Brasil llevando a bordo a 40 Jesuitas destinados a las misiones Brasileñas. Tras atacar y rendir a la tripulación Portuguesa, Soria manda degollar a los 40 Jesuitas sobre la cubierta del barco. Son conocidos como los Martires Jesuitas del Brasil o de Tazacorte, puerto de Benahuare (La Palma) donde sucedieron los hechos.
Tras este acto de barbarie, falto de víveres y agua, se dirige con su flotilla a la Isla de la Gomera. Enarbolando bandera de paz y tras cambiar afectuosos saludos con el Conde Don Diego de Ayala, se conforma con cargar provisiones y se aleja rumbo a Francia con el rico botín conquistado en aguas Canarias.
1570. Se edifica el templo de la
secta católica San Juan Bautista en Vallehermoso isla de La Gomera. – El inquisidor
Diego Ortiz de Funes se encuentra en la isla para intentar averiguar la
existencia o no de la isla de San Borondón.
1570. Nace en San Juan de la Rambla en Chinet (Tenerife) el criollo
descendiente de colonos portugueses, Francisco Pérez Pagés estuvo casado con
Francisca Luisa Ramírez Montañés. Tuvo su domicilio en la casa del balcón de la
calle de la Alhóndiga,
que luego lo fue de sus descendientes, la familia de criollos Viña Montañés.
Fue uno de los personajes más importantes de aquel pueblo en su época; fue
alcalde de San Juan, mayordomo de diversas cofradías, capitán de milicias y
disponía de sepultura y asiento propio en la iglesia.
1570.
Texto sobre una expedición desde Benahuare (La Palma) en busca de la mítica
isla de San Boromdón:
... acordamos de yr a descubrir la ysla de Sant Borondón o otras qualquiera ysla que halláramos y porque este descrubrimiento lo hazemos en virtud de servicio de Dios Nuestro Señor y de su Magestad el Rey don Phillipe... para el dicho descubrimiento avemos fletado el navio de Miguel Perez, nombrado Sant Andres ... e proveido el dicho navio de los fornecimientos mantenimientos nesçesarios y avemos acordado y acordamos (el) dicho Bachiller Melchor de Lugo aya de yr y vaya por sobrecargo y capitan en el dicho descubrimiento que así queremos hazer de dicha ysla y que en el dicho viage dicho y marineros y las demás personas que en el fueren ayan de obedecer y obedeceran a el dicho bachiller Melchor de Lugo en aquellas cosas y cassos que en el dicho viage se dan y esten a su horden y mando que si es necesario desde luego le damos poder y facultad quand bastante de derecho se requiere para que como tal capitan aya de seguir y siga el en el descubrimiento... conviene dexar gente en la dicha ysla para que si oviere gente en ella la puedan conquitar o se quedar para la yr descubriendo...
1570.
M. C.: lnquisición. Signatura LXX-15. Proceso
contra Baltasar Zamora, mercader mulato, vecino de La Gomera.
Ya hemos dicho anteriormente que
George Fitzwilliam era pariente cercano de lady Jane Dormer, dama de la reina
Maria Tudor y esposa. Del antiguo
embajador español en Londres don Gómez Suárez de Figueroa, conde de Feria.
De esta manera se escudaba en el
parentesco de Fitzwilliam Baltasar Zamora, declarando ante los inquisidores
"que los ingleses pueden tratar en estos reinos y si yo compre fué como he
dicho de un hermano de la condesa de Soria [Feria]. que iva con
ellos y que era católico y mostro
recaudo y fué a missa en la dicha isla...
1570 Julio 15.
El corsario francés
Jacques de Sores, teniente de Pie de Palo que dirigió el desembarco y saqueo de
15 53 y que el año anterior se vio elevado al mando supremo de la flota
protestante, se dirigió con ésta hacia las islas del Océano, llevando como
inmediatos subordinados a los capitanes Jean Boucard y Jean de Capdeville, el
15 de Julio de ese año conociendo la ruta de la nave Santiago, donde iban el jesuita Ignacio de Azevedo con 44
misioneros hacia Brasil, cerca de la punta de Fuencaliente frente a Boca
Fornalla, le cortó el paso con su navío de guerra Le Prince, situándose en posición de combate y disparando su
artillería para intimar la rendición.
El capitán del Santiago demandó de Azevedo
autorización, dada su escasez de hombres útiles, para armar a los novicios, mas
el provincial se negó a ello, exhortando a cada cual a cumplir con su propia
misión, y ordenando a los novicios, con el maestro Bento de Castro,
descendiesen a sus camarotes para orar, y cuando él regresó a cubierta para
auxiliar espiritual y materialmente a combatientes y heridos, ya se había
iniciado la lucha.
Los hugonotes
intentaron por tres veces el abordaje, mas fracasaron en su intento ante la
enérgica resistencia de la tripulación lusitana, y concentrada toda la flota,
pudo dar la orden de abordaje y asalto general cayendo los cinco navíos
franceses sobre su presa en grupos de 40 hombres por babor y estribor,
adquiriendo la lucha un hondo dramatismo y en medio del fragor de la pelea se
distinguía la voz de Azevedo animando a sus compatriotas a morir por la fe, en
lucha contra sus más declarados enemigos, hasta que atravesado su cuerpo de
tres lanzadas, cayó exánime en los brazos de su compañero Diego de Andrade,
escena que ha inmortalizado un famoso pintor francés, Jacques Courtois el
Borgoñón, con sus pinceles; los supervivientes de la tripulación y pasajeros,
unos 28, se rendían a discreción. El maestro de novicios, Bento de Castro, fue
acribillado a arcabuzazos, desfalleciendo en el sollado mientras sus labios
proclamaban a gritos su calidad de hijo de la Iglesia romana; Manuel
Álvarez que tuvo la noble osadía de hacer ver a los franceses su ceguera, fue
apuñalado; el padre Diego de Andrade, que cumplía misión espiritual de confesar
a sus compañeros, irritó de tal manera a los luteranos, que se abalanzaron
sobre él apuñalándole, e igual fin tuvieron Braz Riveiro y Pedro Frontero. Los
corsarios lanzaban por la borda a los heridos y cada ola de sangre parecía
renovaba el fervor y la fe de los supervivientes, que en constante emulación
alcanzaban la palma del martirio; dos padres, Gregorio Escribano y Alvaro
Mendes, que yacían enfermos postrados en el lecho, tuvieron fuerzas para subir
descalzos y semidesnudos al sollado desde donde los lanzaron al agua.
Detenidos y
apresados los demás padres y novicios, quisieron los corsarios que antes de su
muerte les rindiesen alguna utilidad, obligándoles a trabajar en las bombas,
con las que se proponían salvar de un seguro naufragio al galeón Santiago, mientras ellos recorrían los
aposentos registrando sus cofres y talegos para profanar reliquias e imágenes,
haciendo escarnio de sus ornamentos y objetos de devoción. Consultado el
corsario con sus esbirros sobre la suerte que les preparaba, ordenó una matanza
general al grito de ¡Mueran! ¡Mueran los papistas que van a sembrar fa falsa
doctrina en el Brasil!
Sus feroces
verdugos -dice Rumeu de Armas- cayeron entonces sobre la humilde hueste y sin
perdonarles humillaciones de todo género, fueron sucumbiendo, unos a puñaladas,
y otros a tiros en confuso montón de ancianos, jóvenes y casi niños sacerdotes
y novi-cios, muertos y heridos. Es de mencionar la actuación de Simao de
Acosta, joven de 18 años que no vistiendo todavía los hábitos y sintiendo Sores
conmiseración hacia su persona, se declaró a gritos hijo de San Ignacio para
alcanzar la palma del martirio. Así terminaron sus días coronados por el
martirio aquella primera legión misionera de hijos de San Ignacio a los que la Iglesia conoce con el
nombre de los Mártires del Brasil, aunque más apropiado sería llamarlos de
Canarias o de Tazacorte, en cuyas aguas sucumbieron.
Estos habían
salido en la flota que se dirigía al Brasil el 7 de Junio de 1570, compuesta de
siete galeones, en la que se dirigía a la colonia el nuevo gobernador Luís de
Vasconcelos de Menezes, Cotnendador de Villada en la Orden de Cristo, los
jesuitas se distribuyeron en tres de ellos, al Padre Azevedo con 44 misioneros
en el galeón Santiago, el Padre Dias
con otros 20 en el navío almirante de la escuadra, y el Padre Francisco de
Castro con los restantes en el Os Orfaos.
Llegaron a la isla de La Madera
el 14 de Junio y el Santiago alzó
velas en el puerto de Funchal el 7 de Julio, que tenía que dirigirse a Santa
Cruz de la Palma
a descargar mercancías, pero una borrasca le obligó a arribar al puerto de
Tazacorte donde permaneció varios días, celebrando el 13 misa el padre Azevedo
en la ermita de San Miguel de Tazacorte, y cuenta la tradición que en el
momento de sumir la sangre en el cáliz, vio la corona del martirio pendiente de
su cabeza por revelación divina; en el cáliz, que aún se conserva, es fácil
distinguir la huella de sus dientes grabados por obra milagrosa como reflejo de
la impresión y arrobamiento por el futuro mártir recibida. Estuvo este cáliz en
Tazacorte durante 175 años, desde 1570 a 1745, hasta que el Obispo D. Juan
Francisco Guillén, en visita pastoral realizada a dicha villa, lo extrajo de la
ermita regalándoselo a los Padres Jesuitas de Gran Canaria.
La relación de
estos asesinados es como sigue:
Padre Ignacio
de Azevedo, de Oporto (provincial de Brazil)
Maestro de
Novicios Bento de Castro
Padre Diego de
Andrade
Manuel Alvarez
Braz Ribeiro, natural de Braga
Amaro Vas
Gregorio Escribano, español
Alvaro Mendes
Simao de Acosta
Francisco Alvaro Covillo
Domingo Hernandes
Alfonso Baena, natural de Castilla la Nueva
Gonsalo Henriques, diácono
Joao Fernandes, de Lisboa
Joao Fernandes, de Braga
Juan Mayorga,
aragonés
Alejo Delgado
Luis Correa
Manuel Rodrigues
Simao Lopes
Pedro Nunes, Muños o Frontera
Francisco Magallanes
Nicolá Dinys, de Braganza
Gaspar Alvares
Antonio Hernandes, de Montemayor
Manuel Pacheco
Pedro Fontaura
André Gonsales, natural de Viana
Diego Peres
Juan Baeza,
español
Marcos Calseira
Antonio Correa
Manuel
Hernandes, de Oporto
Hernando
Sánchez, español
Francisco Pérez
Godoy, español (de Torrijos en Toledo)
Juan de San
Martín, de ll1escas
Juan de Zafra,
español de Toledo
Alonso Lopez,
español.
Esteban
Zudaire, español de Vizcaya.-
Este último,
antes de abandonar Plasencia donde vivía, dijo al
Padre José Acosta, su confesor, que
partía alegre y contento por tener la certeza de que alcanzaría el martirio.
(En: José María Pinto y de la
Rosa. 1996)
1570 Julio 18.
También fue visitada esta isla
por el famoso capitán francés Jean Bontemps -Juan Buentiempo-, que había nacido
en El Havre y desde muy joven se dedicó ala navegación en la que adquirió gran
pericia y destreza, tomando parte en 1562-1563, a las Órdenes de
Francisco Le Clerc, en las guerras de religión; partió de La Rochela en 1569 y llegaron
a San Sebastián de la Gomera
en Marzo de 1570, y sin cometer actos de hostilidad desembarcó para hacer
aguada, refrescar víveres y llevar a cabo transacciones comerciales; movido sin
duda por la hospitalidad que le dispensaron, puso al corriente a los vecinos de
los peligros que corrían ante la proyectada visita de Jacques de Sores «...que estavan para salir de la Rochela unos navíos
luteranos, y que avían de venir a esta ysla; que se guardasen dellos que era
mala gente y que para más señal traían en la
popa del galeón grande una señal de almagre...», según consta en la
declaración del Regidor Martín Manrique ante el Licenciado Ortiz de Funes, el
25 de Agosto de 1570, en el proceso contra D. Diego de Ayala, Señor de las
islas de La Gomera
y Hierro.
El pirata francés Jacques de
Sores, teniente de Pie de Palo, dirigió en 1553 el saqueo de Santa Cruz de la Palma y, en 1555, rompió con
su jefe, lanzándose por su cuenta al Océano imprimiendo a la piratería un sello
nuevo de fanatismo religioso hasta entonces
desconocido, según dice Rumeu de
Armas, adquiriendo entonces la guerra entre franceses y españoles un carácter
religioso de cruzada entre católicos y protestantes hugonotes, pues estos
marchaban a las Indias no tan sólo a robar, sino a herir los sentimientos
religiosos de sus moradores. Después de varias navegaciones entró al servicio
de la Reina Isabel
de Inglaterra, volviendo después al del Monarca francés, y en tiempos de la
segunda y tercera guerra de religión, se le concedió el mando supremo de la
flota francesa, y al objeto de conseguir fondos para proseguir la guerra
aprovechó su experiencia de pirata, para robar el oro de Méjico y Perú,
saqueando las colonias españolas en ultramar. Una vez finalizados los trágicos
sucesos del martirio de los jesuitas de La Palma -que mencionaremos al tratar de esta isla-,
Sores dirigió la flota calvinista a La Gomera, réfugio y asilo de piratas por esos años,
pues el Señor de ella consciente de su propia debilidad, en lugar de hacer
dejación de su Señorío en la
Corona, prefería entrar en relaciones con aquellos. Avistó la
isla el 18 de Julio de 1570, en medio de una gran tormenta, que impedía a sus
navíos acercarse ccmodamente a tierra, y durante tres días la escuadra francesa
-al parecer de cinco navíos-, estuvo barloventeando como a media legua de la costa,
sin poder tomar el puerto, por lo que dieron tiempo a que se reuniesen los
hombres útiles de la isla; Juan de Ocampo, Gobernador, se puso al habla con los
navíos preguntando lo que pretendían, a lo que contestaron que « ...hacer aguada y 3 pipas de vino, y que se las diesen por bien
por que si no que las tomarían por (la) fuerza ya que trayan poder muy
bastante...». El 24 de Julio saltaron a tierra los luteranos, realizando
grandes excesos y actos de agravio contra la religión, como represalia a los
innumerables crímenes que contra los luteranos cometía la Inquisición española
en la colonia de Canarias, y el 27 se
despidió Sores del Conde de la
Gomera, entregándole 28 portugueses que llevaba cautivos.
(En: José María Pinto y de la
Rosa. 1996).
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