EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI
DECADA 1561-1570
CAPITULO VI
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1566.
Alonso Fernández de Córdoba, en
nombre de Pedro Hernández Señorino, presentaba una petición ante la Real
Audiencia de Canarias mediante la cual solicitaba testimonio de los títulos y
escrituras de posesión que su padre, Juan Fernández de Lugo Señorino, había
presentado y entregado en esa Audiencia con motivo del pleito surgido entre
este y los hijos y herederos de Jácome de Monteverde, a cuenta de las tierras
que ambos poseían en el Barranco de Taburiente, Tazacorte, la petición venía
motivada por el hecho de que las escrituras originales se habían perdido con el
incendio del Cabildo y escribanías cuando el ataque Francés.
Como tendrá ocasión de comprobar
el lector, la documentación que presentamos se compone de varias peticiones de
traslado realizadas en diferentes años hasta llegar a 1506, en que se dice
explícitamente que ocho años antes el Adelantado Alonso de Lugo había premiado
a su sobrino con unas tierras; haciendo referencia por tanto a la data
original.
-En la villa del Santo Miguel
(...) en veyntey un dias del mes de maio del año del nassimiento de Nuestro
Señor Jeshus Cristo de milI e quinientos e catorce en presencia de nos
Francisco de Mesa, esc. publ. (...) parescio presente Juan Augusto Aleman,
mercader, vº desta ysla de la
Palma e me presento un mandamiento del muy bertuoso señor
bachiller don Pedro Lopez de Vergara, Teniente de Gobernador (. ..) e de Luis
de Belmonte, esc. publ. y del consejo desta dicha ysla (...) y su tenor es el
siguiente :
En el Valle de Tasacorte ques en la Ysla del Santo Miguel ( ) en
viernes quatro dias del mes de setiembre del año del (...) de milI e quinientos
e seis años (...) en este dicho dia podia ser en oras de bisperas poco mas o
menos estando presente el honrado caballero Juan Fernandez de Lugo, Teniente
que fue de Gobernador en esta dha ysla de la Palma en lugar y por el muy magnifico señor don
Alonso Fernandez de Lugo, Adelantado de las yslas de Canaria, Gobernador e
Justizia Maior desta dicha ysla de La
Palma e de Tenerife por los muy altos e muy poderosos don
Fhelipe e doña Juana, Rey y Reyna de
Castilla, nuestros Señores.
Otrosi estando presente Rodrigo Carias, alguacil desta dicha ysla de La Palma, en lugar de Lole de
Vallejo, maior desta dicha ysla y en presencia de mi Rodrigo de Xerez, esc.
publ. desta dicha ysla y de los testigos de yuso escriptos sus nombres e luego
el dicho Juan Fernandez de Lugo dixo que por quanto el como conquistdor e
poblador e vecino desta dicha ysla de La Palma fue dado e fecho merced por el dicho Sr;
Adelantado en nombre de sus Altezas e por la comision a el dicho Adelantado
dada del dicho valle de Tazacorte como rio e agua desde el nascimiento del
dicho rio todo aguas vertientes e manantiales e estantes asi del dicho rio como
de las fuentes que en el dicho valle estan hasta lindar e a llegar a la mar e
puerto del dicho valle de Tazacorte e la a tenido e poseido e tiene e posee a
ocho años poco mas o menos
tiempo en el qual a hecho e mando
hazer e hedificar a si un yngenio de moler azucar e cassa de purgar, e otrosí
muchos edificios en el dicho valle e tierras e para lo tener e poseer como lo
tiene e posee desde dicho tiempo tiene una carta de merced del Sr; Adelantado
en nombre de Su Altezas e para lo tener e amparar en la dicha posesion un
mandamiento de Francisco de Corbalan, Alcalde Maior que fue desta dicha Ysla
(...) ques del tenor siguiente:
Manifiesto sea a todos los que la
presente carta bieren como yo Alonso Fernandez de Lugo, Gobernador e Justizia
Maior de la ysla de La Palma,
repartidor de las tierrras y heredades de las dichas yslas según se contiene en
la carta de merced e facultad a my dada por el rey y la Reyna [Se inserta un
traslado de la mencionada merced, fechada en 15/11/1496 ] por quanto vos Juan
de Lugo, mi Theniente de la dicha ysla benistes a ella e con vos vuestra cassa
e mujer e abeis noblefido la dicha ysla que a vuestra causa abeis hecho que se
poblase e asi mismo que biniesen muchos a ella a vivir (...) e que abeis
gastado muchos de vuestros dineros en edificar en la dicha ysla a causa que a
mucho se ennoblese (...) e hasta agora nunca se os a dado en renumeracion
ningunas tierras (...) e yo Alonso de Lugo digo que en renumeracion e galardon
de los susodicho hago repartimiento de las tierras de vos el dicho [xxxx] de
Lugo en Buena Vista en la Palma,
en donde la sembraba de el pastel, siete cahizes de sembraduria y de monte
limpio, linde desde [xxxx]llanos y el Barranco por medio hasta dar a la mar, en
la Punta de Los
Dragos, mas 100 fanegas de sembraduria de sequero linde de Gonsalo Matheos
Camacho, y en la Caldereta
las tierras que fueron de Anton Sanches, y en la Puntallana, tierras de monte
limpio con las tierras que fueron de Antonio de Penalosa e de Martin Esteban
que lindan .de la una parte con tierras de Enrrique [ xxxxxx] hasta dar a la
mar, e asi mismo vos doy a vos el dicho Juan de Lugo en repartimiento en el rio
de Tazacorte, todas las aguas del dicho rio e asi mismo vos; confirmo.
En un traslado del original,
solicitado por Pedro
Hernández Crespo en el año 1555, se recoge el poder que
concedió Don Alonso Fernández de Lugo a su sobrino Juan de Fernández de Lugo
Señorino facultándole para poder realizar a su antojo los repartos de tierras y
aguas de la Isla. Esto
ocurría el día cuatro de abril de 1499.
Copia de los libros de la casa
del Marqués de Guisla, sobre la data
la hacienda de Santa Lucía.
Este territorio
conocido vajo el nombre de Sta. Lucia) fue de Juan Fernández de Lugo primer
Gobernador, Juez y Repartidor de las tierras y agua de la isla de La Palma (...) que pasó a
conquistarla con su tío Alonso Fernández de Lugo y habiéndose este vuelto para la Gran Canaria) para de
allí hacer la empresa de la conquista a Tenerife) le dejo en dicha isla
Gobernador (...) y repartió el dicho Juan Fernández de Lugo a escepción de
algunas Datas que dicen que en ella desde la dicha isla de Tenerife) que
algunas se hallan originales en los libros de Datas del Cabildo de La Laguna == y el dicho Alonso
Fernández dio Data del terreno de Santa Lucía y Tenagua e lo repartió asi mismo
en virtud de (...) pues constante que Juan Fernández de Lugo fue dueño de
aquellos territorios) y así por la grande antiguedad como por que se quemaron
los libros de Datas del cabildo de la
Palma) y también los oficios y escribanías públicas quando
los Franceses saquearon e quemaron (...) a excepción de unos pocos == y consta
por cláusulas del testamento que otorgó Luis Alvarez ( que compró a Catalina
Lopez) viuda que fue de Juan Fernández de Lugo en que declaró que durante su
segundo matrimonio con Ginebra de Brito compro a la dicha Catalina Lopez y a
sus hijos y Juan Fernández de Lugo la mitad de las tierras del Lomo de Tenagua
con las demás questan dentro del barranco de los tanques) hasta el barranco
Seco que lindan por la parte de arriba la cumbre ya dar a los terrenos del
Lcdo. Sta. Cruz y así mismo declara que durante le dicho matrimonio compraron
las tierras que dicen de ((Baxamar)) hasta dar a las puertas de St. Lucia que
fueron de los hijos del dicho Juan de Lugo que tambien compraron otras tierras
en Santa Lucía subiendo arriba los brezales a las tierras de Diego Sánchez
que fueron de [. .roto] los
quales vendió dha. Catalina tantos
cahices de tierra [.. roto] que parte de las tierras del dho. Juan Fernández de
Lugo y del Lcdo. De Santa Cruz y de alli para abajo == Asi mismo compro las
tierras y viña que pertenecían a Ynes Ríos ya los herederos de Baltasar Ríos
herederos de Polo Rizo difunto que son el barranco de Santa Lucía y de alli las
tierra que estan hechas hasta la mar, a saber las tierras que fueron de Bastian
Cordero que hubieron con el trueque que hicieron con Gonzalo López Baquero y
las tierras que fueron de Sancho de Leon que compro de Margarita Sánchez
y otras tierras que fueron de Juan Hernández Lamego y
las tierras que fueron de Margarita Henriquez que las compró de sus herederos y
las tierras que están allí mirando hasta la mar que fueron de Martín Luis con
las cuebas y fuentes hasta dar a la costa del mar y todo lo expresado consta
del testamento cerrado que otorgó Luis Alvarez natural de San Miguel de Ortero
del campo de Brier en el reyno de Portugal y Síndico Apostólico del Convento de
San Francisco de la Ciudad
de La Palma el
año de 1561) que fue abierto y declarado por solemne en el mes de enero de
1562) uno y otro ante Luis Méndez escribano y por testimonio se halla en el
archivo de la casa y Marques
de Guisla en el protocolo segundo
de testamentos.. yasí mismo se hallan cláusulas del dho testamento en los
protocolos del Real Convento de San Francisco de La Palma. Cuyos bienes
comprados por el dicho Luis Alvarez y Ginebra de Brito hija de Antón de Brito
natural de la isla de La Madera
se repartieron entre sus hijos que lo fueron: Luis Alvarez de Brito Familiar y
Alguacil Mayor del Santo Oficio Regidor perpetuo Castellano del Castillo del
Cabo y Mayordomo de la hermita de Nuestra Señora de Las Nieves. y Diego Alvarez
de Brito cuya partición se hizo por Alonso Díaz de Avila y Lesmes de Miranda y
pasó por ante Luis Méndez y la dicha Ginebra de Brito hizo donación a Luis
Alvarez y Alvarez Luis de Brito de varios bienes (...) por escritura de
15 de noviembre de 1586 ante Luis
Méndez a saber:
Lo que poseía y tenía en
Puntallana en tres suertes de Diego Hernández Oropesa y su mujer hija de Juan
Antonio del Granel y otras tierras que fueron de Gregorio Hernández en
el término de Puntallana abajo donde vive Marcos Hernández que
llaman el Cercado y dos terceras partes de tierras que hubo y heredó de Diego
Alvarez su hijo en dos suertes que heredó del dicho Luis Alvarez su padre la
una en la Lomada
de La Sancha
en Bajamar, abajo de la
Hermita de Santa Lucía y otra en el Llano que dicen de
Tenagua.
Y así mismo les da la mitad de
las doscientas noventa fanegas de tierras monte que fueron adjudicadas en la
partición e la susodicha en las cabezadas de la hermita de Santa Lucía donde
dicen ((Benamar») las quales había dado en 1578 a los supradichos para
desmontarlas y sembrarlas de pastel que es lo que se llama Gualda y unos
pedazos de viña. Y así mismo las tierras que le fueron adjudicadas en arriba
del Llano de Tenagua donde dicen «El Vermejo y así mismo catorce fanegas y
cinco almudes de tierra arriba en el Llano de santa Lucía que lo fueron y así
mismo una media fanega en la Hoya
de Tenagua abajo del camino Real) hacia la mar, que fueron de Juan Fernández
Lamego.
Así mismo treinta y cuatro fanegas en Tenagua en las laderas
de Martín Luis (...) por lo que quedaron dueños de todo aquel terreno que según
se comprende por la cláusula del testimonio de Luis Alvarez debió ser la data
desde la Punta
que se dice Hoya de La Sancha
hasta la hermita de Santa lucía y desde esta hasta la cumbre. (En: Manuel
Garrido Abolafia, 2002)
1566.
Hemos dado puntual noticia de los
conventos y monasterios de comunidades religiosas que fundaron en el obispado
de Canarias; y, aunque ya no existen en ellas ni en el mundo católico los hijos
de la Compañía
llamada de Jesús, sin embargo, como tuvieron allí algunos años tres colegios o
casas de residencia y supieron hacer el mismo papel distinguido que en todas
partes, será oportuno no defraudar nuestra historia eclesiástica de las
curiosas particularidades de sus fundaciones, progresos y expulsión.
Los primeros jesuitas que
entraron en nuestras islas pasaron de España en 1566, en compañía del obispo
don Bartolomé de Torres, que los había pedido a San Francisco de Borja,
entonces general de la orden. [...]
En esta carta de don Bartolorné
de Torres es preciso notar a lo menos que, aunque era cierto que los diputados
de Tenerife le habían suplicado en Madrid llevase consigo misioneros jesuitas a
su diócesis, no lo hacían sino porque el mismo prelado, recién electo, lo había
propuesto desde allá al ayuntamiento, en carta que le dirigió, año de 1564, por
mano del bachiller Mateo de Montesdeoca Cabrera, recibida en 21 de julio del
mismo año.
Como quiera que fuese, el obispo
recogió cuatro individuos de aquella nueva orden, a saber: el padre Diego
López, que acababa de ser rector del colegio de Cádiz, el padre Lorenzo Górnez,
con los hermanos Luis Ruiz y Alonso Ximénez. El cardenal Cienfuegos refiere
largamente la fructuosa predicación de estos operarios, especial- mente en
Tenerife, añadiendo que pagó aquella noble isla con mano generosa este cultivo
de la Compañía
en sólo un hijo suyo, el portentoso padre José de Anchieta, taumaturgo de la América, cuya fama espera
cada día ver sus virtudes colocadas sobre la adoración y sobre el ara. [ ...]
Muerto aquel obispo a los dos
años de su pontificado, perdieron los jesuitas en él un declarado protector; y
aunque parece que por su testamento les había dejado algunos cortos fondos para
principios de un colegio en la
Gran Canaria, habiendo ocurrido posteriormente las
dificultades que veremos, consiguió aquella ciudad que con dicho caudal se
levantase una muralla en su recinto, bien que en el año 1730, en compensación
de esto, contribuyó el ayuntamiento con cierta cantidad para la iglesia del
colegio de aquella isla.
A la pérdida del obispo se
siguió, con diferencia de pocos días, la muerte del padre Lorenzo Górnez, en La Laguna de Tenerife, con
grande olor de santidad, a cuyas honras asistió el pueblo y la nobleza, predicó
el prior de San Agustín y se colgaron votos sobre su sepulcro, en el cual ardió
mucha cera por espacio de un año. y habiendo mandado el santo Borja en 1570 al
padre López que se restituyese a España, se asegura que todas las islas se
conmovieron y se armaron para impedirlo; que la Real Audiencia
publicó bando, para que, pena de la vida y de la hacienda, ninguno diese a los
padres embarca-
ción; que la Inquisición, los
superiores de las órdenes, la nobleza y la plebe lo procuraron impedir con
ruegos y lágrimas, poniendo atalayas en los puertos. Pero nada
bastó. Los jesuitas tuvieron modo
de ausentarse, y el citado escritor, encendido en intempestivo fuego poético,
concluye: "Al entrar en el bajel, se oyó un lastimoso a la-rido en la
playa, que no fuera más doloroso, si vieran que sorbía el mar una y otra isla,
donde cada tronco dio su corteza a la memoria ya la alabanza de los cuatro
primeros hijos de la Compañía".
[...]
Nueva misión de otros jesuitas en
las Canarias, año de 1660, y nuevas tentativas de fundación. Para ésta, a
instancias del personero general y de otros vecinos de Tenerife, se celebró un
largo cabildo en 7 de febrero; y, aunque hubo algunos votos en contra, la mayor
parte estuvo por la afirmativa, de modo que se participó esta resolución a
aquellos padres, al obispo y al capitán general. Pero tampoco se pudo verificar
entonces.
Estaba destinado el logro de esta
empresa para un jesuita canario. Éralo el padre Luis de Anchieta, natural de la
ciudad de La Laguna
y sobrino, aunque ya remoto, del otro venerable apóstol del Brasil. Había
pasado a España de tierna edad, donde hizo sus primeros estudios y, entrando en
la Compañía
llamada de Jesús, sobresalió en ingenio y aprovechamiento entre sus
condiscípulos. Los colegios de San Hermenegildo de Sevilla, los de Jerez y de
Córdoba fueron los primeros teatros de sus lucimientos en la cátedra y en el
púlpito, así como lo fue de su erudición la célebre obra que compuso y publicó
en Jerez, antes de volver a nuestras islas, con el título de Antigúedades y
excelencias de las Canarias, bajo el nombre de doctor don Cristóbal Pérez del
Cristo, beneficiado de Icod.
Este amor a la patria y el
pretexto de un grave negocio de familia lo trajeron a Tenerife en compañía del
hermano Pedro de Cuéllar, natural de Pedroches, por los años de 1678; y, a poco
tiempo de haber llegado a Santa Cruz, tuvo ocasión de hacer más notorios sus
talentos y su celo en varias misiones que emprendió con motivo de la mortandad
epidémica que sufrían entonces las Islas.
Sus sermones en La Orotava, durante el mes de
julio de 1679, sacaron mucho fruto; pero el más importante para la Compañía fue el que vamos
a referir.
Entre los que oían al padre
Anchieta con particular edificación, había un vecino de aquella Villa, llamado
don Juan de Llarena y Cabrera, que tenía algún remoto parentesco con él, un
mediano caudal y ningún heredero forzoso. Enfermó de muerte; llamó al jesuita,
que estaba en La Laguna;
acompañóle el marqués de Acialcázar y
Torrehermosa, a quien estaba
dedicado el libro de las Excelencias de las Canarias; y, con auxilio de los
dos, otorgó Llarena su testamento cerrado en 9 de agosto de 1679, por el cual
dejaba todos sus bienes a la
Compañía para la fundación de un colegio en aquel pueblo,
sujeto a la provincia de Andalucía, cuyas oficinas e iglesia se deberían edificar
dentro de nueve años, con aulas de gramática, filosofía y teología moral;
dejando el patronato a su sobrino don Luís Román de Carminati, su albacea, y a
otros parientes en diversas líneas, y murió.
Desde luego prevaleció el popular
rumor de que el testamento de don Juan de Llarena era inválido, por estar ya
sin sentidos cuando lo hizo, y que el marqués y el padre Anchieta habían sido
los testadores. Pero este religioso, despreciando aquella vulgaridad, dio
noticia de la nueva conquista a su provincial Juan de la Fuente, quien tardó más de
cuatro años en resolverse a la aceptación; pues, aunque no ignoraba el antiguo
deseo de las Canarias, conocía la pobreza y temía las contradicciones. Sacóle
en fin de la indecisión, en 1683, una carta del obispo don Bartolomé Ximénez,
por la que le pedía algunos padres para que le ayudasen en su predicación,
súplica que igualmente hizo al padre general Tirso González.
Con efecto, al año siguiente
entró en Canarias a expensas del obispo la colonia de cuatro jesuitas, que eran
el padre García de Araujo, rector de Cazorla, Diego de Florindas, Juan de
Buenrostro y Francisco Troncoso, coadjutor. Aportaron a Santa Cruz; fueron muy
obsequiados en La Laguna
por el capitán general conde de Eril, la nobleza, los eclesiásticos y los
religiosos, de donde pasaron a La
Orotava a predicar y disponer la fundación.
Entretanto murió en Canaria el
padre Luis de Anchieta, al tiempo que andaba en sus misiones, y fue sepultado
en el monasterio de San Ildefonso de las monjas de San Bernardo. Los demás
jesuitas se volvieron a España, quedando en La Orotava el padre Araujo
con el hermano Cuéllar, quienes al cabo de cinco años de residencia
consiguieron, a instancias del obispo y del general, que se celebrase cabildo
en la ciudad de La Laguna
para admitir, o no, la nueva fundación del colegio, en que hubo, como siempre,
protestas y contradicciones. Sin embargo, en 1690 llegó a Tenerife la licencia
de Carlos II, no sin públicos regocijos de aquellos vecindarios, especialmente
de las dos parroquiales de La
Laguna, que hicieron, cada una, una fiesta de acción de
gracias a San Ignacio, en la iglesia de los Remedios, en la que predicó el
maestro fray Andrés García, ex provincial agustino.
Antes de empezarse en La Orotava la obra del
colegio, pasaron de España a la fundación, año de 1694, el padre Tiburcio de
Baeza, rector, el padre José de Andrade, portugués, y el padre Juan de Medina,
natural de Granada. Hospedáronse en las casas del fundador, junto al convento
de dominicos; pero, deseando otro sitio más oportuno, lo eligieron a la entrada
de la calle de San Francisco, en una huerta entre dos molinos, tomando almismo
tiempo al frente de ella, en 1696, una casa pequeña, donde acomodaron su
oratorio, dándole desde luego el nombre de colegio de San Luis Gonzaga, patrono
titular que les había salido por suertes.
La aplicación de estos padres a
predicar y enseñar las primeras letras movió los caballeros de La Orotava a hacerles algunos
donativos para aumento del edificio, que se iba levantando con solidez y ardor.
[...]
En el año 1700 se tomaron las
medidas para un cañón de iglesia, por más dificultades que se encontraban en el
terreno, y el mismo obispo Zuazo puso la primera piedra del edificio, notándose
que se mostraba triste con el presentimiento de que aquel templo no se había de
concluir jamás. En 1707 llegó en calidad de visitador el padre Pedro de Angulo,
quien dio priesa para que se empezase a habitar el nuevo colegio, poniendo
entretanto el oratorio en el entresuelo de la casa. Verificóse así en 1709, día
9 de marzo, en que se hizo una solemne procesión con el Santísimo y asistencia
del clero, comunidades religiosas, nobleza y vecindarios del contorno. Entonces
sólo había dos jesuitas; y habiendo fallecido en agosto de 1716 el mismo padre
Angulo, que se enterró
en la parroquia de la Concepción, quedó
reducido todo el colegio al coadjutor Andrés Tabares, por lo que de orden del
cabildo eclesiástico, sede vacante, pasó el vicario de La Orotava al oratorio y
consumió las especies sacramentales que en él había.
Un año se pasó, antes que la
provincia proveyese aquel rectorado vacante en el padre Pedro Dávila, en cuyo
tiempo aconteció el famoso asalto de las monjas de Santa Catalina, cuando,
viéndose con su monasterio incendiado, ocuparon el colegio y echaron de él a
los jesuitas, como ya referimos. Pero este contratiempo, si lo fue, trajo las
ventajas de que se volviese a colocar el Santísimo en aquel oratorio, donde dos
años antes se habían consumido las especies. Mientras residieron allí las
monjas, estuvieron los padres en un entresuelo de la casa del coronel don
Francisco Tomás de Alfaro; pero restituidos un año después a la suya propia, se
aumentó la comunidad en 1718 con tres individuos más; se ensanchó el colegio
con una rectoral dos años después, y se abrieron
escuelas de primeras letras y de
gramática, la cual contó hasta 70 discípulos. A principios de diciembre de 1727
se celebró la canonización de San Luis Gonzaga con funciones plausibles.
En 1731, día 21 de junio, fiesta
del mismo santo, siendo rector el padre Matías Sánchez (autor de la historia
manuscrita de estas residencias jesuíticas), abandonados los primeros cimientos
para la iglesia, en atención de las dificultades del sitio, se echaron otros
nuevos un poco más arriba, en el solar y casas que les donó generosamente don
Esteban Porlier, caballero del orden de San Lázaro y Monte Carmelo, cónsul de
la nación francesa en nuestras islas, de quien hace nuestro autor el mayor
elogio. Esta obra, que se empezó con fervor por el padre Sánchez y bajo los más
felices auspicios, se prosiguió con lentitud por el padre Nieto, y por falta de
buena dirección nunca pudo acabarse. Su fachada es de orden corintio, con
estatuas y adornos, bien que sus columnas son bárbaramente salomónicas y las
puertas de los costados dóricas. (Viera y Clavijo, 1991)
1566.
Los navíos que comerciaban con
las colonias de América se dirigían, según su conveniencia, a las islas de Gran
Canaria, Tenerife o La Palma,
donde eran registradas sus mercancías, pudiendo zarpar seguidamente en
dirección a las Indias. Fue regla general que las embarcaciones de La Gomera y El Hierro, por
motivos de proximidad, verificasen sus registros ante el juez de Tenerife,
mientras los navíos de la isla de Lanzarote y Fuerteventura acudían ante el
juez de Gran Canaria.
En los viajes de retorno los
navíos del Archipiélago debían también venir provistos de su documentación en
regla, pues cuantas mercancías cargasen en las Indias habían de ser registradas
con idénticas formalidades por los oficiales reales y escribanos de Registros
en los puertos americanos. Los Registros eran entregados en un principio en la Casa de Contratación, cuando
así se dispuso de manera terminante; aunque con el tiempo, y ante los riesgos
de la travesía entre las islas y España por la acción de corsarios y piratas,
los jueces de Registros de Canarias fueron recabando para sí de una manera
tácita esta facultad, hasta que acabó por prevalecer el sistema, dado lo
costoso y vejatorio que resultaba el viaje a Sevilla para deshacer más tarde el
camino retornando a
las islas.
También entraba en el marco de
las atribuciones de los jueces la visita de todos los navíos que de la
metrópoli se dirigían a las Indias, para comprobar si navegaban con los papeles
en regla, y la de aquellos navíos extranjeros sospechosos de hacer escala para
proseguir su navegación al Nuevo Mundo.
Cuantas infracciones se cometían
de la legislación comercial colonial española incumbía su conocimiento a los
Juzgados; de aquí nació su amplia jurisdicción civil y criminal, con las
consiguientes apelaciones a sus sentencias conforme ya hemos especificado en su
oportuno momento. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1566.
Al mismo tiempo
que creaba el cargo de regente, Felipe II dio nuevas "instrucciones" para el mejor funcionamiento de la Real Audiencia en
la colonia de Canarias, estableciendo de paso 1os limites jurisdiccionales de
este alto tribunal, así como de los inferiores y superiores.
Estas instrucciones u ordenanzas
de 1566 cambiaban por completo el régimen judicial del Archipiélago. Desde
entonces la Real
Chancillería de Granada dejó de ser el tribunal de apelación,
circunstancia que recayó en la
Audiencia de Sevilla, con una sola excepción: los pleitos de
hidalguía.
En los casos de corte quedaba
prohibido acudir en primera instancia por nueva demanda a Granada y, que debía
conocer de ellos la
Audiencia de Canarias.
En las causas civiles de menos de
300.000 maravedis conocerla la
Audiencia en vista y revista, sin más apelación posible. Sólo
en las causas que rebasaban esa cifra cabía aún apelación ante la Audiencia Sevillana.
En las causas criminales sin
condenación a muerte, el fallo seria inapelable en Canarias después de los
trámites de vista y revista, pero se admitía apelación a Sevilla cuando se daba
la circunstancia antes indicada.
Por último, eran necesarios dos
jueces para fallar, y si no estaban conformes nombraban un letrado que dirimía
con su voto la cuestión. (Nueva Recopilación, libro III, titulo III, ley I
(pág. 399).
1566 Noviembre 1.
Una vez firmado el acuerdo
hispano-francés de 3 de Abril de 1559, continuó Francia con sus luchas
religiosas, en las que el monarca español tomó el partido de los Guisas e
Isabel de Inglaterra el de los protestantes; la existencia de esta paz no fue
obstáculo para que continuaran algunas acciones de piratería, destacándose la expedición del capitán francés Peyrot de
Monluc, hijo del vicealmirante de Guyena Blaise de Monluc, cuyos navíos se
reunieron en Burdeos entre los que se hallaban dos construidos, bajo la direc-
ción de Monluc y de su propiedad, en San Juan de Luz, cuatro navíos de la Armada Real y un
patache de la misma procedencia: la tripulación fue reclutada entre lo más
escogido de la juventud gascona, alistándose Louis de Lur-Saluces, vizconde de
Uza, Geoffroy d' Aydis, barón de Guitiniers, el barón Bertrand de Guere de La Val, dos hijos del vizconde de
Pompadour, y gran número de caballeros hasta alrededor de 400. El 23 de Agosto
de 1566 1aflota alzó velas en Burdeos, bajo la dirección de los cinco pilotos
portugueses: el judío converso Luís de Castro, André Homen, Antonio Luíz,
Gaspar Calderón y Francisco Díaz Mimoso. El monarca francés recomendó al jefe
de la expedición el respeto más absoluto para las tierras y propiedades de
España y Portugal, pero el encuentro casual de la flota con varios navíos
corsarios ingleses que seguían ruta análoga, las impulsó a unir sus fuerzas,
encaminándose juntos como piratas a las islas del Atlántico en vez de marchar,
como era idea, hacia el Transvaal. El 1 de Noviembre de 1566 apareció la flota
en San Sebastián de la Gomera,
después de haber saqueado la
isla de la Madera, interinando el
mando de la isla Alonso Sánchez de Ortega; Pompadour, que desembarcó, dijo a
los isleños que sólo quería le diesen un poco de agua, en vista de lo cual se
acordó abastecerles de este elemento, siempre que desembarcaran sin armas;
permanecieron allí hasta el día 4 que zarpó la escuadrilla. (En: José María
Pinto y de la Rosa.
1996)
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