lunes, 13 de mayo de 2013

CAPITULO XIII-I



EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1581-1590


CAPITULO XIII-I





Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1581. Son acusados, ante el “Santo Oficio”, diversas autoridades de la isla, incluido el Conde Diego de Ayala, de realizar tratos con los enemigos de la Fe por admitir a las Armadas francesas, piratas ingleses y luteranos en la isla de La Gomera.
1581. La colona Juana de Vergara, mujer del Licenciado Feliciano de Gallegos.  Trató divorcio con su marido, «por las sevicias males tratos» .Su marido le a procurado  desonrar y afretar con dolos y cautelas e fraudes llévales todas su haciendas, dexándola corrida e aflixida, procurando em quecerse a si e a sus hijas. Hales hecho donación de ciertos bienes. La decisión de divorciar es revocada por Juana, ante el notario, en 19/10.1594.

1581. Cumplida su misión reorganizadora, D. Diego Ortiz de Fúnez y el doctor Bravo de Zayas, se volvieron á la metrópoli, satisfechos del resultado de su breve, pero fructuosa campaña, contra los enemigos de la Iglesia católica.

El edificio de la Inquisición en la colonia de Canarias tenía base, pero base tan firme y sólida, como los principios de intransigencia que sustentaba; no podía, pues, venir á tierra, sino subir y hermosearse hasta una altura, que desafiara, con orgullo los embates de la impiedad y de la ciencia libre.

Los sucesores de aquellos dignos eclesiásticos debían realizar esa halagüeña esperan- za, y poner la última piedra a esa obra maravillosa, que nos envidiaban ya todas las Naciones extranjeras.

De los datos que poseemos, resulta, que en reemplazo de los Inquisidores Fúnez y Bravo, vinieron Diego Osorio de Seijas y Juan Lorenzo, los cuales funcionaban ya
en 1581, cuando se dispuso y ejecutó el octavo auto de fe.

Auxiliábales en sus tareas, como ordinario, el Prior de la Catedral, D. Cristóbal del Castillo Maldonado; continuando siempre de Fiscal el mismo D. J osé de Armas,
que había acusado á la inocente Dña. Ana Cibo, con tanta virulencia como falsedad.

El poder de la Inquisición, aunque había sido constantemente acatado y reconocido por todas las Autoridades del Archipiélago, no había llegado aún al grado de respetabilidad y omnipotencia, que se disponía á conquistar en el último tercio de aquel siglo.

Todo le favorecía para alcanzarlo: una ignorancia cada día más densa y extendida; una sumisión, más abyecta y servil; un pánico, más general y profundo. Desde las clases inferiores se había comunicado el terror á las más elevadas, y las inteligencias, como heridas de idiotismo, contemplaban estúpidamente aquellas fúnebres procesiones, que desfilaban de .la Inquisición á la Plaza mayor, de la Plaza mayor al Convento dominico, y del Convento dominico al quemadero.

Nadie se atrevía a preguntar: ¿Será ésta la voluntad de Dios? ¿Recibirá con agrado estos sacrificios de sangre humana? ¿Será esta la senda que nos señaló desde el Calvario? ¿Fué ésta la enseñanza que nos dejó en su evangelio? El verdugo seguía impasible su obra de exterminio, y la tranquilidad más completa se cernía sobre todos los dominios españoles.

Presidía, desde lo alto de su trono, este movimiento silencioso y metódico de su Trono, el gran Felipe II, monarca memorable, encarnación del poder absoluto, y fusión del despotismo civil y religioso en una sola persona.

Todavía, hasta aquella época, lo había visto la civilización cristiana, una deificación más completa del hombre. En medio de tantos millones de cerebros, solo el suyo tenia derecho á pensar; en medio do tantos millones de voluntades, solo la suya tenia derecho á manifestarse.

Colocado en el trono por designación expresa de Dios, y engendrado, nacido y educado para gobernar la mitad del género humano, á nadie en la tierra tenia obligación de dar cuenta de sus actos, ni aun podía exigírsele lógicamente, que sus acciones se conformasen con la ley moral, que venia rigiendo al mundo.

Sus pasiones debían ser, por lo tanto, inviolables y sagradas; sus fallos inapelables; y su justicia inflexible, como todo lo que participa de la eterna infalibilidad de Dios.

Doblegada la España y sus inmensas Colonias, bajo el peso de aquel cetro de hierro, la ciencia. avergonzada enmudeció, el progreso se detuvo en las anchas cumbres de los Pirineos, y la libertad, perseguida hasta en el último pliegue de la conciencia, buscó asilo en medio de otras razas y de otros países, á donde llevó en cambio el bienestar, y sus riquezas y la luz.

Este despotismo era, en tanto, un ejemplo seductor, que alentaba necesariamente á otros monarcas; y, si bien no todos poseían el civilizador ariete de la Inquisición, se valían de otros medios, no menos eficaces, para obtener el mismo resultado.

Abundando sin duda el Rey Carlos IX de Francia en las religiosas ideas del gran Felipe, preparó y llevó á feliz término la matanza de los Hugonotes, triunfo glorioso, que hizo palidecer de envidia a su rival. Sin embargo, esto no impidió, que al saberlo el Rey de España, mandase cantar un Tedeum en todas sus catedrales, para dar gracias á Dios por tan maravillosa inspiración.

 Digno es de conservarse, y de que sea de todos conocido el acuerdo en que se consignó ese curioso hecho en el Cabildo de la Catedral de Las Palmas, porque es mas  elocuente que cualquiera otra reflexión.

Dice así: l0 de Octubre de 1572.-Se vieron dos cédulas reales, escritas al Cabildo, por las cuales mandaba el Rey Felipe II, se hiciesen procesiones y plegarias por el aumento de la Cristiandad, y prósperos sucesos de la Santa Liga de Francia. Por  la otra cédula, mandaba se diesen gracias  á Nuestro Señor, por la gran merced, que hizo al Reino de Francia, y a toda la Cristiandad, en ser servido, que el Rey Cristianisímo pasase á cuchillo la mayor parte de los herejes, que habían en aquel Reino.

Bajo este criterio se gobernaba entonces á los pueblos, y se afirmaba y extendía una religión, que había venido al mundo á traernos el perdón de las injurias y la fraternidad universal. (Agustín Millares Torres; 1981)

1581. Nace en San Juan de la Rambla el criollo que andando el tiempo sería alférez de milicias Sebastián Méndez Montañés. De ascendencia de colonos portugueses y de Martín Rodríguez, estuvo casado con Jerónima Hernández de la Guardia. Representa otra de las familias dominantes del  pueblo de San Juan de la Rambla en Chinet (Tenerife) en la primera mitad del siglo XVII. Vivió en la casona de balcón de celosía de la plaza de la iglesia. Sus descendientes enlazaron con notables familias de criollos y colonos de esta isla.

1581.
Son acusados, ante el Santo Oficio, diversas autoridades de la isla, incluido el Conde Diego de Ayala, de realizar tratos con los enemigos de la Fe por admitir a las Armadas francesas, piratas ingleses y luteranos en la isla, durante la visita del Corsario francés Jacques Sores.

No dejan de ser curiosas la declaraciones de los testigo e inculpados por la Inquisición española en Canarias, por ello, reproducimos algunas de las mismas.

Declaración de Martín Manrique en el proceso del conde de La Gomera :

"Iten declaro que el dicho don Diego de Ayala enbio a llamar a este que declara con Silvestre de Valladolid y este que declara fue a su mandado y llegado le dixo: "Señor Manrique; merced me hara muy grande que vaya de mi parte a hablar con el general desta armada y le de la bienvenida y le ofresca 1o que oviere en la tierra y trate con el que no salte gente con armas", y a esto estaba presente toda la isla porque fue publico; y este que declara le respondio: "Señor; ya V. m. sabe yo estoy no bien dispuesto, que yo holgara estarlo" ; y respondio el dicho Miguel de Monteverde: "Señor, si yo estuviera bueno yo fuera, mas estoy malo de la gota. Justo es que V. m. vaya aunque aya trabajo"; y el dicho don Diego dixo que fuese otra vez, y que fuese en mi compañía Diego de Zamora y yo me parti la vuelta de la mar para efecto de cumplir su mandado..."

Declaración de Juan de Valladolid en el proceso de Juan de Ocampo:

"... vido este testigo a Juan de Ocampo gobernador... que se quexava en una rueda de gente de don Diego, sennor de la tierra, porque enbiaron a otro a hablar con los franceses y no lo enviaba a el y con esta quexa le bido llegar.. .donde estava el dicho don Diego y le dixo... "Señor, quexoso estoy que siendo yo servidor de vuestra merced enbia a otro a hablar con los franceses y no me quiere enbiar a mi siendo yo bastante como el que enbia"; y el dicho don Diego dixo: "Si yo enbio alla a Martin Manrique es porque entiende la lengua"; ya esto dixo el dicho Juan de Ocampo: "No sino que quiere vuestra merced quitarme el provecho sirviendole yo y darlo a otro"; y el dicho don Diego le dixo que no dixera aquello, que no se entendia y enojose y bolviole las espaldas y fuese y despues dende a un rato se dixo que el dicho Juan de Ocampo fué en un barco a bordo de las naos y que estaba alla con 1os franceses..."

Declaración de Amador Álvarez en el mismo proceso:

"... luego que surgieron en el dicho puerto entro Juan de Ocampo gobernador de la Gomera en las dichas naos y les pregunto que buscaban y que les darian lo que oviesen menester por sus dineros con que se fuesen luego y que si traían alguna gente que resgatar se la resgatarian y que esto dixo porque el dicho Pablo [Reynaldos] avia.dicho que trayan gente que resgatar y que como se trataba el resgate este declarante les yva a llevar agua a los navios..."

Declaración de Martín Manrique:

"Salio en tierra un cavallero frances, llamado Mosior Xixele, luterano, que dizen fue secretario del príncipe de Coae y salido en tierra le hizo gran acatamiento el dicho don Diego de Ayala, y le llevó a su casa y le dio de comer y música y comieron y se festejaron todos juntos y Miguel de Monteverde, el qual hablava con ellos y con los demas franceses la lengua francesa..."

Otros de los que sirvieron de intérprete a Sores fue el criado de Miguel de Monteverde, Juan Ortiz, quien además comerció con los franceses comprándoles un indio (sic).(A.H. N.: Inquisioi6n, leg. 1.831. Cuaderno de la visita del doctor Bravo de Zayas en 1573.)

Declaración de Mencia Bello en el proceso de Juan de Ocampo. Dicha testigo declaró cómo el gobernador mandó repartir harina para que amasasen pan para surtir a los franceses y cómo había acudido Ocampo a su casa posteriormente, acompañado de varios piratas, en busca de dicho articulo. Mencia Bello declaró que ella se resistió a dárselo, y que en cambio abasteció de pan a la "gente del campo" que se concentró en la villa.

En casa de Baltasar Zamora se hospedaron algunos franceses. Su hermana Ursula les guisaba de comlir.

Se le acusaba también de haberles dado de comer carne en viernes.

El justificó la presencia de los pirata por el hecho de tener taberna abierta y no poderse negar a atender a los que le pagaban. Estos datos obran en su proceso.

En su casa también comieron diversos luteranos. El se justificó ante

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