martes, 21 de mayo de 2013

CAPITULO XII-VII




EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1571-1580


CAPITULO XII-VII




Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1572. Desde fines del siglo XV  hasta el año de 1572 los asaltos armados al continente protagonizados por los colonos europeos establecidos en las Islas Canarias y denominadas como cabalgadas a  Berbería fueron muy frecuentes. Los  colonos europeos establecidos en Tamaránt  (Gran Canaria) y Chinech (Tenerife) hacían frecuentes asaltos en las costas del continente todos los años y lo mismo podemos decir de los colonos señores feudales de Titoreygatra (Lanzarote) y Erbania (Fuerteventura). Se dice que los esclavistas Diego García de Herrera y su hijo Sancho de Herrera realizaron más de 46 entradas, y el conde de Lanzarote  Agustín de Herrera y Rojas y el señor feudal de Erbania (Fuerteventura)  Gonzalo de Saavedra hicieron otras tantas. En Chinet (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) fueron asiduos salteadores los adelantados y gobernadores coloniales, junto a otras autoridades civiles y eclesiásticas y gente del común.

A este sistema, donde conviven caracteres de saqueos medievales y precapitalistas, le sigue otro heredado también de la tradicional rapiña castellana: el rescate, plasmado en las ordenanzas reales castellanas. Los mazigioss de cierto valor y dignidad no entraban en el mercado, sino que se reservaban para devolverlos al continente y obtener con ellos mayor botín en trueque.

La organización del rescate era similar a la de las compañías. Cada socio aportaba sus mazigios esclavizados como inversión y se podía realizar de tres maneras: yendo personalmente el mercader o socio con sus propios esclavos, sea a través de sus compañeros o empleando personas ajenas a la compañía. Para ello cuentan también con negociantes que, al rescatar sus esclavos, cumplen encomiendas de otras personas a cambio de una comisión.

Los mismos barcos utilizados para hacer las entradas y el trueque eran pertrechados para faenar en las costas del continente. Sin embargo, también se habilitaron barcos solamente para la pesca y para la formación de compañías al objeto de explotar el banco canario-sahariano. De este modo, junto a los productos obtenidos en tierra, se unían los conseguidos en las aguas cercanas: el más importante y casi único era el pescado salado o salpreso, elemento básico de la dieta isleña durante siglos, que se empleaba también para avituallar a los navíos que pasaban por el Archipiélago rumbo a las colonias españolas en América. (Manuel Lobo Cabrera-Elisa Torres Santana; 1991)

1572.  Por parte del Cabildo Eclesiástico se mandó ofrecer al maestro de capilla del duque de Medina Sidonia la suma de 250 doblas por ejercer su oficio en Las Palmas, cantidad considerable que prueba el interés del Cabildo por el fomento de la música y por el brillo y solemnidad de las festividades de la Iglesia.

También en las otras islas se construían buenos templos y numerosos conventos, que empezaban a invadir los sitios más centrales de las poblaciones.

1572.
Drake contando en su haber no sólo con la protección de John Hawkins, sino con la de importantes mercaderes de Londres (atraídos por la fama de sus primeras hazañas, y bien seguros del fruto de las futuras empresas) , pudo armar dos navíos, el Parcha y el Swans y lanzarse al Océano en prosecución de sus hazañas. Es muy posible que en este viaje, como quizá en el anterior, Drake recalase con sus navíos en las Islas Canarias, pues consta su repetido trato comercial con el conde de La Gomera y su desmedida afición por el vino malvasia de Tenerife, del que solía llevar muy bien aprovisionadas las naves. Drake recorrió con diversa suerte las costas de Centroamérica, deteniéndose en la ciudad de Nombre de Dios, y capturando en los alrededores de ella un cuantioso botín en metales preciosos, al sorprender al convoy de mulas que lo transportaba desde las costas del Pacifico para ser embarcado a la metrópoli. Ochenta mulas cargadas de oro y plata fueron presa de las garras de los piratas ingleses, usando Drake de esta estrategia de "encrucijada", tan poco brillante y heroica, y contando aún para ello con la complicidad y ayuda de los negros cimarrones. A renglón seguido el temible corsario recorrió con sus navíos las Antillas, refugiándose más tarde en Cartagena, ciudad en cuyo puerto logró apoderarse de tres navíos españoles. Sus pasos se encaminaron entonces a la captura de los tesoros del Perú, que con intermitencias fijas se cargaban en recuas, dirigiéndolos por el istmo, para ser transportados a España; mas no atreviéndose a retornar a Nombre de Dios, concibió Drake la diabólica idea de introducirse tierra adentro, tratando de sorprender a 1os españoles en el camino de Panamá. Durante cinco meses se mantuvo Drake apostado con hombres en espera del ansiado tesoro, fallándole el golpe a última hora por imprudencia de unos de los corsarios. Las costas de Méjico fueron esta vez el teatro de sus depredaciones: saqueó Veracruz, se asoció con un pirata francés, el capitán Guillaume Le Testu, y después de otras pequeñas operaciones de escasa trascendencia, emprendió el regreso a Inglaterra, arriando velas en Plymouth, el 29 de agosto de 1573, en medio del asombro de sus compatriotas, que lo veían regresar enriquecido hasta extremos nunca imaginados. En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1572. Persistente la costumbre de cazar negros en la conquista de Portugal, las quejas del joven D. Sebastián, cuya confianza deseaba ganar Felipe II, dieron lugar a drástica prohibición de las cabalgadas,  decretada por el rey, so pretexto de que "por codicia de traer algunos moros", sus vasallos exponían la vida sin provecho. Pregonada en abril, en la plaza de Nuestra Señora de los Remedios, en Eguerewde (San Cristóbal de La Laguna), levantó clamores. Soportó el Austría impávido las criticas y la disminución de sus rentas, hasta que el 27 de enero de 1579, teniendo la corona de Portugal en la mano, aprovechó queja tardía de Pedro de Escobar, regidor en la "Isla de Canaria", para autorizar las dos armadas de costumbre. Visto que al faltar "los dichos moros y esclavos negros", haciendas, ingenios y viñas "vienen en mucha disminución", quedando la tierra en barbecho, al no comportar riesgo el remedio de "necesidad tan precisa", pues azanegues y alárabes carecían de armas y barcos para defenderse, irían de cabalgada, tras verificar el gobernador, que llevaban, por cabeza persona "práctica" en la guerra de moros, yendo en "orden", "recato" y bien armados. En vida el cardenal - rey D. Enrique, seguro el Austria de que Hamete de Marruecos, tenía en su poder la persona de D. Sebastián de Portugal, por no ofenderlos, prohibió "saltar" en la conquista portuguesa y en territorio del Xarife o sus aliados. Lo harían de "San Bartolomé abaxo", donde había "muchos moros aláraves, que no son subjetos a el dicho Xarife, antes contrarios". (L. Al. Toledo)

1572.
En este mismo año cabe emplazar una de las últimas entradas esclavista por parte de colonos y criollos canarios al continente en esta turbulenta época.

Llevóla a cabo el cuarto adelantado de Canarias, don Alonso Luís Fernández de Lugo y Noroña, con tropas provistas a sus expensas, que pusieron pie en el continente africano por el puerto de "Suaçan, ques abaxo de Sant Bartolomé". Las huestes de don Alonso "el Lindo" se internaron hacia Telmar, "que serán quince leguas de tierras adentro", llegando a las fuentes del río Ceguía, a un lugar denominado La Palmita, con escasas presas. Reembarcados los piratas se dirigieron entonces al puerto de Jarra, donde lograron capturar a unos treinta y seis moros, y desde donde se dirigieron con .la presa al cabo de Bojador para asegurarla en los navíos. Llegados al cabo los mercenarios por tierra y los navíos por mar se dirigieron a Los Percheles, y una vez aquí retornaron a Tenerife satisfechos del resultado económico de la razzia.
1572.
 Pedro Salinas celebraba la calidad de las maderas de Canarias, que no criaba "mil sabandijas", como las de España. Se destinaba a vigas de molinos, prensas y ruedas.

1572. Libre el musulmán que hubiesen dado vasallaje a las coronas de Portugal o Castilla, pero acreedor a esclavitud el que hiciese proselitismo, participase en revueltas o fuese vasallo del Xarife, los "saltos" continuaron hasta 1572. La presencia de oficial portugués, en Guiniguada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), reclamando restitución de dos vasallos del Xarife, capturados por pescadores castellanos, en la conquista de Portugal, aconsejó a Felipe II vedar drásticamente la cabalgada, por complacer al rey D. Sebastián, con quien no quería problemas, porque para sucederle, como se había propuesto, tenía que empezar por ganar su confianza. . (L. Alv. Toledo)
1572. En el puerto de La Isleta, en Guiniwada, Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), posiblemente como consecuencia de un temporal, naufraga y se hunde la nave La Concepción.
1572.
Aspirante Felipe II al trono de Portugal, del que le separaba un joven por casar, voluntarioso, animoso y descerebrado, el monarca dio los primeros pasos, complaciendo al rey D. Sebastián, para ganar su confianza, a la espera de situación, que le permitiese ofrecerle consejo envenenado, susceptible de hacerle perder el trono. Queriendo evitar desagradables saltos de castellanos, en la conquista portuguesa, el Austria prohibió, en 1572, las cabalgadas a Guinea, esgrimiendo por argumento el deseo de proteger a unos vasallos, que se jugaban la vida,  "por codicia de traer algunos moros". Publicada la pragmática en San Cristóbal, levantó clamores en Gran Canaria. Los soportó el rey impávido, con desagradable anexo de reducción de las reales rentas, hasta que en enero de 1579, propietario virtual del trono de Lisboa, consideró oportuno suspender el sacrificio. Esgrimiendo a enésima queja de regidor de la "Isla de Canaria" , admitió que la falta de moros y negros, tenía perdidas las viñas y parados los ingenios. Tras admitir que la captura de "azanegues y alárabes" , no entrañaba "riesgo ni escándalo", pues al carecer de armas y barcos, no podían defenderse, a más de apacentar ganados en pastos cercanos a la costa, costumbre que facilitaba la captura, los vecinos de Gran Canaria fueron autorizados a "saltar" dos veces al año, "de San Bartolomé abajo" , tierra de moros no incluida en la conquista de Portugal, cuyos naturales no obedecían al Xarife, al que no convenía irritar, porque teniendo en su poder al rey D. Sebastián de Portugal, podría vengarse poniendo en circulación al supuesto difunto, desaparecido en 1578, en la batalla de Alcázarquivir". (Luisa Álvarez de Toledo)
1572 Más de 9.000 personas fallecen en Tenerife a consecuencia de una epidemia de peste denominada peste de Landres, cuyo contagio se produjo, al parecer, a través de unos tapices traídos de Levante por el gobernador de la metrópoli en la colonia para ser exhibidos durante la celebración del Corpus Christi, los colonos pudientes huyeron en masa hacía otros lugares de la isla especialmente  a la localidad del Sauzal cuya localidad se convierte en el centro político y administrativo de la isla, constituyéndose en el templo  parroquial de San Pedro, de la secta católica el Cabildo de los europeos.
1572 Febrero 14. La organización de las cabalgadas que hasta entonces había sido relativamente libre, aún empeoró cuando una real cédula de la Metropolis de fecha 14 de febrero de 1572 prohibió definitivamente a los colonos europeos establecidos en Canarias las incursiones y cerró la puerta del mercado de esclavos magrebí. El principal aliciente del comercio africano era el esclavo. El tráfico de esclavos fue muy activo en manos de los colonos castellanos establecidos en Canarias, con Berbería, con Guinea y más tarde, en colaboración con los portugueses, en Angola. El principio de la cabalgada contra los mazigios no sólo había quedado legalmente admitido según los usos de rapiña castellanos, sino que fue estimulado y en cierto modo subvencionado, por haber abandonado la corona a los colonos de  de Tenerife el derecho del quinto, que tenía.
1572 Febrero 14.
La metrópoli prohíbe a los colonos y criollos canrios, los asaltos al continente para robar y esclavizar a los moradores de las zonas costeras.

También por este mismo año de 1572 y el siguiente de 1573 volvieron a recibirse avisos sobre las actividades de los piratas de Salé. El conde de Lanzarote comunicaba a Felipe II, en carta fechada en 1572, que había nuevas de que el rey de Fez enviaba a las islas 16 navíos con propósito de destrozar su señorío; y de análoga manera fue informado El Cabildo de Tenerife, en junio de 1573, de estar apostadas en Salé 14 galeras de "el Turquillo" para caer por tercera vez sobre las islas. Por suerte para ellas, ninguno de estos avisos tuvo su confirmación en la repetición de hechos de sobra conocidos.

Sin embargo, para evitar todo ataque provocador por parte de los colonos y criollos canarios, el Rey decidió dar fin momentáneamente a las "cabalgadas" o entradas en Berbería a la captura de esclavos, que si ya habían tenido una limitación en las disposiciones legales de 1556, tuvieron ahora una prohibición radical y absoluta. Por Real cédula expedida en El Pardo el 14 de febrero de 1572, el monarca español prohibía a sus súbditos pasar a Berbería de Poniente a rescatar moros o saquear sus aduares, encargando particularmente a los gobernadores y señores de las islas el exacto cumplimiento de la mencionada disposición.  En el espacio de media centuria se había pasado, por obra de la potencia del Xarife, de la Real cédula de la reina doña Juana de 2 de noviembre de 1505 incitando y fomentando las cabalgadas, a la tajante prohibición que hemos comentado en anteriores líneas.

Por el contrario, a las "cabalgadas" reemplazaron durante algunos años las expediciones pacíficas a Berbería para rescatar cautivos o renegados. Ya conoce el lector las incidencias de la expedición africana de febrero de 1571, en la que los adalides canario~ se internaron en el corazón de Berbería para tratar del rescate de los cañones de la fortaleza de Guanapay, capturados por Calafat en la incursión de 1569. Pues bien, durante la permanencia del capitán Pedro de Cabrera Bethencourt, pudo éste, bien por si mismo, bien por mediación de sus adalides, trabar relación con algunos de los renegados de la familia de Juan Felipe (huídos en masa, como recordará el lector, por el año de 1552), quienes le expusieron su decidido propósito de retornar al catolicismo, siempre que obtuviesen garantías de un trato benévolo por parte de la Inquisición.

Difundidas estas noticias por Gran Canaria, asiento de tan nefasto Tribunal, el inquisidor don Pedro Ortiz de Funes; escribió al señor de Fuerteventura, don Gonzalo de Saavedra, para cerciorarse de: su veracidad, y al recibir la oportuna confirmación decidió, en la cuaresma de 1572, aprestar dos navios que fuesen al vecino puerto africano a recoger a los lanzaroteños renegados. Para ello, Ortiz de Funes fletó dos barcos, propiedad de los mareantes Domingo Hernández y Francisco González Camacho, quienes embarcando como "lenguas" a los moriscos Pedro Alvarez y Juan Darias, y llevando al notario apostólico Pedro Martinez de la Vega, con el "seguro" del inquisidor, se dirigieron hacia San Bartolomé, a cuyo puerto arribaron, tras breve y feliz travesía.

Esperaban los colonos y criollos canarios que, como en otras ocasiones, la bandera de paz seria respetada por los moros, y de esta manera desembarcaron confiados los emisarios Pedro Alvarez y Juan Daria, yendo a caer el primero en una emboscada de la que no pudo escapar, mientras el segundo, más diligente o taimado, supo retirarse a tiempo y pudo ganar a brazo las embarcaciones.

Al conocer Funes el fracaso de la expedición decidió preparar una segunda entrada en Berbería con objeto de rescatar al morisco Pedro Alvarez, para lo que puso a disposición de 1os mediadores, además del dinero consiguiente, dos esclavos moros de su propiedad naturales de Los Percheles. El patrono contratado ahora para conducir a Pedro Martínez de la Vega era el maestre palmero Juan Gallego, quien debiendo zarpar, de acuerdo con lo estipulado, el 28 de abril de 1572, no lo hizo hasta el 18 de mayo, por cuyo retraso iba a fracasar por segunda vez el rescate de los renegados. "

En efecto, habiendo podido comunicar Pedro Alvarez con 1os lanzaroteños, les puso al corriente de lo sucedido para que estuviesen aprestados, dando como seguro que en breve espacio de días comparecerían los colonos  para conducirles. Los renegados se prepararon y estuvieron durante veinte días consecutivos esperando ansiosos la barca prometida, hasta que agotándoseles los víveres, tuvieron que retornar a sus aduares.

Pocos días más tarde llegaba Juan Gallego, sin obtener otro fruto que el rescate de Pedro Alvarez, por dinero, mientras desertaban dos de los  tripulantes, el morisco Francisco Pérez Cabrera y su conterránea Inés de Vega, conducidos como "lenguas" por los expedicionarios.

Súpose, no obstante, que Inés de Vega (tenida por "buena cristiana" por haber entrado catorce veces en Berbería "de rescate" sin haber jamás desertado) había comunicado al marinero Francisco González que dentro de cuatro meses viniese a recogerla a San Barlolomé. Ello motivó la tercera expedición a Berbería del año 1572, que fracasó por haberse trasladado Inés de Vega a Santa Cruz, en el cabo de Aguer, para ocupar plaza en alguno de los navío pesqueros canarios que frecuentaban aquellas, aguas.

Enterado Ortiz de Funes de que Inés de Vega se hallaba de nuevo en San Bartolomé, tras de fracasar en su primer propósito, volvió a fletar otra barca, ahora de Domingo Hernández, y logró al fin rescatar a la morisca, no sin tener que pagar 40 ducados, precio en que se evaluaba su sustentación durante el tiempo de la ausencia.

Al año siguiente de 1573 los moriscos y negros de Las Palmas, confabulados para escapar a Berbería, lograron apoderarse de una embarcación surta en el Puerto de la Luz, pero fueron apresados a corta distancia de tierra.  Procesados por la Real Audiencia y condenados a morir en la horca. El Santo Oficio reclamó a los sublevados cuando eran conducidos desde el puerto a Las Palmas, por mediación de su alguacil Constantin Cairasco; mas negándose el gobernador Juan Alonso de Benavides a obedecer el auto del inquisidor Ortiz de Funes, ello dió pie a enojosos litigios y competencias de jurisdicción entre magistrados e inquisidores.

Pocas cosas más caben señalar en nuestras relaciones con Marruecos y Berberia. en la década que reseñamos. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1572 Marzo 19. El segundo proceso no sacado en auto de fe, digno también de llamar la atención, fue el seguido á Dña. Ana Cibo de Sobranis, respetable y virtuosa Señora, que solo tenia el defecto, muy común en su tiempo, de creerse iluminada por el Espíritu-Santo, de estar en comunicación con Dios y dotada del don de hacer milagros. Esta buena Señora, como todas las que tienen la desgracia de estar sujetas á esa clase de alucinaciones, buscaba ardientemente los medios de obtener su perfección, destruyendo su salud corporal para fortalecer la es-piritual. Resulta de su proceso, que el 19 de Marzo de 1572 se presentó espontáneamente al Inquisidor Fúnez, aconsejada tal vez por su  tío el presbítero D. Cristóbal de Sobranis, y declaró: que hacía tres años había encontrado en Guía, donde vivía entonces con su hermana Dña. Gerónima, á un fraile de la orden de San Francisco, llamado Antonio del Jesús, quien, conociendo su religiosidad, le había ofrecido unas cuentas benditas, y una cruz negra, que tenían la facultad de sacar a1mas del purgatorio, cuyos objetos le regaló al día siguiente, en el acto de darle la sagrada comunión. Que posteriormente siguió una larga correspondencia con el fraile, y en ella le indicaba el religioso, que Dios se le había aparecido y hablado, mandole, que le enviase algunas formas consagradas, para que en un relicario las llevase siempre consigo. Que no habiendo podido hacer el relicario, el fraile le remitió en una cajita de madera, nueve hostias, advirtiéndole, que allí iba encerrado el niño Jesús; por lo cua1, desde entonces, creyendo en su sencillez no cometer sacrilegio alguno, le acompañaba la cajita, llevándola. siempre consigo, hasta en los instantes que consagraba al sueño, y dirigiéndole cariñosas palabras.

Esta estraña relación, hija de un cerebro enfermo, fue consignada en el libro de testificaciones,  recogiendo el Santo oficio las especies consagradas, y dejando olvidado el suceso, sin darle más importancia.

Pero, algunos años después, creciendo en santidad la fama de Dña. Ana, el Sr. Obispo que era entonces D. Cristóbal Vela, la escudó con toda su autoridad, y se constituyó defensor y encomiador de sus virtudes.

Por este tiempo, esto es, en 1576 y 1577. el Sr. Obispo tuvo serios encuentros con el Inquisidor, porque se había permitido procesar y encerrar en una prisión al Canónigo Alonso de Valdés, que ejercía el cargo de notario de secretos del Santo oficio.

Tanto el Inquisidor como el Obispo pretendían corresponderle el conocimiento de la causa, y en este conflicto se acudió al Consejo Supremo, de donde vino una instrucción para proceder contra el Prelado, que Fúnez recibió con gran satisfacción, y de la que se dió pública lectura en el Tribunal, el 11 de Abril de 1577.

No nos parece aventurado suponer que el Fiscal, que lo era ya el Bachiller José de Armas, instigado por los Inquisidores, deseosos de mortificar al Sr. Obispo, le mandaran, sacase a su proceso la testificación anterior, y armado con esta declaración de sacrilegio, presentase un escrito furibundo como en efecto lo hizo en Junio de 1580, en el cual acusaba á la pobre é ilusa Sra, de autora y receptadora de herejes, y aprobadora de herjías.

No seguiremos la causa en toda su tramitación, porque ese trabajo lo dejaremos para ocasión más oportuna, y solo diremos ahora, que declararon en su favor las personas principales, que la defendió el Doctor Lercaro; que calificó el proceso el célebre fr. Basilio de Peñalosa; y que enviada á la Suprema, recayó auto absolutorio el 17 de noviembre de 1580, que se comunicó y llegó a Las Palmas en Mayo de 1581.

Preveníase en el auto, que se la pusiese inmediatamente en libertad, y se la restituyese en su buena opinión y fama, de manera que el pueblo entendiera que  en ella no hubo culpa ni otra causa para prenderla, y se añadía en el oficio que acompañaba la resolución del proceso, que se leyera ante las personas más respetables de la ciudad.

Así tuvo lugar en efecto, en los salones de la Inquisición el 24 de Mayo, á presencia del Tribunal, del Fiscal Armas, y de los eclesiásticos D. Pedro de León Maestrescuela, D. Cristóbal del Castillo Maldonado, Prior, D. Pedro Salvago, arcediano de Fuerteventura D. Bartolomé Cairasco, D. Ambrosio López, Licenciado Gustillo, y Alonso de Valdés, canónigos, y de los vecinos Gaspar de Olivares regidor, Bernardino Riveról, Bernardino García y Lorenzo de Palenzuela.(Agustín Millares Torres; 1981)

Como éstas versaban, con pocas excepciones, sobre atentados contra el pudor, y abuso en el ejercicio de sus tareas espirituales, no nos es posible entrar en pormenores, que sin  embargo, podrían adivinar fácilmente nuestro lectores.

Más, para que nada de lo que adelantamos en esta obra pueda quedar sin compro-bación, diremos, con relación á esta época, y á esta clase de procesos, que uno de los más notables fue el que se siguió al padre fray Pedro de Hinojosa, del convento de San Francisco de Las Palmas, por solicitaciones en el confesionario.

Dió principio la causa por denuncia del fiscal, en echa 15 de Diciembre de 1579, quedando concluso en los días siguientes; oyéronse algunas testigos, hijas de confesión del fraile, entre las cuales las había solteras, casadas y viudas. En sus declaraciones no vacilaron todas en dirigir estupendas acusaciones al reo, que siempre calificó sus dichos de odiosas calumnias de sus enemigos.

Por las razones que antes hemos expuesto, nos abstendremos de insertar aque1las declaraciones, ni aun los versos que constan en la causa, y que les dirigía a algunas  al- dar la absolución, concluyendo por decir, que estuvo siempre negativo, aunque á pesar de ello fuera condenado por el Santo oficio, a que, en presencia de los Prelados de las órdenes, de sus compañeros y de los curas de la parroquia, se leyese su sentencia.

En ésta se mandaba, que fuese severamente reprendido, que abjurase de levi, que se abs-tuviese de confesar hombres y mujeres; que estuviese recluso tres años en un convento, privado dicho tiempo de voto activo y pasivo; que fuese el último del Coro y refecto-rio, y por último que se le diese disciplina en el Capítulo de su convento, á presencia del Guardian y de los frailes, sus hermanos.

Consta de la causa que e12 de Mayo de 1584 cumplió su reclusión en el convento de San Francisco de la Laguna, pero no que saliera en ningún auto.(Agustín Millares Torres; 1981)

1572 Abril. Siguen las correrías de los Corsarios franceses en las Islas Canarias. En Abril, un Corsario Hugonote desembarca con 70 hombres en las isla de Titoreygatra (Lanzarote) y se enfrenta a las Milicias de la isla las cuales estaban bajo al mando del colono Don Agustín de Herrera. El Corsario lleva la peor parte, el conde le da muerte y 20 de sus hombres son capturados, siendo los demás puestos en fuga, huyendo hacia su barco.
 
En el mes de mayo del mismo año, 4 Naos francesas desembarcan 300 hombres en la misma isla con el objeto de liberar a sus camaradas, que mientras tanto habían logrado fugarse robando una embarcación. De Titoreygatra (Lanzarote) pasan a la Gomera con la esperanza de sorprender a alguna de las naves de la Flota de Indias que al mando del Capitan General Juan de Alcega había arribado al puerto de la Villa de Ipalam (San Sebastián).

Tras verse frustado este proyecto ya que la Flota había partido hacia el Puerto de Winiwuada n Tamaránt (las Palmas de Gran Canaria), capturan en el sur de esa isla al barco del Capitán Juan Gallego donde viaja el inquisidor español Pedro Ortiz de Funes, comisionado para el rescate de cautivos en el continente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario