1927 junio 28.
Nace León Bienes Hernández.
León Bienes Hernández,
alcalde de Fuencaliente de La
Palma entre 1971 y 1972, falleció el pasado 2 de marzo en
Santa Cruz de Tenerife, a la edad de 86 años. Desde hacía unos meses vivía con
la familia de su hija Luz María en Llano del Moro, arrastrando algunos
problemas de salud. Llevaba algún tiempo hospitalizado y una llamada de su
yerno Desiderio García Sánchez nos trajo la triste noticia. Al día siguiente
recibió cristiana sepultura en el cementerio de su localidad natal.
Nació el 28 de junio de
1927, en el seno de una familia de gente trabajadora, honesta y responsable,
que le imprimió carácter. Contrajo matrimonio con Cira Díaz Hernández, de cuya
unión nacieron cuatro hijos. Dedicado preferentemente a la agricultura, se
mantuvo en activo hasta que le fallaron las fuerzas y sintiéndose afectado por
el fallecimiento en edad temprana de dos de sus hijos y de su esposa. Tuvimos
ocasión de conocerle y tratarle en numerosas ocasiones, siendo, además, vecino
y amigo de la familia, siempre reconocido por su respetuosidad y seriedad.
El 3 de julio de 1971
fue designado alcalde de Fuencaliente de La Palma, tomando el relevo a Feliciano Hernández
Hernández. Cesó el 18 de junio de 1972, fecha en la que le sustituyó Eustasio Hernández
Ríos[1]. El acontecimiento más
importante de su mandato fue la erupción del volcán de Teneguía, que comenzó el
26 de octubre de 1971, cuando llevaba apenas cuatro meses en el cargo.
Recordamos, a continuación, el testimonio que amablemente nos ofreció en 1993,
en la fase previa a la publicación de nuestro libro “Fuencaliente. Historia y
tradición”:
“Los temblores de
tierra empezaron unos diez días antes, más o menos, y como a los dos días vino
a Fuencaliente el gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, más bien con la
intención de tranquilizarnos. Fue entonces cuando se les ocurrió la idea del
célebre sismógrafo con una plomada, de esas que se usan en la construcción. La
plomada en cuestión, o sismógrafo rústico, si se prefiere, se colgó de la
lámpara del despacho de la alcaldía. El modo de funcionamiento era bien sencillo.
Si cuando se producía el temblor de tierra la plomada oscilaba de modo
horizontal, no había mayor preocupación, pero si oscilaba de modo vertical, era
que la erupción del volcán estaba cerca y lo teníamos debajo de los pies”.
“Por fin, llegó el día
en el que la plomada osciló de modo vertical. ¡Ay, mamá! De inmediato llamamos
por teléfono al delegado del Gobierno, que era entonces Francisco Laína, y nos
dijo que estuviéramos pendientes de cualquier humo o fuego y que buscáramos por
la parte alta del municipio. Pero no aparecía nada. Yo bajé ese día a La Costa y de regreso a Las
Indias, sobre las tres de la tarde, advertí una densa humareda por debajo del
volcán de San Antonio. Y me dije: ¡ya reventó el volcán! No sabe la alegría que
me llevé, porque, la verdad, estábamos muy preocupados con la posibilidad de
que la erupción se produjera por encima del pueblo, en cualquier otro lugar de la Cumbre. Pero hasta en
eso estuvo bien, vaya, porque donde reventó era un llano de malpaís, terreno de
cultivo de poco interés”.
“Reventó el Teneguía,
por fin, el 26 de octubre de 1971 y quienes como yo habíamos visto el volcán de
San Juan, en 1949, pues nos lo tomamos con más calma. Yo mismo lo dije en casa
y a los vecinos, que donde había reventado no era problemático. Pero los más
jóvenes, los que no conocían de volcanes, se asustaron y para ellos -¡cómo para
todos, vaya!- aquellos momentos fueron impresionantes y después lo que pasó fue
que se convirtió en una novedad de primera magnitud. La afluencia de la gente a
Fuencaliente fue impresionante. En mi vida había visto tanta gente en el
pueblo. La montaña de Las Tablas se convirtió en el principal mirador -hasta en
eso hubo suerte- y los más arriesgados de acercaban hasta la montaña de Pablo.
Yo fui en alguna ocasión, de noche, acompañando al gobernador civil, pero la
verdad es que no me hacía mucha gracia, porque nunca se sabe lo que puede pasar
con un volcán”[2].
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