domingo, 1 de junio de 2014

LEON BIENES HERNANDEZ





1927 junio 28.
Nace León Bienes Hernández.
León Bienes Hernández, alcalde de Fuencaliente de La Palma entre 1971 y 1972, falleció el pasado 2 de marzo en Santa Cruz de Tenerife, a la edad de 86 años. Desde hacía unos meses vivía con la familia de su hija Luz María en Llano del Moro, arrastrando algunos problemas de salud. Llevaba algún tiempo hospitalizado y una llamada de su yerno Desiderio García Sánchez nos trajo la triste noticia. Al día siguiente recibió cristiana sepultura en el cementerio de su localidad natal.
Nació el 28 de junio de 1927, en el seno de una familia de gente trabajadora, honesta y responsable, que le imprimió carácter. Contrajo matrimonio con Cira Díaz Hernández, de cuya unión nacieron cuatro hijos. Dedicado preferentemente a la agricultura, se mantuvo en activo hasta que le fallaron las fuerzas y sintiéndose afectado por el fallecimiento en edad temprana de dos de sus hijos y de su esposa. Tuvimos ocasión de conocerle y tratarle en numerosas ocasiones, siendo, además, vecino y amigo de la familia, siempre reconocido por su respetuosidad y seriedad.
El 3 de julio de 1971 fue designado alcalde de Fuencaliente de La Palma, tomando el relevo a Feliciano Hernández Hernández. Cesó el 18 de junio de 1972, fecha en la que le sustituyó Eustasio Hernández Ríos[1]. El acontecimiento más importante de su mandato fue la erupción del volcán de Teneguía, que comenzó el 26 de octubre de 1971, cuando llevaba apenas cuatro meses en el cargo. Recordamos, a continuación, el testimonio que amablemente nos ofreció en 1993, en la fase previa a la publicación de nuestro libro “Fuencaliente. Historia y tradición”:
“Los temblores de tierra empezaron unos diez días antes, más o menos, y como a los dos días vino a Fuencaliente el gobernador civil, Antonio del Valle Menéndez, más bien con la intención de tranquilizarnos. Fue entonces cuando se les ocurrió la idea del célebre sismógrafo con una plomada, de esas que se usan en la construcción. La plomada en cuestión, o sismógrafo rústico, si se prefiere, se colgó de la lámpara del despacho de la alcaldía. El modo de funcionamiento era bien sencillo. Si cuando se producía el temblor de tierra la plomada oscilaba de modo horizontal, no había mayor preocupación, pero si oscilaba de modo vertical, era que la erupción del volcán estaba cerca y lo teníamos debajo de los pies”.
“Por fin, llegó el día en el que la plomada osciló de modo vertical. ¡Ay, mamá! De inmediato llamamos por teléfono al delegado del Gobierno, que era entonces Francisco Laína, y nos dijo que estuviéramos pendientes de cualquier humo o fuego y que buscáramos por la parte alta del municipio. Pero no aparecía nada. Yo bajé ese día a La Costa y de regreso a Las Indias, sobre las tres de la tarde, advertí una densa humareda por debajo del volcán de San Antonio. Y me dije: ¡ya reventó el volcán! No sabe la alegría que me llevé, porque, la verdad, estábamos muy preocupados con la posibilidad de que la erupción se produjera por encima del pueblo, en cualquier otro lugar de la Cumbre. Pero hasta en eso estuvo bien, vaya, porque donde reventó era un llano de malpaís, terreno de cultivo de poco interés”.
“Reventó el Teneguía, por fin, el 26 de octubre de 1971 y quienes como yo habíamos visto el volcán de San Juan, en 1949, pues nos lo tomamos con más calma. Yo mismo lo dije en casa y a los vecinos, que donde había reventado no era problemático. Pero los más jóvenes, los que no conocían de volcanes, se asustaron y para ellos -¡cómo para todos, vaya!- aquellos momentos fueron impresionantes y después lo que pasó fue que se convirtió en una novedad de primera magnitud. La afluencia de la gente a Fuencaliente fue impresionante. En mi vida había visto tanta gente en el pueblo. La montaña de Las Tablas se convirtió en el principal mirador -hasta en eso hubo suerte- y los más arriesgados de acercaban hasta la montaña de Pablo. Yo fui en alguna ocasión, de noche, acompañando al gobernador civil, pero la verdad es que no me hacía mucha gracia, porque nunca se sabe lo que puede pasar con un volcán”[2]
[1] Díaz Lorenzo, Juan Carlos. “Fuencaliente. Historia y tradición”. p. 171. Madrid, 1994. [2] Op. cit. pp. 136 y 137.Foto: Archivo de Juan Carlos Díaz Lorenzo)

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