1773 mayo 23.
Falleció en su domicilio del
Valle de San Lorenzo, Juan Antonio de Sarabia (1712-1773), Sacerdote católico,
capellan de Arona y apoderado del pueblo de Vilaflor en los autos contra la
familia Soler por la ap`ropiacion de las aguas de dominio publico1
El sacerdote al que dedicamos
este artículo nació en el seno de la familia más acomodada del
Valle del Ahijadero
(hoy Valle de San
Lorenzo), pues su
padre era el escribano público de las Bandas de Abona y
su madre, ya viuda, llegó a tener tres esclavos a su servicio. Don Juan Antonio
de Sarabia cursó la carrera eclesiástica gracias a un patrimonio vitalicio
fundado por sus padres, aunque luego obtendría también los bienes de una
Capellanía que había fundado su abuelo materno. Una vez ordenado sacerdote
estuvo toda su vida adscrito como capellán
a la parroquia
de Vilaflor, asumiendo
todos los cultos
que se celebraban en las ermitas
de San Lorenzo y San Antonio Abad del actual municipio de Arona, aunque también
se acercaba con
frecuencia a la
parroquia de Adeje.
Además, fue un importante propietario y actuó como
apoderado del pueblo en los autos seguido contra los Soler, por la apropiación
indebida de las aguas de dominio público efectuada por dicha familia.
Su ilustre familia
Nació en el Valle del Ahijadero el 12 de junio de 1712,
siendo hijo de don José Perera de Sarabia, natural de La Victoria de Acentejo, y
de doña María Matías Borges, que lo era de Chasna. Seis días después fue
bautizado en la iglesia parroquial matriz de San Pedro Apóstol de Vilaflor, de
cuya jurisdicción dependía por entonces dicho lugar, por el Doctor don Manuel
Milán Camacho, beneficiado de la amplia parroquia; se le puso por nombre “Juan
Antonio” y actuó como padrino el presbítero don Juan González del Castillo,
vecino de Chiñama.
Fue el mayor de seis hermanos y
creció en el seno de una de las familias más ilustres de la amplia jurisdicción
chasnera, en la que destacaron muchos de sus miembros. Por la rama materna lo
hicieron: su abuelo, don Salvador Rodríguez Quijada (?-1705), su bisabuelo, don
Juan Rivero (1622-1715), y su tatarabuelo, don Pedro Domínguez, los tres
capitanes de Milicias; sus tíos: don Pedro
Rodríguez Quixada del Castillo
(1675-), capellán, clérigo de menores, alférez de Milicias y notario
público de Vilaflor, y don Juan Rivero
Quixada (1680-1715), capitán de Milicias; y sus primos: don Pedro García
del Castillo (1699-1745), alférez
de Milicias, y don Salvador (Rodríguez) Rivero Quixada (1709-1767), teniente
capitán de Milicias.
A ellos se suman: su padre, don
José Perera de Sarabia (?-1734), secretario y escribano público de Abona; y sus
sobrinos, don Manuel Alonso y Sarabia (1748-?), clérigo tonsurado, don Antonio
José (Hernández) del Pino y Sarabia (1751-?), sargento de Milicias, don José
Antonio Sarabia González (1752-1832),
sargento de Milicias y alcalde real de Arona, don Antonio Nicolás de
Sarabia (1762-?), clérigo tonsurado y
probable sacerdote en América, y don Juan Antonio (Díaz) Salazar (1768-1844),
sargento de Milicias.
En cuanto a sus cinco hermanos,
fueron: doña Lorenza Francisca
Javiera de Sarabia (1715-1791),
que contrajo matrimonio en 1734 con el alférez de Milicias don Francisco Alonso
Martínez; doña María Clara Fernández de Sarabia (1717-1793), que casó en 1744
con el alférez de Milicias don Juan Francisco de las Nieves, natural de Güímar;
doña Marta Bárbara de Sarabia (1720-?), casada en 1750 con don
Andrés Hernández del Pino; doña Lucía de Sarabia (1723-1802), que contrajo
matrimonio en 1748 con don Antonio Díaz Salazar, quien falleció en Venezuela; y
don Bartolomé Agustín de Sarabia
(1726-1812), notario público eclesiástico, capitán graduado de Milicias,
fiel de fechos, alcalde de la amplia jurisdicción de Vilaflor y primero del
pueblo de Arona, que casó en 1751 con doña Beatriz Alonso Domínguez.2
Carrera eclesiástica, capellán de Arona y del Valle Ahijadero
Volviendo a don Juan Antonio,
tras mostrar desde niño sus deseos de seguir la carrera
eclesiástica, sus padres fundaron
un patrimonio vitalicio a su favor, para que pudiese tener suficiente congrua
para ordenarse. Además, muchos años después de su ordenación solicitó y obtuvo
los bienes de la Capellanía
que había fundado su abuelo, el capitán don Salvador Rodríguez Quijada, para su
hijo Pedro, tío de nuestro biografiado, como veremos más adelante.
Mientras estudiaba libremente
Teología, Filosofía y Moral, comenzó a recibir las órdenes sagradas; así, el
viernes 1 de abril de 1729 fue ordenado de Corona y cuatro Grados (Órdenes
Menores) en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, por el obispo de Canarias don
Félix Bernui Zapata Mendoza y Cerda. Como tal acólito quedaría adscrito desde
entonces a la parroquia de Vilaflor, en concepto de capellán de la misma. El 19
de diciembre de 1733 se ordenó de Epístola (Subdiácono), el 22 de diciembre de
1736 de Evangelio (Diácono); y, finalmente, el 16 de marzo de 1737 de Misa
(Presbítero), cuando contaba 24 años de edad. Todas las órdenes mayores le
fueron conferidas por el nuevo obispo de Canarias, don Pedro Dávila y Cárdenas.
Asimismo, obtuvo el título de Bachiller en Teología, con el que se solía
firmar.
Tras celebrar su primera Misa en
la iglesia de San Pedro Apóstol de Vilaflor, don Juan Antonio de Sarabia permanecería
el resto de su vida vinculado a esta parroquia, celebrando sobre todo misas
tanto en el templo matriz como en las ermitas de Arona y del Valle del
Ahijadero, donde residía, parte de ellas adscritas a la capellanía que disfrutó
en las dos últimas décadas de su vida. De esta ermita de San Lorenzo fue, con
casi total seguridad, el capellán encargado de las celebraciones, al ser el
único sacerdote que allí vivía, y lo mismo haría probablemente en la entonces
ermita de San Antonio Abad de Arona.
Además, colaboró con los
beneficiados de Vilaflor, Dr. don Salvador Javier López y don Agustín Lorenzo
Viera y Torres, en la celebración de los distintos sacramentos, y para lo mismo
se acercó con frecuencia a la parroquia de la Villa de Adeje. Así, por ejemplo, el 7 de octubre
de 1751 el Bachiller don Juan de Saravia [sic] celebró algunos sacramentos en
la parroquia de San Pedro Apóstol, con licencia
del mencionado beneficiado
servidor Dr. don Salvador Xavier López.
Ermita en honor de San Lorenzo
del Valle del Ahijadero, que hoy da nombre a dicha localidad y de la que con
seguridad fue capellán el Bachiller don Juan Antonio de Sarabia.
Apoderado de los
vecinos de Chasna en el auto contra los Soles
El 2 de junio de 1751, el
Bachiller don Juan Antonio Sarabia suscribió, junto a otros dos
destacados vecinos de la amplia
jurisdicción de Chasna, el teniente coronel don Juan Rodríguez Feo y el
teniente don Antonio González
del Castillo, como personeros y apoderados del vecindario,
un auto de querella contra el poseedor del Mayorazgo de los Soler, don
Cristóbal de Valcárcel, como marido y representante legal de doña Beatriz Soler
de Padilla, por haberse apropiado éstos de las aguas procedentes de las fuentes
del Chorrillo o Madre de Abajo (que posteriormente se conoció como “El Peral
del Rey” o simplemente “El Peral”), que eran de dominio público3. Los tres
representantes chasneros expusieron a la justicia en su escrito, que el pueblo:
[…] se halla sumamente
deteriorado y desamparado pues no hay ochenta vecinos que lo habiten de los
seiscientos que tiene la dicha jurisdicción, por no tener éstos el agua que
necesitan para el riego y cultivo de sus huertas y sitios, y experimentando
otros graves perjuicios y atrasos que se están ocasionando al pueblo… todo
dimanado de los poseedores del Mayorazgo de los Soleres por haber éstos apropiádose
la agua que llaman del Chorrillo perteneciente al pueblo y siéndonos preciso el
pleitear y litigar… para exonerarnos de las opresiones y gravámenes a que nos
tienen pensionados y quieren pensionar los poseedores de dicho Mayorazgo.
Por dicho motivo, solicitaban que
por cada uno de los núcleos chasneros se nombrase a dos o tres vecinos que se
encargasen de recaudar lo que el vecindario quisiese aportar para sufragar los
gastos derivados de dicho pleito. Pero la Audiencia falló en 1752 a favor de don Cristóbal
de Valcárcel y, al no obtener satisfacción a su reclamación, el 25 de julio de
1754, nuestro sacerdote volvió a suscribir otro auto contra aquel, como marido
de doña Beatriz Soler y Castilla, en que insistía en la restitución de dicho
manantial de agua; esta vez contó también con el apoyo del teniente don Antonio
González del Castillo, figurando ambos como “personeros y apoderados de
Vilaflor”. En esta segunda ocasión alegaban que el que ejercía la vara de mando
en la Villa de La Orotava era el militar y
regidor perpetuo don Francisco Nicolás Valcárcel, hermano del referido don
Cristóbal. Los pleitos suscitados con los Soler en torno al uso de las aguas,
unido a las plagas de langostas y las cíclicas sequías, conducirían a una gran
decadencia de la agricultura de Vilaflor y a un despoblamiento paulatino de
este pueblo.
La actitud caciquil y las prácticas especulativas mantenidas por
los poseedores del Mayorazgo de Soler terminó perjudicando también a los
frailes del convento agustino de Vilaflor y a sus huertos, de modo que el 5 de
octubre de 1761, el entonces alcalde chasnero don José de Frías Bello, junto al
sacerdote don Juan Antonio de Sarabia, el capitán don Lucas Agustín Feo, don
Nicolás de Oliva, don Gregorio Díaz, don José Rodríguez, don Luis de Linares,
doña María Rodríguez y doña María de Morales, se comprometieron ante el
escribano de Chasna, “atendiendo a la grave falta que padece el Monasterio y
Religiosos del Padre y Patriarca el
Señor San Agustín de este Lugar querer
señalar un dado de agua para
el abasto de dicho Monasterio”,
comprometiéndose a realizar tal donación de agua al convento chasnero, incluso
si “Doña Beatriz Lutgarda Soler y Castilla actual poseedora del mayorazgo y
aguas de este Lugar, el capitán Don José Soler y Castilla y Don Manuel Soler
como dueño de la sexma. parte de dichas aguas y el dicho don José Soler
inmediato sucesor a dicho mayorazgo… y por si dichos Señores hicieren reparo a
los días que los expresados tienen a renta para dicha dación de agua que
quieren hacer a dicho Convento”.4
Adjudicación de los
bienes de una capellanía
Gracias al testamento de su
madre, doña María Matías Borges, otorgado ante testigos en
su domicilio del Valle del
Ahijadero el 18 de diciembre de 1755, cuando ya estaba viuda del escribano don
José Perera de Sarabia, podemos conocer diversos datos de interés sobre nuestro
biografiado5, comenzando por la recuperación de los bienes de una Capellanía
fundada por su abuelo materno:
Item declaro que el capitán
Salvador Rodríguez, mi padre, fundó una capellanía colativa en una suerte de
tierras y casas que tenía en el pago de Montaña Gorda6 para que a título de ella se ordenase don Pedro Rodríguez, su hijo y mi hermano, y
con efecto se ordenó de menores, y después determinó el casarse, por lo cual
pareciéndonos a mí y a los demás mis hermanos que la tal capellanía no tenía
validez se hizo partición de ella como bienes libres, y se le adjudicó en parte
de su legítima la mitad al dicho don Pedro Rodríguez, mi hermano, y la otra
mitad al capitán Juan Rivero, y éstos vendieron el todo de dichos bienes al
alférez Pedro González del Castillo, quien los estuvo gozando algunos veinte
años y últimamente se le puso pleito por don Juan Antonio de Sarabia, mi hijo, pretendiendo tocarle los dichos
bienes por ser de capellanía y que no debieron entrar en partición y
habiéndosele mandado entregar los dichos bienes, por sentencia definitiva se le
mandó también que el dicho alférez Pedro González le pagase los frutos y rentas
de los expresados bienes del tiempo que los gozó, y para parte del pagamento de
esta deuda cedió el dicho alférez el derecho que tenía contra los dos mis
hermanos vendedores de la cantidad que les había dado por las dichas tierras y
casas, para que el dicho mi hijo la cobrase de los sobredichos, como con efecto
se obligaron éstos a pagársela, con tal
que por mí y los demás mis hermanos se les había de reintegrar la parte que a
cada uno correspondiere, y habiéndome tocado a mí el devolver de la legítima
que me correspondía quinientos sesenta y ocho reales y medio, se conformó el
dicho mi hijo en que los abonaría a los
dichos mis hermanos en cuenta de lo que éstos le debían pagar si yo se los
pagase a él, y con efecto se los tengo pagos en un pedazo de tierra que los
importó, de la que tengo en el cercado de las casas de mi morada, que para
dicho efecto se le señaló y apreció por peritos nombrados, y asimismo declaro
que habiéndome suplicado el dicho mi hijo le diese un pedacillo de tierra en
dicho cercado, para huerta y fabricar
una casa, que me
soltaría otra tanta
tierra de la
que yo le había
dado en pagamento, con efecto se
la señalé, que es la que hoy tiene cercada de paredes, y para su equivalente se
le sacó por Pedro y Salvador Sierra la parte que pudiera importar dicho sitio
en la que antes tenía en dicho cercado, y así declaro que ésta tendrá de menos
el dicho mi hijo en la que le señalé para pagamento de los dichos quinientos y
sesenta y ochos reales y medio.
Además, en su testamento, doña
María Matías le dejó a don Juan Antonio una parte de un granero (pues la otra
se la había dejado a su hija Lucía), con la condición de que se hiciese cargo
de decir 150 misas por su alma: “de la puerta de dicho granero así a la parte
del poniente habrá vara y media de granero, ésta se la señalo a mi hijo don
Juan Antonio de Sarabia para que la pueda unir al pedazo que el sobredicho
tiene, para que no esté tan estrecho, con la condición que el dicho mi hijo se
haga cargo de decir por mi alma ciento y cincuenta misas
de las trescientas que llevo nombradas y si hubiere algún exceso en el valor de
la vara y media que le señalo, lo devolverá en dinero a los demás sus hermanos
o lo aplicará en misas por mi alma,
siendo cantidad de menos de cincuenta reales”.
Como curiosidad, don Juan Antonio
tenía una esclava a su servicio, algo que hoy parece incomprensible para un
sacerdote, pero que en la época que le tocó vivir era completamente normal,
como señalaba su madre: “Otrosí declaro que de la esclaba llamada Bárbara,
señalo la mitad para mi hija Lucía y la otra mitad para mi hija Marta, para que
entre las dos lleven dicha esclava y respecto de estar esta dicha esclava en
servicio de don Juan Antonio de Sarabia mi hijo, si éste
se quisiere quedar
con ella, será volviendo el
valor de dicha
esclava a las sobredichas, quedando a voluntad de las
dichas el vender o no”.
Finalmente, doña María Matías
nombró por sus únicos y universales herederos a todos sus hijos, incluido
nuestro biografiado, y como albaceas testamentarios “a don Juan Antonio de
Sarabia, mi hijo, y al alférez Francisco Alonso, mi yerno”.
Fallecimiento
El clérigo presbítero don Juan
Antonio de Sarabia falleció en su domicilio del Valle de
San Lorenzo el 23 de mayo de
1773; estaba a punto de cumplir los 61 años de edad y no había testado, pero
pidió ante testigos que se le diera sepultura en el Convento de Vilaflor; “sólo
se le confesó porque habiendo sido la enfermedad acelerada y hallándose en el
Valle de San Lorenzo, recurrió por confesor a la Villa de Adeje y cuando
recurrieron por el Santo Viático lo hicieron volver del camino porque ya había
muerto”. Al día siguiente se oficiaron las honras fúnebres con gran solemnidad
y pompa; se le hizo encomendación de
alma, asistiendo a su sepelio el
Beneficio con capa, cruz alta y dos capas más, así como la comunidad de San
Agustín de Vilaflor y la de San Francisco de la Villa de Adeje; se le
hicieron seis pausas antes de recibir sepultura en el mencionado convento
agustino. (Octavio Rodríguez Delgado, 2013) [blog.octaviordelgado.es]
Notas:
1
Sobre este personaje puede verse también otro artículo de este mismo
autor: “Personajes del Sur (Valle de San Lorenzo-Arona): Los hermanos Sarabia.
El sacerdote don Juan Antonio y el militar don Bartolomé Agustín”. El Día (La Prensa del domingo), 3 de junio de 1990. Con
posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2
Nelson DÍAZ FRÍAS (2011). Testamentos aroneros (Siglos XVII y XVIII). Una visión de la vida
en Arona a través de los testamentos otorgados por sus vecinos. Tomo II, págs.
343-345.
3 Nelson DÍAZ FRÍAS (2002). La
historia de Vilaflor de Chasna. Tomo I, págs. 399-401 y 444-445.
4 Ibidem, págs. 445-446.
5 DÍAZ FRÍAS (2011), op. cit.
Tomo II, págs. 347-352.
6 En la zona de Charco del Pino
(Granadilla de Abona).
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