lunes, 12 de agosto de 2013

LA INQUISICION ESPAÑOLA EN COLONIA DE CANARIAS CONTNUA CON SUS AUTOS DE FE







 Eduardo Pedro García Rodríguez

Año 1601
En estos años, la Inquisición siguió desplegando su actividad y celo contra los extranjeros que visitaban el Archipiélago. Ejercía entonces el cargo de inquisidor el doctor Pedro Hernández de Gaviría, y hallándose fenecidos los procesos contra los tres herejes flamencos fugitivos: Hans Hansen, maestre del navío León Colorado; Jacobo Mareen, capitán del barco El pájaro que sube y Conrado Jacob, maestre del navio Margari­ta, todos tres de sobra conocidos para nosotros, preparóse un solemne auto de fe para dar publicidad a las sentencias.

Ahora bien; ¿por qué siendo 36 los fugitivos que huyeron de las cár­celes de la Inquisición, cuando la conquista de Las Palmas por Van der Does, tan sólo tres aparecen relajados en estatua? ¿Es que se quiso cas­tigar, como símbolo, a los capitanes y maestres como los más destaca­dos entre todos? Nos parece aceptable este último criterio, pues carece­ría de sentido toda otra explicación.

El auto de fe se celebró el 21 de diciembre de 1608 en la plaza mayor de Santa Ana, en la que se veía, próximo a la catedral, un tablado o ca­dalso destinado a los reos. En él se alzaban las tres estatuas que repre­sentaban a los holandeses herejes con sus insignias de relajados, cuyas efigies fueron entregadas solemnemente al brazo secular para la ejecución de la sentencia.

Peor suerte le cupo en sus constantes correrías al holandés Gaspar Nicolás Claysen, condenado en 1597 a seis años de reclusión en un con­vento, que tomó parte en el auto de fe de 21 de diciembre de este año, y logró escapar con Van der Does, eludiendo el cumplimiento de la con­dena.

Con el arrojo propio de la juventud, se dejó arrastrar por el espíritu de aventura, presentándose de nuevo en los puertos canarios como capi­tán o maestre de una nao mercante cargada en Flandes. Reconocido por algunos espías fue inmediatamente delatado al Santo Oficio, siendo de­tenido sin pérdida de tiempo por el alguacil mayor, don Pedro Sarmiento de Ayala y Rojas.

Todavía se mantenía vivo en la isla el recuerdo de las atrocidades co­metidas por sus compatriotas en 1599, y así fue que se sustanció el pro­ceso con más severidad que la acostumbrada, dictándose sentencia el 27 de enero de 1612 por los inquisidores don Juan Francisco de Monroy y don Pedro Espino de Brito, resultando condenado a relajación en la ho­guera.

La sentencia se cumplió el 22 de febrero de 1614.

Al año siguiente, otro mercader flamenco, por nombre Tobías Loren­zo (sic), fue condenado a la misma pana, cumpliéndose su sentencia con inexorable severidad el 2 de junio de 1615.

Estas fueron las pocas y últimas hogueras que se encendieron en el Archipiélago, pues desde esta fecha la Inquisición fue limitando sus in­tervenciones y mitigando sus penas, hasta desaparecer de hecho en esta misma centuria, reduciendo su actuación a los más precisos límites. (A. Rumeu de Armas, t.3. 1991:13 y ss.)


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