Eduardo Pedro García
Rodríguez
Año 1601
En estos años, la Inquisición siguió
desplegando su actividad y celo contra los extranjeros que visitaban el
Archipiélago. Ejercía entonces el cargo de inquisidor
el doctor Pedro Hernández de Gaviría, y hallándose fenecidos los procesos
contra los tres herejes flamencos fugitivos: Hans Hansen, maestre
del navío León Colorado; Jacobo Mareen, capitán del barco El pájaro
que sube y Conrado
Jacob, maestre del navio Margarita, todos tres de sobra conocidos para nosotros,
preparóse un solemne auto de fe para dar publicidad a las sentencias.
Ahora bien; ¿por qué siendo 36 los fugitivos que
huyeron de las cárceles de la Inquisición, cuando la
conquista de Las Palmas por Van der Does, tan sólo tres aparecen relajados en
estatua? ¿Es que se quiso castigar, como
símbolo, a los capitanes y maestres como los más destacados entre todos? Nos parece aceptable este último
criterio, pues carecería de sentido
toda otra explicación.
El auto de fe se celebró el 21 de diciembre de 1608
en la plaza mayor de Santa Ana, en la que se veía, próximo a la
catedral, un tablado o cadalso destinado a
los reos. En él se alzaban las tres estatuas que representaban a los
holandeses herejes con sus insignias de relajados, cuyas efigies fueron entregadas solemnemente al brazo
secular para la ejecución de la
sentencia.
Peor suerte le cupo en sus constantes correrías al
holandés Gaspar Nicolás Claysen, condenado en 1597 a seis años de reclusión
en un convento, que tomó parte en el auto
de fe de 21 de diciembre de este año, y logró escapar con Van der Does, eludiendo el cumplimiento de la condena.
Con el arrojo propio de la juventud, se dejó
arrastrar por el espíritu de aventura, presentándose de nuevo en
los puertos canarios como capitán o maestre
de una nao mercante cargada en Flandes. Reconocido por algunos espías fue inmediatamente delatado al
Santo Oficio, siendo detenido sin pérdida de tiempo por el alguacil mayor, don
Pedro Sarmiento de Ayala y Rojas.
Todavía se mantenía vivo en la isla el recuerdo de
las atrocidades cometidas por sus compatriotas en 1599, y
así fue que se sustanció el proceso con más severidad que la acostumbrada,
dictándose sentencia el 27 de enero de 1612
por los inquisidores don Juan Francisco de Monroy y don Pedro Espino de Brito, resultando condenado a
relajación en la hoguera.
La sentencia se cumplió el 22 de febrero de 1614.
Al año siguiente, otro mercader flamenco, por nombre Tobías Lorenzo (sic), fue condenado a la misma pana,
cumpliéndose su sentencia con inexorable
severidad el 2 de junio de 1615.
Estas fueron las pocas y últimas hogueras que se
encendieron en el Archipiélago, pues desde esta
fecha la Inquisición
fue limitando sus intervenciones y
mitigando sus penas, hasta desaparecer de hecho en esta misma centuria, reduciendo su actuación a los más
precisos límites. (A. Rumeu de Armas, t.3. 1991:13 y ss.)
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