Eduardo Pedro García Rodríguez
1605.
Los libertos
en la sociedad canaria del siglo XVI
El comercio de esclavos.
La trata junto
con los otros sectores económicos completa para el siglo XVI el cuadro de las transacciones comerciales en
Canarias, y hace posible que algunas ciudades canarias,
entre ellas Las Palmas, se conviertan en puntos activos del comercio. Esto es
posible porque este tipo de actividad mercantil, en el que la
mercancía era humana, exigía la movilización de abundantes capitales,
imprescindibles para realizar las operaciones,
adquirir la materia prima y colocarla en los distintos mercados.
El comercio esclavista requería de complicadas operaciones, según se tratara de organizar cabalgadas hacia Berbería o de expediciones con sus respectivos rescates al África negra. Las cabalgadas venían a
constituir operaciones de carácter militar, en cuyo espíritu reinaba la idea de continuidad de la Reconquista, cuyo
objeto era asaltar la vecina costa africana y coger al lazo, mediante
razias, a los pobladores berberiscos de la
costa.
En un estudio que hemos realizado, logramos
contabilizar para todo el siglo XVI 157 cabalgadas, que partiendo de los puertos de las Canarias orientales se dirigían a
Berbería.
El análisis de la documentación de protocolos nos informa de la constitución de sociedades, de los fletamentos de las naves y del reparto de beneficios; la elaboración del material nos permitió deducir que en
cada expedición de este tipo se obtenían unos
beneficios que rayaban entre el 100% y el 200% sobre
el capital invertido. Los principales capitalistas eran los señores
de Lanzarote y Fuerteventura y los gobernadores,
oidores, regidores, canónigos, mercaderes y hacendados de las islas de realengo.
Este tipo de operaciones requería no solo de la búsqueda del transporte, sino de una experta y segura tripulación, a quién se pagaba en altos precios y piezas de esclavos. Así los maestres y marineros
cobraban el triple y, a veces, el cuádruple que los
artesanos, observándose un aumento a medida que avanza el siglo. A estos técnicos se unían los soldados, de a pie y de a caballo,
con su artillería para asegurar el
golpe.
El sistema de las cabalgadas se complica al tener que contemplar un variopinto número de participantes. Pues junto a los capitalistas y
sus
inversiones, tanto en dinero como en mantenimientos, hay que tener en cuenta a los marineros y naves, su
procedencia, sistemas de adquisición
y pago, reparaciones, construcciones etc. A ellos se unen los
empresarios y técnicos, adalides y soldados con el armamento, vituallas, mercancías, trueques y operaciones para concluir con
el reparto de beneficios al final de la jornada, que podía durar de 1 5 días a un mes según resultara de fácil o
difícil la operación.
De todo este sistema, resultaba un segundo proceso, el del rescate.
Pues en estas cabalgadas se cautivaban, a veces, moros importantes a los ojos
de la tribu, que en una segunda operación, ahora en son de paz y siempre en
suelo africano, se canjeaban por varias piezas de negros.
Si por el contrario los apresores quedaban apresados también se realizaba el canje tanto por moros como por dinero, armas y mercancías.
Las expediciones al África negra seguían un proceso completamente distinto,
desde el momento en que la operación militar estaba ausente. La distancia aumentaba al encontrarse los puntos de destino en Senegal, Guinea y Cabo Verde, aunque con
frecuencia se rebasaban para llegar hasta el Congo, Angola e islas del golfo
de Guinea. La distancia, junto con el
riesgo y la protesta lusitana de los embajadores portugueses en Madrid, por contravenir los canarios los pactos entre Castilla y Portugal, favorece los beneficios que
se elevan hasta el 300%.
Otra diferencia con respecto a las cabalgadas, es que mientras en aquéllas los participantes eran solo subditos castellanos, ya fueran
isleños o no, en éstas intervienen mercaderes y
hombres de negocio de distintos puntos de Europa que invierten sus
capitales en estas empresas. Los
portugueses, ¡lícitamente y en contra de los intereses de su reino, se enrolan en estos negocios. Su
presencia en las expediciones las
favorece, pues las zonas donde se efectuaban los rescates eran de dominio
portugués, y por lo tanto eran conocedores no sólo de la costa sino de los lugares donde se podían
obtener más piezas a mejores precios.
La dualidad de las fuentes de esclavos hizo posible la aparición en Canarias de dos tipos de cautivos; berberiscos del noroeste africano y negros rescatados o comprados en Cabo Verde y Guinea.
Al llegar a los puertos y mercados isleños estos esclavos eran vendidos como cualquier otra cosa a menudeo o en almoneda pública por lotes. A partir de aquí pasaban a ocupar un lugar importante en los ingenios, haciendas, casas particulares y monasterios. A través de
las
ventas se rastrea el mercado y se conoce su importancia. A él acuden gentes de todo origen y condición social en
el que dominan los mercaderes. Las
Palmas se convirtió en el siglo XVI en un mercado
importante, y su prosperidad se debió en parte a la trata, comparable a los de Sevilla y Lisboa.
También las operaciones de compra-venta permiten conocer otros aspectos
esenciales del esclavo como su nombre, raza, edad, procedencia, salud, tachas, etc.
A partir de su
salida del mercado se comprueba como los esclavos se integran en la sociedad
insular recién creada, con un aporte poblacional del 12% con respecto a la
población libre. Los censos, libros de bautizos, de confirmaciones y de
matrimonios dan prueba de ello. Este grupo
social, marginado y discriminado, es asimilado rápidamente, a pesar de los problemas de lengua, ya
sean bozales o ladinos, religión,
usos y costumbres, aún cuando las dos variantes de esclavos presenten particularidades diferentes. En este
aspecto mantienen huellas de su antigua idiosincracia como lo prueban las
prácticas de brujería, el
curanderismo favorecido por la inasistencia médica, el paganismo y el folklore. A pesar de estos problemas
el fenómeno de aculturación fue más
fuerte de lo que pueda pensarse, hasta tal punto que cuando Felipe III decreta la expulsión de los moriscos de todo el territorio nacional, pide información a las
autoridades canarias por medio de la Audiencia de Las Palmas
sobre el comportamiento de los moriscos. Los informes son tan satisfactorios
que los berberiscos aclimatados y nacidos en Canarias, quedan exceptuados de
la expulsión.
Los negros se
integraron aún con mayor facilidad, tal vez por su mayor primitivismo y escaso
bagaje cultural. La asimilación fue facilitada
no solo por los propios pobladores sino por la legislación, basada en
Las Partidas, que permitía y preveía la manumisión, por la protección de la Iglesia y por la predicación de las órdenes
mendicantes.
Las leyes y las prácticas caritativas de los eclesiásticos, fueron
ampliadas por la actitud benevolente de la sociedad isleña hacia el esclavo, en
particular en las relaciones amo-esclavo. Estos aspectos se contemplan en las
relaciones testamentarias de los dueños, quienes en su última voluntad tienen
un recuerdo para sus cautivos a los que liberan y dejan bienes. La libertad concedida
bien a través de cláusulas testamentarias
como de escrituras de alhorría permiten el acceso de un eslabón a otro, es decir del estado de servidumbre al de
horros o libertos.
Esta
visión rápida de la sociedad y economía canaria del Quinientos, se completa ahora con el estudio de los libertos, hombres y mujeres que procedentes de la cautividad se van a ir integrando en el cuerpo
general de la población libre.
Los libertos.
Conocida ya la importancia que jugó la esclavitud en las Islas Canarias en el siglo XVI, sabemos que de la institución resultó y se gestó un grupo humano marginal, del mismo origen que los esclavos, negros-moriscos-mulatos,
si bien muchos descendientes de aquéllos y
nacidos en las islas, a quienes se les conoce como criollos, que va a ocupar un lugar importante en la sociedad del
momento como mano de obra necesaria en todas las actividades económicas. Nos
referimos a los libertos, grupo al que no solo a nivel insular, sino
incluso nacional, se le han dedicado pocos
estudios.
Los libertos
constituyen en la escala social el nivel entre los esclavos y el grupo más bajo de los libres. Por esta razón, quizá, se encuentran
inmersos en los mismos trabajos a que estaban acostumbrados en su estadio anterior. Se les relaciona con los ingenios de
azúcar, con lo cual se confirma una de nuestras hipótesis: siguen trabajando
en los mismos establecimientos que motivaron su entrada en esclavitud. Son los negros los más asiduos, pues
tanto laboran en cuidar las cañas
como en trabajar en las calderas, en las prensas y en los bagasos,
convirtiéndose incluso alguno en capataz o en contratador del resto del personal, por lo común de su mismo
origen.
Los moriscos, más reacios a la dureza de estos oficios, prefieren dedicarse al transporte, pues no en vano controlan todo el acarreo pesado,
en especial cargando las bestias con leña y caña con destino a los ingenios.
Tampoco desdeñan el cuidado del ganado, en donde incluso
son preferidos siempre que se trate de ganado menor y de camellos.
Ambos grupos
son también expertos en otros trabajos: labran piedras de moler y preparan hornos para cocer cal.
En las cabalgadas a Berbería participan los moriscos bien como soldados o como
adalides, es decir lenguas, que introducen al resto del personal en la tierra y les indican los aduares de moros. Las expediciones
que zarpan desde las islas de Lanzarote y Fuerteventura cuentan con gran número de ellos, pues los señores de aquellas islas confían
en ellos, y forman su propia guardia con naturales berberiscos.
Por su origen debemos distinguir entre los libertos dos subgrupos. Los que fueron más reacios a la integración, por razones religiosas inmersas en un contexto sociológico. Estos fueron los moriscos; el que algunos de manera aislada se integraran plenamente no es objeto para invalidar la anterior aseveración.
Los negros se pueden considerar, igual que en otras zonas, como una clase diligente y útil que aprovechaba cualquier oportunidad y ayudó a construir el país para sí y para los españoles.
Ambos grupos se sentían vagamente solidarios, con un único lazo común: su procedencia de la condición servil; a éste se unía otro
más
problemático y no necesariamente bipartito, el de las asociaciones religiosas.
Los problemas con el Santo Oficio fueron similares, aún cuando la
incidencia de los moriscos en problemas de ortodoxia fue mayor que la de los negros. Aquéllos traían de sus tierras un bagaje
cultural relacionado con prácticas mahometanas y con
problemas de hechicería. A estas causas se une la de la huida a Berbería, lo
que les cuesta naufragios o la hoguera si son cogidos en el intento. La problemática de los negros está centrada en su soterrado
paganismo o en prácticas de curanderismo.
En el aspecto social es de señalar su fusión con otros grupos serviles, lo que dio lugar al blanqueamiento y a la aparición de mulatos
y loros.
En conjunto y ante problemas comunes se unían para nombrar apoderados que defendieran sus intereses e incluso, en alguna ocasión, los de sus parientes, todavía esclavos.
El título del trabajo puede hacer pensar que en él se incluyen a los indígenas libres. Ahora bien, el problema para analizar cualquier grupo de
población liberta va íntimamente relacionado al sistema esclavista y se ha de ser esclavo plenamente para
pasar a formar parte luego de la
minoría liberta. Los indígenas que hemos hallado, a lo largo del siglo XVI, no responden a la denominación
de horros, y si los hubo, cuestión
que creemos, no aparecen en nuestra documentación. Todos comparecen ante
escribano como naturales y vecinos. Además la aculturpción de los aborígenes conlleva otra problemática distinta a
la de los africanos, por el hecho de
que la mezcla entre ellos y los conquistadores
fue más rápida, y aquel no se cuestionó con los canarios la doble imagen que a sus ojos ofrecían los
negros y los moriscos, a los que
identificaba como esclavos y a quienes se les aplicaba, a veces, las restricciones y recordatorios similares a
los de su posición anterior.
Añadían a ello el prejuicio racial y la presunta ilegitimidad.
Sobre la población liberta en el archipiélago, igual que de otras minorías,
apenas si se tiene información. Mientras que de los esclavos y de la trata se
tenían algunas noticias sueltas y deshilvanadas, que si bien no calibraban su
importancia al menos orientaban, de los libertos
y su actividad no se tenía ni eso. Nuestro objeto es estudiar su volumen y actitud dentro de la sociedad
canaria del Quinientos.
Creemos
que por ser un grupo marginal, íntimamente relacionado con la economía isleña,
por su capacidad de fuerza productiva, su estudio
llenaría una más de las lagunas de que adolece nuestra historia. (Manuel Lobo Cabrera, 1983: 9 y ss.)
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