JUAN BETHENCOURT
ALFONSO
Socio correspondiente
de la Academia
de Historia (1912)
Historia del
PUEBLO GUANCHE
Tomo II
Etnografía
.y
Organización
socio-política
Edición anotada por
MANUEL A. FARIÑA GONZÁLEZ
FRANCISCO LEMUS,
EDITOR La Laguna ,
1994
EL MUSEO CASILDA DE
TACORONTE:
Una pérdida irreparable.
1. Introducción.
Las fuentes documentales a las
que hemos acudido han sido diversas, desde las de tipo periodístico a las
estrictamente históricas; estos datos los hemos complementado con la escasa
información gráfica disponible. Para la elaboración del presente trabajo ha
sido fundamental la consulta de dos documentos básicos: de una parte, la
información recogida por el Dr. D. Juan Bethencourt Alfonso en su «Cuestionario
de las Islas Canarias» (1884), donde se describen los materiales del Gabinete
de Casilda. De otra, el inventario del citado museo que fue publicado por el
profesor D. Eugenio de Sainte Marie en 1899.
Establecidas las correspondientes
comparaciones hemos comprobado la existencia de materiales desconocidos hasta
el momento, y en algunos casos, contamos con una información más precisa que la
publicada en 1899.
La creación de este Gabinete de
Historia Natural y Antropología en Ta-coronte hay que situarla en la segunda
mitad del siglo xix; época en la que cobró especial impulso el desarrollo
europeo de las ciencias naturales y sociales, sobre todo la Arqueología y la Antropología Física.
Como consecuencia de la implantación de las nuevas corrientes científicas, en
las Canarias se va a producir una notable efervescencia intelectual llevándose
a cabo diversas investigaciones sobre el pasado aborigen, una de cuyas
consecuencias fue la creación de diferentes museos, gabinetes o entidades
científicas preocupadas por recuperar las muestras materiales y culturales del
pasado canario.
Ya en 1842 Sabino Berthelot había
publicado en su obra «Etnografía y Anales de la Conquista de las Islas
Canarias», los primeros cráneos guanches y algunos grabados de prototipos
físicos de los naturales de las Canarias. Esta información fue retomada por
Bernard Davies (1867), Broca y Hammy (1871), Quatrefages (1877) y al
comprobarse la similitud de rasgos físicos existente entre la población
primitiva de las Canarias y el descubrimiento del hombre de Cro-Magnon, el
Archipiélago Canario pasará a convertirse en un centro de estudio de primer
orden por parte de los antropólogos, historiadores y naturalistas europeos. En
este sentido cabe citar, entre numerosos ejemplos, el envío de cráneos y restos
arqueológicos a París; el encargo, en 1876, de una misión científica por parte
del ministerio francés de Instrucción Pública a Rene Verneau para una
investigación exhaustiva de la raza guanche; o la larga lista de científicos,
naturalistas y viajeros europeos que vienen a Canarias para desarrollar
diferentes estudios.
Este movimiento científico
arraigó tempranamente entre los propios científicos canarios, principalmente en
aquellos que trataban de implantar en las islas el estudio sistemático de la Prehistoria e Historia
de las Canarias. Los protagonistas más destacados de esta nueva corriente
científica van a ser los doctores Chil y Naranjo y Bethencourt Alfonso. El
primero había participado en los Congresos de Lille (1874) y París (1875), y en
1876 publicaría el primer tomo de su magna obra «Estudios históricos,
climatológicos y patológicos de las Islas Canarias». Por su parte, Juan
Bethencourt Alfonso (1847-1913), miembro destacado dentro de la ya mencionada
tendencia para implantar los estudios antropológicos e históricos en Canarias y
persona totalmente vinculada a la línea de investigación antropológica,
folklórica y de historia natural enunciada en 1881 por Machado y Alvarez,
aportará tres importantes trabajos de gran solidez científica: «Circular y
Cuestionario de las Islas Canarias», «Materiales para el Folk-Lore Canario» e
«Historia del Pueblo Guanche». Curiosamente, D. José Pérez Vidal estuvo muy
interesado por los resultados del primer trabajo, pero al desconocerse el
paradero de dicha información se llegó a dudar de su existencia.
Junto a éstas y otras
aportaciones personales hay que señalar el interés general que surge en las
islas, por ir coleccionando diversos materiales relacionados con la Historia Natural ,
la Antropología ,
la Etnografía
y la Historia
de las Canarias. Se consolidan varias iniciativas con el objetivo de dotar a
las islas de un conjunto de entidades científicas o museos que permitieran la
conservación y exhibición de las raíces históricas del pueblo canario. Entre
los primeros museos que se fundaron en Tenerife, destaca el llamado Museo Villa
Benítez; creado por D. Anselmo J. Benítez, en 1874. Este personaje influiría de
forma destacada en la vida cultural de la isla, a mediados del siglo XIX, a
través de la conocida Imprenta Benítez, la fundación del citado Museo Villa
Benítez, y la redacción de una obra titulada «Historia de Canarias». En este
museo sobresalía la colección de minerales, junto a grabados, objetos
artísticos y arqueológicos (entre otros, un féretro indígena hallado en Taburco
de Teño, isla de Tenerife) y diversos documentos. Todos estos materiales
pasarían a formar parte del Museo dependiente del Cabildo Insular de Tenerife,
gracias a las gestiones del propio D. Anselmo J. Benítez, evitándose que sus
colecciones tuvieran un similar destino que el de Tacoronte.
Otra de las instituciones
fundamentales para el asentamiento y desarrollo de la Antropología en
Canarias fue el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife, fundado en
Setiembre de 1877 a instancias del ya citado Bethencourt Alfonso, y como un
anexo al Establecimiento de Segunda Enseñanza de la capital tinerfeña. La
supervivencia de este Gabinete Científico estuvo vinculada a la propia
existencia personal de D. Juan Bethencourt, motor de la institución, que se
había rodeado de un activo grupo de colaboradores, corresponsales y alumnos
para desarrollar una amplia actividad científica e investigaciones de campo.
Cuando Bethencourt Alfonso falleció, la actividad del Gabinete comenzó a decaer
y sus discípulos no supieron estar a la altura científica del fundador de la
institución. La labor desarrollada en este campo por el investigador chasnero
la había iniciado entre sus alumnos del Establecimiento de Segunda Enseñanza, a
quienes había introducido tempranamente en el darwinismo, además de la creación
de un pequeño museo que les sirviera de laboratorio de prácticas. Este sería el
germen del trabajo posteriormente desarrollado por la comisiones del Gabinete
Científico. En general, de todo el material recopilado, el 60% procede del
trabajo directo y personal de Bethen-court Alfonso; el resto, se configuró
gracias a las aportaciones de sus colaboradores o por las donaciones
conseguidas, entre otras las del sr. Diego Le-brum o D. Juan de La Puerta Canseco.
Las colecciones expuestas en el Gabinete de Santa Cruz de Tenerife estaban
distribuidas en las siguientes secciones: rocas y minerales, paleontología,
antropología y arqueología, prehistoria de Canarias, aguas subterráneas,
metereología, botánica, zoología y bibliografía. El Museo Guanchinesco del
Gabinete presentaba una buena colección de restos humanos guanches (de aquí el
interés de Bethencourt Alfonso por describir y comparar estos materiales con
los del Gabinete de Casilda), así como diferentes objetos de cultura material
prehispánica (armas, cerámica, etc.). Según van desapareciendo los socios y
corresponsales del Gabinete, tales colecciones van languideciendo y sufren una
evidente decadencia; una parte fueron a parar a la «Institución de D. Bernabé
Rodríguez», la otra pasaría a formar parte del Museo Antropológico y de
Historia Natural de Santa Cruz de Tenerife. Este primer museo antropológico de
Tenerife fue creado en el pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife del
31 de Diciembre de 1902 y se instalaría en un local del exconvento de San
Francisco de dicha ciudad. El _ objetivo enunciado en el momento de su
fundación fue el siguiente:
«... de que con los importantes
elementos de la colección antropológica que V. posee (Bethencourt Alfonso), con
la colección de minerales de Canarias que acaba de adquirirse y con otras
colecciones que se obtengan, pudieran ponerse los cimientos de un museo que
honraría a la Capital
de Canarias...».
Por su parte el Instituto de
Canarias, del que dependía el Establecimiento de Segunda Enseñanza de S/C. de
Tenerife, se interesó por crear otro pequeño museo que sirviera igualmente de
laboratorio para prácticas del alumnado. Suponemos que en esta iniciativa
tuvieron que influir los profesores Eugenio de Sainte Marie, Antonio Zerolo y
Adolfo Cabrera Pinto, apoyando el proyecto presentado por la cátedra de
Historia Natural y Agricultura. Así en el curso 1885-1886 dicha cátedra plantea
ante la dirección del centro la necesidad de contar con el mayor número posible
de ejemplares de fauna de la provincia y fundamentalmente de Tenerife. Este
museo se vio enriquecido con la notable aportación de D. Ruperto Bello
Rodríguez y con las colecciones de D. Anatael Cabrera. En él se exponían
ejemplares del reino animal y mineral, así como algunos restos arqueológicos.
En cuanto a éstos nos comenta el periódico La Región Canaria :
«También completan esta magnífica
colección, gran número de restos humanos, procedentes de la raza guanche, y
curiosas armas y utensilios encontrados en las cuevas que sirvieron de albergue
a los individuos de la misma».
Al parecer este centro fue uno en
los que pensó don Sebastián Casilda, en su memoria testamentaria, como destino
final de las diversas colecciones de materiales recogidos a lo largo de toda su
vida. Veremos que esta última voluntad no se respetó y el Museo de Tacoronte se
vendió, siendo enviado a la
Argentina.
Otro de los organismos
científicos más importante del Archipiélago Canario, creado el 2 de Setiembre
de 1879 y que nos ha llegado hasta la actualidad sin grandes alteraciones, es
el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Su apertura oficial tuvo lugar
en Mayo de 1880 y nació fruto del trabajo del grupo de intelectuales,
científicos y estudiosos aglutinados por el indudable magisterio del Dr. Chil y
Naranjo. Éste trató de consolidar en Canarias los estudios etnográficos,
históricos, antropológicos y de historia natural al mismo nivel que en Europa.
El interés por el pasado histórico de las Canarias, manifestado por el
mencionado organismo desde los primeros momentos de su creación, ha hecho
posible que a lo largo de un siglo se haya desarrollado uno de los mejores
museos y bibliotecas de tema canario de todo el Archipiélago y del ámbito
español.
El Dr. Chil y Naranjo visitó
Tenerife en 1880 y conoció personalmente las colecciones del Gabinete
Científico, manteniendo relaciones amistosas y profesionales con Bethencourt
Alfonso. Posteriormente, en Abril de 1899, visitaría el Gabinete de Casilda
interesándose por su compra y posterior traslado de materiales al Museo Canario
de Las Palmas. Las negociaciones no llegaron a cuajar y la misión de Chil se
vio arruinada. Con respecto a una posible compra, la intención del equipo
directivo del Museo Canario era proceder a la reventa de las colecciones de Historia
Natural al Instituto de Canarias y completar las colecciones antropológicas del
Museo Canario, con los valiosos materiales procedentes de Tenerife y del resto
de las islas que estaban en el Gabinete de Casilda. Como dijimos, todo ello
quedó en simples tentativas y conversaciones; sin embargo el Museo Canario, en
años posteriores, gracias a las gestiones realizadas por uno de sus socios y
antiguo conservador del mismo en la ciudad de La Plata (Argentina),
conseguiría recuperar definitivamente las pintaderas de Gran Canaria que habían
estado expuestas años antes en el Gabinete de D. Sebastián Casilda.
2. El Gabinete Casilda de
Tacoronte
El inicio de las colecciones que
conformaron el Museo o Gabinete Casilda de Tacoronte, hay que relacionarlo con
el interés y afán coleccionista de D. Juan de Meglioriny y Spínola, coronel que
residía en la calle San José de la capital tinerfeña hacia las primeras décadas
del siglo Xix. Este anticuario y naturalista, desde su formación de aficionado,
fue reuniendo a lo largo de los años un completo gabinete de historia natural
que amplió con muebles, enseres, cosas curiosas, medallas, monedas y una
importante selección de objetos arqueológicos. Tales materiales constituían el
grueso de la abigarrada colección, tan al uso por otra parte. La primera
referencia que hemos encontrado sobre este personaje nos lo sitúa como sargento
mayor de la plaza de Santa Cruz de Tenerife, estando ya casado en 1819 con Dña.
María del Castillo Triarte.
Lasrelaciones de Meglioriny con
la familia Castillo Iriarte tuvieron un cierto carácter conflictivo,
endureciéndose notablemente a partir del fallecimiento de su esposa. En 1836 D.
Juan Meglioriny se declara fiador de D. Matías del Castillo y deudor a la Hacienda Pública
por la cantidad de 15.000 rs., ante el descubierto en el que se encontró la
administración de las Rentas Decimales de la provincia que se había adjudicado
a su cuñado el 25 de Noviembre de 1824. Sobre la forma en cómo se hizo con
tales restos arqueológicos habría que citar un comentario de Bethencourt
Alfonso acerca del antiguo panteón real del menceyato de Tacoronte, enclavado
en el pueblo de El Sauzal. Al parecer dicho panteón fue muy visitado en el
pasado siglo por estudiosos extranjeros y de las islas, entre los últimos hay que
situar al sr. Meglioriny; muy posiblemente parte de los objetos arqueológicos
citados pudieron proceder de este yacimiento. En esta pequeña selección de
ejemplos de la cultura material aborigen, destacaba una pequeña figurita
femenina de 6 cm. de alto, encontrada en la Dehesa de Jandía (Fuerteventura), en una casa de
los primitivos majoreros, por D. Juan Sansón el 7 de Marzo de 1835 quien la
regalaría a Meglioriny.
Tras el fallecimiento de D. Juan
Meglioriny que pudo ocurrir en torno a 1837-1839, todas sus pertenencias se
pusieron en venta, siendo su albacea testamentario D. Ángel Geraldy, oficial de
la intervención militar quien a su vez actúa como tutor del menor llamado
Avelino y único heredero de Meglioriny. La casa que poseía en el barrio del Toscal,
en la C /. Santa
Rosalía n.° 47 fue sacada a pública subasta, tasándose en 10.948 rs. cantidad
con la que se pudo satisfacer la deuda a la Hacienda Pública
que ascendía a 10.788 rs. y 18 maravedíes de vellón. El resto de los bienes
muebles se subastaron, como lo refleja el aviso hecho público en 1837 en el
periódico El Atlante.
Al parecer D. Sebastián Pérez
Yanes, hacendado de Tacoronte más conocido por el apodo familiar de Casilda, se
hizo cargo de gran parte de esta colección; iniciando el Museo o Gabinete de
Tacoronte, a costa de numerosos trabajos y de su propia fortuna personal.
Sobre la biografía de Sebastián
Casilda conocemos algunos datos, como el que sus padres fueron el capitán D.
Sebastián Yánez y Dña. Josefa Hernández. La familia estaba avecindada en Santa
Cruz, si bien residía largas temporadas en Tacoronte. El propio Sebastián
Casilda se incorporó a la carrera militar y en Marzo de 1819 ocupaba el puesto
de subteniente de milicias, siendo en dicha ocasión vecino de Tacoronte y
residente en Santa Cruz. Por estos años nos encontramos a Sebastián Pérez Yanes
administrando los bienes familiares, radicados en Santa Cruz de Tenerife y
Tacoronte. Debemos señalar que aún se conserva la casa solariega en la que
residió Sebastián Casilda, en la calle real del Calvario de Tacoronte, donde en
su planta baja se organizaron las diferentes salas de exposición de los
diversos y variopintos materiales recopilados. Las fincas que pertenecieron a
Sebastián Pérez Yanes estaban repartidas en la jurisdicción de Tacoronte:
(sitio con casa de recreo en la C /.
de La Angustia
e inmediata al exconvento de San Agustín, una huerta cercana al anterior, sitio
que linda por el N. con El Calvario, finca y casas situada en la C /. del Calvario, otro sitio y
casas en la misma calle esquina a la de La Amargura , casa terrera en la C /. del Calvario, sitio con casa
terrera en el Lomo de la Vieja ,
sitio en las Pozas de Roo, trozo de terreno en Agua García, hacienda con
cercado en Los Guanches, la hacienda llamada «Carmen»); en El Sauzal:
(trozos de terreno en las Barranqueras, trozos
de terreno donde llaman Los Majuelos, otros de ladera y terreno pedregoso en La Breña ); en La Matanza : (huerta y viña en
San Diego, terrenos en La Breña );
y en Santa Úrsula: (finca en Barranco Hondo o del Chaboco). Este conjunto de
bienes estaba valorado, en torno a 1886, en 104.241 pts.
En la citada casa solariega D.
Sebastián Casilda organizó su museo o gabinete. En la documentación conservada
en el propio Gabinete de Casilda, según nos informa Juan Bethencourt, se
conservaban varias cartas que mostraban la relación de aquél con distintos
amigos y conocidos; tales contactos se establecieron con el objeto de ampliar
sus colecciones museísticas.
Otra forma de acercarnos al
conocimiento de este curioso personaje decimonónico es a través de datos
indirectos, como la respuesta enviada por el prebendado de Tegueste, Pereira
Pacheco, a una carta anterior del citado Casilda. En esa respuesta, el cura
teguestero recrimina la actuación de la burguesía terrateniente de Santa Cruz, La Orotava , Tacoronte o La Laguna en las fincas que
poseían en Tegueste; por descontado adscribe a Sebastián Casilda a dicha
burguesía agraria:
«... pues este pueblo (Tegueste)
se compone de medianeros, y los propietarios no son, ni viven en Tegueste, sino
en la Laguna ,
Santa Cruz, La Villa ,
Tacoronte y otros puntos; y si v. se asustó de ver esta Hacienda, más se
asustaría de ver, que los habitantes de Tegueste no tienen por lo común casas
propias en que vivir...»
Según todos los indicios Sebastián
Casilda no tuvo estudios superiores y sólo su actitud autodidacta y fervor
patrio le llevaron a crear y ampliar las colecciones de historia natural y de
objetos etnográficos, arqueológicos e históricos referidos a las Canarias. El
patrimonio de nuestro biografiado se vio comprometido económicamente, debido a
las numerosas deudas contraídas con el comerciante de nacionalidad inglesa y
residente en Santa Cruz, D. Diego Lebrun. Éste acabará siendo nombrado heredero
universal y en calidad de tal, entró en la posesión de las colecciones del
citado Gabinete, con el objeto de resarcirse de las deudas impagadas. Los
herederos de D. Diego Lebrun, concretamente D. Carlos Alfredo Le Brun y Rudall
quien a partir de 1899, estuvo residiendo en la Argentina , va a aparecer
como responsable de la venta del Museo de Tacoronte y su pérdida irreparable
para la antropología e historia del Archipiélago Canario.
3. Evolución de las colecciones
del Museo de Tacoronte
Nuestro filántropo coleccionista
y anticuario, a partir de las colecciones de Meglioriny, fue aumentando los
materiales y logró hacerse con una selección más que digna de objetos de
historia natural, arqueológicos, etc. En ocasiones estos materiales llegaban al
Museo fruto de las indagaciones personales de D. Sebastián Casilda; en otras,
tales ejemplares procedían de compras o donaciones que le hacían sus amigos y
conocidos (como el caso de D. Salvador Zarate o D. Policarpo Hernández). En
cuanto a acrecentar las colecciones mediante el depósito realizado por otros
organismos públicos o privados, sólo conocemos una ocasión en que esto se
produjo. Nos referimos a la actuación del gobernador civil de la provincia, en
el caso del descubrimiento de cuatro momias guanches en Araya, las cuales ante
la lentitud burocrática, el peligro de deterioro, etc., y a instancias del
propio Sebastián Casilda, fueron depositadas en el Gabinete de Tacoronte.
La conservación de los restos
arqueológicos de la población guanche ha sido siempre bastante crítica; debido
al escaso valor que se le daba a tales objetos o al aprovechamiento para uso
agrícola de los sedimentos depositados en las antiguas cuevas de habitación o
enterramiento, se han perdido gran cantidad de restos y yacimientos
arqueológicos y con ellos la posibilidad de conocer más sólidamente el pasado
guanche. En este sentido es muy ilustrativa la cita de D. Eugenio de Sainte
Marie:
«A los sencillos campesinos les
horrorizan estos misteriosos yacimientos de que no pueden darse exacta cuenta y
que, en vez de conservarse como reliquias venerandas envueltas en misteriosos
secretos, no han sido extraídos sino para blanquear los caminos, servir de
abono a los campos y por último, al seno de la nada arrojados desde las alturas
y precipitados a las profundidades del Océano».
El conjunto de las colecciones
expuestas en el Gabinete era bastante variopinto y no respondía, como es de
esperar, a los actuales modos de organización de los fondos museísticos; por el
contrario primaba el interés y el gusto personal del anticuario. Como se puede
comprobar en el anexo documental, estas colecciones estaban expuestas en cinco
salas o secciones dedicadas a la Historia Natural , Pintura, Escultura, Cerámica,
Antropología y Armas. Según nos señala Bethencourt Alfonso, en el mismo
Gabinete de Tacoronte, existió un inventario elaborado por Sebastián Casilda.
Paulatinamente fueron llegando al museo restos del pasado aborigen procedentes
de todo el Archipiélago, y en especial de Tenerife. El conjunto lo integraban
cerámica prehispánica de Gran Canaria, La Palma , Tenerife y Fuerte ventura, armas de los
antiguos habitantes de Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife, una interesante
colección de anzuelos, inscripciones líticas de La Palma , recipientes de piel,
añepas de Tenerife, piedras de molino, ungüentos, etc., pero sobresalían los
restos humanos y las pintaderas de Gran Canaria.
Sobre los primeros hay que
señalar que, en principio, había cuatro momias completas procedentes de Güímar,
La Orotava ,
una de la isla de Tenerife y una cuarta que parece fue encontrada en la Isleta de Gran Canaria que
sufrió sucesivas recomposiciones alterándose su aspecto original.
Muy posiblemente existieron en el
Museo de Tacoronte un mayor número de momias; por ejemplo Chil y Naranjo habla
de diez y Grau Bassas, de cinco que llegaron al Museo de la ciudad de La Plata. La diferencia
numérica puede deberse a varios factores: que llegaran a Tacoronte en fecha
posterior a la visita de Bethencourt Alfonso; que estuvieran guardadas en algún
depósito alejado de las salas principales; que en el intervalo de la
adjudicación del Museo a Diego Lebrun y su posterior venta, algunas momias y
restos arqueológicos hubieran quedado dispersos en colecciones particulares de
las islas o del extranjero.
El grupo de momias citadas se
completaba con numerosos restos sueltos, como un grupo de 20 cráneos, una
pierna forrada con piel y correas liadas, etc.
Las pintaderas que se hallaban en
Tacoronte y que se describían como pertenecientes al antiguo guanarteme de
Gáldar, fueron regaladas a Sebastián Casilda por un amigo y después de
numerosas peripecias acabaron en el seno de las colecciones de El Museo
Canario. Dichas pintaderas habían sido incorporadas por Sabino Berthelot en su
obra «Etnografía y Anales de la
Conquista de las Islas Canarias», coincidiendo plenamente con
los dibujos de Bet-hencourt Alfonso y Grau-Bassas que a su vez fueron retomados
por José Miguel Alzóla y G. Marcy. Una de las primeras referencias acerca de
estos útiles nos la dio el portuense Alvarez Rixo, en un pequeño manuscrito donde
describe los hallazgos arqueológicos de Tenerife entre 1845 y 1879, comenta:
«Dicho D. Sebastián Casilda,
entre las preciosas curiosidades de los primitivos isleños canarios que
conservaba en su gabinete estaba un pedazo de barro cocido, en lo plano del cual
se hallan cierta especie de señales o caracteres que aseguraba Casilda ser el
sello o lesera con que el Guanarteme de Gran Canaria autoriza sus órdenes o
decretos, según la tradición conservada y llegada hasta persona que donó a
Casilda dicha reliquia».
Igualmente Bethencourt Alfonso
hace alusión a estas pintaderas que dibujó y cuyas fotografías presentamos en
este trabajo.
El Museo Casilda de Tacoronte fue
muy conocido y visitado, tanto por personas naturales de las islas como por
visitantes nacionales y extranjeros; entre los primeros sobresalen Alvarez
Rixo, Bethencourt Alfonso, Chil y Naranjo, Leoncio Rodríguez, etc.; y dentro
del segundo grupo, señalaremos a Juan López Soler; o Sabino Berthelot, Rene
Verneau, Jules Leclercq, Pablo Mantegarzza, etc.
La supervivencia de los
materiales expuestos sufrió algunos ataques, como el perpetrado en 1887 por
unos desconocidos que llegaron a robar algunos objetos; afortunadamente el
administrador de los propietarios del Museo advirtió el daño y pudo recuperar
lo robado.
Anteriormente hemos citado que D.
Sebastián Casilda había nombrado heredero a D. Diego Lebrun, con quien tenía
algunas deudas pendientes. Sobre este punto conocemos un primer testamento
(octubre de 1844), una memoria testamentaria (noviembre de 1847) y un último
testamento (enero de 1865) por el que se instituye a D. Diego como heredero
universal de los bienes de Casilda, con la facultad de legarlos a sus hijos
varones. El día 21 de abril de 1868 falleció, en Tacoronte, D. Sebastián
Casilda; haciéndose cargo de sus bienes D. Diego Le Brum. Posiblemente en la
citada memoria testamentaria se había previsto el destino del Museo, como se
refleja a continuación:
«Casilda dispuso que a su muerte
pasara la colección a la ciudad de La
Laguna , nunca al extranjero; pero la voluntad del causante no
fue respetada porque algunos de los préstamos hechos por Lebrun no habían sido
devueltos y éste, para resarcirse, se adjudicó, quizá con otras cosas, los
fondos museísticos y luego, como no le interesaba conservarlos, los puso en
venta».
La primera propuesta de compra la
hicieron D. Benjamín Renshaw y D. Manuel de Ossuna, en nombre del Instituto de
Canarias, que ofertó la suma de 18.000 reales a pagar en dos anualidades. La
segunda oferta la hizo el Dr. Chil y Naranjo como presidente del Museo Canario
de Las Palmas, sociedad que había acordado comprar el mencionado Gabinete el 8
de Abril de 1889, ofreciéndose a pagar 7.500 pts. en seis años; a pesar de las
buenas intenciones y de la negociación, no se llegó a un acuerdo en firme. En
algún momento el Ayuntamiento de Santa Cruz optó por comprarlo, pero fueron
intentos infructuosos. Finalmente el Museo Casilda fue comprado por D. Fernando
Cerdeña, presidente de una institución crediticia argentina, a través del sr. Miranda
que residía en Buenos Aires y por un monto total de 25.000 duros. El primero
cedería el Museo Casilda al ya establecido Museo de Historia Natural de la
ciudad de La Plata ;
los materiales recién comprados salieron por barco rumbo a la Argentina en Julio de
1889. Ésta es la fecha en la que el patrimonio histórico y arqueológico del
Archipiélago Canario sufrió una pérdida irreparable más, adquiriendo pleno
sentido las palabras de un anónimo comunicante del Boletín de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de La
Laguna , aparecido en el año 1899:
«Cuando vemos que nadie se cuida
de explotar los tesoros acumulados en los museos, a costa de tantas privaciones
y generosos sacrificios; cuando observamos, como es el caso presente, que la
indiferencia y el abandono, efecto de la estupidez y la ceguera de la
ignorancia en el provecho que saben sacar los que sobreviven de las fatigas y
trabajos de hombres como D. Sebastián Casilda no sabemos qué es lo que harían y
dirían, si como caso inaudito, volvieran a levantar su cabeza y pudieran dejar
por un momento las obscuridades del sepulcro...».
Dada la presencia de Víctor
Grau-Bassas, socio y conservador del Museo Canario, en la ciudad de La Plata la referida entidad
grancanaria no renunció a seguirle la pista a las colecciones de Casilda en
tierras argentinas, especialmente a las cinco momias y las tres pintaderas. Por
fin en Octubre de 1889, Grau-Bassas consiguió hacerse, por extraños caminos,
con las citadas pintaderas que reenviaría al Museo Canario. El resto de las
colecciones han sufrido el paso desolador del tiempo; gran parte de la
documentación que identificaban las piezas del Museo de Casilda se ha perdido y
en 1978 sólo se pudieron localizar cuatro o cinco momias de «indios guanches».
Sin embargo, las últimas informaciones que se nos han enviado desde el Museo de
La Plata
desmienten esta negativa impresión, sobre todo si valoramos en sus justos
términos el trabajo realizado por los Sres. Reynaldo de Santio y Eudardo M.
Cigliano. Alguna de estas momias y cráneos de origen canario fueron estudiados
por el profesor alemán Robert Lehmann-Nitsche, en el citado Museo de La Plata.
Hasta aquí nuestra reflexión
sobre la historia de un museo de pueblo, el de Tacoronte, pero que en su
momento representó una interesante aportación al conocimiento de la historia y
la arqueología de las Canarias. En aquella época ni los canarios ni sus
dirigentes supieron valorarlo en su globalidad y se perdió irremisiblemente,
como muestra de los muchos desaguisados que se han cometido con las raíces y la
cultura del pueblo canario. La esperanza de que hayamos aprendido algo de la Historia , nos
mantiene….Continua Anexos documentales, una serie de dibujos a mano alzada de
Don Juan Bethencourt y un inventario permonerizado del contenido del Museo
Casilda de Tacoronte, los cuales obviamos por razones de espacio.
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