Oso de Oro para
la 'Carmen' africana
El premio del
jurado recae en 'El pavo real', y los de interpretación, en Julia Jentsch y Lou
Taylor Pucci
Éste ha sido un festival en el
que las mejores películas eran de vuelo corto. Han ido pasando los 10 días sin
que surgieran favoritas claras. Además, el jurado era tan heterogéneo que sus
decisiones resultaban imprevisibles. Cualquier cosa podía ocurrir. Y ha
ocurrido. En ninguna quiniela se había apostado por la película U-Carmen
eKhayelitsha, es decir, una nueva versión de la ópera de Bizet, cantada en
lengua xhosa, y con tan buenas voces como malos actores y actrices. Se
trata de la primera película del director teatral Mark Dornford-May, de
prestigio en su Inglaterra natal. Los premios de interpretación recayeron en
Julia Jentsch (Sophie Scholl) y Lou Taylor Pucci (Thumbsucker).
Establecido en Suráfrica, Mark Dornford-May ha
continuado su actividad en el mundo del teatro, hasta que finalmente se ha
arriesgado a esta experiencia cinematográfica, que los críticos que a diario
han ido puntuando la calidad de cada filme consideraron fallida, ni a tener en
cuenta. Quizá nadie pueda convencer ya a Dornford-May, tras este inmerecido Oso
de Oro por U-Carmen eKhayelitsha, que ha usurpado, de que el cine
tiene un lenguaje propio, y de que él no lo conoce suficientemente. El
resultado de su primera incursión en el nuevo medio es una película más exótica
que interesante, o sólo interesante por exótica. Sus planos son pobres, no hay
imaginación cinematográfica en la puesta en escena, sus protagonistas están
poco dotados para la interpretación... Una paradoja, sin duda, habiéndola
dirigido un experto hombre de espectáculo.
Mejor hubiese sido que se hubiera llevado el Oso
de Oro la china El pavo real, dado que le ha correspondido el Gran
Premio del Jurado, es decir, el segundo. El pavo real es una bella
crónica sobre la vida de una familia obrera a finales de los setenta, que fue
más aplaudida, sin duda, que la máxima ganadora. Y con razón.
Robo a Bouquet
No ha sido el Oso de Oro la única decepcionante
sorpresa. Si algo estaba claro a la hora de los premios de interpretación es
que el mejor actor correspondiera al francés Michel Bouquet por su
extraordinaria composición del presidente François Mitterrand en los últimos
tramos de su vida. Bouquet está sencillamente grandioso, a años luz del
adolescente actor norteamericano Lou Taylor Pucci, de Thumbsucker, del
también primerizo Mike Millis, que se pasa la vida chupándose el dedo pulgar.
La película, simpática, y a ratos algo absurda, cuenta la crisis de este
muchacho, que se chupa el dedo por no recibir las debidas atenciones de sus
padres. No se entiende este premio, no se entiende.
Hasta los espectadores protestaron en voz alta,
lo que no es frecuente en este festival con tan buena educación que se aplaude
todo (ello no impide que los aplausos sean reconocibles, desde los de simple
cortesía hasta la gran ovación). Este robo a Bouquet clama al cielo. ¿Qué
habrán visto los 10 señores y señoras del jurado en el trabajo de Lou Taylor
Pucci que los demás no hemos ni olido? Misterios.
Más acertado ha sido el premio de interpretación
femenina. Puede que haya consenso en que la alemana Julia Jentsch lo merezca
por su encarnación de la activista antinazi Sophie Scholl, cuyo nombre titula
la película. Es una actriz suave, de trabajo interior, cuya mirada de
perplejidad y rabia ante los militares y jueces que la interrogan contiene el
más profundo sentido de la película. Que su responsable, Marc Rothemund, haya
conseguido el premio al mejor director puede ser también correcto, pero había
otros que se han quedado en la cuneta (por ejemplo, el húngaro Lajos Koltai por
Sin destino, que cuenta emotivamente y con espléndida fotografía la
terrible historia de un muchacho que sobrevivió al campo de Auschwitz).
Estaba cantado que Tsai Ming-Liang iba a ser
condecorado por su extravagante La nube errante. Es un cineasta con
adeptos, y carne frecuente de festivales. Este jurado entiende que su estilo
supone "una sobresaliente contribución artística", y le ha concedido
dos premios: al mejor guión y el Alfred Bauer por "haber conducido el arte
cinematográfico por nuevos caminos". También el jurado de críticos
internacionales considera La nube errante como mejor película. Quién
lo hubiera dicho. Habrá que esperar a su próximo estreno en España para revisar
esta rareza, a medio camino entre el porno y el musical kitsch.
Menos mal que existe el premio Ángel Azul para
una película joven. De otra forma, la palestina Paradise now, que
describe las vivencias y pensamientos de los kamikazes, se hubiera
quedado in albis. Sin tratarse de una obra cinematográficamente
modélica, tiene el valor añadido de discutir sin tapujos la necesidad o no de
los ataques suicidas: dos muchachos deben inmolarse como represalia por un
previo atentado israelí; sus perspectivas enriquecen el debate.
Esta 55ª edición del Festival de Berlín
-"exactamente la mitad de la edad que tiene ahora el cine", declaró
triunfante su director, Kieter Kosslick- no pasará a la historia. Poco bueno,
mucho relleno, algunas películas simplemente disparatadas, y un jurado
desconcertante.
Kubrick, lo mejor
Quizá lo más interesante del Festival haya estado
fuera de las salas de cine, en una espectacular exposición sobre la obra del
cineasta Stanley Kubrick. Cientos de metros de espacio divididos en tantas
salas como películas Kubrick dirigió, más alguna otra destinada a proyectos que
no llegó a realizar, como el que preparó sobre la vida de Napoleón. Justamente
es en esta sala donde mejor se aprecia el rigor con el que Kubrick planeaba sus
películas. Las notas manuscritas, los archivos con pormenorizadas informaciones,
la biblioteca repleta de biografías en diversas lenguas, los apuntes de
vestuario, los cuadros de época..., dan fe de la meticulosidad del autor, de su
esfuerzo, baldío en este caso concreto.
En cada sala se exhibe la película
correspondiente junto a vídeos con declaraciones suyas y de otros cineastas que
le admiran. Se han reunido los guiones corregidos a mano, la correspondencia
que mantuvo sobre cada filme, decenas de fotografías de rodaje (pueden verse
las pruebas que sufrió Shelley Winters hasta encontrar la ropa que definía su
pasivo personaje de Lolita), las cámaras reales y los objetivos que se usaron,
piezas de vestuario (la túnica de Laurence Olivier en Espartaco, los
trajecitos de las inquietantes niñas gemelas de El resplandor, la careta
que usaba Tom Cruise en Eyes wide shut...). Se han reproducido decorados
como el interior de la nave de 2001, o se han incorporado maquetas como
la sala de control de Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?, que asombra
por su perfeccionismo, o la bomba de esa misma película sobre la que se lanza
al vacío el militar tejano. Es un estudio físico, palpable, un homenaje
inteligente, serio y espectacular.
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