UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1481-1490
CAPITULO-VI
Eduardo
Pedro García Rodriguez
1483. En el
verano hubo un levantamiento parcial de los guanches, quienes ajusticiaron a
algunos frailes, los que arrojaron por
el risco del Lentiscal; probablemente a
los dos dominicos que acompañaban a Pedro de Vera: Fray Pedro de las Cañas y
Fray Juan de Lebrija, encubridores de los desmanes del capitán invasor.
1483 Enero. En los inicios del mes, partió el sanguinario
conquistador, general Pedro de Vera con lo más lucido de sus tropas, pasando
por Arucas y la costa de Lairaga, asentándose en Gáldar mientras esperaba a su
cuerpo auxiliar de gomeros comandados por Herrera que partían desde Agaete.
Es
aquí donde averigua Vera el punto exacto donde se encuentra el último baluarte
de resistencia, donde los defensores siguen fuertes al mando de Bentejuí,
acompañados del faicán de Telde y de la princesa Arminda, que además era muy
respetada por los canarios, por ser la heredera de Guayasen. El sitio, en
concreto, es el Bentaiga, un roque que destaca por una altura de sesenta metros
sobre el sitio más alto de la montaña de Tejeda, de magníficos acantilados de
basalto, que la hacían inexpugnable.
En la
base, donde descansa el roque, se encontraban cuevas grandes que demostraban lo
importante de este asentamiento indígena. Unos estrechos peldaños, hechos por
la mano del hombre, permitían peligrosamente acceder hasta la plataforma, donde
se celebraban ceremonias de culto por el rito de la Iglesia del Pueblo
Guanche, y en aquel momento, donde también hacía las veces de lugar de
encuentro para debatir la defensa de la patria.
En la
cima se encontraban los guerreros y valientes, que luchaban con su vida, para
no someterse a los bárbaros invasores. Luchar por la libertad, por la patria,
contra las vejaciones, el expolio y la esclavitud.
Los
españoles se mantuvieron fuera del alcance de piedra de los canarios y como
tardaron bastante en actuar, los guerreros isleños los increpaban desde las
alturas, haciéndoles ver que solo eran capaces de hacer la guerra montados a
caballo. Esto hizo, que algunos soldados se acercaran con tan poca prudencia
como inteligencia, ya que los enormes bloques que los canarios lanzaron por la
escarpada pendiente, los aplastaron en el acto.
Durante
la noche los valientes guerreros guanches, dejaron en lo alto del cerro una
fuerte hoguera que engañaría al enemigo, mientras ellos, se refugiaban en una
zona entre Veneguera y Tazartico, acampando a lo alto de un fuerte parecido al
Bentaiga, pero con sólo dos senderos, uno abierto desde el mar y el otro por
tierra.
Pedro de Vera llamó a sus oficiales a consejo de guerra, y teniendo muy en cuenta al traidor Guanarteme que conocía muy bien el terreno, Vera decide que el ataque se resolverá desde dos frentes distintos, uno desde la zona de mar, que sería comandado por Miguel de Mujica con trescientos soldados vizcaínos y el de tierra, bajo el mando del propio Guanarteme con sus deudos, quedándose Vera con el cuerpo de reserva y la caballería, favoreciendo al grupo que se encontrara en peor situación.
Pedro de Vera llamó a sus oficiales a consejo de guerra, y teniendo muy en cuenta al traidor Guanarteme que conocía muy bien el terreno, Vera decide que el ataque se resolverá desde dos frentes distintos, uno desde la zona de mar, que sería comandado por Miguel de Mujica con trescientos soldados vizcaínos y el de tierra, bajo el mando del propio Guanarteme con sus deudos, quedándose Vera con el cuerpo de reserva y la caballería, favoreciendo al grupo que se encontrara en peor situación.
Una
de las cosas que habían decidido, era que el ataque por mar debería esperar
hasta que el de tierra estuviera bastante adelantado. Pero Miguel de Mujica,
estaba impaciente por acabar cuanto antes, muy seguro de que soldados de verdad
podrían resolver la batalla. La situación de precaución, era a su entender, un
sentimiento de debilidad o de pusilanimidad y comenzó a trepar por el cerro sin
esperar la señal convenida.
Los canarios que los observaban se mantuvieron quietos y movidos por su astucia habitual, dejaron que la columna de soldados avanzara, hasta que entraron por un sendero, donde comenzaron a ir en fila india. Una fila de a un solo hombre, que cuando estuvo a mitad del cerro, se encontraron con los gritos y silbidos acostumbrados antes de que la lluvia de piedras, dardos y peñascos comenzara a golpearlos sin tener posibilidad de huir. Acabaron muchos de ellos muertos en el mar, mientras los otros se tropezaban entre ellos, cayendo y rodando por el precipicio. Cráneos destrozados, miembros mutilados y sangre, mucha sangre que corría por las laderas, y mientras, Vera, contemplaba desolado que no los podía socorrer sin caer en una muerte segura.
Los canarios que los observaban se mantuvieron quietos y movidos por su astucia habitual, dejaron que la columna de soldados avanzara, hasta que entraron por un sendero, donde comenzaron a ir en fila india. Una fila de a un solo hombre, que cuando estuvo a mitad del cerro, se encontraron con los gritos y silbidos acostumbrados antes de que la lluvia de piedras, dardos y peñascos comenzara a golpearlos sin tener posibilidad de huir. Acabaron muchos de ellos muertos en el mar, mientras los otros se tropezaban entre ellos, cayendo y rodando por el precipicio. Cráneos destrozados, miembros mutilados y sangre, mucha sangre que corría por las laderas, y mientras, Vera, contemplaba desolado que no los podía socorrer sin caer en una muerte segura.
En
este momento, imploró y suplicó al traidor Guanarteme que hiciera algo, que
intermediara entre los isleños rebeldes.
Si
ese día no hubiera intercedido el Guanarteme sumiso, no se hubiera quedado
nadie con vida y la conquista hubiese dado un vuelco diferente. Ese día el
faicán de Telde, le dijo al traidor: “Guanarteme conoce este día y quítate de
en medio, y mataremos todos esos cristianos y quedaremos libres ustedes y
nosotros, ven y volverás a ser el rey de esta isla, vengando nuestras
injurias”. Respondiéndole Thenesor: “No quiero; que por cierto no haré nunca
traición a lo que tengo prometido”.
Aún
así, los alzados valerosos y bravos canarios, permitieron que los invasores
recogieran a sus muertos y heridos, dándoles tiempo a los bárbaros sanguinarios
a volver a rearmarse y seguir adelante con la conquista.
Doscientos
fueron los vizcaínos muertos ese memorable día de lucha por la libertad de la
patria, muriendo por las heridas contraídas en Gáldar, el propio Miguel de
Mujica, siendo la derrota más grande que se había infringido a los invasores en
Gran Canaria. (Faita 2006)
1483 Febrero 10. Pedro de Vera había planeado el ataque a los
centros vitales de los canarios a partir de dos bases: el Real de Las Palmas,
inmediato al puerto de Las Isletas y con agua sacada de los pozos cavados en el
lecho del barranco de Guiniguada, era evidentemente la base principal; además,
un puesto avanzado al otro lado de la zona más poblada de la Isla , en Agaete, donde el
conquistador improvisó en agosto septiembre de 1481 una torre fortificada, para
mejor ofender a los canarios. El cargo de capitán de esta torre era sin duda
difícil y penoso. Alonso de Lugo, en quien recayó el nombramiento, lo desempeñó
con indudable éxito, pues, ya por fuerza, ya por trato, redujo al más
prestigioso jefe canario, el Guanarteme de Gáldar, y lo llevó al Real de Las
Palmas. Sí, como consta, consiguió este resultado en 10 de febrero de 1483, (*)
poco antes de «ganarse» toda la
Isla , esto significa que había precedido más de un año de
dura lucha: «Hizo una fortaleza donde cada día peleaban, e fue muchas veces
herido e sufrió muchos trabajos e hambres e muerte de criados y parientes e
otras personas e muchas afrentas e peligros, hasta llegalle a poner fuego a la
torre e pegárselo e desanparar la torre por temor del fuego e salir a pelear al
canpo» .
Así es como él mismo cuenta sus
trabajos por boca de su procurador, en su alegato de méritos; y, aun
descontando las posibles ponderaciones, sin duda fue dura la vida de los
hombres destacados en aquel lugar aislado. Durante algún tiempo acompañó a Lugo
en el puesto Hernán Peraza, el señor de La Gomera , con un contingente de sus vasallos, en
condición de castigados uno y otros por la muerte que habían dado a Juan Rejón,
con ocasión de su recalada en la isla de su señorío.
Los méritos de Lugo le valieron
la posesión de las tierras yaguas de Agaete, donde tanto
había penado; y allí se dedicó al
cultivo de la caña dulce, con ingenio propio. Allí trajo luego a su mujer e
hijos y debió vivir años felices, mientras conservaba la alcaidía de la torre y
el favor del gobernador Pedro de Vera. Pero no habían pasado diez años de
esta-vida de próspero hacendado colonial -Alonso de Lugo tendría sus esclavos,
no sabemos de qué nación o procedencia-, cuando ya resolvía cambiar aquella
vida por nuevas y más ambiciosas aventuras. Varias razones debieron de
intervenir en su decisión.
Se ha pensado en su viudez
prematura, que sobrevino en fecha incierta; su insaciable sed de poder así como
su desmedida ambición, pero no hay que olvidar tampoco el cambio de la
situación política en Gran Canaria, después de haber sido llamado Pedro de Vera
a Castilla y de haberse presentado el juez pesquisidor Maldonado, nombrado en
30 de marzo de 1491. Los amigos del gobernador depuesto se quedaron en una
posición falsa. Lugo pasó a la
Corte , según parece, mientras ésta se hallaba en Santa Fe
donde coincidiría con Cristóbal Colón y con Beatriz de Bobadilla, la señora
viuda de La Gomera ,
y aun con el ex -Guanarteme de Gáldar, cada uno con su pleito o pretensión, y
no sólo para obtener nuevas mercedes, sino aun para asegurar las que tenía ganadas.
Sería ésta su primera
presentación ante los Reales Consejos y ante Sus Altezas, y por cier to que no
salió desairado: en 2 de febrero de 1492 se le confirmó la real merced de sus
bienes en Agaete, y meses después se le comisionó para la conquista de La Palma -ya llamada entonces
San Miguel de La Palma-,
con varias promesas para ayuda de costas, merced del quinto real de los
cautivos y la mitad de los que entretanto se hiciesen en Tenerife y Berbería,
amén de un premio de 700.000 maravedís, caso de, terminarse la conquista antes
de un año.
La única relación que poseemos de
esta empresa es la que proporciona Abréu aalindo, cronista bien informado, pero
que debe utilizarse, como siempre, con precaución. Ahora sabemos que ignoró
algunas circunstancias esenciales. La ocupación de la Isla fue precedida por tratos
llevados a cabo por los cabildos secular y eclesiástico de aran Canaria, por
mediación de una cautiva palmera, Francisca de Gazmira, que se trasladó a su
isla y regresó con un grupo de jefes indígenas, que recibieron vestidos y el
bautismo
en el Real de Las Palmas. En
septiembre de 1492, cuando se presentó en Tazacorte, Alonso de Lugo contó desde
el primer momento con dos de los principales bandos, de los doce que se
repartían la Isla. Uno
de ellos, el de Aridane al parecer, aceptó la conversión religiosa, y el otro,
cuando menos, la sumisión al enviado de los Reyes. El resto de la Isla siguió el mismo camino,
con escasa resistencia, gracias a las gestiones de los jefes ya sumisos. Sólo
el cantón o bando de Eceró, centrado en lo que luego ha sido llamado La Caldera , con su caudillo Tanausú, tuvo que ser
reducido por traición, ya que el tiempo urgía y el intento de forzar la entrada
de aquellos pasos resultó impracticable. El indomable caudillo se dejó morir de
hambre, al ser conducido a Castilla. En un documento se acusa a Lugo de haber
dado muerte a «una Tamanca, cabeza de tres bandos», hecho que no podemos interpretar
a base del relato de
Abréu Galindo.
La traición de que, según Abreu,
fueron víctimas Tanausú y su gente, está perfectamente dentro de los métodos
políticos de Alonso de Lugo, según se probó repetidamente en ocasiones
posteriores. (Agustín Millares Torres;1977, t.II:262-3). (*) La fecha precisa
consta en las Cuentas de la conquista de
Gran Canaria que, extraídas del Archivo de Simancas, ha publicado el Dr.
Landero.
1483 Abril 29.
Al amanecer, parte del campamento
Thenesor Semidan (Fernando Guanarteme) subiendo por el peligroso sendero, sin
temor, ya que los canarios lo habían reconocido. Cuando se encuentra rodeado
por ellos, los hambrientos canarios comienzan a vitorearlo dando muestras de
fidelidad, hablándoles él con mucha amabilidad, siendo atento con ellos,
diciéndoles que depusieran las armas y se entregaran para salvarse de una
muerte segura. Les dijo, como lo había hecho en el Bentaiga, de todos los
beneficios de someterse a los invasores, y esas palabras, unidas al sentimiento
explotado, al hambre, a la sed y al cansancio, hicieron mella en los isleños,
decidiendo, aún con la fuerza de Bentejuí y el faicán, que mantuvieron su
posición intentando despedirlo de aquel sitio y volver a la lucha, decidieron
como decía, rendirse y someterse.
Tanto fue el griterío de los canarios pidiendo la paz, que solo pudo conseguir Bentejuí, que se rendirían, no si antes firmar una capitulación por escrito, garantizándoles ciertas condiciones de posición social para Arminda, guayres y el pueblo canario.
Mientras la capitulación se hacía
realidad escrita, se preparaba Vera, hinchado de triunfo y regocijo por los
acontecimientos que iban surgiendo, en el otro extremo, Bentejuí y el faicán de
Telde, se abrazaron fuertemente el uno con el otro y desde el borde del
precipicio se despeñaron, gritando patrióticamente el ya conocido: “ATIS
TIRMA”.
Murieron ese día, pero murieron como hombres libres, héroes auténticos que supieron estar unidos bajo la consigna de luchar por su tierra, de luchar por su patria. La misma patria que los vio y amó como hombres fuertes, honrados y libres. Era mejor morir que vivir sometidos al imperio carnicero, expoliador y esclavista, que se definían a si mismos, como hombres buenos y cristianos seguidores de Dios. Calaña mal nacida que desunió y conquistó a un pueblo humilde y luchador, del que quedó amplia presencia y que nunca se extinguió.
Todos, mantenemos el
derecho y el deber de recordar a estos patriotas, que murieron por defender lo
que hoy día es nuestro, nuestra tierra, historia, cultura e idiosincrasia.
Debemos seguir siendo el testigo de la lucha de nuestros ancestros o seguir en
la lucha por los intereses de nuestra tierra, en la cual, nacimos y por derecho
propio nos pertenece. Hay que recordar que una invasión, no tiene fecha de
caducidad, y Canarias nos pertenece como Estado y Nación, para amarla,
defenderla del expolio y los ríos de cemento que se le vierten diariamente.
Conquistemos de nuevo lo que ya es nuestro, y pasemos a tener una gran nación,
en vez, de una triste figura colonial africana.
1483
Abril 29. Los últimos canarios que
resisten a las tropas de la
Corona de Castilla se rinden en la fortaleza natural de
Ansite ante la imposibilidad de seguir luchando por la independencia de
Tamaránt (Gran Canaria). Ante la rendición en masa de los pocos guerreros que
aún mantenían la lucha, Bentejuí, último guanarteme de la Isla , y el faycán de Telde,
se suicidan arrojándose al vacío desde las alturas de Ansite. Otros muchos
optaron por el suicidio antes de caer vivos en manos de las tropas mercenarias
castellanas. Con este triste pero heroico capítulo culminó la ocupación y
conquista de la Isla
de Tamaránt (Gran Canaria) tras cinco años de guerra continúa desigual y
heroica defensa por parte de los canarios.
Los invasores castellanos dan
por hecho, la ocupación de la isla de
Tamaránt aunque esta no fue efectiva hasta que la Princesa Arminda
(conocida por los invasores como Almendrabella)
fue entregada de manera previamente pactada con los invasores en un
pre-acuerdo, tal como recoge el historiador don Tomás Marín de Cubas:“[...]
Bajaron del peñón de Ansite todos los nobles canarios de cabello largo y rubio,
sin armas, acompañados de Guadartheme, rendidos ante Pedro de Vera, dando la
obediencia al Rey de Castilla en su nombre y de la Señora , única heredera de
toda la tierra, hija única de matrimonio, del legítimo y verdadero señor
Guanache Semidán, tío del Guadartheme y otros Gaires y Faisajes, que ellos
daban su palabra de llevarla á entregar al Real de Las Palmas en cogiendo sus
panes, que sería después de San Juan. Mucho insistió Pedro de Vera que viniese
luego, más llevóse en rehenes consigo ciento sesenta canarios de los más
esforzados y que asistiese con Guadartheme y se fuesen a vivir a Gáldar.”
(Marín de Cubas, [1.694] 1.993:165)
Más adelante prosigue el autor
describiéndonos la entrega de la Princesa Arminda y con ella, la independencia de la isla de Tamarant, la cita
es extensa pero estimamos que es necesaria para una mejor comprensión del acto
de entrega de la isla a los usurpadores, además, de la narración del mismo se
desprende que para nada influyo el tan cacareado Pacto de Calatayud, y el
protagonismo del converso Fernando
Guanarteme que en este caso como en el de otros muchos fue el de un simple
recadero de Pedro de Vera, veamos el texto: “Después del mes de junio envió
Pedro de Vera á D. Fernando Guadartheme, que hiciese venir á su sobrina, con
los demás nobles sus parientes, al Real, á entregarse como estaba pactado; y
luego dieron orden de traerla desde Tirajana por Telde, sin que viniese con
ella ningún cristiano español; traínla en hombros de cuatro capitanes nobles de
cabellos largos y rubio, en unas andas de palo á modo de parihuelas, sentada,
vestida de gamuza á modo de badanas ó pieles adobadas, de color acanelado;
venían delante de las andas cuatro capitanes con capotillos de badana llamados
tamarcos, braguillas de junco, majos en los pies y guapilete en la cabeza, y lo
demás desnudo; al lado de las andas algo hacía atrás, dos tíos suyos Faisajes,
y después se seguía un grande acompañamiento de hombres todos que servían de
traer las andas a remuda. Salió Pedro de Vera con mucha gente al recibimiento,
y ellos hicieron su entrega por medio de la lengua ó interprete, diciendo que
allí venía la Señora
de toda la tierra, herdera única y legítima hija de su señor Guanartemy
Guanachy Semidán, dueño y señor de la verdadera línea y sucesión de dominio y
señorío de la tierra; y que ella hacía entrega voluntaria, y todos sus tíos y
parientes que allí venían, gobernadores de la tierra, en nombre y debajo de la
palabra de su señor muy poderoso y católico Rey D. Fernando entregaba su
persona y personas al Capitán Mayor de los cristianos que allí presente se
halla que es Pedro de Vera, del Rey de Castilla y León. Pedro de Vera y demás
caballeros la recibieron a pie, y fue abrazando a todos con mucho cariño;
traían todos los canarios el cabello suelto por las espaldas, y la Señora Arminda , que
los españoles llamaron Almendrabella, traía un ropón de gamuza con medias
mangas hasta la sangradera y largo hasta los pies, y zapatos de los mismo
pespuntados, y vestía una tunicela debajo de la ropa con cuerpo de jubón á modo
de justillo, de más delgada badana era el cabello largo y rubio aderezado con
arte, y en él puestas algunas cosas de tocado que le a uso de España, y el
faldellín pintado á colores; tendría veinte años, era gruesa y más de mediano
cuerpo, robusta, el color algo moreno, ojos grandes y vivos y el rostro algo
alegre y celebrada hermosura, la boca algo larga, la nariz pequeña, algo anchas
las ventanas, el cuello redondo y crecida de pechos. Marín de Cubas [1694]
1993:168)
La mayoría de las crónicas –escritas naturalmente desde el punto de vista de los vencedores-recogen un supuesto trato humanitario dado por los conquistadores a los canarios vencidos, e incluso algunos se esfuerzan en resaltar una hipotética política proteccionista por parte de las coronas de Castilla y León hacía los indígenas, la realidad fue bien distinta, las primeras medidas tomadas por los invasores fue la esclavización y venta en los mercados de esclavos de Sevilla, Valencia o Mallorca, de gran parte del pueblo vencido, y la deportación masiva de los naturales que por el hecho de haber asumido el cristianismo estaban teóricamente fuera del alcance de los esclavistas tanto seglares como del clero católico, aunque algún autor inducido de su buena fe o quizás pecando de ingenuo asume que, “Si hay un hecho, algo que condicione y determine por sus consecuencias históricas, en lo más profundo de su ser al actual pueblo canario; algo que sea realmente su "Ethos" político actual, es el llamado "Pacto de Calatayud" (30 de mayo de 1481). Firmado por Tenesor Semidán (Fernando Guanarteme) y Fernando de Aragón, por medio del cual Canarias terminaría integrándose como Reino, con una serie de condiciones y derechos que permitían la pervivencia del pueblo yla Nación Canaria con
sus características propias, al conjunto de Reinos que formarían el Estado
español. (Felipe Ross, Amaga)”
La mayoría de las crónicas –escritas naturalmente desde el punto de vista de los vencedores-recogen un supuesto trato humanitario dado por los conquistadores a los canarios vencidos, e incluso algunos se esfuerzan en resaltar una hipotética política proteccionista por parte de las coronas de Castilla y León hacía los indígenas, la realidad fue bien distinta, las primeras medidas tomadas por los invasores fue la esclavización y venta en los mercados de esclavos de Sevilla, Valencia o Mallorca, de gran parte del pueblo vencido, y la deportación masiva de los naturales que por el hecho de haber asumido el cristianismo estaban teóricamente fuera del alcance de los esclavistas tanto seglares como del clero católico, aunque algún autor inducido de su buena fe o quizás pecando de ingenuo asume que, “Si hay un hecho, algo que condicione y determine por sus consecuencias históricas, en lo más profundo de su ser al actual pueblo canario; algo que sea realmente su "Ethos" político actual, es el llamado "Pacto de Calatayud" (30 de mayo de 1481). Firmado por Tenesor Semidán (Fernando Guanarteme) y Fernando de Aragón, por medio del cual Canarias terminaría integrándose como Reino, con una serie de condiciones y derechos que permitían la pervivencia del pueblo y
A continuación reproducimos unos documentos conservados en el Archivo de Simancas, pertenecientes al Registro General del Sello, de los cuales se deduce fácilmente que de haber existido algún tipo de tratado en igualdad de condiciones como se empeñan en hacernos creer algunos autores, este tipo de actuaciones por parte del país colonizador no hubiera sido tolerados ni siquiera por el poder arbitral de la época que era el papado, por el contrario, una buena parte del clero participó de los beneficios económico que producían la venta de canarios como esclavos.
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