La realidad cotidiana de las
mujeres en aquellos momentos esta aún lejos de ser conocida, pues si bien
formaba parte de un conjunto más amplio en contadas ocasiones nos ha dejado
testimonio de su actuación, de sus pensamientos, de sus expectativas, han sido
otros quienes nos permiten entrever su actuación.
En Canarias la sociedad que se va a consolidar en el siglo XVI estuvo determinada por las propias características de la conquista, por ser una tierra de frontera, por la movilidad de la población, por el mestizaje… y en ella podemos encontrar tres elementos de referencia: las razzias, la evangelización y la jerarquización que modelaron la nueva sociedad.
Evangelización y conquista son dos procesos coetáneos que se justificaban en la mentalidad de la época. Si tomamos en consideración la opinión de los cronistas y viajeros observamos como éstas estaban en estrecha relación con los objetivos propuestos, y así, en las referencias a períodos anteriores a la conquista castellana cuando las razzias eran frecuentes con la finalidad de obtener esclavos no se individualiza a la población por sexos; cuando aparecen las mujeres lo son a nivel colectivo o en relación al parentesco: “… en un asalto a
Los autores de la época establecieron claras diferencias entre las aborígenes antes de la conquista y con posterioridad cuando ya estaban integradas en la sociedad que ellos consideraban la única factible, como señalaba A. Thevet referente a las costumbres bárbaras de los habitantes “…esto era cuando vivían a la morisca y no eran cristianas”. En la misma línea se expresaba Frutuoso “…de fieras, bravas y guerreras se tornaron mansas, amables y conversadoras…”. El motivo de esta no diferenciación, a partir de la segunda mitad del XVI, entre las aborígenes y las que arriban en el momento de la colonización viene determinado porque la aculturación supuso el asumir o quizá mejor la imposición de unos modelos preestablecidos. Las mujeres que llegan a las islas tras la incorporación de Canarias a la corona castellana reproducirán en el Archipiélago los mismos roles que desempeñaban en sus lugares de origen, generalmente figuran como acompañantes del beneficiario de datas y pocas veces reciben predios directamente, a excepción de las que son familiares directos de los conquistadores. La normativa del repartimiento no establecía diferencias entre hombres y mujeres, de ahí que la participación femenina no sea un hecho excepcional y legalmente tenían los mismos derechos y obligaciones que los hombres, como el de tener casa poblada, debiéndose las evidentes desigualdades que encontramos en las concesiones a la categoría social y no al sexo.
De todas formas hay que señalar que independientemente de su categoría social la función prioritaria de las mujeres, según los parámetros vigentes y comúnmente aceptados, era la de “esposa y madre”. El estado civil condicionaba su actividad, pues la organización de la sociedad estaba fundada sobre el matrimonio y sobre la imagen de la casa, de ahí el papel clave que desempeñaron en el ámbito privado como guardianas de la sabiduría, la medicina, la alimentación y también en el aspecto religioso.
Una vez que se estructura la nueva organización social, tras la incorporación de las islas a
Tradicionalmente se ha considerado que las mujeres no desempeñaba ningún tipo de actividad pública, pero ésta la ejercía en la práctica cotidiana y era muy superior a lo que el rígido ordenamiento legal le proporcionaba e igual ocurría con el desempeño de una serie de oficios, algunos considerados típicamente femeninos como los relativos a los cuidados y enfermedades: comadronas, amas de cría, amortajadoras, pero también panaderas, triperas, etc. Es muy destacable su participación en actos de tipo jurídico ya sea otorgando poderes, como perceptoras de dinero por ventas, litigando en defensa de sus patrimonios, como tutoras y curadoras, etc.
Hemos señalado como la jerarquización formaba parte de la nueva sociedad y las diferencias entre los grupos son iguales entre hombres y mujeres. Así encontramos un grupo significativo de esclavos tanto hombres como mujeres ya fueran aborígenes, mulatas, negras e incluso algunas indias cuya actividad se circunscribía al ámbito doméstico en la mayoría de los casos. Uno de los sectores más numeroso era el constituído por mujeres campesinas, esas mujeres anónimas que participaron directamente en la repoblación, gentes que no realizaron hechos singulares dignos de mención, según los cronistas de la época, pero que constituyeron los pilares básicos de la sociedad canaria en formación a lo largo de la décimo sexta centuria. Es posiblemente el grupo del que poseemos menos referencias, pues éstas aparecen dispersas en las listas de contribuyentes, procesos judiciales, testamentos, y la mayoría de las referencias se circunscriben no a su vida cotidiana sino a la caracterización que los varones tenían de ellas.
Más información podemos obtener del grupo de la elite aunque en estos casos su actuación viene determinada por el lugar que ocupan en la sociedad, al igual que sus parientes varones, como podemos observar en los casos de Beatriz Cabeza de Vaca, Agueda de Monteverde, entre otras.
Junto a estos grupos que representan el cuerpo social también tiene presencia un número de féminas que trasgreden y vulneran la norma establecida, por lo que si bien no podemos considerarlo como un grupo específico y homogéneo si tienen una presencia real. Estas transgresiones podían ser religiosas, morales, jurídicas, económicas, ...
En definitiva, cualquier aproximación que realicemos a las mujeres en Canarias en los inicios de la colonización castellana debe tener en cuenta los “modelos vigentes” y las propias singularidades de la conquista y colonización de un territorio de frontera, pues sólo si insertamos la vida cotidiana de las mujeres en estos parámetros generales podemos aproximarnos a ellas.
Publicado por: Maria Gomez Diaz.
Noviembre de 2014.
A TRAVÉS DE MI VENTANA
A través de mi ventana la vida brilla,
y me invita a ser gaviota juntamente con ella,
a fundirme en el éter como un rayo de sol.
Toda bella se cuela por mis ojos
y me empapa en dulzura
en su aire me envuelve y llena mis espacios.
A través de mi ventana mi alma sale
y emerge de mis poros hacia el sueño,
vuela libre con alas de fantasía
se desliza sobre arco de colores,
toca nubes de tul, cielo turquesa,
átomos que se acoplan me hacen viento,
y cruzo intermitente el universo.
A través de mi ventana toco la luna,
la beso, la acaricio, la hago nueva,
siento en mis tersas manos su piel de niña,
su luz que en mis adentros se renueva.
A través de mi ventana me mojo en olas,
en su vaivén inquieto el mar me lleva,
a playas donde habita la melancolía,
y el recuerdo me invita a sus arenas.
A través de mi ventana todo es distinto,
todo huele a fragancia, huele a silencio,
la paz se encuentra al doblar la esquina,
en cada estancia abunda el dulce ensueño.
Hay que mirar la vida como un niño,
como un iluso sumergirse en sueños,
y nadar como ave en fantasía,
(Aneudis Pérez)
A través de mi ventana la vida brilla,
y me invita a ser gaviota juntamente con ella,
a fundirme en el éter como un rayo de sol.
Toda bella se cuela por mis ojos
y me empapa en dulzura
en su aire me envuelve y llena mis espacios.
A través de mi ventana mi alma sale
y emerge de mis poros hacia el sueño,
vuela libre con alas de fantasía
se desliza sobre arco de colores,
toca nubes de tul, cielo turquesa,
átomos que se acoplan me hacen viento,
y cruzo intermitente el universo.
A través de mi ventana toco la luna,
la beso, la acaricio, la hago nueva,
siento en mis tersas manos su piel de niña,
su luz que en mis adentros se renueva.
A través de mi ventana me mojo en olas,
en su vaivén inquieto el mar me lleva,
a playas donde habita la melancolía,
y el recuerdo me invita a sus arenas.
A través de mi ventana todo es distinto,
todo huele a fragancia, huele a silencio,
la paz se encuentra al doblar la esquina,
en cada estancia abunda el dulce ensueño.
Hay que mirar la vida como un niño,
como un iluso sumergirse en sueños,
y nadar como ave en fantasía,
(Aneudis Pérez)
Publicado por Maria Gomez Diaz. Noviembre de 2014.
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