UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1471-1480
CAPITULO XII
Eduardo
Pedro Garcia Rodriguez
1480 Febrero 24. Los nefastos reyes católicos a cuya noticia había
llegado los desmanes y alborotos y demasías de Rejón, enterados al mismo tiempo
de las dificultades que ofrecía la conquista de la isla Tamaránt (Gran Canaria)
, no tanto por el extraordinario valor de los isleños como por la fragosidad de
la tierra, encargaron a sus consejeros los doctores Talavera, Villalba y Lillo,
concertaran un nuevo asiento con Alonso de Quintanilla, su contador mayor, y
con el ya conocido Pedro
Hernández Cabrón, que parece disponía en Cádiz de una pequeña
flota.
En esta contrata, que lleva la
fecha de 24 de febrero de 1480, se estipuló que se darían
100.009 maravedises al mercader
que se encargase de las ropas y otras cosas menudas contenidas en el memorial
unido al asiento; que además se empleasen en trigo y cebada 200.000
maravedises, en el flete de las naos otros 200.000 que deberían entregarse a
Cabrón, destinándose luego a Pedro de Vera, capitán nombrado para dirigir la
campaña, 36.000, a
los veinte soldados de a caballo 48.000, a los ballesteros 120.000 y 20.000 a Juan Rejón, el
cual ha de ir allá para el bien del negocio. Calculábase en aquel convenio que
el importe total de los gastos sería de 900.000 maravedises, de cuya suma
abonaría Alonso de Quintanilla 300.090, y los 600.000 restantes se pagarían por
Fernández Cabrón, teniendo participación en el asunto y en sus ganancias el
nuevo capitán Pedro de Vera.
Para llevar a efecto tan santo
viaje, como decía la Real Provisión, el rey aragonés ofrecía las siguientes
condiciones: «que según primeramente estaba asentado e prometido, non tenga que
ver en derechos algunos de esta empresa por espaciode diez años, que se cumplen
en fin del año de noventa, el almirante ni lugarteniente, así de quintos como
de pesquerías de la dicha isla de la Gran Canaria , e de las presas que de ella de
fagan, placiendo a Dios, durante los dichos diez años; e que todos los dichos
quintos pertenecientes al Rey e Reyna, nuestros señores, por razón de la dicha
conquista e guerra por espacio de los dichos diez años, así de esclavos, como
de cueros e sebos e de armazón, pues que los susodichos lo ponen de la dicha
isla de la Gran Canaria ,
sean de ellos e para ellos en enmienda e satisfacción del gasto que para ello
ponen, e el trabajo e aventura e arrisco de sus personas e faciendas, e de los
navíos e gentes que llevan para la dicha conquista de la dicha isla; e asimismo
les pertenezca el quinto de las presas que desde allí se hicieren en las otras
islas de infieles, tanto que en esto no se entienda cosa alguna que concerniere
a lo de la Mina
de Oro, porque de aquesto non se ha de llevar cosa de lo susodicho, ni ellos
hayan de entender en ello por manera alguna; e si de este viaje non se
pacificase la isla e por conquista conviniese proveerse para adelante de gentes
e navíos, fasta que la isla se gane durante los dichos diez años, sean tenidos
los susodichos Alfonso de Quintanilla e Pedro Fernández Cabrón e Pedro de Vera,
si aceptare el partido de susodicho, o quien en su logar lo hobiere de aceptar,
el poner los navíos e gentes que para ello fueren menester, fletados e
aderezados de marineros e gentes de guerra, la que menester fuere, a su costa,
tanto que los mantenimientos que después de este viaje fueren necesarios se
hayan de complir de la indulgencia o por los dichos señores Rey e Reyna,
nuestros señores; asimismo se les promete que non se les consentirá por los
dichos señores Rey e Reyna, nuestros señores, a Diego de Perrera nin a ningún
capitán suyo entender en conquista de las otras islas de infieles non
conquistadas, ni en la presa de la Gran Canaria , nin en facer paz o tregua e
sobreseimiento o acuerdo de alianza e de confederación con la isla de Tenerife
o de La Palma
que están por conquistar...».
Era el nuevo gobernador, Pedro de
Vera, un noble y esforzado caballero jerezano, famoso en Andalucía por sus
proezas militares, robos y expolios.
Aceptado el convenio en la forma
que dejamos expuesto, los encargados en Cádiz de disponer su ejecución y
especialmente el capitán de mar Pedro Fernández, se dieron prisa en reunir las
veinte lanzas de a caballo y los cien ballesteros que, sin embargo, no pudieron
estar listos sino seis meses después, embarcándose en una carabela que zarpó de
aquel puerto en los primeros días de agosto de 1480. Para completar la
expedición dejó Pedro de Vera en Cádiz a dos de sus hijos, mozos resueltos y
activos, encargados de alistar nueva gente y acopiar mayor número de víveres
para remitir a Canaria tan pronto les fuera posible.
Iban en compañía del general los
capitanes Miguel de Mujica, su primo Juan de Siverio,
Cristóbal de Zerpa, Hernando
Espino, Miguel de Trejo Caravajal, Juan y Gonzalo de Aguilar, Alonso de
Quintana Soria, Tomás Rodríguez de Palenzuela, Gaspar de Alarcón, Gonzalo de
Guzmán, Melchor de Franchy y otros muchos caballeros, atraídos por la fama del
país o por el deseo de romper lanzas con infieles.
Tal era, pues, la gente que a su
bordo conducía la carabela y que, sin esperarla, vio entrar Rejón en el puerto
de las Isletas al amanecer del 18 de agosto, en el momento mismo en que con sus
tropas se dirigía por las alturas de Tamaraceite a verificar un reconocimiento
en los cantones del norte, donde pensaba atacar a Doramas, atrincherado en la
selva de su nombre, el cual desde allí desafiaba el poder de sus enemigos
burlándose de los que durante tres años sólo poseían en las márgenes del
Guiniguada una estrecha faja de terreno. (Agustín Millares Torres; 1977, t.
II:167-8
1480 agosto 18.
Viene Pedro de Vera- Desastre en el Bañadero,
el 30 de noviembre- Muerte de Doramas.
En la nave supradicha llegó el General Pedro de Vera, en compañía de varios capitanes y de muchos soldados, con órdenes de poner preso a Juan Rejón y enviarle a España (18-8-1480).
Los canarii, con sus victorias, se habían vuelto agresivos y no desperdiciaban ocasión para atacar a los españoles (1).
En la nave supradicha llegó el General Pedro de Vera, en compañía de varios capitanes y de muchos soldados, con órdenes de poner preso a Juan Rejón y enviarle a España (18-8-1480).
Los canarii, con sus victorias, se habían vuelto agresivos y no desperdiciaban ocasión para atacar a los españoles (1).
Un día mandó Pedro de Vera al Alférez Mayor, Alonso
Jáimez de Sotomayor que hiciera una incursión por la costa del Bañadero con el
fin de traer ganado; y los isleños mataron a siete españoles y dañaron a unos
cuarenta, sin que ellos tuviesen un solo herido.
Quienes causaban más perjuicio a
los conquistadores era Doramas y su cuadrilla. Este guerrero dominaba en
Afurgad y Arehucas, lugares en que se hallaban de ordinario; llegando con sus
hazañas y entusiasmo patriótico a ser el alma de la independencia canaria.
(1) Alonso Jáimez de Sotomayor (atribución) Conquista dela Isla de Gran Canaria Cap. 14
y J. Viera y Clavijo. Historia de las Islas Canarias Libro VII párrafo 32.
(1) Alonso Jáimez de Sotomayor (atribución) Conquista de
Los españoles estaban atribulados porque, además de otras contrariedades, no tenían vestiduras, ni armas, ni alimentos. Y si los canarios encontraban algún soldado fuera del campamento persiguiendo algún animal, o le mataban o le llevaban prisionero.
A mediados del siguiente año llegaron de España tres navíos con vituallas, gente de guerra y cuanto les era necesario para proseguir la campaña, para la que se preparaban con maniobras de combate y simulacros de pelea; cosas que aprendían los canarios, observando ocultos en la vecina espesura.
Como la mejor entrada hacia el Norte de la isla era la pequeña degollada del Portichuelo, acordaron los indígenas fortificarla con murallones en los que levantaron torres a estilo de mirador, como aquél de madera que habían edificado los conquistadores en el Real de Las Palmas. Entre esos murallones hacían también sus ejercicios militares, tocando de noche a rebato, con pitos y bocinas; resolviendo hacerse fuertes allí Doramas y los suyos, después de llevar al interior a las mujeres, niños y ganado.
Bien comprendían los españoles que la conquista de la isla era imposible mientras Doramas existiese, en vista de lo cual Pedro de Vera y sus capitanes resolvieron hacer una gran cabalgada, ya por si pudieran cautivarle, ya para amedrentar y castigar a los envalentonados canarios.
Llegó el 30 de enero de 1481. preparados como cristianos y arengados por el General, salieron de Las Palmas al amanecer, cincuenta soldados de caballería con las lanzas, y doscientos de infantería con ballestas y arcabuces, llevando Alonso Jáimez de Sotomayor la bandera de la conquista; blanca con dos puntas y los emblemas de León y Castilla; quedando en el Real la tropa necesaria para su defensa.
Sin ninguna contrariedad cruzaron
el palmar de Tamaraceite, viendo únicamente desde lejos a algún que otro
canario huyendo desatentado. Llegaron a vistas de Tenoya, desde cuyo cerro pudieron
observar las fortificaciones que tenían preparadas los indígenas
Pedro de Vera mandó ponerse en fila toda la guarnición - maniobra muy usada en el arte militar de aquella época - para dar la impresión de llevar un ejército doble del que realmente había. Bajaron así todos a compás por la ladera de Tenoya que da al barranco de su nombre; subieron la loma de enfrente y al entrar en el Portichuelo salió de aquellos alrededores gran multitud de canarios que embistió furiosamente a los españoles con piedras, palos y rudimentarias saetas que disparaban a pulso con maldita puntería.
Poco hicieron los arcabuces y ballestas, y como no había tiempo para volverlas a cargar, fue menester alancearles; tanto más cuanto que ya estaban metidos aquellos enemigos por entre los caballos, embistiendo como fieras y armando el más espantoso griterío. En esto acudió valle arriba un escuadrón de ligerísimos canarios que trepando por la cuesta, cayeron de improviso sobre los españoles. Eran los del terrible Doramas, que mientras se bañaba en el mar con su gente, sabedor del suceso, presentábanse en el campo el honor con el arrojo de tigres.
Pedro de Vera mandó ponerse en fila toda la guarnición - maniobra muy usada en el arte militar de aquella época - para dar la impresión de llevar un ejército doble del que realmente había. Bajaron así todos a compás por la ladera de Tenoya que da al barranco de su nombre; subieron la loma de enfrente y al entrar en el Portichuelo salió de aquellos alrededores gran multitud de canarios que embistió furiosamente a los españoles con piedras, palos y rudimentarias saetas que disparaban a pulso con maldita puntería.
Poco hicieron los arcabuces y ballestas, y como no había tiempo para volverlas a cargar, fue menester alancearles; tanto más cuanto que ya estaban metidos aquellos enemigos por entre los caballos, embistiendo como fieras y armando el más espantoso griterío. En esto acudió valle arriba un escuadrón de ligerísimos canarios que trepando por la cuesta, cayeron de improviso sobre los españoles. Eran los del terrible Doramas, que mientras se bañaba en el mar con su gente, sabedor del suceso, presentábanse en el campo el honor con el arrojo de tigres.
!Llegad a mí, gritaba en su idioma el jefe isleño. ¡ Llegad a mí, seis…doce…veinte ¡ ¡ los que quieran… ¡ ¡no tiren de fuera, embusteros, traidores…¡.
Y agitando una tremebunda maza con la mano izquierda, pues era zurdo, movíala en todas las direcciones con tal fuerza que desharretaba caballos y cortaba piernas, manos y cabezas a cuantos españoles alcanzaba; dando al mismo tiempo rabiosos alaridos que enardecían a los suyos y evitando con suma rapidez de movimientos los golpes de sus adversarios.
Todos huían de Doramas, y negra la hubiesen pasado los conquistadores si Pedro de Vera y otros caballeros no se hubiesen jugado el todo por el todo acorralándole como pudieron y acometiéndole todos a la vez. El primero que se lanzó fue Juan de Flórez, picando recio a su caballo; y Doramas, del golpe que le dio le rompió la cabeza. Al instante Pedro López, soldado de infantería, le acometió con su espada, y Doramas se la quitó de las manos con un revés que le dio en ella. Entonces Pedro de Vera y dos caballeros más le acometieron a un tiempo. El uno, Diego de Hoces, le hirió en la espalda y Doramas le rompió una pierna, diciéndole: ¡ no te irás alabando!.
Pero en aquel momento Pedro de Vera le clavó la lanza en el pecho y otro le desgarró un brazo con un tiro de arcabuz.
Doramas, rugiendo desesperado, exclamó dirigiéndose a Vera
¡ No eres tú quien me ha matado, sino el traidor que me hirió por la espalda ¡ . Y
atontado cayó desangrándose, con
ansias de muerte.
Una turba de canarios arremetió violenta, queriendo defender a su jefe, pero al verle caído y moribundo, todos se desbandaron, menos algunos que se entregaron prisioneros, para no abandonarle en su desgracia. Pedro de Vera quiso llevarlo vivo al campamento para que honrase su triunfo y para que el obispo don Juan de Frías le instruyera y bautizase. Pero cuando comenzaron a bajar lo que en aquel tiempo se llamaba Cuesta de Arehucas ( hoy Cuesta de
Eran las diez de la mañana cuando se terminó la pelea que había comenzado a las ocho. Descansaron un poco las tropas, echaron luego a tierra todos los murallones y regresaron al campamento, llegado el mediodía, trayendo clavada en una lanza la cabeza de Doramas, y teniéndola durante muchos días expuesta en la placetilla del Real, junto con su gran maza de combate; la que un español de mucha fuerza apenas podía levantar con las dos manos; y él la manejaba con la izquierda con tal viveza y energía, que ni un solo enemigo pudiera acercarse a él en la hora del combate (2).
Lejanos ya los españoles, recogieron los indígenas el cuerpo de Doramas, le hicieron a su modo unos funerales, vinieron a su entierro todos los ejércitos indígenas y le enterraron en el bosque donde había vivido, existiendo aún su sepultura en 1617, cercada de un muro de piedras y adornada con una cruz. Pero actualmente se ignora donde estaban.
Doramas no era muy alto como Adargoma, pero sí de musculatura sumamente desarrollada; ligerísimo de cuerpo y de fuerzas prodigiosas como se ha dicho; muy ancho de espaldas y muy abiertas las ventanas de la nariz, por lo cual le llamaban con tal nombre, en el idioma aborigen.
(2) Alonso Jáimez de Sotomayor. Manuscrito antes aludido, cap. 16
(3) Viera y Clavijo Noticia de
(Son extractos del libro "Historia de
Arucas", del cronista Pedro M. Quintana , en los
que se describe cómo era el lugar y los antiguos canarios cuando Pedro de Vera
se enfrentó a Doramas en Tenoya.)
1480 agosto 21.
Pedro de Madrid
(mercader, vecino de Sevilla
en la collación de San Nicolás)
otorga a Juan de Herrera (vecino
de Sevilla, porque está preso
en la cárcel del Concejo de Sevilla Gonzalo de
Canaria, vecino de la Ciudad de Medina Sidonia, por deber 22.000 pesos)
que fía a Gonzaio de Canaria para que salga de la Cárcel y que volverá a
ella; y
caso de no volver,
pagará él los
pesos 'que debe, y
las costas. (P. A., 1441-1494, fol. 366 V.). (Francisco
Morales Padrón.Canarias en el Archivo de protocolos de Sevilla, en: mdc)
1480 agosto 26.
Obligación de <Pedro de Madrid
(mercader, vecino de Sevilla en la co!!ación de San Nicolás) a Juan de Herrera, vecino
de Sevilla, de volver en
quatro meses a la cárcei
a Gonzalo de Canaria, vecino de la Ciudad de Medina Sidonia,
salido de ella por fianza de Pedro de Madrid. (P. A., 1441-1494, fol. 372).
(Francisco Morales Padrón.Canarias en el Archivo de protocolos de
Sevilla, en: mdc)
1480 Diciembre 12. La
Corona de Castilla envía otra armada para reforzar las tropas
de invasión en la isla Tamaránt (Gran Canaria) se partió el capitán Miguel de Moxica con los
doscientos vizcaínos, los más ballesteros, despacharon los Reyes Católicos con
toda diligencia al asistente de Sevilla Diego de Merlo, que de la gente que
tenía Hernán Darias Saavedra, mariscal y provincial de la Santa Hermandad de
la Andalucía ,
proveyese luego dos compañías de jinetes y una de ballesteros, de las cuales
vinieron por capitanes Esteban de Junqueras, hidalgo valiente, con ciento y
cincuenta ballesteros, y el capitán Pedro de Santiesteban con treinta jinetes,
y el capitán Cristóbal de Medina, con veinte y cinco jinetes. Los cuales se
embarcaron en San Lúcar de Barrameda, en cinco navíos.
Corrieron tormenta, y los cuatro
navíos llegaron en salvo al puerto de Las Isletas, y fueron muy bien recibidos,
con mucho contento. El otro navío, en que venía Esteban de Junqueras con parte
de la infantería, arribó a la isla de Lanzarote y en la barra del Arrecife, por
falta del piloto, se perdió. Diego de Herrera los recogió y proveyó de lo
necesario y los encaminó a Canaria en dos navíos que allí estaban.
El gobernador Pedro de Vera,
viéndose poderoso con los socorros que le habían llegado, determinó salir en
busca de los canarios que andaban alzados en las sierras. Los cuales como
supieron había venido el Guanarteme don Fernando de Gáldar, lo vinieron a ver y
visitar. El cual contó grandes cosas y las mercedes que había recibido de Sus
Altezas, y las que a todos haría, si se redujesen. Y, para mejor tratarlo y
efectuarlo con todos los canarios, se fue a Gáldar y a la sierra, donde todos
los demás estaban alzados, recogidos y hechos fuertes. Púsoles delante el
peligro y riesgo que todos corrían, no queriendo rendirse y obedecer, por el
gran poder que los Reyes Católicos tenían.
Algunos se movieron con aquestas
palabras y se vinieron con él; pero los más no quisieron, por haber elegido un
valiente canario por capitán, llamado Tajarte; y con él estaba un hijo del
Guanarteme de Telde, que pretendía heredar la isla. Éstos reprehendieron al
Guanarteme de Gáldar don Fernando, poniéndole delante el mal tratamiento que
Pedro de Vera había usado y tenido con los canarios, sus hermanos, que se
habían tornado cristianos, que no sabían qué se hubiese hecho; que lo mismo
harían de ellos, pues no les guardaban la palabra. Rogáronle y persuadíanle se
fuese con ellos, que todos morirían y lo harían señor de la isla, que no
tratase de darse y pusiéronse en los montes y sierras, y lugares dificultosos y
ásperos de subir, cerrando los pasos; y en un lugar fortísimo llamado Ventagay
(de donde tomó el nombre el valiente canario Ventagay ) se puso una cuadrilla
de canarios bien armados, donde tenían copia de mantenimientos.
Volvióse al real el Guanarteme
don Fernando, con Juan Mayor, que había ido con él, y dió razón a Pedro de Vera
de lo que había pasado con los canarios y su obstinación, y la fortificación
que tenían hecha en los pasos, y el riesgo que la gente tenía, si no iban con
recato y consejo. Pedro de Vera, oída la razón de don Fernando, viendo la
pertinacia y dureza que los canarios tenían, hizo apercebir la gente. (Abreu
Galindo; 1977:226)
1480 Diciembre 20. Medina del Campo (f.61). Incitativa a las
justicias ordinarias y de la hermandad de Vitoria, Orduña, Salvatierra,
Treviño, Miranda, La Puebla ,
Santavilla, Peñacerrada, La
Ribera , valle de Quartango y valle de Ayala, y a García de
Alvarado, alcaide de la fortaleza de Alegría, para que obliguen apagar a Diego
de Soria y Francisco de Pinelo, depositarios de los maravedís de la bula de la Santa Indulgencia
de Canaria, a los que tomaron o se empadronaron para tomar la bula y no las han
pagado, y en caso de fallecimiento de éstos a sus herederos. Se concede a
García Alvarado el nombramiento de juez y mero ejecutor, y poder cumplido para
actuar contra las personas y bienes de los que se nieguen apagar sus deudas. La Reina. A vila. Rodericus.
(E. Aznar; 1981)
1480 Diciembre 22. Medina del Campo (f.86). Incitativa a petición
de Fernando de Cabrera, receptor general que fue de la isla de Gran Canaria,
ordenando a Diego de Merlo, miembro del Consejo Real y asistente de Sevilla, y
a las justicias de dicha ciudad que no hagan ejecución en sus bienes, ni en los
de su fiador de la Has ,
puesto que no recibió los quintos necesarios para pagar las deudas contraídas
en su cargo y porque éstas serán pagadas por el nuevo receptor Miguel de
Muxica. Acompaña la relación de soldados y trabajadores a quienes se debe
dinero, éstos son: Lucas, Pedro de Madrid, Lope y dos hombres que les servían
por herreros, los carpinteros y aserradores Andrés Jiménez y dos hijos, que
adobaban galletas, Pedro de Cazalla, Rodrigo, Juan García y un compañero, los
albañiles y tapiadores Cristobal de Céspedes, Alonso García, Antón García de
Oñoro y Juan Sánchez de Morón, el calafate Diego Calafate, el tonelero
Bartolomé Sánchez, quien hizo prender en Sevilla Fernando de Cabrera, los
zapateros Juan Vizcaíno, Sarave, Lebrón y otros dos, el hacedor de molinos
Diego carpintero de lo prieto, un maestro que adobaba sillas de caballo, dos
hombres que tenían a su cargo un molino, y los peones Pedro de Madrid, Fernando
de La Algaba ,
Salazar, Juan de Castro, Juan de Burgos y Juan de Frías, más otros cuyos
nombres no se recuerdan. Se une también la lista de las personas que
adelantaron dinero, que son las siguientes: el mercader granadino Bernal
Sánchez que prestó 30.000 maravedis más o menos, los escribanos de la isla
Alonso de Salamanca y Pedro de la
Fuente , que dieron 50.000 más o menos, Juan Rodríguez que dió
1.000 más o menos, Diego Fernández que entregó 8.000 más o menos, el vecino de
Jerez Diego Gil de Tocina que adelantó 25.000 más o menos, el escudero Juan de
León que prestó 5.000 de un caballo, la Iglesia de Santa Ana que dió 800 y el vecino de
Fuerteventura Alonso Viejo que adelantó 3.000 aproximadamente, y Pedro de
Argüello, Juan Sánchez de Morón, el sastre Juan Jorge, el genovés Marcellín, el
vecino de Sevilla Pedraza, Diego de Cabrera criado de .Micer Agostín y Pedro de
La Algaba
vecino de Lepe, cuyas cantidades no son recordadas, y Diego Simón a quien se le
deben 35.000 por una carabela. La Reina. Santander. Acordada: Rodericus, Nunios. (E.
Aznar; 1981)
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