"Echábanse a nado hombres y mujeres y muchachos...Si
iban mujeres con sus hijos, tanta parte daban al hijo como a la madre. Y si
estaba la mujer preñada, le daban su parte a la criatura que estaba en el
vientre” (Abreu Galindo),
Un pueblo que tanto momifica a los hombres como a las mujeres, que rinde pleitesía a una Diosa madre y prohíbe a los hombres acercarse a las mujeres en solitario, bajo pena de muerte, en el cual las mismas participan en sus faenas agrícolas y en sus fiestas de manera destacada, no podemos decir que las tuviera postergadas y oprimidas lo que verdaderamente demuestran es que la mujer en la sociedad guanche tinerfeña no vivía recluida en el hogar.
La documentación europea del siglo XVI nos transmite el nombre dado a la mujer en Tenerife, aunque podemos presumir que en el resto de las islas el enunciado sería similar, pues incluso se usa todavía hoy en los dialectos continentales. Ese vocablo era chamato, pronunciado con la típica palatalización tinerfeña de la t ch). En realidad, se trata de un compuesto cuya dicción correcta resulta bastante más difícil para un isleño actual. En todo caso, quizá sea más revelador su significado. La etimología de este concepto de mujer tiene que ver con el ‘origen’, con la ‘matriz’ que genera el ‘lazo consanguíneo’ en el que se funda un parentesco y que, además, ella ‘amamanta’. Por tanto, como sucede en el conjunto de la cultura amazighe (o bereber), se concibe a la mujer como el ser que ampara la vida y proporciona una determinada filiación social a las personas que integran una comunidad. (Francisco Pérez Saavedra).
En Canarias, desde los tiempos más remotos, la población femenina tuvo un enorme protagonismo. “Con unos cuernos de cabra o unas como palas de tea...cavaban...o escarbaban la tierra y sembraban su cebada. Esto hacía el varón, porque todo lo demás, hasta encerrarlo en los graneros o cuevas, era oficio de las mujeres” (Espinosa, p. 39).
Las mujeres siempre han sido, son y serán las responsables de la administración, y deben recuperar el protagonismo, merecidamente ganado, que siempre tuvieron en nuestra historia.
Un pueblo que tanto momifica a los hombres como a las mujeres, que rinde pleitesía a una Diosa madre y prohíbe a los hombres acercarse a las mujeres en solitario, bajo pena de muerte, en el cual las mismas participan en sus faenas agrícolas y en sus fiestas de manera destacada, no podemos decir que las tuviera postergadas y oprimidas lo que verdaderamente demuestran es que la mujer en la sociedad guanche tinerfeña no vivía recluida en el hogar.
La documentación europea del siglo XVI nos transmite el nombre dado a la mujer en Tenerife, aunque podemos presumir que en el resto de las islas el enunciado sería similar, pues incluso se usa todavía hoy en los dialectos continentales. Ese vocablo era chamato, pronunciado con la típica palatalización tinerfeña de la t ch). En realidad, se trata de un compuesto cuya dicción correcta resulta bastante más difícil para un isleño actual. En todo caso, quizá sea más revelador su significado. La etimología de este concepto de mujer tiene que ver con el ‘origen’, con la ‘matriz’ que genera el ‘lazo consanguíneo’ en el que se funda un parentesco y que, además, ella ‘amamanta’. Por tanto, como sucede en el conjunto de la cultura amazighe (o bereber), se concibe a la mujer como el ser que ampara la vida y proporciona una determinada filiación social a las personas que integran una comunidad. (Francisco Pérez Saavedra).
En Canarias, desde los tiempos más remotos, la población femenina tuvo un enorme protagonismo. “Con unos cuernos de cabra o unas como palas de tea...cavaban...o escarbaban la tierra y sembraban su cebada. Esto hacía el varón, porque todo lo demás, hasta encerrarlo en los graneros o cuevas, era oficio de las mujeres” (Espinosa, p. 39).
Las mujeres siempre han sido, son y serán las responsables de la administración, y deben recuperar el protagonismo, merecidamente ganado, que siempre tuvieron en nuestra historia.
Maria Gómez Díaz. Noviembre de
2014.
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