CAPITULO II
INVASIÓN DE TAMARANT (GRAN CANARIA)
Con fecha 13
de mayo de 1478 en Sevilla (f.106). Confirmación, a petición del secretario y
cronista real Alonso de Palencia, de la capitulación asentada por éste, en
nombre de Su Alteza, con don Juan de Frías, obispo de Rubicón, y con los
capitanes don Juan Bermúdez, deán de las islas de Canaria, y Juan Rejón, criado
de la reina, sobre la armada para la conquista de Gran Canaria y otras islas
pobladas de infieles. En dicha capitulación, que va inserta -Sevilla 20 de
abril 1478-, se concede al obispo la orchilla de las islas mientras dure la
conquista con el fin de compensarle los gastos que aquella le ocasionara, y los reyes se obligan a aportar 20 lanzas de
la Hermandad. La
Reina. Avila. Reg; Diego Sánchez. (E.Aznar Vallejo. 1981)
El 21 de junio de 1478, Comenzó la denominada Guerra de Canaria
declarada unilateralmente por el reino de Castilla, para invadir y
conquistar la isla de Tamaránt (Gran Canaria), por iniciativa de
los nefastos Reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
Desembarcan en La Isleta, Tamaránt (Gran
Canaria) la escuadra invasora castellana-aragonesa transportando una expedición
de mercenarios compuesta por “600 peones y gentes de a caballo” con ellos Juan
Bermúdez, deán de Rubicón quien llevaba espada al cinto, como segundo del
obispo Juan de Frías y capitán responsable de la invasión y conquista, y Juan
Rejón, criado de la reina Isabel, como capitán representante de la corona en
las tropas, mercenarias todos ellos bajo la alta dirección del obispo de la
secta católica Juan de Frías, quien era además
uno de los financiadores de la invasión y conquista.
El obispo Juan de Frías lleva en
otra armada a un grupo de guanches de la Gomera que
habían sido esclavizados por Hernan Peraza, el primero de este nombre, señor de
La Gomera y
del Hierro, había hecho objeto de una brutal traición a cien gomeros. Utilizando dos carabelas, de Palos y de
Moguer que hacían comercio con la isla, dijo a sus vasallos que los necesitaba
en los bracos, y cuando los cien
incautos habían entrado en ellos, los
llevó a España y allí los vendió como esclavos. (D. Wolfel, 1980, Documento
1:5)
Don Juan de Fría posiblemente
afectado por la importante reducción que suponía para sus arcas y las de la
iglesia católica la pérdida de cien siervos y además, por una cuestión de
competencias decidió quejarse ante la corte castellana.
Tal como recoge el investigador
austriaco Dominik J. Wolfel: “Don Juan de Frías fue a la corte y se quejó ante
los reyes católicos quienes guardaron la justicia, encargaron a dos doctores de
su Consejo, hacer la pesquisa.
En la sentencia ejecutoria de 6
de febrero de 1478 los vendidos fueron declarados libres y don Juan de Frías
recibió esta sentencia como fiel ejecutor de la justicia. “Dos doctores fueron
encargados de buscar a los vendidos por todos los reinos y ponerlos en
libertad” para devolverlos a su tierra (Curiosamente, uno de estos doctores
había sido el encargado de comercializarlos), pero el obispo estimó más
práctico emplearlos en la conquista de Tamaránt. Pero la acción de conquista
tuvo escasos resultados debido a las diferencias entre los capitanes invasores
y a la escasez de recursos (Morales Padrón). En este intento, tanto el obispo
Frías como el deán Bermúdez cortaron más cabezas de guanches canarii que las
tropas de Rejón.
El cronista Palencia, que no
recata su desprecio hacia los frailes a los que los militares consideraban como
“mensajeros de todo lo peor” y los marineros como tipos de mal agüero, describe
al obispo Frías como “hombre imbécil y nada religioso, vanidoso y de vida irregular”. -Este controvertido obispo de la iglesia católica y mercenario
testó en Sevilla el 20 de octubre de
1485, porque una grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya
población se había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis.
Consta por dicho documento
público la valiosa donación que hizo a favor de su deán (Bermúdez) y Cabildo
respecto a todas las casas, huertas, muebles, alhajas y esclavos que poseía en Winiwuada (Las Palmas) y en las islas de
Fuerteventura y Lanzarote. En el expresado documento decía: “Que por cuanto él tenía grandes cargos del
deán e Cabildo de su Iglesia e en remuneración e satisfacción de aquellos e por
descargo de su conciencia e porque toviesen cargo de rogar a Dios por su ánima
e fazer memorias por él en cada un año, que les daba e dio en donación fecha
entre vivos e non revocable, agora e para siempre jamás, unas casas que dijo
que tenía en la isla de Lanzarote e otras casas que dijo que tenía en la isla
de Fuerteventura en el Antigua e donó las casas de su morada que él tenía en la
isla de Gran Canaria, todas juntas, como estaban e la huerta que él tiene e
mandó comprar e por cuanto tenía siervos
esclavos que él los daba e dio a la fábrica de la dicha iglesia Catedral de
Canaria...”.-.
El 24
de agosto de 1479. Una importante
expedición militar invasora a la captura de esclavos, acaudillada por el obispo
Juan de Frías y el capitán de la mar Pedro Hernández Cabrón, sufrió una seria
derrota en los alrededores de La
Caldera por obra de los valientes e indómitos guanches de
Tirajana. Los castellanos experimentaron cuantiosas pérdidas en muertos
y heridos; al mismo tiempo que revestía circunstancias trágicas la difícil
retirada. Pedro Hernández Cabrón después de haber depredado en Tirahana con sus
tropas de mercenarios inicia la marcha hacía la costa donde estaban fondeados
los navíos.
Un
canario cristiano que había ido con ellos les dijo que no saliesen del lugar
donde estaban, porque todos los canarios estaban allí juntos, y había muchas
cuestas que descender muy agrias, y en ellas corrían gran peligro; que se
estuviesen que dos allí dos días, pues tenían qué comer, y los canarios no
tenían ninguna provisión y se derramarían en buscarla, y les sería más fácil la
bajada. Mas el capitán Pedro Hernández Cabrón, como no había experimentado ni
visto el ánimo y ligereza de los naturales, dijo que él no tenía temor a gente
desnuda, y que tenía los navíos sin gente, que habían de ir adormir en ellos.
(Fr. J. De Abreu Galindo)
Era
este Pedro Cabron o Hernandez Cabron un conocido pirata gaditano, que surcó los
mares a fines de la baja Edad Media. Un pirata cuyo valor y maestría como capitán
le llevaría a la Marina
Real, a defender Napoles del ataque de los turcos o a marchar
a las Canarias en busca de tierras que conquistar. Como también actuó por las
costas africanas en contra de los enemigos de la cristiandad. Pedro Fernández
aparece nombrado por primera vez en 1478, cuando los Reyes le conceden el
perdón por los actos de piratería cometidos en la costa aragonesa, así como por
su intervención en los conflictos entre los dos principales poderes de la zona:
los Ponce de León y los Guzmán. Nos dice Antón Solé que es “genoves de raza y,
a lo que parece, portuense de origen inmediato”.
Su pericia como corsario llamó
pronto la atención de los monarcas y, en 1479, lo encontramos como capitán de
la armada que, bajo el mando del obispo Fray Juan de Frías, parte hacia Las
Palmas, en Canarias. Cambiaso y Verde nos da más información sobre la
expedición y nos confirma sobre Pedro Caper –como aparece citado en Alonso de
Palencia. (Javi Fornell, 2008)
Como réplica a la actitud de
resistencia de los canarios, Juan Rejón, a finales del verano de 1478, quemó
las sementeras (cereales e higuerales),
comenzando ya el proceso de deforestación insular. En 1479 el poblado Arehukas
fue arrasado por las huestes invasoras castellanas, de este momento, sobresale la
denominada “Batalla de Arucas”.
Las continuas pugnas y
desacuerdos entre los mercenarios invasores castellanos: las desavenencias
motivadas por el reparto de las rapiñas entre el mercenario Juan Rejón, y el clérigo católico deán Bermúdez, Pedro de
Algaba y el obispo Frías contribuyeron a constantes discrepancias tácticas y
luchas por el poder, careciéndose de acciones globales y efectivas conforme aun
plan bélico coherente, acentuado por la falta de alimentos y refuerzos.
Toledo el 24 de febrero de 1480.
Se concede que durante l0 años ni el Almirante ni sus lugartenientes lleven
derecho alguno sobre las pesquerías y presas
hechas en Gran Canaria, renunciando los reyes a los quintos sobre
cueros, sebo, esclavos y armazón y
sobre las presas hechas en las islas de infieles, salvo en la Mina de Oro, y
comprometiéndose a impedir que Diego de Herrera haga presas en Gran Canaria y
que concierte paces en Tenerife y La
Palma. [Falta el final] (E.Aznar; 1981)
El judío converso Pedro de Vera,
es nombrado el 4 de febrero de 1480
nuevo capitán, de la invasión de Tamarant (Canaria) entraba en winiwuada (Las
Palmas) poco después del proceso a Algaba. Hacía su arribo como “segundo
gobernador con su probisión real mandando a el capitán Rejón y a los demás
caballeros ventureros conquistadores, capitanes, oficiales y gente de guerra
que lo resibiesen por gobernador y capitán general”. Vera, pues, se aposentaba
en Las Palmas con el ánimo alertado contra Rejón, según confiesa Palencia, como
Corregidor, Gobernador, Capitán General y Alcalde de la isla de la Gran Canaria. Se
abría la segunda fase de la etapa realenga de la invasión y conquista
(1480-91). En esta misma cédula se ordena a genocida
Pedro de Vera, gobernador impuesto de Tamaránt (Gran Canaria) que “proceda al
repartimiento de todos los exidos (campos de labor) y dehesas y heredamientos
de a dicha ysla entre los caballeros e escuderos e marineros e otras personas
que en dicha isla están”. Este repartimiento empezaría tres años antes de
concluir la conquista de la isla, que finalizó el 29 de abril de 1483.
En el
mes de agosto o septiembre de 1480 el
gran caudillo canarii Doramas y el invasor Pedro de Vera mantienen un
entrevista en el reducto militar castellano.
“El
capitán Pedro de Vera, una vez dispuesto para el parlamento acordado por ambas
partes, ordena que se retiren los vasallos que escoltan a Doramas, al tiempo
que presenta a sus subordinados: capitán Miguel de Mujica, su primo Juan
Siberio, Miguel de Trejo de Carvajal y a su hermosa esposa la infanta canarii
Thenesoya Vidina, casada con el colono
normando de Titeroygatra (Lanzarote)
Maciot Perdomo de Bethencourt.
En la
conversación entablada entre los dos jefes se deduce desde un principio que el
Vera no trata de profundizar el tema de canje de prisioneros, lo que se traduce
más bien en una encerrona cuando el invasor tuvo la osadía sorprendente de
vociferar amenazas e improperios a los canarii, exigiendo sin condiciones la
entrega inmediata de unos sesenta prisioneros españoles en los cantones de
Galdar. Además, el capitán Pedro de Vera, sin intervenir sus subalternos, acusó
a los guerreros de Doramas de salvajes porque quemaban vivos a muchos
prisioneros castellanos.
Ante
las duras alusiones del general en la histórica entrevista, Doramas, sereno y
persuasivo, respondió a Pedro de Vera que en las guerras no se admitían
piedades como ocurría con sus compañeros de raza, que además de ser despojados
de sus tierras y ganados, eran torturados y muertos a tiros por los arcabuceros
castellanos si se resistían, para más tarde ser encadenados en las playas de
Arguineguin, o Winiwuada, esperando ser vendidos como esclavos en los mercados
de Sevilla y Valencia.
El
capitán español, descompuesto y humillado, ante las referencias del caudillo
canarii, quien se negó a aceptar la imposición de la religión católica,
rechazando el bautismo cristiano, hizo intervenir como decíamos anteriormente a
los suyos para comunicarles su funesta decisión de decretar la famosa trampa de
detener y encarcelar a Doramas y acompañantes aprovechando la ventajosa
situación.
Ante
el delicado momento e injusta decisión de Pedro de Vera, el capitán Miguel de
Mujica y Thenesoya Vidina se negaron a secundar semejante patraña, convenciendo
al capitán invasor de no realizar una traición de tanta bajeza. Y sobra decir
por lo tanto que toda la comisión isleña se marchó como mismo había venido.”
(Julio Vera Trujillo.)
En 1480, Pedro
de Vera, continuó las cabalgadas (captura de esclavos) en Chinech (Tenerife) y
Benahuare (Palma).
A punto de salir hacia Chinech (Tenerife), no queriendo
dejar a su espalda 600 hombres “de
pelea”, Pedro de Vera aplicó el arma del político español, que es el engañó.
Asegurando a cuantos le siguiesen, que “ganarían para vestirse”, consiguió
embarcarlos por su pie, encerrados “debajo de la tilla”, para que no se
orientasen por el sol o las estrellas, les llevó a Cádiz y Puerto de Santa
María. Puestos en venta, los barcos regresaron, en busca de las mujeres y los
hijos. Subieron a bordo sin chistar, con decirles que las llevaban, donde
estaban sus maridos.
Superada la demanda por la oferta, los invendidos quedaron
abandonados en libertad, por no alimentarlos, permitiendo que se alojasen
extramuros de Sevilla, junto a la puerta de Milhojar. Muertos los más, al no
aclimatarse, otros se desperdigaron por el reino, regresando a Tamaránt (Gran
Canaria) los menos, para formar núcleo de población castellanizada.
Condicionado por la extraña interpretación de la ética, que impera entre
españoles, el cronista celebró la felonía, declarándola virtud, porque se
perpetró por razón de estado, en aras de la “pacificación” de la isla. (L. Al.
Toledo)
Años después, el canario Juan Manuel, recordaba a los
católicos, que los naturales de Tamaránt
(Gran Canaria), nunca fueron “vencidos”, pues dieron vasallaje voluntario,
contra la promesa de que sus personas y bienes, serían respetados, por lo que
“no son ni pueden ser esclavos”. Confirma el supuesto Juana Canaria. Sometida
la isla a “nuestro servicio”, quedó en libertad “con los otros canarios, que nos
mandamos que fuesen libres”, por haberse dejado bautizar, sin resistencia.
Preparándose “para yr a la Ysla
de Tenerife”, cuando Vera invitó a los varones a seguirle, prometiendo que
saldrían aprovechados. Barruntando que terminarían en el mercado de esclavos,
rechazaron la oferta. El gobernador quiso capturarlos, pero “se absentaron”,
echándose al monte. Huido el marido de Juana Canaria, fue acusada de recibirle
de noche, prestándole ayuda. Condenada a cautiverio, en Andalucía la compró un
jerezano, destinándola a esclava doméstica. (L. Al. Toledo)
También
en 1480, entre otras cosas que el gobernador Pedro de Vera hizo, luego que
envió preso a Juan Rejón, fue mandar aprestar dos navíos, diciendo quería ir
hacer guerra a Tenerife, a los guanches, y hacer una entrada; y mandó a
percibir doscientos canarios de los que andaban en el real, haciéndoles grandes
promesas y ruegos, con intento de desembarazarse de ellos, enviándolos a
Castilla, por la poca confianza que de ellos tenía y por entender que,
teniéndolos consigo, no se podía hacer ningún ardid contra los canarios, que
ellos no fuesen avisados de éstos.
Y
así, tenía tratado con los maestros de los navíos que, como se viesen fuera del
puerto, navegasen la vuelta de Castilla. Embarcáronse los doscientos canarios,
y con ellos el valiente Adargoma. Iba por capitán de esta empresa Guillén
Castellanos, que había venido a esta conquista de Canaria por orden de Diego de
Herrera, “hidalgo de mucha confianza.”
Como los canarios se vieron en el
golfo, y no divisasen en el viaje al pico de Teide, y que antes iban en
continuo alejándose dél, quisieron alzarse los canarios y matar a Guillén
Castellanos y a los maestros de los navíos, y quisieron desfondar los navíos,
para que todos se fuesen al fondo, con rabiosa determinación. Guillén
Castellanos y los maestros, viéndose en este trance, arribaron a Lanzarote, y
allí echaron a los canarios en tierra. Fueron apaciblemente recibidos por Diego
de Herrera, y los naturales de Lanzarote los aposentaron; y allí quedaron por
vecinos, hasta que después pasaron en socorro del Cabo de Aguel, donde casi
todos perecieron. Súpose este suceso en el real de Pedro de Vera, y los
canarios que allí se hallaron, escandalizados de este caso, se alzaron y
metieron la tierra adentro, con los demás, y comenzaron a hacer nueva guerra,
con mayor coraje y fervor. (Abreu Galindo, 1977)
El 10 de diciembre de 1480 se
ordena en la metrópoli las reclutas de ladrones y asesinos para la conquista
de Gran Canaria. “Medina del Campo
(f.50). Poder a Juan de Torres, corregidor de las villas, valles y merindades
de Trasmiera, Peña Melera, Valdebeseros, Peña Samago, Peña Rubia y Val de los
Herreros, para que en nombre de Sus Altezas pueda prometer palabra y seguridad
de perdón a los delincuentes de su jurisdicción y del marquesado de Santillana
y tierra del conde de Castañeda, salvo a los reos de traición, delito de falsa
moneda, falsedad hecha en nombre de los reyes y saca de monedas de oro o plata,
que fueren a servir a su costa en la conquista de Gran Canaria por espacio de
seis meses, contados desde el día en que se presentaren a Pedro de Vera,
capitán y gobernador de dicha isla, y de Miguel de Moxica, receptor de la
misma. Se ordena a las justicias que no actúen contra las personas o bienes de
quienes muestren la concordia hecha con Juan de Torres y fe de Pedro de Vera y
Miguel de Moxica de haberla cumplido, pudiéndole exigir únicamente la
restitución de los bienes que hubiesen tomado; y se ordena al chanciller y a
los notarios que les libren las cartas y sobrecartas de perdón que necesitasen,
con obligación de ser perdonadas por las justicias. La Reina. Rodericus.” (E. Aznar; 1981)
No hay comentarios:
Publicar un comentario