EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1891-1900
CAPÍTULO XLX-V
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1898.
Es nombrado por la metrópoli Capitán General-Virrey
de la colonia de Canarias, Valeriano Weyler y Nicolau, nacido
en Mallorca, conocido en la historia con el sobre nombre de “El Carnicero”.
Militar Español y Gobernador colonial de Cuba (1838-1930). Marqués de Tenerife
y duque de Rubí. Capitán de estado mayor (1861). Estuvo en Cuba en 1863 y en la
campaña de Santo Domingo ganó la laureada de San Fernando (1863). De nuevo
marchó a Cuba al mando de un escuadrón de voluntarios (1868). Regresó a España
al proclamarse la primera república y luchando contra los carlistas, venció a
Santés (dic.1863). En un principio se mostró reacio a la Restauración, pero
impelido por su desmedida ambición acepto la restauración a cambio de su
ascenso a teniente general y fue capitán general-virrey de la colonia
de Canarias (1878-1883) y de Filipinas (1888-1893); aquí apoyó a las
órdenes religiosas de la secta católica e intentó una política de total
asimilación. Marchó a Barcelona para reprimir el alzamiento de los catalanes en
diciembre de 1893).
Algunas de las tácticas empleadas por Weyler para
tratar de reducir a los alzados cubanos en lucha por su independencia fueron:
Restringir el acceso a los alimentos y estrangular económicamente a una
comunidad son métodos macabros que tienen numerosos antecedentes en la
historia, por cierto, mucho antes que la tragedia nazi.
Uno de esos capítulos negros en la memoria cubana
lo constituyó la reconcentración del campesinado aplicada por el general
español Valeriano Weyler, quien el 10 de febrero de 1896 se hizo cargo del
gobierno de Cuba y de la jefatura del ejército español en el archipiélago.
Antonio Cánovas del Castillo, presidente del
Consejo de Ministros, dictador de España y restaurador de la monarquía en aquel
país, propuso llevar a cabo con Weyler una guerra de exterminación masiva
contra la población cubana.
Ninguno de esos dos personajes fue el cerebro
pensante de esa idea. Después de su derrota en Peralejo, el general Martínez
Campos había escrito a Cánovas sugiriéndole que Weyler era el único capaz de
llevar una guerra de exterminio contra los cubanos.
Ello exigía, según Martínez Campos, reconcentrar
las familias del campo en las poblaciones, aún cuando provocara que “la miseria
y el hambre fueran horribles”, según sus propias palabras.
Este exterminio hallaba en Weyler el personaje
perfecto, pues había sobresalido en la Guerra de los Diez Años por sus crímenes contra
la población campesina.
Él convirtió toda la isla en un enorme campo de
concentración. Una de las medidas aplicadas por Valeriano fue que se excluyeran
de las raciones para la manutención a las mujeres e hijos de los insurrectos
que no se presentaran como tal.
Dispuso igualmente la requisa de todos los
caballos y el traslado de todo el maíz que hubiera en las provincias de La Habana, Matanzas y Pinar
del Río, con el objetivo de ahogar al movimiento revolucionario, lo cual fue imposible.
Al ver que aquello no daba resultado Weyler dictó
el tristemente célebre bando de reconcentración el 21 de octubre de 1896,
aplicado en principio en la provincia de Pinar del Río, después se extendió a
todo el país. En él se ordenaba: La reconcentración de todos los habitantes del
campo en las poblaciones ocupadas por las tropas españolas; prohibición de la
extracción de víveres de los poblados y su conducción por mar o tierra.
Miles de familias campesinas murieron en las
comunidades. El alcalde de Güines pidió a Weyler víveres y medicinas para
evitar que continuara la muerte en masa, y él respondió: “Dice usted que los
reconcentrados mueren de hambre, pues precisamente para eso hice la
reconcentración”.
Las muertes llegaron a más de 400. 000. La tuberculosis,
la viruela, mordieron las carnes de las víctimas del sanguinario español, según
los testimonios de aquella época.
Cuerpos famélicos y enfermos pululaban por las
calles. El escritor español Isidoro Escorzo, testigo presencial de aquellos
espeluznantes hechos, dejó constancia de las escenas que se sucedían en La Habana: “Las madres se
rebelaban contra el despotismo del hambre que se cebaba inclementemente en sus
hijos. Y los llevaban colgados del pecho, seco, y sin jugo para que se hiciesen
la ilusión que se lactaban. “Era frecuente ver niños con la carita convertida
en una llaga purulenta y los brazos y las piernas completamente deformados”.
A pesar de aquella pesadilla, la incorporación a
las filas de los insurrectos que luchaban por la independencia no se detuvo.
Finalmente, a pesar de las masacres perpetradas por el general Weyler contra el
pueblo cubano, perdió la guerra y España vendió la colonia a Estados Unidos de
América.
En la colonia de Canarias, los colonos, empleados
españoles y los criollos dependentistas, fieles guardianes de los intereses de
la metrópoli, es habitual en ellos el resaltar las figuras de quienes han sido
masacradores de pueblos y culturas, enmascaran y ocultan la realidad humana de
estos nefastos personajes ensalzando sus figuras y rindiendo inmerecidos
honores a las figuras de reconocidos criminales de guerra, así las autoridades
coloniales deciden honrar la figura de Weyler dando su nombre a una céntrica
plaza en Añazu (Santa Cruz) hecho humillante para el pueblo canarios y que ha
motivado la repulsa de un importante
grupo de 50 intelectuales y artistas cubanos en el exilio los cuales
enviaron una carta al Cabildo Insular de Añazu n Chinet (Santa Cruz de
Tenerife,) en la que pidían se retire el nombre del general Valeriano Weyler, a
una importante plaza de esa ciudad situada en la isla mayor del archipiélago
español de Canarias.
Los firmantes, residentes en Francia, Estados Unidos,
España, Alemania y Puerto Rico, solicitan "en nombre de la historia de
ambos pueblos —el cubano y el tenerifeño—, en nombre de la dignidad y del
decoro, y de la restitución de la memoria histórica, que sea retirado el
ignominioso nombre del general de la plaza", y argumentan que fue Weyler
el responsable de uno de los "episodios más dramáticos de la historia del
continente americano", ocurrido en Cuba.
Durante su período de gobierno (1896-1897) en la entonces
colonia española, el general Weyler creó los llamados campos de
reconcentración, en los cuales se obligaba a permanecer a familias enteras de
campesinos cubanos "con el propósito de impedirles que ayudasen, de una
forma u otra, a los insurrectos" que luchaban por la independencia.
Los historiadores estiman que en estos campos murieron unos
220.000 cubanos, y que este fue "uno de los genocidios de civiles más
vergonzoso y cuantitativamente más importante que hasta el momento hubiera
sufrido pueblo alguno en el continente", teniendo en cuenta que la
población de la Isla,
según un censo realizado en 1877, era de apenas 1.631.700 habitantes.
Los autores de la carta, enviada por la Asociación del
Centenario de la
República Cubana, con sede en París, afirman que de los
campos de reconcentración de Weyler no sólo fueron víctimas los habitantes de la Isla; debido fundamentalmente
a la política inhumana llevada a cabo por el general, "en los hospitales
cubanos agonizaban 32.000 soldados españoles, dato que ofreció en 1897 el
inspector de sanidad del ejército español Fernández Losada".
Weyler regresó a España, por exigencia del entonces recién
electo presidente de Estados Unidos, William McKinley, quien quedó horrorizado
por las imágenes de los campos de concentración cubanos publicadas por diarios
europeos y norteamericanos.
El grupo de intelectuales y artistas cubanos recuerda que,
lejos de recibir castigo por sus acciones, el general Weyler ocupó sucesivos
cargos de ministro en los gobiernos españoles.
Entre quienes suscriben la carta al Cabildo Insular de
Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) figuraban Martha Frayde, presidenta del
Comité Cubano Pro Derechos Humanos en España; los escritores Nivaria Tejera,
Eduardo Manet y Matías Montes-Huidobro; los poetas Manuel Díaz Martínez y
Néstor Díaz de Villegas; los ensayistas Iván de la Nuez, Enrique del Risco, Juan
Benemelis y Madeline Cámara; el pintor Ramón Alejandro y el musicólogo
Cristóbal Díaz-Ayala.
Los exiliados cubanos se referían, además, a los estrechos
vínculos históricos y afectivos que unen desde hace varios siglos a cubanos y
canarios. Recíprocamente, muchos cubanos han encontrado su segunda Cuba en
Tenerife, como en el pasado un segundo Tenerife existió para los tenerifeños,
emigrantes y exiliados, en la gran isla del Caribe.
Los 50 firmantes pedían que sea subsanado el olvido (o la
afrenta) de dar el nombre de Valeriano Weyler a una importante plaza Añazu n
Chinech (de Santa Cruz de Tenerife) y se escoja para la misma un nombre
merecedor de nuestra historia común para perpetuar de este modo el respeto, el
agradecimiento y el cariño que ambos pueblos se prodigan.
1898.
Los Molino de viento en
Tenerife son de planta circular, de
forma troncocónica, rematado por una cubierta de madera sensiblemente piramidal
en la que una de sus partes queda abierta para dar salida al eje de las aspas.
En el Barrio de Cuevas Blancas,
declarado Bien de Interés Cultural, se encuentra el Molino mejor conservado y
que ha sido estudiado con mayor detenimiento. Con una altura de nueve metros y
un diámetro interior de construcción en la base de 4 metros, su ancho alcanza
1,2 mts. Y sus aspas a pesar de haber sido recortadas en la última reforma,
alcanzan los 6 metros.
La subida a la primera planta ,
donde ya se recibe el grano molido, a través de la boca del Cambal, se realiza
por una escalera de piedra molinera de doble acceso, perfectamente tallada, que
se adapta a la forma circular de la construcción y cuyo ancho oscila entre 0.80
y un metro.
Era éste el lugar donde esperaba
el cliente a que terminara la molienda, para lo cual
Existe un banco de madera. En el
interior hay una escalera de acceso a la segunda planta, donde está instalada
la maquinaria, sencilla y totalmente realizada en madera. El funcionamiento del
molino básicamente por la fuerza del viento sobre las aspas, que hacen girar
una rueda dentada que a su vez mueve un molinete ó carrete del que sale un eje
metálico Que está sujeto a la piedra superior.
Los orígenes del Molino de Cuevas
Blancas, se remontan al siglo XIX, cuando se levantó uno en la calle de los
Molinos en Santa Cruz, propiedad de Domingo Salas, uno de cuyos hijos Nicolás,
levantó otro en Barranco Grande el año 1898, junto al Barranquillo de Frías.
Otro de los hijos Ángel, construyó éste molino en al lugar conocido como Cuevas
Blancas el año 1910, en terrenos adquiridos en 1899. Lo heredó su hijo Arturo
que nació el año 1888 y murió en 1961.
Este molino dejé de funcionar el
año 1925 a
la muerte de Ángel Salas y posteriormente puesto de nuevo en funcionamiento
hacia los años 40. La última reparación data del año 1974 Por sus últimos
propietarios. En la actualidad lamentablemente forma parte integrante del
Entorno de un almacén de construcción.
1898.
La guía de turismo “Brown´s Madeira Canary
Islands and Azores” recoge en una lámina de propaganda de los almacenes
Tenerife Coalling CO, una imagen de las naves y de los raíles que se utilizaban
para moverse los carros y vagonetas por el embarcadero.
Al fondo además se ven dos
vagonetas sobre uno de los embarcaderos.
1898. Nació en
Ipalam (San Sebastián) de La Gomera Eliseo
Jerez Veguero. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de La Laguna y los amplió en la Central de Madrid y en la
universidad de Barcelona (estas dos últimas en España). Fue un jurista
apasionado por el derecho penal y por los estudios de reinserción social de los
delincuentes. En calidad de tal participó como alumno y ponente en congresos y
seminarios nacionales e internacionales.
Además de su actividad como
jurista, Jerez Veguero desarrolló tareas periodísticas y literarias, siendo sus
principales referentes Ortega y Gasset y Azorín. Obras relacionadas con este autor: De la vida, Colección Voces de La Gomera. El jurista y abogado Eliseo
Jerez reunió sus ensayos y artículos sobre arte, literatura y criminología.
1898. A Julio Rodríguez, maestro de enólogos
A comienzos del siglo XVI, en el valle de
Aridane, mosén Juan Cabrera, camarero mayor del rey Fernando el Católico,
plantó posiblemente las primeras viñas en la Isla de La Palma, fruto del reparto de tierras de secano y
de regadío en la Caldera
de Taburiente. En 1514, los licenciados Cristóbal Valcárcel y Vasco Bahamonde
recibieron propiedades en las que también plantaron viñas de riego en la
cabecera de la Caldera
de Taburiente.
En las tierras de Fuencaliente se debieron
plantar viñas a mediados del siglo XVI. El primer núcleo de población se
remonta, como mínimo, al año 1522, si consideramos los datos del archivo de la
parroquia de San Antonio.
Uno de los más conocidos cronistas de Canarias de
la época, Abreu Galindo, cita que “hay en esta isla cantidad de vinos
extremados, por ser de sequero, y más seguros para navegar en peruleras que los
demás vinos de las otras islas”.
Sin duda, importante debió ser el cultivo de la
vid y la elaboración de vino en La
Palma del siglo XVI, cuando a comienzos del XVII, en 1611, se
publican las Ordenanzas del Cabildo, mandadas “juntar en un cuerpo” y dirigidas
al buen gobierno de la Isla.
La malvasía es la mejor parra de todo el
Archipiélago y, en el caso de Fuencaliente de La Palma, la de clase más
superior. El cultivo de esta variedad en Canarias ya la cita José Núñez de la Peña en 1676, en su libro
Conquista y antigüedades de las Islas Canarias.
La malvasía de las islas proviene, posiblemente,
de Madeira, donde fue plantada por orden de Enrique el Navegante, quien hacia
1427 mandó llevar la variedad de uva malvasía de la isla de Creta, y a Canarias
debió llegar hacia 1497, de manos del conquistador Fernando de Castro, que era
portugués y marchó a Madeira con permiso del adelantado Alonso Fernández de
Lugo, desde donde regresó al cuartel general de los conquistadores castellanos,
que por entonces estaba en Los Realejos, para beneficiarse del reparto de
tierras y aguas, según declararon Hernando o Fernando Trujillo y otros y se
confirma en la “Reformación del Repartimiento de Tenerife de 1506 por el
licenciado Ortiz de Zárate”.
Sin embargo, es erróneo, como dice Viera y
Clavijo en su Diccionario de Historia Natural, que la malvasía viniese “de una
pequeña isla de Grecia, llamada Malvasía y antiguamente Epidaura, sobre la
costa oriental de la Morea,
distante un tiro de pistola de la tierra firme”.
El naturalista francés Bory de Saint Vincent, en
su libro Ensayo sobre las Islas Canarias y la antigua Atlántida o Compendio
General de la Historia
del Archipiélago Canario, publicado en 1803 -siete años antes que el
Diccionario de Viera y Clavijo-, dice:
“Pero no se puede dudar que la planta que produce
la clase de vino licoroso, conocida con el nombre de ’Malvasía de Canarias’ ha
sido importada por los españoles, y haya venido a través de Madeira, de una
ciudad de Morea”.
Viera y Clavijo la define de la siguiente forma:
“MALVASIA, vitis epidáurica. Vinum Malvaticum.
Nombre de la parra y vino dulce de sus uvas, que se hace en la isla de Tenerife
y La Palma, por
entenderse que esta especie de vid, es originaria de una pequeña isla de
Grecia, llamada Malvasía, y antiguamente Epidaura, sobre la costa oriental de la Morea, distante un tiro de
pistola de la tierra firme. Sin embargo, la tradición más recibida, entre
propios y extraños es de que dicha casta de parra no nos vino en derechura de la Isla de Malvasía, sino de la
de Candía, que en lo antiguo se llamó Creta, por lo que hemos visto le llama a
este vino que da esta parra Vino Creticum y todavía hay en Tenerife, un pago de
viñedos, con el nombre de Candía, que es título de marquesado”.
El marquesado de Candía corresponde al título de
Dos Sicilias, concedido el 17 de noviembre de 1735 a Cristóbal-Joaquín
Franchy y Benítez de Lugo. Convertido en título del Reino de España, el 2 de
marzo de 1818 (Real Despacho del 3 de septiembre de dicho año) a favor de Juan-Máximo
Franchy y Grimaldi. En 1940, Leopoldo Cólogan y Osborne Zulueta y Vázquez se
convirtió en el quinto marqués.
Esta variedad es conocida en la Península con los
nombres de blanca-roja, rojal blanca, suavidad, subirat parent -en Valencia- y
una de arroba, en La Mancha.
La descripción más actual de esta variedad es la
siguiente:
“Tronco vigoroso, sarmientos fuertes, poco
ramificados, sección transversal: circular, estriados; entre nudos de nueve a 10 centímetros. Hoja
de color verde fuerte, pentagonal-orbicular, tamaño medio, seno peciolar en U
abierta. Racimos de tamaño medio y granos de uva también de tamaño medio, de
color ambarino, con pruina, de forma esférica, pulpa jugosa, zumo incoloro,
sabor neutro, que desarrolla como aromas secundarios después de la fermentación
y que aumenta con la crianza en madera. Una pepita por grano”.
Hay otras variedades de malvasía. La ’morada’,
llamada también ’versicolor’ de racimos laxos, uvas color amatista. La malvasía
’rosada’ o ’rosadita’, es también conocida como ’dulcissima’, muy superior
ambas, a la variedad de Lanzarote, en calidad, ya que la de aquella isla
produce más kilos por parra, pero es menos aromática. Y nos queda la variedad
de malvasía de Sitges, que hay quienes piensan que aquella procede de Fuencaliente,
aunque esta opinión no está demostrada.
Thomas Nichols, en su relación incluida en los
“Viajes” de Purchass, decía en 1526 que, junto a los vinos tinerfeños de la Rambla, figuraban los
caldos palmeros de Las Breñas, semejantes a la malvasía, con una cosecha de
12.000 pipas anuales.
En el siglo XVI, el ingeniero italiano Leonardo
Torriani, cuando visitó La Palma,
decía que la Isla
producía excelentes vinos, de los cuales se embarcaban en la rada de la capital
palmera más de 4.000 pipas al año con destino a las Indias.
En esa época, el viajero portugués Gaspar
Frutuoso, en su libro Saudades da Terra, hacía referencia a la gran calidad de
los vinos de La Palma,
que alcanzaron su máximo esplendor durante los siglos XVII y XVIII, con una
masiva exportación a Inglaterra y América.
Un siglo más tarde, Sir Edmond Scory, en sus
Observaciones sobre el Pico de Tenerife, también publicada por Purchass,
distingue los dos géneros insulares del vino: el vidueño y la malvasía. La
malvasía, extraída de un racimo grueso y redondo, “parece poder atravesar los
mares, sin dañarse ni alterarse, rodeando al mundo de un polo al otro”.
Viera y Clavijo consignó las variedades de las
malvasías: negra, rossa, blanca, rouge, que se cultivaban en Candía, viñedos
del Póo, Toscana o Mediodía de Francia. La malvasía de La Palma, la gran malvasía, lo
mismo que la de Tenerife, es un “gran vino de mesa” dulce, licoroso y
perfumado, como así la triadjetivó el propio Viera.
Desde sus comienzos, la malvasía fue presagio de
un afortunado negocio. La devoción inglesa -malmsey, en su lengua- le dio una
nueva dicción en su diccionario: sack, derivándola de la denominación “Canary
Sack” con que distinguió a nuestros vinos generosos.
George Glas, el viajero escocés, también consigna
la elaboración canaria de la malvasía y se refiere al corte verde de las uvas
para obtener un vino seco. Entre sus propiedades, a dos o tres años de edad,
difícilmente puede ser distinguido del vino de Madeira y cuando tiene más de
cuatro años se vuelve meloso y azucarado, asemejándose al vino de Málaga.
Sin embargo, la cita más afamada de los vinos de
malvasía está en boca de Shakespeare. En la segunda parte de El Rey Enrique IV,
Doll Teart-Sheet irrumpe alegre en la taberna de Eastcheap. Su posadera,
mistress Quickly, advierte que ha bebido demasiado “Canarias, vino
maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre”. En Noche de Reyes o como
queráis, sir Toby Belch recomienda al decaído sir Andrew Aguacheek, la copa de
Canarias que le falta. Todavía encontramos otra cita shakesperiana extraída de
Las alegres comadres de Windsor, donde el dueño de la posada de Inn se despide
para beber Canarias junto con su honrado caballero Falstaff.
Y del vino, los bebedores. El personaje más
famoso de esta época es, sin duda, el duque de Clarence, de quien la leyenda
dice que pidió morir ahogado en un barril de malvasía.
Cuando el último prefecto francés de la Lousiana, en el brindis
rendido a España en el momento en que su antigua colonia se acoge bajo la
bandera de la Unión
Americana, el 20 de diciembre de 1805, se solemniza al
levantar las copas en honor de España y de su Rey con vino de Canarias.
El caballero Casanova, preso en la cárcel
veneciana de Los Plomos, relata en sus memorias el encuentro en ella con un
recluso ilustre, “dueño de aquella cantidad de malvasía capaz de aliviarle la
lóbrega estancia de su infortunio”.
El novelista norteamericano Mayne Reid, al
relatar en Guillermo el Grumete o Las reliquias del Océano, el naufragio del
velero Pandora, deja que flote sobre las aguas como una mágica evocación
exótica un tonelito de Canarias. El negro Bola-de-Nieve explica la presencia
del tonelito entre los náufragos. Él mismo, viéndole flotar, se había
apresurado a recoger “tan preciosa reliquia”.
René Verneau se refiere a esta variedad en los
siguientes términos:
“Pero… ¡qué vinos! No hay nadie que haya
saboreado los grandes vinos secos, el moscatel y la malvasía de este país que
pueda olvidarlos. Lo repito, son de los mejores que se cosechan en el mundo
entero. Los dulces (moscatel y malvasía) son claros, límpidos y de ningún modo
empalagosos, como algunos de los vinos que traemos de España. Por eso, aunque
el precio pueda parecer un poco elevado, estoy convencido de que el negociante
que los dé a conocer entre nosotros no dejará de venderlos en condiciones muy
ventajosas”.
La decadencia del gusto por la malvasía vino como
consecuencia de la Guerra
de los Siete Años, en que cedió su plaza a los vinos de Francia y creció el
gusto por los vinos de Madeira. Entonces cobraron fama en las islas los
vidueños, que gozaron de halagüeñas esperanzas, pues hacia 1783, EE.UU. e
Inglaterra les abrieron las puertas de sus mercados.
El espejismo duró poco. La competencia de los
vinos de Jerez y Madeira, así como las barreras arancelarias, estrangularon
cualquier reinicio del esplendor perdido. En 1848 la decadencia era evidente.
En 1877 y 1898, los vinos de Canarias
concurrieron a las exposiciones de Madrid y París. Patricio Estévanez, en un
artículo publicado en La
Ilustración de Canarias, detiene su pluma sobre los vinos de
la muestra parisina y dice: “La
Madera ha obtenido el gran premio de honor y nosotros gracias
que hemos obtenido unas cuantas medallas”.
La sentencia se había pronunciado.
(Juan Carlos Díaz Lorenzo en: Diario
de Avisos 22 de octubre de 2006)
1898 Enero. En las Islas Bermudas se pierde el velero canario La Verdad. Según
el relato de su capitán, Miguel Sosvilla González: “ a las diez y media se
avistaron dos barquillas de prácticos por la proa y momentos antes de llegar a
ellas noté que el color del mar era de poco fondo, orzando inmediatamente todo
para el O; pero a los pocos momentos tocó el buque en el fondo, quedando sobre
un bajo. En aquellos instantes tuve suficiente valor y conservé toda mi
serenidad, disponiendo todas las maniobras para sacar el buque del bajo; pero
después que me convencí que todo era inútil, me quedé sin ánimo y sin poder
articular palabra. La sangre se me agolpó a mi cabeza y sólo pensé en terminar
pronto aquel horrible sufrimiento. Ya un poco más calmado me determiné a ir a
tierra para pedir auxilio y ayuda a la autoridad consular española y salvar
todo lo que pudiera del cargamento, pues no había tiempo que perder.” A las tres de la tarde llegué a tierra y tuve
que esperar en el bote hasta que llegó el médico de sanidad acompañando al
cónsul de España, no habiéndome admitido libremente por ser mi procedencia de La Habana. Entonces
pedí al cónsul que me facilitara toda clase de auxilios para salvar la
tripulación y la carga, y se me proporcionaran medios de ir a mi buque, pus
temía se destrozara de pronto y sobreviniera algún daño a la tripulación. A las
siete de la tarde me mandaron un remolcador, y embarcándome en él partí para a
bordo; pero a causa del mal tiempo reinante no me fue posible llegar a bordo
hasta la una de la madrugada, encontrando el buque bastante destrozado y
completamente anegado, sin la tripulación, y pasé el resto de la noche en la
toldilla de popa con el agua hasta las rodillas. ¡Qué noche más horrible pasé y
qué largas me parecieron las horas! Cada golpazo que el buque daba contra las
rocas, crujiendo sus maderos, eran otros tantos que sentía en mi cabeza, y
tenía momentos que deseaba acabara de romperse para yo hundirme con él; y así
llegó el día 13 de enero. Cuando ya fue de día empezaron a llegar lanchones y
el remolcador que me había traído, y por ellos supe que la tripulación había
llegado sin novedad a tierra.
Casi todo el día lo pasé al lado
de los escombros del barco, en el remolcador, teniendo cuidado que los lanchones
fueran recogiendo las pipas de aguardiente que iban flotando, y a las cuatro de
la tarde llegó en un vaporcito el cónsul y el médico de sanidad y se empeñaron
en llevarme a tierra.
1898 Febrero 10. Con elecciones a Cortes en la metrópoli a la
vista, el alcalde de la Villa
de Mazo Alonso Pérez Sánchez se vería obligado a abandonar el cargo, tras ser
destituida la corporación que presidía bajo la acusación de deterioro de la
gestión municipal. Las elecciones a Cortes españolas celebradas el 27 de marzo
siguiente registrarían, en las mesas electorales de Mazo, diversos altercados
entre conservadores y liberales que acabarían en enjuiciamientos por "delitos
de falsedad y otros en materia electoral". Por estas fechas eran
dieciseis los concejales que se hallaban suspendidos de sus funciones y contra
trece de ellos se había dictado auto de procesamiento. Confirma este ambiente
de fuerte crispación política el testimonio de Pedro Pérez Díaz (1869-1930),
hijo de Pérez Sánchez, cuya muerte, acaecida en julio de 1901, se relaciona con
determinados hechos (explosiones, disparos, etc.) fruto de "perversas y
menudas pasiones", dirigidos contra su familia entre 1890 y 1901 y a
los que el abogado palmero no duda en calificar como atentado "criminal
y anarquista".
1898 Febrero 25. La revista periodicidad quincenal El Guanche
editada en Caracas, Venezuela y la cual fue fundada por el moderno padre de la Patria Canaria, Secundino
Delgado Rodríguez, y por los patriotas José E. Guerra Zerpa y A. Brito Lorenzo,
se hizo eco de un artículo del político español Pi y Margall. El artículo en
cuestión es el siguiente:
“Hay en España un grande espíritu valeroso y honrado.
Ese espíritu se ha sentido
indignado ante la tiranía de la metrópoli sobre las colonias y ha tenido el valor, insólito en país tan obcecarlo como España, de dar la razón á aquella contra
ésta. El predijo la actual insurrección de Cuba con todas sus conse cuencias
lamentables. Abogó entonces por el reconocimiento de la autonomía. Aboga hoy
por el reconocimiento de la
Independencia.
El artículo de Pí y Margall que hoy reproducimos tiene en
los momentos actuales doble importancia
para los canarios.
Desde luego, es un grito de paz,
y 1a paz significa para nosotros, repatriación de au sentes, economía de sangre
y de lágrimas, ahorro de brazos que han de emplearse quizás pronto en algo más
noble que en sustentar despotismos.
Por Otra parte, los términos del
artículo aplicados á Cuba, son aplicables a nuestro Archipiélago. "Cuba
separada de nosotros por 1.200 leguas de mar es, no una provincia, de España
sino una colonia” dice Pí y Margall. No
tan distantes, pero siempre muy distantes de la Península, están la
canarias. Como las Antillas, son provincias en el nombre, colonia en el hecho,
"Tan culta por lo menos como la Metrópoli, Cuba tiene
dereecho á que se la emancipe."Quien negará el alto de cultura á que han
llegado gracias al propio esfuerzo, las Canarias?
Mas aun que así no fuera, nuestro
derecho á la independencia se conservaría intacto. “No o se adquiere la propiedad de los pueblos
conquistados ni aun con la prescripción de siglos”. Hermosa vitalidad de la
Justicia¡ A
través de los tiempos pasa
indestructible el derecho de los pueblos conquistados y es del seno del pueblo conquistador de
donde surge el grito revindicador de la raza anonadada! Pí y Margall levanta su
voz y defiende indirectamente nuestra independencia. Esperemos que pronto
lo haga en términos concreto. Tenemos el
derecho de esperarlo de su amor á la justicia.
Entretanto, abran 1os ojos aquellos que no ven
los signos de 1os tiempos. Acaso no esté muy lejano el día en que los españoles
honrados exclamen: "Estamos decididamente por la independencia de Canarias. La aconsejan á
la vez el derecho y la salud de la patria.".
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