TOMADO DE MI LIBRO INEDITO: EL MENCEYATO
DE TEGUESTE: APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO-I
Eduardo Pedro García Rodríguez
Benehean [Valle de Guerra]
Es
Achimenceyato o comarca del
Menceyato de Tegueste, localidad
costera del nordeste de la isla Chinech
(Tenerife) actualmente perteneciente actualmente al municipio de San Cristóbal
de La Laguna. Según
fuentes del Instituto Canario de Estadística, a fecha de enero del año 2011
contaba con 6.150 habitantes, siendo el barrio de Las Toscas (comprendido por
las Toscas de Arriba y las Toscas de Abajo) el más poblado.
Antes de la llegada de los invasores
conquistadores españoles, la zona que hoy se conoce como Valle de Guerra, era
un importante núcleo de población precolonial guanche, prueba de ello son los
restos arqueológicos encontrados en diversos auchones y asentamientos temporales del Achimenceyato, los más
conocidos son los provenientes de las Cuevas de El Calabazo, situadas en las
laderas costeras del Achimenceyato.
Especialmente en el auchón de La Barranquera, el cual es uno de los pocos que
permanece relativamente bien conservando, además en su entorno existe gran
parte de su flora autóctona. Las cuevas de este ofrecen un paisaje que puede
evocar los tiempos en que nuestros ancestros guanches vivían en este lugar
posiblemente de manera estacional como era habitual, mariscando (recolectado)
moluscos, y con la recolección de especies vegetales
silvestres; la caza de animales,
fundamentalmente aves y reptiles de gran tamaño; la pesca de orilla mediante caña y anzuelos
de hueso y el método del embarbascado, para capturar los peces de las zonas
intermareales, charcos y zonas de poca profundidad, eran un aporte importante en la dieta, según se constató
en una excavación en una cueva de El Calabazo, además de la carne leche y
productos derivados de los rebaños, por lo que son frecuentes los concheros,
grandes amontonamientos de conchas de moluscos.
Las cuevas de habitación
presentan tres partes bien diferenciadas, como la cocina, el lugar de reunión y
el sitio para dormir.
La Barranquera como el resto del valle pertenece al Menceyato de Tegueste, y más concretamente al sector
occidental de dicho reino guanche, cuyos habitantes siguiendo a su mencey
Tegueste II prefirieron combatir al soldado de fortuna Alonso Fernández de Lugo
y sus huestes.
El grupo guanche que habitó
en la Barranquera
practicó el sedentarismo temporal con trashumancia ganadera estacional. Durante
el verano aprovechaba los pastos de la La Jardina (Vega lagunera y la planicie de Chicayca, hoy Los Rodeos), retornando en invierno a la costa de
Valle de Guerra. En La
Barranquera hay una zona rica en yacimientos arqueológicos,
como es la de El Calabazo. El asentamiento está formado por siete cuevas de
habitación y la sepulcral. Este último lugar aporta a La Barranquera la
presencia del perro, el cochino (cerdo) y la cabra en el ajuar funerario.
Abunda en la zona abundante material lítico, cerámico y esquirlas de obsidiana.
Así como collares con cuentas de tipo
anular, tubular, cilíndricas y segmentadas, que enhebrados con cuerdas torcidas
de junco, cucharas elaboradas con un pequeño mango de madera insertada en uno
de sus extremos una concha de lapa de la especie “patella condei”
Entre los elementos
arqueológicos de la zona se encuentra una gran piedra de molino de El Roquillo,
a la que, según la tradición, iban a moler poniéndose de manifiesto la
característica comunitaria del núcleo poblacional. Hace una treintena de años
pude ver en la orilla de la playa frente a las Cuevas de el Calabazo una gran
piedra basáltica con un hueco grabado
representando un pie o huella humana.
Son de sumo interés arqueológico los yacimientos
guanches localizados en la costa de Valle de Guerra. Es una ladera que comienza
en La Barranquera
y acaba en la Punta
del Viento (El Pris, Tacoronte). En
esta costa se localizan las cuevas de El Roquillo, Punta del Jurado, El
Calabazo, Barranco del Chamorro, El
Apio, Punta la Romba,
Caleta del Palo, Caleta Honda, La Fuentecilla y La Punta del Viento. Toda esta zona tiene cuevas
catalogadas y muchas de ellas aún no están estudiadas.
Lamentablemente estos yacimientos arqueológicos
de Valle de Guerra, de gran importancia histórica, están siendo objeto de un
atentado que los pone en peligro por parte de los propietarios de fincas
próximas que unido a la falta de sensibilización de la autoridades coloniales,
sin ningún tipo de conciencia ni de respeto a la cultura material guanche, el
ejemplo de deterioro más significativo que ponen como ejemplo se encuentra en Barranco
del Chamorro, Punta de La Romba
y Caleta el Palo, cuyos accesos han sido cerrados y donde los volúmenes de
basura son de tales dimensiones que alcanzan 60 metros de ancho y 100 de largo,
aproximadamente.
Otros yacimientos arqueologicos
Playa de la Barranquera. Valle
de Guerra. Conchero. Hallazgos: conchas y tahonas.
Las Toscas. Valle de Guerra. Cueva de
habitación. Hallazgos: ajuar doméstico.
Playa de la Barranquera. Valle
de Guerra. Conchero. Hallazgos: conchas, moluscos, y
tahonas.
El Roquillo. Valle de Guerra. Cueva de habitación.
Los hallazgos efectuados sólo pertenecen a pequeños recovecos de las
mismas: fragmentos cerámicos y de obsidiana, así como una piedra de molino de mano.
El Roquillo. Situada en las proximidades de la Barranquera y hacia el
O.
de este lugar. Se han recogido un punzón de
hueso y 8 cuentas de collar de barro
cocido. (La carencia de restos humanos se explica por el lavado del interior de la cueva por las aguas de lluvia
que penetran en él).
Callao Márquez:
Ocupa la parte baja del poblado emplazado en la Caleta Méndez y
está a unos 10 m. de la orilla. En ella se encontraron restos humanos y cuentas de collar.
Las Cardoneras. Valle de Guerra.
Naturaleza Sepulcral. Hallazgos: restos humanos
y ajuar sepulcral.
El
Boquerón. Valle de Guerra. Poblado con necrópolis.
Hallazgos: cestos de cocina, punzones,
cerámica, conchas, tabonas y útiles de piedra. (Carta Arqueológica de
Tenerife)
Etapa
colonial: La “desinteresada” colaboración de Lope
Fernández, Viaje a la metrópoli de veedor
Francisco Gorvalán.
La escasez de vituallas debió ser menos grave y
angustiosa de que los
cronistas aseveran. Piénsese que ellos
inmovilizaron prácticamente al ejército
conquistador desde noviembre de 1494 hasta diciembre mientras que de acuerdo
con la nueva cronología apenas si se percibe un breve compás de espera
para tomar aliento. No es lo mismo unos meses de estrechez y racionamiento de víveres que un
año de angustiosa expectativa.
Sobre
el problema concreto que ahora nos ocupa adoptan posturas
discrepantes.
Espinosa, como
siempre, es el más discreto: “Había gran falta de mantenimientos, porque en la tierra no se sembraba por causa de la guerra y
enfermedad; y los armadores, como estaban obligados, no traían de
fuera...”. Líneas adelante relata el generoso rasgo de un conquistador: “Uno de los cuales, hombre no menos valiente
que liberal que la dificultad toda
era una la necesidad que se padecía, como se estimaba más la honra que la hacienda, ofreció toda la que tenía a1 gobernador, para reparo y socorro de la gente, y así
despachó a vendió sus ingenios y
haciendas que en aquellas islas tenía por mil ducados, con que se pertrecharon de armas, gente y vituallas para acabar la conquista; este caballero fue Lope
Fernández de la Guerra,
de quien adelante haremos mención.»
Cargando más las tintas, añade: “Pasaron en e1 ínterin los soldados seis meses de trabajo, con sólo cebada y carne,
hasta que vino el socorro que Lope
Fernández traía”.
Si analizamos los párrafos transcritos, lo primero que salta a la
vista es la errónea
interpretación del contrato estipulado por Alonso de Lugo con los armadores Palomar, Viña,
Blanco y Ángelate, pues tratándose de una compañía
mercantil, los cuatro socios se limitaron a aportar capital para enjugar los débitos de la primera entrada y cubrir el presupuesto de la
segunda. Por tanto, no les incumbía el servicio de
intendencia del ejército, ni nadie podía reclamarles la
entrega de víveres ni acusarles de demora en abastecimientos.
Particular estimación debe merecemos, en cambio, el
auxilio prestado el conquistador Lope Fernández, que Espinosa y
sus seguidores evaluan en
16.000 ducados, obtenidos por la venta de los ingenios azucareros, dinero invertido totalmente en la adquisición de vituallas y material.
Si nos atenemos al testimonio de Diego Fernández Amarillo,
testigo presencial de los preparativos bélicos para el
segundo desembarco, al capitán mayor “le había prestado Lope Fernandes... al pie de ochocientas doblas; lo qual oyó generalmente en aquel tiempo a muchas personas y vido este testigo doblas que dezían que el dicho Lope Fernandez le avía de prestar; que con estos
socorros e remedios y socorros volvieron a
tornar a conquistar...”.
Como se puede ver no hay correlación alguna en ambos préstamos. Por este motivo, ha parecido lógico considerar el
último crédito reseñado, de 800 doblas, como anterior a la segunda entrada”. Con idéntico criterio hay que estimar que el préstamo de 16.000
ducados se produjo en el preciso instante que estudiamos, y
con la finalidad apuntada de contribuir a
abastecimiento de víveres.
El cronista-poeta Antonio de Viana recoge, de la mamano de
Espinosa, lo sustancial de la colaboración económica de Lope Fernandez
(venta de dos ingenios y aportación en
dinero de 16.000 doblas de oro), aunque antedatando de la promesa, pues la localiza en las
horas dramáticas del éxodo del camamento de Santa Cruz de Añazo, a raíz del desastre de Acentejo. En cambio añade un pormenor que merece ser tenido en cuenta:
el consuelo recibió Alonso de
Lugo con el rasgo de su compañero de armas, lo que le movería a erigir, en el propio lugar donde se hizo
efectivo el ofre cimiento-—una laja
penetrante en el mar—, una ermita bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Consolación.
Núñez de la Peña rectifica en este caso concreto a su
acostumbrado mentor. Velando por los fueros de la verdad se mantiene fiel al
testimonio de Espinosa, emplazando el suceso en el momento
intermedio de la campaña final.
Acepta, en cambio, de Viana el recuerdo de la promesa para 1ª erección de una ermita.
Los historiadores Castillo y Viera y Clavijo
se pronuncian asimismo por
situar la ayuda en este preciso instante.
Como andando el tiempo se erigió la ermita
de la Consolación,
la dotó Lope Fernández con una capellanía de misas perpetuas, este conjunto de circunstancias inducen a considerar como
válido el subsidio, que a su vez se tradujo en vituallas para el ejército en
apuros.
El cronista Viana, por su cuenta y riesgo,
se inventa unas negociacions en cadena para solventar el arduo problema
del abastecimiento de viveres. Entre
el fárrago de sus versos cabe bucear un cierto orden en los tr´çamites y obstáculos que hubo que planear y vencer
para sacar adelante la empresa.
En síntesis fueron éstos:
1.° Otorgación de poder por Alonso de Lugo y
Bartolomé de Estriñan a favor de Juan de Sotomayor, criado del duque
de Medina Sidonia para que gestionase
de los armadores el envío de víveres.
2.º Pleito incoado en Las Palmas de Gran Canaria
ante el gobernadoe por
el mencionado mandatario, en presencia del escribano García de la Puebla.
La denuncia es
contra los armadores.
3.°
Sentencia favorable a los capitanes de la conquista, y
4.°
Arribo de una «carabela de Canaria», el 1 de diciembre de 1495, Sotomayor al frente, «con mucha provisión de
pan y vino, en harina vizcochos
y zebadas». ,
Podrá sospecharse que en términos muy
similares se expresan N. la Peña
y Viera y Clavijo.
Hay que rechazar de plano toda la laboriosa
negociación antedicha trata de una invención más del fantástico Viana.
Empecemos por confesar que el comisionado
Juan de Sotomayor nunca existió. Desde punto distinto, no parece lógico ver emparejados en la Otorgación de poderes
al capitán-conquistador,
autoridad suprema, con su lugarteniente, a fin de cuen tas un subordinado. En segundo término, los
armadores no moraban Canaria de
manera permanente, sino que alternaban la residencia metrópoli y el archipiélago (salvo Mateo Viña, que
era conquistador), última instancia,
no estaban obligados por el contrato —como de sobra sabemos— a abastecer el ejército. (A. Rumeu de Armas,
1991: 262-268).
El primer repartimiento de tierras en el actual
Valle de Guerra y de quien toma su nombre castellano fue concedido a Lope Fernández de la Guerra, mercenario a las
órdenes de Alonso Fernández de Lugo, quien según el historiador Lepoldo de la Rosa Olivera
fue: “Uno de los conquistadores de
nuestras Islas de más acusada personalidad fue, sin duda, Lope Fernández.
Después de tomar parte en la campaña de Gran Canaria y obtener en ella, en premio
a sus méritos, importantes repartimientos, sigue a Alonso de Lugo en sus empresas de La Palma y Tenerife, para
establecerse luego definitivamente en esta última isla, de la que fue regidor y
alcalde mayor. Amigo del Adelantado, al que prestó generosa ayuda en los
momentos de mayor apuro y uno de los hombres de su confianza, fue más tarde su
acusador en los procesos que le fueron seguidos; es figura central del poema épico Antigüedades de las Islas
Afortunadas, compuesto para exaltar a su familia frente a ciertos juicios
que sobre sus deudos había vertido fray Alonso de Espinosa, quien, por
otra parte, es el primero en relatar sus méritos y, a través de la obra
de Antonio de Viana, pasando a la del inmortal Lope de Vega Los guanches de
Tenerife y conquista de Canarias, su figura no puede menos de despertar
marcado interés. A reconstruir su biografía, en la parte que nos la muestran
documentos indubitados, dedicamos estas líneas.
Su genealogía
Don Francisco Fernández de
Béthencourt afirma que Lope era hijo de Sancho Fernández de la Reguera, que tenía su casa
solariega en Cabezón de la Sal,
y de doña Inés de la Guerra,
de noble familia de la Montaña
burgalesa. En realidad no hay documento que pruebe tal afirmación, y hemos de
pensar que la misma es sólo producto de la fantasía de anteriores forjadores de
ampulosas genealogías que aquel autor no se atrevió a destruir.
Sobre el lugar de donde
inmediatamente procediera, cabe pensar se tratase de la extremeña villa de
Fuentes, en la actual provincia de Badajoz, que formó parte de la Encomienda mayor de
León, de la Orden de Santiago, villa
convertida por nuestros genealogistas en una inexistente Fuentes de la Campana, debido a la
deficiente lectura de los documentos en que intervienen los sobrinos de Lope,
naturales y vecinos de aquélla.
Marina Guerra, hija de
Bartolomé Joanes Cárdeno o Cárdenas, primo de Lope, declara en su testamento
que era natural de Fuentes de León, y Fernán Guerra, asimismo su primo y
heredero, también dice que era nacido y casado en dicha villa, y cuando testa,
como veremos luego, funda altar y capellanía en su iglesia, donde tenía
enterrados a sus padres, y a Fuentes regresa a terminar sus días.
Desgraciadamente los intentos hechos en ella y en Fregenal de la Sierra, cabeza del partido
a que hoy pertenece, han sido infructuosos,
por la desaparición de sus antiguos archivos, pese al marcado interés que se
han tomado autoridades y eruditos locales y sólo hemos podido comprobar que en
1627 el apellido Guerra existía en Fuentes de León, pues el 12 de marzo de
dicho año Bartolomé Fernández Guerra, familiar del Santo Oficio y fiel ejecutor
de la villa, declara en expediente seguido a Juan Macías Cárdeno, nacido en
ella y vecino de Santa Fe de Bogotá.
No
parece aventurado suponer también a Lope Fernández nacido en Fuentes de León y
no en la Montaña,
como dicen las genealogías consagradas de los Guerra de Tenerife.
En
los documentos contemporáneos sólo se le llama Lope Fernández o Hernández, que
era lo mismo, nunca Guerra ni de la
Guerra; pero hay uno, precisamente el de fecha más antigua,
en que se le apellida Hernández Herrero. El primer alcalde de Santa Gruz de
Tenerife de que nos hablan las actas capitulares fue Bartolomé Hernández
Herrero, que de Lanzarote trasladó su vecindad a esta isla. Lope, en su primer
testamento, lo nombra patrono de capellanía que instituye, patronato que
pasaría a su descendencia, y en el segundo hace albacea a Ivon o Ibone
Hernández Herrero, hijo de Bartolomé. No dice Lope en estos documentos que
tuviese parentesco con ellos, pero no es improbable que lo hubiese, más o menos
remoto.
Las
mujeres de Lope
Dos
veces casó Lope Fernández: la primera, con Catalina Rodríguez, a la que dio
muerte en Gran Canaria, así como al carpintero Juan de Segovia, seguramente por
adulterio, por lo que fue condenado a muerte y a la pérdida de sus bienes.
Conocemos estas noticias porque el Adelantado, enemistado con Lope Fernández
cuando le tomó residencia el gobernador de Gran Canaria Lope de Sosa, para
desacreditarlo, porque era testigo de cargo, pregunta a los suyos si les consta
tal hecho, y Diego Fernández Amarillo, que había sido alcaide de la cárcel en
Gran Canaria, declara lo tuvo preso por dicha causa, y Diego Iñiguez de San
Martín, que el propio Lope Fernández le había dicho que había matado a ambos y
añade que vido que se dio la sentencia en la plaga, en que le condenaron a pena
de muerte e perdimiento de sus bienes», por lo que lo vio «retraído» en Santa
Ana, aunque otro testigo dice lo fue en San Francisco." El caso es que debió
de justificarse y obtener el perdón, pero seguramente no quiso permanecer en
Gran Canaria.
Casa
luego Lope, en la isla de Tenerife y en el año 1507, con Elena Velázquez,
hermana del procurador Alonso Velázquez, otro de los acusadores del Adelantado
en la residencia de Lope de Sosa; de Francisca Velázquez, casada primero con
Antonio de Peñalosa, muerto en Berbería, y luego con el escribano Antón de Vallejo, y de Ana Velázquez, mujer de Francisco de
Malpica, alguacil de campo y encargado del puerto de Santa Cruz, hijos los
cuatro de Alonso González, natural de Valladolid, y de Juana Velázquez, de los que Lope, por escritura
otorgada en diciembre de 1507, reconoce haber recibido en dote cincuenta mil
maravedís, parte en dinero y la otra en joyas, preseas y ajuar de casa. Pero
tal reconocimiento debió de ser sólo el precio del arreglo de la boda, pues en
su testamento Lope afírma que no recibió tal cantidad y que Elena vino a su
poder ”vestida de paño e no traxo otros bienes algunos”.
Una y otra mujer habían
tenido, antes de casar con Lope, un hijo de anterior unión: el de la primera,
llamado Alonso Ruiz, premurió a Lope y éste dispone sufragios por su alma; el
de la segunda, Diego Velázquez, es aquel al que parece referirse fray Alonso de
Espinosa cuando afirma que a Lope lo heredó un hijastro suyo, lo que, como
hemos de ver, no es cierto.
Si la primera mujer de Lope
Fernández no le fue fiel en su matrimonio, la segunda tampoco le guardó luto
por mucho tiempo, pues a poco de su muerte casa de nuevo con Diego del Castillo,
conquistador de la Isla.
Lope no tuvo hijos de
ninguna de sus dos mujeres, ni hay noticia
de que los hubiese fuera de matrimonio.
Lope en la conquista de las Islas
Para fray Alonso de
Espinosa Lope Fernández fue conquistador de Gran Canaria y luego vino con
Alonso de Lugo a Tenerife, en su segundo desembarco. Después de la victoria de La Laguna, que acompañan al Adelantado a Berbería (El
Adelantado, XXXIV). Es dudosa su identificación con el tío de fray Bartolomé de las Casas, al que éste
hace morir heroicamente en
Berbería, ya que lo llama Francisco dice el dominico que por las faltas y
necesidades de las fuerzas conquistadoras
Lope, «hombre no menos valiente que liberal, viendo que la dificultad toda era la necesidad que
se padecía, como honbre que
estimava más la honra que la hazienda, ofreció toda la que tenía al Governador
para reparo y socorro de la gente, y assí despachó a Canaria y vendió sus
ingenios y haziendas que en aquella isla tenía, por más de diez y seis mil
ducados, con que se pertrecharon de armas, gente y vituallas para acabar la
conquista”.
Relata
más tarde Espinosa la intervención de nuestro biografiado en una salida, en la
que muestra su valentía, así como en la victoria de Acentejo, en la que dice
mandaba una de las alas del ejército castellano.
E1
bachiller Antonio de Viana afirma que Lope llegó a las Islas con Juan Rejón
(1478) y que vino con Lugo a Tenerife en el primer desembarco, como maestre de
campo. Naturalmente lo hace intervenir en todos los hechos de armas de la conquista,
en los que destaca por su valentía; dice fue herido en la rota de Acentejo y
relata la venta de los dos ingenios en Gran Canaria por dieciséis mil doblas de
oro, que entrega para los gastos de la empresa. Para el poeta acompañan a Lope,
desde su llegada a Canarias, sus sobrinos Hernando Esteban y Hernán Guerra, que
también se comportan heroicamente en todos los hechos guerreros.
El
auxilio de Lope Fernández para la conquista de Tenerife se produjo, según los
documentos de la Residencia,
de la siguiente manera: “Después de desbaratado [en Acentejo] el dicho señor
Adelantado se fue a Gran Canaria a do, para remediar de gente e mantenimientos
para la dicha conquista, aviendo ya gastado todo lo que tenía e no teniendo qué
gastar, vendió el ingenio del Agaete e tierras e aguas del a Francisco de
Palomar” y “que le avía prestado Lope Fernández, regidor que agora es desta
isla, al pie de ochocientas doblas, lo qual oyó decir generalmente en aquel
tiempo a dichas personas y vido este testigo [Diego Fernández Amarillo] las
doblas que dezían que el dicho Lope Fernández le avía de prestar en poder del
dicho Lope Fernández, e que con estos socorros e remedios volvieron a esta
dicha isla de Tenerife a la tornar a conquistar, de la qual postrera venida se
acabó de conquistar e ganar”.
La
ayuda, pues, de Lope Fernández a don Alonso, en aquellos graves y decisivos
momentos, es cierta, aun cuando se exagerase más tarde su cuantía.
Que
Lope estuvo también presente en la toma de la isla de La Palma por Alonso Fernández
de Lugo lo prueba un albalá de data a su favor, en que el Adelantado lo llama
“conquistador de la dicha isla de Tenerife e San Miguel de La Palma e de partes de
Berbería...”
Y
en cuanto a su intervención en esta parte del África, el propio Lope declara,
en 20 de febrero de 1506, que “puede aver seis años poco más o menos que este
testigo fue a Tagaos, que es en
Berbería,
tierra de moros, por mandado del Señor Adelantado y estando en el dicho Tagaos
aposentado en una torre que los moros le avían dado por posada...” La misión
que llevó a Lope a tal lugar fue, como se ve, pacífica y hasta amistosa, y su
fecha puede coincidir con la de su inasistencia a los cabildos, desde mayo de
1498 a abril de 1500, en que está de regreso. Luego, en las expediciones de Lugo
a la costa africana, por mandado de Sus Altezas, Lope fue seguramente de los
que le acompañaron. Cuando don Alonso deja a la Bovadilla el gobierno de
la Isla, Lope
Fernández no era de los que habían quedado en Tenerife.
Pocos
meses antes de su muerte, el 15 de marzo de 1512, Lope Fernández practica
información testifical ante el teniente de gobernador licenciado Cristóbal
Lebrón, para probar que había sido conquistador de las Islas, seguramente para
defenderse en relación con los
repartimientos, tachados de excesivos, que le había hecho don Alonso de Lugo.
Lope Fernández y Alonso de
Lugo
Agradecido Alonso Fernández
de Lugo a la ayuda de Lope Fernández, lo hace regidor de la isla de Tenerife,
aun antes del formal nombramiento de los miembros del Cabildo, hecho por el
Gobernador el 20 de octubre de 1497, y lo confirma entonces en el cargo, para
nombrarlo el 9 de marzo del siguiente año alcalde mayor de la isla, y en 2 de
enero de 1505 le da poder, en unión de Fernando de Trujillo y Guillen
Castellano, para “señalar” las tierras y aguas que Lugo había repartido en el
Arautava.
Pero no había de
transcurrir mucho tiempo sin que las relaciones entre el Adelantado y Lope
Fernández se enfriaran. Lope es de los testigos de cargo del llamado proceso de
Canarias, o sea el que siguió a don Alonso Fernández de Lugo el licenciado Juan
Ortiz de Zarate, enviado a las Islas con el nombre de «Reformador» y el encargo
de revisar los repartimientos hechos por el Gobernador, pero que en realidad
constituyó un verdadero enjuiciamiento de toda la labor del Adelantado. Lope
declara el 29 de abril de 1506: dice que la Isla no está bien poblada y culpa del escaso
vecindario del puerto de Santa Cruz a Lugo, por haber llevado a todos a
Berbería, donde murieron en su mayoría, y porque la Bovadilla no dejaba
salir a los vecinos de sus islas, para que no se despoblasen. También ataca a
don Alonso por haber quitado a algunos vecinos el agua de El Realejo, y cuando
Ortiz de Zarate pregunta a Lope si se ha administrado bien la justicia, éste se
hace leer el capítulo de la
Instrucción que el Reformador traía en que los Reyes le
autorizaban para hacer tal pesquisa, y considerándose así justificado y
obligado, declara acusando al Adelantado de haber llevado a Berbería contra su
voluntad a muchos vecinos, y precisa que Pedro de Vergara, alcalde mayor de la Isla a la sazón, de 8 de
dicho mes resuelven, por el contrario, mandar a Pedro de Vergara, alegando que Lope, que había ofrecido ir, “está muy
enfermo de gota”. La realidad es que había triunfado el Adelantado y sus
incondicionales, y Lope Fernández no era ya uno de ellos.
La
fortuna de Lope
De los repartimientos que
obtuvo Lope Fernández en premio de su intervención en la conquista de Gran
Canaria, sólo conocemos al albalá de data de una tierra para riego en Telde,
que le fue dada por Pedro de
Vera el 17 de marzo de 1489, que la describe de esta forma: “una peonía de
tierra de cinco aranadas en el logar de Telde, en el barranco del Valle
Poblado, a do dizen los Azebuches, que se a de regar con el agua
de la fuente del dicho valle, la qual dichas
tierras ve... del camino que viene del dicho logar de Telde al Lentiscal”. Lope
vendió estas tierras en el Real de las Palmas,
ante el escribano Diego de San Clemente, el 5 de septiembre de 1497, al
portugués Vasco López, en “cient arrovas de adúcar blanco, bueno de dar e de tornar”, quien a su vez las
traspasa a los nueve años, el 14
de diciembre de 1506, ante el mismo escribano, en ciento cincuenta arrobas de la misma clase de azúcar, a Cristóbal García de Moguer, el
fundador de la familia del Castillo en Gran
Canaria."
Por el primer testamento de
Lope sabemos que tenía también en aquella isla un ingenio que vendió en mil
quinientas arrobas de azúcar, cuyo
importe trajo a Tenerife en “paños, lienzos, azúcares y otras cosas”.
La
venta de este ingenio debió hacerla poco
antes de su matrimonio con Elena Velázquez, en 1507, porque en el testamento declara tenía al casar el importe de su venta.
Si Lope vendió otros bienes en aquella isla para ayuda de la conquista de Tenerife, su fortuna debía de ser
verdaderamente cuantiosa.
Sus
datas en Tenerife fueron asimismo de gran valor. Don Alonso de Lugo, agradecido
a su ayuda y quién sabe si también pensando en la posibilidad de que lo
heredase su hijo don Fernando, como se dice en la Residencia, fue muy
generoso con Lope.
En
el citado testamento, otorgado por éste en I510, dice cuáles eran sus bienes al
casarse por segunda vez. “Yo tenía en esta isla —dice— las tierras de sequero
de Tacoronte e otro pedazo de tierra de sequero en Heneto e el asiento de
tierras que ovo Alonso Galán junto a esta villa, que me dieron por el valle de Guymar con el agua e tierras que
se pudiese aprovechar e sesenta fanegas de sequero e otro pedazo de tierra que
está tras las casas de Diego Sant Martín hazia la viña de Juan Fernández,
portogués, e treze esclavos e esclavas entre guanches e negros e por un esclavo
ove unas casas en el puerto de Santa Cruz de fray Juan el Cojo, e asimismo
tenía quinientas cabras e dozientas ovejas e cuarenta cabegas de puercos e dos
yeguas con una potranca e dos yuntas de bueyes e quatro vacas e quatro burras”,
además del producto de la venta del ingenio en Gran Canaria, que ya
mencionamos, de cuatro yeguas y un potro, que le había dado el Adelantado en
24.000 maravedís por las casas que entonces, o sea en 1510, tenía don Alonso en
Santa Cruz, cien arrobas de azúcar y las preseas y menudencias de casa, que
calculaba en 10.000 maravedís.
Las
datas de las tierras que dice tenía al casar con Elena Velázquez se conservan
en los libros correspondientes del archivo que perteneció al Cabildo de la Isla y hoy custodia su
sucesor el
Ayuntamiento
de La Laguna,
pero aun hallamos otras, como ciertas tierras y aguas en Daute, cuya data lleva
fecha de 11 de enero de 1501; un herido de molino en Taoro y doce fanegas de
tierra en dicho reino (2 de junio de 1502) y algunas otras, que seguramente
había vendido cuando contrajo su segundo matrimonio. También en la Reformación del
licenciado Ortiz de Zarate se hacen reiteradas referencias a bienes vendidos
por Lope.
Lope
fue un negociante, más que un labrador. Sólo parece haber “roto” y cultivado
sus tierras de Tacoronte, que luego habían de tomar el apellido de sus
herederos, para llamarse el valle de Guerra, las que, según la data, de 20 de
septiembre de 1498, tenían una cabida aproximada de treinta cahíces; las
restantes las vendía cuando se le presentaba buena ocasión o precisaba de
dinero o esclavos, como el herido de ingenio de Taoro, que vendió al
duque de Medina Sidonia, antes del 1506, en 1.600 ducados, y el de Taganana,
que obtuvo con la obligación de poner ingenio y que vendió a Diego Sardina. A
la postre, era un aventurero, y además sin hijos y con poca salud; pero ello no
le impidió labrarse una sólida posición.
Las
casas de Lope Fernández en La
Laguna se hallaban situadas en la calle “que va a San
Francisco... junto a la plaza”, o sea en la calle que se conoció por la del
Agua y hoy tiene el nombre oficial de Nava-Grimón, cercanas a la plaza del
Adelantado; es decir, se hallaban en el núcleo principal de la naciente ciudad,
inmediatas a las de don Alonso Fernández de Lugo, a las del concejo y a las de
los principales fundadores de la entonces villa de San Cristóbal.
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