lunes, 15 de julio de 2013

MARTIN FIERRO-XVII





[MARTIN FIERRO REFIERE SU VIAJE AL DESIERTO]
Triste suena mi guitarra,
2480    Y el asunto lo requiere; Ninguno alegrías espere, Sino sentidos lamentos De aquel que en duros tormentos Nace, crece, vive y muere.
2485    Es triste dejar sus pagos
Y largarse a tierra agena
Llevándose la alma llena
De tormentos y dolores;
Mas nos llevan los rigores

2490    Como el pampero4" a la arena.
¡Irse a cruzar el desierto Lo mesmo que un forajido, Dejando aquí en el olvido, Como dejamos nosotros,
2495    Su mujer en brazos de otro Y sus hijitos perdidos!
¡Cuántas veces al cruzar En esa inmensa llanura, Al verse en tal desventura
2500    Y tan lejos de los suyos,
Se tira uno entre los yuyos m A llorar con amargura!
En la orilla de un arroyo Solitario lo pasaba,
2505    En mil cosas cavilaba,

Y a una güelta repentina Se me hacía ver a mi china o escuchar que me llamaba.
Y las aguas serenatas
2510    Bebe el pingo trago a trago, Mientras sin ningún halago Pasa uno hasta sin comer, Por pensar en su mujer, En sus hijos y en su pago.
2515    Recordarán que con Cruz Para el desierto tiramos mi En la Pampa nos entramos, Cayendo por fin del viaje A unos toldos de salvajes,

2520    Los primeros que encontramos.
La desgracia nos seguía. Llegamos en mal momento: Estaban en parlamento Tratando de una invasión,
2525    Y el indio en tal ocasión Recela hasta de su aliento.
Se armó un tremendo alboroto Cuando nos vieron llegar; No podíamos aplacar
2530    Tan peligroso hervidero;
Nos tomaron por bomberos
° Y nos quisieron lanciar.
Nos quitaron los caballos A los muy pocos minutos;
2535    Estaban irresolutos,
Quién sabe qué pretendían; Por los ojos nos metían Las lanzas aquellos brutos.


y déle en su lengüeteo *

2540    Hacer gestos y cabriolas; Uno desató las bolas Y se nos vino en seguida: Ya no creíamos con vida Salvar ni por carambola.
2545    Allá no hay misericordia Ni esperanza que tener: El indio es de parecer Que siempre matar se debe, Pues la sangre que no bebe
2550    Le gusta verla correr™.
Cruz se dispuso a morir peliando y me convidó. «Aguantemos, dije yo, El fuego hasta que nos queme.»
2555    Menos los peligros teme
Quien más veces los venció.
Se debe ser más prudente Cuanto el peligro es mayor; Siempre se salva mejor
2560    Andando con alvertencia40, Porque no está la prudencia Reñida con el valor.
Vino al fin el lenguaraz*4, Como a trairnos el perdón.
2565    Nos dijo: «La salvación Se la deben a un cacique; Me manda que les esplique Que se trata de un malón.»
«Les ha dicho a los demás
2570    Que ustedes queden cautivos, Por si cain algunos vivos En poder de los cristianos Rescatar a sus hermanos Con estos dos fugitivos.»

2575    Volvieron al parlamento A tratar de sus alianzas, O tal vez de las matanzas; Y conforme les detallo, Hicieron cerco a caballo
2580    Recostándose en las lanzas.
Dentra al cerco un indio viejo Y allí a lengüetiar *" se larga. Quién sabe qué les encarga; Pero toda la riunión
2585    Lo escuchó con atención
Lo menos tres horas largas.
Pegó al fin tres alaridos, Y ya principia otra danza; Para mostrar su pujanza 2590    Y dar pruebas de guíete,
Dio riendas rayando el flete m Y revoliando la danza.
Recorre luego la fila, Frente a cada indio se para,
2595    Lo amenaza cara a cara,
Y en su juña aquel maldito Acompaña con su grite El cimbrar de la tacuara w.
Se vuelve aquello un incendio 2600    Más feo que la mesma guerra; Entre una nube de tierra Se hizo allí una mescolanza De potros, indios y lanzas, Con alaridos que aterran.
2605    Parece un baile de fieras, Sigún yo me lo imagino. Era inmenso el remolino, Las voces aterradoras, Hasta que al fin de dos horas
2610    Se aplacó aquel torbellino.

De noche formaban cerco Y en el centro nos ponían; Para mostrar que querían Quitarnos toda esperanza,

2615 Ocho o diez filas de lanzas ** Al rededor nos hacían.
Allí estaban vigilantes Cuidándonos a porfía; Cuando roncar parecían
2620    «Huincá»m>, gritaba cualquiera, Y toda la fila entera «Huincá», tHuincá», repetía.
Pero el indio es dormilón Y tiene un sueño projundo;
2625    Es roncador sin segundo
Y en tal confianza es su vida Que ronca a pata tendida Aunque se dé guelta el mundo.
Nos aviriguaban todo, 2630    Como aquel que se previene, Porque siempre les conviene Saber las Juerzas que andan, Dónde están, quiénes las mandan, Qué caballos y armas tienen.
2635    A cada respuesta nuestra Uno hace una esclamación, Y luego en continuación, Aquellos indios feroces, Cientos y cientos de voces
2640    Repiten al mesmo son.
Y aquella voz de uno solo, Que empieza por un gruñido, Llega hasta ser alarido De toda la muchedumbre,
2645    Y ansí alquieren la costumbre, De pegar esos bramidos.

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