[MARTIN
FIERRO REFIERE SU VIAJE AL DESIERTO]
Triste suena mi
guitarra,
2480 Y el asunto lo requiere; Ninguno alegrías
espere, Sino sentidos lamentos De aquel que en duros
tormentos Nace, crece, vive y muere.
2485
Es triste dejar sus pagos
Y largarse a tierra
agena
Llevándose la alma
llena
De tormentos y
dolores;
Mas nos llevan los rigores
2490 Como el pampero4"
a la arena.
¡Irse a cruzar el desierto Lo mesmo que un forajido, Dejando aquí en el olvido, Como dejamos
nosotros,
2495 Su mujer en brazos de otro Y sus hijitos perdidos!
¡Cuántas veces al
cruzar En esa inmensa llanura, Al verse en tal desventura
2500 Y tan lejos de los suyos,
Se tira uno entre
los yuyos m A llorar con amargura!
En la orilla de un arroyo Solitario lo pasaba,
2505 En mil cosas cavilaba,
Y a una güelta repentina Se me hacía ver a mi china o escuchar que me llamaba.
Y las aguas
serenatas
2510 Bebe el pingo trago a trago, Mientras sin ningún halago Pasa
uno hasta sin comer, Por pensar en su mujer,
En sus hijos y en su pago.
2515 Recordarán que con Cruz Para
el desierto tiramos mi En
la Pampa nos entramos, Cayendo por
fin del viaje A unos toldos de salvajes,
2520 Los primeros que encontramos.
La desgracia nos
seguía. Llegamos en mal momento: Estaban en
parlamento Tratando de una invasión,
2525 Y el indio en tal ocasión Recela hasta de su aliento.
Se armó un
tremendo alboroto Cuando nos vieron llegar; No podíamos aplacar
2530 Tan peligroso hervidero;
Nos tomaron por
bomberos
° Y nos quisieron lanciar.
Nos quitaron los
caballos A los muy pocos minutos;
2535
Estaban irresolutos,
Quién sabe qué
pretendían; Por los ojos nos metían Las lanzas aquellos brutos.
y déle en su lengüeteo *
2540 Hacer gestos y cabriolas; Uno desató las bolas Y se nos vino en seguida: Ya no creíamos con vida Salvar ni por carambola.
2545 Allá no hay misericordia
Ni esperanza que tener: El
indio es de parecer Que siempre matar se
debe, Pues la sangre que no bebe
2550 Le gusta verla correr™.
Cruz se dispuso a morir peliando y me convidó. «Aguantemos, dije yo, El fuego hasta que nos queme.»
2555 Menos los peligros teme
Quien más veces
los venció.
Se debe ser más
prudente Cuanto el peligro es mayor; Siempre se salva mejor
2560 Andando con alvertencia40, Porque no está la prudencia Reñida con el valor.
Vino al fin el
lenguaraz*4, Como a trairnos el perdón.
2565 Nos dijo: «La salvación Se la deben a un
cacique; Me manda que les esplique Que se trata de un malón.»
«Les ha dicho a los
demás
2570 Que ustedes queden cautivos, Por si cain algunos vivos En poder de los cristianos Rescatar a
sus hermanos Con estos dos fugitivos.»
2575 Volvieron al parlamento A tratar de sus alianzas, O tal vez de las matanzas; Y conforme les detallo, Hicieron cerco a caballo
2580 Recostándose en las lanzas.
Dentra al cerco un
indio viejo Y allí a lengüetiar *" se
larga. Quién sabe qué les encarga; Pero toda la riunión
2585 Lo escuchó con atención
Lo menos tres horas
largas.
Pegó al fin tres
alaridos, Y ya principia otra danza; Para mostrar su pujanza 2590 Y dar pruebas de guíete,
Dio riendas rayando
el flete m Y revoliando la
danza.
Recorre luego la
fila, Frente a cada indio se para,
2595 Lo amenaza cara a cara,
Y en su juña aquel
maldito Acompaña con su grite El cimbrar de la tacuara w.
Se vuelve aquello
un incendio 2600 Más feo que la mesma
guerra; Entre una nube de tierra Se hizo allí una mescolanza De potros, indios y lanzas, Con alaridos que aterran.
2605 Parece un baile de
fieras, Sigún yo me lo imagino. Era inmenso el remolino, Las voces aterradoras, Hasta que
al fin de dos horas
2610 Se aplacó aquel torbellino.
De noche formaban cerco Y en el centro nos ponían; Para mostrar que querían Quitarnos toda
esperanza,
2615 Ocho o diez filas de lanzas ** Al rededor nos hacían.
Allí estaban
vigilantes Cuidándonos a porfía; Cuando roncar parecían
2620 «Huincá»m>, gritaba
cualquiera, Y toda la fila entera «Huincá», tHuincá», repetía.
Pero el indio es dormilón Y tiene un sueño projundo;
2625 Es roncador sin segundo
Y en tal confianza
es su vida Que ronca a pata tendida Aunque se dé guelta el mundo.
Nos aviriguaban
todo, 2630
Como aquel que se previene, Porque
siempre les conviene Saber las Juerzas que andan, Dónde están, quiénes las mandan, Qué caballos y armas tienen.
2635 A cada respuesta nuestra
Uno hace una esclamación, Y luego en
continuación, Aquellos indios feroces, Cientos y cientos de voces
2640 Repiten al mesmo son.
Y aquella voz de
uno solo, Que empieza por un gruñido, Llega hasta ser
alarido De toda la muchedumbre,
2645 Y ansí alquieren la costumbre, De pegar esos bramidos.
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