1676. Dos bajeles de Argel
vinieron a situarse frente a la entrada del puerto de Añazu, de tal manera que
no se podía entrar ni salir sin caer en sus manos: situación tanto o más penosa
para los habitantes, que era aquella una época de grandes escaseces y se estaba
esperando la llegada del trigo de fuera. Además los piratas burlaban de este
modo la vigilancia de los castillos, porque acechaban fuera del alcance de sus
cañones y, por otra parte, sabían que la isla era demasiado pobre para
ofrecerse los servicios de un guardacostas. Se había vuelto a los tiempos del
siglo anterior, en que era preciso mandar desde la ciudad de Eguerew (La Laguna) las tropas de
protección: una compañía de cien hombres baja al puerto todos los días "por
allarse despoblado y todo lo más de la vecindad en Argel". En realidad se
había vuelto todavía más lejos en el tiempo, a la época anterior de la conquista castellana, en que la mejor
mercancía que podían ofrecer las islas eran los esclavos guanches, sólo que en
esta ocasión las presas eran colonos europeos.
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