1587 Mayo 20.
El rey de la metrópoli Felipe II
dio unas instrucciones al Ingeniero Leonardo Turriano, que constituían un
minucioso programa al que debía ceñirse éste para resolver el problema más
arduo de la fortificación del archipiélago: asegurar la ciudad de Las Palmas
que por su carácter marítimo y extraordinaria importancia, era blanco de las
apetencias de los piratas extranjeros. Con tal extensión se refiere el Monarca
a la ciudad, que puede decirse que el texto casi integro de aquéllas, la
abarcan las normas para la fortificación de la misma. Dice así: «En la Gran Canaria hareis
particular relación al Governador, Justicia y Regimiento de la orden que aqui
llevais tocante a aquella ysla: pedirles eys las plantas, ordenes y relaciones
que tienen, asi de la fortaleza que está designada en la montaña de S.
Francisco, como del reduto que se ordenó se hiziesse para su deffensa, entre
tanto que se haze la dicha fortaleza y particularmente pedireisles la ultima
órden de don Francés de Alava que fue del mi Consejo de guerra y mi capitán
general de Artilleria, difunto, embió y yo mandé que se siguiesse y executase,
y juntamente con esto pedireis os informen bervalmente de las consideracion y
respettos que se tuvieron para executar la dicha planta de la fortaleza y para
hazer el reduto, y de todas las demás cossas que os pareciere deveis ser
informado para hallaros capaz de todo lo hecho, y para lo que mas se huviera de
proseguir.- Yreis a ver y reconoscer la dicha montaña de San Francisco y el
sitio que en ella está designada la dicha fortaleza, y que forma de traza y
capacidad tiene, que dinero está aplicado para su fábrica, lo que se a gastado
y lo que ay en set; que effectos se pueden conseguit; si defiende la ciudad y
puerto y algunos desembarcaderos, si está libre o subjeta a algunos padrastos o
a otros inconvenientes y que defensas se les pueden aplicar.-
Reconocereis tras esto el dicho reduto y sabreis lo que está hecho y lo
que en él se a gastado y lo que constará lo que falta de fábrica, y direys que
effecto y utilidad se sigue y si conbiendrá mas atender aora solamente acabar
la fábrica de la fortaleza que no a 1a del dicho reduto, para que tanto mas en
breve se acabe la dicha fortaleza, sobre presupuesto que el fin principal que
se tubo para hazer el dicho reduto fue que entretanto que la dicha fortaleza se
acabase, cuya fábrica havia de ser de mucha mas dilacion, la gente de la tierra
tuviese alguna forma de defensa en donde recogerse y defenderse algunos dias de
algun cossario que le quissiese emprender para robarla.-
Haveis de considerar si para la guarda y seguridad de la dicha isla
está con acertada conssideracion acordada y trazada la dicha fortaleza y
reduto, y si os paresce se deve alterar en algo para mejorarla, asi en la
fábrica y traza como en el sitio, direys en que y porque causas, como y con que
se podria remediar.- Vereys asi mismo en quanto tiempo se acabaran las dichas
fábricas de fortaleza y reduto y con quanto dinero, y tratareis con el
Governador é ysla de que arbitrios o otras cosas se podrá dar forma de sacarse
y proveerse.- Reconoscereys todos los puertos, calas y desembarcaderos que la
dicha ysla de Canaria tiene de consideracion, que defensas tienen al presente y
las que convendria hazerles y lo que costarian.- Como está de artilleria todo
lo fortificado y si le falta alguno y quantas y que géneros particularmente de
alcance, que es la mas necesaria para ympedir los dichos desembarcaderos y
guar- dar el puerto.- Todo lo qual os mando cumplais comunicandolo con el
Governador; Justicia y Regimiento de la dicha ysla, y haviendolo asi cumplido
me embiareis particular relacion de todo y de vuestro parescer con las plantas
y disigneos de lo fuera necessario, en el primer pasaje de navío que se
ofrezca, quedandoos con un tanto dello para que, en caso que no llegue en
salvamento lo que asi abisaderes y embiaredes, lo podais hazer duplicado en
otra ocasión de pasaje », todo lo cual consta en el archivo de Acialcázar.
Recorrió Turriano todos los
puntos estratégicos de la ciudad de Las Palmas y sus alrededores y en su
informe hace -según Rumeu de Armar el más acabado y completo escrito de los que
salieron de su pluma, que es por otra parte un alarde de los conocimientos
técnicos, competencia y agudeza crítica de este ilustre Ingeniero.
El problema fundamental de la
fortificación del archipiélago en el siglo XVI era el de asegurar la ciudad de
Las Palmas, por ser la más expuesta a ataques de los piratas, pues La Laguna capital de la isla
de Tenerife -que rivalizaba en opulencia con Las Palmas- dada su calidad de
ciudad interior, estaba asegurada por sí sola frente a las incursiones de
piratería en las que predominaba siempre el carácter de operaciones costeras,
sin adentrarse en el país con objeto de tener bien segura la retirada y obtener
el botín a poca costa. Juan Alonso Rubián y Agustín Asmodeo, Ingenieros
Militares de S.M. antecesores de Turriano, tuvieron más o menos intervención en
la construcción de las murallas Norte y Sur de Las Palmas por el Gobernador
Diego de Melgarejo, y la del torreón de Santa Ana en el Charcos de los Abades
por su sucesor D. Martín de Benavides. Con anterioridad existía el castillo
principal de Las Isletas, y en el plan de defensa jugó un papel importante la
fortificación de la montaña de San Francisco, punto estratégico de vital
importancia y que todos los Ingenieros habían considerando neurálgico de la
defensa militar, de la que se ocuparon los Ingenieros antes citados, don
Francés de Alava y otros varios, pero en el año de 1587 aun no se había dado
comienzo a esta obra.
Creía Turriano que el desembarco
en Las Palmas podría ser por uno de los cuatro puntos siguientes: punta del
Confital, Arrecife, puerto de Las Isletas y Caleta de Santa Catalina, o por las
Caletas del Sur de la ciudad incluso Telde; consideraba de poca eficacia las
murallas Norte y Sur que apenas si la cubrían por los flancos dejándola abierta
por el amplio frente interior hacia el poniente, y discrepaba de sus
antecesores en cuanto a la eficacia de la fortaleza en proyecto en San
Francisco. Proponía amurallar la ciudad en todo su perímetro; edificar en la
margen derecha de la desembocadura del Guiniguada un pequeño fuerte que cruzase
sus fuegos con la torre de Santa Ana; conservar las antiguas murallas como
primera línea de resistencia, y construir en el monte de San Francisco, o mejor
al borde de la ladera de San Nicolás, un castillo no para servir de refugio a
la población civil, sino como complemento del plan general de fortificación.
La base fundamental de la defensa
debía descansar sobre los siete baluartes de su proyecto, que de tramo en tramo
flanquearían la línea quebrada de la muralla de la ciudad; estos baluartes de
sólida construcción, con plaza de armas cubierta y terraplenada, estarían
artillados con piezas de campaña (sacres, falconetes y pedreros); los baluartes
-tres en el barrio de Triana y cuatro en el de Vegueta- se adaptaban a las
condiciones del terreno; la muralla Norte que iba desde la Torre de Santa Ana a la
montaña de San Francisco se aprovechaba como primera línea de resistencia y
arranque del segundo recinto proyectado, previas algunas reformas que le diesen
mayor altura y resguardo; el nuevo recinto se unía al antiguo en la puerta de
ella situada en el camino de Triana con el puerto, así es que se podía
considerar que el nuevo recinto arrancaba del fuerte de Santa Ana para torcer
en dirección Sudoeste a la altura de aquélla; el segundo baluarte aparecía
dispuesto tangente al convento de las Monjas Bernardas y el primero a la mitad
de distancia entre aquél y la puerta de Triana; el tercero en las proximidades
de la ermita de San Justo al pie de la ladera de San Nicolás y con él
finalizaba la fortificación de aquel barrio. Tomaba entonces la muralla la
dirección del Guiniguada, cuya fortificación había ideado de original manera: para
Cortar el paso al enemigo pretendía tender un puente sobre él-que sirviese de
prolongación ala muralla- cuyos arcos fuesen en momento oportuno cerrados con
unas compuertas o rastrillos de madera, que franqueando el paso a las aguas,
obstaculizasen el tránsito de los soldados, debiendo advertirse que entonces el
Guiniguada era un riachuelo. Desde el Guiniguada al mar se extendería el resto
del recinto cuyo primer baluarte coincidiría con la margen izquierda del
arroyo, el segundo para proteger el convento de Santo Domingo, el tercero
quedaría situado en las proximidades de la portada de los Reyes, y el cuarto
establecería contacto con las casas extremas de la ciudad ya en la marina;
estos baluartes seunirían por tramos de muralla de manera que por su pretil
interior se pudiese establecer fácil comunicación entre ellos. (En: José María
Pinto y de la Rosa.
1996)
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